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lunes, 28 de octubre de 2019

“Un jefe estúpido puede ser peor para el corazón que el colesterol”. Enrique Gavilán publica 'Cuando ya no puedes más', un libro que narra el desgaste de un médico de atención primaria.

Un infierno. Una tortura. Una pesadilla. La guerra. Todos estos sustantivos emplea Enrique Gavilán para describir cómo era cada día de consulta; cada jornada como médico de familia en dos pueblos de Extremadura, donde los pacientes se sucedían uno detrás de otro. Y otro. Hasta 60 en un día tuvo que atender. Sin tiempo de mirarles a los ojos, de entenderlos, de prestarles la atención que requerían.

El médico de atención primaria Enrique Gavilán, en una cafetería de Madrid.

El desamor de Gavilán (Benalmádena, 1972) con la atención primaria está narrado en el libro Cuando ya no puedes más (Anaconda Editions) a lo largo de 236 páginas. Con un mes en la calle y una segunda impresión en marcha, el texto es una confesión íntima de una situación personal, pero también el reflejo de las condiciones en las que trabajan los médicos de familia: "Para referirnos a los pacientes no es raro llamarles 'los enemigos'. Cuando estos se hartan de esperar y se vuelven a casa sin ser atendidos, recurrimos a la expresión 'A enemigo que huye, puente de plata".

Gavilán acabó quemado por su trabajo, padeciendo lo que la Organización Mundial de la Salud denomina síndrome del burnout, que según algunos estudios afecta, en grado severo, hasta a un tercio del personal de atención primaria. "Si su médico se comporta como un cínico, es probable que lo sufra", advierte el autor.

Es una historia con final feliz: volvió a enamorarse de la atención primaria, regresó a una consulta rural donde hoy es feliz. Eso sí, manejando su agenda, viendo a entre 15 y 20 pacientes al día y con una sintonía con los pacientes y sus compañeros que poco tenía que ver con la plaza que le llevó a dejarlo todo, familia incluida, para irse a trabajar a una ambulancia.

Pregunta. En su libro se pregunta: “¿Por qué he llegado a odiar ser médico de familia?"

Respuesta. Había llegado a querer tanto a la medicina de familia y me había defraudado tanto que acabé odiándola. Es un sentimiento de despecho, de desilusión, de decepción, que tengo ya superado. Tenía un concepto idealizado y cuando me vi sumergido en el día a día me sentí atrapado.

P. Expone un problema estructural de cómo está planteada la atención primaria, sin suficiente tiempo para atender a los pacientes. ¿Cómo cree que debería ser?

R. La medicina de familia tal y como la conozco sigue subsistiendo en el medio rural, que es donde conserva su esencia, donde se le puede dedicar el tiempo suficiente al paciente, hay cercanía, se puede trabajar de cara a la comunidad, una atención continuada a lo largo del tiempo… En un entorno urbano es más complicado. La demanda es más alta, la presión asistencial, también.

P. Habla de un sistema hospitalcentrista. ¿Qué es eso?

R. Cuando la sanidad está centrada en la solución que se puede ofrecer de un hospital; cuando hablamos de que llega la epidemia de la gripe y de los colapsos de los hospitales y no nos damos cuenta de que los centros de salud estamos sin dar abasto todos los días...

P. También asegura que existe un halo de superioridad de los médicos del hospital con respecto a los de atención primaria.

R. El otro día a un residente, en una rotación hospitalaria, una enfermera le preguntó de qué especialidad era. Respondió que medicina de familia y le cuestionó si eso era una especialidad. Existe desde 1978. Lo curioso es que 41 años después sigamos con esas preguntas. El trato directo con los compañeros del hospital es muy bueno; aprecian el trabajo que hacemos porque saben que es importante. Pero nos cargan con muchas tareas que no son nuestras; consideran que son de segunda fila y recaen en nosotros. Sobre todo, tareas administrativas: bajas, recetas, volantes, etc.

