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domingo, 31 de marzo de 2024

Hace ahora 4 años...

Hace ahora cuatro años se declaraba en España, como en casi todo el mundo, el estado de alerta y se cerraba una gran parte de la actividad económica por la expansión de un coronavirus que comenzaba a provocar docenas de miles de muertos.

Hace ahora cuatro años, la oposición de derechas decía que en España gobernaba “el peor gobierno de la historia democrática”.

Hace ahora cuatro años, desde el primer momento de la pandemia, el Partido Popular calificó al gobierno progresista de “negligente”, lo acusó de “hundir a España” por su gestión y aventuró que Pedro Sánchez dejaría a España en la ruina cuando abandonara el gobierno.

Hace ahora cuatro años, el entonces secretario general del PP, Pablo Casado, acusaba al Gobierno de improvisar e ir detrás de los acontecimientos y, al final de 2020, de provocar una crisis económica marcada por sietes letras D: “depresión, déficit, deuda, desempleo, despilfarro, desigualdad, y disparando los impuestos a todos los españoles”.

Hace ahora cuatro años, los ideólogos al servicio de la derecha azuzaban esa ofensiva y el economista Daniel Lacalle decía:

– “Va a ser muy difícil que se recupere al menos un 40% del Producto Interior Bruto de España a los niveles previos de la crisis.”

– “El crecimiento será cero o de hasta el 2% en 2021”.

– “El déficit público puede alcanzar el 20%”

– “España va a aumentar el desempleo mucho más que en otros países”.

– “A este paso, el paro llegará al 35% y 900.000 empresas no llegarán a 2021″.

Ahora, cuatro años después de todo eso, sabemos lo que de verdad ocurrió y que esos augurios no tenían otro fundamento que el de tratar de acabar con el gobierno legítimo de España destruyendo de cualquier modo al adversario político:

– El PIB previo a la pandemia se recuperó en 2022.

– En 2021, el PIB español ya creció el 6,4%. Ahora, nuestra economía es la que más crece de la Unión Europea.

– Nuestro déficit público fue del 10,12% en 2021 y, cuando se publiquen los datos oficiales, sabremos que el de 2023 habrá sido de alrededor del 4%. La deuda pública que subió al 120% en 2020 para salvar la economía ya ha bajado casi 13 puntos desde entonces.

– En 2020 no se perdieron 900.000 empresas en España, sino unas 200.000 y la actividad de 323.000 autónomos, aunque sólo en la primera mitad de 2021 ya había aumentado un 51% la creación de otras nuevas. En junio de 2023 ya se había recuperado el número que había antes de la pandemia.

– La tasa de paro más alta por la pandemia fue del 16,2 y no ha dejado de bajar hasta el 11,7 de final del año pasado, 3,6 puntos más baja que la de Rajoy cuando dejó el gobierno o la de hace cuatro años.

– España crea más empleo que Alemania, Francia e Italia juntas. Ahora hay 1,6 millones más de empleos que hace cuatro años y 2,4 millones más que cuando Rajoy dejó de gobernar

– El Comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, declaraba ayer mismo que «España está en mejor forma que el resto de la UE».

¿Todo lo que ha hecho el gobierno de Pedro Sánchez en materia económica en estos cuatro años tan difíciles está bien? ¿Todas las medidas que ha adoptado han mejorado la vida de las empresas y el bienestar de todas las personas? Por supuesto que no, y yo mismo he criticado muchas de ellas. Pero hay algo que es obvio e indiscutible: la derecha se ha equivocado en todas y cada una de las predicciones catastróficas que ha hecho sobre la evolución de la economía dirigida por el gobierno de Pedro Sánchez. En todas.

Es más, lo que habría que preguntarse es si los resultados económicos que hemos obtenido, mucho mejores que los que hasta la persona más optimista podía esperar hace ahora cuatro años, no habrían sido incluso mucho más favorables para todos los españoles si el Partido Popular y Vox hubieran actuado de otra forma. Si no hubieran generado tanta desconfianza y hubieran aceptado con lealtad y patriotismo los resultados electorales, entendiendo que los españoles nos necesitamos todos unos a otros para salir adelante y, sobre todo, que no es sólo la derecha quien tiene derecho a gobernar en nuestro país y a imponer sus preferencias o los intereses que defiende al resto de los españoles. Aunque, por lo que se puede ver día a día, eso es como pedir peras al olmo.

domingo, 3 de marzo de 2024

EDUCACIÓN. Linda Darling-Hammond: “Los niños necesitan que les enseñen a lidiar con los móviles, no simplemente quitárselos”. La profesora de la Universidad de Stanford, al frente de la junta de educación de California, es una de las voces más influyentes en política educativa en Estados Unidos

Linda Darling-Hammond (Cleveland, Ohio, 72 años), presidenta de la Junta de Educación de California desde 2019, lleva toda una vida hablando, escribiendo, estudiando y enseñando sobre educación. Profesora en la Universidad de Stanford y asesora educativa durante la campaña presidencial de Barack Obama en 2008 y la de Joe Biden en 2020, ha escrito numerosos libros y artículos sobre política educativa y considera que la enseñanza se encuentra ahora en un punto de inflexión. 

Para la académica, que atiende por videollamada a EL PAÍS, los estudiantes de las nuevas generaciones necesitan menos memorización y más acompañamiento, exámenes donde puedan aplicar lo que saben y herramientas para que aprendan desde cualquier parte.

Pregunta: En 2015, durante una charla en Stanford sobre la evolución de la enseñanza, dijo que “la educación debe responder a la demanda de la era en la que se encuentra”. ¿En qué era estamos ahora?
Respuesta: En la de explosión de conocimientos, expansión tecnológica y cambios masivos en el mundo. Y, por supuesto, con la inteligencia artificial volviéndose aún más común y con más automatización, los trabajos que las personas tendrán que realizar y el conocimiento que necesitarán serán muy diferentes. Un ejemplo que a menudo menciono es que entre 1999 y 2003 se creó más conocimiento nuevo en el mundo que en toda la historia anterior a ese periodo. El conocimiento ahora se duplica más rápido cada año, por lo que la idea antigua de un plan de estudios que los alumnos pueden aprender año tras año y luego estar listos para el mundo ha quedado completamente obsoleta.

P: ¿Cómo debe ser esta “nueva” educación?
R: Los niños y adultos necesitan aprender continuamente por sí mismos, porque siempre habrá nuevo conocimiento para comprender, combinar, evaluar, analizar, sintetizar y aplicar. Además, estamos experimentando cambios masivos en la economía y el clima, lo que requiere el uso de la tecnología tanto para el trabajo como para el aprendizaje. Con eventos climáticos cada vez más frecuentes que afectan la asistencia escolar, la educación debe ir más allá de los confines físicos de las aulas tradicionales. La tecnología se convierte en un medio vital para asegurar que los estudiantes, incluso cuando no pueden asistir a la escuela, puedan seguir aprendiendo en línea y conectándose con sus compañeros y profesores.

P: Mientras esto cambia, el acceso a educación superior en muchos países sigue centrada en pruebas comunes, como la EBAU o los A-Leves en Reino Unido.
R: Durante la pandemia no se pudieron realizar muchas pruebas debido al cierre de los centros de evaluación. En Estados Unidos, hemos tenido una prueba durante muchos años llamada Scholastic Aptitude Test (SAT) que permitía el ingreso a la universidad. El 80% de las universidades abandonaron el SAT durante la pandemia, ya sea haciéndolo opcional o indicando que no les importaba en absoluto. Ahora están utilizando otras cosas para admitir estudiantes a la universidad.

P: ¿Por ejemplo?
R: El programa de Bachillerato Internacional, que está en 125 países, donde la evaluación es una combinación de trabajos de investigación y proyectos colaborativos. Cuando completas ese tipo de programa y te desempeñas bien en esas evaluaciones, que son mucho más prácticas, es un buen indicador de tu capacidad para hacer trabajos universitarios. En los Estados Unidos, está el programa de Colocación Avanzada, que ha estado realizando este tipo de pruebas y cursos en las escuelas secundarias y ahora están agregando proyectos a sus cursos y evaluaciones.

Quizás en el pasado, cuando la gente no tenía libros a los que acudir o Google para consultar, tenían que memorizar muchas cosas, pero ese no es el modo de aprendizaje más útil ahora

P: ¿Son este tipo de evaluaciones a las que debe aspirar el sistema educativo del futuro?

R: Las evaluaciones más productivas realmente te dan una idea de lo que los niños pueden hacer con su conocimiento, no se limitan a conocer cosas y elegir una respuesta entre cinco en una prueba de opción múltiple. Si vamos a tener evaluaciones, necesitan volverse más auténticas, basadas en el rendimiento y depender mucho menos de la memorización. Quizás en el pasado, cuando la gente no tenía libros a los que acudir o Google para consultar, tenían que memorizar muchas cosas, pero ese no es el modo de aprendizaje más útil ahora. Lo que necesitamos es ayudar a los jóvenes a aprender a indagar y aplicar sus conocimientos en la vida real.

P: En España no es posible, pero en los Estados Unidos y otros países los padres pueden elegir si inscriben a sus hijos en la escuela o si los educan en casa. ¿Cuál es su visión sobre la enseñanza en el hogar?
R: La educación en el hogar está aumentando en los Estados Unidos, y creo que se debe a que tenemos que alejarnos del modelo de escuelas de fábrica que heredamos de hace cien años. Estas escuelas son muy rígidas, burocráticas, jerárquicas y no están diseñadas para ser altamente individualizadas ni para satisfacer a los estudiantes. La educación en el hogar es, en parte, una reacción de las personas que piensan que sus hijos se están perdiendo en el modelo de fábrica, y que necesitan hacer algo diferente por ellos. Tenemos maestros y directores fabulosos que trabajan para adaptarse a las demandas de hoy, pero necesitamos rediseñar el modelo.

P: ¿Qué tipo de rediseño?
R: Por ejemplo, escuelas más pequeñas con 300 o 400 estudiantes, no 2.000. Diseñadas con un equipo docente que rodee a los estudiantes, planifiquen en función de ellos, ofrezcan instrucción interdisciplinar y tengan tiempo para esa planificación. Que los estudiantes participen en programas de asesoramiento durante cuatro años, donde tienen un profesor que se queda con ellos y se encarga del aprendizaje social y emocional, controla su desempeño académico y está en contacto con los padres. En esos entornos, los niños están prosperando, mientras que en las escuelas de modelo de fábrica, muchas veces no lo están.

Insistir en volver a la “normalidad” está empeorando las cosas

P: En 2023 se publicó el último el informe PISA y en un gran número de países la puntuación disminuyó en comparación con años anteriores.
R: La pandemia fue traumática y lo fue de muchas maneras. No solo que los niños estuvieran fuera de la escuela física, sino que estaban en línea y aprendiendo de diferentes maneras. Las familias estaban traumatizadas, los niños perdían a sus padres y abuelos, hubo una interrupción económica. Estamos en un período de tiempo donde, nuevamente, las escuelas no pueden funcionar como solían hacerlo. Y hay dos impulsos diferentes. Algunas han dicho: aprovechemos lo que hemos aprendido en la pandemia, las formas en que usamos las tecnologías, en que comenzamos a cambiar el aprendizaje. Otras dicen: volvamos a la normalidad, y quieren que las escuelas vuelvan a ser exactamente como eran en 2019. Eso no va a funcionar. Insistir en volver a la “normalidad” está empeorando las cosas.

P: ¿Estar en el top del informe PISA equivale a tener un mejor sistema educativo?
R: Dice algo [del sistema de ese país]. Las evaluaciones PISA son mejores que otras evaluaciones porque son un poco más progresistas y tratan de evaluar cosas como la colaboración, la resolución de problemas y la aplicación del conocimiento. Nos dicen algo sobre la calidad [educativa] dentro de un país, por ejemplo, cómo de bien lo hacen la mayoría de los estudiantes. También hay otras cosas que están sucediendo que no tienen que ver con el sistema educativo. Si tienes pobreza y los niños no tienen suficiente para comer o un lugar para vivir, el sistema educativo no puede curarlo. Y hay bajas puntuaciones en PISA asociadas con esas condiciones sociales. Eso no es culpa de las escuelas. Cuando las personas miran este tipo de calificaciones, tienen que tomarlo con precaución y decir, “bien, ¿qué más tendríamos que preguntar para entender qué está pasando?”.

