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lunes, 24 de julio de 2023

Educación antifascista más allá del 23J .

El antifascismo es educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos.

La educación o es antifascista o no es educación. Pero no solo de cara a las elecciones del 23 de julio, donde España se juega rescatar el fascismo neoliberal de infausta memoria o avanzar en democracia e igualdad, sino más allá del 23J, de cara al futuro de tantos jóvenes que construirán la sociedad del mañana.

Educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la democracia, en la justicia social y los derechos humanos es educar en el antifascismo. 

No hay neutralidad posible. Educar en el antifascismo es educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos. Sin concesiones ni medias tintas.

Porque para ser demócrata hay que ser antifascista. Es un principio básico que hasta hace poco tiempo era una piedra angular en la construcción de la Europa actual, tras la barbarie fascista de los años treinta y el genocidio que conllevó. Mientras que otras democracias europeas se fundaron sobre el paradigma del antifascismo, la española lo ha hecho sobre el de la “superación” del pasado, el olvido del fascismo franquista que ha pervivido en las instituciones y que ahora se ha extendido como una peste por la sociedad y que permea a nuestros jóvenes.

A partir del 24 de julio tenemos dos tareas urgentes e imprescindibles como sociedad. 

La primera, plantearnos cómo ha sido posible que vuelvan a salir de sus tumbas los discursos del odio y la exaltación de la barbarie que la ultraderecha y la derecha extrema ha extendido por toda Europa y que ha conseguido que en España tantos jóvenes puedan considerar que esta es una opción política más que se puede defender y votar. 

La segunda, tenemos que decidir cómo debemos orientar el sistema educativo de nuestro país para erradicar de nuevo esa peste, como diría el filósofo Albert Camus, esta enfermedad política con su epicentro marcado por el odio que corroe una democracia vulnerable y frágil. En su novela La peste recordaba que esa plaga “nunca muere o desaparece para siempre; puede permanecer dormida durante años, hasta que vuelva a aparecer otra vez”.

La pregunta que nos tenemos que hacer es qué hemos hecho en educación los últimos 20 años para que tantos jóvenes se declaren votantes o simpatizantes del fascismo. Quizá hemos estado demasiado ocupados en formar al profesorado en estrategias de gamificación, mindfulness, bilingüismo y competencias digitales, o enfrascados en cómo enseñar a resolver raíces cuadradas y ecuaciones de segundo grado, o cómo hacer análisis sintácticos, desarrollar arte sin compromiso crítico o historia sin memoria. Mientras asistíamos impasibles, mirando para otro lado, cómo nos privatizan la educación, mantienen el adoctrinamiento nacionalcatólico con la religión o recortan la financiación de la educación pública, destinando los presupuestos educativos a aumentar el gasto militar, que ha duplicado el aumento en Educación en 2022.

Como recuerda el padre del liberalismo conservador británico, Edmund Burke: para que el mal triunfe solo es necesario que las personas buenas no hagan nada. 

Como decía Martin Luther King “tendremos que arrepentirnos en esta generación no simplemente por las palabras y acciones llenas de odio de las personas malas, sino por el espantoso silencio de las personas buenas”, que miran para otro lado ante el auge del fascismo. 

José Luis Martín Descalzo, en su obra Una fábrica de monstruos educadísimos, explicaba cómo una antigua presa del campo de concentración de Dachau, maestra de escuela, comentaba que aquellas cámaras de gas habían sido construidas por ingenieros especialistas, que las inyecciones letales las ponían médicos o enfermeros titulados, que niños recién nacidos eran asfixiados por asistentes sanitarias competentísimas, que mujeres y niños habían sido fusilados por gentes con estudios, por doctores y licenciados. Y concluía: desde que me di cuenta de esto, sospecho de la educación que estamos impartiendo.

No hay conocimiento útil si no nos hace mejor personas y mejor sociedad, más justa y más cuidadosa con quienes convivimos y con el planeta en el que habitamos. No podemos seguir siendo “indiferentes” ni “obedientes” ante un modelo social, económico, ideológico, político y educativo que justifica y conduce a la desigualdad, la insolidaridad y el egoísmo brutal, el saqueo del bien común, el ecocidio del planeta, el machismo, el odio, la intolerancia y el fascismo. La verdadera munición de este modelo no son solo las balas de goma o el gas lacrimógeno; es nuestro silencio y nuestra indiferencia cómplice.

La comunidad educativa no puede permanecer ajena o indiferente a la barbarie. Debemos implicarnos hasta mancharnos, que diría el poeta, en atajar esta enfermedad política que corroe una democracia vulnerable y frágil y que, aunque sabemos que nunca se podrá erradicar por completo sin la superación del sistema capitalista, como argumentaban el filósofo Walter Benjamin o el dramaturgo Bertolt Brecht, debemos, mientras tanto, contener de forma constante y tenaz. Y el antídoto más potente frente a la barbarie de este neofascismo que avanza como un virus por Europa y por España, es la educación. Una educación para el bien común frente al odio, el racismo, la intolerancia y el acoso a la democracia.

Es urgente y crucial acordar un pacto social por un sistema educativo desde una pedagogía antifascista Lucio Anneo Séneca, en el siglo IV antes de nuestra era, afirmaba: “no nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Tenemos que atrevernos a soñar. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto.

En definitiva, es urgente y crucial acordar un pacto social por un sistema educativo desde una pedagogía antifascista, pues la educación debe ser coherente con el modelo de sociedad que pretendemos construir, es decir, que esta sea más justa, equitativa, solidaria, ecológica, feminista, inclusiva y feliz. Aunando esfuerzos y compartiendo propuestas e iniciativas que sean una alternativa a las políticas del neofascismo, que suponen el ataque más grave a la educación pública desde la transición, retrotrayéndonos al modelo de escuela y sociedad franquista y decimonónica. Es crucial seguir dando pasos decididos hacia un modelo educativo que contribuya a la construcción de una ciudadanía sabia, crítica y consciente, que ayude a hacer un mundo más justo y mejor, sin dejar a nadie atrás, así como a la educación de personas más iguales, más libres, más críticas, más ecofeministas y más creativas.

Por eso, insisto una vez más, como comunidad educativa, debemos comprometernos más allá del 23J a educar a las nuevas generaciones en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social, en el bien común y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista. Sin concesiones ni medias tintas. No se puede ser demócrata sin ser antifascista.

Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León.

miércoles, 13 de octubre de 2021

_- Lo que mató a la lucha de obreros por la justicia social

_- En 1998, el novio de Shannon Mulcahy la golpeó tan brutalmente que los fiscales de Indiana decidieron presentar cargos. Se escondió en un armario en lugar de obedecer la citación para testificar en la corte. ¿Cómo podría ayudar a condenar al hombre que le puso un techo sobre la cabeza? ¿Sobre la cabeza de su hijo? Finalmente, ella lo dejó. Shannon, una mujer blanca de unos 20 años, consiguió el dinero y la confianza para emprender su propio trabajo en una fábrica. Trabajó en una planta de rodamientos en Indianápolis durante 17 años, y se convirtió en la primera mujer en operar los hornos, uno de los trabajos más peligrosos y mejor pagados en la fábrica.

Conocí a Shannon en 2017 , poco después de que sus jefes anunciaran que Rexnord, la fábrica de rodamientos donde trabajaba, cerraría y se mudaría a México y Texas. La seguí durante siete meses mientras la planta cerraba a su alrededor, viéndola agonizar sobre si debía capacitar a su reemplazo mexicano o apoyar a su sindicato y negarse. También seguí a dos de sus compañeros de trabajo: Wally, un ensamblador de rodamientos Black que soñaba con abrir su propio negocio de barbacoas, y John, un representante sindical blanco que aspiraba a comprar una casa para reemplazar la que había perdido en una bancarrota.

Una de las conclusiones más importantes de la experiencia fue que algunas de las batallas más importantes en la lucha por la justicia social tuvieron lugar en las fábricas, no en los campus universitarios. Para muchos estadounidenses sin títulos universitarios, que representan dos tercios de los adultos en el país, el movimiento sindical, el movimiento por los derechos civiles y el movimiento de liberación de la mujer se redujeron en gran medida a una cosa: acceso a trabajos bien pagados en las fábricas.

Shannon había experimentado más abusos y acoso sexual en el lugar de trabajo que nadie que yo conociera. Sin embargo, no se había sentido atraída por #MeToo ni por la candidatura presidencial de Hillary Clinton. Para Shannon, la liberación de la mujer significaba tener derecho a los mismos trabajos que tenían los hombres en la fábrica. Firmó su nombre en la hoja de licitación para convertirse en operadora de tratamientos térmicos, aunque ninguna mujer había trabajado antes en ese departamento. Los operadores de tratamiento térmico eran un grupo de élite, como los guerreros samuráis y los Navy SEAL. Trabajaron con gases explosivos. Los hombres que se suponía que debían entrenar a Shannon intentaron que la despidieran. "El tratamiento térmico no es para mujeres", dijo una.

Ella insistió. Los operadores de tratamiento térmico ganaban $ 25 por hora, más dinero del que ella había ganado en su vida. No iba a permitir que los hombres la alejaran. Ella no estaba por encima de usar su sexualidad a su favor. Coqueteó con el presidente del sindicato y vistió camisas reveladoras en el departamento de tratamiento térmico. "¿Estoy mostrando demasiado escote?" ella preguntaría. Prestó especial atención a Stan Settles, un hombre mucho mayor que sabía cómo hacer funcionar todos los hornos. Si su camisa se desabrochaba mientras se inclinaba, exponiendo la parte superior de su trasero, Shannon emitía una advertencia solemne: "El crack mata, Stan".

Al final, Stan la tomó bajo su protección y le enseñó todo sobre los hornos que había que saber. Cuando conocí a Shannon, ella era la veterana a cargo de capacitar a los nuevos operadores de tratamiento térmico. Se enorgullecía del hecho de que no dependía de un hombre, ni siquiera, y quizás especialmente, del tío Sam.

El feminismo de Shannon se sintió radicalmente diferente del movimiento de liberación de la mujer con el que crecí. El movimiento que conocía se inspiró en “The Feminine Mystique” de Betty Friedan, el innovador tratado feminista de la segunda ola que hablaba del vacío y el aburrimiento de las amas de casa acomodadas. Ese movimiento se centró en gran medida en romper los techos de cristal en el mundo de cuello blanco: la primera mujer en servir en la Corte Suprema (Sandra Day O'Connor, 1981); la primera mujer secretaria de estado (Madeleine Albright, 1997).

Pero las mujeres de bajos ingresos, especialmente las mujeres negras, siempre han trabajado, no por aburrimiento sino por necesidad. Sus luchas, que la historiadora laboral Dorothy Sue Cobble ha llamado " el otro movimiento de mujeres ", obtuvieron mucha menos cobertura de los medios. ¿Quién sabe el nombre de la primera minera de carbón? ¿Cuántos conocen el nombre completo de "Mother Jones", la intrépida organizadora sindical que alguna vez fue etiquetada como "la mujer más peligrosa de Estados Unidos" porque legiones de mineros dejaron sus elecciones a sus órdenes? (Era Mary Harris Jones).

No fue hasta 1964 que la ley consagró protecciones en el lugar de trabajo contra la discriminación por motivos de sexo y raza. Las mujeres fueron agregadas a la Ley de Derechos Civiles en el último minuto, una píldora venenosa destinada a arruinar sus posibilidades. Pero el proyecto de ley fue aprobado, cambiando el curso de la historia. El porcentaje de mujeres trabajadoras aumentó a 61 por ciento en 2000 desde 43 por ciento en 1970. De 1976 a 1998, el número de mujeres víctimas de homicidios de parejas íntimas disminuyó en un promedio de 1 por ciento por año. (El número de hombres víctimas de homicidio de pareja íntima se redujo aún más abruptamente).

