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martes, 14 de mayo de 2024

¿Quién sale del ascensor?

Tengo un amigo psiquiatra en Paraná (Argentina) que se llama Solidario. Una persona que hace honor a su nombre. Muchas veces hemos hablado de lo curioso que sería llevar ese nombre y ser una persona egoísta. No conozco a nadie más que tenga ese nombre. Aun recuerdo el asado que nos preparó en su casa hace ya muchos año

Me he acordado de él al ver de nuevo una película que dura solamente 1.58 minutos. Sí, has leído bien: Un minuto y cincuenta y ocho segundos. Se titula “Sorry” (Lo siento). Ganó un Oscar al mejor cortometraje en el año 2020. Es probable que algún lector conozca este documento porque hoy se puede encontrar fácilmente en la red.

Aparte de sus excelentes cualidades técnicas (panificación, montaje, fotografía, iluminación, movimientos de cámara…) tiene un contenido que nos invita a reflexionar. Voy a describir lo que cuentan las imágenes.

Las primeras imágenes nos muestran a un joven que se desliza sobre unos patines y lleva unos vistosos auriculares. Inmediatamente vemos un ascensor lleno de gente. Las puertas están abiertas. Parece que ya no puede entrar ni una persona más. Seguidamente la cámara nos muestra al chico de los patines que, con una maniobra elegante, entra en el ascensor y se coloca en primera fila. El ascensor está lleno. Las puertas se cierran, pero el ascensor no se mueve.

El silencio es palpable. Nadie dice nada. Unos se miran a otros de forma interrogativa. ¿Qué pasa que no se mueve? Pronto lo sabrán todos. En primer lugar porque de forma periódica se escucha un sonido repetido que indica que algo pasa. En segundo lugar, en la parte superior del ascensor aparece iluminada de forma intermitente una palabra que lo explica todo: Overload (sobrecarga, exceso de personas) al lado de una flecha azul que indica la dirección descendente del ascensor. Es probable que por la mente de todos pase la idea de que el ascensor no se moverá si alguien no lo abandona, pero nadie se mueve. Los sonidos se repiten, las miradas se encuentran en el silencio, el aviso con la flecha azul indicando el descenso y la palabra overload repetida invitan a los ocupantes a solucionar el problema. El chico que ha llegado el último, que lleva puestos los auriculares, calla y no se mueve. Nadie le invita a salir. La cámara enfoca varias veces su cara.

De pronto, una chica de color que está en la parte de atrás va haciéndose hueco con dificultad para abandonar el ascensor. Entonces vemos que camina apoyándose en dos muletas. Cuando sale, sin que nadie diga una palabra, las puertas se cierran y el ascensor comienza a moverse.

El cortometraje está muy bien planificado. La secuencia de planos (mezcla hábilmente primeros planos, planos medios, planos generales, planos tres cuartos…) nos va diciendo muchas cosas: uno de los ocupantes mira el reloj, una chica se atusa la melena, otro se quita las gafas, todos se miran intrigados. Hablan las posturas, hablan las miradas, hablan las angulaciones de la cámara (planos en picado y en contrapicado…).

El cortometraje nos brinda una tremenda lección en menos de dos minutos. La actitud individualista hace que todos acaben perjudicados. Si cada uno se aferra al derecho que considera que le asiste de no moverse, ninguno podrá desplazarse en el ascensor. Es un caso que muestra claramente que una actitud egoísta acaba siendo un perjuicio para todos.

La lección es poderosa porque quien resuelve el problema del grupo es una persona que tiene mayores problemas para desplazarse que cualquiera de quienes se quedan inmóviles. El chico que acaba causando el problema se mueve sobre patines y la chica que lo soluciona se mueve apoyándose en dos muletas.

La película contrapone el individualismo a la solidaridad. La joven con discapacidad, después de salir, se vuelve para dirigir la mirada al ascensor y ve cómo se cierran las puertas e inicia el descenso. Una leve sonrisa, casi imperceptible, la hace sentir importante. Su actitud ha beneficiado a los que no se movieron. Gracias a ella se ha solucionado el problema.

Ese diálogo entre individualismo y solidaridad, entre egoísmo y altruismo es fundamental en nuestra sociedad. Yo diría que es más necesario que nunca. Porque la cultura neoliberal predica sin cesar un individualismo exacerbado. Los lemas básicos de esta filosofía son: “cada uno a lo suyo”, “sálvese el que pueda”, “ande yo caliente y ríase la gente”, “a quien Dios se la da, San Pedro se la bendice”, “por la caridad entró la peste”, “tú a lo tuyo”…

La solidaridad es uno de los valores más importantes para la vida de las personas y para el convivencia en las sociedades. Así lo entiende Eduard Romero, que incluye la solidaridad en su libro “Valores para vivir”. Dice en él que “la solidaridad es una relación de fraternidad, de camaradería, de recíproco sostenimiento, que ata a los diversos miembros de una comunidad o colectivo, en el sentido de pertenencia a un mismo grupo y en la conciencia de un interés común”.

Puede practicar la solidaridad un individuo de forma aislada, como sucede en el cortometraje al que he hecho referencia, pero también puede haber solidaridad entre grupos y entre países. “La solidaridad es la ternura de los pueblos”, dice Tomás Borge, revolucionario, escritor, poeta y político nicaragüense.

Decía el escritor y médico irlandés Oliver Goldsmith: “El mayor espectáculo del mundo es una persona esforzada luchando contra la adversidad; pero hay todavía uno más sorprendente y es el ver a otra persona lanzarse en su ayuda”.

