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martes, 6 de julio de 2021

_- Algunas reflexiones en torno a Arcadia, una película de Costa Gavras

_- Arcadia es una película de crítica social del cineasta greco-francés Costa-Gavras, estrenada el año 2005 y protagonizada, entre otros, por el actor español José García, en el papel de Bruno, y por los actores franceses Karin Viard, en el papel de Marlene (esposa de Bruno), y los en ese entonces todavía adolescentes Geordy Monfils y Christa Theret, quienes representan a los hijos de Bruno y Marlene, como Maxime y Betty, respectivamente.

Arcadia es el nombre de una corporación de papel. En ella trabajó Bruno durante 15 años como un alto ejecutivo y un día es despedido junto a otros 600 trabajadores. Bruno ocupaba una alta posición en la empresa y como ocurre normalmente en estos casos no se solidariza con los trabajadores de más baja calificación que también perdieron su fuente de ingreso económico. Bruno toma con calma su despido porque con el currículum que tenía creyó que fácilmente conseguiría un nuevo empleo. Sin embargo, luego de dos años y medio no lo hallaba. Bruno era el sostén de su hogar y tenía una deuda que cancelar. Desesperado, después de encontrar una convocatoria a un empleo, planea y ejecuta el asesinato de sus competidores a ese mismo puesto de trabajo.

La historia de los asesinatos consecutivos es obviamente una ficción, pero es ilustrativa de la experiencia y las consecuencias del desempleo y la pérdida de ingresos económicos en la subjetividad de los trabajadores. En una palabra, el despido y la consiguiente pérdida de ingresos destruye la psiquis del trabajador, llevándolo a momentos de profunda angustia y a tomar decisiones no siempre afortunadas (incluso el crimen).

Arcadia muestra también cómo el “libre despido” que el neoliberalismo legaliza y justifica bajo el criterio de la eficiencia y la competitividad, erosiona y disuelve los vínculos humanos a la vez que exacerba la competencia entre los trabajadores, deshumanizando aún más el mundo en que vivimos: “El trabajo no lo es todo, pero sin trabajo, ¿qué soy? Mis colegas y yo éramos como un clan. Trabajábamos juntos y contábamos los unos con los otros. Con el despido, se acabó el clan. Nos convertimos en enemigos, peor aún, en competidores”, dice el protagonista en un momento determinado de la película.

Yendo más allá de la película, podemos señalar a partir de lo que afirman diferentes especialistas, que la experiencia del desempleo tiene un impacto no solo en la psiquis (a través del estrés o la depresión) sino también en el cuerpo, castigándolo a través de distintos trastornos como los dolores musculares y enfermedades distintas.

La historia de asesinatos múltiples que comete el Bruno es, como hemos dicho, una ficción, pero ilustra el hecho también de que en la realidad el incremento del desempleo trae consigo el incremento de la delincuencia, de los asesinatos, del robo. En ese sentido, la ficción de los asesinatos múltiples que comete Bruno puede entendérsela como una metáfora de la locura a la que lleva un sistema económico que se orienta por el principio de la competitividad. En la escena política normalmente no se vincula el “libre despido” y de manera más general el “libre mercado” con el aumento de la delincuencia, de ahí que las medidas que se toman para enfrentar ésta tienen que ver con el castigo del delincuente y no con la prevención del delito (que llevaría a adoptar políticas de pleno empleo y políticas sociales de amplio alcance), como si el delito fuese solo una responsabilidad individual y la sociedad y la economía no tuvieran nada que ver en la ejecución del delito.

La delincuencia no tiene nada que ver con predisposiciones innatas del individuo, sino con una situación económica y social que despierta en el individuo la disposición a cometer tales y cuales actos delictivos.

La racionalización operada por las empresas con la finalidad de reducir costos, ampliar sus márgenes de ganancia o evitar pérdidas económicas, trae consigo la destrucción de la sociedad, la disolución de los vínculos humanos, la erosión de la cultura de la solidaridad, colocando en su lugar la cultura del individualismo, la cultura de “el fin justifica los medios”.

Luego se comprende mejor cómo es posible que aparezcan proyectos políticos neofascistas en la etapa contemporánea del capitalismo, proyectos políticos que tienen como uno de sus ingredientes la “limpieza social” de delincuentes, drogadictos, alcohólicos, prostitutas y homosexuales. Estos proyectos de limpieza social están presentes en Latinoamérica desde hace mucho tiempo (en el Perú, recordemos el slogan que se lanzó en los tiempos pre-electorales del 2016: “chapa tu choro”) y sus adeptos son fácilmente cooptados por partidos neofascistas para los cuales el estado de derecho es un obstáculo para afianzar el “orden económico- social”.