P: Uno de los desafíos actuales, ha mencionado, son las nuevas tecnologías. En España, uno de los principales debates al respecto es si el teléfono móvil debería prohibirse o no en las escuelas.
R: Parte de la presión para prohibir los teléfonos es doble: los niños están en sus móviles y no prestan atención; y las redes sociales, que son tan destructivas para los estudiantes. Francamente, no creo que prohibir el teléfono reduzca la cantidad de distracción. Los niños necesitan que les enseñen a lidiar con estas cosas, no simplemente quitarlas. Hay cierta utilidad en establecer algunos límites en el uso de teléfonos en algunos momentos en la escuela, pero también quizás no ignorarlos por completo y ayudar a los niños a aprender a usarlos. Tenemos que aprender a lidiar con eso en lugar de simplemente decir: vamos a reprimirlo.

P: ¿Cuál es su visión de la educación ideal en los próximos 15 años?
R: Aquella en la que las escuelas son más personalizadas, con apoyos integrados para los estudiantes, que se centran en el desarrollo social, emocional y académico, de manera que los alumnos puedan ser aprendices empoderados que utilicen y accedan al conocimiento y sepan aplicarlo en todas las situaciones desafiantes que formarán parte de su mundo.

domingo, 16 de abril de 2023

_- PRECARIEDAD. Joan Benach: “Una economía que necesita personas precarias dopadas con cafeína y ansiolíticos no es sana” Es el coordinador del equipo de expertos del Ministerio de Trabajo que ha estudiado la relación entre los problemas de salud mental y la precariedad, una “pandemia tóxica”

_- Es el coordinador del equipo de expertos del Ministerio de Trabajo que ha estudiado la relación entre los problemas de salud mental y la precariedad, una “pandemia tóxica”.

Joan Benach (Barcelona, 65 años), doctor en Salud Pública por The Johns Hopkins University y catedrático de Sociología en la Universitat Pompeu Fabra, ha coordinado la elaboración del informe Precariedad laboral y salud mental. Conocimientos y políticas, un encargo del Ministerio de Trabajo. Este estudio calcula que un tercio de los problemas de salud mental en la población activa son atribuibles a las jornadas interminables, los bajos salarios y tantos otros determinantes de la precariedad. “Cambiar la realidad no solo requiere hacer visibles los problemas y comprender sus causas, sino, sobre todo, disponer del poder político necesario para actuar y evitar la pandemia tóxica que hoy representa la precariedad laboral y social”, dice en una entrevista con este periódico a través de correo electrónico.

Pregunta. España es un país con salarios por debajo de la media europea, con una tasa de temporalidad en la franja superior, con una proporción de desempleo altísima y la más elevada entre los jóvenes, trabajamos más horas que la media de la OCDE y distribuidas de forma más expandida a lo largo del día. ¿Su estudio ha encontrado una relación causal entre estas variables y la alta prevalencia de problemas de salud mental?
Respuesta. Contrariamente a lo que se suele creer, la precariedad laboral no solo tiene que ver con el tipo de contrato o el salario, sino que es un fenómeno multidimensional. Además de la estabilidad y seguridad, es imprescindible tener en cuenta la escasez de derechos, el escaso poder de negociación, o la vulnerabilidad, indefensión y discriminación que se padece cuando se trabaja. El conocimiento científico muestra con claridad cómo la precariedad laboral es un determinante social tóxico de la salud. El mal empleo penetra en los cuerpos y mentes de las personas precarizadas y genera ansiedad, depresión, abuso de drogas y alcohol, y un mayor riesgo de suicidio.

P. ¿Qué ha aprendido sobre la relación de precariedad y salud mental que no supiera antes de la elaboración de este estudio? ¿Cuáles son los aspectos más originales?
R. El estudio, que próximamente será publicado de forma más extensa como libro, es original por dos razones principales. En primer lugar, porque es la primera vez en el mundo que un Gobierno encarga un estudio sobre dos temas de tanta importancia social como son la precariedad laboral y la salud mental. Y segundo, porque, para comprender temas tan complejos, hemos hecho un trabajo transdisciplinar integrando el mejor conocimiento disponible de la sociología, derecho del trabajo, epidemiología, psicología y salud pública, entre otras disciplinas. Mediante una visión crítica, hemos logrado obtener una síntesis nueva y plantear propuestas políticas que van mucho más allá de la visión limitada y fragmentaria de cada disciplina.

P. Una de las conclusiones más contundentes es que un tercio de los casos de depresión en la población activa en 2020 son atribuibles a la precariedad. ¿Le sorprendió este resultado?
R. No. Hace años mostramos que el impacto sobre la salud mental era más del doble en los trabajadores precarizados, siendo los más afectados la clase trabajadora, migrantes, jóvenes y mujeres. Pero es esencial comprender mejor las causas y el impacto global de la precariedad sobre nuestras vidas. Es lamentable que aún no dispongamos de un sistema de información e investigación adecuado para medir integralmente la precariedad, con indicadores válidos y comparables. En la sociedad actual no basta con medir el desempleo y la temporalidad, hay que medir todas las dimensiones de la precariedad laboral y social y conocer todos sus efectos en la salud y calidad de vida.

P. ¿Qué reacción le genera la frase “no necesitas un psicólogo, necesitas un sindicato”, que tanto se ha popularizado últimamente? ¿Qué es más importante para que mejore la salud mental de los españoles: una caída en los índices de precariedad o un refuerzo de la atención psicológica y psiquiátrica en la sanidad pública?
R. Tratar de eliminar la precariedad laboral a la vez que atender a las personas que sufren trastornos de salud mental derivados de su situación laboral deben ser objetivos complementarios. Hay que prevenir y hay que curar y cuidar: ambas cosas son imprescindibles. Ahora bien, el precarizado y excesivamente medicalizado sistema de salud mental no puede evitar el sufrimiento de muchas personas que a menudo se autoculpabilizan de sus dolencias. La precariedad laboral es un problema social causado por tener relaciones de empleo y trabajo nocivas. Por tanto, las soluciones sobre la precariedad y el sistema de salud, deben ser políticas. Eso significa que hay que politizar el sufrimiento generado por la precariedad.

Más que aumentar el número de profesionales, que también es necesario, lo que necesitamos es desarrollar una salud mental comunitaria donde casi todo está por hacer”

P. Intentando ser más concreto, ¿haría más por la salud mental de los españoles una reducción de entre cinco u ocho horas de la jornada semanal, como plantean en su estudio, o que se triplique el número de psicólogos y psiquiatras de la sanidad pública, hasta situarnos en la media europea?
R. El informe propone numerosas recomendaciones, así como la necesidad de abrir debates sociales tan importantes como el trabajo garantizado, la renta básica universal, la democratización de las empresas o el tiempo de trabajo. Acortar las jornadas laborales y reducir la precariedad podría tener un impacto muy positivo. Permitiría reducir el desempleo, racionalizar horarios, el estudio y la vida familiar, así como aumentar las relaciones sociales y la participación política. Al mismo tiempo, mejoraría el descanso, la salud y la calidad de vida. En relación con la atención, más que aumentar el número de profesionales, que también es necesario, lo que necesitamos es desarrollar una salud mental comunitaria donde casi todo está por hacer. Un sistema público, no precarizado y no medicalizado, cuyo centro de gravedad sean la atención primaria y los determinantes sociales, y que trabaje en estrecha coordinación con los sistemas de protección social.

P. España es el país con mayor consumo de ansiolíticos por habitante. ¿En qué medida depende la economía española, o al menos su mercado de trabajo, de una fuerza laboral que realmente no está en condiciones reales de trabajar de forma saludable?
R. Medicalizar los trastornos de salud mental derivados de la precariedad laboral tratando de solucionar problemas a base de consumir medicamentos no es una solución adecuada. Primero, porque no va a la raíz del problema, lo que significa que en el mejor de los casos la medicación trata síntomas y no causas. Segundo, porque la utilización masiva de medicamentos genera dependencia y iatrogenia, es decir, efectos secundarios que dañan la salud; y tercero, porque aumenta la aceptación de una realidad social intolerable. Eso se ve claro con un fenómeno insuficientemente estudiado como es el presentismo laboral, es decir, el tener que ir a trabajar incluso estando enfermos. Una economía que necesita personas precarias, dopadas con cafeína, ansiolíticos y antidepresivos para poder trabajar no es una sociedad sana.

P. ¿En algún momento se le ha pasado por la cabeza, como apuntan desde algunos sectores, que esta prevalencia tan alta de los problemas de salud mental y de consumo de ansiolíticos puede no deberse a la precariedad, sino a que en España los trabajadores sean más vagos o más frágiles que en otros países?
R. Toda la evidencia científica nacional e internacional muestra que la precariedad laboral es un determinante social de la salud. Eso comporta sobre todo dos cosas: a mayor precariedad laboral, peor salud mental; y que esta produce desigualdades entre grupos sociales, donde la clase trabajadora, mujeres, migrantes y jóvenes son los más afectados, además de colectivos olvidados como los trabajadores culturales, las personas con diversidad funcional, las personas trans, entre otros. Ello indica que no estamos ante un problema individual sino ante un fenómeno social y colectivo que requiere de la acción política para ser eliminado. Una visión individual del fenómeno no permite entender sus causas estructurales, además de que culpabiliza a las personas de su sufrimiento y salud.

P. ¿En qué sectores cree que los trabajadores sufren más problemas de salud mental?
R. La reciente pandemia puede ayudar a ilustrar la situación. Con la covid-19 se habló mucho, casi siempre retóricamente, de la importancia de trabajadores y trabajadoras esenciales. Colectivos que trabajan en sectores como la salud, educación, cuidados, alimentación, transporte, cultura o comunicación, entre otros, con enfermeras, cajeras de supermercado, camareros, educadoras, transportistas, limpiadoras, cuidadoras de niños o ancianos, trabajadoras de servicios sociales, periodistas y artistas, entre otros muchos trabajos. Trabajos que son esenciales, pero que están insuficientemente valorados y mal pagados, y que lleva a cabo la clase trabajadora o una clase media proletarizada, donde predominan muchas mujeres y migrantes.

Aunque los estudios son aún limitados, quienes trabajan en las plataformas digitales presentan elevados niveles de estrés, malestar emocional, trastornos del sueño, ansiedad y depresión”

P. ¿Qué papel cree que juegan plataformas como Uber y Glovo, que mantienen relaciones por cuenta ajena con sus empleados, aunque en la práctica sean laborales, en este debate?
R. La economía de las plataformas digitales ilustra muy bien la preocupante realidad de la precariedad laboral. Quienes trabajan allí se ven sometidos a salarios exiguos, una disciplina constante, pero invisible, horarios laborales irregulares, largas jornadas y frecuentes episodios de discriminación. Aunque los estudios son aún limitados, quienes trabajan en las plataformas digitales presentan elevados niveles de estrés, malestar emocional, trastornos del sueño, ansiedad y depresión.

P. ¿Cree que la prevalencia de los problemas de salud mental de los trabajadores españoles va a empeorar o a mejorar en los próximos años?
R. La precariedad no es un destino inexorable ni una maldición histórica. Como todo problema social, todo dependerá de las políticas que se lleven a cabo. En el informe señalamos un gran número de intervenciones basadas en el mejor conocimiento disponible, pero cambiar la realidad no solo requiere hacer visibles los problemas y comprender sus causas, sino, sobre todo, disponer del poder político necesario para actuar y evitar la pandemia tóxica que hoy representa la precariedad laboral y social. No debemos aceptar tener que trabajar para poder existir, sino reclamar poder trabajar y vivir dignamente en un entorno habitable y con buena salud. Como señala la periodista filipina y premio nobel Maria Ressa, la pregunta es: ¿qué estamos dispuestos a hacer y sacrificar para lograrlo

sábado, 24 de diciembre de 2022

¿La pandemia te cambió la personalidad? Probablemente.