Estoy seguro de que el mundo está lleno de acciones solidarias. Padres y madres que se desviven por sus hijos y a la inversa, cuando aquellos son mayores. Abuelos y abuelas que se convierten en sacrificados y felices cuidadores de sus nietos. Profesores y profesoras que sobrepasan los límites de las obligaciones docentes. Médicos sin fronteras que dan su vida para salvar otras vidas. Amigos que se desvelan por amigos que tienen alguna necesidad (los amigos son como la sangre, que acude a la herida sin necesidad de llamarla), personas que militan en Organizaciones solidarias de forma entusiasta y gratuita., voluntarios que dedican su tiempo, su saber o su compañía a personas necesitadas. Basta ver cómo se vuelcan los vecinos cuando existe una desgracia en un barrio o un bloque de viviendas.

Hace unos días fui a un asador a comprar dos pollos asados. Cuando me dispuse a pagar me di cuenta de que no llevaba dinero. Hice ademán de irme a buscarlo y el vendedor, amablemente, me dijo:

-No se preocupe, lléveselos. Ya me los pagará.

No me conocía de nada. Confió en mí, tuvo un gesto de solidaridad para el que yo no había hecho mérito alguno.

Debería ser obligatorio que los medios abran sus informativos y sus telediarios con una acción pequeña o grande de solidaridad. No costaría nada encontrarlas porque están en todas las partes. Pero la noticia ahora se identifica con desgracias, asesinatos, violaciones, bulos, robos, insultos… Ese sería un buen método para limpiar el fango del que tanto estamos hablando.

Creo que las personas tienen más componentes positivos que negativos. Sí, creo que somos más buenos que malos. Decía el filósofo alemán Max Scheler: “En ninguna persona todo es ejemplar; y también me arriesgo a decir: en toda persona hay por lo menos un rasgo que es ejemplar”.

Mi amigo y escritor argentino Alejandro Spiegel escribió hace veinte años (cómo pasa el tiempo, Dios mío, parece que fue anteayer cuando lo estaba leyendo) un hermoso libro titulado “Héroes invisibles. Historias de la vida cotidiana para educar en valores”. Hace una propuesta didáctica en la que pide a los alumnos que lleven al aula una historia real de solidaridad. “Héroes al aula”, llama a esta iniciativa. Esa petición educa los ojos para descubrir el bien. Porque la bondad existe y se practica. Está en todas las partes. Luego propone un método para hacer el análisis didáctico de esas historias. El libro contiene ejemplos emocionantes de acciones solidarias.

Y es que aquí tenemos la clave. La escuela no tiene solamente la misión de enseñar a pensar, tiene el deber de enseñar a convivir, es decir, de enseñar a ser personas solidarias.




miércoles, 13 de marzo de 2024

El maestro que prometió el mar

Los actores Fernando Fernán Gómez y Manuel Lozano, en una escena de 'La lengua de las mariposas'Los actores Fernando Fernán Gómez y Manuel Lozano, en una escena de ‘La lengua de las mariposas

Acabo de ver la película española “El maestro que prometió el mar”, obra de la directora catalana Patricia Font. En realidad, el título más preciso sería “El maestro que prometió ver el mar”. La historia gira sobre una hermosa y significativa promesa que le hace el maestro Antoni Benaiges a un pequeño grupo de niños y niñas de un pueblo burgalés llamado Buñuelos de Bureba, en tiempos de la Segunda República. Un grupo de pequeños escolares que nunca había visto el mar.

La película está dirigida, como decía, por Patricia Font y excelentemente protagonizada por Enric Auquer y Laia Costa. Con maestría y sensibilidad, Patricia ha construido un relato cinematográfico excelente. La bisnieta de Carlos quiere ayudar a su abuelo, que se encuentra en una residencia y que ha perdido el habla y la memoria, a recuperar la historia de su padre. Y acude a una exhumación que se está haciendo en la fosa común de La Pedraja, sita en los montes próximos a Bañuelos de Bureba. Mediante inteligentes flash-backs va reconstruyendo la historia del pequeño alumno del maestro Antoni Benaiges.

Por cierto, entre los cien cadáveres exhumados no se encontraron los restos del maestro Benaiges. Por eso podemos hablar de numerosas “exhumaciones” antropológicas de su memoria a través de libros, películas y canciones.

“Este pueblo no tiene agua, no tiene luz, ni tiene caminos; para ir a Briviesca apenas si se inicia una carretera y, sin embargo, no he pedido, no pido; aquí me quedo. Veo claro, claro cómo me voy haciendo luz en los cerebros de cada uno de estos chiquillos y chiquillas y me hago luz también en el pueblo…” escribió Benaiges a su amigo, el pedagogo anarquista Patricio Redondo.

Esa luz a la que entonces se refería el maestro está ahora en la pantalla, en imágenes luminosas. “Con colores cálidos y con mucho movimiento, rodamos cámara en mano, una cámara muy viva”, explica la directora, que para la parte del relato que se refiere a la actualidad apuesta por “colores más fríos, porque se trataba de un ambiente más frío, con muchos silencios, con gente que habla poco y que empieza viendo huesos, fosas comunes, muertos. Y la cámara es mucho más estática o con movimientos muy suaves”.,

Antoni Benaiges, un maestro de Mont-roig del Camp, Tarragona, fue destinado en 1934 a la Escuela Nacional Mixta de Bañuelos de Bureba, un pequeño pueblo de la provincia de Burgos.

