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martes, 11 de julio de 2017

Belén Gopegui. ¿Qué es más importante: la historia o las palabras que surgen para contarla?

Hay escritores y escritoras que huyen de los focos, de la fama, incluso de los entrevistadores. Belén Gopegui (Madrid, 1963) es una de ellas. Pese a la insistencia de que una conversación alrededor de un café permite un tipo de entrevista más cálida y cercana, Gopegui no cede. Su negativa es amable, desde una timidez que desarma, pero inflexible. Tras un intercambio de varios correos electrónicos, este periodista envía unas preguntas que quizá jamás hubiera formulado en una entrevista presencial. Quedan en el limbo las no pronunciadas, las ni siquiera pensadas. Me gustan las entrevistas que fluyen, que se dejan llevar, que parecen tener vida propia. Son las mejores si quien está enfrente no es un político.

¿Qué es más importante: la historia o las palabras que surgen para contarla?

No hay forma de separarlas.

¿Cómo nace en usted una novela? ¿Un chispazo, una frase, una historia, una noticia? ¿Existe un patrón o cada libro es diferente?

En general por sedimentación. Aquel acarreo de materiales que estudiábamos con respecto a los ríos, las imágenes, las historias, las voces se van depositando y un día necesitas contarlo todo.

Cuando se pone a escribir una historia, ¿existe un plan definido, un mapa de la novela, una hoja de ruta más o menos precisa, o se deja llevar?

Como he contado otras veces, escribir se parece a pintar algo para saber cómo es, con la aparente contradicción que implica: quieres contar, o pintar, algo determinado, y a la vez esperas durante el proceso saber mejor qué es lo que estás queriendo pintar o contar.

Antonio Lobo Antunes sostiene que cuando se termina una novela comienza la búsqueda de la novela debajo de la hojarasca, que el escritor se transforma en un ebanista, en un pulidor de su propia historia. ¿Está de acuerdo?

Cada persona tendrá sus métodos. Por mi parte, suelo preferir ensamblar piezas ya terminadas. Escribir es un proceso mental y físico y a veces no se trata tanto de pulir como de romper y comenzar.

Javier Marías, en cambio, afirma que cuando da por terminado un párrafo ya no lo toca. Saramago escribía dos folios al día y Graham Greene ocho horas, saliera lo que saliera. ¿Cómo es su manera de trabajar? ¿Corrige mucho?

'El comité de la noche' es el último libro de Belén Gopegui Tenía entendido que Greene trabajaba con un número de palabras que debía alcanzar, pero imagino que iría cambiando en distintas etapas de su vida. En mi caso, la vida diaria se entromete, se trata de buscar el tiempo posible de escritura en cada momento. ¿Corregir? A veces escribo fragmentos íntegros, otras los voy limando.

Su última novela, ‘El comité de la noche’ (Literatura Ramdom House), tiene como fondo el negocio de las farmacéuticas, el comercio de la sangre y la salud. Es un tema de actualidad: los límites morales del negocio.

Es un tema que también viene de lejos, aquello del fetichismo de la mercancía, del valor de uso y el valor de cambio, vender y venderse. Cierto que, a medida que pasa el tiempo, el capitalismo necesita ampliar mercados y arrasar nuevos límites. Es un proceso de expansión acelerado que, paso a paso, negocio a negocio, invade y ocupa todos los espacios, todas las imaginaciones. Por otro lado, la mayoría de las novelas tratan de un tema común, cómo vivir, y a veces, cómo poder vivir.

¿Por qué las farmacéuticas no investigan en medicinas para pobres, tratamientos contra la malaria o el ébola?

Supongo que lo sabemos, ¿no?

Un intelectual, los escritores lo son, ¿deben tener compromiso social? ¿Dentro o fuera de sus escritos? ¿Ese compromiso dentro de la novela estropea o impulsa la novela?

¿Hay alguna persona que pueda no tener vínculos de compromiso con su comunidad? No, es imposible. ¿Es mejor desarrollar esos vínculos colaborando en colectivos, escribiendo artículos, hablando de lo que habla, escribiendo novela para olvidar los golpes de la vida, o para intentar aprender a parar los que puedan pararse, o para justificarlos? Mejor para quién, mejor según qué se necesite. En todo caso, también sería curioso preguntarnos si el hecho de que a un personaje no le guste el brócoli estropea la novela, o si hablar, pongamos, de Toronto, estropea la novela, o si la estropea hablar de la amistad o de Boris Vian o de la Primera Guerra Mundial, etcétera.

