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domingo, 3 de marzo de 2024

EDUCACIÓN. Linda Darling-Hammond: “Los niños necesitan que les enseñen a lidiar con los móviles, no simplemente quitárselos”. La profesora de la Universidad de Stanford, al frente de la junta de educación de California, es una de las voces más influyentes en política educativa en Estados Unidos

Linda Darling-Hammond (Cleveland, Ohio, 72 años), presidenta de la Junta de Educación de California desde 2019, lleva toda una vida hablando, escribiendo, estudiando y enseñando sobre educación. Profesora en la Universidad de Stanford y asesora educativa durante la campaña presidencial de Barack Obama en 2008 y la de Joe Biden en 2020, ha escrito numerosos libros y artículos sobre política educativa y considera que la enseñanza se encuentra ahora en un punto de inflexión. 

Para la académica, que atiende por videollamada a EL PAÍS, los estudiantes de las nuevas generaciones necesitan menos memorización y más acompañamiento, exámenes donde puedan aplicar lo que saben y herramientas para que aprendan desde cualquier parte.

Pregunta: En 2015, durante una charla en Stanford sobre la evolución de la enseñanza, dijo que “la educación debe responder a la demanda de la era en la que se encuentra”. ¿En qué era estamos ahora?
Respuesta: En la de explosión de conocimientos, expansión tecnológica y cambios masivos en el mundo. Y, por supuesto, con la inteligencia artificial volviéndose aún más común y con más automatización, los trabajos que las personas tendrán que realizar y el conocimiento que necesitarán serán muy diferentes. Un ejemplo que a menudo menciono es que entre 1999 y 2003 se creó más conocimiento nuevo en el mundo que en toda la historia anterior a ese periodo. El conocimiento ahora se duplica más rápido cada año, por lo que la idea antigua de un plan de estudios que los alumnos pueden aprender año tras año y luego estar listos para el mundo ha quedado completamente obsoleta.

P: ¿Cómo debe ser esta “nueva” educación?
R: Los niños y adultos necesitan aprender continuamente por sí mismos, porque siempre habrá nuevo conocimiento para comprender, combinar, evaluar, analizar, sintetizar y aplicar. Además, estamos experimentando cambios masivos en la economía y el clima, lo que requiere el uso de la tecnología tanto para el trabajo como para el aprendizaje. Con eventos climáticos cada vez más frecuentes que afectan la asistencia escolar, la educación debe ir más allá de los confines físicos de las aulas tradicionales. La tecnología se convierte en un medio vital para asegurar que los estudiantes, incluso cuando no pueden asistir a la escuela, puedan seguir aprendiendo en línea y conectándose con sus compañeros y profesores.

P: Mientras esto cambia, el acceso a educación superior en muchos países sigue centrada en pruebas comunes, como la EBAU o los A-Leves en Reino Unido.
R: Durante la pandemia no se pudieron realizar muchas pruebas debido al cierre de los centros de evaluación. En Estados Unidos, hemos tenido una prueba durante muchos años llamada Scholastic Aptitude Test (SAT) que permitía el ingreso a la universidad. El 80% de las universidades abandonaron el SAT durante la pandemia, ya sea haciéndolo opcional o indicando que no les importaba en absoluto. Ahora están utilizando otras cosas para admitir estudiantes a la universidad.

P: ¿Por ejemplo?
R: El programa de Bachillerato Internacional, que está en 125 países, donde la evaluación es una combinación de trabajos de investigación y proyectos colaborativos. Cuando completas ese tipo de programa y te desempeñas bien en esas evaluaciones, que son mucho más prácticas, es un buen indicador de tu capacidad para hacer trabajos universitarios. En los Estados Unidos, está el programa de Colocación Avanzada, que ha estado realizando este tipo de pruebas y cursos en las escuelas secundarias y ahora están agregando proyectos a sus cursos y evaluaciones.

Quizás en el pasado, cuando la gente no tenía libros a los que acudir o Google para consultar, tenían que memorizar muchas cosas, pero ese no es el modo de aprendizaje más útil ahora

P: ¿Son este tipo de evaluaciones a las que debe aspirar el sistema educativo del futuro?

R: Las evaluaciones más productivas realmente te dan una idea de lo que los niños pueden hacer con su conocimiento, no se limitan a conocer cosas y elegir una respuesta entre cinco en una prueba de opción múltiple. Si vamos a tener evaluaciones, necesitan volverse más auténticas, basadas en el rendimiento y depender mucho menos de la memorización. Quizás en el pasado, cuando la gente no tenía libros a los que acudir o Google para consultar, tenían que memorizar muchas cosas, pero ese no es el modo de aprendizaje más útil ahora. Lo que necesitamos es ayudar a los jóvenes a aprender a indagar y aplicar sus conocimientos en la vida real.