El coronavirus lleva dos años perturbando la vida social. Un estudio reciente sugiere que ahora somos menos extrovertidos, creativos, afables y meticulosos, sobre todo los jóvenes.

Asistir a clases, crear primeras impresiones memorables en el nuevo trabajo de oficina o llenar el auditorio de un concierto: muchos eventos sociales que habían sido ritos de paso para los jóvenes se vieron alterados por la pandemia de coronavirus.

Eso ha hecho que personas como Thuan Phung, un estudiante del penúltimo año en la Escuela de Diseño de Parsons que vive en Hell’s Kitchen en Manhattan, se sienta “raro” con las interacciones en la vida real. Después de dos años de clases en línea, regresó a las aulas.

“En Zoom puedes silenciar la conversación”, dijo Phung, de 25 años. “Me tomó un tiempo saber cómo hablar con la gente”.

Ahora, un estudio reciente sobre la personalidad sugiere que la incomodidad que él experimenta no es inusual para la gente de su generación, quienes se vieron forzados a aislarse debido a las restricciones generadas por la pandemia cuando tenían unos 20 años, una época de ansiedad social para muchos.

La covid no solo reconfiguró la manera en que trabajamos y nos relacionamos con los demás, sino que también cambió nuestra forma de ser, según el estudio que también encontró que algunos de los efectos más pronunciados se observaron entre los adultos jóvenes.

Es posible que los rasgos principales de nuestra personalidad se hayan atenuado un poco, de manera que nos hemos vuelto menos creativos y extrovertidos, no tan agradables y menos escrupulosos, según la investigación que fue publicada en septiembre en la revista PLOS ONE.

Estos declives equivalen a “cerca de una década de cambio de personalidad normativo”, señaló el estudio. Los menores de 30 años mostraban una “madurez alterada”. Ese cambio es contrario a la forma en que normalmente se desarrolla la personalidad de un adulto joven a lo largo del tiempo, escribieron los autores.

“Si los cambios son duraderos, esta evidencia sugiere que los eventos estresantes para toda la población pueden sesgar ligeramente la trayectoria de la personalidad, sobre todo en los adultos más jóvenes”, indicó el estudio.

Los autores del estudio sobre la personalidad se basaron en los datos de Understanding America Study, un panel por internet de la Universidad del Sur de California que en 2014 comenzó a recopilar las respuestas de encuestas, a partir de datos disponibles al público de unos 7000 participantes que respondieron a una evaluación de la personalidad administrada antes y durante la pandemia.

Angelina Sutin, autora principal del artículo y profesora de la Universidad Estatal de Florida, dijo que los resultados del estudio mostraron que, en promedio, la personalidad de los participantes se alteró durante la pandemia, aunque enfatizó que los hallazgos solo captaron “un momento en el tiempo” y podrían ser temporales.

“La personalidad tiende a ser bastante resistente al cambio. Quizá solo una pandemia mundial o algo de ese tipo” la afecte dijo Sutin. “Pero es difícil señalar con exactitud qué aspecto de la pandemia provocó estos cambios”.

Sutin y sus coautores tampoco saben si esos cambios de personalidad persistirán.

Los investigadores analizaron cinco dimensiones de la personalidad: el neuroticismo, es decir la tolerancia al estrés y a las emociones negativas; la apertura, definida como la falta de convencionalismo y la creatividad; la extroversión; la afabilidad, o el hecho de ser “confiado y directo”; y la meticulosidad, el grado de responsabilidad y organización de una persona.

Gerald Clore, profesor emérito de psicología de la Universidad de Virginia, dijo que los autores fueron “cautelosos” en sus conclusiones y en subrayar la necesidad de nuevos estudios para reexaminar los resultados.

La pandemia en sí misma fue un “experimento formidable”, dijo Clore, quien teorizó que tal vez haya sido la reestructuración de las rutinas, en vez del estrés general, lo que modificó la personalidad de las personas.

Quizá como un reflejo de los cambios que hubo, el interés por la psicoterapia se disparó durante toda la pandemia, según comentaron varios terapeutas. La terapia virtual también está en auge.

En Talkspace, una plataforma que ofrece terapia en línea, el número de usuarios individuales activos aumentó un 60 por ciento desde marzo de 2020 hasta un año después, dijo John Kim, un portavoz de la compañía.

El número de adolescentes que buscan terapia en BetterHelp aumentó casi cuatro veces desde 2019, declaró un portavoz de esa compañía que ofrece terapia en línea.

Los terapeutas que ejercen en Estados Unidos dicen que han observado que sus clientes tienen dificultades para sortear las restricciones de la vida pandémica y lidiar con las vicisitudes de las normas sociales.

Nedra Glover Tawwab, una terapeuta con sede en Charlotte, Carolina del Norte, que tiene un consultorio privado y más de un millón de seguidores en Instagram, dijo que notaba una creciente incomodidad a medida que la gente se reintegraba poco a poco a las rutinas del pasado, como trabajar en una oficina.

“Nos hemos acostumbrado tanto a aislarnos que ahora creemos que nos encanta”, mencionó Glover Tawwab. “Pero, ¿eres así de verdad? ¿O es lo que has tenido que aceptar durante esta época?”.

Algunas personas han sobrellevado el estrés, el agotamiento y la frustración de la pandemia con una nueva actividad: gritar en espacios abiertos junto con otras personas. La tendencia ya lleva más de un año atrayendo participantes.

Sarah Harmon, una terapeuta en Boston, organizó su primer evento de gritos primitivos en marzo de 2022 para dejar de lado los sentimientos que, según dijo, estaban explotando.

“La pandemia no nos dio nada; no permitía nada de esa liberación, nada de esa recarga”, dijo Harmon.

También explicó que la proliferación y popularidad de esos eventos muestran que las personas tienen necesidades insatisfechas y pocas formas de procesar o liberar sentimientos reprimidos como la ira.

Desde abril, Heather Dinn, de Zionsville, Indiana, ha organizado grupos que se reúnen en un campo de fútbol para gritar cada mes. Ella dice que el grito es una oportunidad para que las personas que reprimieron sus frustraciones se liberen de una carga emocional “desbordante” antes de que estalle.

“Cuando dejamos que todo se quede atorado, simplemente se queda ahí y no va a ninguna parte”, dijo Dinn, terapeuta de salud y estilo de vida.

Delta Hunter, una terapeuta de Nueva York que organiza un grupo de terapia de ansiedad social, dijo que la pandemia “agravó” la ansiedad existente.

“Las personas desean conectarse y procesar juntas y no pudimos hacer nada de eso”, opinó Hunter. “Por eso la gente se sintió muy perdida”.

Los adultos más jóvenes, principalmente los adolescentes, se han enfrentado a mayores restricciones en las actividades y experiencias típicas de la adolescencia y la juventud, según concluyó el estudio de Sutin que también detectó que los individuos menores de 30 años mostraron las caídas más bruscas en la meticulosidad y la afabilidad.

“Cuando todo tu mundo se traslada al espacio virtual, pierdes ese campo de entrenamiento para poder ser más afable”, dijo Harmon, y añadió que observó mucha ansiedad social en las generaciones más jóvenes, quizá porque no habían acumulado tantas experiencias presenciales y la capacidad para afrontar situaciones.

Hace varios meses, el consultorio de Anviksha Kalscheur en Chicago creó un programa de apoyo a los adolescentes para ayudarles a afrontar sus sentimientos de desconexión y aislamiento.

Según la especialista, en general, los adolescentes expresaron una perspectiva negativa hacia el futuro y una mayor ansiedad social. Los terapeutas detectaron un “pequeño nubarrón” en la perspectiva de sus clientes cuando se trataba de percibir la incertidumbre de los años venideros, explicó Kalscheur.

La conexión, el apego y la interacción con terceros son fundamentales para el desarrollo de la personalidad, afirmó Kalscheur, y añadió que la identidad y la personalidad aún se están formando en los adolescentes más jóvenes.

“Están en esa etapa de desarrollo pero no están recibiendo esas señales, esos apegos, ese aprendizaje, es decir todas esas piezas diferentes que hay y en las que ni siquiera solemos pensar”, dijo. “Así que, por supuesto, tu entorno tiene un impacto enorme además en ese marco temporal concreto”.

Cuánto durarán los cambios del periodo pandémico sigue siendo una incógnita, según los autores del estudio.

Los terapeutas, entre ellos Glover Tawwab, afirmaron que el periodo de transición a la interacción en persona tras el peor momento de la crisis podría suponer una oportunidad para reintegrarse lentamente y volver a conectar con la gente y las experiencias de modo más intencionado.

“Este es un momento maravilloso para observar realmente qué cosas echas de menos y de qué cosas prefieres alejarte”, manifestó. “Así que ahora tenemos este tiempo para crear lo que de verdad queremos”.

Grace Wilentz, una poeta de 37 años que vive en Dublín, dijo que el lado positivo de la pandemia es que adquirió mayor conciencia de sí misma y eso la ha llevado a reavivar algunas amistades con personas que se había distanciado. Ha reservado tiempo para volver a conectarse con viejos amigos durante los almuerzos de los días de trabajo.

“Esperaba que esas relaciones fueran un difíciles de revivir”, dijo. “Pero, en cierto modo, son más ricas y sólidas”.

La transformación positiva es posible en tiempos de incertidumbre, dijo Kalscheur.

“A veces, se necesita un colapso real de nuestras normas sociales, culturales e incluso de salud mental para transformarnos en algo mejor”, dijo. “Es casi como si tuvieras que tocar fondo para volver a reconstruir”.

https://www.nytimes.com/es/2022/11/17/espanol/pandemia-cambio-personalidad.html

viernes, 18 de marzo de 2022

2022: La «normalidad»

En contra de lo que nos decían quienes dicen que lo saben todo, 2021 no fue el año de la recuperación. Y me temo que 2022 no abrirá -como también aventuraban- una nueva etapa de normalidad sin sobresaltos. Tenemos demasiados frentes por delante que aventuran intranquilidad.

La pandemia no termina de apagarse y el haber dado prioridad a los intereses comerciales y al egoísmo de los países más ricos puede provocar que sigan apareciendo nuevas variantes del coronavirus que impidan una recuperación completa de la actividad económica.

La inflación tardará meses en desaparecer, si es que no vuelve a hacerse crónica. Y la respuesta que avanzan los bancos centrales, subir los tipos de interés, solo va a provocar otro frenazo, con menos inversión y empleo, además de un incremento que puede llegar a ser muy problemático de la deuda pública y privada.

Los mercados no terminan de ajustarse y los bloqueos se dan por todas su esquinas, los suministros no llegan, los transportes se bloquean y miles de empresas no encuentran al personal que necesitan.

La economía internacional está viviendo una singular combinación de problemas de oferta y demanda en un clima en donde los mercados financieros, en lugar de dedicarse a financiar respuestas en el ámbito productivo, se dedican a inflar burbujas que tendrán que explotar sin remedio en algún momento.

Son problemas de nuevo tipo que no es posible resolver con respuestas del viejo libro de estilo que son las única que parece que tengan en cartera los bancos centrales. Mientras que los gobiernos hacen lo que pueden cargándose, eso sí, de una deuda creciente que en algún momento habrá que amortizar sin que nadie sepa decir cómo ni cuando.

A todo ello hay que añadir la tensión militar que se están generando, ahora con más intensidad en el este de Europa, en diversos lugares del mundo. Sus consecuencias pueden ser catastróficas al menor descuido pero, en cualquier caso, van a provocar problemas económicas importantes; por ejemplo, en forma de subida de los costes de la energía, más problemas de suministro, sanciones financieras con efecto dominó o crisis migratorias.

