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sábado, 6 de septiembre de 2025

_- Einstein, Arendt y Freud, del apoyo al sionismo a denunciarlo por fascista


_- Fuentes: El Salto [Foto: La filósofa Hannah Arend


No necesitaron ver el actual genocidio del pueblo palestino para darse cuenta, hace un siglo, que aquel proyecto sionista de “un hogar para los judíos” incluía un plan de limpieza étnica en la Palestina Histórica.

El sionismo ha reivindicado muchas veces haber contado desde su origen con el apoyo de renombrados personajes públicos internacionales de origen judío, y entre ellos no podían faltar ni Albert Einstein, Hannah Arendt o Sigmund Freud, ocultando una parte de la historia, el desengaño que ellos experimentaron pronto, al comprobar el carácter xenófobo y extremadamente violento de esa corriente del judaísmo.

Albert Einstein (1879–1955), alemán de origen judío, Premio Nobel de Física 1921, se entusiasmó en los años 20 y 30 del siglo pasado con el proyecto judío de crear un hogar en Palestina tras ver el avance imparable del antisemitismo en su país y en Europa, pero creía ver en el sionismo algo muy distinto a lo que realmente fue. Decía en 1931, en Mi visión del mundo, una recopilación de artículos: “Nuestro objetivo no es la creación de una comunidad política, sino que conforme a la tradición del judaísmo, es una meta cultural en el sentido más amplio de la palabra. Para lograrlo debemos resolver con nobleza, abierta y dignamente, el problema de la convivencia con el pueblo hermano de los árabes (…) Especial atención merecen nuestras relaciones con el pueblo árabe. Fomentándolas podremos evitar en el futuro la formación de tensiones peligrosas, que podrán ser utilizadas para provocar ataques de nuestros enemigos”.

En 1932 el científico se fue a vivir a Estados Unidos, un año antes de que Adolf Hitler llegara al poder en Alemania. En otra de sus intervenciones sobre el sionismo, en 1938, Einstein dejaba clara su posición en contra de la formación de un estado judío con fronteras y ejército: “Dejando a un lado las consideraciones prácticas, mi concepción de la naturaleza esencial del judaísmo se opone a la idea de un Estado judío con fronteras, ejército y un grado de poder temporal, por modesto que fuera. Estoy espantado al pensar en el daño interno que sufrirá el judaísmo, sobre todo por el desarrollo de un nacionalismo estrecho en el interior de nuestras propias filas, contra el cual hemos estado siempre obligados a luchar enérgicamente, aun sin un Estado judío”.

La postura de Einstein fue aun mucho más crítica con el sionismo al comprobar el auge que iban teniendo las organizaciones terroristas judías, que tanto atacaban a la población autóctona árabe como a las fuerzas del Mandato Británico que controlaban todavía en la década de los 40 el territorio de la Palestina histórica, e incluso a sectores de la comunidad judía que no compartía sus ideas.

El 22 de julio de 1946 comandos paramilitares sionistas del Irgún Tzvaí Leumí, del Lehi y de la Haganá, atacaron el Hotel King David, en Jerusalén, sede entonces de la Comandancia Militar del Mandato Británico de Palestina y de la División de Investigación Criminal, y mataron a 91 británicos.

¿La razón? Que el Gobierno británico del conservador Venille Chamberlain había aprobado un Libro Blanco para preparar el proceso de independencia de Palestina, en el cual se proponía que como paso previo a ella se incorporaran al propio gobierno del Mandato Británico representantes judíos y palestinos. Se planteaba esa fórmula como una experiencia para que en el nuevo Estado que se creara pudieran convivir ambos pueblos.

Para facilitar ese plan el Libro Blanco planteaba también que se fijara un límite a la inmigración judía en Palestina para que esta no supusiera más que un tercio de la población local total, a menos que los propios habitantes árabes lo consintieran expresamente. Pero el sionismo no podía consentir un cambio tan brusco de la postura británica y del espíritu colonialista de la Declaración Balfour de 1917.

En abril de 1948 unidades del Irgún Tzvaí Leumí y de Lehi cometían otra matanza, esta vez en la aldea palestina de Deir Yassim y asesinaban a 120 personas. Einstein quedó conmocionado al conocer la matanza y el 9 de abril escribió una carta a Shepard Rifkin, director de la organización estadounidense Amigos americanos de los combatientes por la libertad de Israel, quien le había pedido que se manifestara públicamente a favor del sionismo y de la creación del Estado de Israel: “Estimado señor: Cuando nos sobrevenga una catástrofe real y definitiva en Palestina, los primeros responsables de ella serán los británicos y los segundos responsables serán las organizaciones terroristas creadas dentro de nuestras propias filas. No quisiera ver a nadie asociado con esa gente descarriada y criminal”.

Un mes más tarde, el 14 de mayo de 1948, las fuerzas judías, con consentimiento de Naciones Unidas, declaraban en Tel Aviv la creación de un nuevo Estado al que llamaron Israel y se apoderaron no del 56 % del territorio de Palestina tal como estaba previsto inicialmente, sino del 77 %. David Ben-Gurion, de origen polaco y presidente de la Agencia Judía, fue nombrado primer ministro y se convirtió en el artífice de la expulsión de Palestina por la fuerza de 750.000 palestinos, éxodo conocido como la Nakba («desastre» en árabe).

Una de las primeras medidas de Ben-Gurion fue la creación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI, o Tzáhal, su acrónimo en hebreo). El núcleo central con el que se puso en marcha la FDI —una de las instituciones más respetadas por la población israelí y ejecutora del actual genocidio en Gaza—fue la propia estructura y militancia de la Haganá y otras organizaciones terroristas sionistas.

Arendt, la activista sionista que cambió de opinión
Hannah Arendt también fue inicialmente una entusiasta activista del movimiento sionista, primero en su país natal, en Alemania, en los años 20 e inicios de los 30, y a partir de 1937 en Estados Unidos, país en el que se refugió huyendo del nazismo.

Al igual que Einstein ella era una fervorosa partidaria de que se creara un lugar en Palestina para los judíos, pero no a costa del desalojo de los palestinos, y criticaba también que el movimiento sionista se olvidara del resto de judíos de la diáspora, de judíos como ella o Einstein que vivían en otros países y no querían vivir en Palestina.

