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miércoles, 10 de mayo de 2017

_- Autismo. Los padres son la mejor terapia para tratar el autismo. Por primera vez, una terapia dirigida exclusivamente a formar a los progenitores demuestra mejoras a largo plazo en niños con este trastorno.

_- Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, 21 de cada 10.000 niños que nacen en el mundo lo hacen con trastorno del espectro autista. Y la cifra no deja de aumentar. Este trastorno neurológico se caracteriza por un déficit en la interacción social y en España afecta 1 de cada 100 nacimientos. Pero no todo son malas noticias. Por primera vez un tratamiento ha demostrado ser capaz de mejorar a largo plazo los síntomas y conducta de los niños afectados.

En este nuevo tratamiento, no se usaron fármacos para tratar los niños. Tampoco se les sometió a ninguna terapia. La intención de los investigadores era otra: formar a los padres para que pudieran mejorar las habilidades sociales de sus hijos por ellos mismos.

El estudio, publicado a finales de 2016 por la prestigiosa revista The Lancet, es la investigación más exhaustiva realizada hasta la fecha sobre este trastorno. A pesar de que no supone la curación total, ofrece un potencial enorme para el control de sus síntomas. La intervención consistió en grabar a los niños jugando en presencia de sus padres dos veces al mes durante seis meses. Luego, un especialista revisaba los vídeos con los progenitores y les ofrecía pautas que debían usar cada día durante media hora, concienciándoles sobre la necesidad de reciprocar los gestos y palabras del niño en lugar de juzgar su comportamiento.

El protocolo constaba de seis fases:
1. En primer lugar, los padres crearon espacios de atención compartida con el niño.

2. En una segunda etapa, utilizaron respuestas centradas en el interés del pequeño y evitaron cualquier comentario en forma de demanda.

3. Posteriormente, adaptaron su lenguaje a las competencias lingüísticas del niño para facilitar su comprensión.

4. En una cuarta fase, consolidaron la comprensión verbal del niño usando rimas repetitivas, frases frecuentes y juegos habituales.

5. En la quinta etapa, emplearon pausas o cometieron errores intencionados en su lenguaje para que fuera el niño quien los corrigiera, potenciando así sus funciones comunicativas.

6. En la última fase de consolidación, trabajaron para expandir y enriquecer el vocabulario del niño.

Resultados muy prometedores a largo plazo
Durante los primeros doce meses, los investigadores ya detectaron mejoras, pero la verdadera sorpresa llegó en la visita de seguimiento al cabo de seis años. Mientras que en el grupo control la proporción de niños con autismo severo había aumentado del 50% al 63%, en el grupo de familias que recibieron la formación el porcentaje se redujo del 55% al 46%.

Durante ese tiempo la comunicación tanto con sus padres como con otros niños mejoró significativamente, así como la frecuencia e intensidad de sus conductas. Aunque no es una cura, los resultados son extraordinariamente esperanzadores. Hasta ahora no existían evidencias de que una intervención temprana pudiera ser realmente efectiva a largo plazo. Se trata de sembrar esperanza en un campo donde apenas había ninguna.

Todos los expertos coinciden en señalar que para que este tipo de intervenciones sean efectivas deben iniciarse lo antes posible, ya que durante los primeros años de vida el cerebro del bebé presenta mayor plasticidad neuronal y los síntomas no son tan severos. El problema es que los padres no empiezan a detectar los primeros síntomas de autismo hasta los 12 o 18 meses de vida. Quizás les sorprenda que el niño no haga contacto visual o no reaccione cuando les vea, pero el desconocimiento y la falta de sospecha suelen retrasar el diagnóstico hasta los 4 años de edad.

Sin embargo, un reciente estudio publicado por Nature sugiere que hay evidencias cerebrales incluso antes del primer año de vida. Usando escáneres, los investigadores fueron capaces de predecir el futuro desarrollo del trastorno con un 80% de exactitud. Este novedoso método permitirá empezar la terapia antes del primer año de vida, cuando los síntomas todavía no se han manifestado plenamente, para conseguir mejores resultados.

Tecnología de Google para encontrar el origen del autismo
Aunque se sospecha que varios factores ambientales pueden afectar el desarrollo del feto, en la actualidad las principales vías de investigación se siguen centrando en las causas genéticas.

Un estudio publicado el pasado mes de marzo y que ha contado con la colaboración de Verily, la división de ciencias de la salud de Google, arrojó luz sobre la enorme heterogeneidad del autismo e identificó hasta 18 nuevas variaciones genéticas vinculadas a un mayor riesgo.

De esta manera, se abre la posibilidad de dividir el trastorno en distintas categorías que puedan ser diagnosticadas y tratadas según sus necesidades individuales. La mayoría de estos nuevos genes identificados también son potenciales dianas terapéuticas, lo que significa que podrían diseñarse fármacos que corrigieran dicha alteración.

Todos estos descubrimientos ayudan a explicar una enfermedad demasiado desconocida. Esta falta de información incluso llevó a especular con la posibilidad de que las vacunas provocaran autismo, a pesar de que un estudio de 2015 realizado en más de 95.000 niños concluyó que no era así. La controversia la inició una investigación publicada en 1998 que finalmente resultó un fraude: la revista retiró el estudio y su autor fue expulsado del Colegio de Médicos Británico.

Nuevas terapias biológicas
Uno los tratamientos más prometedores, que se está estudiando como apoyo a la terapia conductual de los padres, es el trasplante fecal, ya que las últimas evidencias científicas sugieren la existencia de una relación entre la flora intestinal y el autismo. En un un pequeño estudio publicado este mismo año en la revista Microbiome se logró reducir en un 25 por ciento los síntomas sociales reemplazando las bacterias intestinales de niños con autismo por bacterias de personas sanas.

Esta teoría se apoya en varias investigaciones previas donde se descubrió que los niños con autismo tienen menor variedad microbiana en su sistema gastrointestinal, quizás provocada por el uso masivo de antibióticos durante sus primeros años de vida.

Estas nuevas aproximaciones terapéuticas refuerzan tanto la importancia de la microbiota intestinal como el papel de los padres en el manejo de este trastorno, y permiten soñar a pacientes y familiares con un futuro más esperanzador.

Pau Navarro, especialista en inteligencia social y autor de la web Habilidad Social, portal on line especializado en habilidades sociales en lengua española y cuenta con más de 300.000 visitantes mensuales. Su misión es fomentar el desarrollo de las habilidades comunicativas mediante recursos avalados científicamente. Está dirigido por Pau Navarro, postgraduado en inteligencia emocional y experto en psicología social.

http://elpais.com/elpais/2017/05/09/mamas_papas/1494307198_602006.html

Cómo saber si mi hijo tiene autismo