Pienso en Hertha Müller y en su libro ‘Todo lo que tengo lo llevo conmigo’, y en Danilo Kis y su novela ‘Una tumba para Boris Davidovich’. Son puñetazos en la conciencia. Por no hablar de ‘Archipiélago Gulag’, de Aleksandr Solzhenitsyn.

La editora Elsa Aguiar ha escrito: "quienes editan", y yo diría también quienes escriben y publican, "obran siempre como" colaboradores necesarios de la reproducción de normas que cada obra lleva consigo de forma más o menos implícita o explícita. Las obras culturales nunca se limitan a describir: siempre, además, prescriben porque las normas sociales implícitas se adquieren por absorción de discurso social, ya sea en forma de literatura, de anuncios, de cine, o de conductas cotidianas". Creo que sus palabras son aplicables tanto a las novelas que usted cita como a otras de amor y lujo, las metaliterarias, la Bibilia, y demás narraciones públicas. Después hay que ver qué describe y prescribe cada una y con qué procedimientos.

¿Tiene algo que ver el periodismo con la literatura, o los periodistas que se pasan de bando ya eran escritores camuflados, como García Márquez o Hemingway?

Prefiero el verbo estar pues atañe a lo que hacemos, y según lo que hagamos y cómo lo hagamos seremos una cosa u otra. El periodismo da la noticia, la novela procura construir o ampliar la experiencia, pero ambas actividades no están completamente separadas.

Ha estallado una gran polémica en Alemania y Francia con el último libro de Martin Amis, ‘The Zone of Interest’. Es una trama amorosa en un tono de comedia ligera dentro del campo de Auschwitz. ¿Hay límites o el límite es la autocensura?

El dilema, a mi modo de ver, no debería estar en los temas sino en el blanco, en la correlación de fuerzas. Si el humor va dirigido contra el más débil, es menos humor que prepotencia.

¿Cómo vive la España actual, la de los recortes, los desahucios, la corrupción? ¿Le afecta como escritora, como mujer?

Creo que la España actual viene, una vez más, de lejos. Vivo en ella, me afecta, claro.

¿Están las mujeres escritoras en España castigadas por la desigualdad salarial, o solo depende de la previsión de ventas?

El salario está en relación con otros elementos entre los que destaca la fuerza de quienes lo cobran y, en el mundo de la cultura y en otros, su llamado capital simbólico que no sería sino una parte más de esa fuerza. En la medida en que las mujeres no han acabado aún con el patriarcado, su salario sigue estando condicionado por esta relación de fuerza desigual, además de por las relaciones de clase y otras relaciones de poder. En el caso de la escritura, hay discusión acerca de si podemos llamar salario a lo que cobra un autor. Pero lo sea o no, las mujeres que escriben, no sólo libros, también artículos y otras colaboraciones, lo hacen en un sistema patriarcal, y eso tiene consecuencias.

En España la mayoría de los lectores son mujeres.

Lo que vendría a significar que en España la mayoría de los lectores son lectoras, un malabarismo más al que nos obligan las reglas no neutrales del idioma. No conozco esos datos, no sé si distinguen o discriminan entre quienes leen en las bibliotecas, quienes compran libros, quienes leen en la red. Los estudios de las prácticas de lectura suelen ser imprecisos. Tampoco creo que leer sea en sí mismo significativo si no lo vinculamos a qué se lee y para qué.

Existe una literatura de mujeres o no cree en los adjetivos.

Existen marcas en los textos, por origen social, por experiencias vividas, por renta, por género, etcétera. En todos los textos. Unas se convierten en armas arrojadizas y otras no llegan a ser o sí según las épocas: hace años se hablaba de literatura católica, no se suele hablar de literatura de ricos aunque sí proletaria, tampoco se suele hablar de literatura de la mitad de la humanidad sino que algunos textos de una mitad son apropiados por el canon y otros, relegados o expulsados.

¿Escribir tiene horario o cuando una historia te habita en como un demonio que nunca sale?

Suelo convivir con la historia también cuando no estoy escribiendo.

Es posible que Internet y el libro digital acaben con el libro de papel, ¿cómo es su relación con el papel y con el libro digital?

Guardo mejor en la memoria lo que he leído en papel. En ocasiones, si necesito no llevar demasiado peso, uso dispositivos electrónicos para leer.

¿Ha leído alguno en una pantalla?

Sí.

Belén Gopegui ¿Sigue en la Fundación Robo? ¿En qué consiste su trabajo, su denuncia?