Los registros de la emigración judía hacia Palestina antes de la creación del Estado de Israel muestran que de los cerca de 40.000 que migraron entre 1904 y 1914 más del 80% decidió no quedarse finalmente. El destino preferido era mayoritariamente Estados Unidos.

Arent creó en EE UU el Grupo Joven Judío en 1942 en un intento por ampliar el debate interno dentro del movimiento sionista. Ella criticaba que el movimiento dependiera tanto de banqueros como los Rothschild y otros magnates. Sostenía que esa dependencia era su “segunda opresión”.

Hannah Arent se distanciaba de los que mantenían una creencia bíblica, la que el pueblo judío era el “pueblo elegido”, con la que se justificaba todo. Sus diferencias con el proyecto sionista se acentuaron tras comprobar que las tesis del sionismo más extremista y chovinista se imponían en la Conferencia Baltimore de ese año.

En escritos como La crisis del sionismo que publicó ese año y en trabajos posteriores Arendt se distanciaba cada vez más de aquellos que ya no hablaban de un ‘hogar judío’ sino de un ‘Estado judío’ y mostró su preocupación por el desprecio con el que se hablaba de la población originaria palestina con la que no se contaba en ningún plan.

Su escrito Sionismo reconsiderado provocaría una gran polémica en el seno del movimiento sionista. En él denunciaba al “nacionalismo radical”: “El movimiento nacional judío social–revolucionario acabó como la mayoría de los movimientos de este tipo: dando su más firme apoyo no ya a reivindicaciones nacionales, sino a reivindicaciones chovinistas que en realidad no estaban en contra de los enemigos del pueblo judío, sino de sus amigos potenciales y de sus vecinos reales”.

Ella hablaba así de los árabes, ‘amigos potenciales’, ‘vecinos reales’, e igual que Einstein abogaba por un Estado binacional judío–palestino, y en 1951, tres años después de la fundación del Estado de Israel, denunciaba frontalmente la expulsión por parte del nuevo Estado de cientos de miles de los habitantes originarios de Palestina: “Después de la guerra resultó que la cuestión judía, que había sido considerada la única insoluble, estaba desde luego resuelta, principalmente gracias a un territorio primero colonizado y luego conquistado, pero esto no resolvió el problema de las minorías y de los apátridas. Al contrario, como virtualmente todos los demás acontecimientos de nuestro siglo, la solución de la cuestión judía produjo una nueva categoría de refugiados, los árabes, aumentando por el número de apátridas y fuera de la ley con otras 700.000 u 800.000 personas”.

Hannah Arendt, que tanto había luchado por el sionismo tuvo que soportar agresivas críticas del sionismo radical, que la terminaron acusando de antisemita y hasta de colaboracionista por su libro Eichman en Jerusalén. En ese libro ella hablaba sobre la banalidad del mal, pretendía ir más allá de una condena frontal al Holocausto, intentaba desentrañar la mente de un personaje como el jerarca nazi, cómo se transformaba un ciudadano alemán normal en un monstruo que en su juicio llegó a reivindicar ser un buen funcionario, haber cumplido a rajatabla con las órdenes recibidas. Obediencia debida.

Menájem Begin, un prócer para los sionistas, como Ben-Gurion, también nacido en Polonia y líder del Irgún, el grupo terrorista más radical, viajó a Estados Unidos en 1948 tras crearse el artificial Estado de Israel y fue recibido con todos los honores por el gobierno del demócrata Harry Truman,

Fue entonces cuando un grupo de 27 destacados intelectuales judíos residentes en Estados Unidos, filósofos, rabinos y científicos, entre los que se encontraban Albert Einstein y Hannah Arendt, enviaron una carta a los editores de The New York Times el 2 de diciembre de ese año repudiando su visita y el proyecto que representaba. Fue publicada por el diario neoyorkino dos días después: “Uno de los fenómenos políticos más inquietantes de nuestro tiempo es la aparición en el recién creado Estado de Israel, del Tnuat Haherut (Partido de la Libertad), un partido político muy parecido en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista. Se formó a partir de los miembros y seguidores del antiguo Irgun Zvaí Leumí, una organización terrorista, derechista y chauvinista de Palestina (…) Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en todo el mundo, si se les informa correctamente sobre el historial político y las perspectivas del Sr. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyo al movimiento que representa”.

En la carta, firmada también por otros intelectuales judíos, como Isidore Abramovitz, el rabino Jessurun Cardozo, Sidney Hook, Samuel Shuman, o Irma y Stefan Wolfe, denunciaban la intolerancia de Begin y los grupos terroristas que él representaba, que llegaban a aterrorizar a la propia población judía que no se unía a ellos: “Los profesores fueron golpeados por hablar en su contra y los adultos fueron fusilados por no permitir que sus hijos se unieran a ellos. Mediante métodos de gánsteres, palizas, ruptura de ventanas y robos generalizados, los terroristas intimidaron a la población y le exigieron un fuerte tributo”.

Tras otras consideraciones los intelectuales judíos terminaban así su carta: “Por lo tanto, los abajo firmantes utilizamos este medio para presentar públicamente algunos hechos destacados sobre Begin y su partido, y para instar a todos los interesados a no apoyar esta última manifestación del fascismo”.

Begin crearía en 1973 el partido Tnuat Haherut y lideraría el proceso de fusión de este con otras formaciones de la derecha israelí que daría lugar al nacimiento del Likud, el partido que hoy lidera Benjamin Netanyahu y el Gobierno ultraderechista israelí. En 1979 Begin recibía el Premio Nobel de la Paz.

Freud, crítico con el fanatismo sionista
El caso de Sigmund Fred fue distinto al de Einstein o Arendt. El padre del psicoanálisis, austriaco de origen judío pero declaradamente ateo, abordó en Moisés y el monoteísmo en los años 30 el proyecto de crear un ‘hogar judío’ en Palestina preguntándose: “Qué lleva a los judíos a considerarse como ‘el pueblo elegido’? ¿Cuáles son las consecuencias de mantener tal narcisismo?».

El 26 de febrero de 1930 Freud escribía una carta al doctor Chaim Koffer , quien, en nombre de la Fundación para la Reinstalación de los Judíos en Palestina, le pedía un pronunciamiento a favor del sionismo y de la migración hacia Palestina: “No puedo hacer lo que usted desea. Mi reticencia a interesar al público en mi persona es insalvable y creo que las circunstancias críticas actuales no me incitan para nada a hacerlo (…) Pero, por otro lado, no creo que Palestina pueda algún día ser un Estado judío ni que tanto el mundo cristiano como el mundo islámico puedan un día estar dispuestos a confiar sus lugares santos al cuidado de los judíos”.