Pero la Ley de derechos civiles no beneficia a todas las mujeres por igual. De lejos, quienes obtuvieron las mayores recompensas fueron las mujeres blancas con educación universitaria que se unieron al mundo profesional, que se enriquecieron con los cambios económicos que arrasaron con los trabajos de sus hermanas obreras. Hoy en día, las mujeres bien educadas, que tienden a estar casadas con hombres bien educados, se encuentran en la cima de la pirámide financiera del país.
Las luchas de las mujeres obreras contra un sistema de segregación ocupacional - llamado "Jane Crow" en el libro de Nancy MacLean "La libertad no es suficiente: la apertura del lugar de trabajo estadounidense" - continuaron contra los vientos en contra de los desafíos económicos. Por ejemplo, en 1969, una trabajadora siderúrgica de Chicago llamada Alice Peurala tuvo que presentar una demanda para conseguir un trabajo que le había sido asignado a un hombre con menos antigüedad. Ella ganó y se convirtió en presidenta del local de Steelworkers. Pero en los años que siguieron, la industria del acero colapsó. Finalmente, su planta cerró definitivamente.

En 2016, alrededor de tres millones de mujeres estadounidenses trabajaban en la industria manufacturera, un número mucho mayor que el que trabajaba como abogadas o financieras. Sin embargo, las necesidades urgentes de las mujeres obreras de cuidado infantil de calidad, licencia médica remunerada y horarios de trabajo más flexibles rara vez llegaron a la conversación nacional, tal vez porque las mujeres profesionales que establecieron la agenda ya disfrutaban de esos beneficios.

Gran parte del debate sobre el sexismo y los derechos de las mujeres se centra en cómo negociar los salarios como un hombre y conseguir que más mujeres participen en los directorios corporativos. Mientras tanto, las obreras siguen luchando por encontrar trabajos que paguen 25 dólares la hora. Y Estados Unidos sigue siendo uno de los únicos países sin una ley federal que exija la licencia de maternidad remunerada .

Para Wally, el hombre negro al que seguí, el mayor éxito del movimiento por los derechos civiles fue que los negros tuvieron la oportunidad de conseguir mejores trabajos en la fábrica. A los negros se les había prohibido operar máquinas, desde tractores hasta máquinas de escribir, hasta bien entrado el siglo XX, según “El trabajo estadounidense: cuatro siglos de trabajo en blanco y negro”, de Jacqueline Jones.

El tío de Wally, Hulan, logró que lo contrataran en la planta de rodamientos a principios de la década de 1960, con la ayuda de la NAACP. Pero, como todos los demás negros allí, le habían asignado un trabajo de conserje. Hulan se quejó ante el delegado del sindicato. “Hay tantos trabajos en este edificio”, respondió el mayordomo. "Si toma uno, eso significa que nuestros yernos o nuestro yerno o nuestro sobrino no pueden tenerlo". El día después de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964, Hulan le pidió a su jefe la oportunidad de operar una máquina. El jefe, que era conocido por ser duro pero justo, lo envió al departamento de molienda. Pero el hombre blanco asignado para entrenarlo se negó siquiera a hablar con él. Hulan tuvo que aprender observando desde lejos.

Finalmente, Hulan descubrió cómo hacer el trabajo. A lo largo de los años, se ganó a sus compañeros de trabajo blancos y fue ascendido a capataz, el primer (y último) hombre negro en ocupar ese puesto en la planta.

Para la generación del tío Hulan, las batallas de los obreros por la justicia social fueron un gran éxito. Hoy en día, los pisos de las fábricas tienden a estar mucho más integrados racialmente que los directorios corporativos que los dirigen. Pero, en muchos sentidos, el progreso fue de corta duración. Tan pronto como los trabajadores negros comenzaron a conseguir buenos trabajos en las fábricas, las fábricas comenzaron a mudarse.

Cuando la generación de Wally alcanzó la mayoría de edad, varias de las fábricas más grandes de Indianápolis habían cerrado. Muchos de los chicos del barrio de Wally encontraron trabajo en la esquina vendiendo droga. Más del 10 por ciento de los niños negros en el vecindario de Wally terminaron en prisión cuando eran adultos. Wally también cumplió condena en prisión. “Estaba encerrado”, les dijo a sus compañeros de trabajo. "Tengo la suerte de tener este trabajo".

En muchos sentidos, el declive de la manufactura estadounidense golpeó con más fuerza a los negros. Según un estudio de 2018 sobre el impacto del empleo manufacturero en los estadounidenses blancos y negros desde 1960 hasta 2010, la disminución en la manufactura contribuyó a un aumento general del 12 por ciento en la brecha salarial racial para los hombres.

Cuando se sigue de cerca una fábrica agonizante, es fácil ver cómo la globalización dejó a un grupo cada vez mayor de personas compitiendo por un grupo cada vez menor de buenos trabajos fabriles. La acción afirmativa se vuelve más tensa a medida que los buenos trabajos escasean y desaparecen.

Incluso para John, el hombre blanco al que seguí, las fábricas eran lugares de importantes protestas sociales. Si un jefe sancionaba a un trabajador por negarse a usar anteojos de seguridad, John pensaba que todos los demás trabajadores deberían quitarse los anteojos de seguridad y arrojarlos al suelo, lo que obligaría al gerente a traer de vuelta al trabajador disciplinado o cerrar toda la línea de montaje.

John era un sindicalista acérrimo que provenía de una larga línea de sindicalistas. Su abuelo y bisabuelo habían sido mineros del carbón. Su suegro había sido trabajador del automóvil. Para John, las fábricas eran lugares donde la clase trabajadora libraba batallas campales con la empresa por salarios más altos y jornadas laborales más cortas. Rastreó su identidad hasta los mineros y trabajadores siderúrgicos que habían sido golpeados, arrestados e incluso asesinados por exigir una jornada laboral de ocho horas y un día libre cada semana. Es por eso que nada se quedó en el buche de John como la frase "privilegio blanco". Las palabras implicaban que a su pueblo se le había entregado una vida de clase media simplemente porque eran blancos. En la mente de John, a su gente no se le había dado dignidad, tiempo libre, condiciones de trabajo más seguras o salarios decentes solo por ser blancos;

Después de que los patrones anunciaron que la fábrica cerraría, él caminó por la planta instando a sus compañeros de trabajo a que se negaran a capacitar a sus reemplazos mexicanos, en un último esfuerzo por mantener la fábrica en Indianápolis. Mientras continuaba el cierre en Rexnord, John predicó sobre la necesidad de solidaridad entre los trabajadores.

“Si lo quieren, luchen por ello”, les dijo a sus hermanos y hermanas sindicales sobre su planta condenada. "Pelearé contigo".

Comencé a entender por qué los trabajadores blancos tendían a ver el cierre de la fábrica y la elección de Donald Trump de manera diferente a sus compañeros negros. En el transcurso de una década, John había visto cómo su salario se hundía de $ 28 la hora a $ 25 la hora a $ 23 la hora. Después del cierre de la planta, luchó por conseguir un trabajo que pagara 17 dólares la hora. Su decreciente poder adquisitivo no se había visto atenuado por el progreso social, como la elección de un presidente negro. Al contrario, su posición social había decaído. Los directores ejecutivos blancos ricos enviaron trabajos manuales a México. Pero cuando los trabajadores manuales se quejaron de ello, las personas con educación universitaria los descartaron como xenófobos y racistas.

Es posible que los hombres blancos de clase trabajadora en la planta de rodamientos no quisieran compartir sus trabajos con los negros y las mujeres. Pero lo habían hecho. Y ahora que los negros y las mujeres trabajaban junto a ellos en la fábrica, los trabajos de todos se estaban mudando a México. Era más de lo que podían soportar muchos trabajadores blancos. Un hombre blanco en la planta renunció y se alejó de más de $ 10,000 en indemnización por despido simplemente porque no podía soportar ver a un mexicano aprender su trabajo. “Es deprimente ver que no tienes futuro”, me dijo. Uno de los mejores amigos de John se ofreció como voluntario para entrenar. "No te odio, pero odio lo que estás haciendo", le dijo John. Nunca volvieron a hablar.

Los representantes sindicales, casi todos blancos, vieron entrenar a sus reemplazos como un pecado moral, similar a cruzar un piquete. Pero muchos trabajadores y mujeres negros no estuvieron de acuerdo. Después de todo, no hacía tanto tiempo que los hombres blancos se habían negado a entrenarlos . Los trabajadores negros no habían olvidado cómo el sindicato había tratado a sus padres y tíos. Muchos consideraron racista la negativa a formar a los mexicanos. Los entrenadores que menos se disculpaban eran negros.

El anuncio del cierre de la fábrica, la elección de Donald Trump y la llegada de reemplazos mexicanos a la planta se produjo en el lapso de tres meses, en 2016, desatando una mezcla tóxica de esperanza, rabia y desesperación. En los años que han pasado desde entonces, los trabajadores se dispersaron como semillas quebradizas, tratando de comenzar de nuevo sus vidas.

Los economistas predijeron que obtendrían nuevos trabajos, incluso mejores trabajos que los que tenían antes. Algunos lo hicieron. Pero la mayoría de los trabajadores a los que hice seguimiento terminaron ganando alrededor de $ 10 por hora menos de lo que habían estado ganando. Uno inició una empresa de exterminio de chinches. Otro se unió al Ejército. Otro vendió todo lo que tenía y compró un billete de ida a Filipinas, decidido a hacer que la globalización funcionara a su favor, por una vez. Wally progresó con su negocio de barbacoas, hasta que se produjo una tragedia imprevisible. John estaba angustiado sobre si volver a ser obrero siderúrgico o aceptar un trabajo en un hospital que no tenía sindicato. Shannon permaneció sin trabajo durante mucho tiempo, lo que la hizo sentir miserable. La vieja fábrica siguió apareciendo en sus sueños durante años.

Por supuesto, para cada historia como la de Shannon, hay una historia sobre una mujer en la India, China o México que tiene un trabajo ahora, y más independencia financiera, debido a una nueva fábrica. La globalización y la justicia social tienen muchos lados.

Pero esos trabajadores extranjeros no votan en las elecciones estadounidenses. El destino de nuestra democracia no depende de ellos como depende de votantes como Shannon, Wally y John. El experimento estadounidense se está desmoronando. La única forma de volver a unirlo es que los tomadores de decisiones en este país, casi todos los cuales tienen títulos universitarios, se vuelvan a conectar con los de la clase trabajadora, que constituyen la mayoría de los votantes.

Por Farah Stockman
La Sra. Stockman es miembro del consejo editorial. Este ensayo es una adaptación de su próximo libro, "American Made: What Happens to People When Work Disappears". NYT

https://www.nytimes.com/2021/10/07/opinion/globalization-work-trump-social-justice.html?action=click&module=Well&pgtype=Homepage&section=Sunday%20Review%20%20Opinion

martes, 3 de noviembre de 2020

"No rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas de fama, los rechazamos si son pobres"

Aversión hacia los desfavorecidos. 



La escritora y filósofa, Adela Cortina (Valencia, 1947) tiene entre sus muchos logros haber aportado al español un término que la Real Academia de la Lengua adoptó para definir el odio a los indigentes, la aversión hacia los desfavorecidos.

Y es precisamente esa palabra, "Aporofobia, el rechazo al pobre", la que da título al último libro de esta destacada doctora honoris causa por numerosas universidades, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España (fue la primera mujer en formar parte de esa institución), catedrática emérita de Ética en la Universidad de Valencia y directora de la fundación Étnor.

BBC Mundo conversó con ella en el marco del Hay Festival Arequipa, donde participa en estos días dentro de las conversaciones que marcan el 75 aniversario de la editorial Paidós.

Usted acuñó hace más de 20 años ya el término "aporofobia", reconocido por la Real Academia de la Lengua y recogido en su diccionario. ¿Qué significa? ¿Cómo surgió? ¿De dónde procede etimológicamente?