Como afirma Costa Gavras en una entrevista que le hicieran a propósito de su película Arcadia, lo que sucede es que el hombre es puesto al servicio del sistema económico contemporáneo (el capitalismo), y entonces aparecen una serie de consecuencias cuando debería y puede ser al revés: poner el sistema económico al servicio del hombre. Solo así puede desaparecer la delincuencia y el asesinato y solo así se puede construir una sociedad donde el centro sea el desarrollo de la persona.

https://rebelion.org/algunas-reflexiones-en-torno-a-arcadia-una-pelicula-de-costa-gavras/

jueves, 20 de mayo de 2021

La mejor película sobre la II Guerra Mundial es el filme soviético ‘Masacre. Ven y mira’, el clásico del cine bélico que retrata el salvajismo de la invasión nazi de la URSS, se reestrena en cines y en la plataforma Filmin.

Con la invasión nazi de la URSS el 22 de junio de 1941, hace ahora 80 años, la II Guerra Mundial alcanzó una dimensión de salvajismo hasta entonces desconocida. El objetivo de la ofensiva no solo era la conquista, sino la aniquilación de los pueblos conquistados. “Los problemas empiezan con los niños. No todos los pueblos tienen derecho a existir. No todas las naciones merecen un futuro”, sostiene uno de los nazis que participan en la matanza de población civil que Elem Klimov retrata en Masacre. Ven y mira (1985), un clásico del cine bélico que se acaba de reestrenar restaurado en cines y llegará el 28 de mayo a la plataforma digital Filmin.

Esta película se estrenó con motivo del 40º aniversario de la victoria sobre el Tercer Reich, cuando estaba a punto de empezar la perestroika en la URSS con la reciente llegada al poder de  Mijail Gorbachov. Pero el resultado, que muestra una violencia atroz, se quedó muy lejos de un filme de propaganda bélica para convertirse en un título que aparece en todas las listas de mejores cintas bélicas. El escritor de ciencia-ficción J.G. Ballard llegó a escribir que era “la mejor película de guerra de la historia”.

Ambientada en 1943 en Bielorrusia, Masacre. Ven y mira relata la historia de un niño que se suma a las filas de la resistencia en un viaje infernal durante el que descubrirá la táctica del Ejército alemán para acabar con la guerrilla: el asesinato masivo de civiles. El paso de las hordas nazis está retratado casi como una epidemia de peste, el coste humano de la invasión alemana fue tan devastador como esta enfermedad medieval, las cruces gamadas fueron una señal de muerte constante, despiadada y cruel. En muchos pueblos, encerraron a todos sus habitantes en un edificio —una iglesia o un granero— y luego le prendían fuego.

El filme se nutre de los recuerdos del escritor bielorruso  Alés Adamóvich (1927-1994), autor del guion y del libro en el que se basa, El relato de Jatin o Khatyn en su traducción inglesa (no confundir con Katyn, el lugar donde la policía política estalinista asesinó a miles de oficiales polacos tras la invasión de 1939). Adamóvich, que por su honestidad y capacidad narrativa pertenece a la misma estirpe que la premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexiévich, sirvió como adolescente en un batallón partisano en 1942 y 1943. Su libro, disponible en inglés aunque no en castellano, empieza con el siguiente dato: “De acuerdo con documentos de la II Guerra Mundial, más de 9.200 pueblos fueron destruidos en Bielorrusia y en más de 600 de ellos, todos sus habitantes fueron asesinados o quemados vivos. Solo unos pocos sobrevivieron”.

Pilar Bonet, histórica corresponsal de este diario en Moscú y una de las periodistas mundiales que mejor conoce el antiguo espacio soviético, escribió cuando falleció Adamóvich que “su nombre está vinculado a la Generación de los Sesenta, el grupo de intelectuales que alcanzó la madurez y una oportunidad efímera de expresarse con libertad en la época de Nikita Jruschov. Los temas bélicos tuvieron una gran importancia para Adamóvich como escritor y como cineasta”.

En el ensayo que acompaña a la edición del filme en la prestigiosa Criterion Collection, el historiador del cine Mark Le Fanu explica que Elem Klimov (1933–2003) pertenece “a un grupo de directores de gran talento —Marlen Khutsiev, Gleb Panfilov, Andrei Konchalovsky y Alexei German entre otros— que empezaron a hacer películas en el periodo de relativa liberalización conocido como el deshielo, cuando fue posible por primera vez cuestionar en voz alta algunas de las ideas que hasta entonces se habían sostenido bajo el monolítico comunismo estatal”. Sostiene Le Fanu que Masacre es a la vez “su mayor monumento y su epitafio” porque fue su última película.

En una entrevista con Pilar Bonet en 1985 tras el estreno del filme, Klimov explicó que quiso rodar una película “claramente antifascista” en la que también se colaron sus propios recuerdos de la guerra: “Soy un niño de la guerra. Nací en Stalingrado, la guerra comenzó cuando yo ingresé en el primer curso de la escuela, he visto la ciudad quemada y destruida, cadáveres y prisioneros. Los recuerdos de la infancia son los más fuertes. Y además lo consideraba como un deber de ciudadano”.