Freud mencionaba también en esa carta su rechazo a considerar al Muro de las Lamentaciones el lugar sagrado más importante para el judaísmo: “No puedo experimentar la menor simpatía por una piedad sionista mal interpretada, que hace de un trozo del muro de Herodes una reliquia nacional y a causa de ella, ofende los sentimientos de los nativos”.

El padre del psicoanálisis, que en muchas ocasiones criticó el nacionalismo y la xenofobia, mencionaba también en esa carta su recelo sobre el apoyo interesado de magnates judíos a la idea de crear el ‘hogar judío’ en Palestina: “Me hubiera parecido más prudente una patria judía en un suelo históricamente no cargado; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes”.

En 1939, cuando las organizaciones terroristas sionistas atacaban diariamente las aldeas palestinas advirtió: “La mayor calamidad sería un enfrentamiento permanente con el pueblo árabe” recordando que “en tiempos pasados ningún pueblo mostró mayor amistad con los judíos que los antepasados de estos árabes”.

Fuente: 

martes, 10 de junio de 2025

Qué es la "economía del talento" que busca encontrar a los nuevos Einstein y Marie Curie del mundo

Bilhana Kochloukova

Fuente de la imagen,Bilhana Kochloukova

Pie de foto,La brasileña Bilhana Kochloukova, medallista de la Olimpiada Internacional de Matemáticas, estudia en la Universidad de Cambridge y es integrante de su equipo de fútbol.

"Para jugar a fútbol como Lionel Messi, tienes que tener una habilidad natural, pero también te tienen que descubrir a una edad temprana y darte un buen entrenamiento", dice el economista Ruchir Agarwal.

Lo mismo pasa con las mentes brillantes en áreas como las matemáticas y las ciencias. "No queremos que se pierdan los genios invisibles", explica Agarwal, cofundador de la organización sin ánimo de lucro Global Talent Fund (Fondo Global de Talento) en Estados Unidos e investigador de la Universidad de Columbia.

Una de las misiones que junto a su equipo se ha propuesto es encontrar a esos adolescentes brillantes y ayudarlos a que desarrollen su potencial.

De eso se trata la "economía del talento", explica, una nueva vertiente dentro de la economía que apuesta por la innovación y el crecimiento económico de los países a partir del descubrimiento de mentes brillantes entre los niños en edad escolar.

Aunque pareciera ser un objetivo muy específico para lo que él denomina como un subcampo de estudio que recién se está creando, algunos investigadores ya se han ido sumando a este enfoque económico.

Con esa idea, un grupo de expertos se reunió en noviembre en la ciudad estadounidense de Cambridge, en Massachusetts (EE.UU.), en el primer foro internacional sobre la economía del talento, con el apoyo de la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por sus siglas en inglés), una organización de Estados Unidos sin ánimo de lucro.

Estudiantes de secundaria
Estudiantes de secundaria

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de foto,
La economía del talento, según Ruchir Agarwal, apunta a descubrir mentes brillantes entre los niños en edad escolar. Entre los organizadores estaba Agarwal, un economista que desarrolló una parte importante de su carrera en el Fondo Monetario Internacional, FMI.

De hecho, el FMI dedicó un número completo de su publicación "Finanzas y Desarrollo" a la economía del talento, descrita como un campo emergente que puede cambiar las reglas del juego en la evolución de los países.

Precisamente porque se trata de un área en ciernes, aún no hay resultados que demuestren la contribución científica y la eficacia de las iniciativas que utilizan este enfoque.

Lo que sí hay, al menos hasta ahora, son iniciativas a pequeña escala como las que está desarrollando el Fondo Global de Talento.

Agarwal y otros economistas se preguntaban cómo conectar adolescentes excepcionales con grandes oportunidades académicas.

Fue así como llegaron a la idea de crear en 2023 la organización con donaciones filantrópicas de empresas. El fondo cofinancia becas junto a universidades del Reino Unido como la Universidad de Cambridge y de Oxford.

Uno de sus programas más emblemáticos se llama BIG, con el que apoyan y entregan becas a adolescentes que obtuvieron medallas en la Olimpiada Internacional de Matemáticas para que estudien en algunas de las mejores universidades del mundo.

Niña escribiendo en una pizarra

Niña escribiendo en una pizarra

Fuente de la imagen,Getty Images


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La Olimpiada Internacional de Matemáticas es uno de los caminos para detectar mentes brillantes.

Uno de los desafíos que ha enfrentado la organización, dice Agarwal, es detectar a los estudiantes excepcionales a una edad temprana, y aunque hasta ahora solo han buscado los talentos entre los medallistas de competiciones matemáticas y científicas -independiente de su país de origen-, actualmente están investigando otros caminos para detectar mentes excepcionales.

Las limitaciones financieras son el principal obstáculo que impide a los medallistas olímpicos, especialmente a aquellos de países de ingresos medios y bajos, acceder a las mejores universidades.

Por eso decidieron sacar adelante el programa. Pero además del criterio académico, también consideran otros aspectos como el espíritu colaborativo, cualidades de liderazgo, y una aspiración a contribuir a la sociedad.

"Estamos buscando a los nuevos Albert Einstein o Marie Curie", dice el economista.

Recientemente enviaron al primer grupo de estudiantes recién egresados de la enseñanza secundaria a estudiar al extranjero con el apoyo de la organización.

Una de las estudiantes es la brasileña Bilhana Kochloukova.

La pasión por las matemáticas

Recién adaptándose a su nueva vida en la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, Bilhana Kochloukova está sumergida en un mundo completamente distinto al de su tierra natal en la ciudad de Campinas, en el estado de Sao Paulo.

Tras ser medallista en la Olimpiada Internacional de Matemáticas, y con solo 18 años, emprendió un viaje hacia un país desconocido en una aventura personal y académica.

"No es solo un puñado de fórmulas", dice sobre las matemáticas. "Cuando entiendes de dónde vienen y las estudias más a fondo, se vuelven muy atractivas y todo adquiere sentido".

