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lunes, 1 de junio de 2020

Los olvidados



Foto: Una cola de personas con mascarillas para recibir ayuda alimentaria en el asentamiento informal de Itireleng, cerca del suburbio de Laudium en Pretoria, Sudáfrica. REUTERS / Siphiwe Sibeko

Desde que se comprobó el enorme impacto económico de la propagación del coronavirus, los países más ricos del mundo, en donde se concentra sólo la tercera parte de la población mundial, no han parado de adoptar medidas de apoyo a sus economías. Alemania, uno de los más poderosos, ha podido poner en marcha programas de ayuda a sus hogares y empresas por un valor equivalente a casi la mitad de su Producto Interior Bruto, un esfuerzo posiblemente nunca registrado. Con menos intensidad, todos los países ricos lo vienen haciendo, pues en todos ellos prima la idea de que hay que hacer lo que haga falta para evitar el colapso económico, incluso a costa de un incremento récord de su deuda.

Sin embargo, se está hablando muy poco de la situación en la que se encuentran las dos terceras partes de la humanidad, los países pobres o ahora llamados «emergentes»; una denominación, por cierto, bastante inadecuada pues la realidad es que no terminan de emerger nunca, sino más bien todo lo contrario.

La situación en todos ellos empieza a ser ser dramática, a pesar de que la pandemia les ha afectado más tarde y no ha registrado todavía el pico del daño más elevado que, sin lugar a duda, va a terminar provocando.

Las salidas de capital desde esos países más pobres en el primer mes de la pandemia fueron ya el doble de las que se produjeron en el primero posterior al estallido de la crisis de 2008 y las inversiones hacia esos países también se están desplomando, lo que aventura que la pérdida de liquidez y recursos va a ser ahora mucho mayor que entonces.

En esta crisis no sólo tendrán que hacer frente a gastos sanitarios de carácter extraordinario para combatir la pandemia, sino que se encontrarán en unas condiciones económicas propias y de entorno mucho más complicadas y difíciles por diversas razones.

En primer lugar, las economías más pobres del mundo van a perder una parte muy importante de sus ingresos por exportaciones debido a la caída de los precios (un 37% en lo que va de año) de los productos básicos en los que suelen estar especializadas y porque la demanda de importaciones se está reduciendo en todo el mundo a consecuencia de la pérdida de ingresos y de la paralización de los transportes. Además, y a diferencia de lo que pasó en 2008, la demanda exterior de China está siendo menor, de modo que no ayudará tanto como antes a «tirar» de las economías más atrasadas. Y, para colmo, muchas de las cadenas globales de suministro se encuentran no sólo detenidas sino algunas literalmente destrozadas a causa de los confinamientos.

En segundo lugar, los países emergentes hacen frente a la crisis en peores condiciones que en otras ocasiones porque las políticas aplicadas tras la de 2008 los han hecho todavía más vulnerables desde el punto de vista financiero. Ahora disponen de menos reservas, la deuda ha aumentado y una mayor parte de ella ha pasado a estar en manos de acreedores más exigentes y peligrosos, y a estar registrada en dólares. Y al deteriorarse las condiciones financieras mundiales van a tener muchos problemas para poder renovar la deuda, no ya en 2021 sino incluso este año (en 2020 la totalidad de los países emergentes deberán pagar 1,6 billones de deuda, de los cuales casi la tercera parte corresponde a los más pobres de entre los países pobres).

La depreciación casi generalizada de sus monedas empeora todo lo anterior y aumenta una factura ya de por sí muy difícil de afrontar.

En tercer lugar, también van a sufrir ahora mucho más que en 2008 porque la salida a esa última crisis llevó consigo el debilitamiento de sus sectores públicos y, en particular, de sus sistemas fiscales, siguiendo los dictados que constantemente imponen los grandes organismos internacionales; y también porque en todo el mundo han aumentado los flujos de capital ilícito, las finanzas a la sombra, la evasión de capitales y las inversiones especulativas que hacen que todas las economías -pero en mayor medida la ya de por sí más vulnerables- se encuentren ahora en condiciones de creciente fragilidad.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) calcula, en el informe del que he sacado los datos anteriores (aquí), que las malas condiciones económicas generales y todas esas circunstancias a las que acabo de hacer referencia pueden hacer que los países emergentes pierdan este año unos 800.000 millones de dólares de ingresos, una buena parte de ellos por la caída de las remeses que les proporciona su población emigrante hacia los países más ricos.

La tentación de estos últimos es olvidarse, como siempre viene ocurriendo, de los más pobres ahora que están concentrados en salvar a sus propias economías, a sus empresas y hogares, con las ayudas que, con más o menos generosidad, pueden proporcionarles gracias a que son eso, los países más ricos del mundo.

