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martes, 12 de marzo de 2024

Destruyendo la red de la vida. La sexta extinción masiva de especies

 

Fuentes: Viento sur


Para entender la importancia que tiene sobre los seres humanos la biodiversidad o, mejor dicho, el resto de la biodiversidad, es interesante remontarnos a 1992, a la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, donde se propuso la definición de biodiversidad que usamos en la actualidad.

Si bien la respuesta automática que solemos tener al pensar en este término hace referencia a la variedad de animales y plantas existentes en la Tierra, en Río se hizo referencia a los otros dos componentes de la biodiversidad: no solo la variedad del conjunto de especies, sino también la variedad dentro de las especies, lo que se conoce como variedad genética, y la variedad ecosistémica, es decir, cómo se organizan las distintas especies en su medio.

Dentro de ese componente ecosistémico destaca la diversidad funcional, clave para entender la relación entre composición, estructura y funcionamiento de los ecosistemas. La diversidad funcional hace referencia a la diversidad de roles que desempeñan los organismos en sus ecosistemas, a qué procesos contribuyen y, en consecuencia, a sus interacciones con otros organismos y a las modificaciones de su propio hábitat. Por supuesto, esto no es exclusivo de animales y plantas: el resto de seres vivos, como las bacterias, los hongos o las algas, también tienen importantes funciones en el mantenimiento de la biosfera.

Si retomamos la pregunta de por qué debería importarnos la biodiversidad, la respuesta es clara. Toda esa diversidad en las formas de vida da como resultado la generación de procesos ecosistémicos. Estos procesos son independientes del ser humano pues, estemos presentes o no, los pinos acumulan carbono en sus troncos, las abejas transfieren el polen de unas flores a otras y las bacterias se alimentan de los desechos orgánicos, degradándolos en moléculas de menor tamaño. Sin embargo, los seres humanos sí que somos dependientes de esos procesos. Sin la inmensa mayoría de los mismos no podríamos vivir, ya que de la polinización depende que podamos cultivar alimentos, de la fotosíntesis que podamos tener leña en invierno y de la descomposición, algo tan sencillo como que los ecosistemas sean capaces de reciclar los nutrientes que los sostienen. A estos beneficios para el ser humano es a lo que llamamos servicios ecosistémicos.

El cuidado y la protección de la biodiversidad tienen una fuerte dimensión ética, pues nada más allá de una cosmogonía antropocéntrica, que nos separa y pone por encima del resto de especies, nos permitiría moralmente masacrar al resto de seres con los que compartimos este momento en la historia de la Tierra. Sin embargo, dado que esta cosmogonía ha terminado por derivar en una brecha metabólica como derivado de los procesos de producción y acumulación capitalista, hasta desde la visión más antropocéntrica sigue siendo una necesidad reconciliar lo que es bueno para nosotras con lo que es bueno para el resto de especies.

Por ello, cuando hablamos de biodiversidad, no nos referimos solo a aquello que ocurre en los bosques, sino que también observamos de cerca los efectos sobre la vida humana. Y, en consecuencia, hablar de pérdida de biodiversidad es hablar de pandemias, de migraciones masivas y de hambre. Y en última instancia, es hablar de extinción humana.

La crisis que no es un meteorito, sino humanos quemando petróleo

Aceptada la importancia de la biodiversidad sobre la vida humana, la siguiente pregunta es referente al estado de conservación de ésta y, en consecuencia, cuál es el nivel de seguridad de nuestra especie. Si bien la respuesta es predecible por el propio título del artículo, es necesario desgranar a qué nos referimos al hablar de sexta extinción masiva y justificar que esta vez la historia de la Tierra no está marcada por volcanes o meteoritos, sino por humanos quemando petróleo, de forma desigual y a una velocidad tristemente impresionante.

La propia dinámica evolutiva lleva a algunas especies a extinguirse y a otras a emerger, en un balance más o menos constante geológicamente y capaz de mantener relativamente estables los nichos ecológicos 1. Esto es lo que entendemos como extinción de fondo. En contraposición, las extinciones masivas suceden en espacios de tiempo más cortos y son capaces de eliminar miles de especies, cambiando completamente la dinámica y estructura de muchos ecosistemas. La última extinción masiva ocurrió hace 65 millones de años, la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, y en ella desapareció el 70% de las especies terrestres a lo largo de un periodo de tiempo en discusión (Sahney y Benton, 2008), pero cuyo valor inferior es de un millón de años, que en tiempo geológico es efectivamente un periodo corto.