El término "aporofobia" procede de dos vocablos griegos: "áporos", el pobre, el desvalido, y "fobéo", temer, prevenirse, odiar, rechazar.

De la misma manera que "xenofobia" significa "aversión al extranjero", la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo.

Y la palabra surgió de la manera más sencilla, al percibir que en realidad no rechazamos a los extranjeros si son turistas, cantantes o deportistas de fama, los rechazamos si son pobres, si son inmigrantes, mendigos, indigentes, aunque sean los de la propia familia.

De la misma manera que "xenofobia" significa "aversión al extranjero", la aporofobia es la aversión al pobre por el hecho de serlo.

¿Por qué es importante que exista una palabra para nombrar el odio a los indigentes?

Porque las personas necesitamos poner nombres a las cosas para reconocer que existen e identificarlas; más aún si son fenómenos sociales, no físicos, que no pueden señalarse con el dedo.

Poner nombre al rechazo al pobre permite visibilizar esa patología social, indagar sus causas y decidir si estamos de acuerdo en que siga creciendo o si estamos dispuestos a desactivarla porque nos parece inadmisible.

¿Es la aporofobia un fenómeno sobre todo de nuestros tiempos, en los que el éxito y el dinero son concebidos por muchos como valores supremos?

Por desgracia, la aporofobia ha existido siempre, está en la entraña de los seres humanos, es una tendencia universal.

Lo que ocurre es que unas formas de vida y unas organizaciones políticas y económicas potencian más el rechazo al pobre que otras.

Si en nuestras sociedades el éxito, el dinero, la fama y el aplauso son los valores supremos, es prácticamente imposible conseguir que las gentes traten a todas las personas por igual, que les reconozcan como sus iguales.

Los inmigrantes y los refugiados son mal acogidos en todos los países, incluso algunos partidos políticos ganan votos cuando prometen cerrarles las puertas.

¿Cómo se manifiesta la aporofobia en la sociedad? ¿Puede darnos algunos ejemplos?

Por supuesto. Los inmigrantes y los refugiados son mal acogidos en todos los países, incluso algunos partidos políticos ganan votos cuando prometen cerrarles las puertas.

Tratamos con mucho cuidado a las personas que pueden hacernos favores, ayudarnos a encontrar un empleo, ganar unas elecciones, apoyarnos para conseguir un premio, y abandonamos a las que no pueden darnos nada de eso.

La sabiduría popular dice que hay que intercambiar favores en refranes como "hoy por ti, mañana por mí", y los padres suelen aconsejar a sus hijos que se acerquen a los niños mejor situados.

El acoso escolar es un ejemplo de aporofobia, como también el abandono que sufren en las poblaciones las víctimas del terrorismo de proximidad.

¿De dónde nace la aversión y el miedo a los pobres, de qué se nutre la aporofobia? ¿Es algo biológico, neuronal, o se trata de algo cultural?

Por decirlo con una palabra muy hermosa y muy adecuada, es biocultural.

La evolución de nuestro cerebro y de nuestra especie es a la vez biológica y cultural, ambas dimensiones están entreveradas, se influyen recíprocamente.

En el caso de la aporofobia hay una base biológica, una tendencia a poner entre paréntesis a los que no interesan, que puede reforzarse mediante la cultura o desactivarse, cultivando otras tendencias, como la simpatía o la compasión.

Adela Cortina
Cortina es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España (fue la primera mujer en formar parte de esa institución).

Usted sostiene que la aporofobia es universal y que todos los seres humanos somos aporófobos. ¿En qué basa esa afirmación?
En el hecho de que la antropología evolutiva muestra que los seres humanos son animales reciprocadores, están dispuestos a dar a otros, pero con tal de recibir algo a cambio, sea de la persona a la que han dado, sea de otra en su lugar.

Este mecanismo ha recibido el nombre de "reciprocidad indirecta" y es la base biocultural de nuestras sociedades contractualistas, tanto políticas como económicas.

Estamos dispuestos a cumplir con nuestros deberes si el Estado protege nuestros derechos, estamos dispuestos a cumplir nuestros contratos si los demás también lo hacen.

Pero cuando hay personas que parece que no pueden darnos nada interesante a cambio, las excluimos de este juego de dar y recibir. Esos son los pobres, los excluidos.

Las religiones han predicado tradicionalmente a favor de los pobres. El catolicismo asegura, por ejemplo que de ellos será el reino de los cielos, y el papa Francisco está constantemente mostrando su apoyo a los pobres. ¿La crisis de las religiones guarda relación con la aporofobia?
Más que de crisis de religiones yo hablaría de que, salvo excepciones, vivimos en sociedades postseculares.

En ellas el poder político y el religioso no están unidos, lo cual es excelente, porque entonces el pluralismo es un hecho, pero las religiones no han desaparecido, sino que siguen siendo una fuente de vida y de sentido para muchas personas y para muchos grupos sociales.

Incluso sus valores, junto con otros, se encuentran en la raíz de los valores de la ética cívica de esos países.

En cuanto al cristianismo, efectivamente apuesta por todos los seres humanos y por el cuidado de la naturaleza, pero por eso mismo, en un mundo en que hay ricos y pobres hace una opción preferencial por los pobres, exigiendo que se les empodere para que puedan salir de la pobreza.

El mensaje del papa Francisco es expresión de lo que se ha llamado la Carta del Reino, las bienaventuranzas del Sermón del Monte, y así lo recoge su reciente encíclica 'Fratelli tutti'.

Cortina cree que la aporofobia es universal y que todos los seres humanos somos aporófobos.
La pandemia de coronavirus, y la crisis económica que esta ha desencadenado, ¿pueden hacer aumentar la aporofobia?
Por una parte sí, porque cuando las personas nos encontramos en situaciones de incertidumbre y miedo tendemos a cerrarnos sobre nosotras mismas.

Pero, por otra parte, justo lo que está demostrando la pandemia es que es la solidaridad la que ha salvado vidas y evitado mayores sufrimientos.

Ha demostrado que somos interdependientes, no independientes, que el apoyo mutuo es el que nos salva. Y esta fuerza de la solidaridad y la compasión es la que hay que cultivar como el mejor aprendizaje de la pandemia.

¿Cree que el rechazo a los pobres se encuentra detrás de la ola de xenofobia que en los últimos años ha azotado a Estados Unidos y a Europa? Y si es así, ¿por qué?
Porque cuando las situaciones políticas y económicas son malas se buscan chivos expiatorios y los extranjeros pobres son víctimas propiciatorias.

Cerrarles las puertas, asegurar que son un peligro y defender a los de dentro frente a los de fuera es la táctica de los supremacistas. Pero sobre todo frente a los que son pobres.

¿Considera que Donald Trump padece de aporofobia? ¿Es posible que buena parte de su éxito político resida precisamente en su aporofobia?
Efectivamente, así lo creo, y lo más triste es que eso le genera votos. No es un personaje extravagante y perturbado, sino que sabe perfectamente que muchas personas consienten con él y por eso refuerza su aporofobia.

Veremos qué ocurre en la elección y ojalá que la estrategia no le dé buen resultado. Pero lo peor es que Trump no está sólo. 
La aporofobia existe y no sólo es una cuestión económica, sino el rechazo de los peor situados en cada situación.

En cada uno de nuestros países el supremacismo nacionalista rechaza a los peor situados y esa táctica les da votos. En el siglo XXI debemos revertir esa tendencia.

En realidad la hace imposible. La aporofobia atenta contra la democracia porque atenta contra la igual dignidad de todas las personas, excluye a los pobres, a los que parece que no pueden intercambiar nada.

Es radicalmente excluyente cuando la democracia debe ser incluyente.

¿Y qué daños provoca la aporofobia a quien padece esta patología social? ¿Somos conscientes de que somos aporófobos?
No lo somos. Por eso es preciso hablar de esa patología en la esfera de la opinión pública y tratar de averiguar en qué medida la aporofobia está entrañada en nuestras vidas.
Afortunadamente, hay grupos trabajando en esta dirección, jóvenes que hacen sus trabajos de Fin de Grado, de Fin de Máster y proyectos de investigación sobre la aporofobia.

¿La aporofobia se manifiesta también entre países? ¿Los estados más ricos muestran aversión hacia los más pobres? Y dentro de los países pobres, ¿también existe aporofobia o ésta se da más en los países ricos?
Por supuesto, los países buscan la ayuda de los más poderosos y esto explica, por ejemplo, que se aproximen a China, olvidando que no quiere hablar de Derechos Humanos.
Y en el seno de cada país, creo que en todos existe también la tendencia a alejarse de los peor situados, a tratarlos como leprosos en el sentido bíblico de la palabra.

¿Cómo se puede combatir la aporofobia?
Tomando conciencia de que existe y de que no sólo es una cuestión económica, sino el rechazo de los peor situados en cada situación.
Creo que se combate construyendo instituciones basadas en el igual valor de las personas, y educando en el respeto a la dignidad de todas ellas, y no sólo de palabra, sino mostrando en la vida cotidiana que nos sabemos y nos sentimos igualmente dignos.



sábado, 14 de marzo de 2020

Ser pobre es una actitud (?). La idea de que cada individuo tiene en sus manos las riendas de su vida ha ido calando hasta empapar una parte de las sociedades occidentales.

Parásitos ha puesto de moda estos días preguntarse a qué huele ser pobre. La pregunta inquietante, sin embargo, no es cómo huele la pobreza, sino por qué no se ve.

La polémica que en diversos sectores ha provocado el reciente informe del relator de la ONU sobre la pobreza en España solo se explica por la incomodidad que suscita el tema. Pero ese informe no es el único. Organizaciones como Oxfam y Cáritas llevan tiempo alertando sobre los profundos efectos de la desigualdad y sobre el papel de determinadas ideas y políticas públicas.

En Estados Unidos, por ejemplo, hay una marcada diferencia en la actitud de republicanos y demócratas frente a la pobreza. Como explicaba la analista Alana Moceri en Esglobal, a partir de la lógica puritana sobre el esfuerzo, los primeros opinan que los pobres lo son por pereza o porque no trabajan lo suficiente y, por lo tanto, no apoyan políticas que aspiren a una mayor redistribución de la riqueza. Ahí surge la famosa cuestión de las ayudas a la sanidad (Obamacare y sus secuelas).

A este lado del Atlántico, la deriva comenzó cuando la democracia cristiana, asentada en unos valores sólidos, transmutó en un liberalismo que deja todo destino en las manos autorreguladoras del mercado. Arrancó así en muchos países el desmantelamiento de un Estado de bienestar que incluso en sus peores versiones ofrece coberturas infinitamente mayores que las que puedan soñar los estadounidenses.

Las cifras en cualquier caso siguen siendo tozudamente preocupantes. Según la última edición del Índice de Justicia Social que elabora cada año la Fundación Bertelsmann, la recuperación de las tasas de empleo en los países de la OCDE y la Unión Europea no se ha visto acompañada por una reducción en las tasas de pobreza; es más, ha aumentado en países como Estados Unidos o Israel. Se observa asimismo un estancamiento general en la igualdad intergeneracional: niños y jóvenes tienen más riesgo de caer en la pobreza que los mayores de 65. En España esto se refleja en el acceso de los jóvenes al mercado laboral. Y tenderá a agravarse en el futuro, entre otras cosas, por la falta de inversión en investigación y desarrollo en la sostenibilidad del país.

La idea de que ser pobre es una actitud y de que cada individuo tiene en sus manos las riendas de su vida ha ido calando hasta empapar una parte de las sociedades occidentales. “Culpabilizar a la persona es el mejor camino para excluir a la sociedad de la responsabilidad conjunta de solucionar un problema”, afirma Borja Monreal en su maravilloso Ser pobre. Él se refiere a la pobreza en lugares en los que el Estado es prácticamente inexistente. Por eso, donde lo tenemos, merece la pena explorar vías para recuperar un alto grado de justicia social.

https://elpais.com/elpais/2020/02/27/opinion/1582826689_320904.html

martes, 4 de febrero de 2020

_- Paul Krugman: “No soy un santo pero estoy dispuesto a pagar más impuestos”. Premio Nobel en 2008, el economista estadounidense lamenta que ante un nuevo bache económico “los amortiguadores del coche ya se han usado”.