P. ¿Qué margen hay para automatizar procesos burocráticos para que el médico se dedique realmente a la medicina primaria?

R. Muchas veces se informatizan papeles que no deberíamos hacer, como justificantes o papeles de mil circunstancias, como poder acceder a un programa de ejercicio, a una plaza de aparcamiento de discapacitados; tenemos que certificar a veces que una persona no ha podido ir a sellar el paro. O que un niño no pueda ir al colegio por un catarro.

P. Habla de guerra, calvario, pesadilla en tu día a día. ¿Ser médico de atención primaria puede provocar esto?

R. La prueba es que cuando dejé aquel trabajo desaparecieron todos mis problemas. Coincidió una etapa en la que yo estaba desgastado. Las circunstancias no eran peores que las de muchos compañeros. Mi récord de asistencia en un día fueron 60; tengo compañeros que han visto a 80 o 90. Otros que ven diariamente a 40, 50 o 60. No soy el que haya trabajado en peores condiciones de España, ni mucho menos. He podido salir de ese calvario, estoy contento de mi trabajo, pero mucha gente sigue ahí.

P. Narra cómo esto perjudica al paciente, que recibe un peor trato.

R. Sí, y eso hacía que me sintiera todavía peor. Esto te supone un estrés tan cotidiano que dejas de ser tú mismo. Empiezas a comportarte de una manera que no te reconoces. Yo no soy así, yo no estoy encabronado todo el día. Acabas tan embrutecido que lo pagas con el paciente. Y él no tiene culpa.

P. ¿También se hacen peores diagnósticos?

R. Sí, hay mucha literatura al respecto. Un médico que no se encuentra bien anímicamente y que tiene ese desencanto por su día a día tiende a no concentrarse de la misma manera, a equivocarse a la hora de diagnosticar, a no escuchar al paciente…

P. En el libro reparte culpas. Habla de pacientes que no hacen un buen uso de la sanidad, en sus palabras, "una plaga de sanos preocupados".

R. Las personas no van al médico porque sí, sino porque tienen una preocupación o un problema. La cuestión está en que hacen lo que se les ha enseñado. Si miras el grueso de la información sanitaria hoy en día… te bombardean de información. Hoy por ejemplo es el día internacional del dolor [la entrevista se realizó el 17 de octubre] y casi todas las noticias tienen que ver con fármacos para aliviarlo. El dolor es algo humano, siempre lo ha habido, pero en los últimos 15 o 20 años la prevalencia de dolor crónico se ha disparado. Sin embargo, las enfermedades que pueden producirlo no han aumentado. ¿Qué está pasando? Hay más intolerancia al dolor. ¿Eso redunda en mayor calidad de vida? Todo lo contrario, los pacientes con dolor viven peor y cada vez hay más fármacos para tratarlos. Hemos enseñado a la gente a demandar una solución médica, como puede ser la unidad del dolor. Se hablaba de que hay muchas menos unidades de las que debería. Me gustaría que también se publicaran sus resultados, a cuánta gente dejan de tratar al cabo de cierto tiempo, cuántas altas dan por resolver el problema. Lo que hacen es cronificarlo.

P. ¿Estamos demasiado medicalizados?

R. Existen problemas que anteriormente no se trataban en consultas médicas y ahora mismo se han convertido en problema médico, como la menopausia, que es un proceso natural que se ha medicalizado. Ayer vino a mi consulta una mujer preocupada porque se le estaba yendo la regla, cuando realmente estaba en la edad en la que suele producirse esto. Venía demandando una serie de controles. Ella creía que necesitaba densitometría, mamografía, citología... lo que le hemos enseñado. Algunas de ellas pueden tener sentido, pero no por la menopausia. En las consultas hay gente preocupada por su salud, pero sin problemas de salud.

P. También afirma que se demandan demasiados análisis. ¿No debemos controlar el colesterol, los triglicéridos, los niveles de azúcar?

