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domingo, 1 de diciembre de 2024

8 factores que pueden aumentar tu riesgo de enfermedad cardiaca.

Credit...Ilustración por Andrei Cojocaru; fotografías por Getty Images
Ya no solo es el colesterol y la presión arterial: en los últimos años, los expertos han empezado a pensar de forma más amplia sobre lo que impulsa el riesgo de padecimientos del corazón.

Las enfermedades cardiacas son la principal causa de muerte de hombres y mujeres en Estados Unidos, y lo han sido durante más de 100 años, a pesar de los grandes avances en salud pública.

Desde hace años, los médicos saben que la hipertensión, el colesterol alto, la diabetes y el tabaquismo aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. Suelen utilizar estos factores para calcular el riesgo individual de los pacientes y orientar las recomendaciones terapéuticas. Pero en los últimos años, los expertos han empezado a pensar de forma más amplia sobre lo que impulsa el riesgo de enfermedad cardiovascular.

Sadiya Khan, cardióloga preventiva de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, dijo que, con el descenso del tabaquismo y la disponibilidad de mejores tratamientos para el colesterol y la tensión arterial, las tasas de mortalidad por ataque cardíaco y accidente cerebrovascular han descendido en el último medio siglo. Pero varios factores amenazan ahora con ralentizar —o incluso revertir— ese progreso, entre ellos el aumento de afecciones metabólicas como la obesidad y la diabetes y las crecientes tasas de insuficiencia cardiaca.

En reconocimiento de estos cambios, la Asociación Americana del Corazón publicó el año pasado una nueva calculadora de riesgos, denominada PREVENT, que incluye medidas de salud metabólica y renal y permite a los médicos predecir el riesgo de insuficiencia cardíaca, además del de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular.

“No creo que los principales factores de riesgo de enfermedad cardiovascular hayan cambiado necesariamente”, dijo Michael Nanna, cardiólogo intervencionista de la Facultad de Medicina de Yale. “Pero creo que hay un mayor reconocimiento de un conjunto más amplio de factores de riesgo de lo que los cardiólogos pensábamos tradicionalmente”.

Los grandes factores de riesgo siguen existiendo
Las afecciones que provocan la acumulación de placas en las paredes internas de los vasos sanguíneos son una gran preocupación. A medida que las placas crecen, estrechan el espacio disponible para que fluya la sangre, lo que puede causar síntomas como dolor torácico. Con el tiempo, las placas pueden desprenderse y obstruir una arteria que lleva sangre al corazón o al cerebro, provocando un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular, explicó Jeremy Sussman, profesor asociado de medicina interna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Míchigan.

Colesterol elevado: el colesterol es un componente principal de la placa. Aunque el colesterol es esencial para funciones corporales como la producción de hormonas y vitaminas, cuando es demasiado alto puede acumularse en las paredes arteriales, combinándose con grasa, calcio y otras sustancias de la sangre para formar placas, dijo Khan, quien dirigió el comité de la Asociación Americana del Corazón que desarrolló la nueva calculadora de riesgos.

Presión arterial alta: la hipertensión puede dañar las arterias, forzándolas a tensarse y volverse rígidas en lugar de permanecer elásticas. Esto puede aumentar la acumulación de placa, dijo Khan. La hipertensión también sobrecarga el corazón. Esto aumenta el riesgo de insuficiencia cardíaca, que se produce cuando el músculo cardíaco no puede bombear suficiente sangre para satisfacer las necesidades de sangre y oxígeno del organismo.

Diabetes: Las personas con diabetes de tipo 1 o de tipo 2 tienen más probabilidades de tener el colesterol alto o desequilibrado y la presión arterial alta, y tener tanto diabetes como uno de estos factores de riesgo adicionales agrava la probabilidad de padecer una enfermedad cardiaca, dijo Khan.

Edad: se cree que la edad aumenta el riesgo de cardiopatía, en parte porque el daño que el colesterol y la presión arterial producen en los vasos sanguíneos se acumula con el tiempo, dijo Sussman.