_- En el despacho de Paul Krugman (Albany, Nueva York, 1953) reina el suficiente desorden que uno podría imaginar en un economista provocador e hiperactivo, prolijo en artículos, en libros y, lo más controvertido, en previsiones de futuro. Nobel de Economía en 2008, es miembro destacado del club de economistas estadounidenses de corte progresista, como el a su vez laureado Joseph Stiglitz o Jeffrey Sachs; también, de esa legión de demócratas que no vieron venir los estragos que la globalización —unida a la robotización— causaría en partes de la sociedad estadounidense. Su último título, Contra los zombis. Economía, política y la lucha por un futuro mejor (Crítica, 2019), reúne artículos de prensa de los últimos 15 años, algunos publicados en EL PAÍS, sobre el hachazo de la Gran Recesión, la desigualdad o, por supuesto, Donald Trump. Un par de gorras parodiando el lema electoral del republicano —Hagamos Rusia grande de nuevo, Hagamos la ignorancia grande de nuevo— se mezclan sobre su escritorio con el último libro del economista serbioestadounidense Branko Milanovic. “Me las envía gente, no sé”, comenta entre risas el profesor Krugman. Dice que ser comentarista en los medios “nunca formó parte del plan”. Sin embargo, es uno de los economistas más expuestos de la época.

PREGUNTA. Dice que en estos tiempos todo es político y que hay que ser sincero sobre la deshonestidad. ¿Puede explicarse?
RESPUESTA. En un debate económico, mucha gente construye argumentos de forma poco honesta, falsean los hechos o los tergiversan, básicamente sirven a los intereses de un grupo. Y si tú estás intentando debatir con esa gente, ¿qué haces? ¿Fingir que es un debate sincero, responder con los datos y explicar por qué están equivocados? ¿O decir: “Bueno, la verdad es que no estás siendo sincero”? Depende del contexto. En una publicación económica, no hablaría de deshonestidad con gente con puntos de vista diferentes. Pero si estás escribiendo para un periódico y esa deshonestidad es generalizada, es injusto que los lectores no sepan eso. Por ejemplo, básicamente no encontrará economistas honestos que digan que una rebaja de impuestos se va a pagar sola [como prometió Donald Trump con su gran recorte fiscal]. Tenemos muchos ejemplos de que no es así, pero la gente lo sigue diciendo.

P. ¿Cree que existe la racionalidad económica o la política siempre se impone en alguna medida?
R. El análisis económico no es inútil, o no lo es siempre, hay políticos que escuchan y hacen las cosas bien. Yo creo que las políticas de Obama estuvieron influidas por un buen pensamiento económico, pero hay muchas cosas que no pudo hacer porque no tenía el poder del Congreso.

P. Dani Rodrik dijo una vez que el éxito económico de Estados Unidos se debía a que, en última instancia, el pragmatismo siempre vence, y que la política había sido más proteccionista, liberal o keynesiana en función de las necesidades. ¿Lo comparte?
R. Estados Unidos ha tendido a ser pragmático, pero no estoy seguro de que aún seamos ese país. Por eso hablo de ideas zombis en mi libro, hay un montón de cosas que sabemos que no funcionan, pero la gente las sigue diciendo por motivos políticos. No creo que sigamos siendo ese país pragmático de hace 50 años.

P. Rodrik afirma que, de hecho, eso cambia a partir de Reagan, en los ochenta. Usted trabajó como economista para esa Administración…
R. Eso fue divertido.

P. ¿Qué recuerda de aquellos días?
R. Bueno, yo era un tecnócrata. Era el jefe de economía internacional en el Consejo de Asesores Económicos, y Larry Summers, el economista jefe. Éramos dos demócratas registrados, trabajando en asuntos técnicos. Fue fascinante ver cómo era el debate sobre las políticas. Probablemente la Administración de Reagan fue peor que las anteriores. Veías a un montón de gente que no tenía ni idea de lo que hablaban. También aprendí lo difícil que es lograr que algo se haga. Te hace darte cuenta de que solo con tener una idea inteligente no vas a cambiar el mundo.

Paul Krugman: “No soy un santo pero estoy dispuesto a pagar más impuestos”

P. Hay quien sitúa en esos años de desregulación el inicio de las desigualdades en EE UU.
R. Sí, es una gran ruptura en la dirección de la economía estadounidense, hacia una mayor desigualdad y hundimiento del movimiento laboral. Reagan tuvo un gran impacto en el tipo de economía que era EE UU. Nunca nos hemos recuperado.

P. También mucha gente señala el consenso de los noventa [durante la Administración de Bill Clinton] sobre la globalización. Usted mismo ha cambiado su punto de vista.
R. Aún creo que la globalización, en su conjunto, funcionó bien. Desde un punto global, hizo más bien que mal. Posibilitó el auge de economías pobres hacia un nivel de vida decente. Después, también supuso un factor de desigualdad en algunas comunidades específicas en EE UU.

P. ¿Los economistas también viven en una burbuja, como se dice, a veces, de los periodistas? 
R. Desde luego, mirar lo que les pasa a tus amigos es una forma muy mala de juzgar lo que pasa en el mundo. Y mirar solo lo que la gente publica en investigación puede ser un problema porque esos autores pueden tener puntos ciegos. Yo nunca imaginé que la globalización iba a tener solo ganadores, sin perdedores. Lo que no vi es algo muy específico, que es hasta qué punto algunas comunidades concretas iban a salir tan mal paradas. Preguntábamos qué iba a pasar con los trabajadores del sector fabril y pensábamos que probablemente bajaría su salario real [descontando el efecto de la inflación] como un 2%, lo cual no es algo menor, pero tampoco enorme. Lo que no nos planteamos fue qué iba a pasar con esas ciudades de Carolina del Norte dedicadas solo a la industria del mueble. Y resultó que las estaba destruyendo. Eso no lo supe ver debido a que el mundo es muy grande y que, en efecto, no conozco a ningún trabajador del mueble de Hickory, Carolina del Norte.

P. Esa crisis industrial se usa a menudo para explicar el auge del trumpismo. ¿Cree que también tiene que ver con el auge del socialismo?
R. No, son historias distintas. La tecnología ha sido más importante que el comercio respecto a la gente de la industria. Si mira los lugares más volcados en Trump, son las zonas de carbón, y no porque perdieran las exportaciones, ni por las políticas medioambientales, que son algo bastante reciente. El declive se debe al cambio tecnológico, a que dejamos de enviar tantos hombres a las minas y usamos sistemas que necesitan menos mano de obra. En cuanto al socialismo… En primer lugar, no creo que en realidad haya demasiados socialistas en Estados Unidos.

P. Cree que se sobrestima este supuesto auge del socialismo.
R. Hay mucha gente que se llama a sí mismo socialista, pero es socialdemócrata. Suelen ser jóvenes y de alta formación que ven lo difícil de ganarse la vida con esta economía. Y en los últimos 60 años, cada vez que alguien ha propuesto algo que haga la vida de la gente más fácil, los grupos de derechas lo han llamado socialista, así que al final muchos dicen: “Si eso es socialismo, soy socialista”. Alexandria Ocasio-Cortez, por ejemplo, representa una mezcla de gente formada, de color, en una zona muy demócrata. Cuando Sanders dice: “Quiero que seamos como Dinamarca”. Bueno, pues Dinamarca no es socialista, sino una fuerte socialdemocracia.

P. Se habla mucho del giro izquierdista del Partido Demócrata en las primarias. ¿Cree que van demasiado lejos?
R. No, incluso si Bernie Sanders se convierte en presidente, su programa será más gradual. Me preocupa un poco que se retrate a los demócratas como radicales. Muchas de las cosas que defienden, incluso los más izquierdistas, como la subida de impuestos a los ricos, la expansión de las ayudas sociales o la sanidad pública —sin eliminar seguros privados—, son bastante populares entre la gente. La cuestión es si hacen que parezcan peligrosas. Es interesante lo que ocurrió en el Reino Unido. [El líder laborista] Jeremy Corbyn tuvo un programa bastante radical en 2017 y le fue bien. En 2019 no era más radical, pero le fue mal por el conflicto del antisemitismo y el Brexit. Así que no estoy seguro de que el izquierdismo sea un problema para los demócratas, sino que no caigan en cosas que van a alienar a gente.

P. Dice que subir impuestos a los ricos es popular. ¿Quién es rico? ¿Usted debería pagar más de lo que paga?
R. Depende. Elizabeth Warren quiere ir detrás de la gente con más de 50 millones de dólares, esos son claramente ricos. Obama subió impuestos. Su reforma sanitaria se pagó en buena medida de la subida para gente que ganaba más de 250.000 dólares al año. Hubo quien se quejó de que le iba a costar llegar a fin de mes y, claro, se burlaron de ellos. Yo, pues bueno, se lo diré así: ese impuesto a las grandes fortunas de Warren no me afectaría, pero cualquier demócrata que haga las cosas que a mí me gustaría ver en política económica acabaría necesitando que yo pagase más impuestos. Y está bien. No soy un santo, pero estoy dispuesto a pagar más impuestos para tener una sociedad más sana.

P. ¿Apoya a algún precandidato en concreto?
R. No puedo hacerlo, The New York Times prohíbe que demos un respaldo explícito, porque si un columnista lo da, se lo atribuyen al periódico [la entrevista se hizo antes de que el consejo editorial del Times manifestara su apoyo a las candidatas demócratas Elizabeth Warren y Amy Klobuchar]. Lo que puedo decir es que quien tiene las mejores ideas en materia de políticas es Warren, claramente. Tiene gente muy inteligente, aunque creo que ha valorado mal el asunto de la sanidad [Warren empezó la campaña defendiendo la eliminación de seguros privados, ahora se muestra más flexible]. De todos modos, creo que todos los demócratas serían bastante similares desde el punto de vista de sus políticas. La de Sanders es la más expansionista, pero no podría sacarla adelante en el Senado y acabaría siendo más gradual. Quizá Biden es el más moderado, pero todo el partido se ha movido a la izquierda. No tengo idea de quién va a tener más opciones en las urnas. No creo que nadie lo sepa. Lo que sí espero —y seguramente tampoco me está permitido decirlo, según las reglas del Times— es que Trump no gane.

P. Usted es de los que temieron que las políticas de Trump trajeran una recesión global. ¿Cómo lo ve ahora?
R. Lo dije la noche electoral, llevado por la emoción, pero me retracté enseguida. Las consecuencias económicas de Trump han sido bastante tenues. Ha aumentado el déficit y ha sido proteccionista, pero si hubiese logrado revocar la reforma sanitaria [de la Administración de Obama] mucha gente hubiese salido mal parada, y al menos no lo ha conseguido. Si mira la tendencia en el empleo de los últimos 10 años, no sabría si ha habido elecciones en ese tiempo. Quizá tenemos algo menos de inversión por la incertidumbre de la guerra comercial y algo más de consumo por el recorte de impuestos y la subida del valor de la Bolsa, pero hay poca diferencia entre los números de la economía con Trump y con Obama.

P. Otro premio Nobel [Kenneth Arrow] decía que las fuerzas propias de la economía son más importantes que el impacto de Gobierno.
R. Sí, la mayor parte del tiempo. Las políticas monetarias pueden importar mucho, pero eso no está bajo el control de un presidente. Estos solo tienen mucha importancia en tiempos de crisis. Si Obama no hubiese llevado a cabo esos estímulos y el rescate a la banca, hubiese sido muy grave.

