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miércoles, 10 de mayo de 2017

_- Autismo. Los padres son la mejor terapia para tratar el autismo. Por primera vez, una terapia dirigida exclusivamente a formar a los progenitores demuestra mejoras a largo plazo en niños con este trastorno.

_- Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, 21 de cada 10.000 niños que nacen en el mundo lo hacen con trastorno del espectro autista. Y la cifra no deja de aumentar. Este trastorno neurológico se caracteriza por un déficit en la interacción social y en España afecta 1 de cada 100 nacimientos. Pero no todo son malas noticias. Por primera vez un tratamiento ha demostrado ser capaz de mejorar a largo plazo los síntomas y conducta de los niños afectados.

En este nuevo tratamiento, no se usaron fármacos para tratar los niños. Tampoco se les sometió a ninguna terapia. La intención de los investigadores era otra: formar a los padres para que pudieran mejorar las habilidades sociales de sus hijos por ellos mismos.

El estudio, publicado a finales de 2016 por la prestigiosa revista The Lancet, es la investigación más exhaustiva realizada hasta la fecha sobre este trastorno. A pesar de que no supone la curación total, ofrece un potencial enorme para el control de sus síntomas. La intervención consistió en grabar a los niños jugando en presencia de sus padres dos veces al mes durante seis meses. Luego, un especialista revisaba los vídeos con los progenitores y les ofrecía pautas que debían usar cada día durante media hora, concienciándoles sobre la necesidad de reciprocar los gestos y palabras del niño en lugar de juzgar su comportamiento.

El protocolo constaba de seis fases:
1. En primer lugar, los padres crearon espacios de atención compartida con el niño.

2. En una segunda etapa, utilizaron respuestas centradas en el interés del pequeño y evitaron cualquier comentario en forma de demanda.

3. Posteriormente, adaptaron su lenguaje a las competencias lingüísticas del niño para facilitar su comprensión.

4. En una cuarta fase, consolidaron la comprensión verbal del niño usando rimas repetitivas, frases frecuentes y juegos habituales.

5. En la quinta etapa, emplearon pausas o cometieron errores intencionados en su lenguaje para que fuera el niño quien los corrigiera, potenciando así sus funciones comunicativas.

6. En la última fase de consolidación, trabajaron para expandir y enriquecer el vocabulario del niño.

Resultados muy prometedores a largo plazo
Durante los primeros doce meses, los investigadores ya detectaron mejoras, pero la verdadera sorpresa llegó en la visita de seguimiento al cabo de seis años. Mientras que en el grupo control la proporción de niños con autismo severo había aumentado del 50% al 63%, en el grupo de familias que recibieron la formación el porcentaje se redujo del 55% al 46%.

Durante ese tiempo la comunicación tanto con sus padres como con otros niños mejoró significativamente, así como la frecuencia e intensidad de sus conductas. Aunque no es una cura, los resultados son extraordinariamente esperanzadores. Hasta ahora no existían evidencias de que una intervención temprana pudiera ser realmente efectiva a largo plazo. Se trata de sembrar esperanza en un campo donde apenas había ninguna.

Todos los expertos coinciden en señalar que para que este tipo de intervenciones sean efectivas deben iniciarse lo antes posible, ya que durante los primeros años de vida el cerebro del bebé presenta mayor plasticidad neuronal y los síntomas no son tan severos. El problema es que los padres no empiezan a detectar los primeros síntomas de autismo hasta los 12 o 18 meses de vida. Quizás les sorprenda que el niño no haga contacto visual o no reaccione cuando les vea, pero el desconocimiento y la falta de sospecha suelen retrasar el diagnóstico hasta los 4 años de edad.

Sin embargo, un reciente estudio publicado por Nature sugiere que hay evidencias cerebrales incluso antes del primer año de vida. Usando escáneres, los investigadores fueron capaces de predecir el futuro desarrollo del trastorno con un 80% de exactitud. Este novedoso método permitirá empezar la terapia antes del primer año de vida, cuando los síntomas todavía no se han manifestado plenamente, para conseguir mejores resultados.

Tecnología de Google para encontrar el origen del autismo
Aunque se sospecha que varios factores ambientales pueden afectar el desarrollo del feto, en la actualidad las principales vías de investigación se siguen centrando en las causas genéticas.

Un estudio publicado el pasado mes de marzo y que ha contado con la colaboración de Verily, la división de ciencias de la salud de Google, arrojó luz sobre la enorme heterogeneidad del autismo e identificó hasta 18 nuevas variaciones genéticas vinculadas a un mayor riesgo.

De esta manera, se abre la posibilidad de dividir el trastorno en distintas categorías que puedan ser diagnosticadas y tratadas según sus necesidades individuales. La mayoría de estos nuevos genes identificados también son potenciales dianas terapéuticas, lo que significa que podrían diseñarse fármacos que corrigieran dicha alteración.

Todos estos descubrimientos ayudan a explicar una enfermedad demasiado desconocida. Esta falta de información incluso llevó a especular con la posibilidad de que las vacunas provocaran autismo, a pesar de que un estudio de 2015 realizado en más de 95.000 niños concluyó que no era así. La controversia la inició una investigación publicada en 1998 que finalmente resultó un fraude: la revista retiró el estudio y su autor fue expulsado del Colegio de Médicos Británico.

Nuevas terapias biológicas
Uno los tratamientos más prometedores, que se está estudiando como apoyo a la terapia conductual de los padres, es el trasplante fecal, ya que las últimas evidencias científicas sugieren la existencia de una relación entre la flora intestinal y el autismo. En un un pequeño estudio publicado este mismo año en la revista Microbiome se logró reducir en un 25 por ciento los síntomas sociales reemplazando las bacterias intestinales de niños con autismo por bacterias de personas sanas.

Esta teoría se apoya en varias investigaciones previas donde se descubrió que los niños con autismo tienen menor variedad microbiana en su sistema gastrointestinal, quizás provocada por el uso masivo de antibióticos durante sus primeros años de vida.

