Es una de las economistas más brillantes del panorama internacional, tiene una prolífica producción literaria y ha asesorado a instituciones y Gobiernos a lo largo y ancho del globo. Hasta el Papa recomendó leer uno de sus libros, El valor de las cosas (Taurus, 2019). Mariana Mazzucato (Roma, 55 años), profesora de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres (UCL), defiende un Estado fuerte, ambicioso, que sea capaz de innovar y crear riqueza. En cambio, alerta sobre las políticas de austeridad —”no funcionan”— y la ultraderecha: “Es un problema que muchos Gobiernos se muevan hacia el populismo”, zanja durante una entrevista por Zoom.
Pregunta. ¿La pandemia y la crisis energética han reforzado el papel del Estado o se ha perdido una oportunidad?
Respuesta. En algunos países se ha perdido la oportunidad. En el Reino Unido, donde vivo, las ayudas a las empresas durante la covid no estaban condicionadas a que fueran buenas. En España, a las empresas que han recibido ayudas para mitigar el impacto de la inflación no se les permite despedir alegando un aumento del coste de la energía. Es parte integrante de la ayuda. Es como un dar y recibir, que yo llamo relación simbiótica, en oposición a la parasitaria. Así se van forjando buenas relaciones público-privadas.
P. Además de estas colaboraciones, ¿qué más hace falta para que el Estado no sea un simple regulador?
R. En mi reciente libro The Big Con (La gran estafa) digo que hay que invertir en la capacidad del Estado, forjar buenas alianzas público-privadas, fortalecer los sistemas de salud, darnos cuenta de que estamos todos juntos, por ejemplo en el cambio climático. El coste de la inacción es muy superior al de la acción. No sirve decir que todo apesta, que las empresas son malas, que el Gobierno es malo... Necesitamos entender dónde las políticas gubernamentales y comerciales inteligentes y el sector público-privado inteligente han fortalecido las economías. La tasa de inflación española ha bajado tanto en comparación con otros países en gran parte por el tope al precio del gas [para generación de electricidad, la llamada excepción ibérica], los límites a los aumentos de los alquileres de vivienda, la gratuidad del transporte público y, quizás lo más importante, la fiscalidad sobre los beneficios caídos del cielo. Ningún Ejecutivo es perfecto, pero me han impactado las políticas mesuradas de este: nada demasiado extremo, pero siempre pensando en qué se puede hacer para contener los costes para los ciudadanos, ayudar a las empresas, pero pidiéndoles algo a cambio, y fortalecer la capacidad del Gobierno.
P. Los Gobiernos suelen diseñar políticas de corto plazo, porque innovar puede llevar a cometer errores que luego suponen un castigo en las urnas.
R. Has metido el dedo en la llaga. Aceptamos la experimentación de las empresas. Admitimos que, por cada éxito, hay muchos fracasos. Pero en cuanto el sector público comete algún error está en la primera plana de los periódicos. No le permitimos experimentar. Por eso he estado proponiendo que se invierta en laboratorios gubernamentales. Chile tiene El laboratorio del Gobierno. Hacer las cosas bien no siempre es un proceso lineal. Es en parte por eso que los Ejecutivos subcontratan a empresas de consultoría, para que alguien más cometa el error. Pero la clave es aprender de los fracasos. No basta con fracasar. Y eso solo puedes hacerlo si inviertes en tus capacidades. Volviendo a España, creo que se han hecho muchas cosas bien. También cosas mal, como todo Gobierno.
P. ¿Es más importante redistribuir o crear valor?
R. Si solo se piensa en la redistribución no queda nada que crear. Hay que invertir lo suficiente en lo que crea valor, por ejemplo la I+D. El Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia de España está muy enfocado a la investigación y desarrollo. . Hay 50 millones para misiones de I+D en torno a la inteligencia artificial. Existe el programa RETECH IA, con 260 millones, y el PERTE de la nueva economía del lenguaje. Todo esto es crear valor.
P. Ha habido críticas a este Gobierno por dar ayudas generalizadas contra la inflación.
R. Los impuestos, por supuesto, tienen que ser progresivos. España tiene un gravamen solidario a la riqueza e impuestos sobre los beneficios caídos del cielo, que no perjudican a las pequeñas empresas. La pregunta es, ¿qué hacer con lo que se recaude? Ahí está la creación de riqueza. Se necesita de una tributación inteligente y progresiva que vaya a un fondo común para mejorar la vida de los ciudadanos, financiar el transporte público gratuito o reducir la factura energética. La creación de riqueza también es reinvertir ese dinero en políticas que aumentan la productividad.