En la actualidad, no podemos hablar de extinción de fondo, pues la tasa de pérdida de especies es entre 1.000 y 10.000 veces superior a la que correspondería. Por otra parte, la sexta extinción masiva no está ocurriendo en 1 millón de años, sino en poco más de 200 si tomamos como referencia la Revolución Industrial. En cuanto a la magnitud de la pérdida, según el Informe Planeta Vivo (Almond, Grooten y Petersen, 2020), estamos viviendo una disminución del 70% de las poblaciones de animales salvajes en las últimas décadas. Animales salvajes que no representan más de un 4% de la biomasa animal actual. Es por esto que cuando Rokstrom (2009) presentó los límites planetarios, los márgenes de seguridad para la especie humana en este marco de degradación ambiental, si bien todos los límites sobre los que teníamos datos nos situaban en claro riesgo, había uno que sobrepasaba el nivel de riesgo de los demás, la pérdida de biodiversidad. Y por supuesto, en estos 14 años, no es solo que las tendencias no hayan mejorado, sino que han seguido empeorando.

A pesar de esta situación grave de por sí, a la pérdida de biodiversidad se suman distintas crisis ecosociales. La misma industria de los pesticidas que genera el declive de los polinizadores contamina el suelo y los cursos de agua, contribuye a acelerar las emisiones de gases de efecto invernadero y rompe la promesa de la revolución verde de lograr parar el hambre en el mundo, como si esta fuese resoluble a través de la tecnología y no de una redistribución de la riqueza y los recursos. La misma industria de la moda, tantas veces criticada por las deplorables condiciones laborales que la sustentan, también es una de las principales responsables del aumento de microplásticos o de vertidos químicos sin tratar. El impacto del ser humano es tan grave que ya ha dejado su huella en el registro geológico. Que una sola especie genere toda esta complejidad de cambios es una anomalía histórica que nos lleva a catalogar este periodo de la historia de la Tierra como el Antropoceno.

Esta situación de cambio global está mediada por distintos motores, interrelacionados entre sí, entre los que se suele destacar el cambio en los usos del suelo, el cambio climático, las especies invasoras, la contaminación y la sobreexplotación de los recursos. Estos motores tienen tendencia temporal cambiante, con un impacto creciente del cambio climático y, también, efectos distintos según el hábitat, dependiendo en gran medida de la influencia humana. Por poner un ejemplo, el cambio climático está generando que la termoclina, la zona que separa las cálidas aguas superficiales de las zonas profundas, más frías, se fortalezca (Barba Campos y Rojo, 2023). El refuerzo de ésta supone que las corrientes marinas, que mueven los nutrientes de los fondos oceánicos, donde se acumulan como fruto de la descomposición de la materia orgánica, no sean capaces de llegar en la cantidad necesaria a las zonas cálidas. La reducción de nutrientes limita la materia orgánica que pueden generar las plantas o las algas y altera, en consecuencia, el resto del ecosistema. La consecuencia de todo esto es muy clara para el ser humano: la disminución de los peces que muchas comunidades necesitan para alimentarse. Peces que, por la sobreexplotación a la que están sometidos sus caladeros, son ya más escasos que nunca.

Otro ejemplo que nos ha tocado muy de cerca es el relacionado con las enfermedades transmitidas por animales, las zoonosis, como la covid-19. Los virus siempre han estado en la naturaleza; sin embargo, la propia Organización Mundial de la Salud reconoce el aumento claro de las enfermedades zoonóticas en las últimas décadas. Representan el 75% de las enfermedades surgidas en los últimos 40 años y generan pandemias tan conocidas como el Ébola o la gripe A. ¿Qué ha pasado entonces? Pues podemos destacar la pérdida de complejidad de las redes tróficas o alimenticias, que hace que sea mucho más difícil que haya una especie que se alimente de otra que porta el virus; el aumento sin control de la urbanización, que nos pone en mayor contacto con animales transmisores, o la brutal expansión de la ganadería industrial que genera condiciones para los animales, además de muy poco éticas, proclives a la transmisión de enfermedades y a la creación de cepas víricas resistentes a los antibióticos.

Por toda esta complejidad es importante salir del túnel de carbono en el que nos encontramos como sociedad, e incluso como movimiento ecologista. La oleada de acciones que comenzó en 2018 con el surgimiento de Fridays for Future y Extinction Rebellion, incluidos en el movimiento climático alineado con otros movimientos internacionales, ha servido para mover la ventana de Overton 2 y ha puesto la crisis climática en el centro del debate social, haciendo que quienes nos preocupamos por estas cuestiones no seamos únicamente el espectro radical del tablero político. Pero es necesario trascender esto y que el movimiento valore como igualmente crítica la situación de la pérdida de suelo fértil o de polinizadores, ambos con una importancia determinante en la estabilidad agrícola y, en consecuencia, en la seguridad alimentaria.