Estas nuevas aproximaciones terapéuticas refuerzan tanto la importancia de la microbiota intestinal como el papel de los padres en el manejo de este trastorno, y permiten soñar a pacientes y familiares con un futuro más esperanzador.

Pau Navarro, especialista en inteligencia social y autor de la web Habilidad Social, portal on line especializado en habilidades sociales en lengua española y cuenta con más de 300.000 visitantes mensuales. Su misión es fomentar el desarrollo de las habilidades comunicativas mediante recursos avalados científicamente. Está dirigido por Pau Navarro, postgraduado en inteligencia emocional y experto en psicología social.

http://elpais.com/elpais/2017/05/09/mamas_papas/1494307198_602006.html

Cómo saber si mi hijo tiene autismo

miércoles, 27 de julio de 2016

El difícil diálogo entre padres e hijos

Ceder en una confrontación verbal con un adolescente no es sinónimo de capitulación

Escuchar es clave para ayudar a crecer y para la salud de las relaciones paternofiliales


Algunos conflictos y rupturas surgen cuando ambas partes creen que tienen razón y no sueltan su idea. Esta actitud aporta seguridad, pero también alimenta el conflicto cuando el otro implicado –por ejemplo, nuestro hijo– opina algo distinto de nosotros. Debatir provoca en algunas personas un temor a perder la sensación de seguridad, a mostrarse vulnerables. Sienten que si ceden les han vencido. Pero si no hay diálogo, la ruptura en la relación está casi asegurada.

"Observando la miseria en las opiniones ajenas, sin adoptar ninguna, descubro la paz interior” Buda.

Las personas construimos una identidad a través de la narrativa: por cómo contamos nuestra historia personal y por cómo transmitimos nuestra opinión. Sentir que tenemos razón, con una opinión bien formulada y clara, es una manera de reafirmar esta identidad. Solemos considerar una debilidad el sentirnos inseguros. Pero mostrarnos dispuestos a modificarla y escuchar a los demás son en realidad indicadores de la fuerza de una persona. Es más sabio reconocer que uno no sabe y mantenerse abierto a otras perspectivas. Esto nos enriquece; nos ayuda a comprender y a decidir con más claridad. “Se produce un placer natural cuando hablamos con alguien que no lo sabe todo, que tiene la mente abierta y está dispuesto a escuchar”, ilustra el autor budista Jack Kornfield.

Juan llega a casa después de una larga jornada. Patricia, su hija de 17 años, está sentada en el sofá. Al poco rato se pelean: esta noche ella quiere salir con sus amigos y él no se lo permite. Juan no siente predisposición para el diálogo porque su mente está ocupada con los problemas del trabajo. Sin prestar la debida atención, su respuesta inmediata es “no”. Y, como adulto, puede exponer tantas razones como precise.

Por lo general, la hija utilizará recursos como “soy la única que no puede”, “todos mis amigos van a ir” o “me lo prometiste”. Argumentos que a menudo no serán considerados como tales por los padres, lo que llevará a la hija a rebelarse. Si los adultos reconocen sus puntos fuertes, ella no sentirá que debe definirse tanto por oposición. Aun así, la reacción es inevitable, y al padre le cuesta aceptarla porque siente que se cuestiona su autoridad. Juan debe plantearse en qué se basa esa influencia sobre Patricia. ¿En el miedo, el respeto, el amor o la confianza? “Que mi hijo cuestione mis enseñanzas no tiene por qué afectar a mi influencia”, sostiene Clara, una madre, “pero si me muestro insegura, no me hará caso. Mi autoridad se basa solo en mi experiencia. Pero, precisamente, la inocencia de los hijos puede hacerles más sabios. Hay que ser honestos y, cuando se oponen frontalmente, debemos recordar que les estamos educando. No se trata de nada personal entre ellos y nosotros”.

Educar no consiste en introducir información, sino en sacar a la luz la verdadera personalidad de alguien. Con los hijos a veces no se trata de dar razones, sino de ayudar a descubrir y predicar con el ejemplo. Se pueden plantear propuestas que comporten una responsabilidad por parte de los hijos y que demuestren confianza por parte de los padres. Las imposiciones tajantes no suelen funcionar. “Un día mi hijo estaba viendo un programa basura”, cuenta Clara. “Debía de tener 12 años. Le propuse que cambiara de canal y él defendió su libertad de elegir diciendo que si tenemos tele es para verla. Le pregunté si le parecería normal que le prohibiese beber un vaso de cianuro, y contestó que sí. ‘Pues para mí’, expliqué, ‘esto envenena tanto tu mente como el cianuro tu cuerpo’. Apago la tele para protegerte de algo, aunque desconoces el daño que te va a hacer. Y ahí se acabó la historia”.

Ejemplos como el siguiente ilustran que quizá no se trate solo de tener razón. “Mireia, mi hija, es rebelde”, explica Francisco, otro padre. “Si le impongo un límite tengo asegurado un conflicto, o que me mienta. Eso no es lo que quiero”. Expone una posible solución. “Una vez, al llegar a casa por la tarde, la encontré viendo la televisión. Le pregunté qué pasaba con los deberes. Le dije que me gustaría que se supiera administrar. ‘Te pediría que apagaras la tele, pero entonces nos enfadaríamos’. La dejé allí, acepté que ella escogiera y yo renuncié a obligarla. Al cabo de media hora la tele estaba apagada, y ella, en su habitación”.

Al plantear un límite, si uno se mantiene abierto al desacuerdo, y escucha y respeta, puede llegar a un mejor entendimiento. La pregunta para Francisco sería: ¿está dispuesto a recibir un “no”, a que ella no haga los deberes? ¿Está dispuesto a escuchar qué quiere su hija? Cuando ella se niegue, la actitud de su hija no debería impedirle interesarse por sus motivos. Se trata de mantenerse abiertos al diálogo sabiendo que se puede poner un límite a los hijos después de escucharlos. Francisco lo explica así: “Quiero que sean conscientes de que he escuchado lo que quieren, y que aun así mantengo mi postura. Lo hago si creo que es por su bien y está conforme con mis valores”. No perder la conexión a pesar de la negativa de la hija es todo un arte.