Gracias a una metodología de enseñanza pionera y revolucionaria para la época, como era la pedagogía de Célestin Freinet, basada en la participación activa de los niños y el uso de la imprenta, comenzó a transformar la vida de sus alumnos y la del pueblo. Los niños mantenían correspondencia con otras escuelas de España, de México, de Francia…
Benaiges. con sus alumnos en la escuela de  Bañuelos de Bureba.
Benaiges. con sus alumnos en la escuela de Bañuelos de Bureba.
El primer día del curso descuelga el crucifijo que preside el aula. La hija del alcalde hace ver al maestro que se ha caído y el maestro le dice que el crucifijo estará en la iglesia y en las casas que quieran tenerlo, pero que la escuela es laica y no va a tener signos religiosos. Muy pronto entra el cura párroco en la escuela y delante de los niños recrimina al maestro que haya retirado el crucifijo. Con enérgicas y razonables palabras el maestro le explica al sacerdote las razones de su decisión y le pide que se vaya de la escuela. El maestro estaba desafiando a la fiera.

A finales de julio de 1936, el maestro fue asesinado, después de ser sometido al escarnio público ante los habitantes del pueblo, incluidos sus alumnos y alumnas. Las escenas me hicieron recordar la estupenda película “La lengua de las mariposas”, de José Luis Cuerda.

Durante más de 75 años, su trabajo y personalidad permanecieron en la intimidad del recuerdo de sus antiguos alumnos y su familia, hasta que, en agosto de 2010, a pie de fosa, un vecino de Bañuelos haría emerger la figura del maestro asesinado en 1936 y la conmovedora historia de una promesa que no se pudo cumplir.

Sebastian Gestrudix y Sergi Bernal escribieron “El mar será… Antoni Benaiges: El maestro que prometió el mar”. El título del libro es verdaderamente significativo: Los niños y las niñas de la pequeña escuela imprimen textos que ellos mismos escriben. El mar será… muestra los relatos de los escolares que se imaginan cómo será el mar, algo que nunca han visto. Pero la promesa no se llegó a cumplir. El fascismo más brutal y más cruel corta la vida del maestro y, de esa forma, acaba con el sueño de los niños y de las niñas que son testigos de las terribles escenas en las que su querido maestro es masacrado por las fuerzas vivas del pueblo.

Tengo en las manos el libro titulado “El maestro que prometió el mar”, escrito por Francesc Escribano, Queralt Solé, Francisco Ferrándiz y Sergi Bernal.

Francesc Escribano, periodista y productor de cine y televisión cuenta en las primeras líneas del libro que el 18 de julio de 2021 participó en un homenaje a la memoria de Antoni Benaiges en el cementerio de Bañuelos de Bureba. Una ceremonia singular: la dedicatoria de un cenotafio. Un cenotafio es un monumento funerario sin cadáver, en este caso sin el cuerpo de Antoni Benaiges. En un nicho vacío unas cincuenta personas fueron depositando diferentes objetos relacionados con aquel joven de Mont-roig del Camp que en 1934 abandonó Cataluña para asumir el puesto de maestro de Bañuelos de Bureba. En medio de un silencio reverencial fueron colocando en el nicho los libros que se han publicado, algunas fotografías, el guión de una película, reproducciones en facsímil de los cuadernos antiguos, algunas canciones que se le han dedicado…

Los niños y niñas de Bañuelos no habían visto nunca el mar y, en enero de 1936, su maestro los animó para que lo imaginasen y lo describiesen. El resultado fue un cuaderno monográfico sobre la inmensidad azul. «El mar será muy grande, muy ancho y muy hondo». Así es como se imaginaba el mar uno de los niños de este pueblecito de Burgos. Las descripciones se repetían: «El mar será…», «El mar será…». El maestro Antoni Benaiges, que revolucionó su escuela dando la palabra a sus alumnos con la ayuda de la imprenta Freinet y de un gramófono, les prometió que irían a Mont-roig del Camp, en casa de su familia, para verlo por primera vez y así poder decir: «El mar es…», «El mar es…». Pero el sueño de aquellas criaturas y la promesa del maestro quedaron truncados para siempre el 18 de julio de 1936, con el estallido de la Guerra Civil. Esta novela relata la historia de una promesa que no se pudo cumplir.

He visto la película sobrecogido por la memoria de mi tío Atenedoro Santos Encinas, hermano de mi padre, maestro de la República que fue fusilado cuando tenía 24 años por el sencillo hecho de enseñar a pensar y a vivir a los niños y niñas de un pequeño pueblo de la provincia de León llamado Escobar de Campos. En el verano de este año he visto la escuela en la que ejerció como maestro. Una escuela cuyo edificio se conserva en buenas condiciones. Me imaginaba cómo sería la película de su dramática historia.

Una emocionante película que muestra de forma palmaria la necesidad de llevar a la práctica uno de los principales propósitos de la ley de memoria democrática. Una ley que no pretende dividir, que solo pretende hacer justicia. Una ley que no abre heridas, como dice injustamente la derecha de este país, sino que las cura y las cierra porque siguen abiertas y sangrando. Curar no es dividir. Restañar las heridas es poner consuelo y buscar una paz justa.

