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martes, 20 de junio de 2023

Rebecca Rolland, psicóloga y profesora de Harvard: “Estamos convirtiendo a los niños en personas que actúan de forma robótica”.

La también escritora acaba de publicar ‘El arte de hablar con niños’, una guía con claves para cambiar esas conversaciones del día a día solo centradas en la logística para fomentar así la creatividad y fortalecer el vínculo familiar

Muchas veces se nos olvida pasar más tiempo con los niños y hablar con ellos más. 

El don de Momo, el personaje creado por el escritor Michael Ende, era que sabía escuchar. De todas partes acudían al pequeño anfiteatro en el que vivía la pequeña para conversar. Al menos hasta que los hombres grises llegaron para arrebatarles el tiempo para la charla. Para la psicóloga estadounidense Rebecca Rolland (Atlanta, 43 años), también escritora y profesora de Educación en la Universidad de Harvard, en Boston, esto es un poco lo que pasa hoy, especialmente con los hijos e hijas. “Se tienen conversaciones superficiales y de tipo logístico, pero se emplea poco tiempo en conversaciones más profundas de escucha plena”, explica a EL PAÍS por correo electrónico.

Rolland, que además trabaja como especialista en patologías del lenguaje oral y escrito en el departamento de Neurología del Hospital Infantil de Boston, acaba de publicar en España El arte de hablar con niños (editorial Diana). En el libro, publicado el año pasado en Estados Unidos, la autora puntualiza que si se aprovechan las pequeñas conversaciones del día a día y se eliminan robatiempos, término que utiliza en su libro por ejemplo para referirse al abuso de la tecnología, se logrará que esas charlas se conviertan en grandes oportunidades de aprendizaje, de desarrollo de la creatividad y también reforzaremos el vínculo con los hijos.

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PREGUNTA. ¿Por qué diría que necesitamos un manual para hablar con niños?

RESPUESTA. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos e hijas y, en definitiva, para la sociedad. Nos esforzamos al máximo para ello: les llevamos a hacer actividades, hacemos los deberes con ellos, vamos a los eventos que organizan en la escuela, etcétera. Pero no tenemos en cuenta la clave más importante para su desarrollo, que son las conversaciones que tenemos a diario con ellos. A menudo, estas conversaciones son de tipo logístico. Están muy centradas en cómo vamos de un sitio a otro, en cuáles son nuestros horarios y, en general, en cómo pasar el día a día. Hay mucha investigación al respecto que dice que si aprovechamos estas conversaciones del día a día y hacemos que sean grandes oportunidades de aprendizaje, de desarrollo de la creatividad para los niños y también de refuerzo del vínculo, estas conversaciones pueden ser utilizadas de forma mucho más eficaz y podemos mejorar nuestras vidas. Yo espero que este manual pueda ayudar a los padres a ello.

P. ¿Cuánto de desconectados estamos de la infancia?
R. Creo que con nuestras vidas laborales tan ajetreadas, damos mucha importancia a los logros y al rendimiento de los niños, pero se nos olvida muchas veces lo que es ser niño o ser niña. A veces estamos muy alejados de la experiencia de los niños y de las niñas, que puede ser simplemente dejar la mente en blanco o caminar e ir mirando lo que vamos viendo. Lo que sí que nos da esperanza es que tenemos una gran oportunidad porque es maravilloso hablar con los niños. Ellos tienen un sentido natural de jugar, de sorprenderse y ven el mundo desde una perspectiva muy diferente. A nosotros se nos ha olvidado eso porque hemos aprendido mucho sobre el mundo. Por ejemplo, los niños se preguntan muchas veces: ¿por qué no nos volvemos cada vez más jóvenes? o ¿qué pasaría si viviéramos en Marte? Muchas veces se nos olvida hacer estas preguntas tan importantes y, al pasar más tiempo con los niños y hablar con ellos más, no solo les ayudamos a ellos, sino que también despertamos de nuevo nuestra capacidad de sorprendernos.

P. Justo se han cumplido 50 años de la publicación de Momo, de Michael Ende. Cuando se lee, parece premonitorio de muchas cosas que vivimos actualmente… ¿Quiénes diría que son hoy los hombres grises que nos roban el tiempo?
R. Hay muchas cosas que les roban tiempo a los niños. En parte es porque les llenamos la agenda con muchísimas cosas que hacer. En lugar de hablar con ellos, les llenamos de experiencias y no les damos tiempo para que reflexionen. Les estamos convirtiendo en personas que actúan de forma robótica, y no son personas creativas o no siguen sus intereses. Otro componente muy claro es que hay niños que están muy centrados en las redes sociales y en el uso de internet. Por supuesto, se puede dar un buen empleo a la tecnología con los niños, pero cuando se centran demasiado en buscar o en ver una imagen perfecta tras otra no se dan cuenta de cuánto tiempo pasan haciendo eso. Por ejemplo, conozco el caso de un niño que se relacionaba solo a través de las redes. Y creo que no podemos hacer que pierdan esas experiencias de niños y que su vida se pueda centrar solamente en los likes que reciben.