Además de estudiar, está entrenando en la selección de fútbol femenino de la universidad, otras de sus grandes pasiones y a la que le destinaba una parte importante de su tiempo en Brasil.

Manuel Cabrera

Manuel Cabrera

Fuente de la imagen,Manuel Cabrera


Pie de foto,
El salvadoreño Manuel Cabrera participa en el programa BIG del Global Talent Fund. Otro latinoamericano al que le apasiona resolver desafíos difíciles es Manuel Cabrera, un salvadoreño que lleva un año estudiando matemáticas en la Universidad de Edimburgo, en Escocia.

"Las matemáticas están por todas partes", explica, como cuando hay que encontrar el camino más corto para llegar de un lugar a otro, un desafío que resuelve el algoritmo que utiliza Google Maps.

"Cuando ves un algoritmo como ese, te das cuenta que la persona que lo creó tuvo una idea brillante que ha sido útil para todos los demás".

"Me gusta desarrollar estrategias, utilizar el pensamiento analítico para resolver un problema con ideas creativas", dice.

Y esa capacidad de resolver problemas es lo que históricamente ha impulsado la innovación a nivel mundial.

Si un joven con el potencial de impulsar la fusión nuclear o diseñar tratamientos de última generación nunca encuentra a los mentores adecuados, las redes, el financiamiento, y todo lo que necesita para prosperar, pierde el mundo entero, explica Agarwal.

Esta situación es más crítica en los países con menos recursos económicos.

De hecho, cerca del 90% de los jóvenes del mundo vive en economías en desarrollo, pero aquellos que nacen en Estados Unidos, Europa y Japón ganan la abrumadora mayoría de los Premios Nobel de Química, Física y Biología.

Y a nivel internacional existen pocos programas enfocados en alumnos de secundaria.

Además del Fondo Global de Talento, algunas universidades como el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) en EE. UU. también ofrecen becas completas para medallistas olímpicos y estudiantes internacionales.

Pero falta mucho más. Agarwal aspira a que estas iniciativas sigan replicándose y expandiéndose a otros países para darles más oportunidades a los adolescentes excepcionales.

El debate sobre los genios solitarios

No todos los economistas están de acuerdo en invertir demasiados esfuerzos en el desarrollo de jóvenes excepcionales como una manera de fomentar la innovación de un país.

No es que les parezca una mala idea. El problema, dicen, es que al fomentar la figura del niño genio, se refuerza el concepto de que las soluciones a los problemas de la innovación tienen que ver más con el esfuerzo individual que con el tipo de sociedad y modelo económico de un país.

Joven en sala de clases.

Joven en sala de clases.

Fuente de la imagen,Getty Images


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No todos los economistas están de acuerdo en focalizar los esfuerzos en el desarrollo de jóvenes excepcionales. 

Mariana Mazzucato, fundadora y directora del Instituto de Innovación y Propósito Público (IIPP, por sus siglas en inglés) en el University College de Londres, ha dicho que el principal motor de la innovación no son los genios solitarios, sino la inversión estatal.

"La innovación es el resultado de un esfuerzo colectivo masivo", ha señalado la economista.

La respuesta habitual a este planteamiento es que se pueden hacer las dos cosas: apoyar a los genios y, al mismo tiempo, apoyar los esfuerzos estatales.

Pero el debate se intensifica cuando hay pocos recursos disponibles y los fondos no alcanzan para apoyar las dos cosas.

Otro tema que genera discusión en los países en desarrollo es que muchos de los estudiantes brillantes que reciben becas para ir a las mejores universidades del mundo no regresan a su país de origen.

Y si regresan, cuando enfrentan la realidad de que no hay fondos para desarrollar investigaciones innovadoras ni ofertas de empleo atractivas, regresan al extranjero.

Eso ha provocado que la fuga de talentos sea un problema muy difícil de resolver para los países de origen.

Con todo, en una economía globalizada, una de las premisas que se ha expandido en las comunidades científicas es la importancia de facilitar el libre flujo de las mentes brillantes, más aún de aquellas que se pueden detectar en edad escolar y que, quizás con un buen empujón, terminan desarrollando todo su potencial.

jueves, 16 de enero de 2025

Una luz en la oscuridad: memoria de Carl Sagan

Fuentes: El diario [Imagen: Carl Sagan Planetary Society]


Lo más importante de cuanto nos transmitió Sagan fue la convicción de que la ciencia, a pesar de sus imperfecciones y en gran medida gracias a ellas, es con mucho la más valiosa herramienta de que disponemos para sobrevivir y prosperar como especie

Muchas de las personas que ya contamos con más de 50 años atesoraremos sin duda, entre los más gratos recuerdos de nuestra infancia, adolescencia o juventud, aquella prodigiosa serie de divulgación científica que se titulaba Cosmos, y no pocos guardaremos en casa la lujosa edición en libro del programa televisivo. Lo presentaba y fue también su guionista principal el astrónomo y astrofísico Carl Sagan, quien, de vivir hoy en día, habría cumplido 90 años en este último mes de noviembre.

El nombre completo de la serie fue Cosmos: un viaje personal y, a pesar de que apenas se emitieron trece episodios, se convirtió con pleno merecimiento en uno de los documentales de divulgación más célebres de la historia, si no el que más. En la introducción al libro, el propio Carl Sagan hablaba de cerca de 140 millones de telespectadores en todo el mundo. En 2014 se emitieron otros trece episodios de una continuación que se tituló Cosmos: una odisea en el espacio-tiempo, presentada por el astrofísico Neil de Grasse Tyson y producida, entre otros, por la escritora Ann Druyan, viuda de Sagan que también había sido guionista de la serie original.

Entre los atractivos que con toda seguridad contribuyeron al éxito del primer Cosmos se han de contar su belleza visual y un magnífico fondo musical, con composiciones de Vangelis y Jean-Michel Jarre. Pero su mayor valor radica en la asombrosa capacidad de Sagan para reunir lo esencial del sinfín de conocimientos físicos, astronómicos, matemáticos o filosóficos acumulados por el ser humano a lo largo de la historia y para presentarlo ante el público general de forma a un tiempo clara, amena y rigurosa. No se limitaba a enumerar y exponer hallazgos y principios de la ciencia, sino que nos mostraba cómo se habían gestado y de qué preguntas había partido el camino hacia ellos. Y esto le sirvió para contagiar al espectador, como ningún otro divulgador científico lo ha hecho, el amor por la ciencia (“cuando uno se enamora, quiere contarlo”, escribió), la pasión por aprender, que él siempre creyó innata en todo ser humano. Son los niños, acostumbraba a decir, quienes siguen haciendo las preguntas fundamentales.