En ocasiones, no es tanto el contenido de la discusión, sino la forma, lo que produce el conflicto. Al hablar con irritación y con palabras impositivas uno provoca reacciones defensivas. Los enfados calientan el ambiente y no permiten un diálogo sereno. Discutir desde el “tengo razón” genera una distancia entre las partes, e incluso puede quebrarse su conexión. Por eso es importante no dejar las cosas a medias. Javier, un cuarto caso, cuenta: “Cuando discutíamos en casa, mi padre nunca abandonaba a medias la discusión. Decía: ‘Mañana seguimos’. Las cosas importantes hay que finalizarlas. No puede quedar pendiente un sinsentido o una herida. Su enfoque era hablar de ello al día siguiente, después de dejar que se enfriaran los ánimos”. Esto sirve con los hijos, pero también en las relaciones de trabajo y entre los amigos.
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" Ludwig Wittgenstein

Si perdemos la conexión entre las partes y se quiebra la relación, ¿merece la pena mantenerse en sus trece? Javier intenta proyectar suavemente sus razones sobre sus hijos. “Permito que corran su carrera. Intento dejar que se equivoquen”. Consiste en dar espacio y permiso para que el otro crezca a su ritmo.

En pareja, es importante hacer equipo. Cuando no hay acuerdo respecto al conflicto con un hijo, conviene hablarlo y decidir en qué va a ceder cada cual, o quién va a llevar la voz cantante. Cuando ellos perciben un ­desacuerdo entre sus padres, se arriman al sol que más calienta. Esto resulta nefasto, porque divide. La clave para establecer acuerdos está en saber qué es importante para cada uno, en respetar y compartir el criterio de la pareja.

"Si deseas conocer la verdad, solo tienes que dejar de atesorar opiniones” Seng T’san

Sea cual sea el paso que deba darse, casi siempre corresponderá a los padres plantear cambios en la relación con los hijos. Se trata de que estos dejen de ver a sus progenitores como a los abominables seres del no, y de establecer conjuntamente acuerdos y límites.

Los progenitores deben mirar a su hijo como a alguien que va en su mismo barco, y que se enfrenta a las mismas preguntas que ellos se plantearon a su edad. “Me acerca a ellos el seguir cuestionándome las cosas”, explica Clara. “Cuando exponen sus razones, muchas veces están tratando de definir quiénes son. Ayudarlos a conocerse a sí mismos me facilita la salida del enfrentamiento”.

Más que de tener razón, se trata de apelar a ella. Está en las manos de los padres que la vida con sus hijos consista en una relación de crecimiento, en lugar de convertirse en una contienda de desgaste mutuo.

VIRTUD NEGOCIADORA
El difícil diálogo entre padres e hijos

Cuando dos personas se enfrentan, es imprescindible llegar a un acuerdo para no perpetuar el conflicto y sanear la relación. Roger Fisher y William L. Ury, de la Universidad de Harvard, se centraron en la psicología del diálogo en su libro Obtenga el sí. El arte de negociar sin ceder. En él señalaron la importancia de determinar qué necesidades son inamovibles y cuáles flexibles para que pueda terminarse la discusión con éxito. Negociar es un arte que utilizamos en todos los ámbitos: el personal, el político y el profesional. Hay quien cree que en toda discusión una de las partes debe ganar, aplastando al oponente, y la otra debe ceder. Pero existen alternativas.

Estos autores plantean las siguientes propuestas:

1. No identifique a las personas con el problema. 
2. Céntrese en los intereses, no en las posiciones. 
3. Ofrezca opciones que beneficien a ambas partes e 
4. insista en utilizar criterios objetivos.

http://elpais.com/elpais/2015/03/13/eps/1426266785_376459.html

domingo, 15 de mayo de 2016

Un cachete a tiempo... tiene los efectos opuestos a los que buscas. Un metaestudio con más de 160.000 menores durante 50 años alerta de que los azotes causan problemas psicológicos y peor comportamiento

Aunque el castigo físico está cada vez peor visto, o incluso prohibido en muchos países, sigue siendo un tema que suscita polémica entre muchos padres que consideran que su regulación supone entrometerse en su forma de educar. Una nueva investigación, publicada en el Journal of Family Psychology, apuntala los argumentos de los opuestos a esta práctica al concluir que los azotes tienen el resultado opuesto al que buscan los padres. El metaestudio, que analiza los datos recogidos en un periodo de 50 años en 75 investigaciones con una muestra de 160.000 niños, concluye que los cachetes están asociados a una mayor probabilidad de desarrollar conductas desafiantes hacia los progenitores, de exhibir comportamientos antisociales y de sufrir problemas psicológicos, entre otros. Para el análisis, se desechó el abuso físico grave. “Los azotes no solo duelen cuando se dan, sino que su efecto es prolongado en el tiempo”, aseguran los autores del estudio, de las universidades de Texas (Austin) y de Michigan.

De acuerdo con UNICEF, más del 60% de los niños del planeta reciben algún tipo de castigo físico. Y la manera más común de hacerlo es dándoles un azote en el culo o en las extremidades. Cerca de 50 países en el mundo han prohibido este comportamiento, pero todavía queda mucho trabajo por hacer. En 2015, Francia fue amonestada por el Consejo de Europa por no prohibir claramente todas las formas de castigo corporal a los niños, contrariamente a la mayoría de sus países vecinos. España los veta desde el año 2007. Uno de los que no los prohíbe es Estados Unidos que se ve esta conducta como algo aceptable, aunque el dato de aceptación ha disminuido considerablemente, de un 84% en 1986 a un 70% en 2012. “La idea de pegar a un hijo para corregir una mala conducta siempre ha despertado un mix de teorías, entre éticas, religiosas y humanas”, explica Elizabeth Gershoff, autora principal de la publicación, de la Universidad de Texas, en un comunicado.