Una actitud no sólo egoísta, sino a la larga suicida.

Nuestro planeta, la economía mundial en su conjunto, no está formada por un montón de cajones estancos. Se pueden cerrar las fronteras para que no pasen personas, capitales o mercancías, pero no para evitar que las crisis se propaguen de un lugar a otro. Las economías dependen entre sí y es imposible que las más ricas salgan adelante, que puedan sortear sus propias crisis y gozar de mínima estabilidad, si las demás se vienen abajo. El colapso de las economías en los países pobres producirá caídas en las exportaciones e importaciones globales, cortes de suministros, impagos en cadena, tensiones sociales, flujos migratorios y multitud de otros problemas que terminarán por afectar a quienes ahora creen que puede ponerse a salvo salvándose sólo a ellos mismos. Lo mismo que a Alemania o a Holanda no le servirá de mucho salvar a sus empresas proporcionándoles ayudas multimillonarias si las economías del resto de Europa a quienes les venden sus mercancías se vienen abajo o terminan boicoteando sus productos para censurar su política egoísta, tampoco los países más ricos del planeta podrán salir adelante si se siguen olvidando de los más pobres.

Los problemas globales que estamos viviendo en nuestro planeta necesitan, quizá más que nunca, perspectivas y soluciones globales, instituciones y políticas a escala planetaria capaces de proporcionar, eso sí, los recursos y condiciones que hagan posible que se den respuestas en lo espacios y a las gentes concretas que sufren las adversidades y las carencias particulares.

Nos estamos centrando en lo que pasa en los países que disponen de recursos para hacer frente a la pandemia y nos olvidamos de la mayor parte de la humanidad, sin percatarnos que eso nos supone a medio plazo un peligro quizá mucho mayor.

Es imprescindible garantizar que los países más pobres dispongan de liquidez suficiente para enfrentarse a la pandemia, hay que establecer controles a los movimientos de capital para evitar que los flujos especulativos los arruinen, evitar que se ahoguen en la deuda suspendiendo el pago y estableciendo con urgencia un proceso internacional de reestructuración y jubileo, hay que aumentar la ayuda al desarrollo y, lo más importante, hay que reconsiderar las condiciones tan injustas e ineficientes en que se desenvuelve el comercio y las finanzas internacionales.

A los países ricos les pasa lo que decía Francis Bacon que ocurre a los seres egoístas: son capaces de provocar un incendio en casa del vecino para freírse un huevo.

Incendiamos de pobreza a la inmensa mayoría de la población mundial para freír en su sufrimiento el huevo de nuestros privilegios de ricos, sin darnos cuenta de que las llamas se propagan sin remedio y que nos asfixiaremos todos si no las apagamos cuanto antes de la única forma en que puede apagarse el incendio de la pobreza, con justicia, respeto, ayuda mutua y solidaridad.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’

Fuente:

https://blogs.publico.es/juantorres/2020/05/26/los-olvidados/

miércoles, 3 de octubre de 2018

El futuro económico no es lo que solía ser

Lehman cayó hace diez años y dos semanas; el próximo miércoles será el décimo aniversario de la promulgación del Programa de Alivio de Activos Problemáticos, también conocido como el “Rescate”. En honor al aniversario, ha habido aproximadamente 1.000.000.000 de artículos describiendo la crisis financiera de 2008 y sus efectos. Muchos han sugerido, con razón, que las consecuencias políticas continúan dando forma al mundo actual. Pero hasta donde puedo decir, sorprendentemente pocos se han centrado en los efectos económicos del largo plazo.

Lo extraño de este relativo descuido es que incluso una mirada superficial a los datos sugiere que estos efectos fueron enormes. Es cierto que el desempleo en los Estados Unidos está por debajo de lo que lo estaba antes de la crisis; aunque no se ha generalizado, el desempleo en la zona del euro también está muy por debajo, no tanto con respecto a la víspera de la crisis, pero muy por debajo de su promedios previos. Pero en ambos casos hemos regresado a una especie de “pleno empleo” coincidente con niveles de PIB real mucho más bajos que los que personas bien informadas proyectaban antes del estallido de la crisis.

No soy, por supuesto, la primera o la única persona que hace esta observación. Antonio Fatás y Larry Summers ya han tocado estos “palos” durante años, al igual que Larry Ball. Pero parece interesante indicarle a un público (levemente, quizás) más amplio, hasta qué punto el futuro ya no es lo que solía ser, especulando un poco sobre por qué y cómo esto puede haber sucedido, y hablar sobre sus implicaciones en las políticas futuras.