Sirviéndose de una cartulina y dos palos, nos explicó de qué modo sencillo y genial había probado el sabio Eratóstenes que la Tierra era esférica en el siglo III antes de Cristo y cómo había sido capaz de medir con admirable precisión el diámetro de su circunferencia. Y explicó a un grupo de escolares, respondiendo a la pregunta de una niña, por qué era precisamente esférica la Tierra y no de otra forma.

En Cosmos oímos hablar muchos por primera vez de los agujeros negros. Se nos enseñó, años antes de que invadiera nuestras vidas el celebérrimo buscador de internet, que “gúgol” (o google) era el nombre que había dado a un número gigantesco, diez elevado a cien, el sobrino de nueve años del matemático norteamericano Edward Kasner, a petición de este. Se nos narró la apasionante búsqueda de la armonía universal que condujo a Kepler a dar con el movimiento de los planetas, gracias a las mediciones de un tipo tan extravagante como Tycho Brahe. Descubrimos el espíritu práctico e indagador de los científicos jónicos (Tales, Anaximandro, Anaxágoras, Demócrito y otros) a los que en los manuales de historia de la filosofía se acostumbraba a menospreciar con la rúbrica conjunta de presocráticos, como si anteceder a Sócrates hubiese sido su único mérito, desconociendo su papel crucial de pioneros del método científico. Entendimos el significado del tesoro perdido con la destrucción de la Biblioteca de Alejandría y oímos hablar, la mayoría de nosotros también por primera vez, de la matemática y astrónoma Hipatia.

Aprendimos que el Sol es una gran bola gaseosa de hidrógeno y helio y supimos de la fascinante vida de las estrellas o los frágiles equilibrios que posibilitan la vida en la Tierra, por los cuales Carl Sagan nos hizo ver la inmensa responsabilidad que como especie adquirimos en su cuidado y conservación. “Sabemos quién habla en nombre de las naciones –escribió-. Pero ¿quién habla en nombre de la especie humana? ¿Quién habla en nombre de la Tierra?” Estremece percatarse de que aún hoy, más de cuarenta años después, seguimos sin poder responder a estas dos preguntas.

Pero lo más importante de cuanto nos transmitió Sagan fue la convicción de que la ciencia, a pesar de sus imperfecciones y en gran medida gracias a ellas, es con mucho la más valiosa herramienta de que disponemos para sobrevivir y prosperar como especie, porque lleva incorporado en su seno el mecanismo por el que se autocorrige. Tiene dos reglas, aseguró en el último capítulo de Cosmos

Primera: no existen verdades sagradas ni sirven los argumentos de autoridad. 

Segunda: hay que revisar todo lo que no cuadre con los hechos. 

De modo similar, Bertrand Russell había escrito en La perspectiva científica que nadie que tenga espíritu científico afirma que lo que en la actualidad cree la ciencia sea exacto, sino un escenario en el camino hacia la verdad. “Cuando se produce un cambio en la ciencia, como, por ejemplo, de la ley de la gravedad de Newton a la de Einstein, lo que se había hecho no es derrocado, sino que es reemplazado por algo un poco más preciso”.

Puede resultar desalentador recordar a un hombre como < en el borrascoso tiempo que nos ha tocado vivir, en el que la irracionalidad reconquista millones de mentes, medran payasadas como el terraplanismo, resurge el nacionalismo más obtuso, poderosos dirigentes políticos se jactan de su ignorancia, se alzan arrogantes teocracias de mentalidad medieval en países sumidos en la miseria y, sobre todo, miles de personas, miles de niños, sucumben en guerras bestiales.

“Lo que significa un ser vivo –escribió Hermann Hesse en el pórtico de su novela Demian-, se sabe hoy menos que nunca, y por eso se destruye a montones de seres humanos, cada uno de los cuales es una creación valiosa y única de la naturaleza”. Y Carl Sagan, en Cosmos: “En la perspectiva cósmica, cada uno de nosotros es precioso. Si alguien está en desacuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias”.

Él no ignoró esta sombría deriva de nuestras sociedades y, poco antes de su muerte en 1996, nos dejó un libro asombroso cuya lectura hoy sobrecoge por la lucidez con que anticipó lo que se nos avecinaba. Lo tituló El mundo y sus demonios y constituye uno de los más emotivos y mejor armados alegatos a favor de la razón que jamás se hayan escrito.

“Preveo cómo será la América de la época de mis hijos o nietos (nosotros bien podríamos sustituir aquí América por Europa): … una economía de servicio e información; casi todas las industrias manufactureras clave se habrán desplazado a otros países; los temibles poderes tecnológicos estarán en manos de unos pocos y nadie que represente el interés público se podrá acercar siquiera a los asuntos importantes; la gente habrá perdido la capacidad de establecer sus prioridades o de cuestionar con conocimiento de causa a los que ejercen la autoridad; nosotros, aferrados a nuestros cristales y consultando nerviosos nuestros horóscopos, con las facultades críticas en declive, incapaces de discernir entre lo que nos hace sentir bien y lo que es cierto, nos iremos deslizando, casi sin darnos cuenta, en la superstición y la oscuridad”.

Es también, a pesar de todo, un libro profundamente esperanzador. El ser humano ha demostrado con amarga contumacia su capacidad para cometer los más escalofriantes actos de crueldad, pero también su capacidad para crear, para tejer redes de solidaridad, para sublevarse contra la injusticia y el alcance inagotable de su curiosidad. Estas últimas facultades son las que invoca Carl Sagan.

La verdad es que, sea cual sea la proporción de optimismo y pesimismo que anide en cada uno de nosotros, si amamos nuestra propia vida y las personas que junto a nosotros la transitan, no nos queda otro remedio. O, para decirlo con el refrán que Carl Sagan coloca al principio de El mundo y sus demonios: “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”.

Fuente: 

martes, 9 de julio de 2024

El poder del juego.


Los científicos son admirados, los deportistas son adorados.