“Estudios anteriores habían definido abofetear a un niño como castigo físico, incluyendo acoso y abuso excesivo; en este caso se ha definido exclusivamente como un acto en el que pegamos al niño en el culo, brazos o piernas con la mano abierta”, agrega. Los investigadores analizaron un total de 75 informes, 39 de ellos nunca habían sido evaluados con anterioridad, y la muestra total fue de 160.927 menores. “El 99% de los resultados asociaba los azotes con un resultado perjudicial para el pequeño”, continúa la investigación. Entre estos perjuicios están la baja autoestima; el carácter introvertido; diversos problemas de salud mental; tendencia a relaciones negativas padre/hijo; deterioro de las habilidades cognitivas, y un mayor riesgo de padecer abuso físico por parte de sus progenitores.

“Los azotes tienen el resultado opuesto a lo que los padres buscan al dárselos”, explican los expertos. Además, los autores concluyeron que, aunque es necesaria más investigación al respecto, “los padres y políticos deberían examinar los resultados cuidadosamente, ya que lo que sí sabemos es que los azotes no hacen ningún bien a los pequeños, al contrario son más bien perjudiciales, lo que no podemos determinar es cuánto”, añaden. Los autores creen que “sus conclusiones pueden ayudar a los padres a optar por otros métodos de disciplina y a conocer todos los riesgos de azotar con la mano abierta a sus hijos”.

En el mismo sentido, la Asociación Americana de Pediatría, aparte de alertar de los riesgos anteriormente citados, da varios consejos para “aplicar la disciplina de una forma correcta”, según indica en su página web:

1. Póngase en el lugar de su hijo. Usted debería ser consciente de sus límites. Tal vez lo que usted entiende como mala conducta, puede ser, simplemente, que el pequeño no entienda la diferencia entre bien o mal o no pueda hacer lo que usted le demanda.

2. Piense antes de actuar. Si necesita respirar cinco segundos, hágalo. Luego actúe y cuando siente una regla sea consecuente y cúmplala hasta el final.

3. No ceda. Si su pequeño llora en el supermercado porque quiere caramelos, no se los dé para parar el llanto, aunque sea fuerte. Si no, la proxima vez su hijo actuará de la misma manera. Que no nos pueda el cansancio.

4. Cree rituales que los pequeños entiendan. A los niños les facilita mucho saber lo que va a ocurrir después. Si saben que hay una hora de tele, no se debería superar ese tiempo nunca. "Romper la rutina hace que muchas veces los niños se aprovechen y nos pongan a prueba", aseguran los expertos.

5. Preste atención a los sentimientos de su hijo. Intente buscar patrones que se repitan y así será capaz de reconocer lo que le dice su hijo y actuar en consecuencia.

6. Aprenda de sus errores. “Si no consigue controlar bien una situación, no se preocupe por ello”, aseguran desde el organismo. “Intente pensar como lo habría hecho de otra manera y trate de hacerlo mejor la próxima vez”.

7. Pida perdón. Si siente que se ha equivocado, discúlpese. Hacerlo mejorará la relación con su pequeño y crea un modelo de actuación.

Por último, no se olvide de premiar los éxitos de su hijo. Es tan importante o más que reprender sus malos comportamientos.

http://elpais.com/elpais/2016/05/01/actualidad/1462120551_804523.html
Más en: pautas para educar.

sábado, 13 de febrero de 2016

Los deberes no siempre ayudan

España es uno de los países donde los alumnos se llevan más tarea a casa. “Los de peor rendimiento sienten que ese esfuerzo no les sirve”, advierte un analista de la OCDE


España está entre los países en los que los alumnos de 15 años destinan más horas a los deberes para casa, según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). En España dedican 6,5 semanales frente a las 4,8 de media entre los países industrializados. ¿Qué ocurre con los alumnos de peor rendimiento a los que alude el organismo internacional en su último informe? Los estudiantes españoles de bajo rendimiento en matemáticas dedicaron una media de 4,7 horas a la semana a hacer deberes (frente a una media de 3,5 de la OCDE) mientras que los alumnos con un rendimiento por encima del nivel básico de aptitud —aquellos que saben resolver problemas complejos— dedicaron hasta siete horas semanales frente a las 5,3 de media de la OCDE.

¿Influye eso en los malos resultados de los más rezagados? “Estos estudiantes sienten que su esfuerzo en deberes no es productivo. Y el resultado es que, si se frustran y dejan de hacerlos, se quedan vendidos”, apunta Alfonso Echazarra, analista de la OCDE. "Hacer deberes ayuda pero, si parte de lo que se lleva a casa se hiciera en clase, puede que consigamos mejores resultados”, añade.

La OCDE ya apuntaba en informes previos que puede abrirse una brecha entre alumnos con más o menos recursos —la renta de las familias es uno de los principales factores que influyen en el rendimiento de los alumnos— aunque defiende razones "muy sólidas" para asignar tareas después de clase como "ayudar a los estudiantes con dificultades", asegurar que lo retienen en su memoria a largo plazo o dar un estímulo adicional para los estudiantes de altas capacidades.

El asunto preocupa a los padres de la escuela pública, la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (Ceapa), hasta el punto de que han pedido oficialmente su reducción, un asunto del que recogió el guante el PSOE en su programa electoral.
http://politica.elpais.com/politica/2016/02/10/actualidad/1455097698_663436.html

lunes, 16 de noviembre de 2015

Si quiere un hijo listo, quítele el iPad y dele una guitarra. Las clases de música potencian la inteligencia de los niños. No así la tecnología, que fomenta ciertas cualidades, pero no altera el fondo.

