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lunes, 18 de marzo de 2024

Ayuso y la retórica. Los políticos han dejado de representar ideas, programas o intereses: solo cuenta su propia persona. Las narrativas populistas nos hacen cerrar filas frente a la cruzada que dicen sufrir

Los políticos han dejado de representar ideas, programas o intereses: solo cuenta su propia persona. Las narrativas populistas nos hacen cerrar filas frente a la cruzada que dicen sufrir.
 
Asesinato político, inspección salvaje, persecución mediática, son algunas de las perlas que lanzan estos días la presidenta Ayuso y eso que llamamos “su entorno”. Hemos normalizado tanto los comentarios agresivos sobre jueces, instituciones y prensa que ya no percibimos el problema democrático que estos ataques representan. Porque, en realidad, lo que está en juego es una concepción de la democracia cada vez más deformada por un fondo populista. Es algo más que retórica. Y ese es el meollo de la cuestión: continúa progresando una cultura populista que refleja esta suerte de colapso democrático que vemos en demasiadas partes del mundo: Estados Unidos, Rusia, Francia, España. Seguro que les suena el victimismo del recurso “al pueblo”, siempre en busca de la redención.

El político populista piensa o dice —tanto da— que le persiguen los poderes del Estado, por ejemplo, una inspección fiscal, la investigación de la prensa (a la que se juzga también enemiga y, por tanto, enemiga del pueblo) o el mismísimo Tribunal Supremo. Estos poderes, al parecer —y esto es lo grave—, no tienen la misma legitimidad que el líder político porque carecen del respaldo de las urnas. Lo vimos en el procés: oponer la legitimidad popular a la de otros poderes del Estado nos convierte en una democracia electoral, difuminando o negando la importancia trascendental de los contrapoderes. Pero en lugar de defender esa idea pluralista de la democracia, los ciudadanos cerramos filas con nuestros líderes, quienes estimulan a sabiendas el voyerismo de las audiencias. El ejemplo más obvio es EE UU, donde también han perdido toda inteligencia crítica sobre el populismo. Lo hemos interiorizado tanto que, en lugar de preocuparnos por que un delincuente pueda presidir el país más poderoso de Occidente, debatimos sobre si debe ser o no incapacitado. ¿Estado de derecho o sufragio popular? EE UU es el escenario principal de una batalla de principios que dice mucho sobre cómo entendemos el funcionamiento democrático y que, como siempre, sobrepasa sus fronteras. Si Puigdemont sopesa volver es porque, como Trump, piensa que hacer campaña desde la cárcel le puede venir bien.

Hemos dejado de sentirnos representados por los políticos y solo buscamos identificarnos con ellos, lo opuesto a la esencia de la representación. ¿Por qué funciona tan bien ese victimismo que les presenta como objetivo de burdas persecuciones? Porque los políticos han dejado de representar ideas, programas o intereses: solo cuenta su propia persona. Las narrativas populistas nos hacen cerrar filas numantinamente frente a la cruzada que dicen sufrir. Es su personalidad la que nutre su base electoral, no sus ideas, y eso explica por qué dan tanta importancia a sus apariciones públicas, que siempre provocan entusiasmo y controversia. Cada vez es más difícil fiscalizarlos, incluso desde los medios, pues solo generan rechazo o seguidismo acríticos. Siempre víctimas, su sufrida retórica impide que les exijamos una verdadera rendición de cuentas. Por eso seguimos fallando en detectar las claves del declive democrático. Obviamos o frivolizamos sobre lo que está en juego, una idea concreta de democracia, mientras libramos como soldados inconscientes una batalla que también se da en el campo de las ideas. Inmersos en nuestro eterno ciclo electoral, desconfiemos aunque sea de los políticos que no hablen de su gestión y sus programas. Al menos nos consolaremos al comprobar cómo los incumplen.

sábado, 23 de diciembre de 2023

Yuval Noah Harari: “Netanyahu construyó una coalición de fanáticos mesiánicos y sinvergüenzas oportunistas” El historiador y escritor israelí, autor del superventas ‘Sapiens’ y con más de 45 millones de libros vendidos, es uno de los pensadores estrella de ámbito mundial

Netanyahu Israel
Yuval Noah Harari, en el Ateneo de Madrid, donde estuvo el pasado mayo en una charla del Global Youth Leadership Forum.
El historiador y escritor israelí, autor del superventas ‘Sapiens’ y con más de 45 millones de libros vendidos, es uno de los pensadores estrella de ámbito mundial.

Barro es una palabra importante en la vida de Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, Israel, 47 años). Cuando era niño, cuenta, vivía en una casa rodeada por un lago. Allí jugaba al fútbol, observaba las especies animales que aterrizaban por el lugar y solía construir castillos con la tierra húmeda, pese a que acabara sumido en el fango. Entonces debía quedar algo absorto entre sensaciones encontradas y conceptos que conectaban paradójicamente. Quizás por eso, a veces tienda a utilizar términos que resuenan en su subconsciente, y aunque no tengan que ver con sus ideales de infancia, sí entrañan ciertas sensaciones pegajosas. “Parte del problema de hoy”, dice, “es que nos hallamos enfangados en una cantidad de información que no podemos procesar y la mayoría de esta, con la que nos alimentamos, es información basura”.

Por eso, además, se atreve a darnos un consejo: “Como ocurre con la comida, nos estamos atiborrando de información basura. Necesitamos una dieta. Debemos medir las raciones de información que ingerimos”.

Dieta también es una palabra con peso en la vida de Harari. Es vegano, aunque no ultra. Si visita a su madre y a ella se le ocurre añadir queso de cabra a una tarta, se la come. Su vocación austera y la medida del tiempo rigen su vida. Lo administra bien, como observamos mientras le acompañamos en su visita más reciente a Madrid, en mayo pasado. Allí, por la mañana, habló media hora clavada para cientos de empleados de Sanitas sobre el futuro de la salud en la Fábrica de TapicesDe pie, con su tono de voz agudo y su habilidad para desentrañar conceptos complejos ante todo tipo de públicos, aseguró que nos encontramos ante una nueva era en ese ámbito: “La revolución tecnológica no solo nos lleva a curar a enfermos, sino a mejorar la salud de quienes se encuentran sanos”.

Aunque, a juzgar por lo que horas después, en el Ateneo de Madrid, por la tarde, dijo Harari durante la presentación del VIII Global Youth Leadership Forum, uno se pregunta hasta qué punto vale la pena mantener las analíticas en niveles óptimos: “Si no regulamos pronto las nuevas tecnologías de la información, perderemos el control de nuestras vidas”, soltó. Y así, entre el advenimiento del apocalipsis y la constatación de los mejores avances y progresos a nuestro alcance, el filósofo israelí ha construido su disquisición de la época en que vivimos no solo en su obra —sobre todo con tres superventas, con más de 45 millones de copias, como Sapiens, Homo Deus o 21 lecciones para el siglo XXI, principalmente—, también en sus charlas, conferencias y debates públicos.

Harari es una estrella del pensamiento mundial. Entre esos dos extremos, consciente del yin y el yang que balancea en su vida y su filosofía, me atreví a preguntarle, ya al final de su jornada madrileña, bajo el retrato de Manuel Azaña en el Ateneo, sentados frente a frente y rodeados de tres miembros de su equipo, si era optimista. “Trato de ser realista”, contestaba entonces. “No me considero un pesimista que piense que nos encontremos condenados y sin salida porque entonces: ¿qué sentido tiene intentar hacer algo? Pero, por el contrario, un optimista cree que al final todo se va a arreglar por sí solo y no se responsabiliza de nada. La verdad es que afrontamos retos enormes, pero en la época que nos ha tocado vivir disponemos del conocimiento y los recursos suficientes para resolverlos”.
 
Yuval Noah Harari, en el Ateneo de Madrid.
Yuval Noah Harari, en el Ateneo de Madrid.
 FRANCIS TSANG

No había estallado entonces la última guerra en Oriente Próximo. Pero en medio del conflicto le volvimos a preguntar. Harari se había movilizado contra el asalto a la democracia en su país por parte del Gobierno de Benjamin Netanhayu y la situación no ha disminuido sus críticas: “Él no es culpable del ataque que perpetró Hamás. Pero ha fracasado a la hora de preparar al país para una guerra”, afirma. “Ha gobernado casi sin interrupción desde 2009 y, por desgracia, ha antepuesto sistemáticamente sus intereses personales a los nacionales. Construyó su carrera política dividiendo al país y debilitando cualquier institución del Estado que no lo sirviera ciegamente”.

La protesta contra Netanyahu se convirtió en un asunto central entre sus actividades. “Me siento muy comprometido contra esa situación. De una manera que nunca imaginé que lo haría. Hasta el punto de que en primavera me vi en medio de una plaza en Tel Aviv dando un discurso ante miles de personas. Cuando el fuego rodea tu casa y te planteas cómo sería vivir en una dictadura, no te queda más remedio”, nos contaba en mayo pasado. Sobre todo, cuando su trabajo se basa en la libertad de expresión y se ve obligado a escribir cosas no muy agradables sobre líderes políticos o empresariales… “Pensar que un día te puedes levantar y esa libertad haya desaparecido, que en 2024 podamos estar cerca de vivir las últimas elecciones democráticas en Estados Unidos o que el Gobierno de Israel triunfe a la hora de destrozar la independencia judicial y la libertad de pensamiento y los derechos humanos, me obliga a reaccionar”.

A lo largo del año pasado, cuenta Harari, la situación de asedio a la democracia en su país empeoró. “Netanyahu construyó una coalición de fanáticos mesiánicos y sinvergüenzas oportunistas que se dedicaron a ignorar los muchos problemas que tenemos, incluyendo el deterioro de la seguridad, y en lugar de eso se concentraron en acaparar un poder ilimitado para sí mismos”, denuncia ahora. “Para perseguir esos objetivos adoptaron unas políticas extremadamente divisivas, expandieron teorías de la conspiración sobre las instituciones públicas que se oponían a sus estrategias y calificaron a las élites de servicio comprometidas como traidores desestabilizadores”.

En medio de esa estrategia populista del Gobierno, prefirieron taparse los oídos ante las advertencias de las fuerzas de seguridad. “Fueron continuamente prevenidos por el Ejército y los servicios de inteligencia acerca de que esas políticas situaban al país en peligro y erosionaban nuestra capacidad ante ataques externos. Se burlaron de los expertos e ignoraron todos sus avisos”, asegura.