El tabaquismo: Fumar es como un envejecimiento acelerado, dijo Khan. “Con el mismo nivel de colesterol o el mismo nivel de presión arterial, tus vasos sanguíneos tendrán peor aspecto”, dijo. Eso no solo significa más placa, sino que también aumenta la probabilidad de que la placa se desprenda y forme un coágulo sanguíneo.

Fumar también provoca inflamación, que es un tema común subyacente a todos los factores de riesgo de las enfermedades cardiacas, dijeron los médicos. Las investigaciones sugieren cada vez más que la inflamación desempeña un papel importante en el desarrollo de las placas y en su ruptura.

El sexo: generalmente se considera que los hombres corren mayor riesgo, aunque las enfermedades cardíacas son también la principal causa de muerte de las mujeres estadounidenses, cuyo riesgo tiende a aumentar después de la menopausia.

También se considera importante la salud metabólica Los factores de riesgo de enfermedad cardiaca rara vez existen de forma aislada. “La mayoría de la gente no solo tiene hipertensión ni solo tiene diabetes”, dijo Khan.

En atención a la coincidencia entre las enfermedades cardiacas, renales y metabólicas y sus mecanismos subyacentes comunes, la Asociación Americana del Corazón acuñó el año pasado el término “síndrome cardio-reno-metabólico” para definir este conjunto de problemas de salud relacionados.

Un factor inicial clave en el desarrollo del síndrome, según el documento que lo describe, es la acumulación de tejido adiposo excesivo y disfuncional, sobre todo en el abdomen. Esto puede provocar inflamación, resistencia a la insulina y, con el tiempo, diabetes, enfermedad renal crónica y cardiopatía.

Por este motivo, la nueva calculadora incluye datos como el índice de masa corporal (una medida controvertida pero muy utilizada de la obesidad) y la tasa de filtración glomerular estimada, que indica a los médicos lo bien que funcionan tus riñones.

Los médicos también pueden utilizar la hemoglobina A1C, un indicador de la media de azúcar en sangre durante tres meses, y el cociente albúmina-creatinina en orina, una medida del estado de salud de tus riñones, para estimar el riesgo de forma más granular en los pacientes de mayor riesgo.

La raza importa
Los estadounidenses negros tienen más riesgo de morir de enfermedad cardiovascular que los blancos. En promedio, desarrollan hipertensión arterial y diabetes entre cuatro y seis años antes que sus coetáneos blancos, dijo Khan, y también presentan tasas más elevadas de enfermedad renal avanzada. Los estadounidenses asiáticos del sur y los nativos estadounidenses también tienen mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, dijo Nanna.

Debido a estas diferencias, una antigua calculadora de riesgos utilizaba fórmulas distintas para personas blancas y negras. No existía una opción separada para las personas de otras razas porque históricamente los datos sobre esos grupos eran limitados.

La Asociación Americana del Corazón eliminó la raza como consideración independiente en su nueva calculadora de riesgo. Esto se hizo para reconocer que la raza es una construcción social, no un factor biológico, dijo Khan. La raza sigue siendo importante en lo que respecta al riesgo de enfermedad cardiovascular, dijo, pero al desarrollar las ecuaciones de PREVENT, el comité descubrió que las disparidades raciales quedaban reflejadas en otros factores de riesgo y que el modelo predecía con exactitud el riesgo en todos los grupos raciales.

La calculadora incluye el código postal en un esfuerzo por captar elementos de “privación social”, como los bajos ingresos o el desempleo, que pueden afectar a los resultados de salud.

Las calculadoras son solo una parte de la prevención 

El colesterol alto, la hipertensión, la obesidad y la diabetes pueden tratarse con medicamentos o cambios en el estilo de vida, como adoptar una dieta sana y hacer ejercicio. Dejar de fumar también puede reducir significativamente el riesgo de ataque cardíaco o accidente cardiovascular.

“Sin duda queremos asegurarnos de que abordamos cualquier factor de riesgo que sea fácil de detectar”, dijo Nanna.