Del mismo modo que necesitamos una comprensión más amplia y sistémica de los retos ecológicos que tenemos por delante, es imperativo tratarlos como los retos ecosociales que son, no únicamente por los impactos de estos motores sobre la vida humana, sino por ser la causa principal de estos. Aquí el ecologismo también ha tardado mucho tiempo en desarrollar una posición crítica. La Primavera Silenciosa de Rachel Carson (1962) ya dejaba entrever los vínculos entre el sistema económico y la pérdida de biodiversidad y, diez años después, los Límites del crecimiento de Donella Meadows (1973) ya nos confirmaron esto. Por no hablar de toda la crítica de movimientos decoloniales e indígenas, muy anterior a estas autoras, y que alertaba de cómo el capitalismo y otros ejes de opresión se alineaban y conjugaban dando resultado a la destrucción de los cuerpos y de la Tierra. En cambio, el movimiento conservacionista, que ha sido el actor principal en ese conjunto de movimientos que hoy entendemos por ecologismo, tiene limitaciones de análisis y, por tanto, una tendencia muy fuerte a tratar de resolver las consecuencias de la destrucción de la naturaleza sin prestar especial atención a las causas subyacentes. Tendencia que aún se mantiene en muchos colectivos y organizaciones.

Por ello, globalmente, necesitamos dar dos pasos. El primero, asumir que hablar de cambio climático debe implicar hablar de quema de petróleo, de cambios de uso del suelo, de agricultura industrial y deforestación, o que hablar de especies invasoras implica hablar de comercio internacional. El segundo, entender que esa quema de petróleo, esa agricultura industrial o ese comercio, no son resultados del azar, sino de una compleja maquinaria construida para la acumulación de capital.

Además, creo que esto es importante por tres cuestiones. En primer lugar, asumir que las dinámicas de acumulación son la causa de la crisis ecológica nos permite desterrar esa idea de que el ser humano es malo/negativo para la naturaleza. Cientos de pueblos y civilizaciones han convivido nutriendo y nutriéndose del territorio que habitaban. Esos mensajes que tanto escuchamos en 2020, y que llegaban a equiparar al ser humano con un virus, no son más que retórica ecofascista que profundiza en la separación entre nosotras y la naturaleza y nos aleja de cualquier posibilidad de cambio de conductas. En segundo lugar, porque es necesario ser certeras en el objetivo de nuestras acciones. El 1% más rico del mundo produce el doble de emisiones que el 50% más pobre (Harrabin, 2021). Las élites contaminantes no solo no nos dejan vivir dignamente, ni a las clases trabajadoras ni a los países del Sur Global, sino que están fulminando, con cada vuelo privado y cada campo de golf, cualquier esperanza de esa vida digna en el futuro. Es necesario cambiar nuestro modo de vida, pero es imperativo para esa transición obligar a pagar a quienes la han causado. En tercer lugar, y casi como conclusión, el ecologismo no debe luchar por salvar la naturaleza, sino que debe hacerse cargo de la misma tarea que siempre nos ha encomendado la historia, la lucha de clases. Pero esta vez tenemos una anomalía: que la degradación ambiental no solo es un motivo central en este proceso, sino que nos da un margen temporal para llevarlo a cabo.

¿Y de esta cómo salimos?

En términos generales, queremos transformar y reparar las relaciones de nuestras sociedades con los sistemas ecológicos, de los cuales la humanidad forma parte. Es hora de un cambio transformador en la manera en que organizamos nuestras sociedades y economías y de la forma en que éstas se relacionan entre sí y con la naturaleza. Tenemos que acabar con siglos de injusticia, revertir las normas que protegen privilegios y liberarnos de los paradigmas que han dejado atrás a demasiada gente durante demasiado tiempo.

La base es la necesidad de un cambio de sistema, pero también el desmantelamiento del resto de ejes de opresión, como única forma de parar y reparar el daño que hemos causado globalmente. Con estos mimbres, quiero dejar una serie de apuntes que desde la perspectiva de la biodiversidad considero interesantes en este proceso.

De entre los múltiples escenarios de conservación de la naturaleza que nos quedan, creo que es importante apostar por el ecologismo de la convivencia. Esta propuesta, desarrollada por Büscher y Fletcher (2020), asume lo imprescindible de unir al ser humano con el resto de la naturaleza, así como de cambiar el modelo de producción y consumo. Esto nos facilita evitar tanto los esquemas de conservación de la fortaleza, que al considerar que la protección de la naturaleza depende en gran medida de la no influencia humana han expulsado a miles de personas del territorio, sin valorar el grado de influencia, a veces incluso positiva, sobre la naturaleza, como los esquemas de protección dentro del capitalismo, que nos llevan a falsas soluciones, por no decir soluciones ridículas, como los mercados de carbono, que además de ineficaces e injustas, siguen sin resolver el problema de base.