De la Gran Recesión al Gran Bajón
Los economistas usan el término “producto o PIB potencial” para referirse a la cantidad máxima que una economía puede producir sin un sobrecalentamiento inflacionario. Este concepto desempeña un papel central en la política monetaria, y también un cierto papel en la política fiscal. Como explicaré posteriormente, las bases teóricas del concepto parecen ahora más débiles, a la luz de las experiencias post-crisis, de lo que solían serlo antes. Pero, por ahora, simplemente observemos que varias instituciones, desde la Oficina Presupuestaria del Congreso de EE. UU. hasta el Fondo Monetario Internacional, producen rutinariamente estimaciones del PIB potencial actual y proyecciones del PIB potencial futuro.

Para ser claros, son estimaciones basadas en modelos, no en datos reales. Y una posible conclusión es que estos modelos son erróneos, que asistimos a unas representaciones que nada tienen que ver con la realidad. Pero como dije, estos modelos son cruciales para diseñar políticas. Así pues, ¿qué encontramos si comparamos las proyecciones del PIB potencial previo a la crisis con las de las estimaciones realizadas en la actualidad, para el periodo de los próximos diez años? La respuesta es una gran degradación de las estimaciones de la capacidad económica en ambos lados del Atlántico.

El primer gráfico compara la proyección que se estimaba en 2008 del PIB real potencial estadounidense para los próximos 10 años con el que ahora se considera que era posible. La degradación de la estimación es enorme: más del 11% en 2018. Una forma de explicar esto es que la economía de los EE. UU. está tan por debajo ahora de las expectativas previas a la crisis como en las profundidades de la Gran Recesión, y eso que supuestamente la crisis ya se ha superado.

Gráfico 1

El segundo gráfico muestra estimaciones comparables para la Zona Euro, de Fatás. Vemos una degradación similar de las expectativas, pero incluso mayor.

Gráfico 2

Esta caída del PIB tan superior a la que cabría esperar, una década entera después de la crisis financiera, es un tema de enorme transcendencia -llamémosle el Gran Bajón- que se pasa por alto en el enfoque habitual sobre las tasas de crecimiento a corto plazo. ¿Qué podría explicarlo?

Tres historias sobre el déficit: casualidad, hipocondría e histéresis
Un razonamiento posible sobre la forma en que el Gran Bajón siguió a la Gran Recesión es que esta secuencia de hechos no fuera la apropiada: el PIB potencial actual es mucho menor de lo que la gente esperaba que fuera hace una década, pero las razones de esta tendencia a la baja de la curva a largo plazo nada o poco tienen que ver con la crisis financiera; simplemente parecieron distanciarse al mismo tiempo. Es decir, las raíces de la desaceleración del crecimiento radican en la desafección tecnológica (hay un nuevo iPhone, ¿a quién le importa?) y el cambio social conducente a una participación menor de la población en el mercado laboral (opioides o videojuegos, coge lo que quieras) que habrían tenido lugar incluso si no hubiera existido una Gran Recesión.

Esta explicación es en efecto, aunque no explícitamente, la narrativa que subyace a la política económica real: la Fed y otros bancos centrales, que son los verdaderos actores de la política macroeconómica en contexto actual, no actúan como si estuvieran preocupados por la posibilidad de que una futura recesión deprimiera la economía no ya en el corto plazo sino de forma permanente. Las autoridades fiscales, en la medida en que piensan de manera coherente sobre estos temas, es decir, fuera de la actual administración estadounidense, también toman la senda del PIB potencial futuro como una variable dada.

Para ser justos, las proyecciones de CBO tienen en cuenta los efectos de la política fiscal y los efectos de los déficits en la inversión, pero estos son pequeños asuntos comparados con los que necesitarías para vincular la Gran Recesión con la degradación masiva de las proyecciones del crecimiento a largo plazo.

¿Cuál es la evidencia en contra de esta visión? La evidencia más convincente, citada tanto por Fatás/Summers como por Ball, es que el tamaño del Gran Bajón varía mucho de un país a otro -y los países en los que las estimaciones del PIB potencial han divergido más han sido precisamente los países que tuvieron los mayores desplomes durante la crisis. De hecho, la relación entre la caída del PIB durante la crisis y la caída del PIB potencial en el largo plazo es mucho mayor uno por uno.

El tercer gráfico muestra el caso más extremo, Grecia, comparando el PIB real y potencial según estimaciones del FMI. Como todo el mundo sabe, Grecia ha sufrido un derrumbe de su economía. De acuerdo al FMI, sin embargo, alrededor de la mitad de esa caída es una disminución en la capacidad en lugar de en una utilización menor de su capacidad.