Participo, como muchas otras personas, en uno de los proyectos de la Fundación Robo además de ser oyente adicta de sus temas. Me interesó mucho esa idea de ir publicando periódicamente en la red canciones escritas en estos momentos de urgencia, además de versiones, adaptaciones, colaboraciones. Formo parte de Asalto, su "facción literaria" y mucho más inmadura pues si la música siempre ha tenido un componente colectivo y socializador, los últimos siglos han confinado la literatura a las paredes de las habitaciones. Asalto surgió con la idea de generar textos breves a los que acudir, angustias sofocadas que en lugar de conducirnos al hundimiento, movilizasen. Pero con las nuevas incorporaciones se espera que logren cuajar algunos proyectos narrativos más extensos y de elaboración colectiva.

Se considera una mujer de izquierdas, ¿qué significa ser de izquierdas hoy, tras el hundimiento de la URSS, la visualización de que en Europa del Este no había paraísos sino dictaduras y la crisis de la socialdemocracia?

Bueno, su descripción me parece discutible. Diría que, por un lado, antes de conformarse con el calificativo de dictadura para los intentos de poner en práctica el socialismo, conviene tener presente la enumeración de Carlos Fernández Liria cuando señala cómo en todo el siglo XX no hubo un solo ejemplo de victoria electoral de quienes propugnaban salir de capitalismo que no fuera seguida de un golpe de Estado o de una interrupción violenta del orden democrático; ni uno solo en el que se mostrara que opciones comunistas o verdaderamente socialistas tenían derecho a ganar las elecciones, así: "Guatemala en 1944 y 1954, Indonesia en 1965, Brasil en 1964, Chile en 1973, Irán en 1953, República Dominicana en 1963, Haití en 1990 y de nuevo en 2004, Nicaragua en 1990, Argelia en 1992, España en 1936, o la red Gladio en Italia y parte de Europa".

De igual modo pienso que en los intentos de socialismo hay, como en nuestras llamadas democracias, paso del tiempo, contradicciones, partes, virtudes, ataques, defectos, y que en nada nos ayuda descartarlos con una palabra sin analizarlos y valorar lo bueno y descartar lo malo. Un leve matiz: ¿le preguntaría usted a un escritor si se considera un varón de izquierdas, o simplemente un hombre o una persona de izquierdas? Por otro lado, importa menos lo que una persona se considere a sí misma que lo que sus acciones manifiesten. En cuando a las ideas políticas, tanto el marxismo como el ecofeminismo me parecen imprescindibles.

Volvemos a la literatura: ¿ortodoxos o heterodoxos?

Depende de que las normas que se quieran romper o seguir se juzguen buenas o no.

¿Y en política, personas del régimen o disidentes?

"Su propia vocación", decía Graham Greene, conduce al escritor a ser católico en una sociedad protestante, a ser comunista en una sociedad capitalista...", estoy de acuerdo en parte. Sin embargo, la llamada vocación no puede nublar el criterio y habrá ocasiones en que disentir sea estar a favor de lo que se juzga malo, y asentir de lo bueno.

Si tuviera que elegir un modelo: Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia o Brasil.

¿Quién me haría tener que elegir y por qué?

¿Se siente estafada por las tarjetas en negro? Ese asunto tiene otra novela.

Más allá de la hipocresía y el engaño de quienes defienden el respeto a la propiedad privada y jamás respetan la propiedad pública, creo que si las organizaciones ligadas a proyectos emancipadores siguen manteniendo vínculos no sólo con quienes usaron tarjetas, sino con quienes presidieron fundaciones opacas, etcétera, se hundirán con justicia y sin remedio.

Escribir ficción permite vengarse de la realidad.

No, permite indagar en formas y caminos que a veces calman y a veces proporcionan visiones, momentos de intensidad y de alegría, incluso leves instrucciones para defenderse de lo que nos hacen y para cambiarlo.

Después, con la excusa de las fotografías, Gopegui accede a un encuentro breve en la cafetería de La Casa Encendida. En él explica que odia los coloquialismos, que no es capaz de leerse después, que siente vergüenza. Nada de entrevistas en televisión, pocas en radio. “Desde que existe el podcast tampoco me gustan. No es como antes, que se radiaba y ya está, ahora quedan; tres meses después puedes seguir escuchándote. No desaparecen”. Belén Gopegui vende suficientes libros para poder esquivar las promociones. “Si eres actriz tienes que estar bajo los focos, pero no es necesario para escribir”.