Europa no parece capaz de forjar un proyecto alternativo al de continua tensión que diseñan las potencias imperiales. Se contenta con hacer de monosabio de Estados Unidos, haciendo creer que desempeña un papel que en realidad no es otro que el de comparsa de los estadounidenses y pagano de sus privilegios: los americanos ya se han convertido en los primeros exportadores mundiales de gas y nos venden el gas a Europa un 40% más caro que el que recibimos de Rusia.

En todas esas condiciones será muy complicado que se pueda lograr una recuperación efectiva de las economías. Lo normal, si no cambian, es que se vayan deteriorando de nuevo sus bases estructurales, ya en crisis desde antes de la pandemia, aunque se registren tasas de crecimiento que puedan dar la falsa impresión de que comienzan a levantar vuelo.

España sufrirá esas tensiones, sobre todo, porque nuestro gobierno no dispone de apoyo parlamentario suficiente y leal y porque sus disensiones internas no están permitiendo que se genere la amplia complicidad social que sería necesaria para sacar adelante los proyectos reformistas que se propuso poner en marcha. Lo que está pasando con la reforma laboral es buena parte de ello.

Si el gobierno de Pedro Sánchez no es capaz de acelerar la agenda de reformar, invirtiendo con más celeridad y eficacia los fondos de recuperación, dándole más protagonismo a la sociedad civil y mostrando que avanza a pesar de todas las dificultades, podríamos estar entrando ya en el final adelantado de la legislatura.

La pandemia ha puesto en jaque al neoliberalismo porque ha demostrado que los principios que había venido vendiendo como todopoderosos frente a cualquier situación son, en realidad, un fiasco y que solo sirven para aumentar la riqueza de los más ricos. Y el efecto de esta crisis de legitimación es el mismo que han tenido otras anteriores del capitalismo: la promoción del populismo fascista. Es es la razón del crecimiento de una extrema derecha que no surge de la nada sino que nace financiada por las grandes empresas y bancos y bien acogida por los medios de comunicación. Es otro peligro en el horizonte.

Andalucía, como no puede ser de otro modo, está metida de lleno en este escenario. La derecha está empeñada de momento en aplicar la misma agenda que llevó a cabo en otras comunidades, la del desmantelamiento del ya de por sí delicado sistema de bienestar social y servicios públicos de nuestra comunidad, para privatizarlos en la mayor medida de lo posible; y, al mismo tiempo, eliminar todo tipo de trabas para que las grandes corporaciones financieras y fondos de inversión se queden con los trozos más apetitosos de nuestro aparato productivo. Se está produciendo el descuartizamiento progresivo de lo que iba quedando de nuestra economía, curiosamente, ante el silencio de una clase empresarial que solo piensa ingenuamente que puede tocarle alguna pedrea de las operaciones de compra que se vienen haciendo.

Enfrente, desgraciadamente, las fuerzas políticas de izquierda no dan la talla y solo podemos confiar en que la sociedad civil se dé cuenta de lo que le vendrá encima cuando hayan terminado con la sanidad y la educación públicas, cuando nuestras explotaciones agrarias, los hoteles y principales empresas queden en manos de fondos de inversión que solo buscan la rentabilidad más elevada posible a corto plazo y con independencia de producto que se obtenga o del servicio que se ofrezca.

Esperemos que 2022 sea el año en que las gentes corrientes de Andalucía se den cuenta de todo esto, despierten, levanten la voz y confluyan con la dignidad y la valentía que siempre ha tenido la buena gente de nuestro pueblo.

https://juantorreslopez.com/2022-la-normalidad/

domingo, 24 de octubre de 2021

_- Endogamia: la pandemia de la Universidad española

_- Por Susana Vega González | 19/10/2021 | Conocimiento Libre

Fuentes: huffingtonpost.es
No son pocos los casos de candidatos que se quedaron fuera de un proceso selectivo porque la plaza ya estaba pre-adjudicada a un favorito.

Imaginemos que una universidad española rechaza a un candidato en un concurso u oposición por el mero hecho de ser mujer. Ahora imaginemos que el rechazo es motivado por su orientación sexual. ¿Qué ocurriría? ¿Qué repercusión tendría ese hecho? Con toda seguridad se produciría una clamorosa condena y reivindicación desde diversos ámbitos: político, social, gubernamental, sindical, etc. La repercusión y reprobación global sería enorme.

Imaginemos ahora que una universidad española rechaza a un candidato por el mero hecho de no ser amigo o discípulo o pariente de determinada persona. Es decir, el rechazo no se produce en este caso ni por género ni por orientación sexual del candidato sino por sus contactos y amistades o relaciones. ¿Qué ocurriría? ¿Habría la misma condena y reivindicaciones? ¿Tendría la misma repercusión que los supuestos anteriores?

Según el diccionario de la Real Academia Española, la “actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución” se denomina “endogamia”. Y este es uno de los mayores males de la universidad española en general. No son pocos los casos de candidatos que se quedaron fuera de un proceso selectivo para plazas de docente-investigador universitario porque la plaza ya estaba pre-adjudicada a un candidato favorito, y favorecido por lazos de amistad o parentesco o similares. Y no son pocos los casos aparecidos en prensa y otros medios. Cuando esto ocurre, los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad en el acceso al empleo público—así como el derecho a un evaluador imparcial― quedan arrinconados y se elige al candidato no por ser el mejor sino por ser el más amigo o el más pariente, aunque haya otros candidatos mejores. 

Este fenómeno discurre por muchas de nuestras universidades sin que haya un clamor social, ni sindical, sin que se ponga el grito en el cielo por parte de las autoridades universitarias ni desde el ámbito político ni gubernamental. Hay una especie de normalización de la endogamia (=rechazo) y una suerte de aceptación encubierta que hace que en casos de rechazo de este tipo, no se ponga el grito en el cielo sino que las víctimas han de gritar solas, sabiendo que muchas veces el suyo es un grito en el desierto.

La palabra clave es el “rechazo” que, en el caso de la endogamia, se implementa generalmente mediante mala praxis, amaños de plazas y un despliegue de recursos reprobables que aseguran la plaza a un determinado candidato. En ocasiones se ve cierta confusión respecto al concepto de endogamia. Que un doctor trabaje en la misma universidad donde se doctoró nada tiene que ver con endogamia, si ese doctor logró su plaza en juego limpio, transparente y respetando los dictados constitucionales. Solo faltaba que a un candidato que resulte ser el mejor y de mejor currículum se le rechazara por haberse doctorado en esa universidad. (Hacer tal cosa sería un error y de ningún modo evitaría los amaños de plazas, pues la picaresca en este sentido es bien conocida en algunos casos reales en nuestro país).

Las consecuencias del fenómeno endogámico son varias y van en diversas direcciones:

1) Al no contratar al mejor candidato sino al más amigo, la calidad docente e investigadora merma y se tiende no a la excelencia sino a la mediocridad.

2) Los estudiantes padecen esa menor calidad en sus docentes, que sería más elevada si se contrataran a los mejores candidatos.

3) El gasto de dinero público que se produce en batallas judiciales por parte de las universidades enrocadas en defender lo indefendible (cuando se producen irregularidades en la adjudicación de plazas), lo pagan los contribuyentes con sus impuestos.

4) La salud mental de los docentes e investigadores que son víctimas de este fenómeno es otra consecuencia, especialmente silenciada, de la que no se habla. Ansiedad, angustia, estrés, depresión y otras dolencias son padecidas en silencio por las víctimas, mientras la rueda de un sistema lastrado continúa.


¿Dónde está la ética y los valores?
Se habla mucho de un solo valor, el de la igualdad de género, y se implementan asignaturas con la coletilla “perspectiva de género” mientras se obvian totalmente otros valores fundamentales. Parece como si valores como la ética y la justicia no fueran importantes. Cultivemos la igualdad de género pero olvidémonos de la igualdad en el acceso al empleo público, olvidémonos de cultivar la ética, la justicia.

Este no es el camino. No lo es. Alguien concienciado en igualdad de género pero carente de ética, de principios, y del sentido de la justicia no es precisamente un ejemplo a seguir. ¿Se pueden cambiar las cosas en la universidad española en lo tocante a la endogamia y la mala praxis asociada? Por supuesto que sí. Pero falta voluntad, no solo por parte de la clase política sino por parte de las propias autoridades universitarias. Tal vez falta valentía para defender lo éticamente correcto. ¿Para cuándo materias con “perspectiva de ética”? Disertar desde tribunas universitarias sobre un solo valor y olvidarse del resto de valores, siendo en algunos casos consentidor, partícipe y cómplice de procesos endogámicos antagónicos a la excelencia académica y humana, es no ver el bosque. Es volar bajo, por el peso del lastre. Ese no es el camino. Ni ese es el espejo en el que deberían mirarse los jóvenes de nuestra sociedad. 

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/endogamia-la-pandemia-de-la-universidad_es_616945cde4b0931431fbf9e1?ujgc 

 * Susana Vega González es filóloga y profesora de la Universidad de Oviedo.

sábado, 18 de septiembre de 2021

_- La digitalización de la vida y sus impactos en el sistema educativo

_- Por Luciana Jouli, Paulo Zambroni | 04/05/2020 | Conocimiento Libre
Fuentes: CLAE

Si sólo el trabajo del humano crea valor ¿cómo es la apropiación de ese valor que se genera en el espacio virtual? ¿Quiénes son los dueños de estas plataformas, con quiénes deben discutir los trabajadores? ¿Nos pone este escenario ante un complejo y competitivo espacio laboral que será aún más selectivo? ¿El conocimiento está a disposición de todos? ¿qué criterios usamos para el procesamiento de ese conocimiento?

Las plataformas comunicativas y de aprendizaje, el home office y la mediación virtual a partir de aplicaciones, atraviesan la vida diaria de los miembros del planeta, que hoy están viviendo el Covid-19 como un momento bisagra y de transformación en el desarrollo económico, social y político del mundo entero, del cual los trabajadores de la educación son parte.

Según la Cámara de Internet Argentina se registró un aumento del 29% del uso de internet durante la primera semana de aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina cuando los edificios educativos dejaron de funcionar, mientras que a la última semana del mes de abril las herramientas de videollamadas y conferencias han llegado a aumentar un 1.500 %.

Al parecer, el crack sanitario global es un catalizador que obliga a la humanidad a ensayar un nuevo orden de las cosas: un “nuevo orden mundial” se construye y se disputa. El aislamiento y confinamiento obligatorio fue determinado por los gobiernos en casi la totalidad de los países. Los ciudadanos globalizados se constituyen como objeto de esa prueba.

Los estados-nación, aunque algunos tienen más reflejos que otros, no responden con la misma inmediatez con la que el fenómeno se expande. Como jugadores o jugadoras que esperaban en el banco de suplentes, las plataformas y apps salen al campo de juego en la vida global, condicionando y determinando los vínculos sociales.

El coronavirus, según Aram Aharonian, es la primera gran pandemia del capitalismo, que desnuda la crisis de un sistema económico-social tal y como lo conocíamos. La digitalización de la economía, y su correlato en la disputa mundial por el control de la tecnología del 5G y el desarrollo de inteligencia Artificial, forman parte de los objetivos que orientan la lucha intercapitalista.

Quien triunfe en ese conflicto logrará dominar los tiempos productivos dentro de las nuevas relaciones sociales emergentes.

En otras palabras, la batalla intercapitalista principal es la que refiere al acortamiento de los tiempos sociales de producción, para la obtención de un mayor margen de riqueza y de extracción de plusvalía al conjunto de las clases subalternas. Con la llegada del Covid-19 al mundo, se intensificó dicha lucha.

Visualizamos la consolidación de nuevas formas de trabajo, en apariencia simpáticas y de “plena libertad”. Rappi, Glovo, Uber, Pedidos Ya (entre otras) son plataformas que generan nuevas relaciones laborales en donde ya no media el vínculo humano sino la virtualidad.