 Qué grandes serían Newton y Einstein si además supieran regatear como Mbappé Al parecer el primate aprendió a pensar y a desarrollar la inteligencia jugando. De hecho, al Homo sapiens actual sentado en las gradas del estadio le conmueve más el cerebro el gol marcado de cabeza por la escuadra en el descuento que da la victoria a su equipo que haber levantado las Pirámides, construido el Partenón, inventado el alfabeto, escrito la Odisea, elaborado el teorema de Pitágoras, descubierto la ley de la gravedad, desarrollado toda la ciencia y la técnica necesarias para poder viajar a Marte. Recuerdo aquella noche en que los tres astronautas norteamericanos llegaron a la Luna. La gente observó la hazaña en silencio, entre incrédula y sobrecogida. No se oyó en los alrededores ni aplausos ni gritos. Los vecinos permanecieron callados. Algunos ni se lo creen todavía. En cambio, el famoso gol de Iniesta el 11 de julio de 2010 levantó una explosión casi planetaria de júbilo salido de las entrañas. Los científicos son admirados, los deportistas son adorados. 

 Qué grandes serían Newton y Einstein si además supieran regatear como Mbappé. Al final de unos juegos olímpicos de la antigua Grecia hubo que demoler parte de la muralla de Siracusa para que pudiera entrar en la ciudad la cohorte que acompañaba a uno de sus atletas que volvía coronado con hojas de acebuche por haber vencido en la carrera de cuadrigas. Sin embargo, Arquímedes, que acababa de descubrir en la bañera el principio de física que lleva su nombre, recorrió desnudo las calles gritando ¡Eureka! y lo tomaron por un loco. Hoy el mundo está estructurado como un circo, de manera que media humanidad permanece sentada contemplando cómo en la pista la otra mitad juega, hace el payaso y se degüella sin más. Puede que el dinero y la mafia instalada en los palcos de honor hayan podrido todo el deporte, pero hay un momento glorioso en la cancha en que el atleta arrebata ese segundo al tiempo, ese centímetro al espacio que estaban en poder de los dioses. Y solo por eso son adorados.

sábado, 11 de mayo de 2024

La famosa carta de Einstein en la que dice que Dios es producto de la "debilidad humana" se subastó por US$2,9 millones

La carta de Einstein

FUENTE DE LA IMAGEN,REUTERS

Pie de foto,La carta, de dos páginas y escrita en alemán, está fechada 3 de enero de 1954.

Una de las cartas más famosas de Albert Einstein se vendió en US$2,9 millones, arrasando el precio previsto en la subasta que se celebró en Christie's este martes, en Nueva York.

Antes de que cayera el martillo, la misiva firmada que el físico envió desde Princeton, Estados Unidos, al filósofo judío alemán Eric Gutkind tenía un precio estimado en entre 1 y 1,5 millones de dólares.

El lote estaba compuesto además por el libro de Gutkind "Escoger la vida: la llamada bíblica a la rebelión", que el autor envió a Einstein, el sobre original y una foto del filósofo.

Con la célebre "Carta de Dios", Einstein fusiona sus pensamientos sobre la religión, su identidad judía y su propia búsqueda del sentido de la vida, al tiempo que refuta los argumentos que Gutkind desarrolla en la obra.


La carta, de dos páginas y escrita en alemán, está fechada 3 de enero de 1954. Einstein tenía entonces 75 años y moriría en Estados Unidos un año después.

Dios y la Biblia

Aunque la carta empieza de forma muy diplomática, no deja lugar a dudas sobre la crítica que hace al libro. "La palabra Dios no es para mí más que la expresión y el producto de la debilidad humana", escribía el físico de su puño y letra.

Con un lenguaje llano y sin florituras, Einstein califica la religión judía de "encarnación supersticiosa" como lo son todas las religiones y la Biblia "una colección de leyendas "venerables pero bastante primitivas".

Albert Einstein

Albert Einstein

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El pensamiento de Einstein sobre la religión estuvo muy influenciado por la obra del filósofo Baruch Spinoza. "Ninguna interpretación, sin importar cuán sutil sea, cambiará mi punto de vista sobre esto".

"Y el pueblo judío al que pertenezco gustosamente, y en cuya forma de pensar me siento profundamente anclado, no tiene para mí ningún tipo de dignidad diferente a la del resto pueblos. Según mi experiencia, en realidad no son mejores que otros grupos humanos", decía el científico.

De acuerdo en lo esencial

"Escoger la vida" fue el tercer libro de Gutkind. En él presentaba la Biblia como un llamado a la lucha, y al judaísmo e Israel como entes incorruptibles. Y aunque Einstein critica abiertamente esto, en su carta señala las cosas que ambos sí tenían en común.

"Ahora que he expresado de forma abierta nuestras diferencias en lo que respecta a las convicciones intelectuales, todavía tengo claro que estamos muy cerca en lo esencial, es decir, en nuestras evaluaciones del comportamiento humano", escribe Einstein.

"Creo que nos entenderíamos muy bien si conversáramos sobre cosas concretas", concluye.

Aunque provenía de una familia judía, el pensamiento de Einstein hacia la religión se moldearía para siempre durante su estadía en Zurich, cuando los libros del filósofo Baruch Spinoza cayeron en sus manos.

El dios de Spinoza era un dios amorfo e impersonal responsable del orden del universo y la impresionante belleza de la naturaleza. Esta línea de pensamiento, que incluye un fuerte sentido del determinismo, resonó profundamente en el científico.

Subasta de la "Carta de Dios"
Subasta de la "Carta de Dios"

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La "Carta de Dios" logró venderse en el doble de los US$1,5 millones anticipados.

La "vida feliz"

No es la primera vez que una carta de Einstein es subastada.

El año pasado, una nota escrita a una estudiante de química italiana que había rehusado reunirse con él alcanzó US$6.100.

Se vendió junto con otra serie de cartas de Einstein, incluyendo una nota de 1928 que alcanzó US$103.000, en la que planteaba sus ideas para la tercera etapa de su teoría de la relatividad.

En 2017, una nota en la que ofrecía consejos sobre cómo vivir feliz se vendió en US$1,56 millones, en Jerusalén.

Consiste de una sola frase que lee: "Una vida calmada y humilde traerá más felicidad que la búsqueda del éxito y la constante inquietud que viene con eso".

lunes, 6 de mayo de 2024

Einstein en Japón: 6 reflexiones (y una es sobre la felicidad)

Einstein junto a su esposa en una ceremonia del té

A primera vista, intenso y correspondido: así fue el amor de Albert Einstein por Japón.