Con una estética brutalmente realista, Klimov y Adamóvich logran reflejar algo casi imposible de contar en una película: el horror de la II Guerra Mundial en la URSS. Tras la invasión de Polonia, en 1939, los nazis llevaron a cabo asesinatos masivos de intelectuales y persecuciones de judíos. Con la Operación Barbarroja, el conflicto entró en una nueva dimensión y además fue el momento en el que arrancó el Holocausto, primero con el asesinato masivo de judíos perpetrado por los escuadrones móviles de la muerte, los Einsatzgruppen, y después con las cámaras de gas de los campos de exterminio. Entre el 29 y 30 de septiembre fueron asesinados en el barranco de Babi Yar todos los judíos de Kiev, cerca de 200.000 personas, en la mayor masacre del llamado Holocausto de las balas.

Lo que cambió aquel verano de 1941, y queda reflejado de forma espeluznante en el filme de Klimov, fue que el objetivo de las masacres ya no eran solo los adultos, sino las mujeres y los niños. El exterminio debía ser total. El historiador francés experto en nazismo Christian Ingrao recuerda en su último libro, Le Soleil noir du paroxysme. Nazisme, violence de guerre, temps présent (El sol negro del paroxismo. Nazismo, violencia de guerra, tiempo presente, Odile Jacob, 2021), una frase del comandante del 4º Cuerpo del Ejército alemán, Erich Höppner, en una arenga a sus tropas: “El objetivo de esta lucha debe ser la aniquilación de la Rusia actual, por lo que debe librarse con una dureza sin precedentes. Toda situación de combate debe ser enfrentada con una voluntad de hierro hasta la aniquilación total y despiadada del enemigo. En particular, no hay piedad para los partidarios del actual sistema ruso-bolchevique”.

En las cuatro primeras semanas de guerra en Polonia, los nazis asesinaron a 12.000 personas. En la URSS, a 50.000 durante el mismo periodo. Y, a mediados de agosto de 1941, comenzaron las ejecuciones masivas de mujeres y niños. En diciembre de 1941, el Ejército alemán y los  Einsatzgruppen habían asesinado a medio millón de civiles, sobre todo judíos. Ingrao narra cómo los oficiales lograron convencer a los soldados del “atroz deber”, en palabras de Himmler, que tenían que cumplir en una escena que ocurrió aquel agosto en la ciudad de Tighina (Besarabia): “Bruno Müller era el comandante del Sonderkommando 11b del Einsatzgruppe D. Brillante jurista con un doctorado en Derecho Internacional, desde hacía siete semanas dirigía por primera vez un grupo en operaciones de guerra. Para el joven oficial de 35 años no era su primera operación: había estado destinado en Polonia, en Cracovia, y había ordenado fusilamientos allí, pero aquí el contexto cambiaba y, el 6 de agosto, tuvo que anunciar a su centenar de hombres reunidos que ahora tendrían que matar a mujeres y niños. Así que hizo que le trajeran a una mujer y a su hijo recién nacido y, delante de la tropa reunida, sacó su pistola de ordenanza y les disparó”. Ese es el universo moral que retrata Masacre. Ven y mira.



martes, 24 de marzo de 2020

Fritz Bauer

Que a usted el nombre de Fritz Bauer (1903-1968) no le diga nada es comprensible. Más curioso es que este jurista socialdemócrata de origen judío siga siendo casi un desconocido en Alemania, donde su figura ha tenido que ser rescatada, con ciertas dificultades, por una biografía editada el año pasado y una película que se estrenó en el último festival de cine de Berlín. (dirigida por Lars Kraume con Burghart Klaußner, Ronald Zehrfeld, Dani Levy, Sebastian Blomberg, .... Año: 2015.)

Ninguna calle alemana lleva el nombre de Fritz Bauer, ninguna plaza recuerda el lugar donde nació, vivió o murió. Nunca fue condecorado. Pero, quizá, lo peor sea el desconocimiento de su figura entre los estudiantes de derecho, un aviso de que el regreso a la historia es un ejercicio que cada generación debe practicar para no perder la memoria. En la Alemania de hoy, la memoria del periodo de posguerra en la zona de ocupación aliada y la posterior RFA, vende mucho menos que la memoria de la dictadura germano oriental, constantemente recordada y evocada hasta en su más mínimo detalle policial.

Jurista y socialdemócrata
Resistente antinazi, ex preso, exiliado en Dinamarca y luego en Suecia, donde editó la revista “Sozialistische Tribüne” con Willy Brandt, Fritz Bauer fue un jurista suabo nacido en Stuttgart, que fue detenido por la Gestapo en 1933 por ser miembro del SPD y expulsado de la judicatura por su origen judío. En 1949 regresó a la judicatura dispuesto a participar en la reconstrucción, física y moral, del país. Bauer entra en la historia alemana por tres motivos.