La historia de este y de tantos maestros asesinados de forma tan injusta nos interpela en dos sentidos. El primero: ¿qué hubiera pasado si los padres y las madres de los alumnos de la escuela se hubieran rebelado ante el horrible atropello? La exhibición de la víctima amordazada ante la presencia del pueblo es extremadamente dolorosa. El tiro en la nuca del maestro es terrible y cruel. El segundo: ¿cómo es posible explicar la ola de silencio que cubrió todos estos hechos execrables? La desmemoria ha sepultado estos hechos increíblemente crueles. Decía Edmond Burke: “Para que el mal triunfe solo hace falta que las personas buenas no hagan nada”.

sábado, 20 de enero de 2024

Los coleccionistas de ceros

En el aeropuerto de Barajas compré hace unos días un pequeño librito titulado “Los coleccionistas de ceros”. Un libro cuya lectura dura el tiempo del trayecto aéreo de Madrid a Málaga. Es decir, un poquito menos de una hora. Su autora es Eva Escudero Fraile, profesora de primaria. He de decir que se nota que quien escribe tiene muy pegado a sus zapatos el barro de la práctica. La obra ha sido ganadora del II Premio Hortensia Roig de Literatura Infantil 2023.Siempre insisto en mis clases y conferencias a profesores en la necesidad y la importancia de escribir. Por eso me sumo al aplauso que supone un premio. Con sencillez y meridiana claridad aborda la autora un profundo problema que afecta a la evaluación. Me refiero al problema de la actitud estricta que algunos profesores (afortunadamente pocos) tienen a gala exhibir a la hora de evaluar los aprendizajes de sus alumnos y alumnas. Digo exhibir porque, frecuentemente, alardean de los pésimos resultados que los aprendices consiguen en su asignatura. En este caso, de matemáticas. Piensan de sí mismos que son profesores excelentes porque con ellos solo aprueban los que realmente saben. Y esos son muy pocos.

El libro cuenta el caso de Tomás Zurdo, un profesor de matemáticas cuyas evaluaciones, una tras otra, muestran un fracaso generalizado. La inmensa mayoría de sus alumnos son coleccionistas de ceros. Solo hay una excepción que le sirve al profesor como argumento para demostrar que lo que exige se puede alcanzar. Una niña que se llama Helena. Y de ella dice el señor Zurdo (como le gusta que le llamen) a sus estudiantes “que bastante desgracia tiene la pobre con ser vuestra compañera, que estáis coartando sus posibilidades”.

El hilo argumental de la historia de este grupo es Ana, una niña daltónica, con estupendas cualidades artísticas pero especialmente negada para las matemáticas, según su severo profesor.

La comprobación que este docente realiza viene a decir que no han aprendido nada de lo que pretendía enseñar. (En realidad no deberían pagarle un sueldo, porque le pagan para que sus alumnos aprendan y él certifica en cada evaluación que la mayoría no ha aprendido nada). Y ahora viene el segundo y decisivo problema: la atribución. ¿Por qué no han aprendido? El profesor atribuye el cien por cien de la responsabilidad del fracaso a sus alumnos y, por consiguiente, él no tiene nada que revisar, que modificar o que cuestionarse. Ni en la forma de enseñar ni en la forma de evaluar. Y, lo que es más grave, ni en las concepciones que tiene sobre estos procesos y sobre la capacidad y disposición de quienes aprenden.

Curiosa e interesada forma de analizar la realidad. Porque esos mismos niños y niñas van bien en otras asignaturas y, en este caso, se evidencia el error del profesor cuando cambian los resultados y el clima del aula con la nueva maestra. Incluso tienen una comprobación externa incontestable del éxito al ganar un certamen de matemáticas organizado por varias escuelas.

El primer párrafo del libro dice así “El día que Tomás Zurdo, tutor y profesor de matemáticas, se dio de baja por ansiedad, todo comenzó a cambiar en la clase de 4ª B del Colegio Marie Curie”. Cuando aquella tarde la directora anuncia la baja del profesor de matemáticas, Ana “sintió una felicidad tan grande que, al salir, invitó a sus amigos a cruasanes de mantequilla en la pastelería de al lado, a modo de celebración”.

Al señor Zurdo le sustituye una joven profesora interina llamada Diana Cortés. Y ya el primer día les sorprende colocando las mesas para trabajar en equipo. Con su predecesor cada uno, desde su pupitre, seguía de forma aislada las explicaciones del profesor, realizaba las tareas y hacía los exámenes.

“Diana llegaba cada día cargando al hombro con varias bolsas de tela repletas de materiales quesolo ella sabía para qué y cuando iba a utilizar”.

El rumbo y la actitud del grupo cambia radicalmente. Se interesan por la asignatura, aprenden de forma cooperativa, se sienten valorados por la maestra y, como es lógico, mejoran las calificaciones. Se acabaron los ceros. Las matemáticas ya eran hermosas, divertidas y útiles. El grupo, que antes era considerado nefasto, ahora tiene la etiqueta de magnífico.

Un buen día, Ana va a buscar a su maestra porque han descubierto una noticia importante. Un certamen que lleva por lema “Calculo, luego existo. Categoría infantil”. El anuncio seguía diciendo: “Participa con tu clase y gana jugosos premios Porque todos llevamos un pequeño genio dentro”. Movidos por los premios prometidos y por el deseo de demostrar a su maestro lo equivocado que estaba, deciden presentarse al certamen. Esa decisión provoca un compromiso entusiasta con el entrenamiento para poder competir.

Diana inscribió a la clase en el Certamen y les empezó a preparar: “A partir de mañana quiero que cada uno de vosotros me redacte en el cuaderno de mates una situación que deseéis resolver y que pueda lograrse con números o lógica. Pensadlo bien. Las pondremos en común y trataremos de encontrar la solución”.

Andrés planteó el siguiente problema: “Si voy a casa de mi padre los miércoles y el fin de semana y el resto e los días estoy con mi madre, ¿cuánto tiempo paso con cada uno de ellos al año? ¿Con quién de los dos estoy más tiempo?”.

Para controlar las respuestas, Diana utilizaba un cronómetro. Era preciso cuidar el rigor y también la rapidez. Porque ambas cosas se tendrían en cuenta en el certamen. Por eso la maestra dijo:

¡Tres, dos, uno! ¡Tiempo!
Al cabo de unos minutos, antes de que sonase el cronómetro para indicar el final de la prueba, Helena dijo:

– ¡Lo tenemos!