Se oculta la relación contractual y, sobre todo a quienes tienen el poder de expropiar lo que allí se genera. ¿A quién responden los trabajadores? ¿Con quiénes negocian?. Estos cambios en las relaciones de trabajo no significan otra cosa que mayor explotación y precarización.

Se observa entonces que la realidad se bifurca en dos planos integrados: una dimensión virtual, con una preponderancia cada vez mayor en la cotidianidad; y una dimensión territorial social, una realidad que se materializa en lo geográfico-local.

¿Una fuerza de trabajo prescindible?
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), al mes de abril, hay unos 826 millones de estudiantes en el mundo que no tienen acceso a un ordenador en sus hogares, y unos 706 millones de alumnos que, además, no tienen internet en sus casas.

Las cifras de la Unesco dan cuenta de que más de 1.500 millones de estudiantes han sido afectados por la pandemia, a partir del cierre de centros educativos en 191 países. La clausura temporal de colegios ya afecta alrededor de 90% de la población estudiantil de todo el mundo.

La directora de la Unesco, Audrey Azoulay, dijo en una entrevista que “Estamos entrando en un territorio inexplorado y trabajando con los países para encontrar soluciones de alta tecnología, baja tecnología y sin tecnología para asegurar la continuidad del aprendizaje”.

La pandemia nos empujó a reacomodar en menos de dos meses las estructuras educativas. Sin más, nos dispusimos a construir nuevas formas, a través de la virtualidad. Así vemos como en China están desarrollando la mayor experiencia de enseñanza virtual, donde más 200 millones de estudiantes toman clases por esta vía a partir del uso de internet y redes sociales.

Ejemplo de la confluencia en las redes de la educación es España, uno de los países más afectados por la pandemia, donde el número de conexiones a la plataforma de la Consejería de Educación (EducaMadrid) pasó de las 650.000 ingresos a 1,1 millones en una semana.

El incremento de páginas en la mediateca superó también el millón. En Argentina, el Ministerio de Educación, Educar S.A. y Contenidos Públicos S.A. crearon el portal seguimoeducando.com.ar y, a través del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) y las compañías de telefonía han garantizado que será sin costo la navegación por esta plataforma digital.

El sector de trabajadores, profesionales en general y de la educación en particular, creía en su condición imprescindible, en su exclusividad como fuerza de trabajo intelectual y, como dice el experto Luis Bonilla-Molina, estas discusiones sobre las transformaciones estructurales del sistema aparecían “como de ciencia ficción”.

Sin embargo, la pandemia Covid-19 nos muestra que el mundo ya no considera imprescindible la presencia física de los docentes en un aula para que los niños, niñas, jóvenes y adultos se formen o eduquen.

El desarrollo económico del sistema, el desdibujamiento de los estados-nación y la construcción de nuevos territorios globales -locales–virtuales, ha tenido como esperable consecuencia la puesta en jaque del sistema educativo formal, como generador de conocimientos estratégicos y como parte de la superestructura que construye el sentido común de la sociedad.

Por ello, en las plataformas educativas, o educación en línea, el docente se presenta como facilitador más que un formador. Emite el contenido sólo una vez y su reproducción, de forma constante y por un período bastante indefinido, se encuentra disponible en la red. Las ventajas pueden ser varias para los estudiantes devenidos en usuario-clientes que “siempre” pueden acceder a dicho contenido, pero no así para el trabajador-formador.

Aparecen aquí una serie de debates necesarios. La virtualidad es herramienta de la globalidad, pero como tal, está en disputa. El presente contexto de aislamiento, pone sobre los hombros de los trabajadores la responsabilidad de tener, por un lado los conocimientos para trabajar en la virtualidad y por otro, los medios para realizarlo (computadoras, conectividad, etc).

Entonces, cabe preguntarse, si esta nueva forma de educación y trabajo avanza ¿qué pasará con aquellos que no posean ni los conocimientos ni los medios? Un dilema, a resolver, para este nuevo momento de la economía y la sociedad mundial. Preguntas que ameritan seguir profundizando en la búsqueda de respuestas…

La urgente redefinición de la tarea docente frente a las plataformas y apps educativas, requiere pensar y tener capacidad de respuestas colectivas y conectadas, propuestas que contengan la realidad virtual y la realidad territorial local organizada.

No es menor, entonces, el valor que adquiere la dimensión educativa en lo que algunos autores definen como fase digital del capitalismo (datacapitalismo), donde las mercancías principales empiezan a ser, por su naturaleza, “bienes intangibles y no restrictivos”, es decir la información y el conocimiento.

¿Cuáles van a ser las condiciones laborales?, ¿cómo desempeñar la tarea en un momento de nueva explotación?. ¿Las plataformas se configuran como nuevos directivos y organizadores de la educación?. ¿Quién produce y quién se apropia de los contenidos, datos e información vertidas en ellas?

Si sólo el trabajo del humano crea valor ¿cómo es la apropiación de ese valor que se genera en el espacio virtual? ¿Quiénes son los dueños de estas plataformas, con quiénes deben discutir los trabajadores? ¿Nos pone este escenario ante un complejo y competitivo espacio laboral que será aún más selectivo? ¿El conocimiento está a disposición de todos? ¿qué criterios usamos para el procesamiento de ese conocimiento?

Los interrogantes nos obligan a transformarnos, a ser creativos ante nuevas formas que están dejando obsoletos a los esquemas organizativos tradicionales de los sistemas educativos. En ese escenario, las y los trabajadores de la educación y las y los estudiantes, como parte de las clases subalternas, deben poner al descubierto los intereses en disputa.

Deben agudizar nuestra destreza, profundizar la organización educativa en forma colectiva y en red, con proyección local, regional y global.

Luciana Jouli es Licenciada en Educación Especial y Paulo Zambroni en Ciencias Políticas y Especialista en educación de jóvenes y adultos, ambos miembros del Centro de Estudios y Formación en Política Educativa (CEFOPED) asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

jueves, 1 de julio de 2021

_- Homenaje a la comunidad educativa

_- Ha llegado a su fin el curso escolar. Un fin de curso más esperado que nunca por lo intenso, incierto y difícil que lo ha hecho la pandemia. Es el momento de hacer balance. Es el momento de reconocer el esfuerzo, la constancia y la responsabilidad de la comunidad educativa en el ejemplar desarrollo de la enseñanza presencial. Los miembros de la comunidad educativa vencieron el miedo y la incertidumbre, resistieron heroicamente el frío en el invierno, doblaron las horas de trabajo para atender las demandas digitales, vigilaron el cumplimiento de las normas, pusieron el corazón en la tarea para que los alumnos y las alumnas se sintieran acompañados y protegidos, aprendieron a mirarse profundamente a los ojos ya que los labios estaban ocultos por las mascarillas…Ha terminado un curso que comenzó lleno de incertidumbre, de perplejidad, de miedo y de tanteos. Nunca había sucedido algo así. Nunca se había afrontado un curso en esas condiciones excepcionales. Es el momento de felicitar a la comunidad educativa, de agradecer su esfuerzo callado y perseverante, de rendirle un homenaje sincero y entusiasta.

Este artículo tiene dos direcciones, una descendente y otra ascendente. O, si se prefiere, una externa y otra interna. La primera (descendente y externa) da cuenta del merecido homenaje que ha rendido el Gobierno de la nación a toda la comunidad educativa del país (también lo han hecho algunas Comunidades Autónomas). Un acto en el que se expresa la admiración, la felicitación y la gratitud de la sociedad por el esfuerzo continuado y el indudable éxito conseguido en el desarrollo de la actividad académica y en el control de la difusión del virus. Los datos son incontestable en uno y otro sentido. Y eso se debe a la responsabilidad y al sacrificio de todos y cada uno de los integrantes de la comunidad educativa. La segunda (de carácter ascendente e interno), recoge el testimonio de Juan Carlos Muñoz, un profesor y amigo de Jaén, que envía a mi blog una efusiva felicitación a todos los estamentos de la comunidad educativa, no solo a la suya sino a la de toda la nación. Lo hace desde dentro, como testigo de primera fila y participante de ese gigantesco esfuerzo, nacido del compromiso y de la pasión por la tarea bien hecha.

Desde mi punto de vista, al hablar de la comunidad educativa, ha de hacerse presente a todos los niveles del sistema, desde la Educación Infantil hasta la Universidad. Sin excepción.

Voy a la primera parte, que calificaba de descendente y externa. Descendente porque procede del poder y externa porque nace fuera de la comunidad educativa. En el palacio de la Moncloa tuvo lugar hace unos días un emotivo acto de homenaje a la comunidad educativa. Estuvo presidido por Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno y por las ministras de Educación, Isabel Celaá y de Sanidad, Carolina Darias. Asistieron autoridades educativas de las comunidades autónomas, representantes de asociaciones de padres y madres, de sindicatos y representantes de todos los estamentos de la comunidad educativa.

Hubo música para comenzar, estupenda música, ofrecida por el cuarteto Matrice que interpretó magistralmente la variación Golberg número 30 de Juan Sebastián Bach. También cantaron, en dos turnos, los integrantes (alumnos de 5º y 6º e Primaria) del coro del Centro Integrado de Música Padre Antonio Soler de El Escorial.

Y luego, un minuto de silencio para despedir emocionadamente a aquellos miembros de la comunidad educativa que se han ido a causa de este maldito virus.

Habló una directora de una Escuela Infantil, una madre de familia, una alumna de Bachillerato y un alumno de Formación Profesional… Eché de menos la intervención de algún docente y de algún miembro del personal de administración y servicios. ¿Por qué no todos los estamentos de la comunidad? Y eché de menos, sobre todo, la referencia y la presencia de la Universidad española. ¿No es, acaso, comunidad educativa? ¿Por qué excluirla de ese homenaje que tanto merece?

Se leyó una Declaración Institucional del Gobierno de España en la que se reconoce y agradece el trabajo coordinado y responsable de la comunidad educativa.

Sé que este tipo de actos, para ser creíbles, para no ser tachados de propagandísticos, deben ir acompañados por políticas comprometidas, inclusivas y sensibles, por una preocupación auténtica de atender las necesidades de los docentes y por una cercanía emocional que les haga sentirse valorados y respetados.

Voy a la segunda parte, que calificaba de ascendente e interna. Ascendente porque la felicitación procede de un docente de a pie y por consiguiente, de alguien que habla desde dentro porque es parte de una comunidad educativa. Reproduzco el texto que he recibido en mi blog.

“Escribo el 23 de junio, una vez que se han dado las vacaciones al alumnado en toda Andalucía (en la provincia de Jaén ha sido hoy, ayer se dieron en otras provincias andaluzas). He querido entrar en esta ventana para felicitar a todas las comunidades educativas por el enorme esfuerzo que han realizado durante este curso tan “especial” como consecuencia de la pandemia del Covid.

Mi felicitación, en primer lugar, es para el alumnado. He comprobado en mi colegio, y también por los medios de comunicación en otros centros, que la actitud del alumnado ha sido espectacular, han mantenido las medidas de seguridad con gran naturalidad y disciplina. Me ha impresionado que desde el primer día del curso hasta el último su comportamiento haya sido magnífico. Merecidas vacaciones para ellos y ellas.

Mi felicitación, en segundo lugar, para el profesorado. Sin su dedicación y sin su constancia no hubiera sido posible, en estos tiempos tan complicados desde le punto de vista sanitario, que se hubieran podido abrir los colegios para dar clases presenciales con garantías para todos y todas. Hemos demostrado ser esenciales y así se nos ha reconocido. El número de contagios y de aulas en cuarentena ha sido muy inferior al esperado inicialmente. Este curso, más que nunca, las vacaciones son merecidísimas. Enhorabuena a mis colegas.