P. ¿Cómo imagina la próxima crisis?
R. Es difícil. De vez en cuando se ve algo tan claro que la crisis es predecible, como la burbuja inmobiliaria, que fue un ciclo obvio. Pero ahora no hay nada así. Lo que sea, no parece obvio. Probablemente la próxima crisis va a venir de varias cosas a la vez, un revoltijo de muchas cosas pequeñas. También hemos tenido ese tipo de crisis, la recesión de hace 30 años, por ejemplo.

P. Esa próxima recesión se encontrará con las economías del G10 con tipos de interés en cero.
R. Sí, esa es la principal preocupación.

P. ¿Cuál es la política de tipo de cambio correcta en un caso así?
R. Ni siquiera estoy seguro. Lo que más me preocupa no es ignorar de dónde vendrá la crisis, sino que no sé cómo responderemos. El Banco Central Europeo no puede bajar más los tipos, ya son negativos. Y la Reserva Federal tiene poco margen para hacerlo. Vamos a encontrarnos un bache en la carretera y los amortiguadores del coche ya se han usado. En ese caso ayuda la política económica del Gobierno, pero me preocupa que quizá no tenemos a gente muy buena tomando decisiones. En 2008 fuimos afortunados por la gente inteligente que lidió con la crisis. Ahora Europa no tiene ningún liderazgo y Estados Unidos tiene a Trump. No está claro que tengamos una buena respuesta.

P. ¿Qué efectos prevé del Brexit?
R. El Brexit es negativo, dañará la economía británica y la del resto de Europa, pero en el largo plazo, no serán grandes números. Los aranceles británicos probablemente sean mínimos, no será una unión aduanera, pero tendrá pocos impuestos. Estados Unidos y Canadá mantienen un acuerdo de libre comercio sin unión aduanera. Así que, en unos cinco años, el Reino Unido será un poco más pobre, quizá un 2%, pero no será radical. Es lo que ocurra en los próximos seis meses lo que asusta a la gente.

P. Se culpó al euro de muchas de las disfunciones de la UE, pero al final es un país con otra divisa el que sale de la Unión.
R. Creo que el euro fue un error, causó mucho daño, pero la política no es así de racional. Así que, en efecto, el Reino Unido no fue presa de la crisis del euro, aunque se autoimpuso mucha austeridad, mientras que Grecia o España fueron forzadas a ella. Si mira la crisis política en Europa, algunos de los países que han aumentado el rechazo a la democracia no formaban parte del euro, pero el euro desacreditó a las élites europeas, la gente dejó de creer que los tecnócratas de Bruselas sabían lo que hacían y, desde ese punto de vista, acabó contribuyendo al Brexit.

P. El cambio climático sigue algo subestimado como riesgo en la economía.
R. Es el problema más importante, algunos de los principales manuales hablan bastante de ello, incluído el mío. Tenemos dos problemas: uno, que tenemos un Partido Republicano que es negacionista, y el otro, que el cambio climático… Si Dios quería crear un problema que fuera realmente difícil de combatir antes de que una catástrofe natural golpee, ese sería el cambio climático. Es gradual y tiende a ser invisible hasta que es demasiado tarde. Avanza de forma progresiva y cada vez que no actuamos, empeora. La cuestión es qué países pueden hacer esfuerzos para solucionarlo. Si tuviéramos un liderazgo fuerte en Estados Unidos, podríamos haber llevado a cabo una acción efectiva, pero, en lugar de eso, tenemos un Partido Republicano que niega el problema. Así que da bastante miedo. Las posibilidades de catástrofe son bastante altas.

https://elpais.com/elpais/2020/01/23/ideas/1579793914_392852.html

viernes, 6 de diciembre de 2019

_- Ellacuría y el testimonio de la filosofía de vida.

_- Agustín Ortega Cabrera
Rebelión

Se ha dicho muy bien que se entiende mejor la obra de un autor, y con más razón tratándose de un filósofo, si se une a lo que fue su vida. En Ignacio Ellacuría, uno de los conocidos como jesuitas mártires de la UCA, al que rendimos memoria por el Día Mundial de la Filosofía en el 30 aniversario de su martirio, se da en forma luminosa esta unión de obra y vida. En este sentido, en nuestras actividades académicas y formativas, por esta semana de conmemoración del 30 aniversario del martirio de los queridos Ellacuría y jesuitas de la UCA, estuvimos presentando el libro “Ellacuría en las fronteras”, editado por la Universidad Jesuita Ibero de México. En dicha publicación soy coautor y hago un capitulo con el título: “Filosofía de la acción-formación social en el horizonte de la espiritualidad. Claves desde Ellacuría, Martín-Baró y los jesuitas mártires de la UCA”. Hicimos esta presentación en algunos centros universitarios de Lima, donde actualmente realizo mi misión en América Latina y soy profesor e investigador.

Tal como muestra uno de conocedores, A. González, es “la forma socrática de filosofar y de ser filósofo, la primera clave para aproximarnos a la obra de Ignacio Ellacuría. Parafraseando a Zubiri, podríamos trazar un paralelo con Sócrates diciendo que lo característico de la labor intelectual de Ellacuría no consiste tanto en haber puesto la praxis histórica de liberación en el centro de sus reflexiones filosóficas, sino en haber hecho de la filosofía un elemento constitutivo de una existencia dedicada a la liberación”. De forma similar a otros pensadores y filósofos, además del propio Sócrates como E. Mounier y S. Weil e incluso ese maestro que fue L. Milani, Ellacuría aprehendió el pensamiento en unidad inseparable con la acción, con la praxis y compromiso solidario por la justicia con los pobres, oprimidos y víctimas de la historia. Una filosofía al servicio de la vida y promoción liberadora e integral de las personas, los pueblos y los excluidos frente a la violencia estructural del mal, desigualdad e injusticia social (global), la violencia represora y personal; con un compromiso claro por el dialogo, la reconciliación, la no violencia, la paz, la libertad e igualdad.

Es esa inteligencia social e histórica desde una filosofía honrada con lo real, empleando las mediaciones socio-analíticas como son las ciencias sociales, que se hace cargo de la realidad analizándola críticamente en sus posibilidades, capacidades y estructuras con sus poderes o dominaciones; que carga con la realidad en esa inteligencia ética de la compasión, asumiendo solidariamente el sufrimiento de los pueblos crucificado que son siempre el signo de los tiempos, en una hermenéutica histórica de la realidad "passionis". Y se encarga de la realidad, con la inteligencia que se hace praxis liberadora de los pueblos crucificados para bajarlos de la cruz, en la opción por los pobres como sujetos de su liberación integral.

En esta línea, sigue afirmando González, que “Ellacuría mostró con su vida (y - ¿por qué no decirlo? - también con su muerte) que la función social de la filosofía no es primeramente una función académica, y mucho menos una función legitimadora de uno u otro poder, sino -al menos como posibilidad- una función liberadora. Y que esta función liberadora no consiste en primera línea en la trasmisión de una determinada filosofía, de una determinada tradición o de unos determinados conocimientos filosóficos, sino, como también fue el caso de Sócrates, en una tarea mayéutica y crítica…, en un sentido más cercano a la expresión original griega maieúomai (ayudar en el parto, desatar). Pues se trata de acompañar filosóficamente la difícil hora histórica de los pueblos del Tercer Mundo, situándose parcialmente del lado de quienes tratan de impedir que triunfe la muerte y del lado de la nueva vida que, a pesar de todas las dificultades, pugna por nacer”.

Ellacuría comprende el para qué de la filosofía en su función liberadora, a la búsqueda del verdadero ser y sentido en la realidad promoviendo la vida, la libertad y la justicia liberadora con los pobres con una tarea "desideologizadora" de lo real. Se trata de buscar la verdad que es aprisionada por la injusticia (Rm 1, 18), desenmascarando a los ídolos de muerte que niegan la vida de los pueblos y de los pobres. Liberarnos de las idolatrías de la riqueza-ser rico, del capital, poder y la violencia estructural para que las mayorías populares (empobrecidas) tengan ser, vida y vida en abundancia (Jn 10, 10); frente a la nada, el no ser, que padecen los pueblos crucificados. La realidad estructural con su dinamismo, en su unidad de naturaleza e historia, de inter-relaciones de los seres humanos con el mundo, se convierte en praxis social e histórica. Empleando el método de "historización" de las claves filosóficas, como es la justicia con los derechos humanos en la opción por los pobres, para que sean verificados en la realidad histórica. De esta forma, se desvela la mentira ideológica que niega la vida y la liberación integral de la humanidad.

En oposición a esos falsos dioses de la civilización del capital y de la riqueza, para revertir la historia y lanzarla en otra dirección, Ellacu contrapone la civilización del trabajo y la pobreza. Esto es, la dignidad de las personas trabajadoras y la humanización del mundo social e histórico, con una economía al servicio de la vida y las necesidades de los pueblos, que nos libera del lucro y del beneficio-capital como motor de la historia. Y ello en la civilización de la pobreza, con la solidaridad compartida como sentido de la historia en lo real desde esos “pobres con espíritu”. La existencia solidaria de compartir la vida, los bienes y la lucha por la justicia con los pobres que nos libera de las esclavitudes del tener, poseer e ídolo de la riqueza-ser rico.

Tal como afirma Ellacuría, es “una filosofía hecha desde los pobres y oprimidos, en favor de su liberación integral y de una liberación universal que, en su autonomía, puede ponerse en el mismo camino por el que marcha el trabajo en favor del reino de Dios, tal como se prefigura en el Jesús histórico”. Para Ellacuría la historia tiene sentido en “forma utópica y esperanzadamente: creer y tener ánimos para intentar con todos los pobres y oprimidos del mundo revertir la historia, subvertirla y lanzarla en otra dirección”. La realidad histórica, en su dinamismo estructural, está abierta a la trascendencia y esperanza, al Dios trascendente en lo real e histórico. El sentido de la utopía profética y la esperanza en “ese futuro siempre mayor, más allá de los futuros histórico, donde se avizora el Dios salvador, el Dios liberador” (Ellacuría).

Agustín Ortega Cabrera (España), misionero canario laico, es Trabajador Social y Doctor en Ciencias Sociales (Dpto. de Psicología y Sociología ULPGC). Asimismo ha realizado los Estudios de Filosofía, Teología y Moral, Doctor en Humanidades y Teología (UM). Profesor e investigador en diversas universidades e instituciones universitarias y educativas latinoamericanas. Autor de distintas publicaciones, libros y artículos.

viernes, 22 de noviembre de 2019

El alegato de Mark Zuckerberg en defensa de la clase multimillonaria es profundamente antidemocrático

En su defensa contra la llamada de Bernie Sanders a la desaparición de los multimillonarios, los argumentos de Mark Zuckerberg son elitistas e incorrectos

En respuesta a la afirmación del candidato presidencial Bernie Sanders de que los multimillonarios no deberían existir –y su llamada a gravar su riqueza con impuestos mucho más altos– el Director Ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, con una fortuna de 70.000 millones de dólares, acudió a Fox News para defender a su clase asediada. Los multimillonarios, argumentó, no deberían existir en un "sentido cósmico", sino que en realidad la mayoría de ellos son simplemente "personas que hacen cosas realmente buenas y que ayudan a muchas otras personas. Y te compensan bien por eso”. Zuckerberg también advirtió sobre los peligros de ceder demasiado control sobre su riqueza al gobierno, presuntamente propenso a sofocar la innovación y la competencia y “privar al mercado” de los fondos de sus compañeros multimillonarios para filantropía e investigación científica.

“Algunas personas piensan que, bueno, la clave o la forma de lidiar con este tipo de acumulación de riqueza es: "Hagamos que el gobierno lo tome todo"”, dijo Zuckerberg. "Y ahora el gobierno básicamente puede decidir, ya sabes, toda la investigación médica que se realiza". Lo que Zuckerberg no mencionó es que el impuesto que Sanders propone le costaría 5.500 millones de dólares en su primer año.