Gráfico 3

E incluso esto subestima el cambio en las proyecciones, porque ya no es solo el futuro lo que solía ser, sino el pasado. En el tercer gráfico se muestra que Grecia tuvo un drástico sobrecalentamiento económico, operando muy por encima de niveles sostenibles, en 2007 y 2008. Pero pocas personas lo apuntaron en ese momento. De hecho, la propia estimación del FMI a principios de 2008 era que en 2007 Grecia operaba solo un 2,5% por encima de su PIB potencial, en comparación con su estimación actual del 10,7% para el mismo año.

¿Qué está pasando? El método del FMI para calcular el PIB potencial básicamente traduce cualquier caída sostenida del PIB en una disminución de la estimación del PIB potencial, y esta interpretación del declive afecta tanto a sus proyecciones futuras como a sus interpretaciones del pasado: si concluye que el PIB potencial en 2010 fue realmente bajo, el FMI también reduce sus estimaciones para los años anteriores.

Lo que me lleva a una segunda explicación posible del Gran Bajón: tal vez solo existe en las mentes y en los modelos de los formuladores de políticas (o, en realidad, sus expertos técnicos), y no es una cosa real en absoluto. Es decir, la creencia de que nuestro potencial económico ha caído muy por debajo de las expectativas previas no representa una dolencia económica real, sino que refleja la hipocondría de los formuladores de políticas.

Después de todo, ¿cómo se calcula la producción potencial? Los detalles son complejos, pero básicamente tales cálculos se basan en una o dos teorías: que las depresiones y los auges son siempre de corta duración, y/o que la inflación es un proceso “acelerador”.

Supongamos, en primer lugar, que asumimos que la desviación entre el PIB real y el PIB potencial actual tiende a eliminarse en el transcurso de unos pocos años como máximo, con la economía subiendo después de las depresiones y estancándose o disminuyendo después de los repuntes. En ese caso, creerás que la diferencia promedio entre el PIB real y el potencial será aproximadamente cero durante un período prolongado, lo que significa que puedes obtener una estimación del PIB potencial tomando el PIB real y aplicando algún tipo de método estadístico que suavice la fluctuaciones.

Supongamos, alternativamente, que usted cree, como la mayoría de los economistas convencionales hace desde no mucho tiempo, en alguna versión de la hipótesis de la “tasa natural” de Milton Friedman. Según esta hipótesis, una economía que se encuentre por encima de la producción potencial experimentará no solo inflación sino también aceleración de la inflación, mientras que una economía no muy pujante experimentará una desinflación continua, con la tasa de inflación cayendo continuamente y finalmente convirtiéndose en una deflación acelerada. Si esta hipótesis es cierta, entonces es posible inferir dónde estamos en relación al potencial económico cuando preguntamos qué está sucediendo con la inflación: si es estable, la economía está funcionando en las proximidades de su potencial.

A la luz de la experiencia posterior a 2008, sin embargo, está claro que estas dos teorías son erróneas. Cuando las tasas de interés llegan a cero, no está nada claro cómo o por qué se recuperará rápidamente la economía, ya que la forma habitual de corregir la depresión -que el banco central reduzca las tasas de interés y aumente el gasto- no es posible. Mientras tanto, en parte gracias a la reticencia de los empresarios a recortar salarios aun con la amenaza de un elevado desempleo, incluso las economías evidentemente deprimidas parecen en el peor de los casos experimentar una baja inflación, no una caída continua en un proceso de deflación acelerada.

Dadas estas realidades, considérese cómo responderán las estimaciones de la producción potencial si una economía sufre una gran disminución de la demanda que persiste durante años. Si la economía se deprime durante mucho tiempo, los métodos estadísticos que no permiten esta posibilidad interpretarán falsamente una caída sostenida como una caída del PIB potencial. Si la inflación, aunque puede disminuir un poco al comienzo de una recesión, por lo general se mantiene estable a partir de entonces, los modelos que intentan inferir la producción potencial de los cambios en la inflación también concluirán erróneamente que la economía está operando cerca de su potencial.

Entonces, ¿es el Gran Bajón algo que solo existe en las mentes de los políticos, cuando la verdadera historia es que todavía hay una gran cantidad de exceso de capacidad? Sin duda es una posibilidad que vale la pena considerar. Y estoy razonablemente seguro de que cuando se trata de Grecia en particular, la enorme disminución de la estimación de su producto potencial es exagerada. Simplemente, no creo que después de una caída del 25% en el PIB real, y con un 20% de desempleo incluso ahora, Grecia esté solo un 2% por debajo de su potencial, según nos dice la estimación del FMI.

Pero esta es una historia más difícil de contar para Estados Unidos o la Zona Euro como conjunto. La versión simple de la hipótesis de la hipocondría sería que los economistas malinterpretan el alto desempleo como un problema estructural cuando en realidad es un problema de demanda. Pero en este momento ni los EE. UU. ni la Zona del Euro tienen un alto índice de desempleo según los estándares históricos. Todos conocen la historia de los Estados Unidos; el cuarto gráfico muestra la tasa de desempleo de la Zona Euro, que si bien es más alta que la tasa de los Estados Unidos, ahora también es baja en comparación con los patrones anteriores a la crisis.