Esta felicitación hacia el profesorado la hago extensible a todos los profesionales que actúan en los centros educativos: orientadores y orientadoras, monitores de servicios complementarios, conserjes, administrativos y administrativas, monitores escolares, personal de limpieza…

Quiero felicitar también a las familias, que, en un principio y con toda la lógica del mundo, sentían miedo ante la presencialidad de la enseñanza, porque han transmitido a sus hijos e hijas los consejos y medidas oportunas para facilitar nuestro trabajo docente.

Deseo felicitar, en la medida de sus actuaciones, ya que no todas han sido ejemplares, a los ayuntamientos por hacer un esfuerzo en potenciar la limpieza de aseos en horario escolar, a la administración educativa autonómica por aumentar los recursos humanos en lo que se ha denominado refuerzo covid (no todos los centros ha dispuesto de ellos) y los recursos económicos, que se han destinado a partidas para hacer frente a los cuantiosos gastos que origina una situación sanitaria como la presente: desinfectantes, gel para limpieza de manos, papel para secar manos, papeleras con pedales, dispensadores de geles hidroalcohólicos y de gel de manos,… (doy fe de ello como secretario de un centro) y de otros recursos materiales: mascarillas y geles hidroalcohólicos. Aún hubiera sido necesario más actuaciones para aumentar la distancia entre el alumnado o el desdoble de aulas, pero aún así este esfuerzo también hay que reconocerlo.

No sé si se me queda alguien en el tintero, que me disculpe… Con esta intervención he tratado cumplir con lo indicado en tu entrada de la semana anterior “Gratitud en acción”. En este caso sería “felicitación en acción”. Un abrazo”.

Me sumo a estos dos homenajes, justos por merecidos y valiosos por necesarios. Me gustaría que el aplauso de la sociedad resonase de forma clara y sincera en el corazón y en la mente de todos y de todas quienes han sido protagonistas de una gesta inolvidable.

sábado, 19 de junio de 2021

Covid-19 y desigualdad de género: diferencias con otras crisis

En los últimos años se han estudiado con gran número de datos y mucho rigor los efectos muy desiguales de las crisis y recesiones económicas sobre las mujeres y los hombres. Todas esas investigaciones, entre las que destacaría las realizadas en España por las profesoras Lina Gálvez y Paula Rodríguez, muestran conclusiones muy semejantes: se destruyen más empleos ocupados por hombres pero las mujeres pierden más ingreso, un gran número de ellas cae en la pobreza y, además, se ven afectadas por otras consecuencias negativas, desde la exclusión financiera a la intensificación en los horarios de trabajo doméstico, pasando por la violencia machista o el mayor número de problemas psicológicos o de salud en general. Unos peores efectos que se agravan a medida que las mujeres forman parte de clases sociales de menor ingreso o de grupos discriminados por razones de raza o nacionalidad.

La pandemia de la Covid-19 ha producido una nueva crisis que vuelve a tener esos efectos muy desiguales sobre mujeres y hombres aunque, en este caso, tiene diferencias relevantes respecto a las anteriores que es muy importante tomar en consideración para poder adoptar políticas que avancen hacia la igualdad y el bienestar de todos los seres humanos sin distinción.

Aunque todavía es pronto para saber con certeza si estos procesos diferentes a los que se han dado en otras crisis anteriores se van a consolidar o no, vale la pena comentarlos para poder tenerlos en cuenta desde el principio.

La primera diferencia es que la crisis provocada por la pandemia produce una mayor caída en el empleo femenino.

Hasta ahora, lo normal había sido lo contrario porque el empleo de los hombres ha estado y está vinculado en mayor medida a sectores de actividad más afectados por el ciclo (actividades industriales o construcción, por ejemplo). Por el contrario, el de las mujeres suele predominar en sectores menos cíclicos, a cuya actividad habían afectado menos las idas y venidas de economía.

Sin embargo, la crisis de la Covid-19 ha producido un efecto contrario por dos razones y las mujeres han tenido un 19% más de riesgo de perder el empleo que los hombres

En primer lugar, porque se ha reducido la actividad en un gran número de actividades de empleo «feminizado» (hostelería, turismo, pequeño comercio…), en la economía informal o el autoempleo, en donde predominan las mujeres. En segundo lugar, porque la progresiva incorporación de las mujeres a la actividad laboral durante los últimos años ha ido disminuyendo esa diferencia, dando lugar a que cada vez más empleos ocupados por mujeres sean de los que se ven más afectados por el ciclo, es decir, los que tradicionalmente ocupaban los hombres.

Esta mayor pérdida de empleos femeninos en la crisis actual puede tener efectos muy negativos si la actividad no se recupera pronto. Sabemos por otras crisis que el empleo y el ingreso perdido en las recesiones y, sobre todo, el de quienes lo pierden después de haber accedido por primera vez al mercado laboral, se recupera con mucha más dificultad que el perdido en etapas de expansión.

Una segunda diferencia de esta crisis respecto a otras anteriores, en relación con la desigualdad de género, es que en esta se ha incrementado en mucha mayor medida la demanda de trabajo doméstico no remunerado.

Esto es algo que casi siempre ocurre en las crisis, pues suelen venir acompañadas de menos gasto de mercado en cuidados o enseñanza infantil. Pero en la provocada por la pandemia se ha producido en mucha mayor medida por el cierre total o parcial de las escuelas y porque el distanciamiento o la enfermedad han hecho más difícil el recurso a las redes familiares.

Como es sabido, el patrón de reparto del trabajo doméstico en muy desigual, pues lo realizan las mujeres en mucha mayor medida (72% de media en el mundo). Y está claramente comprobado que en estos casos se intensifica su dedicación horaria, algo que de nuevo a vuelto a ocurrir en esta crisis, incluso cuando los hombres han estado también confinados o teletrabajando.

En concreto, se ha podido comprobar que la extensión del teletrabajo no ha producido efectos benefactores semejantes entre mujeres y hombres pues, además de esa intensificación de horarios, ha alterado la distribución del tiempo entre el trabajo y el ocio e incluso ha desempoderado a muchas mujeres en el espacio del hogar, al relegarlas a los lugares más incómodos a la hora de llevar a cabo su trabajo profesional.

Además, y para un gran número de mujeres, el tiempo de confinamiento total o parcial, de actividad limitada y cambio en el empleo o en los hábitos domésticos, puede haber supuesto un hándicap de efectos muy duraderos para sus carreras profesionales. Sobre todo, porque esas mismas condiciones han supuesto un empuje extraordinario para las personas (hombres en su gran mayoría y otras mujeres) que no han tenido que hacer frente a la pandemia con sobrecarga de trabajo. Están por ver los efectos a medio plazo de esta crisis sobre la carrera profesional o la salud de millones de mujeres.

Esas son diferencias con crisis anteriores que no cambian, sin embargo, lo fundamental: su daño sobre las mujeres es mayor que sobre los hombres y eso es, precisamente, lo que indica que promover la igualdad y diseñar las políticas contra la crisis con perspectiva de género es un requisito indispensable para hacerles frente con éxito desde el punto de vista económico y con más democracia, justicia y libertad.

Ahora bien, junto a estas diferencias negativas para las mujeres de la crisis provocada por la Covid, hay que considerar otras que podríamos decir que responden a procesos que sirven como fuerzas compensadoras o, incluso, me atrevería a decir que liberadoras y que es muy importante tener presentes para poderlos reforzar en la mayor medida de lo posible.

El primero de ellos es que cada vez más empresas y los responsables de las administraciones públicas empiezan a ser conscientes de las ventajas que lleva consigo la flexibilidad y la organización del trabajo que permiten una mejor combinación entre las tareas profesionales y las personales. Es cierto que no se trata, ni mucho menos, de una tendencia generalizada pero sí me parece un proceso ya en curso, que se abre paso con fuerza y que podría ser irreversible si se alienta e incentiva y si se dispone de la ayuda necesaria para consolidarlo con eficiencia y equidad. Algo muy importante para combatir la discriminación laboral y personal que sufren las mujeres.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que han sido mucho más hombres que mujeres (33% frente al 23% en España) los que han podido recurrir al teletrabajo y que muchos de ellos lo han hecho mientras que las mujeres mantenían el empleo presencial, es decir, teniendo que hacerse cargo del trabajo doméstico. Aunque aún no se dispone de evidencias suficientes, algunas investigaciones iniciales comienzan a mostrar que esto puede haber ayudado muy significativa y positivamente a cambiar las pautas de distribución del tiempo de trabajo no remunerado en el hogar, disminuyendo así la enorme brecha de corresponsabilidad que se da entre mujeres y hombres.

Es pronto para saber si eso va a abrir un proceso perdurable de cambio pero, ante esa incertidumbre, lo que hay que hacer es justamente ayudar a que se consolide esa tendencia, no solo con políticas económicas como las actuales, tendentes a asegurar el empleo remunerado femenino, sino también con otras más bien culturales que fomenten la conciencia, la necesidad de cooperación y el cambio de valores sociales.

Se ha comprobado, por ejemplo, que la incorporación de las mujeres a la actividad laboral en la segunda guerra mundial, en los empleos de todo tipo que dejaban vacantes los hombres que iban al frente, fue contingente, pues al acabar la guerra volvieron a «sus» tareas domésticas. Pero sabemos, sin embargo, que esa experiencia fue decisiva como impulso a medio y largo plazo de los cambios que llevaron a aumentar definitivamente la presencia de las mujeres en el empleo remunerado.

Se trata, pues, de una tendencia, ahora quizá solo naciente, pero cuyo brote inicial también hay que reforzar.

Una tercera diferencia positiva respecto a otras crisis es que, hasta ahora, lo normal era que, cuando las cosas se ponían feas, lo primero que se dejaba de lado eran las medidas de promoción de la igualdad. Lo vimos, sin ir más lejos, en la España de la crisis de 2008, cuando inmediatamente se dejó de aplicar la Ley de Igualdad que se había aprobado meses antes.

Ahora, sin embargo, se está produciendo un fenómeno contrario muy positivo. Precisamente como consecuencia de las demandas y luchas feministas de los últimos años, se ha conseguido que la preocupación por la desigualdad de género esté presente, casi sin excepción, en los programas de actuación que llevan a cabo los gobiernos frente a la pandemia.,

Tampoco se puede decir que se esté haciendo a la perfección, en la suficiente o deseada medida y con el éxito que debiera ser necesario para reducir todas las brechas existentes. Es cierto. Pero, si se compara con lo ocurrido en crisis anteriores en las que sencillamente se anulaban las pocas normas existentes, la cantidad de medidas de contención de la discriminación y de promoción de la igualdad que se están adoptando supone un cambio sin precedentes.

De entrada, me parece ya muy significativo y de una importancia extraordinaria que algunos organismos internacionales comiencen a elaborar rastreadores para hacer un seguimiento en tiempo real de las medidas con perspectiva de género que adoptan los gobiernos. Las cifras que proporciona el de Naciones Unidas, por ejemplo, indican que en esta crisis se está llegando mucho más lejos que nunca en estos campos (aquí). Hasta la fecha, de las 3.112 medidas gubernamentales adoptadas contra la pandemia en todo el mundo, 1.299 son sensibles al género, es decir, apoyan directamente la seguridad económica de las mujeres (287), protegen el cuidado no remunerado para evitar la discriminación (180) o abordan o combaten la violencia machista (832).

Vuelvo a decir que ni esto es aún suficiente ni algo plenamente generalizado (basta ver en ese mismo rastreador las enormes diferencias por países) pero es innegable que representa un cambio sustancial frente a lo que ocurría en crisis anteriores, cuando ni siquiera se contaba con esta preocupación.

Finalmente, no se puede olvidar algo fundamental: nunca antes en la historia se había vivido una crisis con un número tan elevado de mujeres (aunque todavía sea insuficiente) a cargo de las más altas responsabilidades en el gobierno o las empresas.