Para ella, escribir es un asunto solitario y esa soledad no concluye con la publicación. Bebe un té durante la conversación que fluye por otros derroteros, como el lenguaje y el machismo. Le digo que esa podría haber sido la entrevista. “Para el próximo libro; me ha convencido”, afirma desde una sonrisa. De momento tenemos este: El comité de la noche (Literatura Random House). Para el siguiente habrá que esperar.

martes, 28 de marzo de 2017

No lo explique, ¡cuéntelo! Saber narrar historias puede ser la mejor arma para conseguir un trabajo o relacionarse con los demás. Solo hay que tener claro cuál es el mensaje y dejarse llevar.

ANNA PARINI

Cuando no existían las empresas, ni las marcas, ni los psicólogos, y solo había hogueras y humanos alrededor, ya hacíamos uso del arte de la narración para transmitir valores, ideas o proyectos.

Es lo que ahora se conoce como storytelling (narración, en inglés). Y si este arte ha permanecido, por más que algunas cosas hayan cambiado tanto, es porque nuestro cerebro se implica de forma diferente cuando explicamos una historia que cuando nos limitamos a enumerar acontecimientos. Por ejemplo, al leer simples datos se activan en nuestro cerebro solamente las partes del lenguaje encargadas de descifrar su significado. Sin embargo, cuando esas mismas referencias forman parte de un relato o de una metáfora que va más allá de la mera descripción, también se activan las partes que el cerebro usa cuando estamos viviendo una experiencia real.

Las historias consiguen involucrarnos, nos emocionan, desarrollamos una mayor empatía, así como habilidades sociales complejas. Además, consiguen que el mensaje perdure, se entienda mejor e incluso que se esté más dispuesto a actuar.

Estos valores nos pueden ayudar, por ejemplo, en una entrevista de trabajo donde tenemos que explicar nuestra trayectoria y convencer de que somos el candidato ideal para el puesto. También pueden ser útiles para aconsejar a un buen amigo o para liderar un grupo de trabajo. Sea como sea, el arte del storytelling es un arma poderosa.

El marketing ha descubierto los beneficios de contar historias. En un mundo saturado de mensajes y clichés, el poder de un cuento es algo que las empresas no están dispuestas a desperdiciar. La ciencia, además, ha corroborado que las palabras son muy parecidas a la magia. Tal vez por eso los conjuros y los hechizos se construyen con palabras. Y tal vez por eso también debemos saber usarlas, combinarlas e hilarlas para que digan lo que queremos decir. Para que nos ayuden a explicarnos y a ser entendidos.

Puede que el nombre de Andrew Stanton no nos suene demasiado. Sin embargo, si decimos que es el guionista de las tres entregas de Toy Story y de Wall-E, entre otras maravillas del cine de animación, seguro que despierta en usted una gran simpatía. Stanton ha sido uno de los responsables de actualizar la narrativa actual. Es difícil escapar del embrujo que generan algunas de las obras maestras de la factoría Pixar. De repente, el cine infantil conectó no solo con los niños, sino con la infancia que espera agazapada dentro de cualquier persona. Y si pudieron conseguirlo fue por esa manera tan original de contar las historias de siempre.

La fórmula secreta de Pixar permaneció bien guardada hasta que en 2012 Stanton dio una conferencia en una charla TED (tecnología, entretenimiento y diseño) titulada Las claves de una gran historia. En aquella exposición, el cineasta compartió su manera de ver el storytelling. En síntesis, Stanton explicaba los caminos para mantener a la tribu alrededor de la hoguera, atentos y con ganas de saber qué pasará después. Nosotros, en nuestro día a día, también podemos usar algunas de las técnicas del guionista estadounidense. Porque a todos nos gusta contar lo que nos ha pasado en el trabajo. O la anécdota que acabamos de vivir en el autobús. O que nuestro jefe tenga en cuenta nuestros puntos de vista… Lo importante es que cuando tengamos que explicar algo, con la intención que sea, no lo expliquemos.
Contémoslo. Para que nuestras historias cuenten para los demás, es bueno seguir algunos consejos.

Un principio y un final.
Narrar es como contar un chiste. Para que tenga gracia, hay que tener claro cómo se empieza y cómo se acaba. Es posible dejarse llevar durante el desarrollo, pero el principio y el final no se improvisan. Hay que tenerlos en mente y estar preparados para provocar el efecto deseado.

