martes, 20 de octubre de 2020

_- Respondiendo a Vox sobre el mito del «Oro de Moscú»

_- El 14 de septiembre de 1936 dio comienzo la evacuación de las reservas de oro y plata así como de billetes de curso legal de las cámaras acorazadas del Banco de España para su traslado a los polvorines de La Algameca en el puerto de Cartagena. De aquí la mayor parte del metal amarillo se transportó un mes más tarde en cuatro mercantes soviéticos a Odesa. Es la base del mítico “oro de Moscú”, una de las excusas, si no la más importante, que blandió la dictadura franquista para “explicar” la desastrosa situación de la que no salió la economía española durante los años cuarenta (añadió la segunda guerra mundial y, para colmo, el no menos mitificado “cerco internacional”).También sirvió para arrojar al más tenebroso pozo de la historia al régimen republicano y a sus dirigentes, primero y ante todo, a los comunistas y socialistas. De los primeros ya no se habla mucho. De los segundos no se cesa.

En este año de desgracia pandémica VOX ha encontrado, por consiguiente, al principal “culpable”. Véase el twit que ha enviado a este blog un amable lector:

Si en el lapso de un día o dos ese twit se reprodujo 153.000 veces servidor no aspira a que unos cuantos posts que se ríe a carcajadas tengan tamaña difusión. Diré, en principio, que aducir que milicianos socialistas, en plan de gánsteres armados de ametralladoras Thomson, hicieran un atraco al venerable establecimiento de la plaza de la Cibeles madrileña es un poco exagerado. Que se llevaran “más de 500 toneladas” no lo es menos.

También diré que, salvo por VOX y su aparato mediático, pocas son las voces que se han levantado para recordar y maldecir tal supuesta efemérides del 14 de septiembre. A mí ni se me había ocurrido pensar en la fecha, pero no puedo permanecer en silencio (“quien calla otorga”) ante la desfachatez de ese partido y de cierta prensa que se ha hecho eco de sus estupideces.

La realidad es muy diferente del supuesto “latrocinio”. La evacuación del oro respondió a una necesidad perentoria. Después de la caída de Irún y de Talavera de la Reina las tropas sublevadas habían conseguido dos cosas: la primera, cerrar la frontera con Francia; la segunda, acercarse peligrosamente a Madrid. Esto había ocurrido en poco más de mes y medio desde que estalló la planeada revuelta contra la República con, ¿debemos subrayarlo una vez más?, la ayuda de dos reconocidos supergánsteres internacionales como fueron Mussolini (que ya venía ayudando a los conspiradores desde 1932) y de Hitler (que se decidió a la semana de producido el golpe).

La idea de poner a salvo las reservas había aflorado en el mes de agosto con los anarcosindicalistas como principales proponentes. Sus proyectos los rechazó el Gobierno Giral y la CNT/FAI no se atrevió, lógicamente, a hacerlo por su cuenta y riesgo.

Los historiadores de VOX no han dicho nada, que se sepa, acerca del “oro de París”. Tampoco lo dijo la dictadura que probablemente desean blanquear. Pero el hecho, que descubrió servidor en 1974/75 y publicó al año siguiente (el libro fue inmediatamente secuestrado), es que a los pocos días del golpe, el 21 de julio, el Gobierno Giral empezó a preparar la expedición y venta al Banco de Francia de pequeñas cantidades de oro para obtener divisas papel (francos, libras esterlinas, dólares norteamericanos). Se necesitaban para adquirir armamento en el extranjero. (Los sublevados no tuvieron problemas: fascistas y nazis, cogiditos de la mano, suministraron a crédito y los primeros aviones italianos contratados el 1º de julio de 1936 los pagó Juan March, siempre generoso).

Tampoco se les ha ocurrido a los propagandistas de VOX decir una palabra que los sublevados se enteraron inmediatamente de lo que pasaba con el mítico ORO. Hasta el despreciable general Cabanellas, jefecillo de la autodeclarada Junta de Defensa Nacional, puso el grito primero en el cielo escribiendo al gobernador del Banco central del país vecino el 3 de agosto oponiéndose de manera insolente a todas las operaciones que ordenara el Gobierno español (la JDN se consideraba ya como tal, aupada en hombros por el fervor popular, pero también por las bayonetas y un terror ciego). El 8 escribió también al ministro de Asuntos Exteriores francés (Yvan Delbos, antirepublicano de pro) y más tarde a través de la prensa francesa y por último ante el Banco de Pagos Internacionales de Basilea.

Para encontrar las cartas hay que leer, al menos, algún libro, pero si van al portal del BOE (que seguro conocen) y buscan en la serie histórica los boletines de la JDN el decreto de la misma de 14 de agosto comprobarán que los sublevados estaban bien enterados de lo que pasaba. Se declaró como “delito de traición el cometido con las exportaciones de oro del Banco de España”. Luego hubo otro del 25 que, prepotentemente, declaraba nulas las operaciones resultantes. A finales de setiembre, conocida ya la salida de Madrid, Cabanellas tuvo el tupé de apelar nada menos que a la Sociedad de Naciones. Al gobierno republicano (regalo esta perla a VOX para su futura propaganda) lo calificaba el general de la blanca barca como “el Soviet de Madrid” y cabeza de una “banda internacional”. ¿No es bonito? El lector ve que no es necesario acudir, de entrada, a Franco.

Naturalmente, ni en agosto ni en septiembre de 1936 ningún país civilizado, ayudara a la República o no, iba a considerar “legítima” a una banda de salteadores de uniforme que se arrogaban hablar en nombre del pueblo español, además de representantes de la Nación. Fascistas, nazis y salazaristas terminarían haciéndolo, pero todavía habría de pasar algún tiempo. No se les adelantaron ni siguieron muchos: solo un par de pequeñas repúblicas centroamericanas dirigidas, ¡cómo no!, por militares.

Pregunta a VOX: si los milicianos socialistas arramplaron con el 72 por ciento de las reservas metálicas del Banco de España, ¿adónde fue el 28 por ciento restante? ¿Lo rescató acaso el “Caudillo” a lo largo de sus cuarenta años de “magistratura”? ¿Se volatilizó en una atmósfera corrosiva que deshacía el metal amarillo como si fuera un disolvente venusiano? Misterio.

Pues no. No ocurrió nada de eso. Fue siempre una moda de los historiadores franquistas confundir al personal (quiero decir a sus lectores) la no recuperación del oro vendido al Banco de Francia con el oro remanente que quedó en el país vecino, a consecuencia de la devaluación del franco, del depósito que en sucursal del Banco emisor francés en Mont-de-Marsan la República hizo en 1931. Ese remanente pertenecía a España pero los tribunales franceses, siempre respetuosos con el honor de Marianne, hicieron todo lo posible por no retornarlo a los republicanos hasta que, ¡oh, milagro!, se reconoció a Franco en febrero de 1939 y poco más tarde se devolvió a este. Confundir churras con merinas es un artilugio muy querido de ciertos historiadores pero el oro de Mont-de-Marsan nunca fue el “oro de París”.

La salida del oro de Madrid fue una medida de prudencia. También salió de la capital el Gobierno republicano a principios de noviembre (algunos hablaron en la época de huida). Sin oro, no era posible mantener la resistencia. España apenas tenía divisas. Había acumulado oro amonedado (no como algunos autores norteamericanos o franceses dicen del tiempo de los aztecas) y sobre todo en lingotes y es cierto que, en términos de reservas metálicas, las españolas eran las cuartas del mundo (después de USA, Francia y Reino Unido, aunque excluyendo de la comparación las soviéticas). Así que el dilema era evidente (aunque tal vez no haya calado en los dirigentes de VOX): si caían en poder de los sublevados, adiós, bye-bye, a toda posibilidad de resistencia; si no caían, pero Madrid quedaba aislada o con comunicaciones cortadas, ¿cómo iban a utilizarse desde la Plaza de la Cibeles? Es muy verosímil que, de haber permanecido en la capital, Franco hubiese mostrado algo más de interés por tomarla a sangre fuego y no se hubiese demorado.

¿No saben los historiadores de dentro de VOX, si es que hay alguno, lo que hicieron varios países de cara al posterior conflicto europeo? Recordémoslo a ellos y también a los lectores. Por ejemplo, los franceses, que se suponía disponían del mejor ejército de la época (no era el caso del español), empezaron en noviembre de 1939 (a los dos meses de estallar el conflicto) a enviar oro a Nueva York, Fort-de-France (capital de La Martinique) y Kayes (en la colonia que hoy es Mali). Los belgas enviaron las suyas a Francia (y cayeron en poder de los alemanes, ¡quelle douleur!, por lo cual les fueron restituidas después de la guerra gracias al oro depositado en Nueva York). Los expertos mencionarán otros ejemplos. Hay para toda una panoplia de gustos.

En definitiva, el Gobierno republicano fue prudente. Tuvo la autorización del presidente de la República merced a un decreto reservado (de la víspera) del presidente Azaña. En esto también se seguían precedentes. Las ventas de oro se legalizaron a posteriori, pero con la vista puesta en otras siguientes, por otro decreto de igual característica del 30 de agosto, es decir, bajo el Gobierno Giral. “En evitación de posibles alarmas en el interior y recelos en el exterior, interesa quede en suspenso su publicación hasta que el Gobierno lo considere oportuno”. Normal.

¿Piensan los propagandistas a sueldo de VOX que tales operaciones deberían haberse voceado por los mercadillos y pasado por las Cortes? Si es así serían un tanto ignorantes. Incluso el tan amado Caudillo se parapetó detrás de un artilugio fenomenal, su voluntad fue ley, trasunto aprovechado del Führerprinzipnazi para, entre otros resplandecientes actos, hacer legal sus apropiaciones de dineros que no le pertenecían ¿Han dicho algo al respecto? No me consta. Lo cual es sorprendente porque tal principio duró tanto como él en vida.

A mitad de septiembre las milicias socialistas (más comunistas, anarquistas, republicanas, etc) se dedicaban preferentemente a luchar como podían para contener a los sublevados. ¿Iban a hacerse cargo del traslado? En realidad todo apunta a que los del PSOE estuvieron en lugar secundario. El acondicionamiento de las cajas necesarias para el traslado se hizo por cuenta del Gobierno y con la vigilancia de números de los Carabineros (que dependían del Ministerio de Hacienda y se habían mostrado leales) mientras se entregaban a la labor los empleados correspondientes y, en particular, los miembros del sindicato de Banca y Bolsa. Hay varios testimonios al respecto. ¿No los conocen los expertos de VOX?

Finalmente, ¿qué tiene que ver esto con la “memoria histórica”? Nada. Lo que hay es historia. Documentada. Analizada. Expuesta al público (con toda modestia por un servidor en repetidas ocasiones pero ya desde 1976). Y sobre los 140 años de historia, en lo que se refiere a latrocinios, encomiendo encarecidamente a los panfletarios voxistas que empiecen a refutar, documentalmente, la extensa experiencia de depredación de las élites españolas durante la Restauración y la dictadura primorriverista, como ha efectuado hace pocos meses Paul Preston en su último libro.