P. En su libro subraya que la sociedad quiere que los niños crezcan demasiado deprisa, ¿es esto un síntoma de cómo vivimos?
R. Sin duda, ahora mismo vivimos en una cultura muy centrada en el rendimiento y en la eficiencia, y en muchas ocasiones queremos que los niños encajen en un molde perfecto con la mejor de las intenciones. Considero que nos preocupa que se queden atrás, pero tenemos que subrayar que el desarrollo de los niños y de las niñas tiene lugar a lo largo del tiempo. Los menores aprovechan más actividades que están relacionadas con el juego y con el descubrimiento —que les permite desvelar cosas por sí mismos—, que no que les enseñemos un montón de cosas, sobre todo si no están listos para ello. Entonces, si les metemos mucha presión al principio, tienden a volverse ansiosos porque no están listos para las cosas que estamos haciendo. Y, además, sienten el estrés que nosotros sentimos; lo trasladamos. Es importante que nos reiniciemos y que respetemos sus ritmos naturales.

P. También propone en sus páginas un acto de rebelión: sacar tiempo para hablar con conciencia. ¿Cómo ayuda ese tipo de conversaciones al desarrollo de los hijos?
R. Esto es importantísimo. Es un cambio fundamental en el sentido en el que los niños se desarrollan y se relacionan con nosotros. Estamos creando pequeños momentos para los menores que se van acumulando a lo largo del tiempo, y eso construye su amabilidad, su confianza y su creatividad. Les estamos inspirando para que piensen por sí mismos y reconozcan que, efectivamente, tienen buenas ideas, que sus reflexiones, sus contribuciones son valiosas y que deben continuar con ellas. Creo que ahora mismo estamos en una crisis de conversación. Los niños se sienten muy aislados, a veces deprimidos o estresados, y necesitamos esos pequeños momentos de charla para poder salir de ese ciclo.

P. ¿Cómo conseguir marcar la diferencia en nuestras conversaciones? ¿Qué recomendaciones daría?
R. Empezaría por la lectura curiosa. Hacer esto durante cinco o diez minutos, un par de veces al día, con los niños es fantástico. Nos sentamos, independientemente de la edad que tengan, a su lado y los observamos. Así sabremos qué les gusta, qué les parece interesante o qué no. A lo mejor, un niño pequeño está jugando con piedrecitas y un adolescente está jugando a los videojuegos. Se trata de sentarnos a su lado y ver qué tienen en la mente. Qué les gusta, qué les fascina. Y, después, les preguntamos cosas acerca de esta curiosidad.
 
P. ¿Sabemos escuchar?
R. Creo, sin duda, que escuchar es uno de los retos más importantes. A menudo no escuchamos muy bien o de forma reflexiva y no solemos enseñar a los niños a escuchar tampoco bien o de forma efectiva. A veces, creemos que estamos escuchando, pero realmente nuestra cabeza está en otro sitio. Si enseñamos a los niños a escuchar, podrán escuchar mejor a sus compañeros y compañeras, también a nosotros y a sus profesores. Así, podremos crear una cultura de comunicación mucho más amplia.

P. ¿Hay alguna técnica para captar la atención de quien no nos está escuchando?
R. Sí, yo diría que sí. Primero, usando el humor. Si yo pienso que alguien no me está escuchando, puedo soltar una tontería que no tenga nada que ver con la conversación y ver cuánto tiempo tarda en darse cuenta de que has dicho una tontería. Por ejemplo, si estás hablando de los deberes y de repente te pones a hablar de elefantes, pues puedes tratar de medir cuánto tiempo tarda el niño en darse cuenta de que no estás hablando de lo mismo. Otra idea es pedirle a alguien que repita lo que estaba diciendo la otra persona, o lo que creen que estaba diciendo la otra persona: “Si verdaderamente estabas escuchando, dime qué has escuchado”, y luego hacer una pregunta. Muchas veces nos falta esto. No enseñamos a los niños a hacer preguntas de escucha. Creo que enseñar a los niños hacer este tipo de preguntas y modelarlo es una forma maravillosa de enseñarles a escuchar.

miércoles, 3 de julio de 2019

_- 19-06-2019 Marta Harnecker, la educadora popular

_- Luis Hernández Navarro
La Jornada

Desde comienzos de la década de 1960, la chilena Marta Harnecker fue una autora clave en la difusión del marxismo en América Latina. Su obra fue esencial en la formación de sucesivas generaciones de militantes de izquierda en el continente. Sus trabajos fueron parte sustancial y alimentaron el boom del marxismo en la región.