P. ¿Estos impuestos deben mantenerse?
R. Depende. A escala mundial, las farmacéuticas siempre consiguen lo que yo definiría beneficios excesivos, porque cobran demasiado por los medicamentos aunque hayan recibido inversión pública. En ese caso, el cambio debe ser permanente. Es más bien asegurar que los precios son justos. Idealmente, se necesita un sistema en el que los beneficios de las empresas son los adecuados desde el principio. Eso requiere, como argumenté en mi libro El valor de las cosas, que los gobiernos comprendan mejor la diferencia entre ganancias y rentas. Es algo de lo que hablaron Adam Smith y David Ricardo. No es una noción marxista. Las empresas deben obtener beneficios. No se resuelve nada con la caridad. Pero necesitamos una teoría que nos diga si son demasiados.
Muchas energéticas empezaron a ganar demasiado no porque fueran innovadoras, sino por un shock en el sistema global, y debemos gravar estos beneficios excesivos. Si estos impuestos tienen que ser permanentes depende de la capacidad de un gobierno para distinguir qué ganancias provienen de las inversiones de una compañía, de su innovación, y cuáles de una guerra u otra crisis internacional. Además, en este momento tenemos un problema en el mundo: hay muchos Gobiernos que se están moviendo en una dirección populista. En Italia también podemos decir fascista.
P. En España es probable que la extrema derecha entre en el Gobierno con Vox.
R. Es un problema enorme. Por eso hay que saber qué ha hecho un país. Lo que ha hecho en España el actual Gobierno es muy positivo comparado con lo que veo en muchos países. En el Reino Unido, después del Brexit no hay una fórmula para que lo público y lo privado trabajen juntos en la transición energética, la brecha digital, la salud. En Italia, mi otro país [aclara que tiene nacionalidad estadounidense, británica e italiana], se ha dejado de invertir en la administración pública. Falta un pacto sólido entre sindicatos, gobierno y empresas. Muchos trabajadores se han sentido engañados y han votado a la derecha. En la izquierda se han pelado entre ellos durante años y esto ha provocado que no haya tenido una actitud progresista como en España.
En España, este Gobierno ha desarrollado unas políticas muy importantes sobre energía, objetivos de desarrollo sostenible, pactos con empresas, trabajo… Creo que esto es el futuro del capitalismo. El siglo XXI necesita este tipo de actitud. También habrá cometido errores. El problema es si la gente siente que no puede llegar a fin de mes y por ello vota a una derecha que solo ataca a los inmigrantes, la burocracia, la criminalidad... Además de una manera insensata. La criminalidad no se lucha solo con más policía, sino invirtiendo en sus causas, que a menudo son socio-económicas. Un gobierno debe invertir en las personas con buena educación, prestaciones, políticas de vivienda... Pero no se hace o, si se hace sin contarlo, sin tener un relato, también es un problema.
La narrativa de la derecha siempre va contra alguien: los inmigrantes, el Gobierno, Europa… Lo he visto en todos los países. El Ejecutivo de Sánchez no ha sido uno necio que solo ha pensado en la redistribución. Ha usado una estrategia sostenible, ayudando a las empresas, promocionando a aquellas que invierten verde y a la vez ha desencentivado el exceso de ganancias, lo que no significa desincentivar los beneficios. Creo realmente en esa estrategia: crear riqueza, invertir en tecnología, salud, capacidad de las ciudades y tener impuestos progresivos.
P. Los países europeos, entre ellos España, han disparado su deuda con la pandemia. Bruselas está pidiendo recortes. ¿Habrá una vuelta a la austeridad?
R. Los recortes, como se hicieron después de la crisis financiera, con la austeridad, no han funcionado. Lo que importa más en la ratio deuda PIB son las inversiones, tanto públicas como privadas, que se hacen en el denominador. Hay que cortar donde hay despilfarro, siempre y no solo ahora, pero también invertir en lo que crea valor: educación, I+D, programas de IA aplicada a la salud, agricultura, energía. Solo recortar, esperando que la deuda baje, no funciona. Si el PIB no crece, si la productividad no crece, volvemos otra vez al punto de partida.
Es muy importante que no haya otra ola de austeridad. La inversión pública en el corto plazo puede elevar la deuda, pero en el largo la baja, porque crea la riqueza con la cual financiarla. Los países que solo aplican la austeridad no crean riqueza y la deuda sigue creciendo. También porque emergen problemas de salud, de criminalidad… La falta de buenos sistemas de salud y de educación pueden suponer un coste mayor al Estado que invertir más desde el principio.
P. Hay que hacer predistribución.
R. Exactamente.