El primero de ellos es por haber sido iniciador del “Proceso Remer” de marzo de 1952, contra el General nazi Otto Ernst Remer, por difamación y calumnia contra los conspiradores de la “Operación Valkiria” que intentaron matar a Hitler el 20 de julio de 1944. Remer los tachaba de “traidores a la patria” y el gobierno federal parecía estar de acuerdo con ello, pues negaba la pensión de viudedad a la esposa de Claus von Stauffenberg, el principal conspirador. Remer fue condenado a tres meses, que eludió huyendo a España, donde murió en Marbella en 1997 tras un largo historial de negacionismo del Holocausto. Pero la resistencia fue rehabilitada. Desde entonces ya no se pudo tachar de “traidores” a sus protagonistas.

El segundo, es por el caso Adolf Eichmann. Fritz Bauer recibió en 1957 una carta de un antiguo compañero de campo de concentración residente en Buenos Aires revelándole que el jefe del departamento responsable de la deportación y aniquilación de los judíos, vivía en Buenos Aires. Su hija, explicaba el amigo, había conocido a un hijo de Eichmann, que vivía con otro apellido, y le habían chocado los fuertes juicios antisemitas del chico. El paradero de Eichmann, que había escapado de Alemania ayudado por el Vaticano, era conocido por los servicios secretos alemanes y norteamericanos. Bauer sabía que poner el caso en manos de la justicia alemana significaba perderlo, porque los jueces alemanes advertirían a Eichmann, y éste desaparecería. Así que se lo comunicó directamente al Mosad, que secuestró felizmente a Eichmann en Buenos Aires en 1960 (no había tratado de extradición entre ambos países), y se lo llevó a Israel, donde fue debidamente juzgado y ejecutado.

El tercer y principal motivo por el que Bauer entra en la historia es en su calidad de promotor, en 1958, de los Procesos de Auschwitz: seis juicios celebrados entre 1963 y 1968, contra 27 matarifes responsables directos del campo de exterminio, oficiales de las SS y la Gestapo. Aquello fue una proeza.

No hubo desnazificación
En Alemania Occidental, en términos generales, no hubo desnazificación. Los juicios aliados en Alemania contra los nazis fueron poca cosa y el nuevo Estado alemán los protegió y amnistió. El tribunal interaliado de Nuremberg que se proponía llevar a juicio a cinco mil personas, no juzgó más que a 210. En diversos juicios, norteamericanos, británicos y franceses condenaron a 5000 personas, de las que apenas 700 lo fueron a la pena capital. Más del 90% de los miembros de las SS ni siquiera llegaron a ser juzgados.

“No sólo no hubo desnazificación, sino que hubo una renazificación, no en el sentido de que los ex nazis estuvieran otra vez en su puesto para construir un nuevo Auschwitz, sino en el de que ayudaron a levantar esta Alemania conservadora, democrática y capitalista”, me explicó el Catedrático Ossip K. Flechtheim, en los años ochenta.

Flechtheim, un compañero de Bauer, también de origen judío, que fue fiscal en varios de los procesos de Nuremberg y falleció en 1998, no conocía, “ni un solo caso” de juristas de la administración nazi que fuese juzgado y castigado ante los tribunales. Incluso la mayor parte de los veinticinco miembros de la comisión de asesores del Consejo Constituyente (Parlamentarisches Rat) que redactó la constitución alemana de 1949, habían estado en activo durante el nazismo.

Los intentos de la administración aliada de ocupación por depurar la justicia, la administración pública y la policía chocaron con enormes dificultades. Se intentaba evitar un modelo de policía, alejado de las tradiciones absolutistas que desembocaron en la Gestapo. En julio de 1945 los aliados emitieron unas directrices en materia de depuración de funcionarios y de limitación del nefasto poder legislativo que la tradición prusiana ponía en manos de la policía, prohibiendo los decretos policiales y potenciando una organización descentralizada, de tipo anglosajón, y desmilitarizada de la futura policía. El mismo año, el Cuartel General aliado consideraba que, “con los vigentes criterios de desnazificación, el 75% de los funcionario rasos y el 90% de los oficiales de la policía no serían aptos para el servicio”. Hans Christoph Seebohm, que tres años después sería Ministro de Transportes con el Canciller Konrad Adenauer, expresaba en 1946 la mentalidad imperante al exigir públicamente “respeto” a la cruz gamada, símbolo por el que habían muerto, “tantos soldados alemanes”.

A medida que los aliados transferían competencias a la administración alemana, los propósitos democratizadores chocaban con una acción obstruccionista y restauradora. Los aliados descubrieron, por ejemplo, que en la primera mitad de 1948 sólo ocho de los diez mil registros domiciliarios practicados por la policía en once ciudades con administración alemana de Württemberg-Baden (un Land del suroeste así llamado desde 1945 hasta 1952, que no coincide del todo con los límites del actual Baden-Württemberg), contaban con el correspondiente permiso judicial. El Ministro del Interior responsable, el socialdemócrata Fritz Ulrich, consideraba esta práctica, “una vieja y buena tradición”. Ese tipo de irregularidades era generalizado en todo el país, y un documento oficial norteamericano de la época consideraba la “necesidad de fortalecer la resistencia civil de los alemanes contra las prácticas contrarias a la ley”, explica el sociólogo e historiador Falco Werkentin.