R. No hay ningún problema en hacerse un análisis de vez en cuando. La recomendación para medir colesterol en un adulto joven y sano es uno cada cinco años. ¿Tiene sentido hacérselo todos los años? No. La cuestión es la necesidad de que un análisis nos diga cómo estamos de salud. Si los análisis rutinarios sirven para algo: ni mejoran la supervivencia, ni la salud… Lo lógico es usarlos cuando tenemos un problema o si existe mucho riesgo de uno. Está demostrado que no tener empleo es un factor de riesgo coronario, el barrio donde vives también... tener un jefe estúpido que te amarga la vida puede ser peor para el corazón que el colesterol. Tenemos que preguntarnos por qué le prestamos tanta atención al colesterol y menos a este tipo de cuestiones sociales.

P. Es enemigo de la medicalización, pero tuvo que recurrir a los fármacos para superar su problema. ¿Cómo lo explica?

R. Me hizo removerme mucho. Yo quería salir para adelante, me puse en mano de mi médica y fue la que me propuso tomar este tipo de medicamento. Aún sabiendo que no tienen una efectividad muy alta accedí. No me arrepiento. Una de las cosas que he aprendido es darme cuenta de las muchas contradicciones que puedo tener y cómo convivir con ellas. Los antidepresivos me sirvieron durante un tiempo, pero al mismo tiempo conservé la capacidad para saber lo que estaba haciendo y para decir: hasta aquí he llegado.

P. ¿Cuánto tiempo?

R. Estuve dos años en psicoterapia y tres o cuatro meses con tratamiento farmacológico. Se me derribó un mito: que estos medicamentos no sirven para nada. No sé si fue efecto del fármaco o placebo, pero notaba que las cosas me afectaban menos, me sentía anestesiado. Y cuando sientes mucho dolor, una anestesia no viene mal. Pero tiene que servir para algo: si tienes una herida, te puede servir para coserla. Yo la necesitaba para poder enfrentarme a mi problema y fue lo que hice.

P. ¿Cómo se vuelve a enamorar de la profesión, qué ha cambiado?

R. Que ya no estoy en el mismo sitio, que dije hasta aquí, que escribí el libro, que me ayudó a sacar toda la quemazón que tenía. Ahora soy dueño de mi agenda, puedo dedicar el tiempo que requiere cada paciente, dejar el ordenador y mirarlo cara a cara.

https://elpais.com/sociedad/2019/10/17/actualidad/1571335130_766958.html?rel=lom

sábado, 21 de febrero de 2015

Las nueces ayudan a reducir el colesterol

El consumo de nueces podría ayudar a reducir los niveles de colesterol en la sangre, afirman los científicos.

La investigación de la Universidad de Loma Linda, en California, Estados Unidos, revisó 25 estudios en los que participaron unas 600 personas en siete países.

Los científicos hallaron que quienes consumían una bolsa pequeña de nueces al día redujeron en 7,4% sus niveles de colesterol.

Por eso, creen que las nueces ayudan a prevenir la absorción del colesterol, de modo que estos alimentos deben formar parte de una dieta sana.

El colesterol -o lipoproteínas- es una sustancia que produce el hígado a partir de los alimentos grasos que comemos.

Aunque es muy importante para el funcionamiento normal del organismo, los niveles excesivamente altos de este elemento en la sangre pueden tener efectos graves en la salud.

Riesgo para el corazón
La evidencia científica demuestra que los altos niveles de colesterol pueden causar estrechamiento de las arterias y aumentar el riesgo de un infarto o derrame cerebral.

También se ha demostrado en el pasado que el consumo regular de nueces o frutos secos tiene beneficios para la salud, porque estos productos son ricos en proteínas, ácidos grasos insaturados, fibras, minerales, vitaminas y otros compuestos como antioxidantes y fitoesteroles.

Pero la nueva investigación -publicada en Archives of Internal Medicine (Archivos de Medicina Interna)- intentó establecer cuál es su impacto preciso en el estado cardiovascular.