Algunos factores de riesgo, como el origen racial y los antecedentes familiares, están fuera del control de las personas, pero siguen siendo relevantes para las decisiones sobre el tratamiento, dijeron los médicos. Alguien que tenga antecedentes familiares significativos —un progenitor que haya sufrido un ataque cardíaco antes de los 50 años, o varios familiares cercanos con cardiopatías— puede justificar un examen más detenido o un tratamiento, aunque la puntuación de riesgo de esa persona sea baja, dijo Sussman.

Los estudios han revelado que la nueva calculadora estima el riesgo de enfermedad cardiaca de las personas aproximadamente un 50 por ciento más bajo, de media, que las calculadoras anteriores, lo que suscita la preocupación de que menos personas alcancen el umbral para que se les prescriba una estatina o un fármaco antihipertensivo. Pero Khan y otros dijeron que las calculadoras anteriores habían sobrestimado el riesgo porque se basaban en datos antiguos, de cuando las tasas de ataque cardíaco y de accidente cerebrovascular eran más elevadas, y señalaron que los umbrales para la medicación pueden cambiar a medida que se adopte la nueva herramienta.

Sea cual sea la calculadora utilizada, los médicos dijeron que necesitan obtener una imagen lo más clara posible del riesgo de cardiopatía y de los posibles beneficios del tratamiento para cualquier paciente. “Esperar a que la gente tenga esta enfermedad no va a ser nuestra solución”, dijo Khan. “Necesitamos prevención”.




viernes, 2 de septiembre de 2016

“El 70% de los ictus se pueden evitar”. El especialista advierte de que el infarto cerebral es un problema de salud pública “de primer orden”.

Jaime Gállego (Mollerussa, Lleida, 63 años), coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología y jefe del Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario de Navarra, advierte de que el ictus es un problema de salud pública “de primer orden”.

Pregunta. ¿Cualquiera puede sufrir un ictus?
Respuesta. Siempre se ha pensado que era un problema de las personas de más edad. Efectivamente, cualquiera puede padecer un ictus. Es cierto que el 70% de los enfermos son mayores de 65 años. Pero vemos un repunte mayor en edades más tempranas, incluso en adultos jóvenes. Los menores de 50 años ya suponen el 10% de los casos. En términos generales, la incidencia de la enfermedad sigue subiendo y, con las perspectivas de una población cada vez más envejecida, es probable que lo siga haciendo en los próximos 15 o 20 años. Especialmente en España que, según la Organización Mundial de la Salud, tendrá la población más envejecida de Europa en 2040.

P. ¿Son controlables las causas?
R. Si pudiéramos controlar y tratar adecuadamente todos los factores de riesgo se podrían evitar el 70% de los ictus. Es una catástrofe prevenible y tratable. Hay aspectos relacionados con los hábitos de vida nocivos: alimentación, sobrepeso, tabaquismo, abuso de alcohol, sedentarismo, que influyen notablemente. Conocemos muchos factores de riesgo que favorecen su presentación: como la hipertensión, diabetes, la elevación de los lípidos [colesterol], las cardiopatías de modo especial una arritmia que conocemos como fibrilación auricular, la apnea del sueño. La edad y la historia o antecedentes familiares de ictus constituyen factores no modificables. Tenemos que conocer y controlar esos factores de riesgo y actuar sobre los hábitos de vida, con una dieta saludable, ejercicio, no fumar y ser moderados en el consumo de alcohol. También se ven ictus en pacientes de 35 años, pero suelen estar más relacionados con causas más raras, como alteraciones de las paredes arteriales y se debe llamar la atención sobre el efecto de las drogas o sustancias tóxicas como causa de ictus. Las medidas de prevención están encaminadas tanto a prevenir un primer episodio de ictus como las recurrencias en aquellos pacientes que ya han sufrido algún episodio.

P. ¿Por qué es más mortal en la mujer?
R. La esperanza de vida es mayor en la mujer que en el hombre y, a mayor edad, el ictus es más grave. El ictus es más frecuente en el hombre, aunque en la mujer es más grave. Esta diferencia decrece e incluso se invierte con la edad. De nuevo la importancia de las medidas de prevención.