El razonamiento de Zuckerberg no es único entre el 1% más rico, especialmente en Silicon Valley: las personas con una riqueza escandalosa se lo han ganado mediante su propia astucia, creando un servicio esencial para el mundo y que promueve el bien común. Su éxito –nos dice este mito– es un reflejo de su capacidad para adivinar lo que es mejor para la sociedad y llevarlo a cabo; sus fortunas son proporcionales a su genialidad. La filantropía, como tal, no es solo una alternativa a pagar más impuestos, sino que es preferible. Después de todo, ¿qué podría saber mejor una cuadrilla de burócratas sin nombre ni rostro que un hombre –sí, generalmente son hombres– que ha construido una riqueza tan vasta? La innovación más crucial, advierte Zuckerberg, solo sucederá si eres lo suficientemente amable con él y sus amigos ricos.

Pese a lo común que es este argumento, resulta que no es cierto. Fijémonos en los cimientos de la fortuna de Mark Zuckerberg, Internet. Internet se desarrolló a partir de una pequeña red del Pentágono destinada a permitir que los militares intercambiasen información durante la Guerra Fría. En su libro The Entrepreneurial State, la economista Mariana Mazzucato muestra que los iPhones –de los que Facebook roba grandes cantidades de datos para venderlos al mejor postor– son en gran parte un conjunto de tecnologías creadas por varias agencias estatales, juntadas por Apple en un mismo elegante producto.

Por otro lado, en vez de allanar el camino para la mejora de los resultados de salud, el afán de beneficios en el sector de la medicina privada ha llevado a las compañías farmacéuticas a producir fármacos lo suficientemente diferentes de los de sus competidores para patentarlos, permitiendo a estas empresas cobrar una renta a los enfermos. Asimismo, los economistas Fred Block y Matthew Keller han descubierto que, de las 88 principales innovaciones clasificadas por la revista R&D como las más importantes entre 1971 y 2006, 77 fueron beneficiarias de una importante financiación federal para la investigación en su desarrollo inicial. "Si uno busca una edad dorada en la que el sector privado hizo la mayor parte de la innovación por sí solo sin ayuda federal", escriben, "uno tiene que volver a la era anterior a la Segunda Guerra Mundial". Así pues, a medida que la derecha ha ido rebajando la reputación del sector público, éste solo se ha vuelto más fundamental para el progreso por el cual el sector privado se ha llevado todo el reconocimiento.

No olvidemos tampoco los innumerables proyectos fallidos e innecesarios surgidos de Silicon Valley en la última década, desde Theranos hasta el Fyre Festival y Juicero. La reciente implosión de la empresa inmobiliaria WeWork, respaldada por SoftBank y JP Morgan Chase, así como la pérdida de un dólar por cada dólar que gana, debería arrojar algunas dudas sobre la supuesta habilidad del sector privado para superar los desafíos más apremiantes de la sociedad, o incluso para elegir ganadores. Además de la financiación gubernamental, la mayoría de las prodigiosas empresas tecnológicas están respaldadas por ejércitos de trabajadores típicamente mal pagados, ya sea que estén manejando Ubers, extrayendo los minerales de tierras raras necesarios para teléfonos inteligentes en condiciones de trabajo brutales o viendo videos espeluznantes hora tras hora para alejarlos de nuestros timelines de Facebook.

Todo esto no es para decir que el sector privado no ha desempeñado un papel importante en impulsar la innovación; al fin y al cabo, alguien tenía que diseñar el iPhone. Pero las fortunas construidas a partir de cada uno de estos nuevos inventos no podrían existir si no fuera por el hecho de que el gobierno –la mayoría de las veces– dio el primer paso, asumiendo unos riesgos en la financiación de la innovación que los emprendedores capitalistas y los prodigiosos inversores generalmente no asumen. "No solo el gobierno ha financiado la investigación más arriesgada", escribe Mazzucato, "sino que a menudo ha sido la fuente de los tipos de innovación más radicales y novedosos". En otras palabras, los Mark Zuckerbergs del mundo pueden hacer cosas buenas. Pero casi nunca lo hacen solos.

Además, la insultante riqueza de los multimillonarios no se gasta –como sugiere Zuckerberg– en investigación de vanguardia y esfuerzos filantrópicos. Después de haber comprado suficientes yates y jets privados, estos invierten su dinero principalmente en enriquecerse a través de la especulación financiera al estilo de los casinos y en bienes inmuebles de lujo en ciudades muy desiguales como San Francisco, Miami y Nueva York, donde la mayoría de las casas vacías actúan como depósitos de seguridad para proteger su riqueza de los impuestos. Su dinero también podría terminar en paraísos fiscales como las Islas Caimán, donde puede permanecer sin ser molestado por los recaudadores del estado. Por todo ello, muy poca de esa riqueza llega al 99% de la población, para quienes la desigualdad se ha disparado y los salarios se han estancado.

Así pues, la defensa de Zuckerberg de la clase multimillonaria es, por encima de todo, profundamente antidemocrática, puesto que pone en duda la capacidad de las masas para decidir qué es lo mejor para sí mientras repite el mito de que el sector público está condenado al despilfarro y al estancamiento. Quizás el mejor argumento para el tipo de políticas que Sanders ha propuesto sería dejar claro que, si bien podrían desempeñar algún papel en la financiación de la investigación avanzada que surge de lugares como ARPA-E y los National Institutes of Health, los multimillonarios no pueden trascender la democracia y tomar todas las decisiones sobre lo que la sociedad necesita y lo que no. En un mundo verdaderamente democrático –donde el trabajo se valorara de manera justa– los multimillonarios no existirían en absoluto.

Kate Aronoff Es periodista en de In This Times, donde cubre elecciones y política relacionada con el cambio climático.

Fuente:
https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/oct/21/mark-zuckerberg-plea-biillionaire-class-anti-democratic
Traducción:Miquel Caum Julio

jueves, 21 de noviembre de 2019

EDUCACIÓN El hombre detrás de las escuelas que han acabado con el clasismo eligiendo a sus alumnos por sorteo

El estadounidense Larry Rosenstock gana un premio a la innovación educativa en Qatar, dotado con 500.000 dólares, por crear una red de colegios contra la segregación

El trabajo de Larry Rosenstock (1948, Nueva York) parte de una premisa. Detrás de la decisión de qué estudiante irá a la universidad en Estados Unidos, hay un factor que pesa más que la intención de la familia; lo que él llama predictor de la educación, o lo que es lo mismo, el nivel socioeconómico de los padres. Una de las realidades que más le dolió a Rosenstock, graduado en Derecho y dedicado a la educación durante más de 40 años, fue darse cuenta de que el origen de esa desigualdad comienza cuando los niños tienen cinco años. En su país, las escuelas segregan, separan a los alumnos en diferentes centros según su perfil socioeconómico y su raza. Por eso, hace 20 años lanzó en San Diego (California) una red de escuelas que luchan contra la segregación, y que ahora le ha hecho valedor del premio a la educación de WISE (cumbre mundial de la innovación educativa, en sus siglas en inglés, organizado por la Fundación Qatar), dotado con 500.000 dólares (454.500 euros).

"Quería demostrar que se pueden obtener buenos resultados académicos mezclando a un grupo heterogéneo de estudiantes”, cuenta Rosenstock sobre su proyecto High Tech High, una red de 16 charter schools (una modalidad de escuelas privadas en Estados Unidos que reciben fondos del Estado y en las que los alumnos no pagan matrícula), en las que el 57% de los alumnos son negros o hispanos y el 50% de entornos desfavorecidos y donde la tasa de acceso a la Universidad es del 98% (la media nacional está en el 69%). “Hemos demostrado algo obvio pero que la sociedad estadounidense se niega a ver; que los chavales con menos recursos son igual de brillantes y que solo necesitan las mismas oportunidades”, explica durante la celebración de WISE, que este año cumple su novena edición y que reúne en Doha a más de 2.000 expertos y a un centenar de medios internacionales, entre los que ha sido invitado EL PAÍS.

La fórmula que rige la selección de alumnos en esos centros es lo que ellos llaman la lotería, un sorteo que realizan mediante un algoritmo que mezcla los distintos códigos postales de la ciudad (siempre entre barrios limítrofes) y escoge a alumnos de diferentes perfiles socioeconómicos. Eso sí, hay algunas normas impuestas que escapan al control del algoritmo: tiene que haber un 50% de niños de familias con pocos recursos y todos aquellos que ya tienen hermanos en los centros tienen prioridad en el acceso. “Con ese sorteo nos aseguramos que habrá una representación diversa, que no acudirán únicamente los que viven cerca, porque en Estados Unidos el barrio en el que vives determina muchas veces la capacidad económica y el capital cultural de las familias”, añade Rosenstock, que también dio clases en la facultad de Educación de Harvard y en Berkeley (California).

 Desde el primer momento tuvo claro que quería evitar otros métodos empleados en el país como el llamado busing, la práctica impulsada en diferentes Estados para transportar en autobús a niños a escuelas lejos de sus barrios para rectificar la segregación. “Es demasiado duro, algunos niños están obligados a pasar horas en el bus escolar, tiene que ser menos forzado”.

Los 16 centros de la red High Tech High, que abarcan desde educación infantil hasta bachillerato, no son 100% públicos, ya que la gestión es privada, pero están sometidos a las mismas normas que los públicos: los estudiantes deben pasar cada año los exámenes estandarizados (diseñados por el Estado de California) y deben superar el SAT, la prueba de acceso a la Universidad. “La máxima preocupación de las familias es que sus hijos sean admitidos en universidades de calidad, y en eso nos hemos enfocado, pero en lugar de usar la pedagogía convencional hemos empleado una ruta diferente, con currículos basados en el aprendizaje por proyectos”, explica Rosenstock.

Con la tasa de acceso a la Universidad del 98% es con lo que han convencido a las familias de clase media para que compartan aula con alumnos que durante muchos años han sido estigmatizados. Cada uno de los centros tiene un orientador académico, todos ellos exempleados del servicio de admisiones de universidades. "Conocen muy bien cómo funciona y qué se busca en los estudiantes", aclara Rosenstock. Entre los méritos que los alumnos presentan figura un libro que editan a final de curso sobre algunas de sus investigaciones y su trabajo constante en equipo, ya que la filosofía de los centros es evitar el trabajo de forma aislada. El propio Larry y su esposa, responsable de programas académicos de la red, matricularon a su hijo en uno de los colegios. "Hemos cambiado el mapa escolar: en este país, si eres negro tu realidad va a ser ir un colegio público donde el 90% son como tú, no hay muchos ejemplos de escuelas con diversidad".

Otro de los grandes logros de Rosenstock es que consiguió persuadir al Estado de California para que modificase la regulación que afecta a la acreditación y contratación de profesores. Ahora ellos forman a profesionales en activo (físicos, matemáticos, ingenieros...) en una escuela de magisterio que fundaron en 2008. Muchos de ellos son después contratados. "Anualmente recibimos unas 1.800 solicitudes de profesores interesados en trabajar con nosotros", asegura. "Traen vida real, no libros de texto, y eso es lo que buscamos, huir de la pedagogía tradicional".

¿A qué dedicará los 500.000 dólares de premio? La intención de Rosenstock es abrir un centro de investigación que analice y documente las nuevas pedagogías puestas en marcha en estos últimos 20 años para después crear guías de aprendizaje y exportar su modelo al resto del mundo de forma gratuita. "La revolución empieza por lo material: acabar con las sillas en las aulas, la parte metodológica es más compleja y depende en un 90% del perfil de profesores que eliges", zanja.

https://elpais.com/sociedad/2019/11/14/actualidad/1573732199_604907.html

La fórmula de EE UU para atraer familias a los colegios que nadie quiere, llega a España.

martes, 11 de diciembre de 2018

¿Impuestos pobres o contra los pobres? El sistema fiscal en España juega en contra de quienes sufren la pobreza cuando debería ser al revés

El sistema fiscal en España juega en contra de quienes sufren la pobreza. Cuando debería ser al revés. La tributación puede mirarse desde muchos ángulos e intereses. Para nuestra organización resulta esencial: pocos asuntos tienen una influencia más determinante en la lucha contra la pobreza y las desigualdades que los impuestos. España recauda poco y mal, lo que tiene un impacto directo en la capacidad del Estado para cumplir su deber constitucional de garantizar los derechos sociales de todos, y de la población excluida en especial. También de los más pobres del mundo a través de la cooperación internacional española, llevada a la irrelevancia financiera desde 2010.