Mientras los trileros de VOX recargan pilas invito a los lectores que tengan la amabilidad de echar un vistazo a una antología de los ilustrados comentarios de quienes se han dejado embaucar por tan significado partido.

Aquí va una muestra:

https://twitter.com/hashtag/OroDeMosc%C3%BA?src=hashtag_click 

Ángel Viñas Historiador, economista, diplomático. Es catedrático emérito de la UCM. 

lunes, 19 de octubre de 2020

Serrat elige sus versos favoritos de Benedetti. 'Babelia' adelanta en exclusiva el prólogo de 'Mario Benedetti, antología poética', en la que el cantante selecciona los poemas que representan "todos los Benedettis que Mario cargaba en su mochila".

A mi gusto.
Una antología de la poesía de Mario Benedetti
Los poemas seleccionados para esta antología lo han sido por razones exclusivamente personales y subjetivas, con la idea de mostrar un panorama global de la obra de Mario Benedetti al dictado exclusivo de mi gusto.

Lo más probable es que el lector versado en el poeta eche de menos poemas a su entender fundamentales y se encuentre con otros que a su modo ver son perfectamente prescindibles. Yo también lamento haber dejado algunos en el tintero, pero las dimensiones del volumen dictan su rigor.

No es fácil escoger lo más representativo entre la extensa obra de uno de los poetas más leídos en castellano, pero confío en que aquí estén representados todos los Benedettis que Mario cargaba en su mochila —el oficinista rutinario, el montevideano de clase media, el periodista comprometido, el viajero curioso, el militante de la patria doméstica, el exiliado y el desexiliado, y también el intelectual parcial, el luchador político y, por supuesto, el poeta minucioso y trabajador que nunca dejó de ser—, con la esperanza de que esta selección pueda resultarle tan útil al lector familiarizado con el mundo literario del poeta uruguayo como a aquel que llegue por primera vez a sus versos.

Sigue esta antología un orden cronológico, lo cual, en el caso de Benedetti, alguien en quien la vida y la obra poética caminaban al mismo paso, parecería el método más seguro y natural.

Internarse en su poesía equivale a seguirle los pasos a la peripecia humana de su autor y, por supuesto, a las circunstancias políticas y sociales que la fundamentan [...]. Buena parte de la biografía de Benedetti se encuentra tenaz y correlativamente replanteada en su poesía, tal vez como un procedimiento para conocerse mejor y para conocer también mejor a los demás.
José Manuel Caballero Bonald (prólogo a Antología poética, Madrid, Alianza, 1984)

Mario Benedetti fue, junto a Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti e Ida Vitale, entre otros, uno de los exponentes más destacados de la llamada «generación crítica uruguaya». Hijo de inmigrantes de origen italiano, nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, Uruguay, población que debe su nombre y su origen a ser paso obligado por el que carretas y ganado vadeaban el río Negro de una a otra ribera.
mi padre se llamaba Brenno Mario Edmundo Renato
Nazareno Rafael Armando
y a mí me llamaron Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno
pero cuando ocho años después nació mi hermano ya
había crisis de nombres y sólo le llamaron Adolfo Raúl
(«Agenda», Adioses y bienvenidas)

A los dos años, la familia se trasladó a Tacuarembó y de ahí, cuando Mario tenía sólo cuatro, se instalaron en una Montevideo apacible, provinciana y doméstica que cobijó su infancia y que será el escenario de su vida y su literatura:
en el Deutsche Schule aprendí alemán
y a recibir derbe Ohrfeige (tr. bofetones) a la menor
rrtum (tr. equivocación)
cuando me ordenaron saludar a lo nazi
el viejo me sacó de una oreja
sin que yo asumiera mi terrible culpa [...]
después fui contable / vendedor de repuestos / corredor
de libros / cajero / sobre todo taquígrafo una profesión
entonces cotizada porque aún no habían nacido las
grabadoras
(«Agenda», Adioses y bienvenidas)

Viaja a Argentina, donde reside entre 1939 y 1941, para trabajar como taquígrafo para una editorial. Es entonces cuando, leyendo a Baldomero Fernández Moreno, descubre su vocación de poeta.

En 1945 inicia el largo y difícil camino literario tras integrarse en el equipo de redacción del semanario Marcha, en Montevideo, donde se convirtió en periodista junto al maestro Carlos Quijano. Al año siguiente se casa con Luz López Alegre, a la que conocía desde la niñez y que sería para siempre su compañera y la dueña de todos sus poemas de amor.

Tardé seis años en decírselo y ella un minuto y medio en aceptarlo [...]. Casarse con alguien que lleva una luz y la alegría en su nombre parece una buena inversión.

En su obra, siempre llena de compromiso social, no falta nunca la imprescindible presencia del amor, el tema más universal de la poesía; bálsamo o veneno, el amor, siempre un apogeo de las relaciones humanas.

Usted y yo sabemos
que en el fondo
el amor
el amor
es una cosa seria.
(«Interview», Poemas de hoyporhoy)

Generación tras generación, los enamorados colocaron en sus labios algunos de los versos aprendidos del poeta y los grabaron junto a sus nombres en las cortezas de los árboles de todos los parques. Las muchachas llenaron cuadernos con poemas de Benedetti y, desde el paredón de la fábrica, replicaba aquel que aprendimos huérfanos o en pareja y que aún hoy repetimos como una letanía. Esencias de un perfume que al sentirlo de nuevo nos devuelve el tiempo en que, felices o no, fuimos presente; versos que son sólo nuestros, que se hilvanan en la entretela del alma y que uno acaba amando como se ama a sí mismo.
quiero morir de siesta
muslo a tu muslo
boca a tu boca
para saber quién sos
(«Ay del sueño», Geografías)

Pero al tiempo que el amor, a lo largo de toda su vida, por razones literarias o personales, la nostalgia y el exilio estarán presentes en la obra de Benedetti. A veces la nostalgia provocará el exilio, y otras será el exilio el que avive la nostalgia.

La nostalgia que provoca el exilio
En sus dos primeros libros de poemas, Sólo mientras tanto y Poemas de la oficina, la nostalgia de una Montevideo cercana y a la vez remota y perdida será la que provoque el exilio interior del poeta a consecuencia de un personal desencuentro con un tiempo y una sociedad provinciana que le resultan mediocres y poco estimulantes.
Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
(«Elegir mi paisaje», Sólo mientras tanto)

Con Benedetti llega al Río de la Plata el prosaísmo o realismo crítico, es decir, el acercamiento del habla coloquial y de la vida diaria a la escritura, la deliberada aproximación a la prosa, la construcción de una épica de lo cotidiano.

Era un escritor que rehuía los «grandes temas» y se acercaba a la gente común y corriente con delicadeza y ternura, a los oficinistas, los taquígrafos, los empleados del montón, las familias sin historia [...] con una prosa y unos versos sencillos, claros, directos, impecables. Era una voz nueva y sorprendente, sobre todo en la literatura de la época, porque rehuía el relumbrón y el aspaviento y transmitía sinceridad y limpieza moral.

Mario Vargas Llosa («Mario Benedetti: cien años», El País, 2019)

Poco a poco, los estímulos de la realidad empujan a Benedetti a una poesía en la que lo político y lo social se hacen más visibles y, como otros muchos intelectuales latinoamericanos, participa simultáneamente de la práctica política y del ejercicio de la literatura. La nostalgia montevideana del pasado será sustituida por la nostalgia de un futuro posible, fundamentada en un hecho histórico que resultó crucial para Latinoamérica: la revolución cubana. En esta sementera crecerá en adelante su poemario.

Hasta la eclosión de la Revolución en Cuba yo no era un tipo preocupado por lo que sucedía en América Latina y estaba absolutamente alienado a los problemas culturales europeos.

La visión del poeta será cada vez más dinámica y participativa. Se hace cargo no sólo de sus conflictos personales, sino también de aquellos que surgen en la sociedad y el mundo que le han tocado en suerte. Desde sus constantes estancias en el extranjero, verá el Uruguay con nostalgia, lo que confirma el amor que siente por su patria, de la que, paradójicamente, a cada regreso sentirá la irresistible necesidad de escapar.

Miré
admiré
traté de comprender
creo que en buena parte he comprendido
y es estupendo
todo es estupendo
sólo allá lejos puede uno saberlo
[...]
Pero ahora no me quedan más excusas
porque se vuelve aquí siempre
se vuelve.
(«Noción de patria», Noción de patria)
Llegaron años muy difíciles para América Latina. Tiempos de duros enfrentamientos y de brutal represión, presagio del horror que traerían las dictaduras que estaban por venir. El cuestionamiento del orden establecido hace que su poesía, como ocurre con otros escritos suyos más directos y polémicos, se torne «sospechosa».
El poeta participa activamente en política hasta que el 27 de junio de 1973 Juan María Bordaberry instaura en el país una dictadura cívico-militar que prohíbe los partidos políticos, ilegaliza los sindicatos y censura la prensa.
Se persigue y encarcela a los opositores al régimen.

Benedetti renuncia a su cargo en la Universidad y abandona Uruguay.

El exilio que provoca la nostalgia
Comienza un largo exilio de doce años que llevará a Benedetti a Buenos Aires, ciudad que también se ve obligado a abandonar tras ser amenazado de muerte por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), para viajar luego a Perú, de donde no tarda en ser deportado de nuevo a Buenos Aires.

El escritor que vive desgajado de su suelo y de su cielo, de sus cosas y de su gente no es alguien que aborda el exilio como un tema más, sino un exiliado que, además, escribe.

(«Dicen que la avenida está sin árboles», El País, 1982)

Ha llegado ahora el tiempo en el que el exilio provoca la nostalgia. El exilio que va a ser la temática fundamental de su poesía. El exilio que supone una mutilación no sólo para el desterrado sino también para el país que le ve partir.
Creo que mi ciudad ya no tiene consuelo
entre otras cosas porque me ha perdido
(«Ciudad en que no existo», La casa y el ladrillo)

Benedetti regresa a Cuba ahora como exiliado, y se reincorpora al Consejo de Dirección de Casa de las Américas hasta que en 1980 decide instalarse en Palma de Mallorca, porque, según él mismo dijo, la isla era uno de los lugares más baratos de España.

Mientras, este mismo año, al otro lado del mar, el Gobierno cívico-militar uruguayo convoca un plebiscito con el objetivo de crear una nueva Constitución que legitime el régimen, pero la propuesta fue rechazada por la población con casi un cincuenta y siete por ciento de los votos válidos en contra, lo que, a la postre, desencadenó el proceso de apertura democrática.
Por razones obvias
no fue
exactamente
una toma de conciencia
colectiva sino apenas la suma
de seiscientas mil
tomas de conciencia individuales
(«Tríptico del plebiscito», Viento del exilio)

A pesar de ello, durante los tres años siguientes, Mallorca seguirá siendo su residencia hasta que, en 1983, a causa del asma, decide trasladarse a Madrid.