Igual que la definición de paisaje ha trascendido la idea de ecosistema, añadiendo al medio físico y biológico y sus interacciones cuestiones como la historia, la percepción humana o la economía, el concepto territorio nos permite entender también la interacción de la biodiversidad con nuestras formas de vida (Díaz Carro, 2022). De esta manera, entendemos que los procesos de extracción y acumulación que se dan en el marco del sistema político y económico y que, a su paso, destruyen la biodiversidad, lo hacen también con el medio, con las tradiciones e historias de los pueblos, o con las relaciones sociales que se dan sobre éste, lo que nos da un marco de análisis mucho más completo y aterrizado en nuestra cotidianidad. Aquí, el movimiento francés de Les Soulèvements de la Terre ha convertido el análisis en praxis, congregando a más de 30.000 personas el pasado marzo, entre las que se encontraban activistas ecologistas, pero también organizaciones agrarias formadas por agricultores que ven cómo cada día se dificulta su modo de vida.

Es necesario cambiar la forma en la que nos movilizamos. Desde cambiar los objetivos políticos, donde tenemos que asumir la ambición de cambiar la historia, pero también reconocer todo aquello que ya hemos dejado por el camino, lo que en muchos casos significa incluso condicionar el mantenimiento de la diversidad de la vida para mantener las condiciones para la complejidad de la biosfera. Pero también cambiar nuestras tácticas y estrategias, desafiándonos a nosotras mismas a ser más resilientes, a superar los egos que dificultan el avanzar en común. Aquí, quizá una de las cuestiones más prioritarias es la de aprender a pensar, no en organizaciones, sino en competencias (Tufekci, 2017); ningún colectivo o movimiento va a conseguir por sí mismo el cambio que necesitamos, por lo que nuestra intervención no debe solo valorarse en términos de qué queremos conseguir, ni de cómo queremos conseguirlo, sino también en: de todas las condiciones necesarias para que nuestro objetivo político ocurra, ¿cuáles están sucediendo y cuáles no? ¿El ecologismo ha conseguido una capacidad de disrupción suficiente? ¿Somos un movimiento resiliente capaz de afrontar el reto que tenemos por delante? ¿Estamos coordinadas para lograr lo que nos proponemos? Como indicaba el activista Sinan Eden (2021), un movimiento puede tener diversos grupos organizando un montón de acciones disruptivas mientras otros consolidan algunas de sus victorias dentro de las salas de reuniones. Mientras tanto, otros pueden estar transmitiendo el mensaje. Todos estos grupos pueden ser muy poderosos, simultáneamente. Seguirán fracasando si no se hablan entre ellos. Y no hablarán entre ellos si no invierten en recursos para hablar entre ellos. Y su conversación no tendrá ningún propósito si los grupos no crean un mandato para que esa conversación produzca decisiones en cada grupo.

Quizá el miedo al fracaso es el mayor condicionante del movimiento por la justicia ecológica. Sin embargo, parafraseando a Donella Meadows (1973), la situación es demasiado mala como para justificar la complacencia, pero existen suficientes posibilidades de vida buena como para que no caigamos en la desesperación.

Referencias:

Almond, Rosamunde; Grooten, Monique y Petersen, Tanya (eds.) (2020) Informe Planeta Vivo 2020: Revertir la curva de la pérdida de biodiversidad. Gland, Suiza: WWF.

Barba Campos, Emilio y Rojo, Carmen (2023) “Mucho más que cambio climático: otros motores del cambio global” en Barba Campos, Emilio. La biodiversidad valenciana ante el reto del cambio global. València: Universitat de València.

Büscher, Bram y Fletcher, Robert (2020) The conservation revolution: radical ideas for saving nature beyond the anthropocene. Londres: Verso Books.

Carson, Rachel (1962) Primavera Silenciosa. Barcelona: Crítica.

Díaz Carro, Miguel (2022) Manifiesto por la biodiversidad. Amigos de la Tierra.

Eden, Sinan(2021) “System Change Not Climate Change as a directive”, Abstrakt Journal, Dossier 9.

Harrabin, Roger (2021) “La ‘élite contaminante’: cómo los más ricos están en ‘el centro del problema del clima’”, BBC News, 22/04. Disponible en https://www.bbc.com/mundo/noticias-56734297

Meadows, Donella (1973) Los límites del crecimiento. México: Fondo de Cultura Económica.

Rockström, Johan et al. (2009) “Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity”, Ecology and Society 14, p. 32.

Sahney, Sarda y Benton, Michael J. (2008) “Recovery from the most profound mass extinction of all time”, Proceedings of the Royal Society: Biological 275, 1636, pp. 759-765.

Tufekci, Zeynep (2017) Twitter and tear gas: the power and fragility of networks protest. New Haven: Yale University Press.

Notas:

1.Espacios que ocupan los organismos en su ecosistema.

2. Para más información se puede consultar The Overton Window en la web de Mackinac Center for Public Policy

Miguel Díaz-Carro es responsable de Biodiversidad y Territorio en Amigos de la Tierra

lunes, 24 de julio de 2023

Educación antifascista más allá del 23J .

El antifascismo es educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos.