Los oídos sordos llegaron a ser de tal calado que, “para colmo”, afirma el filósofo, “cuando el comandante en jefe del Ejército le pidió una reunión para prevenir a Netanyahu de hasta qué punto sus políticas afectaban a la seguridad nacional, el primer ministro rechazó el encuentro. Y cuando el ministro de Defensa, Yoav Gallant, levantó la alarma, lo cesó y fue obligado a restituirlo solo por la indignación popular que esa decisión provocó”.

En medio de toda esa ceguera, Hamás atacó el pasado 7 de octubre para impedir, según Harari, algo muy concreto. “Israel estaba a punto de firmar un acuerdo de paz con Arabia Saudí. El tratado estaba destinado a normalizar las relaciones entre Israel y el mundo árabe, mejorar las condiciones de los palestinos y reanudar el proceso de paz. Esa perspectiva de normalización ha aterrorizado tanto a Hamás como a Irán, su principal apoyo. Por eso se produjo el ataque, por eso lo perpetraron con tanta saña contra civiles e incluso lo filmaron. El objetivo era desbaratar el acuerdo y esparcir semillas de odio que acaben con cualquier oportunidad para una paz futura”, cree.

Pese a todo, reta a su Gobierno a no caer en una trampa: “No deberían encerrarnos en una guerra sin fin. Espero que, tras desarmar a Hamás, eso no implique frustrar acuerdos de paz futuros, que Israel regrese a la propuesta saudí, se comprometa en el camino de la pacificación y se dé cuenta de que esta solo puede ser alcanzada si conlleva la posibilidad de dotar a los palestinos de una vida digna en su propia patria”.

Pero el objetivo se aleja. La obcecación del Gobierno israelí y las señales autoritarias de los últimos años hacían temer lo peor y esto se produjo. “Ese comportamiento a lo largo de los años ha corroído el poder del Ejército y el Estado. Israel ha denominado la operación militar como Espadas de hierro. Pero si mantienes esas espadas en agua salada, se oxidan. Da lo mismo lo que uno pueda pensar acerca del conflicto palestino-israelí, la manera en que las políticas populistas de Netanyahu han corroído el Estado de Israel deberían servir de aviso a todas las democracias del mundo. Si das el poder a los populistas, te puede ocurrir a ti”.

No será porque él se canse de advertirlo. Tiene la oportunidad de decírselo a la cara a los líderes más influyentes del mundo cuando se reúne con ellos. Los despachos de ciertos mandatarios en el cargo son habituales en los viajes que Harari realiza por el mundo, como los de empresarios, fundaciones y think tanks… Es el gurú favorito de Silicon Valley. Quizás no haya diseñado un pensamiento original propio. Pero nadie duda de que ha logrado resumir en esta era de la incertidumbre atiborrada de datos gran parte de lo que nos ocurre. Lo ha hecho en una obra que ha tratado de explicarnos nuestro pasado en Sapiens, el futuro en Homo Deus y el presente en 21 lecciones para el siglo XXI.

Probablemente seduzca a los magnates tecnológicos por los principios del contrapunto. No usa teléfono inteligente, aunque tiene uno, solo para emergencias. Ataca los peligros de la inteligencia artificial y demanda con urgencia su regulación en todo el mundo, una iniciativa que ya ha tomado la Unión Europea. Dedica dos horas al día a la meditación y al menos uno o dos meses al año al retiro en completo silencio bajo las reglas de la ortodoxia vipassana. En cuanto a los líderes, Harari desafía conceptos básicos del pensamiento político: desde la libertad a la igualdad. No las cree productos de un derecho inalienable del hombre, sino obra de su capacidad de ficción, como sostiene en Sapiens. No quiere decir esto que nos encontremos ante un furibundo anarcoiliberal: todo lo contrario. Como hemos visto, se siente cada vez más comprometido con la defensa de la democracia.

Vive en Tel Aviv y mantiene su cuartel en las oficinas de su compañía: Sapienship, fundada junto a su esposo y mánager, Itzik Yahav. Antes de publicar Sapiens fue profesor de Historia Medieval y Militar en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde, dice, además de dar clase se dedicaba a escribir artículos y estudios que apenas llegaban a nadie. Mientras estudiaba, entre otras cosas, la conquista de México y dedicaba su tiempo a las crónicas de Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, nos cuenta cómo se le fue ocurriendo Sapiens. “Al mismo tiempo leía sobre chimpancés, para divertirme”.

Yuval Noah Harari. FRANCIS TSANG 

Y fue hilando. Entendió que necesitaba destrozar su propio método de escritura: “Cuando estás metido en el doctorado y redactas artículos académicos, los haces de una forma que agrade a tus colegas, con ese código que sabes que les gusta. He tenido que olvidarme de eso y reaprender a escribir para hacerlo accesible”, afirma. Buscó influencias. “Para mí, una muy importante fue la lectura de Armas, gérmenes y acero, el libro de Jared Diamond. Cambió mi vida. No solo a la hora de plantearme cómo escribir, sino sobre qué hacerlo”, confiesa. “En la Universidad te empujan a especializarte, él me hizo ver que como científico vale centrarse en ello, pero debes ampliar el foco hacia la historia del universo”. Otra influencia para Harari fue La política de los chimpancés, de Frans de Waal. “Me enseñó que puedes aplicar el sentido del humor, me divertía y a la vez podías enterarte con profundidad del comportamiento animal y humano”.

Así fue conformando un estilo propio y radicalmente distinto al del aplicado doctorando. Una manera de contar que ha enganchado a decenas de millones de personas y en la que caben en sus páginas la cultura popular y la ciencia de alto nivel. Harari tira de cómics como Jabato para explicar el cerco de Numancia o de Harry Potter para que mastiquemos mejor algoritmos y disquisiciones que investiga. “Mi trabajo es establecer un puente entre ese conocimiento más sesudo y el gran público”, asegura. Y no le importa que le acusen, como han hecho algunos expertos que han tratado de desmontarlo, de populismo científico. “Es verdad y no creo que sea malo. Mi objetivo se centra en eso, en popularizar la ciencia. Ya he escrito artículos que han leído algo así como cinco personas en todo el mundo. Ahora lo que hago es estudiar lo que han hecho otros colegas y no escribir para alentar teorías de la conspiración, pero sí acercarme a muchos lectores más. Si no llegas a ellos, se crea un vacío donde entran las mentiras. Si pierdes a ese público, lo atrapan otros”.

Son muchos los científicos que no saben cómo comunicar bien sus descubrimientos, asegura. “En esa comunidad, escribes con el peso de los números, las ecuaciones, los hechos. No se admiten chistes, ni bromas… Pero no cuadra, no llega, porque somos una especie acostumbrada a las historias, pensamos en esa clave, nos engancha eso, no las estadísticas”. Esa es la teoría principal de Sapiens. En su libro, Harari sostiene que la especie ha logrado imponerse en el mundo gracias a su capacidad para entrelazar ficciones que han mantenido a lo largo de los siglos comunidades enteras. “Así que si deseas explicar los grandes temas necesitas esas herramientas, las de contar bien historias. Ceñirte a la ciencia y los últimos descubrimientos, pero traducirla a una materia interesante y accesible hasta para los adolescentes”.

Pero no solo pretende convencer a sus lectores en más de 60 lenguas con teorías a menudo poco complacientes, como que la especie de los sapiens se impusiera a los neandertales a causa del primer genocidio de la humanidad o que el cambio climático que se nos viene encima no cuenta como el primero, sino el tercero. También busca influir en quienes llevan las riendas. “A menudo les aconsejo que se aparten, que mediten, que busquen tiempo y espacio para sí mismos”, afirma. “Demandamos que nuestros líderes empleen todas sus fuerzas en nosotros, pero si ellos carecen de la oportunidad de contemplar y calmarse, no ejercerán bien su trabajo”. Lo tiene comprobado. Y para resumirlo emplea una parábola moderna al alcance de todo el mundo: “Me doy cuenta a menudo de que, si no tienes hueco para recrearte en una amplia conversación con ellos, nada bueno ni que merezca la pena saldrá de ahí. Si solo dispones de 20 minutos, no llegas a nada. En cuanto aparece el silencio, se marchan a lo siguiente”. ¿Miedo al vacío? “Así solo te quedas en los clichés. Las mejores ideas aparecen cuando se presentan esos silencios, cuando te aburres”.

La ansiedad se ha conformado contra nosotros mismos. Biológicamente resulta insostenible. Por eso Harari detesta la palabra excitante. “El cuerpo humano está construido así. Tienes ciclos de excitación, cierto, cuando aparece el peligro o se presentan oportunidades. Pero luego te calmas. Si mantienes al organismo en una continua sucesión de lo primero, colapsa. En EE UU la palabra excitante se ha convertido en un término estrella: Todo es exciting…, incluso el hecho de saludar a alguien. No es bueno. El cumplido debería ser lo contrario: que los calme mucho el hecho de conocerte”.

Él trata de no venirse demasiado arriba. Aunque se sienta sorprendido de su propio éxito global. “Sí, desde luego. Mi especialidad de estudio es la historia militar en la época medieval: es decir, temas como los Reyes Católicos y la unificación de España o las cruzadas… Y por extrañas coincidencias me veo hablando de la inteligencia artificial… No lo vi venir. Llevaba una vida tranquila, poca gente venía a mis conferencias, publicaba artículos que apenas atraían a nadie. A mí me encanta la historia. Si me das a elegir un libro sobre los Reyes Católicos o Elon Musk, escojo a Isabel y Fernando”.

Su base a la hora de armar los libros sigue siendo radicalmente histórica, basada en su especialidad y su pasión desde niño. “Me atraía la guerra, quizás porque en Israel vivíamos rodeados de ella y mi padre, ingeniero, trabajaba en la industria armamentística”, recuerda. Aun así, el primer conflicto que le marcó fue el de las Malvinas: “Curioso, ¿no? Me fijé en el que teníamos más lejos”.