Continúa fundando patrias interinas. Buenos Aires, Lima, La Habana y por último Madrid marcan su huella en él, sumando exilios y nostalgias propios y ajenos, pues sólo en los demás se reconoce uno mismo.
País lejos de mí / que está a mi lado
país no mío que ahora es mi contorno
[...]
acaso el tiempo enseñe
que ni esos muchos ni yo mismo somos
extranjeros recíprocos extraños
y que la grave extranjería es algo
curable o por lo menos llevadero
acaso el tiempo enseñe
que somos habitantes
de una comarca extraña
donde ya nadie quiere
decir país
no mío
(«Comarca extraña», Geografías)

Fue en Madrid, en su piso del barrio de Prosperidad, donde nos conocimos, y donde acordamos hacer un disco a cuatro manos. Canción a canción, a caballo entre Madrid y Barcelona, lo fuimos preparando con poemas elegidos de mutuo acuerdo que Mario corrigió y adaptó a rimas y ritmos más tradicionales para ser cantados. Eran versos publicados con anterioridad, a excepción de la canción que le da título al disco El sur también existe, escrita especialmente para la ocasión.

No toda la poesía vale para ser cantada ni todos los poetas sirven para escribir canciones, de la misma manera que detrás de un buen autor de canciones no hay necesariamente un buen poeta. Pero en el caso de Mario Benedetti, letrista de canciones por derecho y al tiempo buen poeta, entre poesía y canción no media una frontera clara.

Circulan más de doscientas versiones de canciones registradas con letra de Benedetti. Somos muchos los que, con mayor o menor fortuna, nos hemos atrevido a ponerle música y a cantar sus versos, unos por libre y otros con la complicidad del autor. A Mario le gustaba escuchar sus versos convertidos en canción porque apreciaba su importancia divulgadora y el valor de la música como soporte de la idea. En las canciones está presente todo su argumentario vital. Todo aquello que define su obra poética.

Entretanto, Benedetti sigue escribiendo. Sabe que la vuelta se acerca y su poemario se construye ahora como un tránsito entre el allá y el aquí, un itinerario que da cuenta de su estar en ninguna parte.

El desexilio
Desexilio es un término que acuñó el propio Benedetti para referirse a su vuelta al Uruguay; un regreso que plantea la confrontación de lo imaginado con la realidad, el dilema entre irse y quedarse.

El desexilio será un problema casi tan arduo como en su momento lo fue el exilio, y hasta puede que más complejo. [...] Se emigraba por varias razones, pero, sobre todo, para evitar la prisión y la tortura y, en definitiva, para salvar la vida. [...] El desexilio pasará a ser una decisión individual. [...]. Unos volverán y otros no, y cada uno tendrá sus razones, pero ¿hasta qué punto los que se quedaron o pudieron quedarse van a comprender el exilio cuando sepan todos sus datos? [...] ¿Y hasta qué punto los que regresen comprenderán ese país distinto que van a encontrar?

(El País, 1983)
Con la restauración de la democracia en 1985, Benedetti regresa a Uruguay. A partir de ese momento su vida transcurrirá entre Montevideo y Madrid.

En el exilio se trataba de mantener viva la memoria; en cambio ahora, en el desexilio, el poeta se enfrenta a sus propios recuerdos. En el exilio había habitado un territorio donde lo posible era real, y construía, a través del relato, un futuro más justo, más humano y solidario. Pero con la llegada del fin de siglo, se produce el descrédito social de los valores humanistas y los sueños son empujados hacia un paraje donde no cabe la esperanza ni la revolución. Sólo hay desencanto y la curiosa nostalgia del exilio en plena patria.

Más de una vez me siento expulsado y con ganas
de volver al exilio que me expulsa
y entonces me parece que ya no pertenezco
a ningún sitio
a nadie
¿será un indicio de que nunca más podré no ser un exiliado?

(«Pero vengo», Las soledades de Babel)

El regreso marca también la vuelta a sus orígenes poéticos. Y ahora, como entonces, será la nostalgia la que provoque el exilio. A partir de aquí, Benedetti resume buena parte de sus preocupaciones existenciales y estéticas en una suerte de demanda contra el olvido.
todo se hunde en la niebla del olvido
pero cuando la niebla se despeja
el olvido está lleno de memoria b («Ah las primicias», El olvido está lleno de memoria)
Cuando se fueron de Madrid, en 2003, ya Luz no escuchaba el teléfono, no sabía qué hacer con los recados. Él la cuidaba con una delicadeza incendiada por el aturdimiento. Esa mañana del regreso definitivo a Uruguay ella se dejó las llaves dentro de la casa. Era la metáfora de la despedida. Después de tantos viajes de ida y vuelta, tras el exilio y el desexilio, ya iba a ser Montevideo, de donde partió huyendo, el amparo final, el salto a la esperanza y al vacío. Y las llaves se quedaron en Madrid, ya no habría vuelta.

Juan Cruz («Érase una vez Mario Benedetti», El País, 2019)
Si en el crepúsculo
el sol era memoria
ya no me acuerdo
(Rincón de haikus)

El 17 de mayo de 2009, tras meses de desvarío, triste y solitario, el poeta del amor y del exilio muere a causa del asma, esa vieja enemiga que le había acompañado a lo largo de la vida y que le hacía odiar los frutos secos tanto como odiaba el pescado por las espinas que esconde. Se iba el poeta comprometido con su tiempo y con el mundo, siempre contemporáneo de su pueblo, el escritor que supo como pocos aunar en su obra la vida misma de su país y su problemática personal.

Benedetti fue un hombre extremadamente tímido que se lamentaba de la mala educación con que lo había tratado la vida. Era como un niño en busca de amparo, desconfiado de un pasado que lo había convertido en una especie de exiliado permanente, pero que sobrellevaba el pesimismo y el desencanto con grandes dosis de tenacidad y humor.
un pesimista
es sólo un optimista
bien informado
(Rincón de haikus)

Mario Benedetti ha sido uno de los escritores más fecundos y populares de América Latina. Un hombre de aspecto frágil y sencillo, de gesto y voz mesurada, que acercó a la gente su palabra despojada de solemnidad. Escribió, a contramano de las modas imperantes y de la crítica, historias que son las peripecias del hombre medio. Visitó todos los géneros literarios: la novela, el relato, el teatro, pero fue la poesía su género predilecto, el que marcó más intensamente su vocación y el más abundante y popular de su obra. Probablemente Benedetti sea el poeta más leído en nuestro idioma y, con toda seguridad, el más cantado.

Joan Manuel Serrat

domingo, 18 de octubre de 2020

Los derechos básicos vistos a través de los cuadros del Prado

El Constitucional reúne en un libro 25 obras comentadas por sus magistrados 

"Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga", de Antonio Gisbert. Obra que junto al comentario del magistrado Pedro García Trevijano que sirve de apertura al libro. BAZTAN LACASA JOSE / MUSEO DEL PRADO

El Tribunal Constitucional celebró ayer sus 40 años con un acto insólito, por carente de precedentes, al presentar un libro que pretende ilustrar la presencia, o la negación, de los derechos humanos en la historia del arte. La obra, Los derechos constitucionales. Un paseo por el Prado, se ha realizado con la colaboración del Museo del Prado y consiste en una selección de cuadros, en su mayoría muy conocidos, reinterpretados por los magistrados del Constitucional en función de los derechos que cabe ver reflejados, o vulnerados, en cada pieza. 

De forma indirecta, pero rotunda, el acto se convirtió en una cerrada defensa de la Constitución y los derechos que proclama, cuya tutela y garantía es responsabilidad del propio Constitucional. El presidente del patronato del Prado, Javier Solana, evocó con un punto de emoción la legislatura constituyente, para defender su labor y la vigencia de la Carta Magna, precisamente en momentos de incertidumbre como los actuales. “El Prado —dijo— ha cumplido 200 años, pero es moderno, y la Constitución ha cumplido 40. Me complace que el tribunal y el museo defendamos juntos los valores fundamentales de la Constitución”.

El libro se abre con el lienzo de Antonio Gisbert Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, de 1888, comentado por el magistrado Pedro García Trevijano, que resaltó su fuerza de representación de “la dignidad de la persona”. Trevijano evocó también el contexto histórico, tras el regreso del “malhadado Fernando VII” y la derogación de la Constitución de 1812, y destacó el valor de la obra como “una aleccionadora proclama en favor de la libertad, una ardiente defensa del hombre aplastado por la tiranía”, que hizo que Gisbert se sintiera “como Delacroix —el artista francés autor de La libertad guiando al pueblo—, el abanderado de un tiempo mejor”.

Fernando Valdés, en su último acto en el Tribunal Constitucional antes de presentar ayer su renuncia, procesado por malos tratos, partió de una obra de Goya, El albañil herido, para ilustrar el derecho a la seguridad social. Se trata de un cartón destinado a servir de modelo a un tapiz, en el que dos hombres “con el semblante serio, transportan en brazos a un colega que se ha caído de un andamio”. Una escena de las “protagonizadas por el pueblo llano”, pintada dos años después de un edicto de Carlos III para exigir daños y perjuicios a los maestros de obras “por la caída de los obreros” y que preveía “ayudas a los heridos y sus familias”.

Encarna Roca, promotora del libro junto a Trevijano, se valió de una obra de Tintoretto, José y la mujer de Putifar, para glosar el derecho al honor. Es una pintura adquirida por Velázquez en su segundo viaje a Italia y “altamente impúdica” para ilustrar dicho derecho, ya que se inspira en el relato del Génesis sobre las maquinaciones de la mujer de Putifar para acusar a José de un intento de seducción que él siempre quiso evitar. El cuadro le sirvió a Roca para advertir de los riesgos actuales de las fake news, como en el episodio bíblico, en tanto que instrumentos para la difamación.

'La fragua de Vulcano', por Diego Velázquez, sirvió a Alfredo Montoya para ilustrar el derecho al trabajo. OTERO HERRANZ, ALBERTO / MUSEO DEL PRADO

En la obra, el pintor que inmortalizó a Felipe IV o al conde-duque de Olivares, “retrata a gentes del común, entregadas a oficios humildes”. Todo ello “con respeto y humanísima comprensión”, siglos antes de que “se empezara a reconocer la dignidad del trabajo y de los trabajadores”. Y así hasta 25 obras y comentarios de los magistrados del Constitucional en torno a lo que el presidente del tribunal, Juan José González Rivas, definió como “patrimonios prodigiosos” de España, en lo artístico y en lo jurídico.

sábado, 17 de octubre de 2020

John Reed, antes de Octubre



Se cumplen cien años de la muerte del autor de ‘Diez días que estremecieron al mundo’, la gran crónica de la revolución bolchevique. Antes de viajar a Rusia, Reed ya había escrito otra obra maestra: ‘México insurgente’

Casi al final de su vida, enfermo y confinado en una celda de la estación de policía de Abo, en Finlandia, John Reed siente todavía la necesidad de contarle al mundo sus experiencias, tal y como le aconsejara en Harvard su mentor literario, el profesor Charles Townsend Copeland. Apenas dispone de algunas hojas para escribir, garabatea ideas y poemas en el reverso de los telegramas que recibe de su compañera, la periodista Louise Bryant, desde Estados Unidos, y esboza la trama de varias novelas con tintes autobiográficos. The Tides of Men (Las mareas de hombres), titula uno de esos proyectos. Pero el tifus lo acecha ya. Morirá unos meses más tarde en un hospital de Moscú, ya junto a Louise. El 19 de octubre de 1920, tres años después de haber sido testigo del asalto al poder de los bolcheviques, será enterrado en el Kremlin junto a los mártires de la revolución. Su libro Diez días que estremecieron al mundo, bendecido por Lenin, lo había catapultado al éxito. Antes de su etapa rusa, Reed ya había conocido el vértigo de la revolución en un escenario muy distinto, la inmensidad del desierto de Chihuahua. De sus cuatro meses junto a la División del Norte de Pancho Villa nacería otra obra maestra del periodismo: México insurgente.

