Tenía información de primera mano: su abuelo era Baldur von Schirach, presidente de las Juventudes Hitlerianas, organización destinada a adoctrinar en el nazismos a niños y niñas alemanes. El éxito de la novela hizo que la historia se llevara al cine y el encargado de la adaptación fue Marco Kreutzpainter, conocido por Tormenta de verano y Trade, producida por Roland Emmerich. Se estrenó en 2019 y en España se cambió el título por Historia de un crimen. ¡Un gran error!
¿Qué cuenta Historia de un crimen?
Caspar Leinen es un joven e inexperto abogado que tan solo lleva tres meses ejerciendo su oficio. Su vida cambia cuando le adjudican la defensa de Fabrizio Collini, acusado de matar al empresario Hans Meyer sin tener, aparentemente, un motivo. El reo se niega a hablar, ni siquiera con el letrado que se enfrenta a un juicio de gran interés popular y a su propio pasado: la víctima es el abuelo de Johana, su novia de la infancia, un hombre importante en la vida de Caspar que siempre le quiso como a un padre. Para el joven abogado, este juicio será decisivo: la acusación la lleva Richard Mattenger, un letrado a quien Caspar admira desde que fue su profesor durante la carrera, y además, se va a destapar uno de los mayores escándalos judiciales de la historia de Alemania.
Una película, tres líneas temporales
La cinta nos cuenta la historia desde tres épocas diferentes: la actualidad, donde transcurre el juicio; los años 80, en la niñez y adolescencia del protagonista: y la Segunda Guerra Mundial, donde se produce la relación entre el asesino y su víctima. "He querido dar veracidad a la película, que se ha convertido en un material cinematográfico moral, ya que puedes indignarte con la historia y a la vez empatizar con el héroe que lucha por hacer justicia. Ese es el deber básico del ser humano, hacer justicia y que sirva para algo", dijo el director.
La película se rodó entre Alemania, sobre todo en el barrio berlinés de Moabit, y en Italia, tanto en escenarios reales como en el estudio. La sala del tribunal es un decorado, que hubo que construir en tiempo récord. Está inspirada en una sala de audiencias que existe en el barrio berlinés de Schöneberg y el director quería tener al acusado dentro de una caja de cristal a la que se accediera a través de un pasillo subterráneo, ya que quería dar la impresión de ser un boxeador subiendo al ring.
La elección de Elyas M'Barek fue un acierto
El actor Elyas M'Barek interpreta al abogado Caspar Leinen. Es toda una estrella del cine alemán y ha trabajado en producciones internacionales como El médico, de Philip Stölzl, y La ola, de Dennis Gansel. "Cuenta el director que su elección estuvo motivada por ciertas ganas de venganza. "En el libro, Casper Leinen es un hombre blanco heterosexual, pero yo sentí que tenía que ser turco. Este actor no lo es, ya que su padre es tunecino y su madre es de Austria, pero aquí todos creen que es turco".
Para el director, Elyas aportaba un enfoque inusual y muy interesante para la película, porque no cumplía con la imagen típica de un abogado. "Alguien como él sería una especie de outsider en el mundo legal, sobre todo en 2001: su origen inmigrante, por parte de su padre, no encajaría con alguien que ha hecho carrera en la abogacía en Alemania. Casper es casi un desvalido y esto le aporta mucho a la historia: resulta hermoso ver como un outsider, empujado por su sed de justicia, crece moralmente y lo hace más allá de sí mismo, lo hace en nombre de toda una generación", contaba en una entrevista con Weltexpresso.
Una estrella llamada Franco Nero
El personaje de Fabrizio Collini lo interpreta el actor Franco Nero, famoso por su Django de 1966 -y por haberse casado con Vanesa Redgrave, y visto recientemente en El exorcista del Papa. "Cuando me dijo que estaba interesado en rodar la película me fui a Roma. Vive cerca del Vaticano. Tenía la cita a mediodía y era uno de los días más calurosos del año, con temperaturas de 40 y 42 grados. Yo llegué todo sudado, y le tenía a él delante y detrás de mí estaba el Vaticano. Parecía la escena de una película. Me llevó a su casa y me enseñó una habitación donde tiene colgados todos los carteles de sus películas. Ha sido un regalo poder trabajar con él".
Completan el reparto, Alexandra Maria Lara como Johanna Meyer, Manfred Zapatka como Hans Meyer y Stefano Cassetti, muy popular en estos momentos por interpretar al siniestro Caleb en la serie Antracita.
La 'amnistía' nazi
A finales de 1968 se promulgó la Ley Dreher por la que los crímenes de guerra que no hubieran sido cometidos por los altos cargos del nazismo quedaban prescritos. "Con esta ley se trataba los casos como delitos menores: cuando no se cometía algún tipo de asesinato intencionadamente por motivos personales, no se podía calificar de asesinato. Así que todos esos crímenes se juzgaron como homicidio involuntario y el homicidio involuntario, en Alemania, prescribe a los 20 años. ¡De repente no podías perseguir a los criminales de guerra! Aquello sacudió bastante mi visión del mundo”.
La película bucea en el sistema legal alemán que no hace justicia para todos: no reconoce los trágicos hechos por las SS y deja abandonadas a las víctimas. Por eso fueron muchos los que destacaron la importancia de la película, para evitar que el terrible pasado de Alemania caiga en el olvido y las heridas sigan abiertas. "El objetivo es visibilizar la pésima gestión que se hizo, sobre todo para que los jóvenes tengan muy presente el pasado y no idealicen épocas pasadas, tan vergonzantes para todos, sin conocer lo que realmente pasó", dijo el director. La película traza sus propios límites de la moral y la ética, y refleja la vetusta masculinidad que todavía tiene el poder judicial.
¿Qué paso en la vida real?
Baldur von Schirach, el abuelo del escritor Ferdinand von Schirach, pasó de ser jefe de la asociación de estudiantes nazis en Munich a jefe de las Juventudes Hitlerianas y, más tarde, gobernador del Reich en Viena. En 1933 se casó con Henriette, que formaba parte del círculo personal de Adolf Hitler. Pero la relación no duró mucho y terminaron siendo personas non gratas para el führer. Baldur, acusado de impulsar la deportación de miles de judíos, fue juzgado en el Tribunal Militar Internacional de Nuremberg: se libró de la pena de muerte y su condena fue de tan solo 20 años de prisión, que pasó en la prisión de Spandau, en Berlín. Se dice que el grito que pegó su mujer al escuchar la condena se escuchó fuera de la sala.
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