Gráfico 4

Es cierto que muchas personas argumentan que la tasa de desempleo se ha convertido en una medida engañosa de la actividad o inactividad del mercado laboral, que el mercado de trabajo no es tan bueno como los datos parecen querer indicar. Pero como muestra el quinto gráfico, otras variables como la participación en la fuerza de trabajo de los adultos en edad de trabajar, no han disminuido tanto, y ya estaban en una tendencia descendente incluso antes de la crisis. Por lo tanto, incluso hablar de “desempleo oculto” tampoco será suficiente para explicar la enormidad del Gran Bajón.

Gráfico 5

Lo que nos lleva a un tercer razonamiento, que es que la Gran Recesión misma dañó el producto potencial, en gran parte al reducir la productividad.

La idea de que las recesiones causan “histéresis”, reduciendo de forma permanente o casi permanente la capacidad de la economía, ha existido al menos desde un famoso documento de 1986 de Olivier Blanchard y Larry Summers. Blanchard y Summers pensaban en términos de desempleo: su afirmación era que las caídas en Europa habían elevado permanentemente la tasa de desempleo consistente con una inflación estable. Pero puede presentar varios argumentos sobre cómo una gran caída podría afectar a las proyecciones del largo plazo de otros modos, por ejemplo, al deprimir la inversión empresarial, incluido el gasto en I+D.

Si eso suena un poco vago, es porque es así. Fatás, Summers y otros argumentan que ha habido una gran cantidad de histéresis, y mi instinto es estar de acuerdo con ellos; pero no estoy al tanto del trabajo que fija los canales a través de los cuales se supone que esto sucedió con precisión. Realmente necesitamos que la gente haga este trabajo, porque si la histéresis es la explicación real, si la Gran Recesión causó el Gran Bajón, esto tendrá enormes implicaciones para el futuro.

Por qué importa el Gran Bajón
Nadie quiere pasar por una repetición de la Gran Recesión, que es una razón para buscar políticas que reduzcan la probabilidad de otra crisis financiera y aumenten nuestra capacidad para responder en caso de que ocurra. De ahí la regulación financiera, la ampliación de la capacidad para apoderarse de las instituciones financieras con problemas (para poder apuntalarlas sin rescatar a los accionistas y ejecutivos), y así sucesivamente. Algunos de nosotros también hemos abogado por un objetivo de inflación más alto, que dejaría más espacio para recortar las tasas de interés reales cuando llegue la próxima caída.

Si la Gran Recesión realmente causó el Gran Bajón, la urgencia de tales medidas es mucho mayor. Usando medidas convencionales, la Gran Recesión y la economía deprimida que se prolongó durante años a partir de entonces le costaron a los EE. UU. aproximadamente el 15% del PIB de un año. Si la caída de las perspectivas económicas a largo plazo también fue causada por la recesión, este coste se eleva a algo mucho más grande, posiblemente a más del 70% del PIB de un año hasta el momento, y mucho más por venir.

Más allá de eso, como han argumentado Fatás y otros, un vínculo entre la debilidad económica a corto plazo y las perspectivas del largo plazo requiere de nuestra evaluación de las políticas en respuesta a la crisis. Si la política monetaria se ha quedado sin margen, el caso del estímulo fiscal se vuelve mucho más evidente. Y el argumento en contra de las políticas de austeridad que muchos países adoptaron en su lugar cuando las tasas de interés aún estaban cerca de cero y el desempleo muy alto se vuelve abrumador.

De hecho, como dice Fatás, una mentalidad de austeridad corre el riesgo de crear un “ciclo fatal”, en el cual la contracción fiscal conduce a un declive en las perspectivas económicas, empeorando las perspectivas del presupuesto, llevando a una contracción aún mayor. Grecia ha recortado el gasto, a un enorme coste social, pero ha sido recompensado -al menos según las estimaciones oficiales- con un drástico descenso en las perspectivas futuras, de modo que sus predicciones sobre la deuda parecen apenas mejor de lo que eran antes de los recortes.

Entonces, el Gran Bajón -esa sombra a largo plazo sobre la economía, aparentemente arrojada por la Gran Recesión- es un asunto mayor. Merece más atención, con tal vez un enfoque menos centrado en los pocos meses de crisis crediticia que siguieron a la caída de Lehman.