La vida de Reed da un giro de 180 grados cuando cruza el río Bravo en diciembre de 1913. Enviado a México por la revista Metropolitan y el periódico New York World, va a ser testigo privilegiado de la primera revolución del siglo XX. Reed se entusiasma. Para entonces ya se ha fogueado como reportero en varios conflictos sociales, como la huelga de los trabajadores de la seda en Paterson (New Jersey), declarada a principios de ese año. “Hay una guerra en Paterson. Pero es un curioso tipo de guerra. Toda la violencia es obra de un bando: los dueños de las fábricas. Estos controlan la policía, la prensa y los juzgados”, escribe en la revista The Masses. Durante esos días eléctricos conocerá a quien será uno de sus faros políticos, Bill Haywood, líder del Industrial Workers of the World (IWW), con quien compartirá celda fugazmente y a quien homenajeará unos meses más tarde al representar en el Madison Square Garden un espectáculo teatral sobre la huelga de Paterson con la participación de los propios obreros. Como Reed, Haywood también tendrá reservado un lugar en la necrópolis de la Plaza Roja de Moscú.

En su voluminosa biografía sobre Pancho Villa, el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II se refiere a Reed como el gran cronista de esa etapa de la revolución en su país. A finales de diciembre de 1913, cuando pisa suelo mexicano, Reed tiene 26 años (había nacido en Portland, Oregón, el 22 de octubre de 1887). “Viste un traje de pana amarillo brillante, dispone de cuenta de gastos, carga 14 diferentes clases de píldoras y vendajes”, documenta Taibo. Unos días antes, en El Paso (Texas), Reed empieza a ser consciente del complejo tablero de intereses que se despliega en la frontera. Un espeso entramado de espías, contrabandistas de armas, traficantes de ganado, periodistas ociosos y vividores de toda laya. Es el centro de los conspiradores del mundo, piensa Reed: “Cada vez que un gran hombre abandona el refugio del hotel, le persigue en la calle la sombra de un detective, a quien sigue otro, cuyos movimientos son observados por un tercero, y así sucesivamente”. Los enfrentamientos entre federales (a las órdenes del dictador Victoriano Huerta) y constitucionalistas (con Venustiano Carranza a la cabeza) están a tiro de prismáticos. Y, pese a las balas perdidas que se cuelan en la ciudad y causan víctimas, la frivolidad prevalece. El lujoso hotel Paso del Norte, que alberga a gran cantidad de toda esa fauna conspirativa, ofrece una limonada en su azotea con un cautivador anuncio: “The only hotel in the world offering its guests a safe comfortable place to view a mexican revolution (El único hotel del mundo que ofrece a sus huéspedes un lugar seguro y cómodo para observar la revolución mexicana)”.

Reed será uno de los pocos periodistas que podrá juzgar in situ en qué consiste el experimento revolucionario mexicano

Reed inicia su andadura mexicana en el polvoriento pueblo de Ojinaga, donde se han acantonado las tropas federales de Huerta tras ser hostigadas por los villistas. Ahí arranca México insurgente, una recopilación de crónicas que no seguirá un orden cronológico. Enseguida solicita una entrevista con el general Salvador Mercado, pero su telegrama lo intercepta Pascual Orozco, otro uniformado del mismo rango y lengua afilada: “Estimado y honorable señor: Si usted pone un pie en Ojinaga, lo colocaré ante el paredón y con mi propia mano tendré el gran placer de hacerle algunos agujeros en la espalda”, le advierte el espadón. Reed no se amilana ante las baladronadas de Orozco, cruza la frontera y entrevista a Mercado, un hombre “preocupado e irresoluto” que le echa en cara el supuesto apoyo de Estados Unidos a las tropas de Villa.

Sin más dilación, el reportero estadounidense irá en busca del hombre del que habla todo el mundo, ese bandido devenido guerrillero, el general Pancho Villa, cuyas hazañas militares se transmiten de pueblo en pueblo agrandando su leyenda. José Doroteo Arango, su verdadero nombre, se había hecho célebre en Chihuahua durante sus muchos años de bandolerismo. Adscrito a la causa constitucionalista de Carranza, aplicaba ahora una justicia revolucionaria más próxima al ideario de Robin Hood que a las enseñanzas de un socialismo que solo despertaba su curiosidad. “El socialismo, ¿es una cosa posible?”, querrá saber Pancho Villa cuando se encuentre con Reed. “Yo solo lo veo en los libros y no leo mucho”. La prensa estadounidense, sin embargo, habla ya sin tapujos del “socialismo villista”. Reed será uno de los pocos periodistas que podrá juzgar in situ en qué consiste ese experimento revolucionario. Su compromiso político previo le ayudará a entender qué está ocurriendo en México.

La bohemia roja
Durante sus años de estudiante en Harvard (1906-1910), Reed no se involucró en la política. Allí se dedicó a otras cosas. Fue un gran deportista, un consumado animador de veladas y un alumno aventajado de las enseñanzas literarias de Copey (el sabio profesor Copeland a quien dedicará su libro sobre México). Una vez instalado en Nueva York, su concepción del mundo cambiaría radicalmente gracias a la relación que establece con la denominada “bohemia roja” de Manhattan. A golpe de tertulia se va cincelando el nuevo John Reed.

Fue el periodista y editor Lincoln Steffens quien introdujo a Reed en la escena artística e intelectual que bullía alrededor de Washington Square. Steffens, a quien había conocido en Harvard, le facilitó también su primer trabajo como periodista en The American Magazine, una revista literaria y política de amplia difusión. Pero su creciente concienciación política lo acabará llevando a la redacción de la revista izquierdista The Masses, fundada en 1911. “Sensibles a todos los nuevos vientos que soplan (…) Ese es nuestro ideal”, rezaba su manifiesto. A Max Eastman, editor de la revista, Reed le había parecido en una primera impresión un joven demasiado impulsivo. Tal vez por ello lo sentó en un despacho a seleccionar los poemas que llegaban a la redacción y que, previamente, habían sido rechazados por la prensa capitalista. En esa época (1912), Reed escribió The Day in Bohemia, un largo texto poético sobre la atmósfera de creatividad y rebelión que se respiraba en el Greenwich Village neoyorquino.

Poco tiempo después, muy lejos de las tertulias políticas de Manhattan, Reed asistirá maravillado a la insurrección de todo un pueblo. El 26 de diciembre de 1913 franquea las puertas del palacio de gobierno de Chihuahua donde le aguarda un Villa que, sin estudios ni lecturas, está haciendo la revolución a su manera. El flamante gobernador militar de la región emite su propia moneda para pagar salarios, reduce por decreto el precio de la carne, reparte entre los campesinos tierras expropiadas a los terratenientes y ordena construir medio centenar de escuelas. El carisma del Centauro del Norte eclipsará a Reed, como en su día lo hiciera el sindicalista Haywood y más tarde lo hará Lenin.

A Villa le cae en gracia ese periodista curioso que se preocupa por los de abajo. Jack, como lo llaman sus amigos norteamericanos, pasará a ser Juanito en México (Chatito para Villa). Solo otro gringo gozará de sus favores: el fotógrafo Otis Aultman, autor de imágenes legendarias de Villa y su tropa. Reed dispondrá del uso gratuito del telégrafo y el tren. No solo eso. El general lo invita a sus reuniones y le asegura que podrá acompañarlo a sus campañas militares. En las filas de la División del Norte compartirá Reed comida y tabaco con esos campesinos humildes que pelean en huaraches por la tierra que trabajan.

La maquinaria de guerra villista no cesa. Se avecina una gran ofensiva sobre la estratégica ciudad de Torreón. El reportero está en el centro de la acción y se siente útil. Al viajar con la División del Norte, tiene acceso directo a Villa, habla con él, observa sus movimientos y constata la camaradería de que hace gala con sus hombres. Es un peón más en armas. El Villa que emerge de las conversaciones con Reed es un personaje con muchas aristas (“tenía una extraordinaria sagacidad natural”). No reniega de la violencia (y así se lo hace saber a su interlocutor cuando este se interesa por la brutalidad de algunos de sus oficiales), pero rechaza tajantemente las acusaciones que lo presentan como un violador. Es consciente de su papel en la historia, el de un jefe militar al servicio de los desposeídos sin pretensiones de sentarse en la silla presidencial del Palacio Nacional. Reed querrá saber de forma insistente (“por mandato” de su periódico) si esa falta de ambición política es sincera. Y la respuesta de Villa será siempre la misma: “Sería una desgracia para México que un hombre inculto fuera su presidente. Hay una cosa que yo no haré: es la de aceptar un puesto para el que no estoy capacitado. Existe una sola orden de mi jefe (Carranza) que me negaría a obedecer si me la diera: la de ser presidente”.

Retrato de un guerrillero
Si Reed supo trasladar a los lectores de Estados Unidos la esencia de México, su retrato de Villa logró cambiar también la imagen del bandolero sin escrúpulos que hasta entonces predominaba sobre el personaje. El periódico Los Angeles Times lo calificaba de “bandido y asesino” y The Sun veía la revolución como el “socialismo bajo un déspota”. Reed ofrecerá otra cara de ese “hijo de peones ignorantes que nunca fue a la escuela”: “Los soldados lo idolatraban por su valentía, por su sencillo y brusco buen humor. Lo he visto con frecuencia cabizbajo en su catre, dentro del reducido vagón rojo en que viajaba siempre, contando chistes familiarmente con veinte soldados andrajosos tendidos en el suelo, en las mesas o las sillas”.

Su retrato de Villa logró cambiar también la imagen del bandolero sin escrúpulos que hasta entonces predominaba sobre el personaje

Sus vivencias con la División del Norte le aportan a Reed un material de primera mano sobre la revolución. Pero la censura de prensa impuesta por Villa para pasar desapercibido en su avance por el desierto impiden al periodista enviar sus crónicas desde el frente. Necesita un telégrafo y se las ingenia para subirse a un tren-hospital y regresar a El Paso. Sus crónicas rezuman verosimilitud por la lograda ambientación que recrea, la reproducción del habla de los campesinos analfabetos, la descripción minuciosa del día a día de los combatientes, sus charlas con el jefe insurgente… Nada que ver con los fantasiosos artículos enviados por la mayoría de los corresponsales que no han salido de sus hoteles en El Paso.