Tras haber celebrado con una edición conmemorativa por 10 años de éxito ininterrumpido la aparición de Sapiens en 2023, actualmente se encuentra inmerso en tres volúmenes para público infantil: su serie titulada Imparables, que resume la historia del mundo. Para este año anuncia novedad. “Un nuevo libro que tratará la inteligencia artificial y la tecnología de la información desde una perspectiva histórica amplia. De hecho, tiene más capítulos de historia que sobre los avances de Silicon Valley. Al fin y al cabo, no soy un informático, soy historiador”. Aún no tiene título: “Es lo último que pongo. Estoy más o menos satisfecho, pero evito pensar el título hasta el final porque el mismo proceso de investigación me sorprende y me lleva hacia otros lugares. Si te ciñes a una idea, ¿dónde vas a parar? Si lo sabes todo desde el principio, ¿qué sentido tiene empezar? No descubres nada nuevo”.

SOBRE LA FIRMA

Jesús Ruiz Mantilla

Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía. 

viernes, 15 de diciembre de 2023

Extrema derecha: quiénes son los líderes que están detrás del auge del populismo y el nacionalismo en Europa

Salvini y otros miembros de partidos de derecha europeos.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
El viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, lanzó una alianza de partidos populistas de derechas el 8 de abril en Milán para las próximas elecciones europeas. En la foto, Olli Kotro, miembro del Partido de los Finlandeses; Joerg Meuthe, de Alternativa por Alemania; Salvini y Anders Primdahl Vistisen, del Partido Popular de Dinamarca.

En un continente que hace solo ocho décadas se vio devastado por una brutal guerra contra el nazismo y el fascismo, el nuevo auge de la extrema derecha populista ha causado conmoción en Europa.

Las instituciones tradicionales ven con horror la irrupción de fuerzas que utilizan en muchos casos una retórica sorprendentemente similar a la de la época más oscura de la Europa reciente.

Sin embargo, esta nueva oleada también ha generado, en algunos países, que los partidos tradicionales se escoren más a la derecha, cambiando el escenario político de forma drástica.

Desde España a Hungría, pasando por Italia, Francia, Alemania o Finlandia, los partidos de extrema derecha están situando a la Unión Europea frente a una crisis existencial.

En BBC Mundo te ofrecemos un repaso de quiénes son algunos de los líderes detrás de este auge.

Santiago Abascal, 
Santiago Abascal, de 43 años, es el líder del partido de ultraderecha Vox.

España era, hasta hace muy poco, uno de los últimos países de Europa en los que la extrema derecha no tenía representación parlamentaria.

Este hecho, que se atribuía generalmente al recuerdo reciente del pasado franquista -el general Francisco Franco gobernó de facto el país desde 1939 hasta 1975- hizo que muchos pensasen que España estaba blindada contra la ultraderecha.

Esta visión benevolente se dio de bruces con la realidad por primera vez en las elecciones al parlamento de Andalucía (la región más poblada del país) de diciembre del año pasado, en las que el partido de ultraderecha Vox obtuvo el 10,9% de los votos y entró por primera vez en un parlamento, recibiendo las felicitaciones de la líder de la extrema derecha francesa Marine Le Pen.

Y, tal y como preveían las encuestas, se confirmó este domingo, cuando la formación dirigida por Santiago Abascal irrumpió en el parlamento español, logrando un 10,3% de los votos y 24 diputados.

Fundado a finales de 2013 por exmiembros críticos del conservador Partido Popular, Vox no se presentó ante los medios hasta el año siguiente, en una rueda de prensa en la que participó José Antonio Ortega Lara, un exfuncionario de prisiones que fue secuestrado por el grupo separatista vasco ETA entre 1996 y 1997.
Mapa
Ese año fue elegido líder del partido Santiago Abascal, un político procedente del Partido Popular del País Vasco, donde fue miembro del parlamento, ocupando posteriormente puestos vinculados al mismo partido en Madrid.

Abascal y su partido están en contra del aborto en casi todos los supuestos y quieren abolir el sistema descentralizado en España, eliminando los parlamentos y los gobiernos autonómicos; también expulsar a los inmigrantes sin papeles, acabar con la ley de violencia de género y reducir al máximo los impuestos, entre otras medidas.

Sin embargo, Abascal rechaza la etiqueta de extrema derecha y dice que su partido es de "extrema necesidad".

El líder de Vox, de 43 años, desconfía de los medios pero utiliza ampliamente las redes sociales, y ha llegado a hacer propuestas tan polémicas en España como lega

Cerye legalizar el uso de armas.

Pero es seguramente su postura intolerante frente al independentismo catalán y contraria a la inmigración lo que catapultó a Abascal y Vox al Parlamento.

Abascal está casado en segundas nupcias y su esposa, Lidia Bedman, es una influencer con 139.000 seguidores en Instagram.

Matteo Salvini, Italia
Matteo Salvini, viceprimer ministro italiano, tiene millones de seguidores en las redes sociales y un gusto particular por los selfies.

En 2013, el partido de la Liga Norte -una formación regionalista nacida en 1989 que abogaba por una mayor autonomía del rico norte italiano frente al empobrecido sur- languidecía después de que su líder tuviera que dimitir tras un caso de fraude.

Ese año, sin embargo, un joven político llamado Matteo Salvini, nacido en Milán en 1973, tomó las riendas.

En solo cinco años y bajo la dirección de Salvini, la formación se convirtió en el tercer partido de Italia, quedando tercero en las elecciones generales de 2018, solo por detrás del populista Movimiento Cinco Estrellas y del Partido Demócrata.

El controvertido ministro Salvini a Higuaín: "No me gustan los mercenarios" "Empiecen a empacar maletas": el mensaje a inmigrantes indocumentados del nuevo gobierno populista de Italia Por el camino, Salvini dejó caer la palabra "Norte" de las siglas del partido, convirtiendo a la Liga en una formación nacionalista de toda Italia y centrando el mensaje en la oposición a la inmigración y las críticas a la Unión Europea.

Convertido en viceprimer ministro y ministro del Interior, una de sus primeras decisiones fue prohibir que el barco de rescate de migrantes en el Mediterráneo Aquarius, que llevaba 629 personas a bordo, pudiera hacer puerto en alguna ciudad italiana.

También propuso crear un censo de gitanos y abogó por que la UE retire las sanciones contra Rusia. Al igual que muchos de los líderes de la emergente ultraderecha europea, Salvini es un ferviente admirador del presidente ruso Vladimir Putin.

"Nos tratan como a perros": el viejo odio de la Segunda Guerra Mundial que revive en Italia. También es uno de los políticos europeos con más seguidores en las redes sociales, quizás porque en lugar de rehuir la polémica, se crece con ella.

Salvini ha cerrado los puertos italianos a la llegada de migrantes rescatados en el Mediterráneo.

"Tanti nemici, tanto onore" ("Muchos enemigos, mucho honor"), dijo el año pasado como respuesta a las críticas a su política antiinmigración.

La frase era una ligera variación de un eslogan del fascista Benito Mussolini y Salvini la tuiteó en un aniversario del nacimiento del dictador.

El ascenso de Salvini -quien se ha unido a "El Movimiento" creado por Steve Bannon, ex estratega de Donald Trump, para promover el populismo de derecha en Europa- es, quizás, el que más preocupa a las instituciones europeas, debido al tamaño e importancia de Italia, tercera economía de la zona Euro.

Viktor Orbán, Hungría
El primer ministro húngaro Viktor Orbán, del partido Fidesz, se presenta a sí mismo como el defensor de Hungría y Europa contra los migrantes musulmanes.

En enero de 2015, tras el ataque contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo por parte de extremistas, Orbán declaró a la televisión húngara: "Nunca permitiremos que Hungría se convierta en un objetivo para los inmigrantes. No queremos ver a minorías de tamaño significativo con distintas características culturales y orígenes que nosotros".

El ultranacionalista Viktor Orbán gana las elecciones de Hungría y logra su tercer mandato con un rotundo discurso anti inmigración En 2015 y 2016, además de una oleada de ataques terroristas, Europa se enfrentaba a la llegada de cientos de miles de migrantes y refugiados que huían de las guerras y la violencia en Siria, Irak y Afganistán.

Muchos de ellos pasaban por la frontera sur húngara, pero en realidad pocos querían quedarse en este país, ya que su objetivo era alcanzar el norte del continente, en especial Alemania.

Pero Orbán construyó una barrera de 175 kilómetros en su frontera con Serbia y luego añadió 40 kilómetros en la frontera con Croacia.

"La democracia liberal es favorable al multiculturalismo, mientras que la democracia cristiana da prioridad a la cultura cristiana", manifestó Orbán.

Nacido en mayo de 1963, Orbán no siempre había sido ese político de mano dura que es en la actualidad.

Cuando ganó las elecciones húngaras por primera vez, en 1998, su gobierno era visto en Europa como un relativo éxito, y fue durante su primer mandato (que duró hasta 2002) cuando se preparó el ingreso de Hungría -que salía de décadas de comunismo y sumisión a Moscú- a la Unión Europea.

Hoy en día, sin embargo, Orbán es visto por muchos como un político autoritario.

Durante este mandato ha colocado a aliados suyos en medios de comunicación y ha introducido una nueva ley laboral calificada como "ley esclavista" por sus críticos, entre otras polémicas medidas.

Su gobierno, además, mantiene una postura beligerante contra las ONGs.

De hecho, el mayor enemigo de Orbán es el multimillonario filántropo de ideología liberal George Soros, al que ha declarado una guerra sin disimulo a pesar de que fue el propio Soros el que le dio una beca para la Universidad de Oxford en 1989.

"Un campo de batalla simbólico": la universidad que enfrenta al magnate George Soros con el gobierno nacionalista de Hungría Quién es George Soros y por qué es blanco del odio de la ultraderecha y los conservadores de Estados Unidos (y otros países) Por aquel entonces, un joven Orbán quería estudiar "el renacimiento de la sociedad civil".

En 2014, sin embargo, Orbán ofrecía su propuesta alternativa a la democracia liberal, a la que llamó "democracia cristiana", contó la revista The New Yorker en enero de este año.

"La democracia liberal es favorable al multiculturalismo, mientras que la democracia cristiana da prioridad a la cultura cristiana.

"La democracia liberal es favorable a la inmigración, mientras que la democracia cristiana es antiinmigración", dijo.

Muchas húngaros han salido a protestar contra medidas recientes introducidas por el gobierno de Orbán. En esta foto, manifestantes en Budapest llevan una pancarta en la que se lee "Hemos tenido suficiente".

"Víctor Orbán ha estampado su personalidad en el mapa de Europa. Es admirado en todo el mundo por personas que quieren defender la soberanía nacional frente a la globalización", escribió sobre él el periodista de la BBC Nick Thorpe.