“Si un año tiene 52 semanas, calculando dos días de finde por 52 y sumando un día por cada una de esas semanas, todo sería igual a 156 días al año con tu padre. Y, si restamos a los 365 días del año los 156 que pasas con él, obtenemos los 209 días que pasas con tu madre”.

La historia que nos cuenta Eva Escudero nos muestra un encuentro fortuito de un grupo de alumnos entre los que no podía faltar su antigua alumna Ana con el señor Zurdo acompañado de su madre. Él sigue aferrado a sus concepciones, a sus estereotipos, a su frialdad emocional. Por lo que, cuando le dicen que van a participar en el XXXV Certamen “Calculo, luego existo”, les dice:

– Pues mucha suerte, la vais a necesitar.

Llegó el día del certamen. 25 alumnos, 8.30 horas, 5000 euros de premio. Comenzaron las pruebas. Helena, abrió el sobre y, con voz temblorosa, leyó para su equipo: “El día 3 de marzo de 2013 nació Hugo. En ese momento, su hermano Juan tenía 8 años y su hermana Sara 6. Si el día 3 de marzo del año 2023, su padre tiene 50 años, ¿cuántos años les saca a todos ellos en la actualidad? ¿En qué año nacieron Juan y Sara?”.

Y siguieron los ejercicios., que fueron realizando con la mayor premura.

Para su sorpresa vieron que el señor Zurdo estaba entre el público, con una media sonrisa que venía a decir: he venido para ver cómo sufrís un irremediable fracaso.

Los antiguos coleccionistas de ceros empezaron a anotar los datos y a calcular con rapidez las edades que les pedían. Lo cierto es que 4º B del colegio Marie Curie pasó a la gran final y la ganó justamente para orgullo y regocijo de los antiguos coleccionistas de ceros.

La tesis del pequeño libro nos muestra una realidad vívida y aleccionadora. Una buena parte del éxito en el aprendizaje radica en la calidad del maestro: en su cercanía emocional, en la concepción que tiene de su tarea, en su capacidad didáctica, en las expectativas que tiene sobre sus alumnos, en su creatividad innovadora, en el amor a lo que enseña y a los que enseña. Pero hay tres efectos secundarios de la actitud del señor Zurdo que no se suelen tener muy en cuenta y que yo considero de gran importancia. Uno se refiere a la repercusión que este persistente fracaso tiene en el autoconcepto de los alumnos: “soy incapaz”, “soy torpe”, “no valgo”… Otro se refiere a la actitud hacia la asignatura: “no me gusta”, “es muy difícil”, “no quiero estudiar matemáticas”… O, peor aún, no quiero estudiar nada. El tercero tiene que ver con el vínculo profesor/alumno, que se debilita o se destruye ante el persistente fracaso y la actitud hostil. Cualquier otro tipo de influencia beneficiosa se hace casi imposible.

Está muy claro en esta historia y en la vida. Con un buen maestro el clima se transforma, la motivación se aviva, el aprendizaje se produce, la felicidad aparece y nunca se va. Qué importante es un buen docente.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2024/01/13/los-coleccionistas-de-ceros/

viernes, 8 de septiembre de 2023

Entre timo y timo se anda el camino

Vivimos unos tiempos en los que proliferan los timadores como los champiñones en la oscuridad y la humedad de esta cultura neoliberal que lo impregna todo. Lo que importa es mirar por uno mismo, conseguir dinero fácilmente por el método que sea, no obedecer a más principios que el propio interés y servirse del prójimo sin el menor escrúpulo. Vivimos en un sociedad de pícaros.

Un anciano acudió a las oficinas del censo en Santiago del Estero (Argentina). Le preguntaron la edad que tenia (75 años, contestó), su condición civil (casado, dijo), si tenía hijos (cinco, precisó). Le preguntaron a continuación:

– ¿Todos vivos?

Él contestó:

No, dos trabajan.

Muchísimos vivos.

Los ciudadanos y las ciudadanas de a pie somos frecuentemente víctimas de engaños, trampas y estafas de diverso tipo. Los que más saben utilizan su posición privilegiada para aprovecharse de los demás impunemente.

No comparto la actitud resignada de quienes se lamentan del engaño y despotrican sin hacer nada. Tenemos que defendernos cuando alguien nos atropella. Es una parte de nuestro compromiso con la democracia. Tenemos que tener los ojos abiertos, abandonar la ingenuidad que facilita el camino al pícaro y actuar de forma contundente. Hay que construir una sociedad en la que podamos vivir confiadamente.

Voy a compartir un intento de timo que he sufrido hace unos días. Entre muchos otros de diverso tipo y gravdad. Y otro consumado, cuya autoría es de Endesa, una importante compañía eléctrica. En el primer caso salí airoso al detectar durante el proceso el tufo del engaño. En el otro, he tenido que recurrir al comité de arbitraje de la Junta de Andalucía y estoy a la espera de una decisión.

Comenzaré por el primero. Recibo una llamada desde el número de mi banco, que sé de memoria. Ese reconocimiento me hizo aceptar la llamada, aunque sé que los cacos conocen los medios para que aparezca en pantalla el número que desean. Es un buen anzuelo para que piques. Después del preceptivo saludo me dice una tal Pilar que llama del Banco Santander y que quiere comunicarme que alguien está intentando hacer un cargo fraudulento en Amazon con mi tarjera y una retirada de 300 euros en un cajero de Alicante. Me dice, además, que la persona que ha realizado esos intentos se llama Julia Maqueda. Este dato avivó mis recelos y me puso en guardia. La finalidad de la llamada, me dice Pilar, es bloquear los cajeros para que esa persona que, probablemente lo intentará de nuevo, no pueda llevar a buen fin la estafa.