Artículo escrito por Paul Krugman originalmente publicado en inglés en The New York Times

http://www.elcaptor.com/economia/futuro-economico-no-lo-solia

lunes, 26 de junio de 2017

El diagrama de Angus Maddison. Prueba de cargo contra el capitalismo


El diagrama de Angus Maddison: prueba de cargo contra el ...
Sobre estas líneas se muestra la evolución porcentual del PIB para los grandes territorios del planeta entre los años 1 y 2000 según los datos recopilados por el economista inglés Angus Maddison (1926-2010). El gráfico se presenta aquí con escala temporal lineal, y no logarítmica como suele ser habitual, con el fin de poner de manifiesto de forma más clara el carácter excepcional de lo ocurrido a partir del siglo XVIII. Probablemente no exista una imagen que refleje mejor la catástrofe global que supuso la onda expansiva del capitalismo industrial y la opresión colonial a él ligada.

En la figura puede verse que durante muchos siglos las áreas más pujantes fueron China y la India. Europa incrementa su importancia a partir del siglo XII, pero con una posición subordinada respecto a los gigantes asiáticos hasta hace muy poco. La India fue la primera víctima de la debacle y comenzó a desplomarse ya en el siglo XVIII, cuando el imperio Mogol, que había traído una relativa prosperidad al país, inició su declive para dar paso progresivamente a un dominio inglés que destruyó su tejido industrial y lo relegó a la producción de materias primas para la metrópoli. La incorporación de la India al capitalismo se saldó con hambrunas que dejaron decenas de millones de víctimas en la era victoriana, y el descenso siguió en el siglo XX hasta tocar fondo. Sólo tras la independencia se evidencia una débil recuperación, que no se ha de olvidar que llega de la mano de la inserción en la economía global de grandes masas de población en condiciones de cuasi-esclavitud.

El caso de China es ligeramente diferente. Allí, la producción logra mantenerse hasta bien entrado el siglo XIX. En esa época, la dinastía Qing en el poder veía con preocupación el sistema que los británicos habían encontrado para comerciar en el rico y enormemente atractivo mercado chino, que no era otro que la introducción en el país del opio que estaban produciendo en la India, barato y en grandes cantidades. Cuando las autoridades chinas prohibieron este tráfico, que atentaba gravemente contra la salud y las condiciones de vida de la población, la respuesta británica fueron las guerras del opio (1839-42 y 1856-60), que ganadas por ellos supusieron la sumisión colonial de China y el derrumbe de su economía con un ritmo aún mayor que el de la India. Como no podía ser de otra manera, la caída de estos dos gigantes propició la consolidación de Europa como potencia productiva y un ascenso imparable de los Estados Unidos.

Es interesante observar cómo tras su mínimo a mediados del siglo XX, India y China emprenden una subida que es mucho más clara en el caso de China. Como Noam Chomsky recordaba en una ocasión, India y China aportan, de alguna forma, un experimento de evolución de dos economías a partir de una base igualmente desastrosa durante varios decenios y con un modelo de producción capitalista en un caso y centralizada en el otro. El hecho de que con todos sus errores y crímenes, el experimento chino se haya saldado con menos muertes por hambre y con mayores tasas de crecimiento viene a mostrar lo mismo que aprendieron en los años 90 los ciudadanos de la Unión Soviética con su triste experiencia, que por malos que fueran los regímenes de socialismo real, el capitalismo se las arregla casi siempre para ser considerablemente peor.

Angus Maddison dedicó su vida a escudriñar en los documentos del pasado las huellas de la actividad económica, y fue capaz de sintetizar sus estudios en gráficas que muestran la historia del mundo en unas pocas líneas coloreadas. Estos datos, amplia y reverentemente citados en las publicaciones del pensamiento único, se quiere que demuestren sólo la superioridad productiva del capitalismo. Sin embargo, es importante señalar también que esta supremacía se basa únicamente en la rapiña y la imposición bélica, santificadas por una monstruosa cobertura ideológica. Cuando somos conscientes de esto, las curvas de Angus Maddison se convierten en una prueba de cargo decisiva contra la más perniciosa de las doctrinas criminales que ha conocido la historia.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

https://youtu.be/dy34qpyXnXE

viernes, 17 de marzo de 2017

_--"España quedará arruinada para los próximos 50 años", según el economista Roberto Centeno.

_--Un grupo de economistas y profesores independientes ha puesto en conocimiento de la Comisión Europea que las cifras de deuda y PIB españolas son falsas.

España se dirige hacia la suspensión de pagos con la mayor burbuja de deuda de la historia. Esta es la principal conclusión del economista Roberto Centeno, quien ha enviado un informe a la Comisión Europea en el que pone en duda los cálculos económicos que presenta el Gobierno español a Bruselas.