Las personas involucradas en el estudio consumieron, en promedio, 67 gramos de nueces al día durante un período de entre tres y ocho semanas.

Además de mejorar los niveles de colesterol, las nueces redujeron la cantidad de triglicéridos, otro tipo de grasa en la sangre que también ha sido vinculada a enfermedades coronarias.

Sin embargo, afirman los científicos, el impacto fue menos pronunciado entre los participantes con sobrepeso.

Esteroles
Los científicos no saben por qué las nueces tienen este efecto, pero creen que podría deberse a los fitoesteroles que contienen, que son compuestos que -se piensa- bloquean la absorción del colesterol en el nivel intestinal.

Tal como afirma el profesor Joan Sabaté, quien dirigió el estudio, "los efectos del consumo de nueces están relacionados con las dosis ingeridas, y los distintos tipos de nueces tienen efectos similares".

Pero el científico agrega que estos efectos se vieron "significativamente modificados por el colesterol LDL (el llamado "colesterol malo") ya presente, el índice de masa corporal y el tipo de dieta".

Es decir -explica el investigador-, el efecto del consumo de nueces en los niveles de colesterol fue mayor entre los individuos con un nivel alto de "colesterol malo", con un índice de masa corporal bajo y entre aquellos que consumían dietas de tipo occidental.

"Las nueces son un alimento integral que ha sido consumido por los humanos a lo largo de la historia", expresa el científico. "Y puede esperarse que el aumento en el consumo de nueces como parte de una dieta prudente afecte de forma favorable los niveles de lípidos en la sangre y tenga el potencial de reducir el riesgo enfermedad coronaria", agrega.

Otros expertos advierten, sin embargo, que debe tenerse cuidado con el consumo de nueces cubiertas de azúcar o sal.
Fuente: BBC

sábado, 21 de junio de 2014

El gen mutado que protege el corazón. Alteraciones en el APOC3 reducen los triglicéridos y disminuyen un 40% el riesgo de infarto

De forma independiente y por caminos distintos, dos grupos de investigadores –uno estadounidense, otro danés- han rastreado el ADN de miles de pacientes hasta dar con el gen APOC3 y llegar a una misma conclusión: las mutaciones en este gen protegen el corazón y las arterias. Las alteraciones detectadas no solo reducen significativamente los niveles de triglicéridos –un tipo de grasa que circula por la sangre cuyo exceso se asocia a lesiones vasculares-, sino que disminuyen el riesgo de sufrir lesiones coronarias (infartos, ictus) hasta en un 40%, como publican en el New England Journal of Medicine.

En las sociedades occidentales, estas enfermedades son la principal causa de muerte, en buena medida, por la mala alimentación y el estilo de vida. En España, el 30% de los fallecimientos se deben a procesos cardiovasculares, por encima de la suma de los tumores. Buena parte de la responsabilidad es del colesterol malo (LDL, lipoproteínas de baja densidad), al adherirse a las paredes de las arterias, endurecerlas y estrecharlas. Aunque existe una familia de fármacos, las estatinas, que se ha mostrado eficaz a la hora de combatir estas grasas.

Sin embargo, frente a los triglicéridos –otro de los agentes causantes de arterioesclerosis-, los fármacos existentes (fibratos, niacina, ácidos grasos omega 3) no han alcanzado el mismo nivel de resultados. Solo ayudan moderadamente a reducir los niveles en sangre y no aportan beneficios sensibles en cuanto a paliar el riesgo cardiovascular. Por ello, estos dos trabajos han despertado el interés entre los investigadores y médicos que velan por la buena salud de las arterias.
...
El gen APOC3 es especialmente activo en el hígado, donde produce una proteína (la apolipoproteína C3) que transporta los triglicéridos a través de la corriente sanguínea hasta su destino. Al llegar a los tejidos, estos lípidos se degradan y se transforman en ácidos grasos, es decir, en energía. Este proceso es posible gracias a una enzima. El problema es que la apolipoproteína anula la actividad enzimática, por lo que, si abunda, los triglicéridos no se metabolizan, se acumulan en la sangre y lesionan las arterias.