P: En España no es posible, pero en los Estados Unidos y otros países los padres pueden elegir si inscriben a sus hijos en la escuela o si los educan en casa. ¿Cuál es su visión sobre la enseñanza en el hogar?
R: La educación en el hogar está aumentando en los Estados Unidos, y creo que se debe a que tenemos que alejarnos del modelo de escuelas de fábrica que heredamos de hace cien años. Estas escuelas son muy rígidas, burocráticas, jerárquicas y no están diseñadas para ser altamente individualizadas ni para satisfacer a los estudiantes. La educación en el hogar es, en parte, una reacción de las personas que piensan que sus hijos se están perdiendo en el modelo de fábrica, y que necesitan hacer algo diferente por ellos. Tenemos maestros y directores fabulosos que trabajan para adaptarse a las demandas de hoy, pero necesitamos rediseñar el modelo.

P: ¿Qué tipo de rediseño?
R: Por ejemplo, escuelas más pequeñas con 300 o 400 estudiantes, no 2.000. Diseñadas con un equipo docente que rodee a los estudiantes, planifiquen en función de ellos, ofrezcan instrucción interdisciplinar y tengan tiempo para esa planificación. Que los estudiantes participen en programas de asesoramiento durante cuatro años, donde tienen un profesor que se queda con ellos y se encarga del aprendizaje social y emocional, controla su desempeño académico y está en contacto con los padres. En esos entornos, los niños están prosperando, mientras que en las escuelas de modelo de fábrica, muchas veces no lo están.

Insistir en volver a la “normalidad” está empeorando las cosas

P: En 2023 se publicó el último el informe PISA y en un gran número de países la puntuación disminuyó en comparación con años anteriores.
R: La pandemia fue traumática y lo fue de muchas maneras. No solo que los niños estuvieran fuera de la escuela física, sino que estaban en línea y aprendiendo de diferentes maneras. Las familias estaban traumatizadas, los niños perdían a sus padres y abuelos, hubo una interrupción económica. Estamos en un período de tiempo donde, nuevamente, las escuelas no pueden funcionar como solían hacerlo. Y hay dos impulsos diferentes. Algunas han dicho: aprovechemos lo que hemos aprendido en la pandemia, las formas en que usamos las tecnologías, en que comenzamos a cambiar el aprendizaje. Otras dicen: volvamos a la normalidad, y quieren que las escuelas vuelvan a ser exactamente como eran en 2019. Eso no va a funcionar. Insistir en volver a la “normalidad” está empeorando las cosas.

P: ¿Estar en el top del informe PISA equivale a tener un mejor sistema educativo?
R: Dice algo [del sistema de ese país]. Las evaluaciones PISA son mejores que otras evaluaciones porque son un poco más progresistas y tratan de evaluar cosas como la colaboración, la resolución de problemas y la aplicación del conocimiento. Nos dicen algo sobre la calidad [educativa] dentro de un país, por ejemplo, cómo de bien lo hacen la mayoría de los estudiantes. También hay otras cosas que están sucediendo que no tienen que ver con el sistema educativo. Si tienes pobreza y los niños no tienen suficiente para comer o un lugar para vivir, el sistema educativo no puede curarlo. Y hay bajas puntuaciones en PISA asociadas con esas condiciones sociales. Eso no es culpa de las escuelas. Cuando las personas miran este tipo de calificaciones, tienen que tomarlo con precaución y decir, “bien, ¿qué más tendríamos que preguntar para entender qué está pasando?”.

P: Uno de los desafíos actuales, ha mencionado, son las nuevas tecnologías. En España, uno de los principales debates al respecto es si el teléfono móvil debería prohibirse o no en las escuelas.
R: Parte de la presión para prohibir los teléfonos es doble: los niños están en sus móviles y no prestan atención; y las redes sociales, que son tan destructivas para los estudiantes. Francamente, no creo que prohibir el teléfono reduzca la cantidad de distracción. Los niños necesitan que les enseñen a lidiar con estas cosas, no simplemente quitarlas. Hay cierta utilidad en establecer algunos límites en el uso de teléfonos en algunos momentos en la escuela, pero también quizás no ignorarlos por completo y ayudar a los niños a aprender a usarlos. Tenemos que aprender a lidiar con eso en lugar de simplemente decir: vamos a reprimirlo.