También es pronto para comprobar si su presencia ha sido o no decisiva para darle un giro a las políticas. Para lograr que la gestión de los problemas sociales o empresariales responda a principios distintos a los que imprimen los hombres que llevamos cientos o incluso miles de años imponiendo los valores de la espada frente a los femeninos del cáliz, por utilizar los términos del magnifico libro de Riane Eisler (El cáliz y la espada. De las diosas a los dioses: culturas pre-patriarcales) que acaba de publicar la editorial Capitán Swing.

Lo que está claro, en todo caso, es que sigue siendo fundamental tener presente que la crisis afecta de modo desigual a mujeres y hombres, que es muy injusto tratar igual a los desiguales, y que es imprescindible tener en cuenta las diferencias con las anteriores crisis y los nuevos procesos que se abren paso a la hora de diseñar las (imprescindibles) políticas de igualdad.

Fuente: Blog de Juan Torres López

miércoles, 19 de mayo de 2021

En Kerala, el presente está dominado por el futuro



Kerala, un estado de India con una población de 35 millones de personas, acaba de reelegir al Frente Democrático de Izquierda (LDF por su sigla en inglés) para liderar el gobierno por otros cinco años.

Desde 1980 que el pueblo de Kerala no reelegía a un gobierno, optando en cambio por la alternancia entre la izquierda y la derecha. Este año, el pueblo decidió mantener su apoyo a la izquierda y dar un segundo mandato como jefe de gobierno al líder del Partido Comunista de la India (Marxista), Pinarayi Vijayan. La ministra de Salud, K. K. Shailaja, conocida como profesora Shailaja, ganó la reelección con un récord de 60.000 votos, sobrepasando por mucho a su contendor más cercano.

Está claro que el pueblo optó por seguir apoyando al gobierno de izquierda por una serie de razones:

La forma eficiente y racional con que ha manejado una crisis tras otra desde el ciclón Ockhi (2017), las inundaciones (2018 y 2019) y los virus (el Nipah en 2018 y el coronavirus en 2020-2021).

A pesar de estas crisis, el gobierno continuó atendiendo a las necesidades de la población, construyendo viviendas asequibles, escuelas públicas de buena calidad e infraestructura pública.

El gobierno y los partidos de izquierda lucharon para defender la estructura secular y federal de India, sofocando el neofascismo del Partido Bharatiya Janata y su líder Narendra Modi, el primer ministro de India.

Si en otras partes del mundo el presente está dominado por el pasado, en Kerala, el presente está dominado por el futuro y sus potencialidades.

El domingo, el jefe de gobierno Vijayan comenzó su conferencia de prensa no con los resultados de la elección, sino con la actualización de las cifras de COVID-19. Fue solo después de dar cuenta de la situación actual de la pandemia en el estado que celebró la “victoria popular”. “Esta victoria nos hace más humildes. Nos exige que tengamos más compromiso”, dijo. Desde el ciclón de 2017 hasta la pandemia de coronavirus, el jefe de gobierno se ha enfrentado al público en conferencias de prensa tranquilas y racionales, ofreciendo evaluaciones basadas en la ciencia sobre los problemas y los anhelos de la gente que se sintió desesperada frente a las circunstancias impuestas.

Jeo Baby —el director de cine del éxito The Great Indian Kitchen [La gran cocina india]— hizo una parodia humorística y cariñosa de la conferencia de prensa: el año pasado superpuso su voz en un video de Facebook en el que le dice a su hijo de cuatro años que se lave los dientes antes de tomar el té de la mañana. La conferencia de prensa del 2 de mayo —después de que se conocieran los resultados electorales— siguió esa tradición de calma y sensatez.

La comparación con la actitud adoptada por el primer ministro de India, Narendra Modi, ha sido evidente para la población de Kerala. El 28 de enero, Modi intervino en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, donde anunció que India había vencido al COVID-19. El ambiente era de total arrogancia. “No es aconsejable juzgar el éxito de India con el de otros países”, dijo Modi. “Un país que alberga al 18 por ciento de la población mundial ha salvado a la humanidad de un desastre mayor al contener eficazmente el avance del coronavirus”. Ese mismo día, el ministro de Salud, el Dr. Harsh Vardhan, dijo: “India ha aplanado su curva de COVID-19”. Ciertamente, ese día, el número de casos confirmados fue de 18.855. Observadores atentxs advirtieron que estas cifras parecían desinfladas, y que el virus —así como sus nuevas variantes— podría recrudecer muy rápidamente dada la falta de precaución en la sociedad.

Pocos días antes de que Modi y Vardhan hicieran esos comentarios, miembros del partido gobernante y el jefe de gobierno de Uttarakhand, Trivendra Singh Rawat, permitieron que 7 millones de personas participaran del festival de Kumbh Mela en abril. Kumbh Mela es una reunión de personas devotas para celebrar la rotación de Júpiter (Brihaspati), que supuestamente sucede cada doce años. En medio de la pandemia, este año se permitieron las celebraciones con un año de antelación. Funcionarixs del gobierno advirtieron a principios de abril que esta y otras concentraciones masivas podrían avivar la transmisión del virus. El ministro de Salud dijo que esto era “incorrecto y falso”. El festival se llevó a cabo, como también los masivos mítines de campaña de Modi por las elecciones a la Asamblea.

El comentario de Modi en el Foro de Davos fue tanto cruel como ridículo. El último día de abril, se confirmaron más de 400.000 casos diarios de COVID-19 en India. Todo el sistema sanitario estaba sobrepasado. El gasto gubernamental en salud es extremadamente bajo, alrededor del 1,3% del PIB en 2018. A finales de 2020, el gobierno indio admitió que hay 0,8 médicxs y 1,7 enfermerxs por cada 1.000 personas. Ningún país con el tamaño y la riqueza de India tiene tan poco personal médico.

Y se pone peor. India tiene solo 5,3 camas por cada 10.000 personas, mientras China —por ejemplo— tiene 43,1. En cuanto a las camas de cuidados intensivos, India tiene 2,3 por cada 100.000 personas (comparado con 3,6 en China) y solo cuenta con 48.000 ventiladores (China tuvo 70.000 solo en Wuhan).

La debilidad de la infraestructura médica se debe en su totalidad a la privatización, ya que los hospitales del sector privado gestionan su sistema sobre el principio de la capacidad máxima y no tienen la habilidad para gestionar los picos de carga. La teoría de la optimización no permite que el sistema haga frente a las sobrecargas, ya que en periodos normales significaría que los hospitales tengan un excedente de capacidad. Ningún hospital privado va a mantener voluntariamente un superávit de camas o ventiladores. Esto es lo que inevitablemente produce una crisis en una pandemia. El bajo gasto gubernamental en salud significa un bajo gasto en infraestructura médica y bajos salarios para el personal sanitario. Esta es una manera deficiente de administrar una sociedad moderna, tanto en tiempos normales como extraordinarios.

El BJP —el partido de Modi— sufrió una derrota contundente en estas elecciones para la Asamblea en Kerala (no ganó ningún escaño), su alianza perdió en Tamil Nadu (población de 68 millones) y perdió en Bengal Occidental (población de 91 millones). El mandato en estos estados es uno contra la catástrofe creada por los sistemas sanitarios impulsados por el mercado y por este gobierno cruel e incompetente. Hay que mencionar, sin embargo, que estos no son los núcleos de la base de apoyo de Modi. Esos están principalmente en el norte y este del país, y no tienen elecciones previstas al menos en un año. No obstante, la continuación de la revuelta campesina —que comenzó en noviembre de 2020— probablemente cambiará el balance de fuerzas en muchos de esos estados, desde Haryana hasta Gujarat.

Nada refleja mejor la incompetencia cruel del gobierno que la situación de las vacunas. India produce el 60% de las vacunas mundiales. Aun así —como señaló Tejal Kanitkar, profesor del Instituto Nacional de Estudios Avanzados— al ritmo actual, India no completará su programa de vacunación antes de noviembre de 2022. Es una situación desconcertante. Kanitkar sugiere tres políticas sensatas que debieran ser apoyadas de inmediato:

Adquisición a gran escala de vacunas por parte del gobierno indio a precios regulados.
Un sistema de distribución transparente en todos los 28 estados y 8 territorios de la federación de India, discutido con expertxs en salud pública y con los gobiernos estaduales para determinar la necesidad y la tasa de suministro, para asegurar equidad en todo el país.

Estrategias impulsadas por los gobiernos locales para aumentar la administración de vacunas entre las masas trabajadoras, para asegurar el acceso equitativo en todas las clases sociales.

Este es un programa que tiene sentido no solo para India, sino para todo el mundo.

En Kerala hay un ambiente de júbilo, y la gente sensata de toda India está observando cómo el gobierno de izquierda está manejando la pandemia y avanzando en su agenda popular. Un joven poeta, Jeevesh M., capturó el espíritu de esta victoria:

Hola flor,
¿Por qué estás tan roja?
Las raíces han crecido
Llegando a la base
Eso es todo.

Unos días antes de la elección, la ministra de Salud de Kerala, K. K. Shailaja, se refirió al estado de la pandemia. Sus palabras cierran este boletín:

Creo que hay dos grandes lecciones de esta pandemia. Una, que el país necesita una planificación adecuada y mecanismos de implementación descentralizados para mejorar el sistema de salud. Y dos, que no puede postergarse el aumento de la inversión pública en salud. Gastamos apenas el uno por ciento de nuestro PIB en el sector sanitario, y debiéramos aumentarlo por lo menos al diez por ciento. Países como Cuba invierten mucho más en sanidad. El sistema cubano de médicos de familia me influenció cuando comenzamos los Centros de Salud Familiar aquí en Kerala. La atención de salud debiera ser universal, con algunas regulaciones en los centros sanitarios terciarios. Debe haber más inversión tanto en la atención primaria, como secundaria y terciaria. Debiera haber una planificación descentralizada con ciertas regulaciones. Cuba ha logrado mucho gracias a su planificación centralizada e implementación descentralizada. Su sistema sanitario está centrado en las personas, en lxs pacientes. Su concepto igualitario y descentralizado puede imitarse acá.

Yo soy de izquierda. No tengo ningún poder sobre la política sanitaria del país en este momento. Pero si la izquierda hubiera estado en el poder central ahora, habríamos nacionalizado la atención sanitaria y la educación. El gobierno debe tener el control sobre el sistema de salud para que todas las personas, ricas o pobres, reciban igual tratamiento.

Fuente: https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/18-kerala-elecciones/

martes, 4 de mayo de 2021

_- La BBC destaca lo que España ha mostrado al mundo con el coronavirus

_- La BBC británica ha dedicado en su versión en castellano un extenso reportaje a analizar el comportamiento del coronavirus en España y ha llegado a una conclusión clara a la que hace referencia en el propio titular: el ejemplo de este país muestra que el mundo necesitará nuevas cuarentenas.

En el artículo se subraya que uno de los principales desafíos científicos es descubrir qué tamaño tiene realmente la pandemia y asegura que España está haciendo “uno de los esfuerzos más robustos” para encontrar respuestas.

En este sentido, la BBC hace referencia al estudio de seroprevalencia del Ministerio, que muestra que únicamente un 5% de la población ha estado en contacto con la enfermedad.

Con esos datos, BBC Brasil ha contactado con diferentes expertos que han advertido de que las próximas oleadas de contagios y los nuevos periodos de cuarentena van a ser inevitables.

En el texto se destaca que, con un porcentaje tan pequeño de afectados, España vivió un auténtico caos en el que vio a su sistema de salud entrar en colapso, por lo que tuvo que adoptar uno de los confinamientos “más rígidos del mundo para contener la propagación del virus”.

“Teniendo en cuenta grandes poblaciones, como los casi 50 millones de habitantes en España, sin ninguna medida para contener el virus el número de infecciones aumenta mucho, y el 1% de las muertes significaría la muerte de mucha gente ”, asegura a la BBC Ana Freitas Ribeiro, del servicio de epidemiología del Instituto de Infectología Emílio Ribas, en Sao Paulo, Brasil.