La educación o es antifascista o no es educación. Pero no solo de cara a las elecciones del 23 de julio, donde España se juega rescatar el fascismo neoliberal de infausta memoria o avanzar en democracia e igualdad, sino más allá del 23J, de cara al futuro de tantos jóvenes que construirán la sociedad del mañana.

Educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la democracia, en la justicia social y los derechos humanos es educar en el antifascismo. 

No hay neutralidad posible. Educar en el antifascismo es educar en la diversidad, en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social y los derechos humanos. Sin concesiones ni medias tintas.

Porque para ser demócrata hay que ser antifascista. Es un principio básico que hasta hace poco tiempo era una piedra angular en la construcción de la Europa actual, tras la barbarie fascista de los años treinta y el genocidio que conllevó. Mientras que otras democracias europeas se fundaron sobre el paradigma del antifascismo, la española lo ha hecho sobre el de la “superación” del pasado, el olvido del fascismo franquista que ha pervivido en las instituciones y que ahora se ha extendido como una peste por la sociedad y que permea a nuestros jóvenes.

A partir del 24 de julio tenemos dos tareas urgentes e imprescindibles como sociedad. 

La primera, plantearnos cómo ha sido posible que vuelvan a salir de sus tumbas los discursos del odio y la exaltación de la barbarie que la ultraderecha y la derecha extrema ha extendido por toda Europa y que ha conseguido que en España tantos jóvenes puedan considerar que esta es una opción política más que se puede defender y votar. 

La segunda, tenemos que decidir cómo debemos orientar el sistema educativo de nuestro país para erradicar de nuevo esa peste, como diría el filósofo Albert Camus, esta enfermedad política con su epicentro marcado por el odio que corroe una democracia vulnerable y frágil. En su novela La peste recordaba que esa plaga “nunca muere o desaparece para siempre; puede permanecer dormida durante años, hasta que vuelva a aparecer otra vez”.

La pregunta que nos tenemos que hacer es qué hemos hecho en educación los últimos 20 años para que tantos jóvenes se declaren votantes o simpatizantes del fascismo. Quizá hemos estado demasiado ocupados en formar al profesorado en estrategias de gamificación, mindfulness, bilingüismo y competencias digitales, o enfrascados en cómo enseñar a resolver raíces cuadradas y ecuaciones de segundo grado, o cómo hacer análisis sintácticos, desarrollar arte sin compromiso crítico o historia sin memoria. Mientras asistíamos impasibles, mirando para otro lado, cómo nos privatizan la educación, mantienen el adoctrinamiento nacionalcatólico con la religión o recortan la financiación de la educación pública, destinando los presupuestos educativos a aumentar el gasto militar, que ha duplicado el aumento en Educación en 2022.

Como recuerda el padre del liberalismo conservador británico, Edmund Burke: para que el mal triunfe solo es necesario que las personas buenas no hagan nada. 

Como decía Martin Luther King “tendremos que arrepentirnos en esta generación no simplemente por las palabras y acciones llenas de odio de las personas malas, sino por el espantoso silencio de las personas buenas”, que miran para otro lado ante el auge del fascismo. 

José Luis Martín Descalzo, en su obra Una fábrica de monstruos educadísimos, explicaba cómo una antigua presa del campo de concentración de Dachau, maestra de escuela, comentaba que aquellas cámaras de gas habían sido construidas por ingenieros especialistas, que las inyecciones letales las ponían médicos o enfermeros titulados, que niños recién nacidos eran asfixiados por asistentes sanitarias competentísimas, que mujeres y niños habían sido fusilados por gentes con estudios, por doctores y licenciados. Y concluía: desde que me di cuenta de esto, sospecho de la educación que estamos impartiendo.

No hay conocimiento útil si no nos hace mejor personas y mejor sociedad, más justa y más cuidadosa con quienes convivimos y con el planeta en el que habitamos. No podemos seguir siendo “indiferentes” ni “obedientes” ante un modelo social, económico, ideológico, político y educativo que justifica y conduce a la desigualdad, la insolidaridad y el egoísmo brutal, el saqueo del bien común, el ecocidio del planeta, el machismo, el odio, la intolerancia y el fascismo. La verdadera munición de este modelo no son solo las balas de goma o el gas lacrimógeno; es nuestro silencio y nuestra indiferencia cómplice.

La comunidad educativa no puede permanecer ajena o indiferente a la barbarie. Debemos implicarnos hasta mancharnos, que diría el poeta, en atajar esta enfermedad política que corroe una democracia vulnerable y frágil y que, aunque sabemos que nunca se podrá erradicar por completo sin la superación del sistema capitalista, como argumentaban el filósofo Walter Benjamin o el dramaturgo Bertolt Brecht, debemos, mientras tanto, contener de forma constante y tenaz. Y el antídoto más potente frente a la barbarie de este neofascismo que avanza como un virus por Europa y por España, es la educación. Una educación para el bien común frente al odio, el racismo, la intolerancia y el acoso a la democracia.