El 50% de la inteligencia de su hijo vendrá determinada por sus genes, según un estudio reciente publicado en la revista Psiquiatría Molecular. Su relación con el medio a lo largo de la infancia, la adolescencia y la vida adulta terminarán de construir el jeroglífico. ¿Y qué pinta usted, progenitor de la criatura, en todo esto? “Sin los padres, el potencial intelectual del niño no se puede desarrollar”, asegura Álvaro Bilbao, doctor en Psicología, neuropsicólogo y autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres. “La llave del desarrollo potencial del cerebro del niño está en las relaciones con sus padres. Aunque la genética tenga un peso importante, sin esa presencia no se convertiría en realidad. Es como un niño que puede llegar a medir 1,90 metros, pero si sus padres no lo alimentan bien, no lo logrará”.

Cuando un bebé nace ya cuenta con la práctica totalidad de las 86.000 millones de neuronas que tendrá en la edad adulta. La principal diferencia entre su cerebro y el de una persona mayor es que esas neuronas habrán desarrollado trillones de conexiones entre sí. Cada una de esas conexiones puede traducirse en un aprendizaje que el cerebro del niño ha realizado, según explica Bilbao en su trabajo. Los primeros seis años de vida son muy importantes, porque a partir de esa edad el niño empieza a perder parte de esas conexiones, concretamente las que utiliza menos.

Ahora que sabemos que los padres tienen la llave para el desarrollo de la inteligencia de su hijo, ¿qué podemos hacer? La respuesta del neuropsicólogo es sencilla y a la vez compleja, pero podría resumirse en quererlos, cuidarlos y compartir la vida con ellos, reforzando conductas positivas, apoyándolos, jugando ("tirados en el suelo si es necesario"), socializando, dejando que se equivoquen, dialogando todos los problemas. En eso coinciden otros expertos como Maximino Fernández Pérez, pediatra del centro de salud de La Felguera (Asturias), psicólogo y vocal de Psiquiatría Infantil de la Sociedad Española de Pediatría (AEPED). “El niño debe saber que tiene detrás unos padres que lo quieren y se preocupan por él”, afirma, y además recuerda la importancia del aprendizaje por imitación. “Los padres somos el modelo de nuestros hijos”. Tirando de refranero español, no se puede estar rogando y con el mazo dando. Si no dejamos que vean televisión durante la cena, no lo haga tampoco usted, ni siquiera el informativo.

Pero hay otras muchas cosas que hacer en la vida cotidiana para estimular el desarrollo cerebral de los pequeños y también otras muchas que tienen buena fama pero en realidad no son tan útiles. Las repasamos.

Apuntarlo a actividades artísticas: mejor música que teatro
Hay investigaciones que han relacionado el desarrollo cognitivo con el aprendizaje de la música (no con su mera escucha). Un estudio de la Universidad de Toronto publicado en la revista Psychological Science comparó a cuatro grupos de niños de seis años. Durante un año, un grupo estudió piano; otro, canto; otro, arte dramático; y otro grupo no recibió lecciones de ninguna clase, aparte de las clases regulares. A todos se les practicaron pruebas de inteligencia antes y después, y se encontró que en los dos grupos que recibieron lecciones de música hubo un aumento en varias medidas de inteligencia mayores que en los otros. El grupo que recibió lecciones de arte dramático también tuvo un aumento, pero no fue en las áreas relacionadas con el desarrollo cognitivo, sino en las de conducta y adaptación social. El grupo que no recibió lecciones registró un aumento menor en las pruebas.

DVD con imágenes y música para menores de 2 años: ni se moleste
Si en su casa ha habido un bebé en los últimos 10 o 12 años, conocerá estos DVD con imágenes sencillas de dibujos, muñecos o niños que van pasando al ritmo de piezas de Mozart o Beethoven. Se comercializaron con la idea de ser educativos, pero, tras un litigio, la compañía (Disney) terminó por anunciar que devolvería el dinero a quienes se sintieran afectados porque, después de verlos, sus niños no parecían más listos y porque hubo estudios que así lo desmintieron. De hecho, la Academia Americana de Pediatría advierte de que los menores de dos años ni siquiera deben ver televisión.

Programas de entrenamiento cerebral: para la memoria a corto plazo
En los últimos años han proliferado escuelas y programas, juegos electrónicos y hasta aplicaciones para móviles con el objetivo de entrenar y estimular el desarrollo cerebral… Sin ninguna base científica. Un grupo de niños de entre siete y nueve años de edad formó parte de un estudio de la Universidad de Cambridge para el que recibieron 25 sesiones de entrenamiento de memoria a corto plazo y comprobaron que, si bien hubo ciertas mejoras en esa parcela, no sucedía lo mismo para otras habilidades más amplias como matemáticas, lectura o escritura. “Si a un niño lo llenamos de conocimientos pero no permitimos que desarrolle su capacidad, no lo hacemos más inteligente. Lo hacemos más sabiondo. Quizá con estos programas parezca que el niño avanza más que sus compañeros en determinadas áreas, pero al final los compañeros lo alcanzan y ellos habrán perdido otras capacidades que tienen que ver con el juego libre y el desarrollo de la creatividad. El desarrollo cerebral no es un proceso que pueda acelerarse sin perder sus propiedades”, advierte Bilbao.

Dispositivos tecnológicos: solo a partir de 3 años
“¡Este niño, qué listo es! Tan pequeño y mira cómo maneja el móvil y la tableta”. Se trata de una frase de abuelos y tíos muy común. Pero un estudio de la Universidad de Boston publicado en la revista Pediatrics sostiene que el uso frecuente de estos dispositivos por parte de menores de entre uno y tres años puede afectar no solo a su cerebro, sino también a sus capacidades de desarrollo social y emocional. El smartphone y las tabletas generan estímulos tan rápidos e intensos que el cerebro de los pequeños no tiene capacidad para manejarlos. “La tecnología nunca va a mejorar la capacidad de inteligencia de base. Puede ser un complemento y fomentar algunas cualidades, pero nunca va a mejorar el patrón de fondo”, apunta Fernández Pérez.