Quién es Viktor Orbán, el ultranacionalista primer ministro de Hungría que cree que Europa está siendo invadida por los inmigrantes Qué es el Grupo de Visegrado, "los chicos malos" que desafían a Francia y Alemania en la Unión Europea "Pero si la llegada de más fondos de la UE se vincula al respeto a los valores europeos, o si la población húngara se cansa de su estilo autoritario, Viktor Orbán quedará en mala posición".

Qué es la polémica "ley de la esclavitud" que ha desatado las mayores protestas en Hungría desde el fin del comunismo En los últimos meses, miles de húngaros salieron a manifestarse para pedir la renuncia de Orbán, quien fue reelegido para un tercer periodo en el poder en abril de 2018.

Alexander Gauland y Alice Weidel, Alemania
De todos los países europeos donde se ha producido un auge de la ultraderecha, quizás es en Alemania donde más significación tiene este hecho, dado el pasado nazi de la potencia europea.

Creado solo hace seis años, Alternativa por Alemania (AfD) entró por primera vez en el parlamento o Bundestag en 2017, consiguiendo el 12,6% del voto y 94 escaños y convirtiéndose en el tercer partido y primera fuerza de oposición.

Mientras que sus líderes han sido acusados de minimizar las atrocidades cometidas por los nazis, su éxito electoral es interpretado como una señal de descontento con la política de puertas abiertas a los refugiados de la canciller Angela Merkel.

En la cima de la crisis migratoria, Merkel levantó los controles fronterizos y solo en 2015 llegaron a Alemania casi un millón de personas, muchas de ellas musulmanes de Siria, Irak y Afganistán.

AfD adoptó entonces parte de la retórica anti-establishment del movimiento extremista Pegida, aunque con el tiempo se ha distanciado del mismo.

La formación pertenece a la misma familia política que el Frente Nacional (ahora Agrupación Nacional) en Francia, el Partido por la Libertad austriaco o el Partido por la Libertad holandés de Geert Wilders.

Aunque empezó como una formación anti-euro, opuesta al rescate financiero de Grecia, y todavía tiene un ala relativamente moderada, su retórica antiinmigración actual lo sitúa en el campo de la extrema derecha.

Las dos figuras más conocidas del partido son Alice Weidel, líder en el parlamento, y el co-líder Alexander Gauland.

Alice Weidel vive al menos a tiempo parcial en Suiza con su pareja de larga data, nacida en Sri Lanka, y los dos hijos de ambas.

Nacido en la ciudad de Chemnitz en 1941, Gauland huyó de la República Democrática Alemana a los 18 años para estudiar en Marburgo, en la República Federal de Alemania. Sin embargo, cuando los solicitantes de asilo llegaron en masa a Alemania en 2015 y 2016, Gauland dijo: "Esto es distinto: soy alemán".

"Fui de Alemania a Alemania. Es bastante diferente cuando alguien viene de Eritrea o Sudán".

Gauland comenzó su carrera como miembro del cristianodemócrata CDU, el partido de Merkel.

Frente a las afirmaciones a veces extremas de Gauland, la misión de Alice Weidel es representar al ala moderada del partido, creando una imagen de una formación con una capacidad de atraer a un público más amplio.

Weidel, de 38 años, es economista de profesión, banquera de inversión y emprendedora de start-ups con varios años de experiencia viviendo en China.

Su vida privada también ofrece un contraste frente a la imagen de su partido: Weidel vive al menos a tiempo parcial en Suiza con su pareja de larga data, nacida en Sri Lanka, y los dos hijos de ambas.

Angela Merkel abrió las puertas a los refugiados y migrantes durante la crisis que comenzó en 2015.

Weidel es una de las pocas mujeres que han alcanzado posiciones importantes en el AfD y suele argumentar que su presencia muestra que el partido no es homofóbico.

"No hay un consenso sobre cómo describir a AfD como un fenómeno político", asegura en un artículo de 2017 sobre la formación la cadena alemana DW.

"Atrae tanto a los radicales extremistas de derecha como a personas descontentas con el status quo, que pueden o no haber participado antes en el sistema electoral".

Algunos estudios, dice la cadena, apuntan a que AfD ha conseguido apoyos de todos los partidos políticos convencionales alemanes.

Recientemente, AfD se unió a la iniciativa de Salvini para unir a los partidos de extrema derecha de cara a las próximas elecciones europeas del próximo 26 de mayo.

En el primer encuentro organizado por el viceprimer ministro italiano estaban también representantes del Partido Popular Danés y el Partido de los Finlandeses.

A la alianza creada por Salvini se unieron ya pesos pesados de la extrema derecha como la veterana francesa Marine Le Pen.

Jussi Halla-aho, Partido de los Finlandeses
De nuevo, la retórica antiinimigración es uno de los temas predilectos del Partido de los Finlandeses, conocido anteriormente como Verdaderos Finlandeses.

Jussi Halla-aho puede ser considerado el político más popular de Finlandia en la actualidad.

Sus orígenes se remontan a un partido tradicional agrario formado en 1959, pero para 1995 ese partido estaba en la ruina y Verdaderos Finlandeses nació de sus cenizas.

El carismático Timo Soini se proclamó su presidente en 1997, pero por tres elecciones consecutivas, el partido no logró apoyos significativos.

La oportunidad llegó con la crisis económica de 2008, como explicó en un artículo para la BBC Jan Sundberg, profesor de la Universidad de Helsinki.

En 2015 se unieron a la coalición de gobierno de centro-derecha liderado por el primer ministro Juha Sipilä.

Soini, quien lideró el partido hasta 2017, acusó al gobierno de defraudar a los finlandeses, rescatando a los países -para él, despilfarradores-, del sur de Europa.

En 2017, Jussi Halla-aho se proclamó líder tras una competición interna, con Laura Huhtasaari, calificada como la "Marine Le Pen de Finlandia", elegida como segunda al mando.

Halla-aho, de 48 años recién cumplidos, es investigador y especialista en lenguas eslavas.

Multado en 2012 por el Tribunal Supremo por unos comentarios en su blog en los que vinculaba el Islam con la pedofilia y a los somalís con el robo, se erigió en el político más popular de Finlandia en las elecciones del pasado domingo 14 de abril, logrando para sí más de 30.000 votos, según Reuters.

Laura Huhtasaari fue calificada por Politico como la "Marine Le Pen de Finlandia".

El partido es el único en Finlandia que no apoya recortar las emisiones para combatir el cambio climático, apelando al estilo de vida tradicional finlandés y a los votantes rurales.

"Su ascensión a la primera fila de la política finlandesa ha cambiado fundamentalmente el discurso político en Finlandia hacia una dirección más nacionalista", explica el profesor de Política Eirikur Bergmann en un artículo de 2017 en la página del Oxford Research Group.

"Su populismo de derechas nunca fue socieconómico, sino más bien sociocultural".

Al contrario que otros partidos similares, el Partido de los Finlandeses acepta ser calificado de populista. Aunque Soini rechazaba la etiqueta de extrema derecha, dice Bergmann, y la formación no ha adoptado las ideas del neoliberalismo.

"Su populismo de derecha nunca fue socioeconómico, sino más bien sociocultural", afirma Bergmann.

En las últimas elecciones generales, celebradas el pasado 14 de abril, el Partido de los Finlandeses resultó segundo, con un 17,48% de los votos, solo por detrás del Partido Socialdemócrata.

Los resultados apuntan a una gran coalición izquierda-derecha con el objetivo de dejarlos fuera del gobierno.

También en la tradicionalmente liberal y tolerante Suecia, la derecha nacionalista de los Demócratas Suecos logró un 17,6% de los votos en las elecciones de septiembre del año pasado.

jueves, 7 de diciembre de 2023

¿Por qué los argentinos votan a un loco de remate como presidente?

Fuentes: dewereldmorgen.be/

Traducido del neerlandés para Rebelión por Sven Magnus

El 19 de noviembre uno de los políticos más extremistas de toda Argentina ganó las elecciones presidenciales. El hombre es un auténtico bicho raro, y sin embargo consiguió ganarse a la mayoría de sus compatriotas. ¿Cómo se ha llegado a esto y cuáles son las consecuencias?

Idiota
El nuevo presidente, Javier Milei, fue elegido con un programa de extrema derecha. Sus fans le llaman cariñosamente «el león». Su símbolo es una motosierra. La llevó a sus reuniones y prometió recortar el gasto público hasta los huesos.

Su plan es abolir la mayoría de las instituciones estatales, incluidos los ministerios de Sanidad, Educación, Ciencia, Tecnología, Transporte, Obras Públicas, Cultura y la mayoría de los demás ministerios.

Todos los servicios sociales deberán privatizarse. Quiere recortes drásticos en las pensiones y que desaparezcan la sanidad y la educación públicas. Todo será gestionado por empresas con ánimo de lucro. Según él, sólo ellas pueden resolver los problemas de la sociedad.

Javier Milei está llevando muy lejos su fundamentalismo extremo del libre mercado: por ejemplo, quiere crear un mercado de bebés. El aborto pasa a ser ilegal, pero las mujeres embarazadas que no quieran quedarse con su hijo pueden venderlo en el mercado libre a personas que quieran adoptar niños. Además del mercado de bebés, también quiere crear un mercado de órganos humanos.

A pesar de su imagen libertaria, las políticas que propone son extremadamente autoritarias. Milei elige la dictadura fascista en Argentina (1976-1983) y niega los asesinatos masivos, torturas y desapariciones de decenas de miles de activistas de izquierdas durante ese periodo. La vicepresidenta Victoria Villarruel es una descarada admiradora del dictador Jorge Rafael Videla. Será ministra de Defensa y Seguridad.

Milei prometió militarizar el país. La policía podrá detener y encarcelar más fácilmente a los ciudadanos en las prisiones, las cuales también quiere privatizar. Creará un sistema nacional de vigilancia, una base de datos para rastrear a los ciudadanos e instalará cámaras de vigilancia con reconocimiento facial en todo el país.

También hay una ruptura total con el pasado en la política exterior. En primer lugar, quiere acabar con la soberanía monetaria de su país aboliendo el peso e introduciendo el dólar como moneda oficial.

«El peluca», como también se le llama por su peculiar peinado, ha prometido cortar las relaciones diplomáticas con China y con el vecino Brasil. Detalle interesante: ambos países son los mayores socios comerciales de Argentina, juntos representan el 35% del comercio exterior.