Recauda poco: siete puntos menos de PIB que la media europea. Alcanzar esa media supondría 80.000 millones de euros más para la seguridad social y la Hacienda pública. Que se ve erosionada por un fraude fiscal calculado entre los 27.000 y los 70.000 millones de euros. Reducir ambas brechas supondría un oxígeno vital para la sanidad, la educación o la protección social. Sobre todo, si en el lado del presupuesto también se prioriza la lucha contra la desigualdad y se incide en un gasto social más redistributivo hacia quienes menos tienen.

Recauda mal. La crisis ha supuesto que la tributación recaiga aún más en las familias, un 83 % del total frente a un 74 % antes de la crisis, a través de un IVA creciente y un IRPF limitado en su progresividad. Impuestos al consumo y el trabajo versus la riqueza y el capital. Una tendencia que en otros países ha ido pareja con el incremento de la desigualdad, desbordada en España, el tercer país más desigual de la UE.

Esto último tiene serias consecuencias para las familias que sufren la precariedad. Así, el 20% más pobre de la población es el que más impuestos paga en relación con su renta, con la excepción del decil más rico. Una prueba de la regresividad de un sistema asentado en gravar el consumo de bienes básicos para la vida.

Esta injusta realidad era predecible, y se acentuará, mientras la fiscalidad siga siendo dual y obligue a tributar con más intensidad al trabajo que al capital. Mientras se demonicen y laminen los impuestos de patrimonio y sucesiones, incluso para grandes fortunas. Y mientras no se reforme a fondo, sin parches, el impuesto de sociedades.

Cabe recordar que la recaudación por este impuesto se ha desplomado durante la crisis. Son 20.000 millones menos, sin apenas recuperarse en los años de crecimiento del PIB, y con los grandes grupos empresariales apenas contribuyendo con el 6% de sus beneficios en 2016 (7.5% en 2015). No caben excusas. El nivel de beneficios empresariales se recuperó respecto al inicio de la crisis, antes que el de salarios. Y la internacionalización de los grupos es similar a la de 2008, por lo que la doble tributación no sería la causa de esta caída. Que sí se encuentra en los agujeros del impuesto, y tal vez en que las mayores empresas del país mantengan casi 1.000 filiales en paraísos fiscales.

El sistema tributario español necesita una reforma profunda. Mientras tanto, las medidas anunciadas por el gobierno son positivas. Un mínimo en sociedades, impuestos verdes, a las transacciones financieras o a las tecnológicas que no contribuyen, son iniciativas que pueden contribuir a recaudar más y mejor.

Todo esto para conseguir lo que debe ser el objetivo de un sistema fiscal. Una tributación progresiva que contribuya a reducir las desigualdades. Y una recaudación holgada que asegure políticas sociales para enfrentar la pobreza.

Por decirlo claramente: impuestos suficientes y a favor de los pobres.

 https://elpais.com/economia/2018/12/04/actualidad/1543943723_079886.html

miércoles, 28 de noviembre de 2018

_- Pobreza o mala suerte. Sí, a veces la vida te gasta una broma de muy mal gusto.

_- Cuando ves a una persona sola, con una maleta gigante, bien cuidado, y esperas que van a venir a por él, cuando al día siguiente lo ves, en el mismo banco, tapado, y con los ojos más triste, (hacía mucho tiempo que no veía unos ojos tan tristes) no puedo dejar de sentir empatía por esa persona. No sé nada de su vida, solo sé que es de Cáceres, que le ofrecí comida, que no le apetecía comer, lo único que le pude decir, es que le llevaba a Cáritas, que mi marido vendría a por él.

¡¡A veces la vida es muy injusta!!
No sé por qué estará así, no sé cuál es su situación y ahora no me importan las causas.

La vida da muchas vueltas.
Lo vi emocionado, nadie le había preguntado, se emocionó, solo por preguntarle que si le podía ayudar.
¿Dónde está el espíritu navideño de las personas?
Aquí solo nos preocupamos por quién va a salir en una cabalgata, no nos preocupamos por la situación real de tantas familias.
Creo que cada día somos más egoístas, solo miramos nuestro ombligo.
Ya va mi marido con un tapper de comida, fruta, yogurt y pan. Y lo llevará a Cáritas, espero que su vida se resuelva y que pueda salir adelante.

No es justo
- No lo es-, que tengamos que depender de la caridad de los demás, es humillante, prefiero, me gusta más sin duda ninguna, la solidaridad. Y, sobre todo, me gustaría que viviéramos en un país más justo y solidario, que los gobernantes se preocupasen por su pueblo y no robaran tanto...

Fuente: Tomado de internet. FB, y colgado aquí de forma anónima.

jueves, 15 de febrero de 2018

Muere Josefina Samper, fundadora del Movimiento Democrático de Mujeres.

Samper, nacida en 1927, comenzó a militar en las Juventudes Socialistas a los 12 años y dos años más tarde se afilió al Partido Comunista


La compañera del sindicalista Marcelino Camacho, Josefina Samper, ha fallecido en la noche del martes en Madrid a los 90 años de edad, según ha informado CCOO. "Esta noche ha fallecido Josefina Samper, compañera de vida y lucha de Marcelino Camacho, que la tierra te sea leve. DEP", ha escrito el sindicato en su cuenta de Twitter.

Samper, nacida en el municipio almeriense de Fondón en 1927, comenzó a militar en las Juventudes Socialistas a los 12 años y dos años más tarde se afilió al Partido Comunista de España gracias a un hermano de Santiago Carrillo, al que conoció durante su infancia en Orán (Argelia), a donde tuvo que emigrar con su familia en busca de trabajo.

Militante de CCOO, Josefina Samper tuvo desde bien pequeña vocación por la lucha obrera y contribuyó con sus actividades al asociacionismo femenino. Impulsó en 1965 el Movimiento Democrático de Mujeres —germen del movimiento femeninista—, que tenía por objetivo ayudar a mejorar las condiciones de los presos políticos.

Como militante del PCE, Samper participó en la distribución de la clandestina España Popular y trabajó de manera ingente en favor de los inmigrantes y los presos políticos.

Tras la muerte de Marcelino, Samper, que fue galardonada con la Medalla de Andalucía 2016, siguió difundiendo el mensaje de su esposo en charlas y conferencias para que las nuevas generaciones continúen luchando por los derechos de los trabajadores.

"Lo único que quería Marcelino era el bienestar del ser humano desde que nace hasta que muere, luchando y pensando que nada se regala y que todo hay que conquistarlo. Y para conquistarlo, hay que prepararse", afirmaba Josefina en un vídeo elaborado por CCOO cuando fue premiada con la Medalla de Andalucía.

Compañera de Marcelino Camacho
Un día de 1944, el Partido Comunista pidió a Josefina que preparara un aperitivo para tres presos que se habían escapado de un campo de concentración. Uno de ellos era Marcelino Camacho. Se casó con el fundador y primer secretario general de CCOO en diciembre de 1948, y permaneció a su lado hasta el fallecimiento de Marcelino en octubre de 2010. Tuvieron dos hijos, Yenia y Marcel.

Josefina, Marcelino y sus dos hijos regresaron del exilio en 1957 y se instalaron en el madrileño barrio de Carabanchel. Ella misma contó en alguna ocasión que eligió ese barrio por su proximidad a la cárcel, intuyendo el futuro que le esperaba a su marido.

Tras varias entradas y salidas de prisión en años posteriores, Marcelino Camacho fue procesado en el llamado Proceso 1001 en 1973, por el que toda la dirección de CCOO fue condenada a prisión. A Marcelino le cayeron 20 años.

En 1975, los condenados fueron indultados por el rey Juan Carlos y Josefina y Marcelino pudieron vivir su vida y su lucha en favor de los trabajadores fuera de la clandestinidad.

"Ejemplo de lucha por la justicia social"
Las reacciones por el fallecimiento de Samper en la esfera pública no han dejado de producirse durante todo el día. Así, el PSOE, el Partido Comunista de España e Izquierda Unida han alabado la figura de la sindicalista por haber sido un "ejemplo" en la lucha por la clase trabajadora.

Así, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha expresado en Twitter que Samper fue "una mujer valiente, sencilla y un referente en la lucha por los valores democráticos y la libertad", y ha trasladado sus condolencias por su muerte a familiares y amigos.

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, por su parte ha expresado su pesar, recordando que la sindicalista fue un ejemplo de "lucha por la justicia social". "Nos deja sus 90 años de rebeldía e inconformismo tejiendo libertades", agregó Díaz.

UGT, por su lado, ha traslalado en su perfil en la red social su "profundo pesar" por la muerte de Josefina Samper, "mujer valiente, luchadora incansable y compañera de vida y luchas de Marcelino Camacho". El sindicato de Pepe Álvarez ha enviado su cariño a la familia de Samper y a los compañeros de CCOO por su pérdida.

El PCE, por su parte, ha colgado un tuit en el que habla de la "camarada" Josefina Samper como un "ejemplo de lucha en favor de la clase trabajadora" y un "ejemplo de dignidad". Desde IU han destacado que, tras la muerte de Samper, "quedará eternamente su ejemplo de lucha y compromiso por la clase trabajadora".

"Hoy se nos ha ido una mujer maravillosa. Una de esas mujeres valientes y sencillas que, con su lucha, trajeron la democracia. Hasta siempre Josefina Samper. No permitiremos que tu nombre se borre de la historia", señala IU en la cuenta oficial del equipo de Memoria Democrática y Proceso Constituyente.

Asimismo, la portavoz de Podemos, Irene Montero, ha destacado en las redes sociales que Josefina Samper "entregó manos, cuerpo e infinito amor a la vida para defender la justicia, la libertad, la democracia, nuestros derechos". "Hasta siempre, compañera. Con tu ejemplo", ha finalizado su mensaje, en el que aparecen un par de fotos de la viuda de Marcelino Camacho.

Desde CCOO han recordado a Semper con una imagen junto al que fue su marido y fundador del sindicato, Marcelino Camacho. La organización sindical ha concluido su mensaje con un "que la tierra te sea leve", una frase que se ha repetido en las distintas condolencias que distintos políticos están escribiendo en las redes sociales.

 Fuente: http://www.infolibre.es/noticias/politica/2018/02/13/muere_josefina_samper_fundadora_del_movimiento_democratico_mujeres_75199_1012.html

domingo, 7 de agosto de 2016

"La igualdad de oportunidades es una ficción". El sociólogo francés, autor de Repensar la justicia social, afirma que los sistemas escolares tradicionales aumentan la inequidad, y propone una completa reforma educativa.

Cuando, hace diez años, François Dubet preguntaba a sus estudiantes en Francia dónde estaban las desigualdades sociales más graves, le respondían: "Entre los pobres; entre los obreros". Cuando pregunta eso hoy, no dudan: "Entre las mujeres, los inmigrantes, los jóvenes". La experiencia personal le sirve a este sociólogo francés para ilustrar un cambio contemporáneo en la concepción de la justicia social -de las reivindicaciones socioeconómicas a la lucha contra la discriminación- que, afirma, está profundizando las desigualdades. En Repensar la justicia social, que acaba de editar Siglo XXI, y que Dubet vino a presentar a la Feria del Libro, el autor critica el concepto de igualdad de oportunidades que impera hoy en el discurso hegemónico, como un modelo que, al promover el mérito como condición para ascender socialmente, transforma la sociedad en "muy violenta y muy poco solidaria". En cambio, se pronuncia a favor de la "igualdad de posiciones", que busca reducir las desigualdades en las condiciones de vida y acortar las brechas sociales y económicas, una idea que, afirma, podría ayudar a la "reconstrucción ideológica de la izquierda", al menos en su país.