Cuando en febrero de 1951 se creó una “Guardia Federal de Protección de Fronteras”, que en realidad era una tropa militarizada dirigida a la intervención interior, el Bundesgrenzschutz, se constató que el 62% de sus oficiales eran ex militares de la Wehrmacht y sólo el 7% ex funcionarios de policías. Otro 31% lo componían ex policías que habían sido transferidos a la Wehrmacht durante el nazismo. Los manuales de instrucción anti-insurgente de ese cuerpo tomaban como inspiración las experiencias en ese sentido del periodo 1918-1943, incluida la represión de la “lucha contra el bandidaje” durante la Segunda Guerra Mundial, lo que se refería al combate contra la resistencia, y operaciones como el aplastamiento de la insurrección de Varsovia y otras masacres del frente ruso.

Purga anticomunista
A medida en que se fue entrando en una dinámica de guerra fría, los aliados fueron abandonando escrúpulos y perspectivas reformadoras en beneficio de un frente anticomunista que valoraba más la seguridad y firmeza anticomunista de un ex nazi que el peligro potencial que éste pudiera representar para un orden democrático. Es así como en lugar de desnazificación, la administración alemana procedió a una limpieza de comunistas. En enero de 1948, una investigación realizada en Baviera contabilizó un 2,9% de miembros del Partido Comunista Alemán (KPD) y un 5,2% de simpatizantes en la policía municipal. En la policía regional las cifras eran 0,26% y 0,9%, respectivamente. El mismo año, el Ministro del Interior socialdemócrata de Renania del Norte-Westfalia informó que el 56% de los altos funcionarios de su policía procedían del partido nazi (NSDAP) y de las SS.

La campaña contra los comunistas se mantuvo pese a que la influencia comunista iba descendiendo claramente en Alemania Occidental. A partir de 1953, el KPD ya nunca superó el 5% de los votos en las elecciones, pero los comunistas y sus simpatizantes siguieron siendo objeto preferente de la policía y la justicia, con cerca de 100.000 sumarios, fiscales y policiales, abiertos entre 1951 y 1961.

La judicatura ofrecía un panorama similar; en Baviera el 81% de los jueces tenían un pasado nazi, mientras que en Württemberg-Baden, el 50%. “En Hesse”, me explicó Flechtheim, “los norteamericanos nombraron a un conocido mío para que buscara jueces sin antecedentes nazis. Consiguió reunir a una cuarentena, a los que situó en los puestos más altos. Luego, la administración de justicia pasó a manos alemanas y después de un año, de aquellos cuarenta sólo dos permanecían en su puesto: los demás habían sido relegados a puestos de poca monta, en el registro de propiedad y similares”.

En 1949, las directrices de la Alta Comisión Aliada insisten todavía, en un tono que ya parece de desesperación, en que, “la organización de la policía no se centralice de tal forma que suponga una amenaza a la forma democrática de gobierno”. Pronto se vería que ese propósito, así como en general el de reformar la burocracia de Estado de la Alemania ocupada, fracasó, en parte debido a las dificultades de una política desbordada por las urgencias y prioridades de la reconstrucción de un país que estaba literalmente en ruinas, en parte por las resistencias del objeto de esa reforma, y en parte también por la consideración, expresada en una publicación del Departamento de Estado norteamericano de 1947, de que una enérgica desnazificación habría tenido, “consecuencias revolucionarias para la vida política y económica del país”.

Francotirador y humanista
Los procesos de Francfort que Bauer inició, fueron una pequeña excepción en ese contexto restaurador. Condenar a algunos de aquellos 27 monstruos, aunque fuera a penas leves por prescripción, tuvo una gran importancia. Para hacerse una idea del ambiente, en los procesos los acusados fueron saludados militarmente por algunos de los policías cuando pasaban delante de ellos en la misma sala de la Audiencia de Francfort, y Bauer, que era el fiscal, recibió amenazas e insultos durante aquellos juicios.

En el contexto de la Alemania de Adenauer, Bauer era un democratizador genuino, un hombre que no estaba interesado en la venganza sino en la justicia y el arrepentimiento –era un adversario de la pena de muerte- y que creía fervientemente en la redención de Alemania, asunto en el que cifraba todas sus esperanzas en la juventud. El movimiento de 1968, que en Alemania fue más profundo que en Francia y derribó culturalmente gran parte de aquella herencia, le dio la razón en lo que tuvo de ajuste de cuentas generacional con los nazis y la cultura que había hecho posible el nazismo. Bauer fue un precursor.

En 1962 su ensayo, “Sobre las raíces de la acción nazi” debía ser distribuido en las escuelas de Renania-Westfalia, pero el Ministro de Cultura del Land, Eduard Orth, lo prohibió. Emplazado para una discusión pública con Bauer, Orth declinó acudir, pero envió en su lugar a una joven promesa de su partido. Se llamaba Helmuth Kohl y en el debate con Bauer, el joven Kohl defendió la idea de que aun era “demasiado pronto para hacer un juicio moral sobre el nazismo”.