Ver películas en inglés: el camino al bilingüismo
O dibujos animados. Cada día un ratito. Con el apoyo de un profesor nativo en la escuela o en las extraescolares. “Esto es más efectivo que un colegio bilingüe sin profesores nativos”, asegura Bilbao. Según el Estudio Europeo de Competencia Lingüística, los españoles no entendemos inglés porque siempre hemos escuchado la televisión doblada al español, cuando la escucha y visionado de productos audiovisuales en versión original mejora un 21% los resultados de los estudiantes en comprensión oral.

Lectura nocturna: siempre entre dos
El cuento de por la noche no puede ser una lectura rápida para que se duerman pronto y todo lo que los niños hagan en esos minutos sea mirar los dibujos. Según un estudio realizado en Canadá, lo que realmente mejora sus habilidades y estrategias de aprendizaje es compartir esa lectura: una página cada uno.

Música para el feto: hay reacción, pero sin consecuencias

EVA CARNERO
Lo que realmente oye el feto cuando usted le habla es una especie de murmullo, algo así como el ruido de fondo de un bosque. Y aunque según un estudio publicado en The Journal of the Acoustical Society of America las palabras emitidas desde el exterior son ininteligibles aproximadamente en un 50%, un equipo de investigadores liderado por Marisa López-Teijón, jefa de Reproducción Asistida del Institut Marqués, considera que es posible hacer que las palabras o la música lleguen con claridad al interior del útero vía vaginal. "A partir de las 16 semanas de gestación, el feto ya es capaz de responder a estímulos musicales", explica la coautora del estudio Expresión facial fetal en respuesta a la emisión de música vía vaginal, publicado recientemente en la revista Ultrasond.
Pero, ¿qué sucedía cuando a los fetos de las embarazadas del estudio se les ponía música de esta manera? "Cuando aplicamos música vaginal [hay un gadget específico para ello], el 87% de los fetos movieron la boca o la lengua y cerca del 50% reaccionó abriendo muchísimo la mandíbula y sacando la lengua al máximo", explica García Faura, quien asegura que al aplicar la música al abdomen o vibraciones sonoras no observaron los mismos resultados.
Las respuestas motoras que describe García Faura y que el profesor Prats identifica con movimientos de vocalización, constituyen "unos resultados interesantes", pero, en opinión de la doctora Ana Riverola de Veciana, médico adjunto de Neonatología del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona), "no nos permiten extrapolar que este tipo de estimulación prenatal sea beneficiosa para los fetos a largo plazo". La experta cree que lo que el estudio muestra son respuestas faciales, y, de ahí, lo que se puede deducir es que los fetos oyen desde la semana 16, lo cual ya es muy novedoso. "Sin embargo, esto no quiere decir que el feto esté disfrutando o que ese estímulo sea positivo para su desarrollo", dice. El doctor Fernández Pérez también añade que no hay evidencia empírica de que este acto influya en la posterior inteligencia del niño.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El arte de educar

Son padres y profesores. imparten conocimientos en casa y en el aula. Ante el convulso panorama de la enseñanza, los docentes nos dan sus claves para fomentar el aprendizaje.

Alba tiene 14 años y es hija de Lucía Martín-Retortillo, profesora de secundaria, a quien ha intentado convencer de que el Holocausto nunca existió. “Me costó meses quitarle la idea de la cabeza; había leído muchos artículos en Internet donde se aseguraba que todo era mentira, y para ella ahí está la verdad suprema”. Lucía tuvo que recurrir a la historia familiar para neutralizar la confusión: “Tenemos una tía abuela superviviente del exterminio”.

Esta profesora bilingüe, que comparte plaza con otra colega, se ha ido al paro en junio (en verano los interinos como ella han sido despedidos), y volverá a ser contratada en septiembre. “Intento no quejarme demasiado, porque hay quien comparte cuartos de plaza, pero nos están convirtiendo en jornaleros de la educación”, se lamenta esta nieta y bisnieta de profesores, cuyos apellidos se fusionaron a principios del siglo XX para perpetuar una saga de maestros en Extremadura.

La de Lucía es solo una de las historias que subyacen tras los compromisos de contención del gasto público del Gobierno. El Ejecutivo español ha asegurado ante la Unión Europea que el presupuesto de Educación –el 5% del PIB en 2011– se reducirá al 3,9% en 2015. “El Ministerio de Educación se acoge al argumento del umbral de inversión. Es decir, que una vez alcanzado un nivel de recursos, una reducción no va a repercutir en el alumnado”, explica el sociólogo José Saturnino Martínez García, que cree que los recortes no se notarán en un curso. “Los veremos dentro de un decenio, en los chicos que hoy tienen siete y ocho años”. Esa es la edad del hijo mayor (y también alumno) de Diego Bragado, profesor de educación física. “En clase es extraordinario, pero en casa se vuelve más rebelde”, admite su padre, que ha encontrado en el deporte un arma para educar.

Cada vez que se publica un informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), la opinión pública acaba con la impresión de que España sigue a la cola de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). El informe PISA 2012 asegura que uno de cada seis alumnos no sabe interpretar una factura, lo que supone que cinco sí pueden hacerlo. Pero, por algún motivo, esto no es lo que se destaca. Cada nueva edición del estudio es una bofetada a la autoestima y una nueva razón para fustigarse: “¡Menudo desastre!”.

Pero hasta a los evaluadores de PISA les sorprende el discurso que tenemos sobre nosotros mismos. “Somos peritos expertos en desanimarnos”. Lo dice Ángel Gabilondo, que fue ministro de Educación entre 2009 y 2011. “En otros países se hace una lectura enfocada a mejorar lo que hay, pero aquí buscamos lo que no va bien y lo utilizamos para justificar nuestras posturas. En lugar de evaluar para mejorar parece que se evalúa para tener razón”.