Para ello debía entrar en mi banca digital y seguir sus instrucciones. Aquí apareció el segundo signo de sospecha. Y el tercero fue determinante. Tenía que escribir la cantidad de 300 euros para evitar la retirada de esa cantidad por la timadora. ¿Por qué no querrá sacar 200 o 400 o 700 euros?

Con la excusa de que llamaban a la puerta, corté la llamada y le pedí que me volviese a llamar en 10 minutos. Pensó que el ratón había mordido el queso de la trampa y, como luego diré, volvió a llamar.

Llamé al teléfono de mi banco y cuando conté lo que me estaba pasando, no dudaron en decirme que se trataba de una estafa. Añadieron que había hecho lo correcto: no facilitar ningún dato y llamar al banco para comprobar la naturaleza de la llamada.

La chica, pasados esos minutos, me volvió a llamar. Tuve la tentación de soltarle un par de calificativos pero preferí seguir el consejo del asesor bancario: no respondas.

¿Hasta dónde llega el descaro de los timadores? Entran en tu casa a través del teléfono (yo no se lo he dado), se presentan como protectores de tus bienes (cómo no aceptar su ayuda) y te engañan con una habilidad extraordinaria. ¿Cuándo puedes fiarte, de quién puedes fiarte, cómo puedes fiarte…?

Este tipo de historias, de extraordinaria frecuencia, generan un clima de desconfianza, de inseguridad, de temor. Te sientes desprotegido ante tanto asedio.

El segundo tipo de timo es más sofisticado. Y el estafador no es un delincuente aislado sino una gran empresa de electricidad. Trataré de describirlo brevemente. Se ha consumado y estoy decidido a llegar hasta el final para denunciar a quien tan descaradamente se ha comportado suplantando mi personalidad.

Soy propietario de una casa en una ciudad de Córdoba. Comercializaba el servicio de luz la compañía Podo. siendo yo el titular del contrato. Y las facturas se enviaban a una cuenta de un banco de esa ciudad que abonaban los inquilinos.

El día 20 de enero de 2022 (o el 26 del mismo mes y año, ya que la documentación de Endesa maneja ambas), la compañía comunica a Podo de forma fraudulenta (digo de forma fraudulenta porque yo no lo solicité) que el titular del contrato de mi vivienda había solicitado el cambio de Podo a Endesa.

A partir de ese momento, las facturas del consumo de esa vivienda se cargan en mi cuenta en un banco de Málaga, en la que se estaban cobrando las facturas de mi propia vivienda. Endesa conocía el IBAN de mi cuenta, razón que explica que hayan podido efectuar el cambio de cuenta bancaria.

Cuando descubro el problema llamo a Podo, donde me dicen que ellos no pueden ofrecerme ninguna solución, ya que Endesa argumentó, como es habitual en estos casos, que el titular había solicitado el cambio.

Puesto en contacto con Endesa, me dicen que el cambio se efectuó desde una tienda llamada MARKETING MEJALCAN, pero que desconocían la ciudad y dirección donde esta tienda se encontraba y también desconocían la identidad del solicitante. Estas explicaciones, como es lógico, me dejan completamente atónito. Conocen la tienda pero no su ubicación. Se hace una solicitud desde ella, pero no saben quién la hace.

La misma respuesta me dieron en la oficina de Endesa de la ciudad de Rincón de la Victoria, sita en Plaza del Señorío 2, local 8, a donde me aconsejaron que acudiera. El asombro fue aun mayor, si cabe, al confirmarme que ,la solicitud se había hecho desde esa tienda, pero que no tenían más datos.

Solicito por escrito una explicación y, para mí sorpresa e indignación se me contesta que “según la documentación obrante en nuestros archivos, la contratación realizada es correcta y que la contratación se ha hecho por vía telefónica”.

Es decir que ya ha desaparecido la primera explicación y se me dice a mí, que soy el titular, que la contratación se ha hecho de forma correcta. Sin ninguna prueba. Es un insulto en toda regla porque yo tengo la plena seguridad de no haber ni solicitado ni aceptado el cambio del contrato. ¿Cómo es posible que no me ofrezcan la grabación de la llamada?

Acudo a la Oficina del Consumidor del Ayuntamiento de Rincón de la Victoria exponiendo mi queja y se me contesta desde Endesa Energía, de una forma incomprensible y ofensiva diciendo que existe una solicitud de contratación número O1-0064258820 a fecha 26/01/2022 en la que el señor Santos solicita un cambio de comercializadora a Endesa Energía. Se añade que firmé digitalmente mediante un SMS enviado a mi teléfono móvil. Esto es completamente falso. Y si se me enviase una grabación estoy seguro de que estaría manipulada.

Decido recurrir a la Junta de Arbitraje y niego tajantemente por escrito que ambas actuaciones sean ciertas. Estoy plenamente seguro de no haber realizado solicitud alguna solicitando el cambio ni enviado un SMS desde mi teléfono móvil. Considero que esta respuesta es una tomadura de pelo inadmisible ya que están dirigiéndose al titular del contrato.

Me ha sorprendido que la Oficina del Consumidor no haya exigido a Endesa las pruebas fehacientes de la solicitud y que se hayan conformado con la sencilla explicación de decir que la solicitud es correcta.

Todo el proceso de varios meses ha estado entreverado de llamadas telefónicas desesperantes: cada día me atendía una persona diferente, me ofrecían versiones contradictorias, era imposible hablar con un supervisor… En definitiva, pérdida de tiempo e irritación persistente.