P. ¿El sistema sanitario está preparado?
R. La atención especializada por neurólogos en las unidades de ictus para dar respuesta al paciente en el menor tiempo posible es crucial. Sin embargo, persisten desigualdades territoriales que es prioritario subsanar cuanto antes. Falta mucho por hacer. Vamos avanzando. Después del ictus hay mucha vida. No debemos olvidar que no todo termina con el alta hospitalaria. Hay que coordinar un protocolo de prevención, de tratamiento en la fase aguda y de posterior rehabilitación, para ello hay que contar con el sistema sanitario, y también con los pacientes y sus familias. El ictus es una enfermedad que genera una gran discapacidad a muchos de los supervivientes. Es la primera causa de dependencia en el adulto y la segunda causa de demencia en el mundo. Es una de las afecciones que genera una mayor carga social y económica.

http://elpais.com/elpais/2015/01/16/ciencia/1421428039_085531.html?rel=mas

lunes, 11 de noviembre de 2013

Aprendiendo a reír

Saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia

Yo creía, y así lo escribí en mi último libro, que no había ninguna foto de la gran Marie Curie en la que apareciera sonriente. Antes al contrario: sus retratos la muestran invariablemente adusta, tensa, a menudo incluso trágica, una dura máscara de esfuerzo y dolor. Una lectora genial, sin embargo, me mandó hace poco una instantánea de Madame Curie, ya mayor y pareciendo aún mucho más vieja por los estragos causados por la radiactividad, muy cercana sin duda a la fecha de su muerte, vestida como siempre de negro y, también como siempre, sin maquillaje y con los cabellos recogidos de cualquier manera. Pero sonríe. ¡Sonríe! No es una risa franca, pero es un gesto indudablemente risueño. Y a mí me parece que esa pequeña curvatura de sus labios es un logro monumental de la científica. Quizá más importante para ella, incluso, que el descubrimiento del polonio y el radio.

“El joven que no llora es un salvaje, pero el viejo que no ríe es un necio”, decía el filósofo George Santayana. Es una frase profundamente conmovedora; y creo que he tenido que llegar a los alrededores de la vejez para poder comprenderla en toda su sabiduría. Las palabras de Santayana me recordaron uno de mis cuadros preferidos; se trata de un autorretrato de Rembrandt, el último del centenar de autorretratos que se hizo. Lo pintó más o menos un año antes de morir y es un cuadro casi monocromático, una explosión de ocres, de luces doradas y brillos que se apagan entre las sombras. Por entonces el artista debía de tener 62 años (murió a los 63), pero parece ancianísimo. Rembrandt fue un hombre muy vital y probablemente supo ser feliz en muchas ocasiones. Alcanzó un tremendo éxito como pintor siendo muy joven, tuvo varios amores, se casó en segundas nupcias con una mujer a la que adoraba. Pero luego la vida le pasó factura. Su inmenso talento le impidió seguir siendo el artista comercial que triunfa haciendo los retratos complacientes que le pide el mercado. Eligió pintar cada vez mejor y de manera más auténtica, y eso le hizo perder la clientela. Su éxito terminó, los encargos dejaron de llegar y se llenó de deudas. Para comer tuvo que venderlo todo, incluso su colección de arte. Cuando murió estaba en la más completa miseria.

El Rembrandt que pintó el último autorretrato era este hombre olvidado y arruinado. Y no sólo eso: para entonces había enterrado a su primera mujer, y luego también a su segunda y muy amada esposa, fallecida prematuramente pese a que era mucho más joven que él; por último, también había tenido que soportar la muerte de su hijo Titus. Y, sin embargo, pese a toda esta devastación, o seguramente por todo eso, el Rembrandt de este autorretrato sonríe. Asomado de escorzo a la ventana del lienzo, el pintor nos contempla y parece decirnos: mirad, esta es la vida, la gran broma pesada de la vida, así es la inocencia de los humanos, así el afán, el fulgor, el dolor. Es una sonrisa triste, pero serena e inmensamente sabia.

