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viernes, 19 de junio de 2020

Muerte de George Floyd: la sencilla pregunta con la que una profesora pone en evidencia el racismo en EE.UU.

Estados Unidos arde y las llamas han revivido un asunto que el país lleva siglos sin resolver: el racismo.

Las manifestaciones por la muerte de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años a quien un policía le presionó el cuello con la rodilla durante más de ocho minutos, se han extendido por más de 75 ciudades del país.

Los disturbios que han acompañado algunas de estas protestas han sido considerados tan graves como los que ocurrieron a partir del 4 de abril de 1968, día en que fue asesinado Martin Luther King Jr., líder en la lucha por los derechos civiles en EE.UU.

Y precisamente la muerte de Martin Luther King Jr. fue la inspiración para que Jane Elliott, una profesora de tercer grado en una escuela rural del estado de Iowa, comenzara a enseñarle a sus alumnos qué es el racismo y el daño que causa.

Desde entonces, Elliott, de 87 años, se ha convertido en una reconocida educadora a nivel mundial quien mediante ejercicios prácticos enfrenta a las personas a sus propios prejuicios y pone en evidencia comportamientos racistas que muchas veces las personas tienen sin darse cuenta.

Frente a las protestas que se viven en EE.UU., Elliott considera que es "una situación que creamos los blancos, estamos viviendo las consecuencias de nuestro comportamiento", según dice en entrevista con BBC Mundo.

"No puedes abusar de un grupo de gente inteligente durante 300 años y esperar que aguanten indefinidamente".

Una simple pregunta
Uno de los mejores ejemplos de las lecciones de Elliott está registrado en el documental de 1996 “Ojos azules”, que toma su nombre del ejercicio por el que se hizo famosa.

En una parte del documental, Elliott se dirige a un auditorio conformado por personas blancas.

“Quiero que se ponga de pie cada persona blanca en este salón que estaría feliz de ser tratada de la manera en que esta sociedad en general trata a los ciudadanos negros”, le pide Elliott al público.

Qué es Antifa, el movimiento que Trump quiere declarar "organización terrorista" por las protestas contra la muerte de George Floyd En la sala se hace un incómodo silencio, mientras los asistentes miran a Elliott.

“¿No entendieron la indicación?”, insiste Elliott. “Si ustedes, gente blanca, quieren que los traten como se trata a los negros en esta sociedad, pónganse de pie”.

“Nadie se para”, dice Elliott tajante después de varios segundos.

“Eso dice claramente que ustedes saben lo que está ocurriendo y saben que no lo quieren para ustedes”, concluye la profesora. “Quiero saber entonces por qué están tan dispuestos a permitir que le ocurra a otros”.

Elliott creen que las personas blancas no se atreven a hacer algo al respecto "porque entonces serían tratados de la manera en que tratan a las personas de color en este país", según le dice a BBC Mundo.

"La gente blanca sabe que no es algo que deba preocuparles mientras no les pase a ellos, y no se levantan porque entonces les pasará a ellos".

Ojos azules, ojos café
La desafiante pregunta de Elliott es una de las estrategias que ha utilizado para mostrar cómo el racismo es algo que las personas han normalizado.

Para mostrar el daño que puede causar que alguien se sienta superior a otro solo por el color de piel, Elliott diseñó un ejercicio para sus alumnos de tercer grado al que llamó “Ojos azules, ojos café”, y que puso en práctica justo un día después de la muerte de Martin Luther King Jr.

Para el ejercicio, Elliott dividió a la clase en dos grupos. Fabricó unos collares de tela café y se los puso a los estudiantes que representarían al grupo de ojos café.

Luego, les hizo creer a toda la clase que los de ojos café eran superiores a los demás, les dijo que eran más inteligentes y más limpios y les dio privilegios, como más minutos de recreo, por ejemplo.

También dijo que los niños de ojos azules lo estropeaban todo y que si querían beber de la misma fuente de agua que los niños de ojos café, debían usar vasos desechables para no contagiarlos.

El lunes siguiente Elliott repitió el ejercicio, pero con los roles invertidos, y al final le pidió a sus alumnos que comentaran la experiencia.

Muchas de las respuestas fueron similares a las de Debbie Hughes, una de las estudiantes cuyo testimonio recoge el portal del Instituto Smithsonian.

“Los que tenían ojos café discriminaron a los que tenían ojos azules”, dijo la chica. “Yo tenía los ojos café y sentía que podía pegarles si quisiera”. “Cuando cambiamos de roles, sentí que quería abandonar la escuela, tenía rabia. Así es como se siente cuando te discriminan”.

Elliott se ha referido a su ejercicio como una “inyección del virus del racismo”.

El ejercicio de “Ojos azules, ojos café” cobró fama mundial, miles de personas han participado de él en distintos países y en 2016 Elliott fue una de las 100 mujeres destacadas por la BBC.

La experiencia, sin embargo, también generó polémica. Algunos lo llamaron un experimento “orweliano” que enseña el “autodesprecio” y un columnista de Denver lo llamó “malvado”, según menciona el Instituto Smithsonian.

Es solo melanina
Los ejercicios de Elliott están enfocados en mostrar cómo el racismo es algo que, según ella, se inculca desde la niñez.

“Cualquier persona blanca que haya nacido y se haya educado en EE.UU., si no es racista, es un milagro”, dijo Elliot en una entrevista con la cadena PBS.

“El racismo es una reacción aprendida, nadie nace sintiéndose superior, la superioridad se enseña y eso es lo que enseñamos en este país”, dice la profesora.

Según Elliott, en EE.UU. la educación está hecha con el fin de “mantener a toda costa el mito de la supremacía blanca”.