No fue sólo su sociedad sino el alma de sus habitantes lo que lo cautivó.

El físico se embarcó hacia la nación nipona en 1922, desde Marsella, en una gira que lo llevaría a diferentes países.

Cuando desembarcó en Japón, el 17 de noviembre, lo esperaba una multitud ansiosa por ver a una de las personas más famosas del planeta.

Había una Einstein manía. Los auditorios en los que expuso su trabajo científico se llenaban en su totalidad.

Era la primera vez que el científico pisaba ese país y en un diario personal que escribió (no para ser publicado) dejó ver sus impresiones sobre sus anfitriones.

Una japonesa sonriendo

Una japonesa sonriendo

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El físico halló la sonrisa japonesa "misteriosa".
De la mano de Ze'ev Rosenkranz, editor de "Los diarios de viaje de Albert Einstein: el Lejano Oriente, Palestina y España 1922-1923" ("The Travel Diaries of Albert Einstein: The Far East, Palestine, and Spain, 1922 - 1923"), BBC Mundo se adentra en un Einstein sin filtros, en un Einstein más introspectivo que reflexiona sobre "su propia identidad y la de los demás".

Rosenkranz es el director asistente del Einstein Papers Project, un proyecto del Instituto de Tecnología de California que ha reunido, traducido y publicado miles de documentos del Nobel alemán y que cuenta con el patrocinio de la Universidad de Princeton de Estados Unidos y la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Estas son seis reflexiones sobre el país que lo acogió como a una estrella:

1. Modales delicados
El padre de la teoría de la relatividad expresó su admiración por la elegancia de los japoneses y por la delicadeza de sus modales.

Dos japonesas saludándose

Dos japonesas saludándose

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El refinamiento de los modales de los japoneses cautivó a Einstein.

"Pensaba que la sonrisa y la personalidad japonesas eran muy misteriosas", señala Rosenkranz.

El sentido del orden así como la limpieza le fascinaron.

La ceremonia del té o chanoyu, que para muchos representa la esencia de lo japonés, fue una tradición que le gustó.

Consiste en servir el té en un ambiente tranquilo para tomarlo, sentado en el piso y sin zapatos, con un familiar, un amigo o un grupo pequeño de invitados.

Es un ritual, influenciado por el budismo, que busca celebrar ese momento, celebrar el presente.

Dos geishas sirviendo el té 

Dos geishas sirviendo el té

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La ceremonia del té es una parte esencial de la cultura japonesa. "Einstein alabó la calma del alma japonesa", indica el académico.

A sus habitantes los percibía como "muy cálidos" y con sentido del humor.

"Llegó a comparar el temperamento de los japoneses con el de los italianos, lo cual resulta muy interesante", dice el editor.

"A Einstein le atraía mucho Italia, admiraba su arquitectura y arte, pero para él, Japón fue una experiencia muy especial, algo que nunca había vivido en ninguna otra parte".

2. En armonía con su entorno
"Después de tres semanas de estar en Japón, Einstein declaró su amor por el país, especialmente por su arquitectura, sus viviendas, sus templos, sus jardines", le cuenta a BBC Mundo el académico.

Estaba encantado con la belleza del paisaje y notó que los japoneses se encontraban "unidos en armonía con la naturaleza y eso se expresaba en su arte".

Paisaje

Paisaje

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El Nobel alemán quedó fascinado con los paisajes que vio en las diferentes ciudades de Japón que visitó. "Quedó extremadamente impresionado con las artes, especialmente las visuales", indica el historiador.

Aunque le fascinaron la pintura y el tallado en madera, halló el teatro "muy exótico".

Ilustración antigua: Puerta del templo Shinto hecha por Hiroshige 

Ilustración antigua: Puerta del templo Shinto hecha por Hiroshige I

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Las artes plásticas japonesas impresionaron a Einstein. En esta imagen se ve una ilustración antigua: "Puerta del templo Shinto" hecha por Hiroshige I.

De hecho, en una parte de su diario se llega a preguntar si su fuerte inclinación artística se debe a una "disposición natural".

Sin embargo, una manifestación artística que lo perturbó un poco fue el canto.

"Lo encontró extraño, incómodo y alienante", indica el investigador.

3. Mucho menos materialismo que en Occidente
"Einstein tuvo múltiples identidades: como alemán, como suizo, como judío, como europeo y como occidental", indica Rosenkranz.

Paisaje japonés 

Paisaje japonés

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Las casas, los templos, la arquitectura en general enamoró al científico que sólo visitó Japón en una oportunidad. "En sus diarios de viaje vemos que era muy europeo en sus actitudes y opiniones".

Y así fue como el creador de la teoría de la relatividad vio a Japón y a los otros países que visitó: con un lente europeo.

"Algo que es realmente interesante es que sus diarios revelan una clara discrepancia entre sus pronunciamientos públicos, que eran progresistas y humanitarios (que invitaban a la tolerancia), y algunos pasajes de sus notas privadas, en los que expresaba prejuicios y estereotipos sobre las personas que conoció", indica el experto.

Personas caminando por Tokio 

Personas caminando por Tokio

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Einstein le advirtió a Japón que "no se volviera demasiado occidentalizado y materialista". Hoy, la nación asiática es uno de los centros financieros del mundo globalizado.

Su opinión de los japoneses era muy positiva, comparada con la que se formó de los chinos, a quienes describió como "obtusos".

 Sin embargo, en esos mismos escritos, expresó su repudio a la actitud de superioridad de algunos europeos, a quienes calificó de "insensibles y materialistas".

De hecho, "hizo una advertencia para que Japón no se volviera demasiado occidentalizado y materialista", señala Rosenkranz.

"No quería que Japón estuviera influenciado por el carácter materialista de las sociedades occidentales"

Ze'ev Rosenkranz
Y es que, para Einstein, los japoneses, cuya modestia lo cautivó, eran "menos ostentosos y materialistas que los occidentales".

Tenía una posición ambivalente, explica el experto. Por una parte se mostraba precavido para que Japón no adoptara ciertos valores occidentales y, por otra parte, quería que ese país acogiera la ciencia y la educación occidental.

Einstein y su esposa Elsa.

Einstein y su esposa Elsa.