Empiece con una promesa.
Porque todo relato es una esperanza. No se trata de mentir ni de exagerar, sino de extraer lo excepcional que encierra cualquier acontecimiento para que el interlocutor nos preste algo tan valioso que nunca se da: su atención.

Haga que le importe.
Esta es una de las reglas de oro de Pixar. Andrew Stanton nos anima diciendo: “Quizá sea el mandamiento más grande de la narrativa. Por favor, ¡haz que me importe! En lo emocional, en lo ­intelectual, lo estético…, haz que me importe. Y todos sabemos qué es lo que no nos ­importa”. Al final, no somos tan distintos. Si miramos dentro de cada uno de nosotros, sabremos ver no solo qué es interesante explicar y qué no, sino cómo sería interesante contarlo.

2+2 es muy distinto que 4.
Es decir, hay que involucrar al otro, y para ello es necesario ir dejando espacio a su inteligencia. No es conveniente resolver todo el misterio de golpe.

Use lo que sabe. O lo que vive.
Todos tenemos a nuestro alrededor personas que siempre tienen algo que contar. En la gran mayoría de los casos no es que hayan vivido más, simplemente han estado más atentos a las cosas. Si hacemos lo mismo, nuestra vida será un pozo sin fondo de historias de todo tipo.

Además de pensar lo que se quiere narrar y darle una estructura interna al relato, para convertirse en un gran contador de historias hay que usar todos los recursos que tenemos a nuestro alcance.

El cuerpo. Tiene su propio lenguaje.
Si no se usa más, sobre todo al hablar en público, es porque es fácil cohibirse. ¡Fuera complejos! Dejémonos llevar por la narración. El cuerpo rea­ccionará por sí mismo y será capaz de completar las sutilezas que a veces se le escapan a las palabras.

Los ojos.
Hay que mirar a los demás. La expresión de la cara se ilumina con una mirada cargada de intención.

El tono de voz.
Básico para darle valor a las palabras. Alzarlo o bajarlo. Acelerarlo o ralentizarlo. Lo ideal es cambiarlo cuando aparezcan nuevos personajes en nuestro relato. Le podemos poner intensidad o, simplemente, interrumpir con un silencio. Un excelente relato acompañado por una buena interpretación de tono es un artefacto infalible.

Si se tienen en cuenta todas estas cosas, es más que probable que descubramos el increíble poder de conexión que hay en las narraciones. “Cada una de ellas confirma alguna verdad que profundiza nuestra comprensión de lo que somos como humanos. Nos encantan las historias. Nacimos para esto. Las historias afirman quiénes somos. Todos queremos confirmar que nuestras vidas tienen sentido. Y nada nos reafirma más que conectarnos mediante historias. Porque pueden atravesar las barreras del tiempo: pasado, presente y futuro; y nos permiten experimentar las similitudes entre nosotros y con los demás, reales e imaginarias”, sostiene Stanton.

Hay que empezar a comunicarse a través de historias. Dejar de explicar meros hechos, más o menos aburridos. Da igual que los relatos puedan ser escritos o hablados. Lo importante es que sean de verdad. Que hablen de nosotros y que, al hacerlo, nos hablemos a nosotros mismos. Pero también es fundamental escuchar los cuentos de los demás. Ya sea en directo, leyendo un libro, frente a la pantalla de la televisión o en una sesión de cine. Llenarse de buenas narraciones. De cuentos. De fábulas. Hacer un esfuerzo para estar cerca de los buenos narradores y dejarse llevar. Escuchar como lo hacíamos cuando éramos niños. Con los oídos, pero con los ojos también. Con todo el cuerpo.

Si hemos tenido la fortuna de estar en una sesión de cuentacuentos y nos hemos fijado en los niños, entenderemos que esa es la única manera de estar atentos a un relato. Con los ojos tan abiertos como si realmente fueran ventanas para que entre aire fresco.

El storytelling puede salvarle la vida Sherezade sabe que el sultán, después de pasar la noche en palacio, le cortará la cabeza. Pero ella tiene un plan. Empieza a contar un cuento fascinante que interrumpe justo al alba, con la promesa de desentrañarle el final durante la noche siguiente. Velada tras velada, Sherezade va enlazando historias: Aladino y la lámpara mágica, Simbad el marino, Alí Babá y los 40 ladrones… Así es como salva su vida y consigue su final feliz. Este clásico de la literatura universal ya nos advierte tanto de la importancia de saber contar cuentos como de la fascinación e influencia que son capaces de ejercer a todo tipo de personas.