Los principales nuevos aliados de Argentina son ahora Estados Unidos e Israel. En los mítines, Milei ondeaba la bandera israelí y se ha comprometido a apoyar al régimen de Israel mientras éste comete multitud de crímenes de guerra contra el pueblo palestino.

La victoria de Milei tendrá importantes implicaciones geopolíticas, ya que Argentina planeaba unirse a los BRICS. El nuevo Presidente ha declarado que su país no sólo no se adherirá, sino que además desea sabotear esta organización «comunista».

En la misma línea, quiere socavar los intentos latinoamericanos de integración regional y poner su país enteramente a disposición de Estados Unidos. Al menos para el establishment estadounidense, la victoria de Milei es un regalo del cielo.

En muchos sentidos, Milei es incluso más extremista que Trump. Es partidario de la llamada ideología anarcocapitalista del ultraderechista estadounidense Murray Rothbard. Rothbard fue aliado del Ku Klux Klan [1] y de otros supremacistas blancos.

Quizá sea mejor comparar a Milei con Augusto Pinochet, el general que instauró una dictadura militar en Chile tras un golpe de Estado patrocinado por la CIA en 1973.

Aparte de sus opiniones extremistas, mucha gente en Argentina lo considera trastornado e inestable mentalmente. Por ejemplo, Milei declara que puede hablar con su perro muerto desde el más allá. Dice que Conan, como lo llamó -por Conan el Bárbaro- influyó en cuanto a su política económica.

Pagó 50.000 dólares para clonar a su perro muerto. A cada perro clonado le puso el nombre de un economista de libre mercado de extrema derecha

Declaraciones
¿Cómo se explica que el 56% de los argentinos haya votado a este loco?

Un primer factor es la pésima situación socioeconómica de gran parte de la población. El país atraviesa dificultades económicas, en parte debido a la elevada carga de la deuda. Muchos empleos son informales e inseguros. Los salarios han caído en picado y a veces están por debajo del umbral de pobreza. Además, la inflación disparada está erosionando gravemente el poder adquisitivo. Al mismo tiempo, los ricos ven aumentar sus fortunas.

Sus principales víctimas son los jóvenes, que representan el 27% del electorado. Más que otros grupos de población, se ven afectados por la pobreza y la exclusión social. A esto se añade la cuarentena durante la pandemia. El 69% de los menores de 24 años votaron a Milei. Entre los mayores de 45 años, sólo el 40%.

Un segundo factor es el papel de los medios de comunicación. Éstos, como en todo el mundo capitalista, están en manos de grandes magnates. Dadas sus opiniones económicas, vieron en Javier Milei un candidato interesante. Hasta hace poco era un don nadie de la política, pero gracias a una intensa ofensiva mediática, los grandes medios de comunicación lo catapultaron en poco tiempo a la fama.

Por ejemplo, fue entrevistado 235 veces en el año 2018. Ninguna otra figura de la política se acercó siquiera a estas cifras. Lo mismo ocurrió en los años siguientes. Era, como dice Atilio Borón «una construcción mediática pulcramente planificada».

Los medios de comunicación dominantes le presentaron con éxito como alguien fresco, nuevo y joven, a pesar de tener 53 años.

Un tercer factor es la debilidad del bloque peronista de centro-izquierda [2], en el poder desde 2019 liderado por el presidente Alberto Fernández. Este peronista sí intentó seguir un rumbo social. Pero en un país con un Estado débil e ineficaz, eso fue insuficiente para hacer frente con éxito a la devastación causada por años de degradación social y económica.

Este partido tampoco ha sabido librar una batalla de las ideas. El resultado es el triunfo de la «antipolítica» en la que la clase política y el Estado son vistos como agentes corruptos o depredadores mientras se oculta el papel de las grandes empresas y las clases dominantes como agentes de explotación colectiva.

No se luchó contra la exaltación del hiperindividualismo y el abandono o incluso el rechazo de las estrategias de acción colectiva. Eso facilita que un populista como Milei se anote un tanto.

El candidato presidencial perdedor de los peronistas fue Sergio Massa. Representaba al ala derecha de la coalición peronista. La izquierdista y mucho más popular Christina Fernández de Kirchner no pudo participar en las elecciones debido a un golpe judicial en su contra. En Argentina, el sistema judicial está controlado por oligarcas de derechas. Es extremadamente corrupto.

Al final la votación se decantó entre un ultraliberal de extrema derecha, Milei, y un neoliberal de centro derecha, Massa, asociado a las mismas políticas neoliberales que llevaron a Argentina a su actual crisis económica.

Dado que no hay alternativa real, mucha gente ha optado por el cambio, aunque tenga que venir de un loco. Por lo menos es un loco que tiene ideas nuevas. Mejor eso que las desastrosas políticas neoliberales que llevan tanto tiempo aplicándose y que están causando tanta miseria.

Profundizar
Las fuerzas de izquierda en Argentina tienen ciertamente puntos débiles y sin duda han cometido errores en el pasado. Pero para rastrear las causas reales y fundamentales tenemos que profundizar más.

Como muchos países del Sur Global, Argentina exporta principalmente materias primas y productos agrícolas como maíz, trigo, soja, carne de vacuno, oro, etc. Se trata de productos intensivos en mano de obra y con escaso valor añadido. Las importaciones consisten principalmente en tecnología y bienes de capital de alto valor añadido, como ordenadores, automóviles, equipos médicos, maquinaria de alta tecnología, etc.

Este modelo de comercio es muy desventajoso porque se obtiene poco por lo que se exporta y se tiene que pagar mucho por lo que se importa. Es la clásica estructura (neo)colonial en la que están atrapados tantos países del Sur global.

En el pasado, los peronistas han intentado romper ese esquema. Querían producir ellos mismos más productos acabados y entre otras cosas aplicaron políticas proteccionistas con ese fin. Pero eso no era del agrado de las élites. En Argentina la producción agrícola está en gran parte en manos de oligarcas conservadores (grandes terratenientes) y, además de su control sobre los medios de comunicación y el poder judicial (véase más arriba), tienen una influencia considerable sobre el sistema político.

Esos oligarcas se han opuesto sistemáticamente a los programas nacionales de los líderes progresistas para industrializar el país. Bajo su impulso se instauró una dictadura militar en 1976, a la que siguieron varios regímenes de derechas alternados con gobiernos peronistas. Estos regímenes de derechas acabaron con la estrategia de industrialización de los peronistas. Desindustrializaron el país e impusieron políticas económicas neoliberales.

Cada vez que los peronistas llegaban al poder, intentaban desplegar al máximo su estrategia de industrialización, pero eso era insuficiente para resolver el problema estructural en el que Argentina y tantos otros países están atrapados.

Debido a su escasa industrialización y a un patrón comercial adverso, Argentina necesita constantemente más dinero para financiar sus importaciones y se endeuda cada vez más de forma crónica. Esta gran carga de la deuda también hace que el país dependa completamente del capital extranjero y le hace perder su soberanía económica. Entonces ya no es el gobierno elegido, sino los mercados internacionales de capitales y los inversores extranjeros quienes marcan las líneas maestras de la política económica.

Y, por supuesto, esa política no está orientada a las necesidades de los argentinos, sino a las de los «prestamistas» del Norte. Otro efecto de esta situación es que se produce una devaluación sistemática de la propia moneda, lo que a su vez alimenta la inflación.

Las políticas neoliberales antisociales de los últimos 40 años, junto con la inflación usurera, proporcionan un caldo de cultivo ideal para el extremismo de derechas. Los electores frustrados se dejan engañar fácilmente por un demagogo, aunque tenga las ideas más extremas y excéntricas.

En esencia, Javier Milei es el producto de un sistema económico neocolonial con políticas neoliberales por encima.

La sopa
Al igual que en Washington, la victoria de Milei fue recibida con vítores por los mercados financieros. Pero es muy dudoso que pueda poner en práctica muchos de sus excéntricos planes. Muchos de sus planes, como la dolarización de la economía, ya se han intentado en el pasado, sin éxito.

Además, se trata de un presidente sin experiencia que no tiene mayoría en el Parlamento y que tendrá que gobernar en un país con fuertes sindicatos y un historial de protestas masivas.

Así, la sopa no se tomará tan caliente como se sirve. Sin embargo, la elección de Milei no es un hecho trivial. Argentina es el tercer país más importante de América Latina. El avance de la extrema derecha tendrá importantes consecuencias no sólo para la región, sino para todo el mundo.

La elección de este chiflado de extrema derecha es una llamada de atención para nosotros. Orban, Trump, Johnson, Bolsonaro, Meloni y quizás pronto Wilders en Holanda y Le Pen en Francia. No crean que en otros países sea imposible.

Referencias:
Atilio Boron analiza el triunfo de Milei: “fue una construcción mediática prolijamente planificada”

Cómo el extremista Javier Milei se convirtió en presidente de Argentina: una historia de deuda, crisis e imperio (vidéo en inglés)

Notas:

[1] El Ku Klux Klan (KKK) es una organización blanca clandestina de Estados Unidos, conocida y tristemente célebre por su violencia racista. Sus miembros se dedicaron al terror contra los negros, otras personas de color y los luchadores por los derechos constitucionales. También eran antisemitas, homófobos, antiislámicos, anticatólicos y anticomunistas, y se volvían contra los nuevos inmigrantes.

[2] Juan Perón (1895-1974) fue un presidente popular. Se casó con la aún más popular Eva Duarte, más conocida como Evita. Desplegó una política de reformas sociales y económicas. Económicamente, intentó romper con el típico modelo colonial y neocolonial en el que los países del Sur exportaban principalmente materias primas baratas e importaban productos acabados caros. Asignó un papel importante al Estado.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.​


viernes, 29 de septiembre de 2023

Un golpe catastrófico

Hace cien años Miguel Primo de Rivera, empapado de populismo y nacionalismo, dio un paso que interrumpió más de un siglo de experiencias constitucionales e hizo muy difícil encontrar en España unas reglas de juego acordadas por la izquierda y la derecha.