Es urgente y crucial acordar un pacto social por un sistema educativo desde una pedagogía antifascista Lucio Anneo Séneca, en el siglo IV antes de nuestra era, afirmaba: “no nos atrevemos a hacer muchas cosas porque aseguramos que son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”. Tenemos que atrevernos a soñar. Nos jugamos el futuro de nuestros hijos e hijas, y el de la sociedad en su conjunto.

En definitiva, es urgente y crucial acordar un pacto social por un sistema educativo desde una pedagogía antifascista, pues la educación debe ser coherente con el modelo de sociedad que pretendemos construir, es decir, que esta sea más justa, equitativa, solidaria, ecológica, feminista, inclusiva y feliz. Aunando esfuerzos y compartiendo propuestas e iniciativas que sean una alternativa a las políticas del neofascismo, que suponen el ataque más grave a la educación pública desde la transición, retrotrayéndonos al modelo de escuela y sociedad franquista y decimonónica. Es crucial seguir dando pasos decididos hacia un modelo educativo que contribuya a la construcción de una ciudadanía sabia, crítica y consciente, que ayude a hacer un mundo más justo y mejor, sin dejar a nadie atrás, así como a la educación de personas más iguales, más libres, más críticas, más ecofeministas y más creativas.

Por eso, insisto una vez más, como comunidad educativa, debemos comprometernos más allá del 23J a educar a las nuevas generaciones en la igualdad, en la inclusión, en la justicia social, en el bien común y en los derechos humanos desde una pedagogía claramente antifascista. Sin concesiones ni medias tintas. No se puede ser demócrata sin ser antifascista.

Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León.

sábado, 23 de septiembre de 2017

Uno de cada cuatro profesores es interino, la cifra más alta de la crisis. 130.000 docentes de la enseñanza pública no universitaria trabajan sin una plaza fija en las aulas y cambian de centro hasta varias veces al año

140 kilómetros al día para dar clase. Helena Pereda, maestra de Primaria interina (sin plaza fija) de Madrid, se pasó un curso entero yendo y viniendo del municipio de Alcorcón al de Pedrezuela, en la Comunidad de Madrid, para dar clases a los alumnos de 5º y 6º y hacer labores de despacho porque sustituía a la jefa de estudios. Esta maestra, de 30 años, lleva desde 2013 en situación de interinidad, lo que supone cambiar cada año de alumnos, de clase y de centro hasta más de una vez. En cuatro cursos ha pasado por seis colegios distintos y se prepara para entrar en el séptimo. Este jueves –siete días después de que los niños madrileños volvieran al aula- le han llamado para decirle cuál será su destino para el curso. “No puedes avanzar ni personal ni profesionalmente”, explica al teléfono. Su situación, cree, es perjudicial también para sus alumnos. “Cuando cubres una sustitución de dos meses, no puedes cambiar nada en el aula porque puede no gustarle al titular que viene después”.

Uno de cada cuatro profesores es interino, la cifra más alta de la crisis


Como ella, otros 130.030 profesores son interinos en España. Es la cifra absoluta más alta y también el porcentaje mayor desde el año 2009. Representa un 26,01% en 2017, lo que supone que uno de cada cuatro maestros y profesores de la educación pública no universitaria está en esta situación, según el informe del inicio del curso escolar de CC OO.

La cifra, con enormes variaciones por comunidades, se ha disparado en estos últimos años después de que el Gobierno aprobara un decreto que reducía a un 10% la tasa de reposición, es decir, por cada 10 profesores funcionarios que se jubilaran solo podía ser sustituido uno. El 27% de los interinos, 35.775 profesores, trabajan con contratos a jornada parcial, que puede ser desde la mitad a una cuarta parte de la jornada, es decir, entre 10 horas semanales de clase y cinco, el equivalente a una hora al día.

"Cronificación" de los recortes
El incremento de la tasa de temporalidad docente es uno de los datos que revisa el informe de Comisiones, que denuncia que mientras el Gobierno señala que hay síntomas de una remisión de la crisis, “los recortes en educación permanecen y corremos el riesgo de que se cronifiquen”, señala el secretario general de Enseñanza del sindicato, Francisco García.

El estudio -que analiza datos del Ministerio de Educación, el INE y el Ministerio de Hacienda- destaca la bajada del gasto público educativo mientras aumentó la partida destinada a la educación concertada o cómo han descendido de forma vertiginosa las partidas destinadas a la atención a la diversidad -desde alumnos con discapacidades o con problemas de aprendizaje, estudiantes con altas capacidades que precisan de un currículo adaptado a ellos o extranjeros que precisan de atención para integrarse por completo en el aula a su llegada- o las de compensatoria, los apoyos para alumnos en situación de desventaja social.