El trabajo de los científicos de la Universidad de Pensilvania y del Hospital General de Massachusetts analizó los exomas (la parte más activa del genoma, la que fabrica proteínas) de 4.000 personas en busca de mutaciones que se pudieran asociar con los niveles de triglicéridos en la sangre. Tras un complejo proceso de selección y descarte, los investigadores advirtieron que cuatro mutaciones diferentes en el APOC3 no solo comprometían la fabricación de la proteína, sino que se relacionaban con una caída del 40% de la tasa de triglicéridos. Mientras la presencia habitual ronda los 150 miligramos por decilitro, entre estas personas la cifra bajaba hasta los 85. La mutación les ayudaba a tener poca apolipoproteína C3.

Una vez comprobado que cambios en las bases (las letras que componen el alfabeto genético accttgga…) del gen APOC3 se traducen en un menor nivel de triglicéridos quedaba por determinar si, además, estas personas eran menos sensibles a desarrollar enfermedades cardiovasculares. A partir de 110.000 muestras de pacientes, los investigadores estadounidenses analizaron los perfiles genéticos y compararon aquellos que tenían las mutaciones identificadas con sus historiales clínicos. El resultado fue que la alteración genética se asociaba a una caída del 40% de la posibilidad de tener un infarto, ictus, isquemia crónica y el resto de lesiones coronarias.

Este es el aspecto que más destaca Civeira del trabajo: evidenciar que la reducción de los niveles de la apolipoproteína C-3 en sangre se traduce en una mejora de la salud del paciente, lo que no sucede con los medicamentos que se usan hasta ahora para tratar el exceso de triglicéridos.
“A partir de nuestros hallazgos, podemos predecir que si bajamos los triglicéridos mediante la inhibición del gen APOC3 habrá una reducción del riesgo de patología coronaria”

MÁS INFORMACIÓN

Fuente: El País. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/06/19/actualidad/1403191139_284139.html

miércoles, 30 de abril de 2014

Fuster: “El paciente que no se cuide podrá ser rechazado por el sistema” Solo un 20% de los enfermos intervenidos controlan cuatro factores de riesgo un año después

Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en España, pero su prevención no está resultando nada fácil. Y ello no sucede porque no se sepa qué hay que hacer.

En un curso magistral que ha dado en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, Valentín Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), resumió en siete los factores de riesgo (tabaco, colesterol, hipertensión, diabetes, sedentarismo, obesidad y edad) y, no sin cierto desánimo, admitió que los ensayos muestran que “solo los profesionales y los obsesivos” parecen dispuestos a cambiar sus hábitos. Ante una “epidemia silenciosa” que “la gente no se cree”, puede llegar a suceder que “el paciente sea rechazado por los sistemas sanitarios”, advirtió. Algo que ya empieza a barajarse en países como Reino Unido o Suecia, añadió.

Los ensayos empiezan a mostrar esta impermeabilidad de los pacientes a los consejos médicos. Por ejemplo, en una revisión de estudios hecha con personas que ya han tenido un infarto, publicada en abril, Fuster y otros investigadores constataron que un año después del suceso, solo el 20% había conseguido controlar cuatro de los factores (se medía tabaquismo, colesterol, hipertensión y azúcar).

Y si esto sucede entre quienes ya le han visto las orejas al alobo, la idea de que quienes se consideran impunes cambien sus hábitos le parece al cardiólogo una entelequia. “No queremos creer lo que nos está ocurriendo. No va a haber un cambio de hábitos, porque la población no se cree vulnerable. Por eso hay una epidemia”, dijo Fuster. En la misma línea de reconocer una situación peligrosa, Fuster fue tajante: "No me digan que en España se sigue la dieta mediterránea".