Hace cien años, el 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, publicaba un manifiesto empapado de nacionalismo y populismo. En él exigía que, tal y como demandaba el pueblo sano, se quebrara la legalidad vigente: para salvar a la patria de revolucionarios y separatistas, los corruptos políticos que se alternaban en el gobierno debían hacerse a un lado y dejar paso al ejército. El mensaje se aderezaba con expresiones machistas: “el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada –decía—, que espere en un rincón”. Y estallaba en un “¡Viva España y viva el Rey!”. Día y medio más tarde, Alfonso XIII lo nombraba presidente de un inédito directorio militar. Con ese gesto arrancaba la primera dictadura española del siglo XX, que duró algo más de seis años y trastornó por completo la marcha del país.

Hasta la década de los noventa, entre historiadores y comentaristas cundía una imagen benévola de aquel régimen autoritario, tan simpática como la figura varonil y castiza del propio dictador. Muchos lo consideraban un paréntesis con escasas consecuencias, que ni siquiera había renunciado del todo a los principios liberales, y con múltiples efectos positivos. Al fin y al cabo, en los felices veinte coincidieron, para legitimar aquel mandato, la bonanza económica, un final victorioso de las campañas en Marruecos, el fomento de las obras públicas y la brillantez de las exposiciones internacionales de Barcelona y Sevilla. Su contraste con el interminable franquismo, erguido sobre una carnicería y una mísera postguerra, reforzaba ese halo.

Tras las valoraciones favorables subyacía asimismo la vigencia de las diatribas regeneracionistas que, al denigrar el sistema constitucional de la Restauración –controlado por oligarcas y caciques—, había facilitado una acogida expectante del pronunciamiento. Primo se erigía, con mejor o peor fortuna, en el cirujano de hierro destinado a extirpar el cáncer caciquil. Algunos de los especialistas más influyentes sostenían que el liberalismo dinástico estaba ya agotado y no quedaba otra salida, o que la militarada no significaba sino la continuación, por otros medios, del dominio oligárquico tradicional. Los paladines del monarca, que nunca escasearon, añadían que don Alfonso, ajeno a las conspiraciones, tuvo que plegarse a los deseos de la opinión pública y por eso traicionó la Constitución que había jurado defender. Los errores, si los hubo, quedaban perdonados por el patriotismo de los implicados, que evitó una temprana guerra civil y trajo un remanso de paz laboral.

Estas bendiciones encontraron algunos obstáculos, que han crecido conforme avanzaban los estudios sobre el periodo. El análisis de la vida política de la Restauración decantó juicios más ponderados, que junto a las prácticas fraudulentas y a la inestabilidad gubernamental destacaron su relativo respeto a derechos y libertades, como la de prensa, o su capacidad para integrar fuerzas diversas, del catalanismo conservador al reformismo republicano. La revitalización del parlamento, que abrió investigaciones sobre la desastrosa derrota frente a los marroquíes en Annual, o el avanzado programa del último gabinete liberal, que incluía reformas constitucionales y sociales, avalaban ese optimismo, e incluso una hipotética transición a la democracia. En cualquier caso, el triunfo del golpe no parecía ya inevitable, más aún cuando Alfonso XIII pudo abortarlo: con la mayoría de las guarniciones dispuestas a obedecerle, su temprano respaldo al gobierno y el castigo a los sediciosos habrían enderezado la situación. Pero el monarca desconfiaba del parlamentarismo, que consideraba caótico y débil ante las amenazas subversivas procedentes de Moscú, y que en España se atrevía además a poner en cuestión su propio manejo del ejército colonial. A la altura de 1923, compartía los valores de los golpistas y barajó convertirse él mismo en dictador.

Más aún, los análisis de la dictadura han revelado sus debilidades, como la incapacidad para alumbrar un nuevo marco institucional, causada por las discrepancias entre sus partidarios. O una nacionalización tan intensa como contraproducente. A partir de cierto momento, sus contrarios se multiplicaron con rapidez, desde los viejos liberales y los militares agraviados hasta los estudiantes rebeldes ante su política clerical o los catalanistas aplastados por una persecución inmisericorde. No hay duda de que la apuesta por Primo costó el trono a Alfonso XIII, descalificado no ya para encabezar una monarquía parlamentaria, sino también para retornar a la normalidad constitucional. A la caída del general, el republicanismo subió como la espuma. Pero los investigadores también han comprobado cómo a su sombra se consolidó una derecha españolista, católica y autoritaria, que nutrió el monarquismo durante la Segunda República y también un nacional-catolicismo franquista servido, no por casualidad, por sus cuadros políticos e intelectuales.

A menudo se han subrayado las diferencias entre el primorriverismo y las fórmulas fascistas. La dictadura española se impuso a través de un cuartelazo, no de la emergencia de un movimiento de masas; sus políticas fueron más conservadoras que totalitarias y, lejos de inaugurar una religión política, se conformó con apoyarse en la Iglesia. Primo de Rivera admiró la Italia de Mussolini y algunas de sus medidas se inspiraron en ella, como el dirigismo económico, pero en sus estructuras corporativas prefirió atraerse a los socialistas antes que fundar sindicatos oficiales. Definía así uno de los proyectos antiliberales y nacionalistas que recorrieron Europa, donde los fascismos tuvieron un papel secundario hasta la década de los treinta, aunque no debería despreciarse su influjo. Su hijo José Antonio terminó por acaudillar la versión española del fenómeno.

El centenario ha servido para dar a conocer trabajos muy valiosos sobre la etapa dictatorial. Saldrán más, y seguro que no faltan a la cita los partidarios de limpiar a Alfonso XIII de toda mácula o de ponderar las ventajas de un tirano benevolente. No vendrían mal, por ejemplo, más indagaciones sobre la corrupción de los primistas. Por ahora, podríamos afirmar que aquel pronunciamiento interrumpió experiencias constitucionales y civiles en vigor durante más de un siglo e hizo muy difícil hallar en España unas reglas de juego comunes, acordadas por derechas e izquierdas. Primo de Rivera y sus seguidores abrieron la caja de los truenos, pues rompieron el frágil equilibrio anterior y resucitaron la era en que los cambios de régimen se originaban en cuarteles y barricadas. Desde 1923, nadie se privó de recurrir a la violencia política, de nuevo una herramienta aceptable para alcanzar el poder. Lo intentaron liberales, conservadores, republicanos y monárquicos, todos con sus respectivos aliados castrenses. Lo acabarían logrando, no sin dificultades, quienes se sublevaron contra la República en 1936. Al menos por estas razones, en expresión de Mercedes Cabrera, el golpe que hoy conmemoramos debería verse como uno de los momentos catastróficos de nuestra historia.

Javier Moreno Luzón es historiador. Ha publicado recientemente El rey patriota. Alfonso XIII y la nación (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2023).

sábado, 22 de julio de 2023

_- Mazzucato: “Es un problema que muchos Gobiernos se muevan hacia el populismo”

_- La profesora de la UCL defiende un papel central del Estado y alaba la actitud del Ejecutivo español por haber sabido innovar pese a la coyuntura hostil

Es una de las economistas más brillantes del panorama internacional, tiene una prolífica producción literaria y ha asesorado a instituciones y Gobiernos a lo largo y ancho del globo. Hasta el Papa recomendó leer uno de sus libros, El valor de las cosas (Taurus, 2019). Mariana Mazzucato (Roma, 55 años), profesora de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres (UCL), defiende un Estado fuerte, ambicioso, que sea capaz de innovar y crear riqueza. En cambio, alerta sobre las políticas de austeridad —”no funcionan”— y la ultraderecha: “Es un problema que muchos Gobiernos se muevan hacia el populismo”, zanja durante una entrevista por Zoom.

Pregunta. ¿La pandemia y la crisis energética han reforzado el papel del Estado o se ha perdido una oportunidad?
Respuesta. En algunos países se ha perdido la oportunidad. En el Reino Unido, donde vivo, las ayudas a las empresas durante la covid no estaban condicionadas a que fueran buenas. En España, a las empresas que han recibido ayudas para mitigar el impacto de la inflación no se les permite despedir alegando un aumento del coste de la energía. Es parte integrante de la ayuda. Es como un dar y recibir, que yo llamo relación simbiótica, en oposición a la parasitaria. Así se van forjando buenas relaciones público-privadas.

P. Además de estas colaboraciones, ¿qué más hace falta para que el Estado no sea un simple regulador?
R. En mi reciente libro The Big Con (La gran estafa) digo que hay que invertir en la capacidad del Estado, forjar buenas alianzas público-privadas, fortalecer los sistemas de salud, darnos cuenta de que estamos todos juntos, por ejemplo en el cambio climático. El coste de la inacción es muy superior al de la acción. No sirve decir que todo apesta, que las empresas son malas, que el Gobierno es malo... Necesitamos entender dónde las políticas gubernamentales y comerciales inteligentes y el sector público-privado inteligente han fortalecido las economías. La tasa de inflación española ha bajado tanto en comparación con otros países en gran parte por el tope al precio del gas [para generación de electricidad, la llamada excepción ibérica], los límites a los aumentos de los alquileres de vivienda, la gratuidad del transporte público y, quizás lo más importante, la fiscalidad sobre los beneficios caídos del cielo. Ningún Ejecutivo es perfecto, pero me han impactado las políticas mesuradas de este: nada demasiado extremo, pero siempre pensando en qué se puede hacer para contener los costes para los ciudadanos, ayudar a las empresas, pero pidiéndoles algo a cambio, y fortalecer la capacidad del Gobierno.

P. Los Gobiernos suelen diseñar políticas de corto plazo, porque innovar puede llevar a cometer errores que luego suponen un castigo en las urnas.
R. Has metido el dedo en la llaga. Aceptamos la experimentación de las empresas. Admitimos que, por cada éxito, hay muchos fracasos. Pero en cuanto el sector público comete algún error está en la primera plana de los periódicos. No le permitimos experimentar. Por eso he estado proponiendo que se invierta en laboratorios gubernamentales. Chile tiene El laboratorio del Gobierno. Hacer las cosas bien no siempre es un proceso lineal. Es en parte por eso que los Ejecutivos subcontratan a empresas de consultoría, para que alguien más cometa el error. Pero la clave es aprender de los fracasos. No basta con fracasar. Y eso solo puedes hacerlo si inviertes en tus capacidades. Volviendo a España, creo que se han hecho muchas cosas bien. También cosas mal, como todo Gobierno.

P. ¿Es más importante redistribuir o crear valor?
R. Si solo se piensa en la redistribución no queda nada que crear. Hay que invertir lo suficiente en lo que crea valor, por ejemplo la I+D. El Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de España está muy enfocado a la investigación y desarrollo. . Hay 50 millones para misiones de I+D en torno a la inteligencia artificial. Existe el programa RETECH IA, con 260 millones, y el PERTE de la nueva economía del lenguaje. Todo esto es crear valor.