“El arte es una herida hecha luz”, decía el pintor francés Georges Braque. Otra frase certera que me viene a la cabeza cuando recuerdo este cuadro de Rembrandt. La luz otoñal del rostro del pintor emerge de las tinieblas del fondo, de la oscura herida de la vida, cauterizando y suavizando su dolor y el nuestro. Por lo menos, Rembrandt tuvo su arte hasta el final (el valor de seguir pintando, de no rendirse). Por lo menos, nosotros tenemos a Rembrandt. El arte nos salva, la belleza nos salva, y la vida, si se vive con conciencia de vivir e intentando aprender de lo vivido, quizá nos proporcione esa comprensión final, ese entendimiento apaciguado que permite que aflore la sonrisa.

En las Navidades de 1928, Marie Curie le mandó una carta a su hija Irene para felicitarle las fiestas. Y escribió: “Os deseo un año de salud, de satisfacciones, de buen trabajo, un año durante el cual tengáis cada día el gusto de vivir, sin esperar que los días hayan tenido que pasar para encontrar su satisfacción y sin tener necesidad de poner esperanzas de felicidad en los días que hayan de venir. Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia”. Creo que estas palabras son el logro de una vida. Y la insólita sonrisa de Curie en la foto que me envió la generosa lectora es sin duda una consecuencia de estos pensamientos. Alcanzar esa maravillosa sencillez no es fácil, desde luego, así que habrá que aplicarse. Aquí estoy, en fin, intentando aprender a reír día tras día.
Fuente Rosa Montero, El País.
www.facebook.com/escritorarosamontero www.rosa-montero.com

domingo, 15 de septiembre de 2013

La disparidad de la edad mínima legal de acceso a determinados derechos es total


Edades de estreno

Voto: A los 18 años.
Sanidad: Los niños de 12 años tienen derecho a ser escuchados a la hora de aceptar o no un tratamiento médico. A partir de los 16, pueden prestar, o no, el consentimiento médico por ellos mismos sin permiso de sus padres, menos en tres excepciones: aborto, cirugía estética y tratamientos de reproducción asistida.
Piercings y tatuajes. 16 y 18, respectivamente. En la práctica, no se cumple.
Hacer testamento: A los 14 años.
Responsabilidad penal: Desde los 14 años, los adolescentes pueden ser imputados y condenados. Hasta los 14 años, son inimputables. El PP abogó, en 2009, por bajar la edad penal a 12 años.
Emancipación: A los 16 años, pueden irse de casa y disponer de sus bienes, con permiso de los padres. La edad media real son 29.
Licencia de caza: A los 16 años. Antes, a los 14, pueden portar armas con consentimiento paterno.
Relaciones sexuales: Ahora, la edad de consentimiento sexual está en los 13 años. La reforma de Gallardón pretende retrasarla hasta los 16.
Trabajo. A los 16, después de la Enseñanza Secundaria Obligatoria.
Matrimonio. Ahora, a los 14, con consentimiento paterno. La reforma pretende retrasarla a los 16.
Aborto. Ahora, las menores de 16 y 17 años, pueden interrumpir su embarazo sin permiso paterno. La reforma anunciada por Gallardón anulará este supuesto de la 'ley Zapatero' o y limitará el derecho a las mayores de 18.
Alcohol y tabaco. Está prohibida su venta a los menores de 18. En la práctica, la edad de inicio en el consumo es a los 13 años
Carné de conducir. Ciclomotores: a los 15. Turismos: 18.
Redes sociales. Tuenti, Facebook y Twitter establecen una edad mínima de 14 años. En la práctica, no se cumple.
Divorcio. Los niños de 12 años tienen derecho a ser escuchados en caso de disputa por su custodia.
Discotecas y juego. 18 años.
El anuncio del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, de su voluntad de elevar la edad de consentimiento sexual en España de los 13 a los 16 años ha reabierto el debate sobre la disparidad de edades a las que, independientemente de la mayoría de edad plena, establecida por la Constitución a los 18 años, la legislación permite ejercer terminadas conductas o derechos. Aparte de los 13 años en los que está fijada ahora la edad de consentimiento sexual —lo que convierte a España, junto al Vaticano, en el Estado europeo más permisivo en ese terreno—, hay otras normas que rebajan sensiblemente el umbral de la edad adulta legal.