Aunque todavía no hay datos, la misma idea subyace en el estudio Focus 1 que está realizando el equipo del investigador. Su objetivo es medir por qué las personas que han tenido un accidente cardiaco o cerebrovascular no toman la medicación que evitaría una recaída. El tratamiento básico es, en principio, sencillo: tres pastillas –anticoagulante, antihipertensión y anticolesterol-. La evidencia de que el cumplimiento terapéutico (lo que se denomina adherencia) es escaso llevó al CNIC, en colaboración con laboratorios Ferrer, que colaboraron en la preparación del encuentro de Santander al que fue invitado EL PAÍS, a desarrollar la polypill, una píldora que incluye los tres compuestos en un solo comprimido. “No se trata de ponerlos todos juntos”, advirtió Fuster. La idea es facilitar que se siga el tratamiento, y que sea más barato –“hemos aprendido que lo que encarece el medicamento es la distribución”, dijo el médico-. La polypill, de momento, está permitida en siete países latinoamericanos. Se espera que el año que viene se apruebe en Europa, y que al siguiente esté también en EE UU.

Esta idea de una pastilla a dosis fijas contradice uno de los principios que parecen regir la nueva medicina: los tratamientos personalizados, admitió Fuster. De alguna manera, las enfermedades cardiovasculares son algo “difuso” y, por lo que dijo el médico, de momento escapan a las nuevas tendencias: ni la genética como factor predictivo, ni el uso de células madre ni los tratamientos individualizados han demostrado de momento una gran utilidad. Sigue habiendo que acudir a la anatomía y la fisiología clásicas.

En la misma línea, Fuster defendió el uso de los nuevos anticoagulantes que se dan a dosis única y no hay que regularlos en función de analíticas periódicas a los pacientes. Es un debate que en España enciende a los especialistas entre defensores del Sintrom y los del Dabigratán. El problema de este último, más nuevo y cómodo para el paciente, es, por un lado, su precio. De hacho los médicos de primaria acaban de emitir un comunicado protestando porque no les dejan recetarlos en todas las comunidades. Por otro, que hay que ser muy riguroso con los horarios ya que si no hay riesgo de sobredosis, admitió Fuster. Por eso él, que tiene a sus pacientes en EE UU, es claro: a los que usen los anticoagulantes antiguos y les va bien, que sigan con ellos; a los nuevos pacientes, que empiecen con los nuevos. Si pueden pagárselo, algo que en países con sistemas de sanidad privados es muy importante...
Fuente: El País.

viernes, 28 de septiembre de 2012

La Iniciativa Vive pide ayuda para la prevención cardiovascular. El proyecto aborda ciencia, educación y salud para prevenir la primera causa de mortalidad del mundo

Las enfermedades cardiovasculares con la primera causa de muerte en los países ricos, y van camino de serlo en los demás. Por eso su prevención —o, según prefiere Valentín Fuster, director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), la promoción de comportamientos saludables— ocupa un puesto destacado en la agenda de la salud pública. Y no solo desde un punto de vista estrictamente médico. Tal y como plantea la Iniciativa Vive, tres son las patas del abordaje: ciencia, salud y educación, todas ellas igualmente importantes.

 Partiendo de este punto de vista, la Iniciativa Vive, fruto de la colaboración de la Fundación ProCNIC (que aglutina a empresas privadas que colaboran con el CNIC, entre ellas PRISA, editora de EL PAÍS) y la Fundación SHE (siglas en inglés de ciencia, salud y educación), se reinventa “para abrir su participación a todo ciudadano que disponga de tiempo e interés en luchar contra la patología cardiovascular”.

Como explicó Fuster en la presentación de este nuevo enfoque, la patología cardiovascular obedece a múltiples factores, la mayoría evitables. Entre los primeros están “los mecánicos” (obesidad y la presión arterial), los “químicos” (colesterol y diabetes) y “dos que se identifican con sendas preguntas: si se hace ejercicio y si se fuma”. Solo hay uno sobre el que no se puede actuar: la edad... EL PAÍS Madrid 28 SEP 2012