P. Ha habido críticas a este Gobierno por dar ayudas generalizadas contra la inflación.
R. Los impuestos, por supuesto, tienen que ser progresivos. España tiene un gravamen solidario a la riqueza e impuestos sobre los beneficios caídos del cielo, que no perjudican a las pequeñas empresas. La pregunta es, ¿qué hacer con lo que se recaude? Ahí está la creación de riqueza. Se necesita de una tributación inteligente y progresiva que vaya a un fondo común para mejorar la vida de los ciudadanos, financiar el transporte público gratuito o reducir la factura energética. La creación de riqueza también es reinvertir ese dinero en políticas que aumentan la productividad.

P. ¿Estos impuestos deben mantenerse?
R. Depende. A escala mundial, las farmacéuticas siempre consiguen lo que yo definiría beneficios excesivos, porque cobran demasiado por los medicamentos aunque hayan recibido inversión pública. En ese caso, el cambio debe ser permanente. Es más bien asegurar que los precios son justos. Idealmente, se necesita un sistema en el que los beneficios de las empresas son los adecuados desde el principio. Eso requiere, como argumenté en mi libro El valor de las cosas, que los gobiernos comprendan mejor la diferencia entre ganancias y rentas. Es algo de lo que hablaron Adam Smith y David Ricardo. No es una noción marxista. Las empresas deben obtener beneficios. No se resuelve nada con la caridad. Pero necesitamos una teoría que nos diga si son demasiados.

Muchas energéticas empezaron a ganar demasiado no porque fueran innovadoras, sino por un shock en el sistema global, y debemos gravar estos beneficios excesivos. Si estos impuestos tienen que ser permanentes depende de la capacidad de un gobierno para distinguir qué ganancias provienen de las inversiones de una compañía, de su innovación, y cuáles de una guerra u otra crisis internacional. Además, en este momento tenemos un problema en el mundo: hay muchos Gobiernos que se están moviendo en una dirección populista. En Italia también podemos decir fascista.

P. En España es probable que la extrema derecha entre en el Gobierno con Vox.
R. Es un problema enorme. Por eso hay que saber qué ha hecho un país. Lo que ha hecho en España el actual Gobierno es muy positivo comparado con lo que veo en muchos países. En el Reino Unido, después del Brexit no hay una fórmula para que lo público y lo privado trabajen juntos en la transición energética, la brecha digital, la salud. En Italia, mi otro país [aclara que tiene nacionalidad estadounidense, británica e italiana], se ha dejado de invertir en la administración pública. Falta un pacto sólido entre sindicatos, gobierno y empresas. Muchos trabajadores se han sentido engañados y han votado a la derecha. En la izquierda se han pelado entre ellos durante años y esto ha provocado que no haya tenido una actitud progresista como en España.

En España, este Gobierno ha desarrollado unas políticas muy importantes sobre energía, objetivos de desarrollo sostenible, pactos con empresas, trabajo… Creo que esto es el futuro del capitalismo. El siglo XXI necesita este tipo de actitud. También habrá cometido errores. El problema es si la gente siente que no puede llegar a fin de mes y por ello vota a una derecha que solo ataca a los inmigrantes, la burocracia, la criminalidad... Además de una manera insensata. La criminalidad no se lucha solo con más policía, sino invirtiendo en sus causas, que a menudo son socio-económicas. Un gobierno debe invertir en las personas con buena educación, prestaciones, políticas de vivienda... Pero no se hace o, si se hace sin contarlo, sin tener un relato, también es un problema.

La narrativa de la derecha siempre va contra alguien: los inmigrantes, el Gobierno, Europa… Lo he visto en todos los países. El Ejecutivo de Sánchez no ha sido uno necio que solo ha pensado en la redistribución. Ha usado una estrategia sostenible, ayudando a las empresas, promocionando a aquellas que invierten verde y a la vez ha desencentivado el exceso de ganancias, lo que no significa desincentivar los beneficios. Creo realmente en esa estrategia: crear riqueza, invertir en tecnología, salud, capacidad de las ciudades y tener impuestos progresivos.

P. Los países europeos, entre ellos España, han disparado su deuda con la pandemia. Bruselas está pidiendo recortes. ¿Habrá una vuelta a la austeridad?
R. Los recortes, como se hicieron después de la crisis financiera, con la austeridad, no han funcionado. Lo que importa más en la ratio deuda PIB son las inversiones, tanto públicas como privadas, que se hacen en el denominador. Hay que cortar donde hay despilfarro, siempre y no solo ahora, pero también invertir en lo que crea valor: educación, I+D, programas de IA aplicada a la salud, agricultura, energía. Solo recortar, esperando que la deuda baje, no funciona. Si el PIB no crece, si la productividad no crece, volvemos otra vez al punto de partida.

Es muy importante que no haya otra ola de austeridad. La inversión pública en el corto plazo puede elevar la deuda, pero en el largo la baja, porque crea la riqueza con la cual financiarla. Los países que solo aplican la austeridad no crean riqueza y la deuda sigue creciendo. También porque emergen problemas de salud, de criminalidad… La falta de buenos sistemas de salud y de educación pueden suponer un coste mayor al Estado que invertir más desde el principio.

P. Hay que hacer predistribución.

R. Exactamente.

martes, 3 de septiembre de 2019

Mazel tov, Shoshanna. Viaje al lugar más pobre de Estados Unidos junto a una familia jasídica. Alrededor de 22.000 personas de la secta ultraortodoxa viven de subsidios, cupones de comida y donaciones de gente adinerada.

Me recoge media hora después de mi llamada a la compañía de taxis. No había conseguido llamarme desde su teléfono americano para avisarme de que llegaría tarde, mi teléfono, como ya le dije, es español y tenía que marcar el prefijo internacional, su teléfono no la dejaba, dice. El coche lleva pintada una abeja en la puerta, es el símbolo de la compañía, Busy Bee. La conductora se llama Alison, es de risa fácil y tiene unas uñas postizas larguísimas de color azul cobalto. La uña del medio es dorada. Si Liberace hubiera llevado uñas postizas, estas hubieran sido así. Me indica que me siente a su...

 https://elpais.com/elpais/2019/08/30/opinion/1567163401_817600.html

viernes, 25 de mayo de 2018

La era de los títeres en la política contemporánea. Igual que en Cataluña, los partidos populistas aspiran a proclamar un primer ministro manipulable y accidental..

Más que desconcertar, impresiona que los partidos de mayor sesgo populista de Italia -la gente, la ciudadanía- pretendieran ungir a un primer ministro que ha eludido el trance de las urnas y que consolida la tradición de los jefes de Gobierno extraparlamentarios. Tanto se describe el perfil técnico, administrativo, de Giuseppe Conte, tanto llama la atención el pacto mefistofélico de sus mentores, pues sucede que el xenófobo Matteo Salvini (Liga Norte) y el ambiguo Luigi di Maio (M5S) alumbraron la designación de un líder accidental cuyo fantasmagórico expediente académico -la sombra de Cifuentes es alargada- se añade al embarazo de una sintomática paradoja: “deberá ejecutar un programa que no ha escrito y con un equipo (de Gobierno) que no ha elegido”, escribe Mario Calabresi en las páginas de La Repubblica.

Es una reflexión interesante porque subraya la contradicción de la “nueva política” -tan parecida a la vieja en las emergencias de compromiso- y porque el pacto en cuestión sobrentiende que el aspirante a premier, expuesto a la cuarentena del presidente Mattarella, se desenvolvería como una marioneta o como un cuerpo extraño en el Gobierno de las grandes reformas y proyectos sublimes.

Salvini y Di Maio han garantizado la transformación de Italia con el humo embriagador de la retórica patriótica. Y han dado las riendas del caballo blanco a una figura no tanto antisistema como ajena al sistema. Quizá porque la proclamación de un primer ministro cualquiera complace la expectativa populista de la tabula rasa y facilita a ambos la tarea de manipularlo. O de convertirlo en el chivo expiatorio de las diferencias. Que son muchas y hasta indigeribles en el orden conceptual, electoral, programático, pero menos relevantes en el euroescepticismo, el asistencialismo del Estado, la seguridad, la indulgencia fiscal y el plan de evacuación de inmigrantes ilegales.

Unas y otras coincidencias jalonan la intersección a la que se han subordinado las evidencias de relación “contra naturam”. Di Maio y Salvini se desprecian personal y políticamente, pero se atraen poderosamente en el akelarre de la casta y del antiguo régimen. Han desfigurado juntos la izquierda convencional (PD) y el berlusconismo. Otra cuestión es que la promesa de una nueva era sea capaz de materializarla un primer ministro sin galones ni atribuciones.

Giuseppe Conte, cuaje o no cuaje, parece encarnar la época de los títeres. Una estirpe de líderes sin liderazgo que acceden al poder asumiendo la propia incredulidad. Le sucede a Torra en la Generalitat. Pastueño, manso, sumiso, acepta el president balar como la oveja Dolly, una réplica de Puigdemont que fue ungido en un ceremonial paródico y que acepta humillarse -no se le permite ocupar el despacho- a un papel gregario como fusible de la campaña soberanista. Conte se expondría a una parecida instrumentalización, pero la política italiana se diferencia de la española en dos cuestiones fundamentales. La flexibilidad para encontrar el consenso (extrema derecha y extrema izquierda en un mismo gobierno) y la asombrosa capacidad de desdramatización, incluso cuando se trata de xenofobia y de eurofobia.

 https://elpais.com/elpais/2018/05/22/opinion/1526979084_627357.html

miércoles, 4 de enero de 2017

Entrevista a Alberto Garzón, Coordinador general de Izquierda Unida. “El populismo de izquierda no busca reconstruir la izquierda sino demolerla”

Entrevistamos a Alberto Garzón en la redacción de La Marea tras la victoria de Donald Trump en EEUU y con el ambiente en Europa enrarecido por el auge de la extrema derecha. Preguntamos al coordinador general de IU, por las causas del ascenso de los neofascismos y sobre los retos a los que se presenta la izquierda para limitar su implantación.