P: ¿Cuál es su visión de la educación ideal en los próximos 15 años?
R: Aquella en la que las escuelas son más personalizadas, con apoyos integrados para los estudiantes, que se centran en el desarrollo social, emocional y académico, de manera que los alumnos puedan ser aprendices empoderados que utilicen y accedan al conocimiento y sepan aplicarlo en todas las situaciones desafiantes que formarán parte de su mundo.

jueves, 20 de octubre de 2016

La secesión de los ricos. "La concentración de riqueza se ha estado produciendo en las sociedades democráticas y con un proyecto de Estado de bienestar"

Los ricos son cada vez más ricos. Esto no es ninguna novedad. Como decía san Vicente Ferrer (seguramente con mayor conocimiento de causa que cualquier agencia de rating), la avaricia va i vé, però mai es deté. (la avaricia va y viene, pero nunca se detiene.) La novedad es que la concentración de riqueza se ha estado produciendo en las sociedades democráticas y con un proyecto de Estado de bienestar.

Aunque la información no abunde —y la opacidad es una astucia de los verdaderamente ricos: ocultar su identidad, el volumen real de su fortuna y eludir la luz pública—, los datos son irrefutables: el periodo de crecimiento económico registrado desde mediados de los años noventa no se tradujo en una mejora de las rentas del empleo. Muy al contrario: la desigualdad salarial apenas cambió y los activos se concentraron en manos de los hogares más pudientes.

En concreto, más del 78% del valor de las propiedades inmobiliarias diferentes a la vivienda principal, casi un 88% del valor de los negocios por cuenta propia y más del 92% del valor de las acciones, está en manos del 20% de los hogares más ricos. El 5% más rico tiene el 31% de la riqueza, el 22% de las viviendas, el 57% de la riqueza financiera y el 22% de la renta. Son datos publicados en 2008 por el VI Informe FOESSA sobre la exclusión y el desarrollo social en España.

Este crecimiento (y sus consecuencias) vino en volandas de una ideología neoliberal que promovía la desregularización y la liberalización. Y lo hacía con una promesa: la riqueza generada, como la lluvia fina, acabaría empapando a todo el mundo. Era cuestión de esperar un poco. Pues bien, lo que el 99% sabemos hoy es que lo que ha llegado es un vendaval que arrasa nuestras condiciones de vida y las de nuestros hijos, que lastra el futuro de esta sociedad, y que, por si fuera poco, nos obliga a pagar los platos rotos.

El segundo mito sostiene que hay que tratar con indulgencia a las grandes fortunas, porque las riquezas por ellas generadas no solo son legítimas, sino que revertirán en la economía productiva y esta inversión redundará en el bienestar general. Por ello, seguramente, durante este periodo se eliminaron tipos impositivos, la economía sumergida se multiplicó por cuatro y el gasto social fue a la baja. No había que molestarles, no fuera caso que abandonaran el país, buscando los refugios que ofrece una economía globalizada. La experiencia ha mostrado que, como los cuervos, han cogido los granos del sembrado (léase economía productiva) para colocarlos en inversiones especulativas y en paraísos fiscales. Los técnicos del Ministerio de Hacienda vienen mostrando en sus rigurosos informes que la economía sumergida se sitúa en torno al 23% del PIB; y que la evasión fiscal de las grandes fortunas, corporaciones empresariales y grandes empresas alcanzó los 42.711 millones de euros en 2010. La impunidad consolida los comportamientos defraudadores.

¿Qué paisaje moral ha quedado después de todo? Esta es una cuestión crucial, ya que una sociedad también consiste en un entramado —frágil— de compromisos, contratos y consensos morales, como la “confianza”. Pues bien, los medios de comunicación muestran cada día los humores que desprende el campo de batalla: avaricia sin mesura, fascinación por el dinero fácil y rechazo a todo impuesto. El objetivo de acumulación sin límites ha tenido dos efectos: la secesión moral de los ricos (no tienen ninguna deuda social, ninguna obligación, ninguna responsabilidad personal, todo se lo deben a sí mismos) y la complicidad (a veces, indignada) de quien les idolatra.

La tarea económica es titánica, la política, gigantesca, pero la regeneración moral no es menos acuciante. Algunos (muy pocos, es verdad) de los que componen ese 0,1% de grandes ricos en EE UU o en Francia han dicho que quieren contribuir a buscar salidas. ¿Por qué no cunde el ejemplo por estas tierras? Quienes padecemos los recortes, no curaremos nuestras heridas, pero podríamos consolarnos al menos pensando que no utilizan esta crisis para ir aún más lejos: para desmantelar el Estado de bienestar.

Antonio Ariño es catedrático de Sociología de la Universitat de València.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/01/25/valencia/1327509435_910723.html