Según Gabilondo, PISA no es “el criterio definitivo para valorar la educación”. “A la OCDE solo le interesa medir la relación de los estudios con el sistema productivo y la educación es mucho más que eso”. Además, le sorprende el corto tiempo que transcurre entre la publicación del informe y las opiniones apocalípticas: “Pienso: ‘¡pero qué rápido leen!’ Hay que mirarlo despacio para ver las cosas buenas: nuestro sistema es más inclusivo que otros, y escolariza a los niños desde los tres años”, dice el autor de Darse a la lectura (RBA, 2012)...
Fuente: El País Semanal.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Ayudarle a hacer los deberes no es ayudarle

Los padres se implican más que nunca en las tareas escolares, no siempre de forma adecuada
Hollande propone que se hagan en la escuela con supervisión para evitar desigualdades


Faltan tres días para los exámenes de Matemáticas y Ciencias de Álvaro, de 10 años, que estudia en un colegio concertado con fama de duro. Miguel, su padre, se sacaba las castañas del fuego a su edad, pero estos días se tomará la tarde para repasar juntos las materias más duras. ¿Es necesario? ¿Perjudica a su autonomía? “Los padres y, sobre todo, las madres de todos los estratos sociales dedican varias horas diarias a ayudar a sus hijos con los deberes o a vigilar que los hagan. Y esta realidad contrasta con el extendido y falso discurso de que el fracaso escolar se debe a que los padres no se preocupan por la educación de sus hijos”, sostiene Enrique Martín Criado, profesor de Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. El 80% de los estudiantes de primaria reciben ayuda y el 45% de los de secundaria, según la Encuesta sobre los hábitos de estudio de los niños españoles de TNS Demoscopia.

“Los padres empezaron a involucrase hace más de una década. No solo por las medidas de conciliación familiar, también porque los padres de ahora tienen al menos estudios medios, algo de lo que no disfrutaron las generaciones anteriores”, explica la pedagoga Maite Rodríguez Estévez, que imparte cursos para educadores y terapeutas. “Eso ha hecho que la relación padre-hijo se escolarice. Lo que importa son los resultados académicos. Todo gira alrededor de esa necesidad y se ha olvidado el inculcar valores, el juego, la responsabilidad... No hay tiempo para otras cosas en las horas que pasan juntos”. La también maestra pone como ejemplo las actividades extraescolares que ya no son en su mayoría deportivas —como tradicionalmente—, sino clases de refuerzo o de inglés. “Hay una obsesión por la cantidad, cuando no se trata de echarle horas”.

Implicarse no puede significar hacerle los deberes al alumno. “El padre se tiene que poner en la posición del entrenador. Un entrenador no corre con el jugador ni tiene que comer las mismas calorías, ni, por supuesto, sufrir sus lesiones. Un entrenador tiene dos funciones fundamentales: organizar y asesorar con el objetivo de mejorar el rendimiento”, argumenta la psiquiatra Orlanda Varela.

Como ella opina la mayoría de expertos. “Las tareas deben entenderse como un compromiso que el alumno debe adquirir, pero sin precisar de la orientación constante de otra persona”, recalca el equipo pedagógico del Liceo Francés de Madrid. En otras palabras, codos sin nadie en la silla de al lado.

“Hacer los deberes con él genera dependencia y si el niño tiene dificultades refuerza la idea de que no es capaz de hacerlo él solo”, enfatiza Rodríguez Estévez, que coordina la página www.preparadosparaaprender.com. “En Finlandia apuestan por el aprendizaje cooperativo y los deberes en casa son individualizados, para ampliar o investigar conocimiento. Si un niño va mal en lectura hace una actividad que tenga que ver con eso. Si va mal en matemáticas, problemas...”.

“Pero hay muchas diferencias en la posibilidad que tienen las familias de ayudar escolarmente a los hijos. Los padres que tienen menor nivel de estudios solo pueden en los cursos inferiores de primaria. Más allá, están perdidos. Y si intentan socorrer explicándoles conceptos que ellos no aprendieron bien, pueden incluso empeorar las cosas”, alerta Martín Criado, que trabaja en estos momentos en un estudio sobre maternidad y clase obrera. Pregunta a las mujeres encuestadas por su rutina y las madres le explican que dedican una o dos horas (dependiendo del curso) al día a ayudar a sus hijos con las tareas escolares.

Muchos estudios —como el informe PISA de 2009 (véanse los gráficos)— demuestran que el rendimiento académico está muy asociado al origen social del estudiante, la profesión de sus padres, la estructura de su familia y, finalmente, el género. Es decir, existe un desequilibrio en las oportunidades educativas. “Los padres con estudios superiores pueden ayudar a sus hijos hasta cursos avanzados. Ello produce una enorme desigualdad por origen social, que se acentúa a medida que se asciende de curso. A ello se le suma, además, que las familias con más recursos materiales pueden contratar academias o clases particulares”, se lamenta Martín Criado, autor de La escuela sin funciones: crítica de la sociología de la educación.

“Es mucho más igualitario y eficaz que los deberes se hagan en la escuela bajo la supervisión de profesores. Mandarlos a casa genera desigualdad, al traspasar parte de la responsabilidad de la instrucción a las familias. El colegio deja que actúen todas las desigualdades de recursos culturales y económicos entre unos y otros”, cuenta sobre su apuesta el sociólogo. “Que las tareas se hagan en el colegio es lo que propone la nueva ley educativa que está preparando el Gobierno de François Hollande”, prosigue esperanzado.

El pasado octubre, al poco de llegar a la presidencia de Francia, Hollande informó de este cambio en los deberes escolares. Su ministro de Educación, Vicent Peillon, lo argumentó así en una entrevista en Le Monde: “Deseamos una sociedad justa. Una escuela que ofrezca las mismas posibilidades de éxito a todos. Y eso pasa por acompañar a los alumnos en su trabajo personal, en vez de hacer uso de recursos privados, como ocurre demasiado hoy día”.