En algunas regiones, como la Comunidad de Madrid, el nombramiento de puestos vacantes en Madrid ha sido “en orden” para la Consejería de Educación y “un caos” para los sindicatos. El Gobierno regional asegura haber cubierto todas las plazas antes del 1 de septiembre, como se comprometió, y estar ahora haciendo los últimos “ajustes”. Mientras que según CCOO el miércoles faltaban 745 nombramientos en primaria y 775 en secundaria, más otras 600 plazas de nueva constitución. En total, a la espera de destino hay 2.100 docentes, informa Elisa Silió.

A la espera de la negociación de las oposiciones
Después de que el Gobierno prometiera en marzo la mayor oferta de empleo público en los próximos años, la negociación sobre cómo hacerlo sigue abierta. CC OO estima que se necesitan 151.227 plazas nuevas de profesores en cinco años, entre 2018 y 2020 para alcanzar el compromiso de rebajar las tasas de interinidad al 8%. Antes del verano, Educación mantuvo reuniones con las comunidades autónomas y con los sindicatos para planificar algunos aspectos de las oposiciones que organizan las autonomías y ver cómo reconoce el trabajo previo de los interinos en las pruebas, con parte de la plantilla de no fijos que llevan más de una década en esa situación. Quieren que su experiencia tenga más peso en la puntuación final en lugar de abrir un procedimiento exclusivo para ellos pero aún no han cerrado cómo hacerlo ni ha habido novedades desde los encuentros de mayo. “Invitamos al ministerio para una negociación del modelo extraordinario”, añade José María Ruiz, responsable de Enseñanza Pública no Universitaria de CC OO.

La reducción de presupuesto educativos supone que “se ha quebrado la igualdad de oportunidades”, añade Francisco García. El informe Panorama de la Educación de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), presentado el lunes, recogía cómo el gasto educativo español ha perdido peso respecto al gasto educativo total durante la crisis. Informe tras informe, el organismo internacional señala cómo España no alcanza la media de los países industrializados en sus partidas educativas. Entre 2009 y 2016, este gasto ha pasado de representar el 4,95 al 4,26% del Producto Interior Bruto (PIB). Mientras la partida general de gasto público ha descendido más del 13% hasta 46.313 millones, la destinada a conciertos ha aumentado un 1,53% hasta 5.918 millones.

La igualdad de oportunidades
No todas las comunidades se han comportado igual en este periódico. Según el informe, que analiza desde 2009 hasta 2015, el Ministerio de Educación ha reducido más de la mitad el presupuesto de educación preuniversitaria, de 1.374 millones a 675.359. La autonomía que más ha subido el gasto en ese periodo es Aragón –con un 19,7% más hasta 1.080 millones- y la que más lo ha bajado Castilla La Mancha, con un 22,7% menos hasta 1.345.

Entre las partidas que han bajado están algunas de las destinadas a los alumnos con más dificultades, las de compensatoria y la de atención a la diversidad. “Ha habido un recorte especialmente significativo a los fondos que atienden a la equidad”, explica Miguel Recio, responsable de estudios de CC OO. El presupuesto para atención a la diversidad ha caído un 65% en el caso del Ministerio de Educación, que destinaba 72 millones en 2015. También en este caso hay una ampliación grande

Tres comunidades (Baleares, Asturias y Cantabria) aumentaron su presupuesto por encima del 50%. Donde más cayó, por encima del 20%, ha sido en Castilla La Mancha, Extremadura, Galicia, Cataluña, País Vasco y Aragón (ver gráfico).

Uno de cada cuatro profesores es interino, la cifra más alta de la crisis

https://politica.elpais.com/politica/2017/09/14/actualidad/1505406500_692287.html

jueves, 18 de agosto de 2016

10 Frases de Ken Robinson

1. La imaginación es la fuente de todo logro humano.
Esta es la primera frase que te encuentras al entrar en la página web de Ken Robinson. Buena parte de su pensamiento gira en torno a varios ejes. Uno de esos ejes es, sin duda, la importancia que concede a la imaginación y, sobre todo, a la originalidad. Ken Robinson no concibe una educación que no se base en potenciar la inteligencia. Precisamente será esta inteligencia la que nos distinguirá y la que enriquecerá la sociedad.

2. Si no estás preparado para equivocarte, nunca llegarás a nada original.
Ken Robinson es tremendamente crítico con la visión de la educación actual. Uno de sus argumentos es que penaliza el error y la equivocación. Penalizar el error mientras se educa es sencillamente una paradoja, porque es a partir del error de donde podemos sacar las mejores enseñanzas. El error debe verse como un proceso positivo dentro del propio aprendizaje del alumno.

3. Las escuelas se parecen a las fábricas.
En el siglo XXI aún mantenemos una estructura educativa industrial. Ken Robinson critica que en muchos centros educativos los alumnos se parezcan más a obreros que a estudiantes. Cuestiona la rigidez de los horarios, la separación de los alumnos por edades, la descompensación horaria de las materias y el hecho de priorizar el producto manufacturado al talento y a la creatividad.