El Pais.

viernes, 15 de enero de 2021

El futuro de la empresa española

El enorme protagonismo de los problemas sanitarios y humanos y el de los económicos y políticos más generales que ha provocado la Covid-19 está dejando en un segundo plano un drama que se avecina en España, aunque también en otros países de nuestro entorno. Me refiero al que se cierne sobre miles de negocios, sobre todo de pequeñas y medianas empresas o de empresarios individuales, que de momento están sobreviviendo pero que van a desaparecer sin remedio cuando, antes o después, se acaben las ayudas de Estado.

Los datos estadísticos son engañosos. Según los que proporciona la Seguridad Social, a finales de noviembre pasado había 31.000 empresas menos que enero de 2020. Un número elevado, sin duda, pero muy por debajo del que se habría registrado si muchas más no siguieran funcionando por pura inercia pero sin suficiente actividad ni ingresos, solo gracias a los avales, los ERTE o a la prórroga concedida por el gobierno para presentar obligatoriamente concursos de acreedores o de extinción cuando carecen de liquidez o son insolventes.

Las estimaciones del Banco de España son más preocupantes: una de cada cuatro empresas españolas estaría ya en quiebra técnica; cuatro de cada diez tendrían serios problemas de liquidez o insolvencia y no podrían hacer frente a sus costes financieros; la mitad (o casi tres cuartas partes en los sectores más afectados por la crisis) habrán cerrado 2020 con pérdidas; y entre un seis y un diez por ciento tendrían riesgo cierto de desaparecer. Una estimación esta última que incluso parece muy optimista considerando las anteriores.

Una encuesta europea reciente señalaba que sólo el 6% de las pequeñas y medianas empresas españolas había mejorado ingresos desde marzo pasado y que el 80% había empeorado su situación. Y, para que no nos dejemos llevar por el consuelo de los tontos creyendo que lo que nos pasa es mal de muchos, diré que el estudio indicaba también que nuestras pymes eran las que más problemas tenían para hacer frente a los alquileres, para mantener el empleo y las cadenas de suministro o para pagar los suministros de insumos esenciales en su respectiva actividad.

Los dirigentes empresariales, sobre todo en los sectores más afectados, piden continuamente ayudas y con más o menos dificultad o celeridad las están recibiendo por parte del Estado. Pero nos estamos engañando.

Para salvar a los miles de empresas españolas que se encuentran ahogadas, para que no se pierdan para siempre su patrimonio y el empleo que generan, no basta con mantenerlas vivas artificialmente, a base de ayudas y de incrementos de su deuda con los bancos, por muy rentable que sea para estos últimos seguir proporcionándole cada día nueva financiación, sabiendo que siempre los salva el Estado cuando prestan por encima de sus posibilidades.

La razón de por qué nos estamos engañando es muy sencilla. La Covid-19 no está provocando tan solo una interrupción en la actividad, no es un simple accidente en mitad de la carretera que nos obliga a detenernos durante un rato más o menos largo. Además de eso, que ya es mucho, la pandemia que vivimos ha reescrito las reglas y los procesos que mueven la economía de todos los países sin excepción. La de 2022 será muy diferente a la que había a finales de 2019 y quien se limite a esperar que se recobre la actividad anterior se estrellará sin remedio contra la realidad.

Incluso la reactivación tras el confinamiento ha causado problemas a las empresas que se han beneficiado de ella. Se ha producido una avalancha de lo que se están llamando «compras de venganza», es decir, como desquite por el sufrimiento que se ha pasado en los meses anteriores o para dar salida al ahorro acumulado. Producen un incremento muy grande en el consumo, en las ventas o en el empleo pero de forma tan acelerada y desproporcionada que han llegado a colapsar incluso a muchas grandes empresas porque en la normalidad anterior no estaban acostumbradas ni tenían medios de cambiar de escala en tan gran medida y a tan gran velocidad como se ha hecho necesario para aprovecharse del repunte.

Se está empezando ya a producir y seguirá cada vez con más fuerza, un incremento extraordinario de la productividad en casi todos los sectores que va a alterar las estrategias de competitividad y de posicionamiento en los mercados. Pero sólo se podrá disfrutar de la mayor productividad si se innovan los procesos, si se cambia la organización y si los recursos se utilizan de otro modo. No va a bastar, ni mucho menos, con la continua intensificación del tiempo de trabajo a la que viene recurriendo la empresa española gracias a la gran asimetría en el poder de negociación que consolidaron las últimas reformas laborales. Y el parasitismo tecnológico propio de la gran mayoría de nuestras empresas ya no será una vía de escape sino una autopista que llevará directamente a la extinción.

Los estudios que se vienen realizando muestran también que se están produciendo cambios en los comportamientos de los consumidores que cada día que pasa tienden a consolidarse con más fuerza como estructurales y no como simples respuestas momentáneas a la pandemia. Y en España deberíamos tener muy presente que se constata, además, que los cambios que tienden a consolidarse son mucho más fuertes y visibles en actividades de servicios personales, restauración u hostelería, es decir, en las que tienen mucho peso, como es bien sabido, en nuestra economía.

La Covid-19 trae consigo también una auténtica «bio-revolución» que algunos estudios señalan que va a modificar las formas y los procesos de producción y utilización del 60% de los insumos productivos. Y cada día se da más por sentado en los informes prospectivos que la «economía sin contacto» ha llegado para quedarse y no sólo en algunos sectores específicos de consumo social sino en el conjunto de las actividades económicas. O que a partir de ahora se va a primar la seguridad en los aprovisionamientos frente al ahorro de costes de la globalización.

A estos cambios directamente provocados por la pandemia hay que unir los que ya se habían ido abriendo paso en los años anteriores: la nueva revolución tecnológica, los que vienen de la mano de la digitalización, la automatización a gran escala o el big data, las nuevas formas de financiación y medios de pago… Y, por último, quizá el más sutil de todos ellos pero posiblemente el más determinante del comportamiento empresarial: la certeza de que entramos en una fase histórica en la que la excepcionalidad y lo extraordinario van a ser lo normal y, por tanto, en la que el peligro más grande al que se enfrentan los negocios es el derivado del conservadurismo, la inflexibilidad, la inercia y la uniformidad o especialización a ultranza.

En este panorama, me parece que el futuro de las empresas españolas es muy negro porque están cometiendo tres errores muy graves.

El primero es el de no haberse dado cuenta de que la prioridad debía haber sido desde el principio combatir la pandemia. Todos los estudios están demostrando que la adversidad para las empresas crece proporcionalmente al número de muertes y contagios y en la misma medida en que empeora la experiencia personal de la gente, es decir, cuanto más se alarga en el tiempo la pandemia. La inmensa mayoría de las empresas españolas y sus dirigentes han vuelto a caer en lo que Paul Samuelson, el economista más reconocido de la segunda mitad del siglo pasado, llamaba «la falacia de la composición»: creer que lo que es bueno para cada una de ellas es lo mejor para todas. Una falacia que lleva a promover políticas generales (como las de supeditar la lucha contra la pandemia al salvamento de la economía) que al final hunden a casi todos.

Si se quiere salvar a la empresa española, lo prioritario debe ser atajar cuanto antes y a cualquier precio la pandemia y mantener vivas a las empresas por cualquier medio pero solo a cambio de que se reinventen con planes de readaptación a una situación posterior que no va a tener mucho que ver con la que tenían antes de la Covid-19. Es una obviedad: las empresas que más ayudas necesitan son las de actividades más afectadas pero, precisamente por eso, las que más han de cambiar si no quieren desaparecer automáticamente a poco que la pandemia vaya desvaneciéndose.

El segundo error que lastra el futuro de la inmensa mayoría de las empresas españolas es el de haber asumido como suya la estrategia de las grandes empresas que disponen de clientelas y mercados cautivos y, sobre todo, de lo que realmente marca las diferencias en el mundo de los negocios: el poder, la influencia política y mediática. Su posición dominante les permite obtener beneficios extraordinarios en cualquiera que sea la situación de los mercados, y más concretamente en uno interno deprimido en donde una menor masa salarial global significa menos coste pero no menos ventas. Sin embargo, la inmensa mayoría de las empresas españolas que no disponen del poder de negociación y decisión ni de la influencia de las muy grandes, las que no tienen cautiva a una parte sustancial del mercado, necesitarían, por el contrario, una estrategia de fortalecimiento del mercado interno, aumentar «la tarta». Para ellas, a diferencia de lo que ocurre con las grandes y aunque no sepan a veces reconocerlo, menos masa salarial supone menos ventas y menor empuje e incentivo para innovar y, por tanto, peores condiciones de existencia y la necesidad de salir adelante atándose ellas mismas la soga al cuello, es decir, bajando aún más los salarios y renunciando a los incrementos de productividad.

El tercer error que hipoteca a las empresas españolas es el de creerse las tonterías que dicen los economistas de mayor influencia que proclaman la inutilidad del Estado y defienden su jibarización continuada, algo que solo beneficia justamente a las grandes empresas rentistas que promocionan y financian esos discursos.

En conclusión y por utilizar una expresión muy nuestra, si se quiere salvar a los miles de empresas que están en riesgo cierto de desaparecer en cuanto acabe el apoyo del Estado, se debería coger al toro por los cuernos. Hay que plantearse para qué sirve mantener artificialmente a las que con toda seguridad van a cerrar si no se reinventan con toda urgencia, tendrían que vincularse las ayudas que reciben a estrategias de readaptación sin escatimar recursos, incentivos y apoyos de todo tipo para que ese proceso se lleve a cabo de la forma más efectiva, más rápida y mejor posible.

En lugar de reclamar que el sector público dé pasos atrás, para que tan solo se beneficien de ello algunas grandes empresas oligopolistas, la inmensa mayoría de las empresas españolas tendrían que luchar por establecer un nuevo tipo de asociación público-privada que no puedo basarse en un Estado mínimo, por un lado, y en un oligopolio empresarial todopoderoso, por otro. El mejor clima para los negocios y el desarrollo de la actividad empresarial es el que fomenta el poder adquisitivo y no el que lo destruye, el que impulsa de verdad la competencia y combate la concentración del poder sobre el mercado, el que proporciona financiación sin crear empresas y hogares esclavos de la deuda, el que garantiza que el Estado proporcione los recursos y bienes públicos que los mercados no pueden proveer, y el que destina recursos suficientes para hacer frente a la incertidumbre, la excepcionalidad y la emergencia para que no solo puedan enfrentarlas con seguridad y éxito los más grandes y poderosos.

Lo que estamos viendo en las últimas semanas alrededor de la normativa que ya ha empezado a generar el gobierno para el reparto de los fondos para la reestructuración es lo mismo de siempre: toman posiciones de ventaja las grandes empresas de siempre, lo que equivale a decir el gran poder económico y financiero, pero no la inmensa mayoría de las empresas españolas, las más afectadas.

Las grandes que controlan los mercados e imponen sus privilegios e ineficiencias, no solo a los consumidores sino también al resto de las empresas, buscan la continuidad, la inercia, mantener las asimetrías e imperfección en los mercados, que no cambien el statu quo, que todo siga igual que siempre… Es decir, lo peor que puede pasarle en esta coyuntura a la gran mayoría de las empresas españolas y mucho más a las que han sido afectada en mayor medida por la pandemia.

O las empresas españolas siguen confiando en el paso que le marcan las más grandes que dominan las patronales y los foros y centros de decisión, creyendo con ingenuidad que se salvarán individualmente de la debacle que saben que se avecina para la generalidad, o hacen suya una estrategia diferente de refortalecimiento del mercado interno y de creación de nuevos tipos de negocios con la complicidad del sector público y de las clases trabajadoras y profesionales. Algo que solo puede ser posible en el marco de un nuevo contrato social que establezca nuevas condiciones de actividad y de reparto de los costes y beneficios, única forma de evitar la mediocridad o el fracaso seguro de la mayoría en la nueva era en la que ya estamos entrando.

Fuente: https://blogs.publico.es/juantorres/2021/01/08/el-futuro-de-la-empresa-espanola/