Desde su aparición en 1969, su libro Los conceptos elementales del materialismo histórico, editado por Siglo XXI, de Arnaldo Orfila, y Cuadernos de Educación Popular, se convirtieron en herramientas teóricas fundamentales en escuelas de cuadros y círculos de estudio. En 1982, se habían publicado 47 ediciones y más de medio millón de copias del primero, además de múltiples ediciones piratas.

Ambos textos, sustituyeron como materiales de estudio a libros como El ABC del comunismo y Teoría del materialismo histórico, de Nicolás Bujarin; el Manual de economía política, de P. Nikitin; Los fundamentos de filosofía marxista, de F. V. Konstantinov, o el Manual de marxismo-leninismo, de la Academia de Ciencias de la URSS.

Los conceptos elementales fue escrito por Harnecker en París, al convertir en pequeño manual, el texto sobre materialismo histórico que había preparado para impartir clases a un círculo de estudiantes latinoamericanos. Sin embargo, pueden rastrearse huellas de este trabajo en la revista chilena Punto Final. Buscó así, acercar a nuevos lectores, el redescubrimiento del marxismo realizado por su mentor Louis Althusser. Le apasionaba su enfoque del marxismo como ins­trumento de transformación social.

A pesar de la aparente accesibilidad del libro, Harnecker se topó con la realidad de que su manual de teoría de la historia no era lo suficientemente comprensible. Redactó entonces Cuadernos de educación popular para explicar de la manera más sencilla la teoría marxista y sus conceptos a personas sin instrucción académica.

Católica militante, marcada por el tema de la pobreza, la sicóloga Marta Harnecker había llegado a Francia con una beca en 1963. El libro del filósofo católico francés Jacques Maritain sobre humanismo cristiano era para ella, en ese momento, una especie de Biblia. Se acercó al marxismo. Leyó a George Politzer y a Charles Bettelheim. En 1964 conoció al filósofo Louis Althusser, con quien cultivó una estrecha amistad. Participó en el seminario Para leer El capital (https://vimeo.com/105407390).

De regreso a Chile, militó en la organización revolucionaria Ranquil y luego se incorporó al Partido Socialista. Aprendió periodismo en la práctica, realizó reportajes y, en pleno periodo presidencial de Salvador Allende, dirigió la revista Chile Hoy. Como periodista se dedicó a recoger la voz de los de abajo.

Exiliada en Cuba tras el golpe de Estado en su país, comenzó a sistematizar las experiencias de las izquierdas de América Latina, entrevistando a sus principales dirigentes. Reconstruyó así procesos tan diversos, como el de las guerrillas centroamericanas o colombiana, el Frente Amplio de Uruguay, el Movimiento Sin Tierra y el PT de Brasil, y los gobiernos de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. En La izquierda en el umbral del siglo XXI, libro publicado en 1999, al comienzo del ciclo de los gobiernos progresistas en el continente, señalaba que había entrevistado a 38 figuras de izquierda de máximo nivel, y a casi 100 de cuadros dirigentes de segundo nivel.

Como señala Jaime Ortega, entre sus primeros trabajos de educación popular y los posteriores de largo aliento hay una bisagra: las entrevistas a Mario Payeras y Cayetano Carpio. En ellas aborda la elaboración del andamiaje conceptual para comprender la importancia de las luchas centroamericanas.

En uno de sus últimos trabajos, Un mundo a construir, Harnecker sostuvo que la izquierda convertida en gobierno puede usar el aparato de Estado heredado para construir la nueva sociedad. Lo puede hacer, si cumple tres condiciones: que las instituciones estatales estén dirigi­das por cuadros revolucionarios dis­puestos a transformarlas; que el pueblo organizado sea capaz de controlar su quehacer y presionar por transformarse, y que se cambien las reglas del juego ­institucional.

Autora de casi 90 libros, Harne­cker nunca trabajó en una universidad. Su obra es una bitácora de las luchas de liberación latinoamericana. Más que otra cosa, fue una educadora popular. Escribió para dotar a los trabajadores de herramientas para luchar, para reflexionar, documentar su optimismo y construir otro sentido común.

En México, Marta fue más conocida por sus trabajos iniciales sobre materialismo histórico que por su cartografía de las luchas latinoamericanas. Aunque tuvo interlocutores permanentes de enorme altura intelectual como Pablo González Casanova, sus críticos quisieron reducir su obra a una expresión de marxismo de manual. Sin embargo, su legado va mucho más allá de este señalamiento. El marxismo está vivo en el país, en parte, porque encarnó en una generación de dirigentes magisteriales, urbano-populares y campesinos, que se formaron con los libros de Harnecker. Su obra facilitó que herramientas teóricas, antes reservadas a los especialistas, sedimentaran en la práctica política y en la visión del mundo de estos activistas.

Twitter: @lhan55

Fuente:
http://www.jornada.com.mx/2019/06/18/opinion/016a2pol