Las crónicas de Reed no son un mero relato de los hechos. No pretende ser neutral ni objetivo. Ha tomado partido por un bando y lo deja claro desde el principio (“habíamos tomado Bermejillo la tarde del día anterior”). Su editor en el Metropolitan Magazine, Carl Hovey, lo felicita en cada entrega. Reed le llega a sugerir que elimine o retoque aquellos pasajes en los que detecte una excesiva emotividad. Pero no hay nada que revisar, le responde Hovey. Al contrario. Su apasionada visión de México enriquece sus crónicas. La fama del reportero va extendiéndose. Ha nacido una estrella mediática. Algunos de sus amigos reaccionan con ironía ante ese México en el que Jack es siempre protagonista: “Hay mucho de Reed y sospecho que muy poco de México”, dirá el dramaturgo Dave Carb. Para Robert A. Rosenstone, autor de una de las biografías más completas sobre Reed, Romantic Revolutionary, el reportero tal vez no era consciente de que estaba escribiendo sobre la revolución mexicana al mismo tiempo que esbozaba un fragmento de su propia autobiografía. En cualquier caso, según su biógrafo, Reed consiguió capturar el espíritu de la revolución: “México insurgente es un libro para los ojos, una gran panorámica, como los grandes murales de los pintores mexicanos”. Su trascendencia radicará precisamente en esa identificación del autor con el objeto de su obra. Siguiendo a Rosenstone y corrigiendo en parte a Carb, podría decirse que en el libro hay mucho de Reed, pero también mucho de México. Al leer sus crónicas mexicanas, el escritor Walter Lippmann, excompañero de Harvard, caerá rendido ante la “genialidad” de un Reed que es a la vez reportero, poeta, escritor y activista. Todas esas facetas impregnan unas narraciones que, a juicio de Lippmann, aunaban una clase magistral de historia y la mejor literatura.

Cuando Reed regresa a Nueva York en abril de 1914 se encierra en su piso durante unas semanas para dar forma a México Insurgente con algunos textos añadidos a sus crónicas. El libro se publicará en julio de ese año en Estados Unidos. Tendrán que pasar cuatro décadas para que vea la luz en México. En Almost Thirty, un texto autobiográfico escrito en 1916, Reed rememoraba así sus cuatro meses en México, “tal vez el periodo más satisfactorio de mi vida”: “Descubrí que las balas no son tan aterradoras, que el temor a la muerte no es una cosa tan grande y que los mexicanos son maravillosamente simpáticos (…) Me hallé de nuevo a mí mismo. Escribí mejor que nunca”.

La publicación de México insurgente potenciará la figura de Reed. Escribe sin descanso poemas, relatos, manifiestos políticos de orientación comunista… Su vocación periodística lo lleva de nuevo a la primera línea del frente. Ha estallado la Primera Guerra Mundial. Reed regresa a un continente que ya visitó en 1910 nada más graduarse, en un viaje iniciático sin rumbo fijo y con el bolsillo medio vacío (llegó a dormir bajo las estrellas en el Retiro madrileño). Siente que los trabajadores son los grandes perdedores de ese “vil conflicto de intereses capitalistas que sangra a los pueblos europeos”. Y antes de que concluya la guerra viajará a Rusia arrastrado por una marea interior que no puede reprimir. Reed está preparado ya para contarle al mundo la Revolución de Octubre.

viernes, 16 de octubre de 2020

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016. En el primer debate electoral con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó: “Proud Boys, retrocedan y estén alerta” (los ataques terroristas de extrema derecha causaron 335 muertos en Estados Unidos entre 1994 y 2020, según el Center for Strategic International Studies).

En marzo de 2019 el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, promovió la conmemoración del golpe militar que derrocó –en 1964- al Gobierno democrático de Joao Goulart. La amenaza se extiende. Tras las elecciones regionales del pasado 21 de septiembre, el candidato del partido ultraderechista Hermanos de Italia accedió a la presidencia en la región de Las Marcas. En las municipales francesas de junio, Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) se hizo con la alcaldía de Perpiñán, ciudad de 120.000 habitantes. En las elecciones a los parlamentos de Sajonia y Brandemburgo –septiembre de 2019-, Alternativa para Alemania resultó el segundo partido más votado.

Para entender el crecimiento global del fascismo, el periodista e historiador Carles Senso ha publicado el libro Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha (Autoed., septiembre 2020). Concluye que el éxito actual de la extrema derecha se explica por factores como la avaricia capitalista, el desarraigo social, el proceso deshumanizador, la equidistancia, la falta de empatía, las mentiras o la crisis del periodismo. “El neofascismo no es un peligro para el capital”, afirma. La extrema derecha ha utilizado la tecnología digital y las redes sociales para conquistar el poder. Sobre el uso irreflexivo y acrítico de estas por parte de la izquierda, “hace falta más calle, más coordinación social y formación”, defiende Senso, autor de tres libros sobre la deportación de españoles a campos nazis. La entrevista en torno a su último ensayo se realizó por correo electrónico.

-¿Qué es el fascismo mainstream (tendencia mayoritaria)? ¿Cuáles son los rasgos principales?
El fascismo mainstream es una tendencia mundial mediante la cual la extrema derecha ha usado las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales de la información para expandirse de forma desconocida, albergando espacios de poder inimaginables hace unos años, gracias a una mayor digestión ciudadana de sus planteamientos extremistas que basan su política en la exclusión de parte de la sociedad. Aceptando, eso sí, que la ideología de extrema derecha se expone fragmentada y nacionalizada, es decir, que cuenta con particularidades muy específicas en función del país en el que se desarrolla.

Sin embargo, les une las políticas de odio que favorecen un tipo de análisis social y una respuesta ante dicho examen que señala como enemigo del pueblo a las clases subalternas y a los grupos históricamente marginadas, a favor de una clase dirigente y de un sistema capitalista que nunca es puesto en cuestión. Eso y algunas intentonas de coordinación canalizadas por personajes como Bannon y su Movimiento o Internacional de la Nueva Derecha. El antiguo (aunque ahora renacido) antisemitismo se ve complementado con nuevos enemigos como son el Islam a nivel exterior y las comunidades LGTBI o feministas a nivel interno, por su supuesta voluntad de cargar contra la esencia intachable de la patria, observada ya como una nación intocable e irreductible.

-¿El neofascismo supone un repliegue identitario contra el efecto desestabilizador de la globalización?
Sí, ya que ha destruido las concepciones unitarias para favorecer una uniformización que diluye las particularidades, los fundamentos propios que justifican la exclusión. También lo hace, en el caso de Europa, la unificación continental, por lo que existía una voluntad primigenia de acabar con la unión y, posteriormente, de transformarla en una herramienta institucional más favorable al fortalecimiento de las particularidades nacionales a través de los Estados, sobre todo tras los éxitos electorales que han permitido crear un potente núcleo reaccionario en el Parlamento Europeo. El fascismo mainstream no se entiende sin la época de la posverdad, la crisis del periodismo, el desmembramiento de las redes sociales analógicas, la deslegitimación institucional o la avaricia capitalista de las plataformas tecnológicas.

-El libro recuerda los seguidores en Instagram de Trump (actualmente 22 millones), Bolsonaro (17,7 millones), Salvini (2,2 millones), Boris Johnson (1,2 millones) o Netanyahu (873.000). ¿Han sido las redes sociales una herramienta importante para que accedieran a los gobiernos?
Las emociones (alentadas con mayor facilidad en los extremos políticos) incitan a la acción mucho más que el raciocinio. “El odio motiva más que el amor”, pronunció el asesor político ultraderechista Roger Stone. Polarizando a la sociedad, las nuevas plataformas tecnológicas (redes sociales) consiguen más interacciones y, por tanto, más beneficios. La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto. Es una guerra para conseguir la atención de los usuarios. Para obtener más réditos económicos Facebook, Google o Youtube necesitan enfrentar a la sociedad. Cabrearlos para hacerlos reaccionar.

Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico. De ahí que la extrema derecha (que a dicho proceso ha unido ingentes cantidades de dinero y la complicidad del mundo conservador) ha visto en las redes sociales un auténtico filón. Y las tecnológicas lo han observado en el fascismo mainstream, que ha sido bendecido por los medios de comunicación, otorgándoles el privilegio de marcar la agenda política gracias a sus soflamas mediáticas con un “producto” atractivo para las redes y la televisión por su capacidad de enfrentamiento. Antiinmigración, tradicionalismo, nativismo, euroescepticismo y antiislam en Europa; todo ello y un poco más de supremacismo y chovinismo occidental en Estados Unidos. La víctima, la salud de la sociedad.

-¿Tiene relación el ensayo con el caso de Cambridge Analytica, consultora que obtenía datos –sin autorización- sobre millones de usuarios de Facebook-, para desarrollar campañas como la de Trump en 2016 o a favor del Brexit?
Según expresó Brittany Kaiser, una de las responsables de la empresa: “Creo que en este momento es difícil pensar que la democracia está suficientemente protegida, que las elecciones son libres y justas. El uso de los datos personales ha cambiado las reglas del juego. Por su parte Christopher Wylie, el antiguo analista de datos, aduce: “Era un experimento tremendamente inmoral. Jugábamos con la psicología de toda una nación sin su consentimiento o conocimiento. Y no solo jugamos con la psicología de toda una nación, sino que lo hacíamos en un contexto de un proceso democrático”. Cambridge Analytica adquirió relevancia destacada gracias a los beneficios que reportó a las fuerzas de extrema derecha en el acceso a elementos de poder.

La información se consiguió a través de un test de personalidad que se difundió en Facebook. Contestaban preguntas a medida. De hecho, formulaban preguntas y respuestas de forma casi personalizada. Sabían dónde debían expandir el odio contra los extranjeros, dónde debían cargar contra el establishment o dónde fortalecer los mensajes contra la izquierda. La publicidad personalizada la complementaron con la elaboración de miles de noticias falsas que se expandieron como la espuma. La percepción de los votantes de los Estados Unidos de América cambió radicalmente, como también los que votaron en el Brexit. De forma artificial y por lo tanto sometiendo la libertad ciudadana. Se habla de prácticas similares en México, Malasia, Brasil, China o Australia. Y todo ello a través del robo de la información (de la identidad) de la ciudadanía y su puesta al servicio de la política sin escrúpulos.

-En Estados Unidos, los informativos del canal ultraconservador Fox News tienen una audiencia masiva. ¿Qué influencia tiene la televisión en la expansión planetaria del fascismo mainstream?
Donald Trump señaló a la prensa “discrepante” poco después de llegar al cargo, situándolos en el ojo del huracán de la ira de sus fanáticos seguidores. Llegó a tuitear “Los medios de las fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo americano”. La televisión es un espacio que, por la inmediatez, adolece de capacidad de análisis pormenorizados. Eso a nivel genérico. Es por ello que en ella un producto superfluo como Trump o cualquier dirigente del fascismo mainstream funciona tan bien. Son mensajes simples, directos, emocionales.