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Pie de foto
En su viaje a Japón, Einstein estuvo acompañado de su esposa, Elsa. Esta foto es de otro viaje que hicieron en 1932. "No quería que Japón estuviera influenciado por el carácter materialista de las sociedades occidentales ni por su ritmo de vida apresurado, agitado" y competitivo.

Y en otra sección de su diario, manifestó lo que le pareció "una falta de curiosidad científica, la cual lo llevó a creer en una cierta inferioridad intelectual" de los japoneses.

Clase de ciencia 

Clase de ciencia

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El Nobel alemán destacó la importancia de que Japón fomentara la educación científica.

Pero esa curiosidad científica que Einstein llegó a cuestionar es uno de los factores que ha contribuido a que Japón haya avanzado tanto en el área científica en las últimas décadas.

Por citar sólo un ejemplo, los japoneses han ganado 25 premios Nobel, la mayoría de ellos en ciencias. Ningún otro país no occidental lo iguala en galardonados.

Desde 1949, los científicos nipones han conquistado el Nobel de Física en siete oportunidades; el de Química en seis ocasiones y el de Medicina en cuatro ediciones.

Tres fueron de Literatura y uno de la Paz.

4. El interés individual subordinado al colectivo
Un aspecto de la sociedad japonesa que atrajo a Einstein es lo que él describió como la armonía social.

Niños en un circulo 

Niños en un circulo

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La combinación de los intereses individuales con los de la sociedad llamó la atención del padre de la teoría de la relatividad. De acuerdo con Rosenkranz, el científico notó con admiración que "el individuo subsumía sus necesidades a las del colectivo".

"Él percibió la sociedad japonesa como muchísimo menos individualista que las sociedades occidentales y mucho más humilde", indica el editor.

Las seis semanas que estuvo en Japón le permitieron ir más allá de los estereotipos, algo que -reflexiona el historiador- no sucedió en China, donde estuvo unos pocos días: "Su impresión de los chinos fue muy superficial" y ofensiva.

En cambio, su opinión sobre Japón fue muy positiva desde el principio, en parte porque llegó a establecer relaciones cercanas con algunos japoneses.

Una de esas amistades lo llevó a concluir que la cohesión familiar en Japón era mucho más fuerte que en Occidente.

Familia japonesa

Familia japonesa

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En su diario de viaje, Einstein resaltó lo que calificó como la cohesión en el núcleo familiar japonés.

"Quedó impresionado con la familia de su anfitrión, quien era el director de la publicación progresista que lo invitó a Japón. Le llamó la atención la armonía que había en la casa, donde vivía no sólo su anfitrión con su esposa y sus dos hijos, sino otras personas", cuenta Rosenkranz.

Einstein percibió que "todos vivían en armonía entre sí".

"Le impactó lo que él vio como el típico autocontrol japonés dentro de la sociedad, lo cual -consideró- contribuía a la armonía social y pensó que eso era algo que Occidente podía aprender de Japón".

5. Amor por la nación
La gira de Einstein por Asia, Medio Oriente y España se produjo en momentos en que Alemania era sacudida por la turbulencia política.

Einstein y su esposa Elsa.

Einstein y su esposa Elsa.

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Pie de foto,
Su esposa lo acompañó en muchos de sus viajes.

"Hubo muchos asesinatos e intentos de asesinato, especialmente de figuras judías y de la izquierda, a manos de extremistas de la derecha radical", recuerda Rosenkranz

"En junio de 1922, pocos meses antes de que Einstein se embarcara en ese viaje, se desencadenó un factor decisivo: el asesinato del ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, el judío Walther Rathenau".

Tras lo sucedido, Einstein estaba determinado a abandonar Alemania definitivamente, "pero pocas semanas después revirtió su decisión y pensó que era un buen momento para estar lejos de Berlín por unos seis meses, que fue lo que duró su viaje".

Un niño japonés junto a la ecuación de la teoría de la relatividad 

Un niño japonés junto a la ecuación de la teoría de la relatividad

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Pie de foto,
El Japón que acogió a Einstein lo admiraba profundamente.

Era claro que al científico no le gustaban los nacionalismos, pero le conmovió el patriotismo de los japoneses, el amor por su país.

Según el historiador, le impresionó ver cuán emocionados se pusieron los japoneses que viajaban con él cuando el barco se acercaba a su tierra.

También le pareció interesante que, en su opinión, algunos japoneses percibieran al emperador como "un dios".

6. El camino hacia felicidad
Cuando el padre de la teoría de la relatividad se encontraba en su habitación en el Hotel Imperial de Tokio, un mensajero llamó a su puerta. Tenía un paquete para él.

Tras recibirlo, Einstein se dio cuenta de que no tenía dinero para darle una propina.

Notas escritas por Einstein

Notas escritas por Einstein

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Pie de foto,
Pie de foto,Un mensajero del hotel en el que Einstein se hospedaba se quedó, por muchos años, con el secreto de la felicidad de Einstein. Le pidió que esperara y agarró dos hojitas con el membrete del hotel y una pluma.

Escribió: "Una vida humilde y tranquila trae más felicidad que la persecución del éxito y la constante inquietud que implica".

En la segunda hoja escribió: "Donde hay una voluntad, hay un camino".

Y las firmó.

Una señora sentada en un banco con una estatua de Einstein 

Una señora sentada en un banco con una estatua de Einstein

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Pie de foto,

Un homenaje a Einstein en Tokio. La estatua evocaba una celebre foto... Einstein 
Einstein

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Pie de foto,...  ésta que fue tomada en 1951.

Se las entregó al mensajero y le dijo que algún día esas notas tendrían valor.

En octubre de 2017, una casa de subastas de Jerusalén  las vendió por US$1.560.000.

Lo que escribió en la capital japonesa trascendió como la teoría de la felicidad de Einstein.

Aunque no es claro si había llegado a ella hacía mucho tiempo atrás o si fue Japón el que lo inspiró a concebirla, lo cierto es que los japoneses lo marcaron.

Así se lo dejó ver a sus hijos en una carta en la que les contaba sobre sus viajes:

"De todas las personas que he conocido, los japoneses son los que más me gustan, pues son modestos, inteligentes, considerados y tienen una inclinación por el arte", escribió, según la biografía de Walter Isaacson "Einstein: Su vida y Universo" ("Einstein: His Life and Universe").