PARA SABER MÁS
Libros
¡Será mejor que lo cuentes!
Antonio Núñez López (Empresa Activa)
Explica la técnica del storytelling. Aprenderá que su éxito personal depende de cómo cuente la realidad.
Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes
Christian Salmon (Península) Desvela cómo una buena historia es la nueva arma de distracción que los políticos utilizan para vender sus mensajes. Conocer su poder también es una buena manera de protegerse de él.

Películas
Trilogía Toy Story (Pixar)
Obra maestra del cine de animación para grandes y pequeños.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Un paseo por la Sevilla encantada. Un curioso 'tour' descubre historias ocultas y misterios de la ciudad hispalense

Sevilla tiene muchas caras y existen muchas formas de conocer cada una de ellas. La ciudad devota que se engalana en Semana Santa. La ciudad festiva que celebra la Feria de Abril cada primavera. O la ciudad encantada llena de supuestos espectros y experiencias paranormales.

Esa Sevilla es la que muestra la empresa Naturanda, que organiza cada fin de semana una ruta encantada por la ciudad. Para vivir esta experiencia turística hay que tomárselo con humor y estar dispuesto a entrar en un universo que aúna pasado, leyendas y arquitectura. La cita se celebra los jueves, viernes y sábados a las 22.00 horas en la plaza del Triunfo, a los pies de la Giralda y la Catedral. Su precio es de 5 euros por persona (los niños pagan 2 euros) y dura dos horas. Durante el trayecto un guía nos adentra en la Sevilla romana, árabe, judía y cristiana y nos ayuda a revivir hechos singulares que estremecieron a los habitantes de la ciudad, aunque hay anécdotas que nos arrancarán una sonrisa. Al fin y al cabo, no hemos cambiado tanto con el paso de los años y en materia de amor, envidia o celos descubriremos lo poco que se ha evolucionado.

Este particular tour hispalense tiene un total de 15 paradas en las que se descubren historias ocultas, misterios y hasta cuentos de fantasmas que todavía habitan en la ciudad. El recorrido permite incluso escuchar extraños ruidos de edificios como la Facultad de Bellas Artes, en cuyo sótano están enterrados los literatos Gustavo Adolfo Bécquer o Fernán Caballero (su nombre real era Cecilia Böhl).

Susona también es conocida como la calle de la Muerte./ PILAR BERNAL
La primera parada se sitúa en el barrio de Santa Cruz, donde nos adentramos en la calle de la Muerte (ahora Susona), conocida así por la trágica historia de una mujer judía que por salvar a su amante cristiano entregó a su familia a las autoridades. De allí se va a la plaza de Alfaro para contemplar la reja del diablo, cuyos barrotes no están soldados, pegados, ni atornillados, sino entrelazados como si fuese un tejido. La Casa de Murillo (Santa Teresa, 8) será el pretexto para escuchar la leyenda que cuenta cómo una gitana profetizó que el pintor moriría en una boda. Entre relatos llegamos a la Plaza de la Alfalfa, donde aún está el testigo, en forma de escultura en la pared, del rey don Pedro I, apodado el Cruel, y donde un viejo candil colgado de una ventanuca nos recuerda el duelo trágico en el que el rey hirió de muerte al caballero Guzmán.

En el camino hacia la calle Puente y Pellón nos llevan a casas encantadas que, según cuenta el guía, las inmobiliarias de la ciudad no consiguen vender ni alquilar, y que tienen en vigilia constante a los vecinos. La ruta concluye en la calle Laraña, en la que se encuentra la Milla de Oro de los fenómenos paranormales, formada por el antiguo Teatro Álvarez Quintero (hoy sede de la Fundación Cajasol), la Facultad de Bellas Artes y el restaurante Viandas, donde se pueden escuchar más historias de espíritus.

El mágico paseo concluye a medianoche, justo cuando las campanadas de las iglesias cercanas comienzan a sonar, momento ideal para tomarse unas copas en los baretos de la Alameda de Hércules y volver a la realidad.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Conectar con los más pequeños. "La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento"

"Cuando explicamos historias a los niños, además de enseñarles algún concepto, establecemos un fuerte vínculo afectivo" A menudo hablamos a los niños como si fueran adultos. Error. Hay que cambiar el código. Sustituir la explicación conceptual por la narración simbólica, por cuentos e historias. Echarle imaginación. Es eficaz y estimulante.

