Por si esto fuera poco, el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal, monseñor Francisco García Magán, se ha pronunciado en el mismo sentido. Presidente y secretario dan a las manifestaciones un carácter institucional que no deberían tener porque la Conferencia no se ha pronunciado al respecto.
En plena dictadura, monseñor Casimiro Morcillo decía que los sacerdotes no debían meterse en política. Y él era Consejero del Reino. Lo que quería decir es que los curas obreros, los curas rojos no tenían que meterse con el régimen.
Se le ha visto el plumero, monseñor. Porque aquí se da la pequeña circunstancia de que el gobierno que, en mi opinión afortunadamente, está en el poder, a ustedes no les gusta mucho, no es de su cuerda. Porque es de esos gobiernos que hacen leyes que a ustedes no les gustan: la ley del divorcio, la ley del aborto, la ley del matrimonio homosexual, la ley contra la violencia de género, la ley de memoria democrática, la ley de eutanasia…. Es de esos gobiernos que suben las pensiones, que elevan el salario mínimo interprofesional, que no quieren subir el gasto de defensa al 5% (el matón de la Casa Blanca amenaza con que pagaremos el doble y con que hundirá la economía española, que va tan bien), que quiere reducir la jornada laboral, que defiende con uñas y dientes la escuela y la sanidad publicas… Y, ustedes, con esas deseadas elecciones, quieren que haya otro gobierno, un gobierno de otro signo. No lo dicen. Porque no son claros. Y si invocan a la sacrosanta democracia quedan como Dios. Qué grandes demócratas episcopales tenemos en este país.
Monseñor Luis Argüello acaba de participar con Santiago Abascal en la presentación del libro del filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, titulado “Cosas que he aprendido de gente interesante. Filosofía, política y religión”. “Dios los cría y ellos se juntan. Por la otra orilla también ha llegado pidiendo elecciones el expresidente Felipe González. Y otro socialista cabal como es Emiliano Page. Bonito grupo.
«Yo creo, dice monseñor Luis Argüello, que, cuando se produce una situación de bloqueo e incluso se hace muy difícil que la acción de un gobierno pueda desarrollarse con sus propios proyectos legislativos, con la importancia de tener un presupuesto y demás, hay que acudir a la Constitución», ha indicado el pasado martes a preguntas de los periodistas en Salamanca, donde ha participado en un foro de la Universidad Pontificia (UPSA), según recoge Efe.
Una «salida» que, en opinión de monseñor Luis Argüello, pasa por la convocatoria de unas nuevas elecciones generales, para que los españoles puedan expresar si respaldan o no la gestión del actual Ejecutivo de coalición liderado por el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez: «Yo creo que esto pide una salida, y en democracia pareciera que la salida más evidente es dar voz a los propios ciudadanos», ha reclamado monseñor Argüello.
No se preocupe, monseñor. La Constitución dice cuándo tiene que refrendar el pueblo español la acción del gobierno: cuando pasen cuatro años. ¿O lo tiene que hacer cuando al presidente de la Conferencia Episcopal le parezca oportuno?
También dice monseñor Argüello que eso de pedir perdón, como ha hecho el presidente del gobierno, no tiene mucha importancia. Lo importante es tomar medidas coherentes, es decir convocar elecciones generales para que se pueda ir a su casa el actual gobierno.
Es lo que llevan pidiendo por activa y por pasiva la derecha y la ultraderecha de este país. A Fejióo y a Abascal les duele la boca de pedir elecciones generales casi desde el mismo día en el que Sánchez formó gobierno. Acusan al presidente de aferrarse al sillón pero ellos dan muestras inequívocas del interés que tienen en ocuparlo.
Si tanto les preocupa la democracia a los señores obispos podrían haberle recordado al señor Abascal que el presidente del gobierno no es un presidente ilegítimo, como ha dicho con fiereza desde el primer día, ya que salió de unas elecciones generales.
Hay otro camino para que haya elecciones. Monseñor Argüello debería aconsejar a las fuerzas de la derecha que presenten una moción de censura ya que la situación que describe exige una salida. Sabrá que se puede salir por otra puerta.
Acabo de leer el libro de Javier Cercas “El loco de Dios en el fin del Mundo”. Un libro en el que el autor comienza diciendo: “Soy ateo. Soy anticlerical. Soy un laicista militante, un racionalista contumaz, un impío riguroso”. Pues bien, a ese escritor le encomienda el Vaticano hacer la crónica del viaje del Papa Francisco a Mongolia. No a España, no. A Mongolia, al fin del mundo. A un país alejado de la grandeza que tienen las naciones poderosas. A un país con una pequeña comunidad de católicos. La Conferencia Episcopal española no se sitúa en esas coordenadas. Está, más bien, del lado de los grandes, de los ricos, de la patronal, de las políticas reaccionarias, de las políticas de derechas.
A mí me repugnan los casos de corrupción de la izquierda. Me duele y me entristece conocer lo que ha pasado con este triángulo de la vergüenza: Koldo García, José Luis Ábalos, Santos Cerdán. Mucho más que los casos de corrupción que se producen en el seno de los partidos conservadores. Es preciso reaccionar con rapidez y contundencia con quienes corrompen la democracia.
La confianza que los ciudadanos depositamos en los políticos no puede ser aprovechada para robar y extorsionar a los electores. La justicia tiene que ser implacable. Y el dinero robado tiene que ser devuelto a la ciudadanía hasta el último céntimo. No hay justicia si no hay restitución del dinero. Y, además, si esta exigencia se pasa por alto se invita a los delincuentes al robo ya que podrán disfrutar del dinero robado cuando cumplan su condena de cárcel.
Pero la convocatoria de elecciones es otra cuestión. La convocatoria de elecciones tiene que ver con la operación de acoso y derribo que la oposición viene realizando desde que el gobierno fue constituido. La oposición usa el parlamento para para derribar al gobierno, para gritar “dimisión” al presidente y “cómplice” a la vicepresidenta. No para aprobar leyes y hacer propuestas.
Ha dado igual que se haya subido el salario mínimo interprofesional, que las pensiones se hayan revalorizado, que haya crecido la economía, que se haya creado empleo… Las críticas se dirigen a los apoyos de “separatistas”, de “etarras”, de “radicales”… sin tener en cuenta que ETA ya no existe (y que, por consiguiente, no mata), sin valorar que el independentismo haya rebajado su beligerancia, que esos a quienes llaman radicales gobiernan para que los ciudadanos vivan mejor…
Me ha parecido muy bien que el arzobispo de Tarragona. monseñor Joan Planellas, haya discrepado públicamente de las declaraciones del presidente de la Conferencia episcopal. Y que lo haya hecho invocando un argumento de peso. Habla de política partidista. Lo que pide el señor Argüello es lo que han pedido Vox y el PP desde hace tiempo. Y dice también que tanto el presidente como el secretario y portavoz de la Conferencia Episcopal no han debido hacer esas declaraciones en nombre del Conferencia sino a título particular. De pura lógica. De pura decencia.