Según expuso Pierre Bourdieu en “Sobre la televisión”: “Este mundo lleno de guerras étnicas y de odios raciales, de violencia y de delincuencia, no es más que un entorno de amenazas incomprensible y preocupante ante el cual lo mejor que se puede hacer es retirarse y protegerse. Y, cuando va unida a expresiones de desprecio etnocéntrico o racista (como ocurre a menudo, particularmente en el caso de África o de los ‘barrios periféricos’), la evocación periodística del mundo no está hecha para movilizar y politizar; al contrario, sólo puede contribuir a aumentar los temores xenófobos, del mismo modo que la ilusión de que la delincuencia y la violencia no paran de crecer propicia las ansiedades y las fobias de quienes temen por su seguridad”.

¿Y en cuanto a la influencia, en términos generales, de los medios de comunicación?
Los medios, ante el auge del neofascismo, no pueden servir de altavoz para los mensajes de odio. Si pretenden jugar dicho papel para ganar viralidad, mejor que no cubran la actualidad política porque flaco favor hacen a la convivencia con la distribución masiva (y descontrolada) de posicionamientos que enfrentan y polarizan. Es lo que han conseguido programas televisivos de gran audiencia como los de Susana Griso o Ana Rosa Quintana que, buscando subir los índices, invitaron a dar su opinión a dirigentes de Vox cuando no contaban con representación parlamentaria (y por lo tanto no tenían la legitimidad del apoyo social) y además no para tratar temas eminentemente políticos, sino sucesos. Dicho periodismo es cómplice del ascenso de la extrema derecha por estar centrado en el beneficio económico y no en el fortalecimiento de la democracia.

-“Los movimientos de extrema derecha que se propagan por el mundo en el siglo XXI son fascismo. Con todas las comas que se quiera poner, pero sólo a nivel académico. En la calle, son fascismo”, escribes. ¿Se corre el riesgo de confundir partidos neonazis, como Amanecer Dorado en Grecia, con el gobierno nacionalista y ultracatólico de Polonia?
La caracterización o conceptualización debe servir para movilizar a las fuerzas opositoras, más que para homogeneizar o simplificar el elemento de análisis. La Historia es una confluencia inesperada de elementos que se encaminan hacia una dirección desconocida. Es clave entender el momento en su conjunto. Embadurnarse de la filosofía de dicho espacio temporal, comprender la cultura, la mentalidad de época. De cada lugar. Esta aseveración es clave también para saber diferenciar los diferentes neofascismos que se han desarrollado en el mundo del siglo veintiuno, con sus particularidades inigualables. El factor religioso en Brasil es esencial, por ejemplo, en el ascenso de Bolsonaro, con el innegable apoyo del lobby de las iglesias evangélicas. Nada se entendería sin él. Nuevos lazos de unión entre ciudadanos que, en anteriores elecciones, eligieron opciones políticas diferentes porque se dirigieron a las urnas movilizados por otros elementos en lucha. Seguramente la desigualdad social. Pero Brasil cambió y el ocupante del trono fue en este caso la consecuencia y no la causa.

-¿Y en cuanto al auge de la extrema derecha en el estado español? ¿Difiere del modo en que se ha producido el ascenso en Italia, Hungría o Polonia?
El resurgir del lazo españolista, tradicionalista y conservador ha supuesto una respuesta al Procés catalán, la consolidación de un partido a la izquierda del PSOE y el avance del feminismo. Se ha canalizado a través de un nacionalismo que también representa una contestación a los procesos de globalización que desarraigaron a las comunidades occidentales durante décadas a través de un doble factor (contradictorio) como la homogeneización bajo los parámetros culturales de los Estados Unidos de América y la mezcolanza gracias a los contactos (tanto económicos como migratorios) con múltiples comunidades mundiales. Por su parte, en Italia, Hungría o Polonia, el factor de la migración es transversal, como se pudo observar con el rechazo, durante el mandato de Salvini al frente del ministerio, de los inmigrantes del barco Aquarius (que finalmente acogió España) y otras embarcaciones, situando al país transalpino como un ejemplo de deshumanización galopante. Evidentemente que cada movimiento de la extrema derecha cuenta con particularidades en cada país, pero suponen distintas caras de un elemento común poliédrico que coincide en su respuesta a los nuevos tiempos, con su apelación a los sentimientos primarios, las emociones y la irracionalidad a través de las identidades nacionales y religiosas. Mientras la segunda (la identificación basada en la fe) es mayormente un modelo vital bastante inamovible, el primero está sometido a interpretaciones, dada la flexibilidad de términos como nación, país o pueblo. Es por ello que dichos movimientos extremistas no dudan en moldear el “producto” en conflicto a la medida de sus intereses.

-¿Qué responsabilidad tiene la izquierda? Si tiene alguna, ¿cuáles son, a tu juicio, los principales errores?
Corría por las redes un diseño que exponía un claro “Tacha al facha”. Creó en un grupo anarquista de Facebook un amplio debate sobre si es conveniente o no plantar cara en el mundo digital a los múltiples perfiles que lanzan mensajes de odio y que provocan la polarización social. Algunos defendían la conveniencia al considerar que no se puede dejar en manos de los neofascistas una plataforma tan importante en la creación del relato en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, dicho argumento queda en entredicho si se considera que dicha confrontación no se produce con personas con capacidad de reaccionar y cambiar de opinión, sino que chocan con bots automatizados para lanzar los mismos mensajes. De forma repetitiva y machacona. No hay debate. Como reflejo y analizo en el libro, hay partidos políticos subvencionando que se vuelquen camiones de mierda a través de las redes sociales para controlar el debate gracias al dominio del tema en discusión.

Ni que decir tiene que buena parte de las fuerzas progresistas han caído en el macabro juego, ayudando a amplificar mucho más (las redes sociales premian los contenidos con más interacción) los mensajes de odio escupidos contra migrantes pobres, mujeres, homosexuales o izquierdistas. Por Internet corría un meme en el que se veían a dos personas con un perro y ella decía: “Que bonito ¿Cómo se llama?”, a lo que contestaba el propietario: “Revolucionario de Facebook”. La chica insistía: “¿Puedo acariciarlo?” y el remataba: “Sí, claro, no hace nada”. Pues eso. Hace falta más calle, más coordinación social y más formación.

-¿Qué relación hay entre el crecimiento del fascismo a escala global con lo que calificas de “seres frustrados, hiperactivos e irreflexivos?
La identidad pública depende hoy más de la imagen que se traslada a través del ficticio mundo de las redes sociales que de la vida analógica. Las redes sociales permiten al individuo verse reflejado a modo de creación artística, no tal cómo es, sino cómo le gustaría ser. O más bien, cómo le gustaría que le viesen los demás. El comportamiento primigenio en dicha acción es la autocensura, la feroz crítica sobre una representación del yo que se cree débil. La búsqueda de la reciprocidad se inicia con la pretensión de la homogeneización para encauzar en el grupo, en la comunidad. Porque la identidad nace de la interacción. Es necesario el retorno. Pensamos que la irrelevancia social está vinculada a la falta de éxito.

El proceso reidentitario vivido en las últimas décadas como respuesta a la insensible globalización ha provocado una pretensión casi enfermiza por formar parte de algo. Pero dicho anhelo sólo responde al pavor que se experimenta cuando se piensa en la posibilidad de quedar socialmente expulsado. Es por eso que se siguen prácticas de moda para contar con argumentos en la integración en el colectivo. La última APP la observamos como una llave a la aceptación. Al reconocimiento de los otros. Las redes sociales permiten un mitin en el que cada persona presente puede subir al estrado y opinar. Es un baño de multitudes regado de la satisfacción del aplauso fácil y el elogio interesado. Vacío pero efectivo en el mecanismo de unir a los ya convencidos y fortalecer las razones de combate frente a los disidentes. Sugestión de masas sin salir de la comodidad de la cama.

-De nuevo la importancia de las redes sociales…
Las redes sociales permiten fortalecer permanentemente los vínculos afectivos con el simple objetivo de asegurar la existencia de los seres. El éxito social se mide en Likes. De forma artificial, se establecen vínculos que, a través de acciones de reconocimiento, se utilizan (sin que sirvan en el largo recorrido) para aliviar la incertidumbre de un tiempo fugaz y fragmentado. Al trasladarse las comunidades de afecto al teléfono móvil, apagarlo produce angustia. Perderlo, pavor. Sin el móvil, vuelve la soledad en una sociedad individualizada y sin bisagras. Un desamparo agravado por el anonimato en un tiempo en el que nada puede ser peor que ser un elemento insignificante diluido en la masa. Tu amigo en Facebook sustituye a tu vecino, pero el primero nunca tiene sal y mucho menos te ayuda cuando sufres un repentino soponcio al subir por la escalera. La ansiedad de la soledad, a la larga (cuando la reflexión pausada y compleja se impone) no desaparece con las comunidades imaginadas de protección creadas a nivel digital.

-¿Y respecto a la “crisis del periodismo”? ¿Qué casos concretos destacarías?
Se podrían citar miles, prácticamente coincidentes con cada redacción, emisora o plató. Todos los medios viven sus crisis en la actualidad porque las nuevas plataformas tecnológicas han eliminado las intermediaciones y la verdad vive una época de depresión, acechada por aquellos que se benefician cuando todo va mal. Por supuesto, en dicha crisis han tenido buena parte de culpa un sector del periodismo, que interpretó su aproximación a la política y los sectores económicos como magníficas oportunidades para configurarse una vida de lujo, como bien recoge David Jiménez en su libro sobre su paso por la dirección de El Mundo.

Ha habido periodistas y medios ganando mucho dinero gracias a vender el código deontológico. Cuando la tormenta perfecta ha acechado a la profesión, no ha existido red de seguridad porque la ciudadanía ya no ha estado para sostener a unos medios que se interpretan como parciales e interesados. Sólo las propuestas originales y sinceras se abren paso. Aquellas que basan su interpretación del periodismo en la búsqueda de la verdad, sin venderse al mejor postor. Esas que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, que las sostiene con sus aportaciones porque a través de ellas obtienen información, no una cámara de eco para escuchar lo que quieren oír.

-Citas en el libro movimientos relevantes, aunque posiblemente poco conocidos por el gran público, como Generación Identitaria. ¿Podrías caracterizarlo?
Generación Identitaria es un nuevo intento de limpieza de cara a los viejos parámetros extremistas que se venían desarrollando. Originario de Francia, se ha expandido a más de veinte países y abogan por reafirmar la identidad patria, protagonizando ataques a migrantes, cadenas humanas contra refugiados o incluso fletando barcos para vilipendiar a las ONG que intentan salvar vidas en el Mediterráneo. Austria se ha definido en las últimas décadas como uno de los centros neurálgicos del neonazismo, con su cénit con el gobierno entre el joven conservador del Partido Popular, Sebastian Kurz, en coalición con la formación ultraderechista Partido de la Libertad, que duró más bien poco por el escándalo de corrupción que se desveló en una discoteca en Ibiza. Sin embargo, el país ha resultado la cuna de nuevos movimientos que han ayudado a vestir de Prada a los nuevos fascistas. Son los nazis hípsters.