Cuando mi hija empezaba a leer, un día, libro en mano, me preguntó:
-Papá, ¿qué es generoso?
Se lo intenté explicar lo mejor que pude. Le conté que ser generoso consiste en dar a los demás, en compartir las cosas, en no quererlo todo para ti….
-¿Lo has entendido? -le pregunté.
Al tiempo que corría por el pasillo hacia su habitación, oí que me contestaba:
-Creo que sí.

Pasaron algunas semanas, y una tarde me volvió a preguntar:
-Papá, ¿qué era lo de generoso?
Batalla perdida, pensé. Quizá lo había entendido en su momento, pero evidentemente no lo había interiorizado, y por ello ya no lo recordaba. Probé con otra estrategia: en lugar de insistir con mis explicaciones, le conté una historia. Un ejemplo de generosidad de una persona muy cercana a ella: su abuela. Escuchó atentamente mi relato con los ojos abiertos como platos y con una gran sonrisa en sus labios. Yo noté que esta vez algo se estaba moviendo dentro de ella.

Algunos meses más tarde, volviendo de la escuela me dijo:
-¿Sabes, papá?, hoy en el cole hemos hablado de lo de ser generoso. Y yo les he dicho: "Como mi abuela".
Ahora estaba seguro: no sólo lo había entendido, sino que probablemente lo recordaría para siempre.
Conectando con los niños.
"La distancia más corta entre el hombre y la verdad es un cuento"
(Anthony de Mello)

Como adultos, estamos acostumbrados a comunicarnos mediante explicaciones conceptuales. Un código de comunicación que compartimos y que permite que nos entendamos perfectamente entre nosotros. Lo utilizamos cuando nos comunicamos entre adultos y, por extensión, lo utilizamos también con los niños. Pero la mente infantil es poco receptiva a este código. A los niños les cuesta entrar en el significado de los conceptos, y aunque los pueden entender, difícilmente los recuerdan por mucho tiempo. Las explicaciones conceptuales calan muy poco en sus mentes infantiles, y les llegan muy poco. Por eso nos parece que tenemos que repetirles doscientas veces las cosas para que las asimilen, cuando lo que ocurre es que no les interesa lo que les contamos. Y es que sin darnos cuenta, les hablamos en un código de adultos que los adultos entienden y comparten, pero que a ellos les es completamente ajeno.

Pero comunicarnos con los más pequeños no es difícil. Exige solamente un cambio de código. Hemos de abandonar las explicaciones conceptuales y cambiarlas por la narración simbólica, es decir, las historias, los cuentos, las metáforas, las vivencias, o cualquier otro recurso narrativo que se nos ocurra.

Podemos explicarle a un niño veinte veces la necesidad de comer verduras. Ni le interesará ni lo comprenderá realmente. Pero una buena historia, con un héroe alimentado de verduras (al más puro estilo de Popeye y sus espinacas), le transmitirá perfectamente la idea, y no lo olvidará fácilmente.

El poder de las historias
"La mente es una criatura metafórica" (Michael A. Arbib)
La mente de los niños es especialmente sensible a la fantasía. Y lo que es más importante, como son muy listos, son perfectamente capaces de conectar esta fantasía a su vida real aprendiendo de las historias.

Las historias comunican mucho más que las meras explicaciones. En primer lugar, porque el niño las visualiza, las imagina, las vive. Las hace suyas, atesorándolas y fijándolas en la memoria. En segundo lugar, porque conectan con sus experiencias y con todo lo que ocurre a su alrededor. El niño le da significado a la historia estableciendo precisos paralelismos con su vida. Las historias conectan con vivencias y realidades que son únicas e individuales de cada niño que las recibe. Y en tercer lugar, porque las historias mueven emociones, cosa que difícilmente hace una mera explicación. Mover sentimientos es una clave esencial para fijar el recuerdo. No sólo en los niños, también en los adultos, las cosas que sólo se entienden, se olvidan. Las que además se sienten, se recuerdan para siempre.

Cómo educar y transmitir valores
"Los cuentos son para los niños una parábola de la vida"
(doctor Eduard Estivill)

Los niños se encuentran inmersos en pleno proceso de desarrollo de su personalidad. Es un momento crucial para que entiendan el significado de determinados valores y para que den sentido a sus comportamientos. Es una etapa en la que necesitan información y quieren comprender el significado de muchas cosas que ocurren a su alrededor. Nosotros, como adultos, también nos vemos en la necesidad de explicarles muchas cosas que no son fáciles de explicar.