Una muerte oscura
El jurista distinguía tres sujetos en el origen del nazismo;

primero, los nazis que propugnaban ideas y actitudes nazis, una minoría importante.

Segundo, la gente autoritaria y cruel educada en el militarismo prusiano y en la tradición de Lutero.

Tercero, la gran masa de obedientes, conformistas y oportunistas”, decía.

Unos y otros, coincidían en que el humanismo, la compasión y la solidaridad, son síntomas de flojera e ingenuidad mental, una idea que ahora la nueva derecha hace suya con el concepto “buenismo”, explica Ilona Ziok, la directora que le ha dedicado a Bauer un largo documental. Con ese discurso y actitud, Bauer fundó, en 1961, la “Humanistische Unión”, la organización de derechos humanos más influyente de la moderna Alemania cuyo objetivo era, “la liberación de las ataduras de la obediencia automática al Estado”, que llevaron a Alemania a tan funestos resultados.

El Fiscal de Hesse trabajaba a contracorriente. Quien marcaba la línea era Eduard Dreher, el encargado de la reforma del código penal en el Ministerio de Justicia a partir de 1954. Fue Dreher quien impuso la prescripción para los crímenes de “complicidad con asesinato” que liberó de toda responsabilidad a los nazis y tuvo el efecto de una amnistía. Las medidas de gracia de los años cincuenta tuvieron por resultado que a final de aquella década todos los nazis condenados por tribunales de guerra se encontrasen en libertad sin terminar condena. Nada más lógico si se recuerda el pasado de Dreher, que en 1943 había sido fiscal especial en Innsbruck, encargado de revisar sentencias a cadena perpetua para convertirlas en pena capital, lo que envió a centenares de “delincuentes políticos” a la muerte. Bauer, al contrario, fue el reformador del derecho penal y de la legislación penitenciaria alemana y el luchador por una valoración apropiada del Holocausto. “Por todo eso fue visto como adversario y enemigo”, afirma Ziok, que dice haber encontrado “muchas dificultades” para financiar su película, dos veces rechazada por el Ministerio de Cultura.

Fritz Bauer murió a finales de junio de 1968. Encontraron su cuerpo en la bañera de su casa, en lo que se dijo pudo ser suicidio o accidente. Que un hombre tan tenaz y voluntarioso cometiera suicidio, es poco creíble. “Mucha gente cree que fue asesinado, pocos creen que fue suicidio o accidente”, dice Ziok. No hubo autopsia. “Toda la documentación sobre su muerte desapareció en el incendio de un archivo jurídico de Francfort”, explica la directora.

Gracias, sobre todo, a las presiones de abajo del movimiento de 1968, Alemania emprendió un considerable examen de conciencia sobre su pasado nazi, que hoy continúa. La ventaja de Alemania respecto a Japón, país que aun hoy honra como patriotas a sus criminales de guerra, es enorme y manifiesta. Al mismo tiempo, Alemania y Japón tienen en común el haber prácticamente anulado la gran ventaja moral que extrajeron de su condición de derrotados en la Segunda Guerra Mundial, al legalizar hoy la utilización de sus fuerzas armadas fuera de sus fronteras, que sus respectivas constituciones complicaban.

Fuente: Blog de Rafael Poch: https://rafaelpoch.com/


martes, 9 de octubre de 2018

Cold War. Qué belleza sobre los amores difíciles. Pawel Pawlikowski tiene la capacidad de crear imágenes inolvidables.

Pawel Pawlikowski: “Parece siempre imposible, pero al final el amor es hermoso”

BOYERO

Es una sensación mágica y por lo tanto escasa. Ocurre al finalizar determinadas películas. Es imposible que abandones la sala hasta el último título de crédito, flotas, estás removido, la historia que te han contado te impregna, esos personajes, esas imágenes, esos sonidos te van a acompañar durante mucho tiempo, es un placer intimo y solitario, solo podrías compartirlo con alguien muy cercano o muy cómplice. Me ocurrió con Ida, la anterior película de un polaco singular llamado Pawel Pawlikowski, un director que parece de otro tiempo, de un cine filmado en maravilloso blanco y negro, sugerente hasta el dolor, misterioso, sutil. Me impresionó tanto aquella novicia en un convento de clausura que sale al mundo para descubrir el horror con el que fue machacada su auténtica y desconocida familia, aquella jueza legendaria por su implacable caza de brujas durante el estalinismo, desesperada, alcohólica, promiscua, cínica, que sin hacer aspavientos ni implorar piedad se lanza un día por la ventana, la atmósfera que desprendía cada escenario y cada plano, que me hacía esperar con ansiedad (pero también con un poco de miedo) su siguiente película.