¿Cuáles cree que son las causas principales del auge actual de opciones neofascistas en Europa y el mundo?
Cada país tiene sus singularidades y no hay respuestas simples. Una de las variables fundamentales es que la extrema derecha sabe canalizar la rabia y la frustración de un espacio social al que llamaríamos los perdedores de la globalización, aquellos sectores sociales que durante las últimas décadas han visto mermadas sus capacidades materiales para desarrollar un proyecto propio como consecuencia de la dinámica del capitalismo y de la globalización. Esta frustración se canaliza a través de actitudes políticas que, en este caso, transmiten la xenofobia, el racismo o el machismo como una suerte de herramienta protectora que le devuelva sus supuestos privilegios. Fundamentalmente, es el aspecto económico el que hace que los perdedores de la globalización apoyen estas opciones en ausencia de alternativas.

¿Qué responsabilidad tiene la izquierda del auge de estas opciones?
La izquierda clásica nació como expresión de la clase obrera y las clases más populares, explotadas y oprimidas. Esto ha ido mutando. Es obvio que la clase trabajadora ha cambiado mucho en los últimos siglos y la izquierda institucional cada vez ha estado menos vinculada con los sectores sociales menos desfavorecidos, en algunos casos incluso despreciándolos, como describe Owen Jones en Chavs. No se establece una relación de igual a igual entre la izquierda institucional y estos sectores. Por otra parte, la izquierda ha ido centrándose en temas como el ecologismo o el feminismo, que para mí son imprescindibles, pero lo ha hecho a costa de abandonar las vivencias cotidianas y materiales de las clases populares. Esto explica por qué sectores claramente víctimas de la globalización, como los parados, apuestan fundamentalmente por partidos de derecha como PP y Ciudadanos, en torno a un 21%; otro 20% se abstiene; un 11% vota al Partido Socialista, y sólo un 13% en este momento vota a Unidos Podemos. Creo que es una manifestación clara de que hay una izquierda desconectada de los intereses de la clase que dice representar.

¿Qué peso pudo haber tenido en esto la Tercera Vía de Tony Blair?
Por decirlo de una forma provocadora, la izquierda se hizo más pija en la medida en que se ha institucionalizado al aceptar los códigos y los contornos de un sistema que por naturaleza es injusto. La Tercera Vía de Blair lo que hacía era comprar las instituciones del capitalismo y también el discurso que justificaba este capitalismo, dejando huérfana a las capas de la población que sufrían las consecuencias de este sistema, huérfana de referencias políticas. Esta gente luego encuentra un espacio en la extrema derecha por falta de alternativa, entre muchos otros factores. En España la situación es distinta a la del Reino Unido y EEUU, pero hay un correlato. Existe una izquierda institucionalizada que desde la transición aceptó que el régimen del 78 era el mejor instrumento para la vida de las personas. Pero éstas han seguido sufriendo regresiones políticas, sociales, económicas. La izquierda institucionalizada se ha ido alejando de la vida cotidiana de la gente que más sufre la precariedad, el desempleo y la opresión. El discurso y la práctica de esta izquierda se ha hecho ininteligible y pueden ser el caldo de cultivo para una extrema derecha también en nuestro país. Es la señal de alarma que hemos de ver.

¿Cree que el discurso anti-establishment que emplean formaciones de izquierda puede ser contraproducente ya que los frutos luego los recogen opciones de extrema derecha?
Creo que sí hay que tener un discurso anti-establishment y rupturista pero lo que no puedes es calcar los discursos xenófobos ni tirar por esa línea. Una cosa es aceptar que el sistema es malo y que por lo tanto tu eres antisistema. Eso es correcto, pero no puedes comprar, como hacen los socialistas en Francia, el discurso o parte del discurso xenófobo para mitigar. Eso alimenta a la bestia. No se trata de enfrentarse a la extrema derecha con nuestra capacidad discursiva porque es muy difícil explicarle a la gente que sus problemas cotidianos de no poder la luz o alimentarse tres veces al día tienen que ver con un sistema económico frente a un discurso que culpa a los inmigrantes. Si esa batalla discursiva es la solución estamos perdidos. La solución no es discursiva, es de práctica política. Eso quiere decir que necesitas organizaciones que estén en el núcleo del conflicto. Un desahucio es un conflicto social, igual que un despido o un asesinato machista. Allí deben estar las organizaciones mostrando solidaridad y ayudando a las víctimas de la crisis, especialmente de la crisis de la globalización. A la hora de prestar esta ayuda sí que se debe emplear el discurso que explica cuáles son las causas de la crisis. Así es posible canalizar la rabia y la frustración por la vía de la izquierda. Eso siempre había sido una enseñanza de la izquierda clásica. Está claro que el anarquismo y el movimiento obrero socialista no entraron en España por la vía de los manifiestos sino por la práctica. La solución no es copiar los discursos sino ser coherente con una práctica que lleva incorporado un discurso coherente.

¿No hubiera sido más práctico para mejorar las condiciones materiales de la gente haber llegado a un pacto con el Partido Socialista?
No, porque nosotros decimos que las soluciones no van a venir solo del lado de las instituciones. Las transformaciones sociales se hacen fundamentalmente fuera del parlamento. Tiene que ver con las transformaciones que hace el propio capitalismo fuera de las instituciones, tiene que ver con la autoorganización de la gente en sus barrios, con el cambio de la concepción del mundo. Un ejemplo para entender el fondo de estos debates algo abstracto es la Plataforma para los Afectados de las Hipotecas (PAH). Es lo que Gramsci llamó intelectual orgánico o colectivo, es estar en el centro del conflicto, praxis política, acompañado de un discurso pedagógico que sea capaz de elevar la rabia a compromiso político. Imaginemos que la PAH en vez de tener estos valores de izquierda hubiera tenido valores de extrema derecha. Probablemente, hoy estaríamos hablando de otro fenómeno. La extrema derecha podía haber aprovechado ese espacio para introducir su discurso fascista con más facilidad, precisamente por vincularlo a la praxis política.

Como Amanecer Dorado en Grecia, que ayuda a las víctimas de la crisis económica, o el Hogar Social en Madrid…
Efectivamente, no es una situación nueva. El marxismo siempre se ha interpretado como la filosofía de la praxis. Quizás lo que le ha transformado fue el giro posmoderno de los años 1960 y 1970, que le dio cada vez más peso al discurso. En España la rabia se ha canalizado a través de un 15-M, por lo tanto la extrema derecha tiene más dificultad en encontrar espacios. Pero no cabe la menor duda de que el triunfo de la iglesia católica se debe a su capacidad de solucionar los problemas de la gente. Cuando cogen el pan, cogen la biblia. Todo eso es evidente para todo el mundo menos una élite academicista que sigue encerrada en su torre de marfil.

Así también funciona cierto caciquismo en muchas partes de España.
Sí, también. La izquierda ha pecado durante mucho tiempo de desinteresarse por las cuestiones materiales. La derecha, sin embargo, sí se preocupa por ellas, y su discurso está muy vinculado a las vivencias cotidianas. Cuando el PP habla de recuperación económica en las familias, se entiende como “puedo tener trabajo” y “puedo comer”. Ese es el populismo más profundo que tiene el PP. Mientras, la izquierda habla de otros asuntos, que insisto son imprescindibles, como el ecologismo, el feminismo, los derechos civiles, pero a costa de abandonar la parte material de la vida. A final esta izquierda ha entrado en una contradicción consigo mismo. Decimos representar una clase social que no nos vota.

En EEUU desde los sectores más progresistas se ha ridiculizado a Trump y sus seguidores. ¿Este clasismo puede existir también en Unidos Podemos?
Cuando uno ve que hay jóvenes anti-Trump en las grandes ciudades, con una visión cosmopolita y una comprensión de ser ganadores de la globalización, jóvenes que en términos clásicos llamaríamos pequeños burgueses, que queman las zapatillas New Balance porque su director o empresario ha dicho que apoya a Trump, es en el fondo una forma de demostrar cierto desprecio a las razones por las que Trump ha ganado, en cierta medida porque parte de la clase trabajadora se ha sentido empujada a votarle. Porque la victoria de Trump tiene que ver con este cambio de la clase trabajadora, en este caso blanca, que le vota más que a otros candidatos republicanos. Analizar esto es mucho más importante para la izquierda, en lugar de demostrar y decir qué idiotas son los votantes de Trump. Las causas son materiales, también racistas, pero en el fondo del racismo también hay causas materiales. Los que viven en burbujas pequeño burguesas sencillamente no son capaces de ver lo que ocurre en barrios más populares. Es un problema de entendimiento y es el gran riesgo de la izquierda. Deberíamos cambiar también la composición de nuestras organizaciones, otorgar cupos para que haya dirigentes que son trabajadores manuales, trabajadores precarios, del ámbito de los cuidados, es decir hacer del partido un reflejo más puro de lo que es la sociedad que pretende representar. En Unidos Podemos los dirigentes somos fundamentalmente expresión de gente que es víctima de la crisis pero no por las mismas razones por las que lo es la gente en los barrios más populares. Somos jóvenes que han sufrido una falta de perspectivas por causa de la crisis, sin ascensores sociales, expulsados de las universidades o del trabajo, viviendo en el mundo de la precariedad, aunque hemos tenido ciertos soportes como apoyo familiar o del Estado social. Pero es muy difícil que pertenezcamos al sector que lleva cinco años sin ningún ingreso. Cuando hay gente que dice orgullosa que los votantes de Podemos son los más cultos, que confunden con los más preparados, para nosotros debería ser un problema.

También es un problema que Unidos Podemos tenga dificultades para llegar a sectores rurales…
En IU sí que llegamos con facilidad porque hay una tradición fuerte campesina vinculada al movimiento obrero, como en Andalucía. Pero es verdad que Podemos ha tenido una irrupción más fuerte en las grandes ciudades, en los sectores digamos más ilustrados, y tiene más dificultad de llegar al mundo rural. Hay que reflexionar y aceptar el enfoque de clase para ver dónde están las deficiencias y dónde están las posibilidades de resolverlas. En UP efectivamente tenemos el riesgo de decir representar a una clase pero que en el tiempo se está abriendo un camino muy amplio para la extrema derecha porque nosotros somos incapaces de cubrir este espacio, un espacio que todavía cubren PP, PSOE, Ciudadanos, el espacio de la gente más desposeída que cree que votar a estos partidos es mejor que votar a UP.

¿Y qué puede hacer Unidos Podemos hoy para mejorar las condiciones materiales de esta gente?
continuar aquí:Antonio Maestre y Thilo Schäfer
La Marea