La separación de los padres de un amigo, la llegada al mundo de un nuevo hermano, un compañero de clase que viene de un país lejano y no habla nuestro idioma, la muerte de un abuelo… Hay mil cosas que vamos a tener que explicar a los niños porque son situaciones que ya están viviendo o que un día les tocará vivir.

A veces no sabemos ni cómo ponernos a ello. Sin embargo, es mucho más fácil de lo que parece. Tenemos que atender a su lógica. Los niños son extremadamente listos. Y tienen una lógica aplastante. El primer día que fuimos a esquiar, mi hijo de cuatro años andaba buscando la tele del telesilla: "¿Los telesillas no son sillas con tele?", me preguntó.

No caiga en la tentación de explicarle que tele significa lejos, que televisión es una visión remota o que telesilla son sillas que te permiten cubrir una cierta distancia. Conecte con su lógica y métase de lleno en su fantasía. Es usted quien ha de ir a su mundo, no traerlos a ellos al nuestro… todavía….

Nos basta con buscar, o inventar, una buena historia. Una historia que haga que el niño se meta en la situación que le queremos contar. Que la viva en su imaginación y la llene de fantasía. Si lo hacemos así, nos daremos cuenta de que las preguntas vienen solas e inmediatamente al término de nuestro relato, prueba de que la historia ha despertado en el niño lo que tenía que despertar.

Van a continuación tres estrategias para conseguir de los niños lo que tanto nos cuesta aplicando nuestro esquema:

1. Cuentos para transmitir afecto.
Cuando explicamos historias a los más pequeños, además de educarles o enseñarles algún concepto (si la historia está pensada para ello), obtenemos un beneficio adicional: establecemos un fuerte vínculo de afectividad. A través de un cuento compartimos con el niño un espacio de fantasía que él aprecia y valora especialmente. Y de alguna manera, nosotros mismos acabamos siendo parte de la historia. Porque el cuento tendrá los matices y la fuerza que le demos a través de nuestra entonación, de nuestra particular manera de contarlo. Eso genera mucha complicidad con los pequeños, que querrán que les repitamos el cuento una y otra vez, exactamente con las mismas palabras, con las mismas inflexiones, sólo para disfrutar del momento.

Es un efecto que, si nos paramos a pensarlo, no nos resulta ajeno. Porque es exactamente igual a lo que nos pasó a nosotros de pequeños con los cuentos de nuestros padres y que esperábamos con impaciencia cada noche.

2. Para mantener el recuerdo.
Es bueno que los pequeños conozcan a sus antepasados, que tengan una historia familiar y que conozcan toda la saga. Es bueno también que recuerden a los que ya nos han dejado y a los que han tenido un papel especial en sus vidas. Todo esto lo podemos contar también con las historias. Historias que haremos a medida y en las que los personajes y los héroes serán estos familiares a los que queremos recordar.

El recuerdo contiene siempre una importante dosis de distorsión. No nos debe preocupar aportar, además, una buena dosis de fantasía. Lo importante es asegurarnos de que lo mantenemos vivo.

3. Para establecer unas reglas.
Otro aspecto fundamental en la comunicación con los niños es el establecimiento de normas o pautas de conducta. También aquí el código que utilicemos será crucial.

Es difícil que un niño entienda que debe despertarse a las 7.15, que tiene que estar desayunando a las 7.35 y que a las 8.00 ha que salir hacia la escuela. Se lo podemos repetir cien veces, que no lograremos mucho. Y recordar las normas cada mañana, al tiempo que nos enfadamos porque vamos con retraso, no ayuda mucho. ¿Cómo puede hacerse cargo un niño de lo que significa todo esto? Hacer un juego de todo ello es mucho más efectivo. Marcar en el reloj de la cocina una gran línea roja, jugar a acercarse a la línea, hacer de los últimos minutos unos momentos de máxima expectación y premiar con un punto la victoria, convierte la norma en un reto. Y hará que la recuerden y, sobre todo, la aprendan.

¿Que no estamos muchas veces para juegos? Debemos saber que si recurrimos a la norma explícita y a la bronca, no la acabarán de comprender. Sabrán que les están riñendo, pero no sabrán exactamente por qué, ni qué tienen que hacer para solventarlo. Es cierto que no todas las normas admitirán un juego, pero sí una dosis de fantasía, una metáfora o una pequeña historia. Y es bueno que lo hagamos, porque es su lenguaje, y lo que queremos es que nos entiendan.
FERRAN RAMON-CORTÉS 26 ABR 2009
http://elpais.com/diario/2009/04/26/eps/1240727211_850215.html