La Ley de Autonomía del Paciente de 2002, tramitada durante el Gobierno de José María Aznar, permite a los chavales de 16 y 17 años años aceptar o negarse a recibir un tratamiento o intervención médica aun sin permiso paterno, con tres excepciones: la reproducción asistida, la cirugía estética y el aborto. Sin embargo, la vigente Ley del Aborto promulgada por Zapatero autoriza a las chicas de 16 y 17 años a interrumpir su embarazo sin consentimiento de sus mayores, supuesto que Gallardón quiere eliminar.

Ambas leyes utilizan la figura del “menor maduro”, supuestamente consciente, responsable y capaz de tomar decisiones que afectan a su futuro, para justificar ese adelanto de la mayoría de edad efectiva en esas tesituras.

Además de la controversia que puede generar el propio concepto, la pregunta que se hacen muchos es por qué ese menor maduro lo es para decidir sobre su salud, y no para votar, conducir, o jugar al póquer en un casino.

Alfredo Oliva, profesor de Psicología Evolutiva en la Universidad de Sevilla, es de los que piensan que, a los 16, se es maduro para casi todo y, “por supuesto”, para votar. “La investigación demuestra que el adolescente de 15 o 16 años tiene unas capacidades cognitivas similares a las del adulto y que, enfrentados a decisiones, digamos en frío, no hay diferencia en la racionalidad de las mismas con los mayores. Sin embargo, tienen menor experiencia y, sometidos a una fuerte carga emocional, en caliente, pueden comportarse impulsivamente, como niños, dado que el área cerebral que controla las emociones madura más tarde”. No parece, sin embargo, que los partidos, más allá de alguna iniciativa de IU, tengan mayor interés en sumar al electorado a los imprevisibles adolescentes de 16 y 17 años.

La filósofa experta en Bioética Victoria Camps, que no fue mayor de edad hasta los 21 años, en la dictadura, tiene “dudas” sobre el concepto de menor maduro. “Da problemas: ¿quién decide que es realmente capaz de tomar esas decisiones trascendentales? Tanto la denegación de tratamientos como el aborto sin permiso son casos tan excepcionales que merecería la pena individualizarlos y no poner una edad de corte sin matizar”. Camps, que se congratula de la subida en la edad de consentimiento sexual, cree que “se confunde dar libertad a los menores con ser moderno o progresista, pero la autonomía no puede ir separada de la madurez”.

Emilio Calatayud, juez de menores de Granada, célebre por sus sentencias ejemplares —condenó a un acusado a terminar la ESO— pide “coherencia”. “Los 13 como edad de consentimiento era una barbaridad, pero a los 16, es tarde:muchos están ya hartos de hacerlo. Lo suyo sería dejarlo en los 14, que además es la edad de responsabilidad penal”. El juez aboga por la mayoría de edad general a los 18, y “con pocas excepciones” a los 16, “autorizados por los padres que son los responsables”. “Ahora los chicos son más altos y más guapos, pero no siempre más maduros. Y, así, a los 18, no sabemos si sigue siendo inmaduro, pero al menos es mayor”, zanja.

Irene y sus amigos, chavales de clase media, estudiantes de instituto con padres tolerantes, no tienen prisa por crecer. “Tendría más libertad, pero también más responsabilidades, y no sé si compensa”, dice la pequeña, Nora, con lógica aplastante. A todos les atrae más la expectativa de sacarse el carné de conducir que la de votar. Eso sí, las chicas lo tienen claro. En caso de un embarazo no deseado, querrían decidir por ellas mismas: “Es tu futuro el que te juegas, no el de tus padres”.
Fuente: El País