En la Comunidad Valenciana el próximo año se pondrá en marcha un proyecto pionero, Club de Deberes, que aún se está perfilando y que sigue esta senda igualitaria que está dispuesto a implantar Hollande. “Ha sido una propuesta de un grupo de profesores jubilados que quieren apoyar en horario extraescolar en los centros. La idea es que actúen de voluntarios ellos y estudiantes de Magisterio que quieran adquirir experiencia”, explica la popular Beatriz Garbó, directora general de Calidad Educativa de la Comunidad Valenciana. “No todos los padres saben hacer una integral o analizar sintácticamente una frase. Pensamos, sobre todo, que vayan los hijos de familias desfavorecidas. Ahora tenemos que ver qué colegios se apuntan, que las asociaciones de padres y madres nos pasen una relación de nombres…”. La localidad que va a servir de conejillo de indias es Castellón: “Una ciudad de 200.000 habitantes fácil de controlar. Si va bien, extenderemos el club a otros sitios”.

Intervenir en los deberes no es bueno, pero familiarizarse en el hogar con otros idiomas les facilita a los niños el aprendizaje. En el Estudio europeo de competencia lingüística (2012), Sara de la Rica y Ainara González San Román, de la Universidad del País Vasco, han comparado a los alumnos españoles, con muy bajos resultados en inglés, con los suecos, orgullosos de su excelente nivel. Y, además de otros condicionantes, consideran que es importante el uso de inglés en el entorno familiar “para que este pueda desarrollar una capacidad auditiva desde edades tempranas que mejore su rendimiento en comprensión lectora en inglés, y a su vez progrese su expresión escrita y destreza auditiva”.

Claro que hablar la lengua franca en casa no es fácil cuando solo el 20,4% de los padres españoles la domina, frente al 78% de los suecos. Aunque, paradójicamente, los españoles comienzan a estudiar inglés antes y le dedican muchas más horas a la semana, “el hecho de que [los suecos] en el hogar puedan estar más expuestos compensa”, subrayan en su informe De la Rica y González San Román.

Escolarizar al niño en un idioma que no es el propio causa cierto miedo a los padres. Quieren que, a diferencia de ellos, su hijo se desenvuelva en otra lengua, pero temen no poder ayudarle en las tareas o entenderse con su profesorado. El bilingüismo en la enseñanza está en plena expansión y en no mucho tiempo no habrá opción de elegir si se prefiere o no este sistema. “Aunque se tenga miedo a no controlar el idioma, en realidad es mejor, porque no hay la tentación de corregir los deberes”, tranquiliza Varela, que trabaja en Sinews, un gabinete madrileño de terapia multilingüe. Pero matiza: “Por supuesto, las cosas se complican si el hijo tiene alguna dificultad de aprendizaje en otro idioma y los padres no dominan suficiente la otra lengua. Puede necesitar una ayuda extra y lo ideal es tener un profesor de apoyo que le enseñe a estudiar y el idioma. Nosotros tenemos cada vez más clases de este tipo”.

En el Liceo Francés de Madrid también consideran que la función paterna es la de organizar el tiempo y el espacio adecuados para las tareas, pero añaden: “Si además quieren participar en el contenido de los deberes pueden hablar de estos en su propia lengua y posteriormente sus hijos escribir en francés o en otros idiomas”.

La gran mayoría de los alumnos del Colegio Británico de Madrid son niños de origen español y eso condiciona —y les gusta remarcarlo de antemano— la forma de trabajar del profesorado del centro. “Todo está muy medido, coordinado por cada departamento, no es cada profesor quien decide sus deberes. Están pensados para que los haga el niño solo en un tiempo determinado: 10 minutos, 20… Si no es capaz de terminarlos o no sabe cómo, hay que informar al colegio para adaptar las tareas al niño”, explica Silvia Prado, directora de comunicación de este colegio del British Council.

“La metodología británica de enseñanza es distinta a la española y los padres tienen algo de miedo cuando los niños son pequeños, pero en cuanto se habitúan todo va bien. Por ejemplo, las matemáticas británicas a los cinco o seis años son muy distintas y por eso organizamos talleres para padres. Muchos acuden. Aunque trabajen mucho se implican en la educación de sus hijos. También les despista el sistema de lectura, que es muy fonético”, cuenta Prado.

La enseñanza en las lenguas cooficiales también preocupa. Según el estudio Creencias y actitudes lingüísticas de la población castellanohablante hacia el euskera, del grupo de investigación Amarauna de Unesco Etxea, el 53% de los padres aprende o aprendería este laberíntico idioma (solo uno de cada 10 lo hace) en primer o segundo lugar para ayudar a sus hijos con los deberes. Atrás quedan la comunicación con los vascohablantes, el sentido de pertenencia a una tierra o el deseo de preservarla.

Interesarse por los deberes ya está en la cabeza de todos los padres, el objetivo ahora es implicarles en las actividades del centro. Por ahora, una utopía. Acuden a ellas un 32%, el doble que a las reuniones, y eso por no hablar de la engorrosa organización, a la que solo se anima un pírrico 4% de los padres, según el estudio La participación de las familias en la escuela pública (2008), de Jordi Garreta. Tiempo al tiempo.

Recomendaciones con sentido común
-El padre no debe sentarse en una silla al lado del estudiante porque transmite mensajes negativos: “No sabes hacerlo solo”, “descuida, que yo me ocupo”.

-No hay que corregir los ejercicios en casa. El objetivo no es llevarlos perfectos, sino probar a hacerlos para ser conscientes de la dificultad. El profesor corrige mejor; hay que oírle. No hay que dedicar toda la tarde a estudiar. Mejor si juega con los amigos en algún parque; mejora la concentración al llegar a casa.

-El niño tiene que anotar en una agenda los deberes, lecciones a estudiar, trabajos a entregar y fechas de examen.

-Hay que comenzar por una tarea breve y sencilla para calentar motores y luego hacer la menos agradable. Reservar para el final algo liviano y entretenido.

-Un reloj en la mesa ayuda a controlar el tiempo.

-Recordar que no es posible mantener la atención ininterrumpidamente más de 40 minutos.

-Es recomendable estudiar en un lugar de la casa que no sea de uso común, con el móvil apagado.

-Hay que comprobar que ha corregido en clase los deberes y en qué ha fallado.

MÁS INFORMACIÓN

Fuente: El Pais, ELISA SILIÓ 17 ENE 2013.