Es el caso de Martin Sellner, líder de Generación Identitaria en el país, que ha conseguido situarse en el centro del debate político. Con indumentaria impropia del fascismo clásico y un modo de vida más “cercano” al ciudadano medio, Sellner y sus afines han logrado introducir mensajes de odio en la discrepancia política de Austria, lateralizando hacia la derecha la opción electoral. En los numerosos videos que durante meses ha estado subiendo a la plataforma Youtube, se ha acompañado de la influencer ultraderechista americana Brittany Pettibone, con gran capacidad para canalizar teorías de la conspiración. Sellner defendió su militancia neonazi pura durante su juventud porque defiende que “no había alternativa”. Un joven que mantuvo en su momento contacto con Brenton Tarrant, el neonazi que asesinó a más de cincuenta personas en varias mezquitas de Nueva Zelanda y que en los meses anteriores había financiado a los grupúsculos de la formación tanto en Francia como en Austria.

Generación Identitaria se creó en Francia en 2012 y desde entonces se ha expandido por decenas de países como Alemania, Italia o Reino Unido, con la propagación de las teorías del gran reemplazo. Se le han encontrado vinculaciones directas con las formaciones de extrema derecha clásicas y con actos violentos y terroristas.

-¿Es posible establecer una relación entre la extrema derecha y los programas económicos ultraliberales, como el que elevó a Bolsonaro a la presidencia de Brasil?
Como afirmaba Pauwels: “Para la Elite del Poder americana e internacional el neofascismo no es sin embargo una amenaza, sino más bien una bendición, porque impide un diagnóstico de las causas de los problemas socioeconómicos, diagnóstico que podría deteriorar los privilegios de que disfrutan dentro del sistema y que amenazan al sistema mismo (…) Hoy los neofascistas están esperando impacientes a que las Elites del Poder necesiten sus servicios, y no hay garantía de que su momento no llegue nunca. Si esto ocurre, la historia no sólo no tendría final, sino que se repetiría”. El proteccionismo comercial que proclaman los fascistas mainstream intenta revertir la deslocalización sufrida durante décadas pero sin llegar a cuestionar el neoliberalismo y el capitalismo financiero, con una protección de las élites empresariales.

-Por último, ¿puede el fascismo mainstream representar en algún caso una amenaza para el sistema?

El neofascismo no es un peligro para el capital. El modelo económico no es inherente al fascismo. Antes bien, el fascismo se caracteriza por una adaptación camaleónica a las circunstancias para perpetuarse en el poder. Modelo económico y fascismo se exponen como elementos plásticos y adaptables a las circunstancias. La extrema derecha nunca ha dudado en proteger los derechos de las élites empresariales y financieras y los privilegios de las clases más altas. Nunca han protestado por el hecho de que personas de nacionalidad ajena adquieran automáticamente el derecho a pedir el permiso de estancia o el de residencia en España cuando compran un piso de más de medio millón de euros. En 2019 se batió por séptimo año consecutivo la concesión de dichos visados dorados, según la terminología coloquial. Se concedieron 681, un 14% más que en 2018. El visado que soliciten, además, es de dos años renovables por periodos de cinco. China, Brasil, India o Rusia son los principales países de procedencia de los demandantes. Simplemente es un ejemplo.

Según el filósofo Augusto Klappenbach: “El mal se esconde. Y sus causas nunca se presentan como el resultado de decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso, sino como subproductos de una situación económica de la que nadie es responsable. Además de banal, el mal de hoy es impersonal. Y así como los ejecutivos diluyen su responsabilidad en otros, los poderes públicos justifican sus políticas en las exigencias de anónimos mercados y en instituciones que están fuera de sus competencias”.

jueves, 15 de octubre de 2020

Contando los (muchos) árboles del desierto

Imágenes por satélite de una agencia de inteligencia muestran la verdadera extensión vegetal en el desierto y el Sahel 

La imagen de la arena del desierto es tan poderosa que distorsiona la realidad. Aunque el Sáhara o el Sahel y la sabana más al sur no tienen selvas, sí esconden millones de árboles invisibles hasta ahora. El uso de imágenes por satélite de muy alta resolución, combinadas con un sistema de inteligencia artificial para barrer parte de una extensión tan enorme, han desvelado que hay mucho más verde de lo que se creía en esta porción de África. No forman bosques, pero cada solitario árbol cumple una función ecológica, a veces vital. 

Hasta no hace mucho, el instrumental a bordo de los satélites para estudiar la superficie terrestre tenía una resolución que no iba más allá de los 30 metros. Eso supone que un árbol que no tenga una copa de ese diámetro no exista para el satélite. Sin embargo, los sistemas de radar, láser o espectrometría han ido afinando hasta lograr resoluciones de menos de un metro. Los datos obtenidos con estas tecnologías son aún de uso casi exclusivamente militar (de los militares estadounidenses, en especial) o industrial.

Pero esta vez, un grupo de científicos ha podido estudiar miles de imágenes de la Agencia Nacional de Inteligencia (perteneciente al Departamento de Defensa de EE UU) registradas por una constelación de cuatro satélites de la empresa privada DigitalGlobe. Y se han encontrado con una verde sorpresa donde se supone que solo hay el marrón de la arena y la tierra: más de 1.800 millones de árboles y grandes arbustos.

La cantidad de árboles depende de las lluvias pero incluso en las zonas del desierto donde menos llueve hay 0,7 árboles por hectárea

La investigación, publicada en Nature, se centra en la porción más occidental del Sáhara, el Sahel y la sabana africana (entre los 12º y los 24º latitud norte), que ocupa amplias zonas de Argelia, el Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal o Malí. Diseñaron un sistema de aprendizaje de máquinas que pudiera detectar los cambios de forma y color en el espectro reflejado por la superficie para que distinguiera entre arena, tierra desnuda, simple hierba, arbustos o árboles. Para entrenarlo, los autores del estudio revisaron personalmente imágenes con casi 90.000 árboles.

“Marqué las áreas con copa en las imágenes del satélite con una resolución de 50 centímetros y entrenamos el modelo con estos ejemplos”, dice el investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y principal autor del estudio Martin Brandt. “Luego el modelo buscó en miles de imágenes y marcó las copas de los árboles de la misma forma que hicimos a mano”, añade el también científico del centro de vuelo espacial Goddard de la NASA. Para no confundir un árbol con un matorral, el sistema fue ajustado para que solo contara las copas con un área mayor de tres metros cuadrados.

Cantidad de árboles por hectárea en el área del estudio, en la porción occidental del Sáhara y el Sahel. MARTIN BRANDT
 
El trabajo muestra que fueron demasiado pesimistas, ya que la media del área de las copas fue mucho mayor, hasta los 12 metros cuadrados. Es decir en esta región tan árida hay 1.800 millones de árboles y cada uno cubre la superficie de una habitación más o menos grande. Eso es mucha sombra, pero también muchos recursos y servicios ecológicos en una parte del mundo donde hacen mucha falta.

“Son extremadamente importantes para la población rural local, que suelen depender de productos forestales. También fertilizan el suelo y aumentan el rendimiento de las cosechas, son claves para los ciclos del agua y nutrientes y el almacenamiento del carbono”, explica Brandt. Eso sin mencionar los servicios ecológicos que ofrecen a otras plantas y animales.

El número de estos árboles solitarios depende, como era de esperar, de las lluvias. En las zonas hiperáridas del desierto de arena, la densidad arbórea es de menos del 1% (0,7 árboles por hectárea) y va subiendo a medida que, yendo hacia el sur, aumentan las precipitaciones. La cifra sube a 9,9 árboles por hectárea en las áridas (precipitaciones anuales de entre 150 a 300 mm) o 30,1 árboles en las semiáridas (entre 300 y 600 mm anuales).

Son extremadamente importantes para la población local, fertilizan el suelo y son claves para los ciclo del agua y nutrientes" MARTIN BRANDT, GEOCIENTÍFICO DE LA UNIVERSIDAD DE COPENHAGUE Y DEL CENTRO GODDARD DE LA NASA

Todas estas cifras son solo una parte de la arboleda del desierto. Si incluyeran a los árboles con copas menores de tres metros cuadrados o arbustos más pequeños, los autores del estudio estiman que debe de haber otro 20% más de árboles. Más aún, el trabajo se ha centrado en los 1,3 millones de kilómetros cuadrados más occidentales de la región. Pero el Sáhara y el Sahel tienen una superficie conjunta 10 veces mayor. “Conocíamos bien esta zona por varios trabajos de campo y era también una prueba de concepto antes de proponernos hacer lo mismo en zonas mucho más grandes”, confía Brandt.

“En zonas áridas o semiáridas, con condiciones limitantes, hay especies con esa copa tan pequeña, casi arbustiva, y siguen siendo árboles” recuerda el investigador forestal de la Universidad Pablo de Olavide Raúl Sánchez, no relacionado con el estudio. Para Sánchez, este es un trabajo imponente si se puede extrapolar a otras regiones del planeta similares. “Combinado con el Sentinel y Copernicus [plataforma de satélites impulsada por la Agencia Espacial Europea] podríamos saber realmente la cobertura vegetal que tenemos en el planeta”.

Por debajo de los 300 milímetros de precipitaciones anuales (una cifra que en España se da en Almería y Murcia), los árboles empiezan a tenerlo complicado. “Su estrategia es la dispersión, abarcar el mayor espacio posible”, comenta el biólogo Luis Gonzaga. Este profesor de la E.T.S. de Ingenieros de Montes, Forestal y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) participó en 2017 en el mayor estudio realizado hasta entonces para cuantificar los árboles de las tierras secas usando imágenes de Google Earth. “Pero entonces descubrimos que había un 40% más de bosque en estas regiones. Ahora los han contado de forma individual”, destaca. Y cada uno de estos árboles, recuerda, “es un punto caliente de la biodiversidad en entornos donde la vida no debería existir”

miércoles, 14 de octubre de 2020

Cómo librarse de una pandemia

A través del estudio de la lucha contra el cólera en el Londres del siglo XIX, el divulgador Steven Johnson ofrece en ‘El mapa fantasma’ claves para entender lo que nos está pasando



En 1854 Londres era una suculenta y esponjosa tarta imperial sobre un infecto sumidero de bacterias y virus. “Era una metrópolis victoriana que intentaba arreglárselas con una infraestructura pública isabelina”, define el divulgador científico estadounidense Steven Johnson en El mapa fantasma (Capitán Swing), donde reconstruye con ritmo de relato (casi de trhiller) y pulso de investigación la epidemia de cólera que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo. En la vertical del exquisito puritanismo de Buckingham se desarrollaba el inframundo de carroñeros y miseria que exprimió Charles Dickens: 2,4 millones de habitantes produciendo basura, excrementos y aguas residuales que infiltraban acuíferos y terminaban en la mesa. 