¿Cuántas horas he perdido en denunciar este atropello? ¿Cuánta indignación he tenido que tragarme para no conseguir todavía ni una mínima prueba? Estoy esperando una respuesta. Y exijo que sea razonada y justa. No me voy a callar. Siento que estoy defendiendo a muchos que no disponen de tiempo ni de cauces para exigir sus derechos.

Una democracia no es una selva. Tenemos que luchar por una convivencia respetuosa y amable, por una convivencia en la que los más débiles se sientan protegidos, seguros y libres.

domingo, 2 de julio de 2023

_- La herencia de los romanos

_- El escritor Agustín Martínez, uno de los tres integrantes del pseudónimo Carmen Mola, ganador del premio Planeta el año 2021, escribió en la Voz de Granada hace unos días un interesante artículo con una idea que quiero compartir con mis lectores y lectoras. De la maravillosa película “La vida de Brian”, dirigida por Terry Jones y escrita por los Monty Python, rescata una secuencia en la que los miembros del partido del Frente Popular de Judea y del Frente Judaico Popular preguntaban en uno de los conciliábulos de la Jerusalén del año 33:

¿Qué han hecho los romanos por nosotros?
Tras un breve silencio, uno de los presentes responde aportando tímidamente una idea:

El acueducto.
– Ah, sí, sí, eso sí nos han dado, reconoció quien había hecho la pregunta.

Y el alcantarillado, añadió otro asistente.
Sí, dijo el primero, reconozco que el acueducto y el alcantarillado nos los han dejado los romanos. Desde otro lugar intervino alguien después de reflexionar sobre la cuestión que se había planteado:

Y las carreteras, dijo entre dientes.
Evidentemente las carreteras. Eso no hace falta mencionarlo. Pero, aparte del acueducto, del alcantarillado y de las carreteras, ¿qué nos dejaron los romanos? Pues la irrigación, la sanidad, la enseñanza, el vino, los baños públicos, el orden público…, dijo un anciano, impaciente por la lentitud de la enumeración.

– Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras, los baños públicos y el orden público, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?.

Nos han dado la paz.
He repasado la secuencia varias veces. Qué ingenioso guión. Agustín Martínez, apoyándose en esa secuencia, cita algunos logros que ha dejado el gobierno de coalición y que no deberían ser olvidados ante la marea mediática y social que ha venido impulsada por descalificaciones malintencionadas de todo tipo. Y yo añadiré algunos más, aunque no podré mencionarlos todos.

Nadie puede negar que estos mentirosos romanos han elevado el salario mínimo interprofesional un 33,3 por ciento. Se decía que ese aumento iba a producir una catástrofe en el mercado laboral. Pero no ha ocurrido.

Otro logro que han conseguido los despreciables romanos es la reforma laboral, que limita la contratación temporal y que ha conseguido las mayores cifras de empleo indefinido y de cotizantes a la seguridad social de nuestra historia.

Pero también estos malvados romanos del Gobierno, han puesto en marcha el Ingreso Mínimo Vital, que permite que decenas de miles de familias no tengan que ponerse a mendigar y puedan sobrevivir con unas mínimas condiciones de dignidad.

Si seguimos preguntándonos qué más han hecho por nosotros los incompetentes romanos de Pedro Sánchez, podríamos añadir que han dado tranquilidad a más de nueve millones de pensionistas que saben que, aunque la inflación siga desbocada, no verán mermado su poder adquisitivo, ya que sus pagas se incrementarán en la misma medida que haya subido el coste de la vida

En mitad de una brutal pandemia que hizo que desplomase nuestra actividad económica, los romanos del Gobierno, fueron capaces de articular el milagro de los ERTEs y los créditos ICO, que salvaron millones de empleos y decenas de miles de empresas.

Pero no contentos con ello, los filoetarras romanos han conseguido la segunda mayor cifra de fondos europeos de todos los concedidos por la UE para la reconstrucción del país, a pesar de las arteras maniobras del Frente Popular de Judea, versión PP, para boicotear la consecución de esos fondos, porque como ya dijo uno de sus centuriones, no importa que España caiga «que ya la levantaremos nosotros».

Esos ilegítimos gobernantes romanos han conseguido el record de vacunaciones contra la COVID en el mundo occidental, aunque el líder del Frente Judaico Popular, vaticinó que necesitaríamos cuatro años para hacerlo. A día de hoy se han administrado 107 millones de dosis y se han vacunado más de 40,6 millones de españoles, lo que supone el 85,7% de la población.

A los perversos romanos también les debemos la Ley de Muerte Digna, que nos permite decidir nuestra muerte asistida de todos los alivios y cuidados paliativos médicos, así como con todos los consuelos humanos posibles, evitando el sufrimiento y manteniendo el control y la autonomía, conservando nuestra dignidad y libertad hasta el final de la existencia.

Pero es que además, estos romanos bolivarianos han hecho posible que las 400.000 empleadas de hogar, dadas de alta como tales, puedan cobrar el paro desde este mismo mes de julio.

Pues bien, podríamos añadir que la Ley de la Vivienda, que limita la subida indiscriminada del precio de los alquileres; la Ley de Educación, que bate records de becas a quienes más las necesitan y no a familias que ingresan más de 100.000 euros anuales; la Ley de Protección a la Infancia, la Ley de Bienestar Animal, o la Ley de Cambio Climático han supuesto un avance indiscutible.

La ley de memoria democrática es otro logro importante de loa romanos comunistas. Una ley que no pretende dividir sino curar, que no desea volver a la guerra sino restañar las heridas que causó. La señora Ayuso y muchos de sus corifeos dicen que el Gobierno pretende con esa ley dividir a los españoles. ¿Sí? ¿De verdad lo cree? No hay nadie que esté instalado en una división radical como ella. Los malos y los buenos. Ella es la que dice: Sánchez o España. ¿Quién divide?