Basándose en los datos del Banco de España, Centeno sostiene que la deuda del país no sería del 100% del PIB, sino que llegaría al 141% del PIB oficial, ya que el Protocolo de Déficit Excesivo no contabiliza toda la deuda, sino solo una parte.

Las cifras oficiales de deuda y PIB son falsas
"El Gobierno y los medios, que son responsables muy principales de la catástrofe económica, social y moral en que se encuentra España, utilizan una cifra diferente a la deuda total. Es lo que se llama deuda según Protocolo de Déficit Excesivo, solo aplicable a los países que tienen un déficit superior al 3%", explica el economista a RT.

Así, las cifras que tiene en cuenta Centeno son las de los llamados Pasivos de Circulación, que publica el Banco de España cada 3 meses y que reflejan la deuda total del país. "Esta deuda total partida por el PIB oficial nos da el 141%", añade.

Sin embargo, el economista va más allá, y destaca que el PIB real de España es inferior a las cifras divulgadas, una posibilidad que viene especulándose desde hace años y que responde a la necesidad de no reflejar la realidad de la economía española. Así, el estima que el PIB real es un 18% inferior al oficial.

Un modelo de producción del tercer mundo
Además, Centeno alerta de la inminente explosión de la burbuja de deuda y augura un desplome súbito de los salarios debido a la política laboral del Gobierno. "En el año 2016, el número de horas trabajadas en la economía cayó un 2 por ciento y, sin embargo, se han creado supuestamente 400.000 puestos de trabajo", comenta.

Esta creación de empleo se debe, según Centeno, a "repartir menos trabajo entre más personas con salarios de hambre; porque la media de los salarios creados el año pasado es de 600 euros, claramente tercermundista".

Para el economista, España quedará arruinada para los próximos 50 años, ya que un "español que nazca hoy tiene una deuda de 35.000 millones, si contamos nada más la deuda pública, o de 41.000 millones de euros, si contamos también la deuda del Banco de España con el 'eurosistema'".

Cada familia española tiene una deuda de 160.000 euros
"Eso significa que una familia media, de un matrimonio y dos hijos, tiene en este momento en España una deuda de 160.000 euros. Teniendo en cuenta que paga los impuestos más altos casi de la OCDE, esa familia esta arruinada, no puede sobrevivir, no puede levantar cabeza con esta deuda, que además se sigue incrementando cada año", denuncia.

Centeno, junto a un grupo de profesores y economistas independientes, enviaron a la Comisión Europea los cálculos del PIB real que habían hecho, pero la institución "pura y simplemente ha mirado para otro lado": "La única persona que estaba decidida a crear una Comisión en el Parlamento era Martin Schulz, que desgraciadamente se ha ido para disputarle la presidencia de Alemania a Angela Merkel", lamenta el economista.

Sin embargo, son numerosos los medios de comunicación que están publicando los cálculos de Centeno del PIB y la deuda reales, por lo que cree que "va a ser muy difícil que la UE siga mirando para otro lado".

https://actualidad.rt.com/actualidad/232253-espana-quedar-arruinada-economia#.WLcrPrglsCQ.facebook

martes, 19 de agosto de 2014

Recortes en la jubilación anticipada

A raíz de las noticias sobre los recortes de la jubilación anticipada, dos observaciones.

La primera sería la inseguridad jurídica en la que nos movemos quienes estamos en puertas de la jubilación (es un hecho deleznable que te cambien las normas en mitad del partido) y en segundo lugar, la especie de estigmatización sobre los pensionistas. Muchos de los que ahora estamos en ese tránsito tenemos una amplia carrera de cotización a la Seguridad Social. Hemos pagado, por tanto, muchas pensiones. Ahora tenemos derecho a la nuestra.

Un ruego, señores del Gobierno, dejen de marearnos. Nos sabemos de memoria la historia de la insostenibilidad del sistema, el análisis interesado que se hace con la esperanza de vida, la baja natalidad, los ratios de pensionistas, población en disposición de trabajar, etcétera. Pero, curiosamente, nunca hablan ustedes de gasto en pensiones sobre PIB, y, menos aún, entran en un análisis comparado. Y no es porque no lo sepan, saben perfectamente que estamos, tanto en cifras actuales como futuras por debajo de la media europea. Pero eso no interesa que se sepa.-
 Colmenar Viejo, Madrid 16 AGO 2014

jueves, 13 de junio de 2013

Medir nuestra vida. España retrocede en el índice para una vida mejor. Aparece la imitación del PIB como medidor.

En el tráfago continuo de estadísticas coyunturales no debería quedar marginada una medición que elabora desde hace poco tiempo la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE): el índice para una vida mejor, que compara a 36 países del mundo, los más ricos y algunos de los emergentes, con una ponderación en áreas tales como vivienda, ingresos, empleo, educación, medio ambiente, sanidad... En este índice, España ocupa el puesto 20º, alcanzando sus peores notas en empleo y desigualdad.