La ciudad reunía todas las condiciones para una catástrofe cuya proximidad nos devuelve a la actual pandemia del coronavirus. Y el Soho, atestado de pobreza y pestilencia industrial, era el escenario propicio. El mapa fantasma es una historia con cuatro protagonistas: una bacteria letal (el cólera), una urbe desbordada (Londres), un doctor anestesista (John Snow) y un afable reverendo (Henry Whitehead). La vida de los dos hombres, ambos dotados con un talento especial, se cruza en Broad Street (ahora Broadwick Street), donde eclosionó el cólera y se produjo, según el autor, “uno de los momentos que más han influido en la vida moderna”.

Londres era la ciudad más poblada del planeta y podía autodestruirse al no poder metabolizar su crecimiento, como había ocurrido con otras urbes en la historia. Pero Snow y Whitehead “resolvieron un misterio local que acabó conduciendo a una serie de soluciones globales” que harían de la vida metropolitana una realidad sostenible. “El caso de Broad Street”, destaca Johnson (Washington, 52 años), “fue sin duda un triunfo para la epidemiología, para el razonamiento científico y para el diseño de información. Pero fue un triunfo también para el urbanismo”.

El escritor, uno de los divulgadores científicos más populares en los Estados Unidos, urde el relato de aquellos sucesos de septiembre de 1854 con minuciosidad y testimonios e investigaciones de la época. Fue una aterradora batalla entre humanos y microbios que se cobró 15.000 vidas y desafió el entendimiento humano. El agua del surtidor situado frente al número 40 de Broad Steet tenía muchos adeptos, y más en aquel caluroso verano. Allí, muy cerca de donde un siglo después Mary Quant lanzaría la minifalda, empezó todo. En pocos días, el vecindario se llenó de vómitos, espasmos musculares, dolores abdominales y “deposiciones de agua de arroz”, que precedían el fin de la vida en pocas horas. A las carretas llenas de cadáveres siguieron los anuncios de remedios milagrosos y las falsas teorías sobre la epidemia, algo muy actual.

La mayoría médica y científica (con The Lancet en la proa) sostenía que el mal se propagaba por el miasma que emanaba de la insalubre Londres. Frente a ellos, Snow defendía que era un agente ingerido, pero necesitaba demostrarlo. La ayuda se la proporcionaría un hombre de Dios: el párroco Whitehead. Snow, investigador, abstemio y miembro de la Sociedad Médica de Westminster, y Whitehead, misionero al servicio de los humildes y aficionado a las tabernas, formarían una simbiosis tan extraña como decisiva contra la pandemia. Jonhson defiende que la experiencia que Whitehead aportó a la investigación se fundamentó más en su conocimiento social de la comunidad que en su fe.

Para el autor de El mapa fantasma, el religioso “era un conector clásico que conocía a todos en el vecindario, lo que le permitió rastrear mucha información, incluido el paciente cero del brote, que Snow no pudo encontrar”, señala a través del correo electrónico. “Este es un tema recurrente en la historia de la innovación: personas con habilidades muy diferentes que se unen para resolver un problema. Snow era un científico y pensador brillante, pero no estaba particularmente dotado de habilidades sociales”. El trabajo de ambos cristalizó en un mapa que compendiaba los argumentos científicos que harían comprensible la crisis sanitaria.

El doctor anestesista John Snow. La epidemia de cólera de 1854 deja dos lecciones, sostiene Johnson, “muy cruciales en la era de la covid-19”. “La primera es que los brotes mortales de enfermedades pueden de hecho ser derrotados, si escuchamos a la ciencia y la salud pública, si trabajamos en colaboración para combatir estas terribles amenazas. El cólera fue uno de los asesinos más mortales en Londres cuando John Snow comenzó su investigación, pero solo doce años después se había ido de la ciudad para no volver nunca más”, alienta.

La segunda lección que nos lega es “el poder de los datos para mantenernos a salvo”. “Snow”, apoya Johnson, “nunca vio la bacteria del cólera directamente, pero desarrolló una teoría sobre cómo prevenir su propagación al observar patrones en la información que recopiló. Hoy estamos en la misma situación con el coronavirus: todavía no tenemos vacunas ni curas, pero podemos aprender a combatir el brote y aplanar la curva si tenemos una buena recopilación y análisis de datos”.

En la primera edición de The Ghost Map, publicada en 2006 en el mercado anglosajón, Johnson ya apuntaba la amenaza de una pandemia como la que sufre el mundo con el coronavirus. En 2020 suena profético. “Muchas personas me han dicho que las predicciones al final del libro parecen extrañas por lo que ha sucedido, pero, honestamente, era bastante obvio que este tipo de pandemia era una posibilidad real. Cualquiera que haya pasado algún tiempo pensando en los patrones de las enfermedades infecciosas habría dicho que era al menos probable, si no inevitable”.

Del mismo modo que la tragedia del cólera definió nuevas pautas, Johnson intuye que el coronavirus también traerá grandes cambios a escala global. “Ciertamente, cambiará muchos sistemas en los Estados Unidos y Europa. Hasta este año había una sensación general de que los brotes de enfermedades respiratorias importantes eran algo que sucedía en gran medida en Asia y rara vez representaba una amenaza aquí. Espero que hayamos aprendido la lección, y cuando surja un brote adicional, como inevitablemente ocurrirá, creo que lo tomaremos mucho más en serio desde el principio”, confía.

El reverendo Henry Whitehead. Con todo, presiente que “probablemente, el cambio más notable será el uso de máscaras metropolitanas en la temporada de gripe, que se volverá mucho más común en Estados Unidos y en Europa, más cerca de lo que se ve hoy en China”. “Y sospecho que habrá aumentos sostenidos en las personas que elijan trabajar desde casa, incluso después de que termine la crisis de la covid-19”, añade.

Johnson considera que “la verdadera pregunta” que hay que hacerse “es si vamos a ser golpeados por las olas crecientes de nuevas enfermedades pandémicas emergentes: la próxima podría ser mucho peor, si se parece más al virus H1N1 del brote de 1918”, la llamada gripe española. En su opinión, “deberíamos gastar muchos más recursos para protegernos de este tipo de amenazas futuras, y mucho menos en la preparación militar tradicional”. Lo dice “particularmente” por su país, “que gasta una cantidad absurda de dinero en el mantenimiento de su ejército en lugar de la en la salud pública y el control de enfermedades”.

Las pandemias, mantiene el divulgador científico, son un recordatorio de que el hombre no es el centro del universo: “A pesar de todos nuestros logros y nuestra enorme población creciente, si se mide en términos de organismos o biomasa, las bacterias aún dominan el planeta”. “Si los seres humanos desaparecieran de la noche a la mañana”, razona, “el mundo seguiría feliz sin nosotros. Pero si las bacterias desaparecieran, toda la vida en la Tierra se detendría rápidamente”. “Por supuesto”, remacha, “los virus no son lo mismo que las bacterias: las bacterias realmente hacen una gran cantidad de trabajo importante para nosotros y para la continuidad de la vida en la tierra. ¡Los virus no son tan útiles!”.

martes, 13 de octubre de 2020

_- Qué hace que algunas personas tengan más suerte que otras (y una técnica para ser más afortunados).

_- La suerte que tengas puede dependes de cómo piensas y cómo te comportas.

¿Por qué algunas personas son más afortunadas que otras?
Si alguna vez te hiciste esa pregunta, sigue leyendo.

"La gente crea su propia buena y mala suerte", asegura el psicólogo Richard Wiseman. 
 
¿La conclusión? La suerte no es una habilidad mágica o el resultado del azar. Se trata de cómo pensamos y nos comportamos.

Así, las personas a las que llamamos "afortunadas" en realidad están haciendo cuatro cosas bien.

1. Aprovechar nuevas oportunidades

Las personas que se autodefinen como afortunadas son capaces de detectar y aprovechar oportunidades en el momento adecuado.

Cuando se les presenta un nuevo camino, lo transitan sin dudarlo.

Las personas con suerte, según el psicólogo Richard Wiseman, saben aprovechar las oportunidades.

En cambio, con la gente desafortunada sucede exactamente lo contrario, dice Wiseman.

"Viven fijados en una rutina. Así que, aunque se les presente una oportunidad, tienen mucho miedo de aprovecharla".

2. Seguir nuestro instinto
Aprovechar esa nueva oportunidad tiene mucho que ver con seguir nuestros instintos.

Y los afortunados no tienen miedo de hacerlo.

Si algo les da buenas sensaciones, hacen un acto de fe y se lanzan a ello.

El psicólogo Richard Wiseman aconseja concentrarse en las cosas buenas y seguir nuestros instintos.

Pero las personas con mala suerte son analíticas por naturaleza y tienden a pensar demasiado en la situación, lo que termina convirtiéndose en una gran desventaja.

Según Wiseman, "les lleva más tiempo decidir las cosas y, a menudo, su forma de pensar no es muy útil".

3. Confiar en que todo saldrá bien

Como optimistas que son, los afortunados esperan lograr el éxito en todos los proyectos que emprenden.

"Esperan que las cosas salgan bien, y esa convicción se convierte en una profecía autocumplida", afirma Wiseman.  

Puede que no funcione siempre, pero tener una actitud positiva los ayuda a seguir adelante incluso en momentos difíciles.

Esta cualidad tiene un efecto dominó y termina atrayendo a otras personas.

Tener expectativas positivas puede ayudar a tener resultados positivos.

En las personas con mala suerte, su naturaleza pesimista los domina.

Como resultado, dice Wiseman, la gente "tiende a evitarlos porque siempre están muy apagados".

4. Mantenerse positivo

La clave es mantenerse positivo.

A todos nos suceden cosas malas, pero los afortunados consiguen recuperarse de esas experiencias.


Aprenden de las situaciones y siguen adelante.

Esto transforma la mala suerte en buena.

La gente afortunada se mantiene positiva para transformar la mala suerte en buena suerte.

Pero los que se consideran "desafortunados" se dejan arrastrar incluso por las cosas negativas más banales.

Están convencidos de que el futuro será sombrío y de que no merece la pena intentar cambiarlo.

¿Quieres tener suerte?

Por suerte, hay esperanza.

Richard Wiseman afirma que adoptar ciertas técnicas puede ayudar a cualquiera a pensar y comportarse como una persona con suerte.

Una de ellas es mantener un "diario de la suerte" para ser más afortunados.

"Apunta lo más positivo y afortunado que haya sucedido hoy, sin importar lo trivial que sea".

Ser consciente de las cosas buenas que nos pasan puede ser útil para tener una perspectiva positiva.

Esto contribuye a reducir la negatividad y ayuda a centrarse en los aspectos positivos de la vida.

Es cierto que algunas de las cosas que nos pasan están fuera de nuestro control, pero mantener un "diario de la suerte" puede ayudar a construir una actitud de resistencia frente a la adversidad.

Puede que no sea inmediato, dice Wiseman, "pero después de una semana, más o menos, comienza a tener un impacto real en la gente".