Se titula Cold War y es otra obra maestra. Pawlikowski retorna al pasado, a un tiempo asfixiante y represor en la Polonia de la posguerra, para narrar un amor tan volcánico como desgarrador, al que las circunstancias imponen el ni contigo ni sin ti, y que se desarrolla entre 1949 y 1964. Él es un músico contratado por el Gobierno para adaptar el folclore ancestral y primitivo (producto del sufrimiento y la humillación, pero que también otorgaba alegría, cuenta alguien) al triunfo del proletariado, la reforma agraria y la glorificación del timonel Stalin. Ella canta y baila, es voluptuosa de forma natural, intentó cargarse a su padre porque alguna vez la confundió con su madre, quiera hacer carrera.

Son dos instintivos profesionales de la supervivencia en tiempos difíciles. Él se exiliará y se buscará la vida tocando el piano en París. Ella se afianzará en su arte representando las esencias del alma eslava al servicio del nuevo mundo impuesto desde Moscú. Y ambos tendrán amantes, parejas, líos, pero seguirán soñando con sus furtivos reencuentros, con algo tan imposible como la continuidad, un futuro juntos, el mantenimiento de la plenitud. Y surgirán las broncas, los celos, el enloquecimiento, la desolación. También la certeza de que la vida no vale nada si no pueden estar juntos.

Desde el insólito arranque, mostrando los cantos y los exóticos instrumentos musicales de la tradición más remota, hasta, en uno de los desenlaces más hermosos, románticos y trágicos que he visto en el cine, esta película resulta imprevisible, poderosa, lírica, compleja y veraz. La capacidad del director para crear imágenes inolvidables, recrear ambientes, expresar sensaciones con miradas, tonos de voz y pequeños gestos, hacerte vivir la música (desde las canciones populares al jazz, desde el rock a la música clásica), dirigir actores y actrices, lleva la marca del clasicismo.

Y el clasicismo sirve para transmitir emociones universales, retratar un mundo sin que nada falte ni sobre, sentir como algo tuyo lo que le ocurre a unos personajes de ficción. Pawlikowski dedica Cold War a sus padres y ha dado a entender que en su argumento hay muchas cosas que se ajustan a la vida real de la gente que le engendró. Quiero pensar que se sentirían conmovidos con la belleza, la pasión y la tristeza que desprende la película de su hijo.

COLD WAR

Dirección: Pawel Pawlikowski.

Intérpretes: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc, Agata Kulesza, Cédric Kahn, Jeanne Balibar.

Género: drama. Polonia, 2018.

Duración: 88 minutos.

Pawel Pawlikowski: “Parece siempre imposible, pero al final el amor es hermoso”

lunes, 6 de febrero de 2017

León, Lion. Película que muestra las desigualdades entre países. En concreto entre India y Australia. Y de paso muestra la buena voluntad de algunas familias australianas,...


La están poniendo en el cine conquistadores, la recomiendo. Se puede ver.
El parecido del interprete principal que hace del personaje adultos en la película con el héroe Macedónico se aprecia en este retrato de Alejandro El Grande

Frases de Alejandro Magno

lunes, 28 de noviembre de 2016

La cura de Yalom. La vida del prestigioso psicoterapeuta Irvin Yalom llega a los cines en forma de película autobiográfica.

Todos somos criaturas de un día, tanto el que recuerda como el recordado.
Todo es efímero, tanto la memoria como el objeto de la memoria.
Está por llegar el momento en que habrás olvidado todo; y está por llegar el momento en que todos se habrán olvidado de ti.
Piensa siempre que pronto no serás nadie y no estarás en ningún lado.
Marco Aurelio.
Meditaciones. 26-04-121 DC, 17-03-180, DC.


"No me gusta trabajar con pacientes que están enamorados. El buen terapeuta combate la oscuridad y busca la iluminación, mientras que el amor romántico se sostiene en el misterio y se desmorona ante la inspección. Y yo odio ser verdugo del amor." Irvin Yalom.


Irvin Yalom es uno de los psicoterapeutas más conocidos e influyentes de nuestro tiempo. Un prestigioso académico y existencialista, autor además de varios bestsellers como El día que Nietzsche lloró (1992) o la más reciente “Criaturas de un día” (2015), que ha sido uno de los grandes éxitos de ventas de la Feria del Libro de Madrid.

Presentada en el último Festival de Locarno, La cura de Yalom se estrena en España precedida por su gran éxito de público en Alemania, Suiza, Grecia, Austria y más recientemente en Francia.

Narrada en primera persona por el propio Irvin Yalom, La cura de Yalom nos descubre su vida, su profesión como psiquiatra y psicoterapeuta, sus inquietudes, su forma de entender el mundo y la terapia,… En sus primeros años como profesional de la medicina Yalom descubrió que se sentía incómodo dentro de la rígida praxis de la psicoterapia, y en ese momento inició un profundo viaje existencialista y de experimentación a través de distintas formas de terapia alternativa cuyo objetivo fundamental era aumentar la sensibilidad de los terapeutas con respecto a cuestiones existenciales de primer orden. Para Yalom los conflictos internos que nos atormentan no son sólo atribuibles a la lucha con nuestras pasiones rebeldes y nuestros recuerdos traumáticos interiorizados, sino que siempre se deben a nuestra confrontación con las condiciones básicas de la existencia, incluidas la muerte, la búsqueda del sentido de la vida, el aislamiento y la libertad.