4. La creatividad se aprende igual que se aprende a leer.
El concepto de creatividad es una constante en la obra de Ken Robinson. Y en este sentido la figura del docente resulta determinante para que el alumno fomente dicha creatividad en su centro educativo. Desgraciadamente, el modelo educativo actual mata la creatividad, no potencia el talento, sino que prioriza el resultado final más que el proceso en sí.

5. Es necesario potenciar la diversidad.
Si el docente es capaz de potenciar la originalidad y el talento en sus alumnos, entonces habrá logrado algo tremendamente importante: superar el modelo industrial basado en la homogeneización del producto. Las fábricas producen. Y el producto que se crea es siempre el mismo producto. ¿Es eso lo que queremos de nuestros alumnos? ¿Es este nuestro ideal de enseñanza? Mediante la creatividad y el talento hacemos posible la diversidad. Para Ken Robinson dicha diversidad es uno de los activos más importantes que existen en la sociedad actual. Para Ken Robinson cuanto más creativos sean los niños, más posibilidades tendrán de autorrealizarse. Según Ken Robinson, la única forma de detectar talentos es hacer pensar a los alumnos de forma diferente.

6. La educación del talento no es lineal.
Otro de los grandes errores del sistema educativo actual es pensar que el conocimiento es lineal. Para Ken Robinson el aprendizaje no es lineal, sino orgánico, porque el mundo actual ha dejado de tener una concepción lineal para pasar a tener una visión global. La escuela se ha obsesionado en hacer creer al alumno que su destino pasa por la universidad. De hecho, explica Ken Robinson que en una guardería leyó un lema que decía: la universidad empieza en la guardería. Para Ken Robinson esta cita es errónea. La guardería empieza y acaba en la guardería. En eso consiste la educación orgánica. ¿Quién les puede asegurar a los niños de tres años que el futuro pasará por la universidad?

7. Los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados.
En la línea del pensamiento lineal encontramos esta otra frase de Ken Robinson. Actualmente, estamos enseñando en los centros educativos contenidos que no tenemos ni idea de si servirán o no dentro de un período relativamente corto de tiempo. Esto debería hacer pensar a los docentes y hacerles ver que lo que importa no es lo que enseñan, sino cómo enseñan para que sus alumnos puedan aprender por sí mismos cuando en un futuro no muy lejano deban llevar a cabo actividades que ahora ni imaginamos que desarrollarán. El saber no está en los libros de texto, sino en la imaginación y el talento que puedan desarrollar los alumnos.

8. La creatividad es tan importante en educación como la alfabetización, y por eso debemos tratarla con la misma importancia.
Otro de los grandes problemas de la educación actual es que no se da la misma importancia a la alfabetización que a la creatividad. Basta mirar la descompensación de las asignaturas de las diferentes etapas educativas. ¿Por qué puede ser? Yo creo que la respuesta es muy sencilla. Es muy fácil enseñar a leer y a escribir, pero como docentes no tenemos ni idea de cómo enseñar a ser creativos. Es por ello que debemos aumentar el tiempo que le dedicamos a preparar una sesión lectiva y bajar nuestra productividad en beneficio de la creatividad de nuestros alumnos.
Cuanto más pensemos, más creativos seremos. Si los docentes somos creativos, entonces será muy fácil enseñar creatividad en la aulas, independientemente de las materias que se impartan.


9. La gente produce lo mejor, cuando hace cosas que ama, cuando está en “su elemento”.
El concepto elemento es un término al que Ken Robinson hace a menudo referencia. Cada individuo debe buscar “su elemento”, es decir, debe ser capaz de encontrar por sí mismo o mediante la ayuda de otros sus aptitudes, sus pasiones, sus actitudes y sus oportunidades. Estos son los cuatro pilares fundamentales para el crecimiento personal de los individuos.
Tenemos la obligación de descubrir qué se nos da bien y qué nos encanta hacer. Consiguiéndolo será como podremos autorrealizarnos y contribuir para crear una sociedad mejor. De ahí que como docentes debamos superar el pensamiento ilustrado basado en el análisis y en la lógica para sustituirlo por un sistema educativo holístico, abierto, flexible y diverso. Sólo siendo creativos dejaremos de ser conformistas.

10. No es acerca de estandarizar la educación, es acerca de subir el estándar de la educación.
El error del sistema educativo actual se debe a la estandarización. Estandarizar la educación no hace más que limitar la educación de nuestros alumnos, porque frena las aptitudes y el talento. A mayor estandarización mayor fracaso escolar, mayor abandono escolar. De ahí que sea necesario modificar el paradigma educativo actual donde la mecanización de los contenidos está por encima de la búsqueda del talento.

Estas son las 10 reflexiones que he querido compartir contigo acerca de Ken Robinson