Director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, heredero de la sociología de Alain Touraine, Dubet es conocido por sus trabajos en el campo de la educación. "La justicia de un sistema escolar no está tanto en la cantidad de alumnos pobres que llegan a la élite, sino en la calidad de la escuela de los alumnos más débiles", afirma en diálogo con adn, y critica las políticas educativas de mirada corta. "Los países que tienen buenos resultados son los que han decidido reformar el sistema escolar completamente", asegura.

-Afirma en su libro que la igualdad de oportunidades descansa en una ficción.
-Decir que somos libres e iguales es una ficción, y la igualdad de oportunidades es indiscutiblemente una ficción. Es un principio de justicia que individualiza a los actores y pone a todos en competencia, y creo que no está bien construir una sociedad sobre un principio como ese. Además, el logro del mérito puede incrementar considerablemente las desigualdades sociales. En el fondo, el mérito no impide que los más ricos tengan todo y que estemos convencidos de que lo merecen, así como de que los pobres merecen la pobreza. Como estamos en una sociedad muy individualista, capitalista y liberal, el principio de la igualdad de oportunidades la transforma en muy desigual, muy violenta y muy poco solidaria. Hoy la concepción de las desigualdades sociales en Estados Unidos, Canadá y Europa está basada únicamente en la discriminación, es decir, en los obstáculos al mérito. Es verdad, pero no hay que olvidar que si un obrero está mal pagado no es porque no tenga mérito, sino porque está siendo explotado.

-¿Hay alguna manera, dentro del sistema capitalista en el que estamos, de encontrar un equilibrio entre la igualdad y el mérito?
-Es verdad que estamos dentro de una economía capitalista y en ella estaremos por un largo tiempo, pero el capitalismo no determina la sociedad como una fatalidad. Canadá y Estados Unidos tienen exactamente la misma economía capitalista, pero las desigualdades sociales son dos veces menores en Canadá que en Estados Unidos; la inseguridad no existe en Canadá; los canadienses gastan menos que Estados Unidos en la salud y tienen mejor servicio; la escuela canadiense es muy igualitaria, la escuela estadounidense no lo es en absoluto. Lo que nos quieren hacer creer los liberales, de un lado, y lo que en Francia se llama "la izquierda de la izquierda", por el otro, es que hay una fatalidad capitalista, pero la historia social muestra que no la hay. En el interior de las sociedades siempre hay capacidad de acción.

- ¿Qué le critica a la igualdad de oportunidades?
-En Europa y Estados Unidos hay un cambio de concepción de la justicia social. Cuando se piensan las desigualdades en términos de "patrón-obrero", se piensa en una desigualdad de posiciones sociales, pero cuando se razona "mujeres, jóvenes, inmigrantes", como ahora, se hace en términos de discriminación. Hemos luchado mucho contra la discriminación de las mujeres y hemos logrado que las mejores mujeres asciendan pero no hemos disminuido las desigualdades entre las posiciones sociales. Si yo quisiera realmente reducir las desigualdades entre mujeres y hombres, subiría los salarios de las cajeras de supermercados, que son puestos femeninos en general. Hay pocos puestos de jefe de Estado. Si la secretaria está bien pagada y nunca llega a gerenta, es menos grave que si está mal pagada y nunca alcanza un puesto gerencial.

-En general se afirma que la escuela puede cada vez menos reducir las desigualdades sociales, pero usted dice que las profundiza.
-Hay países como los escandinavos, los asiáticos, Canadá, en cierta medida Inglaterra, en los cuales la escuela reduce las desigualdades sociales. Y hay países en los cuales hay menos desigualdad en la escuela que en el resto de la sociedad. Varios factores lo explican. Primero, la repartición espacial de las desigualdades sociales. En las ciudades donde los ricos y los pobres viven separados, las desigualdades escolares prolongan las desigualdades sociales: los más ricos van a las mismas escuelas, lo mismo ocurre con los más pobres. Hay un factor político: los países que más reducen las desigualdades sociales tienen una escuela común, no selectiva, entre los 5 y los 16 años. Y el tercer factor es que cuanto más decisivo es el rol de los diplomas en el acceso al empleo, más fuertes son la competencia social y las desigualdades escolares. Las buenas escuelas son las que dedican más esfuerzo a los alumnos con más dificultades. La justicia de un sistema escolar no está tanto en la cantidad de alumnos pobres que llegan a la élite, sino en la calidad de la escuela de los alumnos más débiles. La verdadera dificultad hoy es tener una pedagogía individualizada. Los países con mejores resultados escolares son aquellos donde los docentes consideran que la igualdad social no es contradictoria con la individualización de los alumnos. Y los alumnos que no han tenido éxito en la escuela deben poder beneficiarse con otros tipos de formación. Cuando yo era chico, la escuela les decía a los hijos de obreros que probablemente iban a ser obreros, pero que la condición obrera iba a mejorar. Hoy se les dice que la situación obrera es mala; que si tienen méritos, saldrán de ella, pero si no los tienen, peor para ellos.
-Hoy hay un grave problema de deserción, sobre todo en la escuela media.
-En todo el mundo.

-Y hay quienes se preguntan por qué los chicos volverían a la misma escuela que abandonaron si no se generan condiciones para que regresen.
-Creo que el problema de la deserción, sobre todo en chicos a partir de los 12 o 13 años, debe hacer pensar por qué la cultura escolar parece no interesar a los alumnos, por qué sienten que pueden acceder a mucha información por sí solos. La escuela en este sentido es como la religión: ha perdido poder de seducción. Por otra parte, estamos en una sociedad que les dice a los alumnos que la escuela es indispensable para tener éxito en la vida, y en cuanto un número de estudiantes entienden que no van a lograrlo, no les interesa ir. Creo que hay que repensar completamente la escuela porque, al menos en Francia, se ha transformado en un espacio de competencia por tener trabajo. Hay dos peligros: el primero es decir que, ya que la sociedad es desigual, capitalista, egoísta, no hay nada que se pueda mejorar en la escuela, y la segunda es imaginar que la escuela puede resolverlo todo. Pero hay escuelas mejores que otras. Y no es solamente una cuestión de recursos.

-Aquí se destina mucho dinero para educación, pero los resultados no parecen acompañar esa inversión.
-En Francia se ha dado mucho dinero para educación y los resultados no son buenos, porque hemos retrasado la formación de los docentes y hemos perdido el coraje de hacer reformas. Los países que obtienen buenos resultados son los que han decidido reformar el sistema escolar. Hace treinta años ni los países escandinavos, ni Canadá, ni Inglaterra tenían buenos resultados, y empezaron de nuevo. Hace falta inteligencia, capacidad política y un Estado capaz de hacerlo. Sacar a los mejores alumnos de un barrio pobre y mandarlos a una buena escuela hace que las condiciones sociales se degraden, porque en el barrio pobre sólo quedan los peores alumnos. Se le hace justicia a un individuo, pero la justicia individual se vuelve una injusticia colectiva, porque se incrementan las distancias.

-La salvación individual no es la salvación colectiva, como usted escribió.
-Exacto. Hay que razonar como se hacía hace un siglo con la tuberculosis. La vencimos con vacunas pero fundamentalmente con agua corriente, buena alimentación, mejoras en las condiciones de la gente. Hoy vuelve la tuberculosis porque las condiciones de vida se degradan. Y creo que los gobiernos han renunciado a reparar eso. En Francia, al menos, la gente ya no cree que se pueda mejorar la sociedad, sino sólo el destino de aquellos que lo merecen.

http://www.lanacion.com.ar/1377743-la-igualdad-de-oportunidades-es-una-ficcion

lunes, 27 de junio de 2016

6 cifras que muestran cómo aumentó la pobreza en España. Redacción BBC Mundo

España es la cuarta economía de la zona euro y la decimotercera del mundo en términos de PIB (Producto Interno Bruto) y cuenta con argumentos para decir que está viendo la luz al final del túnel de la fuerte crisis que sufre desde 2008.

Antes de las elecciones del domingo, las segundas en seis meses, el partido gobernante, el conservador Partido Popular (PP), presume de la ligera mejora en el desempeño de la economía y las cifras de desempleo, que es actualmente el problema que más preocupa a los españoles.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el Producto Interno Bruto (PIB) creció en 2015 un 3,2%, el mayor aumento desde 2007.

Y el paro registrado cayó por debajo de los cuatro millones de personas por primera vez desde agosto de 2010.

Sin embargo, datos de organizaciones como Cáritas y la Federación de Bancos de Alimentos y del Instituto Nacional de Estadística muestran que la pobreza no sólo no remite, sino que crece o se hace crónica.

BBC Mundo te muestra las 6 cifras clave que muestran esta realidad.

Trabajadores, pero pobres
14,8% de los trabajadores son pobres.
Pese a que mejoran las cifras de empleo, la precarización y el trabajo temporal hacen que un sueldo no asegure salir de la exclusión.
Cáritas

El drama del desempleo
44,8% de personas desempleadas son consideradas pobres.
El desempleo alcanza al 21% de la población activa, un total de 4,8 millones de personas
Cáritas

Sin ingresos
720.000 hogares sin ningún ingreso.
En 2009 la cifra era de 497.200. Para volver a esas cifras, Cáritas estima que se necesitarán 7 años. Cáritas

Poder adquisitivo
10% caída de los ingresos de los hogares desde el inicio de la crisis en 2007.
Los expertos consideran que la recuperación tardará en dejarse sentir.
Cáritas

Vulnerabilidad
28,6% de los ciudadanos está en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social.
El 14,8% de las familias tiene dificultades para llegar a fin de mes
Instituto Nacional de Estadística (INE)

Desconfianza
92% de la población cree que hay mucha o bastante desigualdad económica.
Encuesta de Metroscopia

Pobreza crónica
"Nuestro objetivo principal al hacer el estudio era poner encima de la mesa y visualizar a la gente que se trata de invisibilizar", le explicó a BBC Mundo Guillermo Fernández, sociólogo y miembro del equipo de estudios de Cáritas España, que a comienzos de junio presentó un informe sobre exclusión y desarrollo social.

"Pese a que los indicadores podrían mejorar, hay mucha gente que se está quedando fuera (de la recuperación)", agregó.

¿Les conviene más a los españoles no tener gobierno?
"La situación ha mejorado ligeramente para un conjunto de personas. El número de pobres y excluidos se ha reducido, pero no con la intensidad como para volver a cifras anteriores a la crisis", afirmó el sociólogo.

En el punto más alto de la crisis, en 2014, Cáritas atendió a 2,5 millones de personas. Antes de la recesión eran 300.000. Ahora, la cifra es de 2 millones.

"La situación (crítica) de las familias se ha hecho más crónica", analizó Fernández. "Gente aislada y descolgada"

La Federación Española de Bancos de Alimentos, que los distribuye a organizaciones locales, registró un descenso en el número de personas atendidas: de 1,66 de 2014 al 1,57 millones en 2015. ¿Una buena noticia? No tan rápido.

Es una reducción "meramente puntual", le explicó a BBC Mundo Ángel Franco, portavoz de la federación. "Aunque los indicadores macroeconómicos hablan de un repunte de trabajo y demás, la verdad es que hay gente de cierta edad aislada y descolgada", afirmó Franco.

"La sociedad tiene una necesidad de mirar adelante y olvidar lo que ha pasado, pero esa gente está ahí y las consecuencias son peores que antes", afirmó el sociólogo Guillermo Fernández.

http://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-36577849?post_id=10201684103420114_10201996789277065#_=_