Con un amplio bagaje periodístico y gran experiencia como documentalista, la directora suiza Sabine Gisiger, que superó una crisis vital gracias a las enseñanzas de Yalom, se planteó La cura de Yalom como una película que debía trascender las fronteras de una biografía clásica, adentrando al espectador en un apasionante e inspirador viaje emocional en el que pudiera beneficiarse de la sabiduría y reflexiones del profesor Yalom.

¿Qué ha dicho la crítica de La cura de Yalom?
En LA CURA DE YALOM su fuerza radica en hacer universales inquietudes que parecen íntimas e individuales. Sabine Gisiger nos ofrece un recorrido a través de la vida de este hombre fuera de lo común, mostrando la figura pública pero también dejando ver su “yo” más íntimo. La realizadora nos revela con ingenio la complejidad de esa dicotomía entre imagen profesional y vida privada (su rol como esposo, padre y guía espiritual), haciéndonos olvidar el presente y llevándonos a un mundo donde la temporalidad no existe.

LA CURA DE YALOM es el magnífico relato de la vida de un sabio, de un erudito que conecta con su audiencia gracias a la sencillez, el humor y la humildad. Una película que no deberías perderte, aunque sólo sea por el bienestar de tu alma.


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miércoles, 25 de mayo de 2016

El matemático al que los dioses susurraban fórmulas imposibles. Una película relata la vida de Srinivasa Ramanujan, un matemático indio autodidacta que revolucionó esta ciencia a principios de siglo.

En 1913, el matemático G. H. Hardy recibió una carta con un contenido increíble. El autor era un joven indio, Srinivasa Ramanujan, capaz de producir fórmulas inverosímiles pese a no haber recibido una educación formal en matemáticas puras. Aunque al principio respondió con escepticismo, Hardy acabó llevando a Ramanujan desde Madrás, en el sur de la India, al Trinity College de Cambridge (Reino Unido) para tratar de desentrañar el secreto de aquel genio autodidacta.

Aquel fue, según diría después Hardy, el único suceso romántico de su vida. Su encuentro sirvió para mostrar al mundo trabajos como las fórmulas que permitían calcular a gran velocidad los infinitos decimales del número pi. Hoy, un siglo más tarde, el legado de la breve vida de Ramanujan sigue influyendo en matemáticas, física o computación.

La historia de ese encuentro es la que se cuenta ahora en El Hombre que conocía el infinito, una película que se estrenará el 13 de mayo y que protagonizan Jeremy Irons (Hardy) y Dev Patel (Ramanujan). Desde sus orígenes, se relata este encuentro improbable, entre un indio religioso, casado con una niña de 10 años y practicante de una religión que no le dejaba cruzar el mar, con un racionalista ateo miembro de la élite intelectual eurocentrista de la época.

“No creo en la sabiduría inmemorial de Oriente, pero creo en ti”, le dice en un momento Hardy a Ramanujan. El indio sentía que un ser superior, su diosa, le susurraba las fórmulas que resolvían problemas imposibles. Hardy, fascinado por su talento natural, trataba de que él mismo reconstruyese el camino por el que alguien sin su inspiración pudiese llegar a las mismas conclusiones.

Además de los retos científicos, la película muestra el rechazo al que tuvo que enfrentarse Ramanujan en Inglaterra. Solo el empeño de Hardy, y el apoyo de unos pocos miembros del claustro del Trinity como J. E. Littlewood, le permitieron ser reconocido en un mundo que aún justificaba el colonialismo en la existencia de razas inferiores como las del matemático indio.

El ejemplo de Ramanujan puede utilizarse para apoyar la hipótesis de que el lenguaje matemático es algo inscrito en el cerebro de todos los seres humanos. Como Mozart hacía con la música, Ramanujan tenía la capacidad de hacer brotar de su interior fórmulas que sirven para explicar la naturaleza. Millones de años de evolución habrían creado las estructuras neuronales que sirven para entender el mundo y, en el caso de Ramanujan, permiten describirlo con las ecuaciones más sofisticadas.

El brillo del matemático indio fue breve. Sus resultados y el apoyo de Hardy le llevaron a la Royal Society y a ser miembro del claustro del Trinity College, pero no disfrutaría mucho de esos honores. En 1920, con 32 años y solo siete después de la carta que le llevó a Inglaterra, una tuberculosis que algunos atribuyen en parte a su trabajo extenuante acabó con su vida.

http://elpais.com/elpais/2016/04/29/ciencia/1461947303_754418.html?rel=lom


El hombre que conocía el infinito (Biografía,Drama)