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miércoles, 28 de octubre de 2020

_- Freud, el ‘big data’ y los pepinos. J. M. Mulet

_- Cien años después, la tecnología actual ha desmontado con datos algunas de las hipótesis del padre del psicoanálisis, como la famosa teoría de los sueños.

No cabe duda que Freud ha sido uno de los personajes más relevantes del siglo XX. La obra freudiana ha dejado una gran huella en la cultura universal y su influencia se hace patente en el cine, en la literatura, en la política y en la sociedad. Pero ¿y en la ciencia? Aquí hay un interesante debate planteado. Freud asumía sobre él mismo que era uno de los grandes científicos de la historia de la humanidad. En el artículo publicado en 1917 “Una dificultad del psicoanálisis” dice que Copérnico había demostrado que la Tierra no era el centro del universo; Darwin, que el hombre no era el centro de la evolución, y él mismo había demostrado que el hombre no es dueño de sus actos, sino que manda el subconsciente. La biografía de Freud nos deja otros muchos episodios que nos demuestran que Freud estaba encantado de ser Sigmund Freud y de haber conocido a Sigmund Freud. Pero independientemente de sus autovaloraciones, ¿la obra de Freud tiene base científica?

Este debate lleva más de 100 años, con defensores y detractores. Freud empezó su carrera como neurólogo estudiando las lampreas; por tanto, el método experimental no le era ajeno.

De forma muy simplificada podríamos decir que el método científico se basa en 
1. hacer una observación, 
2. plantear una hipótesis, 
3. realizar experimentos y, si la confirman, 
4. establecer leyes, y si no, se desecha la hipótesis. 

Cuando Freud empezó a estudiar el subconsciente y a sentar las bases del psicoanálisis planteó muchas hipótesis rompedoras e interesantes, pero el problema es que la mayoría las dio por buenas sin ningún tipo de evidencia experimental que las respaldara.

Eso le levantó las críticas de filósofos de la ciencia como Popper, que atacaba su trabajo diciendo que la mayoría de sus afirmaciones no son falsables; es decir, no se pueden someter a una prueba que las contradigan. La falsabilidad es una herramienta para determinar si una hipótesis tiene base científica. Por ejemplo, si decimos que todos los cisnes son blancos, esa afirmación será cierta mientras solo se conozcan cisnes blancos, pero en el momento que aparezca un cisne negro sabremos que nuestra hipótesis de partida es falsa.

El hecho de que las afirmaciones de Freud no sean falsables implica que no podemos decir si son ciertas o falsas, y nos adentramos en el terreno de la fe.

Sin embargo, la ciencia avanza y muchas de las afirmaciones de Freud ahora pueden someterse al escrutinio experimental utilizando herramientas informáticas o haciendo análisis de big data. Por ejemplo, la teoría de los sueños. Freud decía que soñar con alimentos era una muestra del deseo sexual y que por eso se solía soñar con alimentos de forma fálica o que recuerde a un genital femenino, y era el motivo de que fueran tan frecuentes. Existen bases de datos como Shadow donde la gente registra sus sueños. Analizando los datos vemos que los alimentos más representados son los más consumidos, y un análisis de regresión demuestra que tener una forma fálica no hace que un alimento aparezca más en sueños. Por tanto, es más relevante comer un alimento para soñar con él que tener un deseo sexual reprimido y soñar con higos o pepinos. 

Freud también afirmaba que los lapsus eran expresiones del subconsciente. Si una persona dice “penicuro” en vez de “pedicuro”, puede ser que esté pensando en un pene en vez de un pie y que esté expresando un deseo sexual reprimido. ¿Podemos poner a prueba esa afirmación? Microsoft registra los datos de las erratas tipográficas y las correcciones que cometen los que aportan texto a la aplicación MTurk de Amazon. Realmente existen lapsus que pueden tener una interpretación sexual como escribir “polla” en vez de “pollo” o “sexo” en vez de “seso”, pero también abundan las erratas sin doble intención del tipo “fegetales” en vez de “vegetales”. 

Un experimento ingenioso que realizó el investigador en big data Seth Stephens-Davidowitz consistió en calcular cuáles eran los errores más frecuentes tecleando y programar un sistema informático para que produjera estos errores aleatoriamente. Una vez obtenidos los errores, se compararán con los errores producidos por los humanos. Dado que el algoritmo informático no tiene subconsciente, si el subconsciente nos induce a expresar nuestra sexualidad reprimida, la previsión era que aparecerían más palabras relacionadas con el sexo en los errores humanos que en los programados. El resultado fue otra vez en contra de Freud. Las palabras que aparecían eran similares. —eps

J. M. Mulet es bioquímico y divulgador