Este índice de la OCDE, como el de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), trata de superar las limitaciones del producto interior bruto (PIB) como representación más fidedigna del bienestar de las sociedades. Para algunos científicos sociales, una de las razones por las cuales la crisis económica sorprendió a tantos es que los sistemas de medición fallaron, y que los actores de mercados y los funcionarios gubernamentales no se fijaron en el conjunto de los indicadores estadísticos apropiados. Ni los sistemas de contabilidad privados ni los públicos fueron capaces de alertar a tiempo y no avisaron de que el aparente buen comportamiento de la economía mundial anterior al año 2007 podía estar alcanzándose a expensas del crecimiento futuro, y que parte de esos resultados semejaban un espejismo, pues eran beneficios basados en precios hinchados por una burbuja.

En 2008, ya sumergidos en la Gran Recesión, el presidente francés Nicolas Sarkozy encargó a un grupo de expertos encabezados por Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi un informe sobre esas limitaciones estadísticas. El índice para una vida mejor de la OCDE está basado en aquel informe, que ahora acaba de ser publicado en castellano con todas las reflexiones alrededor de él (Medir nuestras vidas, Ediciones RBA).

Stiglitz, Sen y Fitoussi, con un elenco de expertos, parten del hecho de que si las mediciones son erróneas, las decisiones que se toman pueden verse distorsionadas. Y también de la distancia que se produce muchas veces entre las variables macroeconómicas y la percepción ciudadana de la realidad económica: “Una de las razones por las que la mayor parte de la gente percibe que está peor, aunque el PIB medio suba, es porque efectivamente está peor”, dicen. Si solo se busca incrementar el PIB de las sociedades, se puede acabar perjudicando a los ciudadanos. Cuando se producen grandes cambios en el nivel de desigualdad (o un cambio en la distribución de los ingresos) puede que el PIB, o cualquier otro cálculo agregado per cápita, no proporcione una evaluación adecuada de la situación en que se encuentra la mayoría de la población...
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lunes, 22 de febrero de 2010

Las rentas salariales caen el triple que las empresariales en el peor año de la crisis

El desplome de la recaudación de impuestos en 2009 facilita el aumento de la parte de la riqueza nacional que se quedan las compañías
2009 no es un año perdido para el crecimiento de la economía española. Son dos. Y, si se apura, tres. El valor del PIB, según las cuentas recién publicadas, apenas superó el billón de euros, menos que en 2007. Si se descuentan los millones hinchados por la inflación (el año pasado, sin subida de precios por primera vez en medio siglo, fue una rareza), la marcha atrás llega casi hasta 2006.
2009 no es un año perdido para el crecimiento de la economía española. Son dos. Y, si se apura, tres. El valor del PIB, según las cuentas recién publicadas, apenas superó el billón de euros, menos que en 2007. Si se descuentan los millones hinchados por la inflación (el año pasado, sin subida de precios por primera vez en medio siglo, fue una rareza), la marcha atrás llega casi hasta 2006. El soufflé de la riqueza nacional se viene abajo, pero algunas cosas no cambian: las rentas empresariales vuelven a ser las que más peso ganan en la tarta del valor añadido.
La porción de los excedentes empresariales en el reparto del PIB aumentó el pasado año, pero sólo porque fueron las rentas que salieron mejor paradas dentro del declive general. En el peor año de la crisis económica, los márgenes de empresas y profesionales autónomos bajaron un 1% respecto al valor de 2008, mientras que la remuneración de los asalariados perdió el triple, un 3%. Y la recaudación de impuestos excava aún más en el hoyo: si en 2008 se anotó un recorte del 14,6%, el año pasado rondó el 18%.
El súbito desplome de los ingresos tributarios ha trastocado las proporciones en la tarta de la riqueza nacional, cuando los cambios en el reparto del PIB suelen ser muy suaves. De 2007 a 2009, la recaudación de impuestos pasa de explicar el 10,4% del PIB a quedarse en el 7,3%. En sólo dos años, ha desandado todo lo recuperado desde la última gran crisis fiscal (y económica), la de 1993. La tarta encoge, pero la remuneración de los asalariados y las rentas empresariales aumentan su porción a costa de los impuestos. Aunque de forma desigual: las rentas del trabajo pasan del 47,6% al 48,6% y los márgenes de sociedades mercantiles y profesionales autónomos del 42% al 44,1%. En el caso de los excedentes empresariales, es el mayor mordisco a la riqueza nacional desde que se inició la serie estadística, en 1980. ALEJANDRO BOLAÑOS - Madrid - 22/02/2010 (El País)