Pero así como el racismo. “A la gente se le puede enseñar a abandonar el racismo”, dice Elliot a PBS.

“El color de los ojos y de la piel se deben a un mismo químico: la melanina. No hay ninguna lógica en juzgar a las personas por la cantidad de un químico en su piel”, concluye la profesora.

BBC
https://www.bbc.com/mundo/noticias-52886993

miércoles, 3 de julio de 2019

_- 19-06-2019 Marta Harnecker, la educadora popular

_- Luis Hernández Navarro
La Jornada

Desde comienzos de la década de 1960, la chilena Marta Harnecker fue una autora clave en la difusión del marxismo en América Latina. Su obra fue esencial en la formación de sucesivas generaciones de militantes de izquierda en el continente. Sus trabajos fueron parte sustancial y alimentaron el boom del marxismo en la región.

Desde su aparición en 1969, su libro Los conceptos elementales del materialismo histórico, editado por Siglo XXI, de Arnaldo Orfila, y Cuadernos de Educación Popular, se convirtieron en herramientas teóricas fundamentales en escuelas de cuadros y círculos de estudio. En 1982, se habían publicado 47 ediciones y más de medio millón de copias del primero, además de múltiples ediciones piratas.

Ambos textos, sustituyeron como materiales de estudio a libros como El ABC del comunismo y Teoría del materialismo histórico, de Nicolás Bujarin; el Manual de economía política, de P. Nikitin; Los fundamentos de filosofía marxista, de F. V. Konstantinov, o el Manual de marxismo-leninismo, de la Academia de Ciencias de la URSS.

Los conceptos elementales fue escrito por Harnecker en París, al convertir en pequeño manual, el texto sobre materialismo histórico que había preparado para impartir clases a un círculo de estudiantes latinoamericanos. Sin embargo, pueden rastrearse huellas de este trabajo en la revista chilena Punto Final. Buscó así, acercar a nuevos lectores, el redescubrimiento del marxismo realizado por su mentor Louis Althusser. Le apasionaba su enfoque del marxismo como ins­trumento de transformación social.

A pesar de la aparente accesibilidad del libro, Harnecker se topó con la realidad de que su manual de teoría de la historia no era lo suficientemente comprensible. Redactó entonces Cuadernos de educación popular para explicar de la manera más sencilla la teoría marxista y sus conceptos a personas sin instrucción académica.

Católica militante, marcada por el tema de la pobreza, la sicóloga Marta Harnecker había llegado a Francia con una beca en 1963. El libro del filósofo católico francés Jacques Maritain sobre humanismo cristiano era para ella, en ese momento, una especie de Biblia. Se acercó al marxismo. Leyó a George Politzer y a Charles Bettelheim. En 1964 conoció al filósofo Louis Althusser, con quien cultivó una estrecha amistad. Participó en el seminario Para leer El capital (https://vimeo.com/105407390).

De regreso a Chile, militó en la organización revolucionaria Ranquil y luego se incorporó al Partido Socialista. Aprendió periodismo en la práctica, realizó reportajes y, en pleno periodo presidencial de Salvador Allende, dirigió la revista Chile Hoy. Como periodista se dedicó a recoger la voz de los de abajo.

Exiliada en Cuba tras el golpe de Estado en su país, comenzó a sistematizar las experiencias de las izquierdas de América Latina, entrevistando a sus principales dirigentes. Reconstruyó así procesos tan diversos, como el de las guerrillas centroamericanas o colombiana, el Frente Amplio de Uruguay, el Movimiento Sin Tierra y el PT de Brasil, y los gobiernos de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. En La izquierda en el umbral del siglo XXI, libro publicado en 1999, al comienzo del ciclo de los gobiernos progresistas en el continente, señalaba que había entrevistado a 38 figuras de izquierda de máximo nivel, y a casi 100 de cuadros dirigentes de segundo nivel.

Como señala Jaime Ortega, entre sus primeros trabajos de educación popular y los posteriores de largo aliento hay una bisagra: las entrevistas a Mario Payeras y Cayetano Carpio. En ellas aborda la elaboración del andamiaje conceptual para comprender la importancia de las luchas centroamericanas.

En uno de sus últimos trabajos, Un mundo a construir, Harnecker sostuvo que la izquierda convertida en gobierno puede usar el aparato de Estado heredado para construir la nueva sociedad. Lo puede hacer, si cumple tres condiciones: que las instituciones estatales estén dirigi­das por cuadros revolucionarios dis­puestos a transformarlas; que el pueblo organizado sea capaz de controlar su quehacer y presionar por transformarse, y que se cambien las reglas del juego ­institucional.

Autora de casi 90 libros, Harne­cker nunca trabajó en una universidad. Su obra es una bitácora de las luchas de liberación latinoamericana. Más que otra cosa, fue una educadora popular. Escribió para dotar a los trabajadores de herramientas para luchar, para reflexionar, documentar su optimismo y construir otro sentido común.

En México, Marta fue más conocida por sus trabajos iniciales sobre materialismo histórico que por su cartografía de las luchas latinoamericanas. Aunque tuvo interlocutores permanentes de enorme altura intelectual como Pablo González Casanova, sus críticos quisieron reducir su obra a una expresión de marxismo de manual. Sin embargo, su legado va mucho más allá de este señalamiento. El marxismo está vivo en el país, en parte, porque encarnó en una generación de dirigentes magisteriales, urbano-populares y campesinos, que se formaron con los libros de Harnecker. Su obra facilitó que herramientas teóricas, antes reservadas a los especialistas, sedimentaran en la práctica política y en la visión del mundo de estos activistas.

Twitter: @lhan55

Fuente:
http://www.jornada.com.mx/2019/06/18/opinion/016a2pol