La ley del sí es sí (a pesar de los efectos perniciosos laterales que, por cierto, se han corregido) y la ley trans, son leyes que han supuesto un avance en los derechos de las personas. Había otras 60 leyes esperando tramitación. Criticaba este hecho alguien de la oposición pero, claro, no dará su voto para que sea posible su tramitación manteniendo un gobierno de izquierdas.

Nuestro Frente Popular de Judea y nuestro Frente Judaico Popular, no solamente no reconocen nada de lo hecho por los malditos romanos, sino que pretenden derogar todo lo aprobado (por cierto, no se derogan las personas, se derogan las leyes) y descargan sobre ellos todo tipo de acusaciones. Dice Feijóo que revisará todas las leyes apoyadas por Bildu. ¿Aunque beneficien a todo el pueblo? Como Bildu votó a favor de la subida del salario mínimo, pues que se quede como estaba o que se baje.

Desde el primer momento tacharon al gobierno de ilegítimo porque el Presidente había mentido a los electores y las electoras. Dijo que no pactaría con Podemos ni con Bildu, ni con los independentistas catalanes. Y luego hizo lo contrario. Sí, cambió de opinión. Mariano Rajoy prometió que no iba a subir los impuestos y a los pocos días de acceder al gobierno, los subió. No hubo las mismas acusaciones de ilegitimidad. Si tan mal les han perecido los pactos con aliados indeseables, ¿por qué no les ha apoyado o se ha abstenido para sacar adelante la investidura y muchas leyes y proyectos? Eso sería coherencia.

Por otra parte le reprochan el pacto con Bildu por considerar a esa formación heredera de ETA. Pasamos media vida pidiendo y exigiendo a los etarras que dejasen las armas y que utilizasen los cauces políticos para defender sus ideas. Y, cuando abandonan las armas, dejan de matar y se integran en la democracia y sus instituciones, siguen siendo considerados asesinos. Ahora no lo son. Pero no importa. La señora Ayuso dice que ETA existe. ¿Qué atentados ha cometido desde que hace doce años se disolvió y entregó las armas? La democracia se fortalece y se enriquece incorporando a quienes la han combatido. Javier Pérez Royo, catedrático de la Universidad de Sevilla, considera un error que se hayan retirado de las listas de Bildu a los siete candidatos que tenían delitos de sangre. Lo entendía como una derrota de la democracia.

Otro ataque frontal ha sido el pacto con los independentistas catalanes. Pero, ¿qué problema tiene la derecha con ellos? ¿No pueden expresar sus ideas? Si gobiernan, veremos lo que pasa.

Y les han acusado de ser una ruina para España, de empobrecer a la ciudadanía a pesar de que los datos económicos sean positivos.

Nuestros romanos lo han hecho todo contra viento y marea. El viento de adversidades inusitadas como la pandemia, la guerra de Ucrania, la erupción de un volcán en La Palma, varias danas consecutivas… y la marea de una oposición que dice no a todo. La falta de apoyo en la pandemia, la negativa a solucionar el nombramiento del Consejo General del Poder Judicial, la crítica al gobierno en Europa, la promesa de destruir todo lo que se ha construido… A pesar de todos los pesares, los indeseables romanos nos han dejado una herencia formidable.

domingo, 30 de abril de 2023

Se venden camas para matrimonios de hierro, correcciones al escribir,

Mañana se celebra el Día del Libro (día 23). De cuando en cuando suelo dedicar un artículo a la expresión escrita. Bueno, escrita y hablada. Porque algunos errores se comenten en ambos sistemas de comunicación. He pensado que esta es una buena ocasión para hacerlo.

Confesaré para empezar que tengo un tic de profesor que me hace estar pendiente de la corrección de estilo. No puedo leer un trabajo sin prestar atención a la forma de expresión, no solo al contenido. Porque estilo es precisión, no solo elegancia. Me pasa lo mismo cuando leo artículos de prensa y cuando escucho telediarios, tertulias o programas de radio.

Puede ser que alguien me considere un pedante cuando corrijo una expresión:

– ¿Está el señor director?, pregunto por teléfono después del saludo.

– El señor director está reunido, me contesta quien atiende la llamada.

Y, alguien pensará que de forma indiscreta, digo:

Eso quiere decir que lo tiene todo unido. ¿Es así?

Luego viene la explicación (hay que decir está en una reunión), la justificación y la disculpa. La inmensa mayoría de las veces, por no decir todas, la persona que estaba al otro hilo del teléfono me ha dado las gracias. Desde luego, yo lo haría con cualquier persona que me advirtiese de un error que he cometido.

La frase del título es una muestra clara de que, cuando se incurre en errores o incorrecciones, no se expresa lo que se quiere decir. Si dijéramos que se venden camas de hierro para matrimonios habríamos expresado una idea muy distinta y más certera.

En las tertulias televisivas o de radio es frecuente escuchar formas incorrectas de expresión: yo me parece que (en lugar de a mí me parece que), o tú dijistes hace un momento (en lugar de dijiste), habían muchas personas en el acto (en lugar de había muchas personas)…

Si no… es la introducción de una oración condicional negativa, mientras que sino es una conjunción adversativa o un sustantivo sinónimo de «destino». Puede verse este error en muchos mensajes de whatsapp, en artículos de prensa, en cartas y en trabajos de clase.

Algunas personas usan las palabras atribuyéndoles acepciones imprecisas y, a veces, disparatadas:leer el periódico espasmódicamente (por esporádicamente), tomar un jarabe en pequeñas diócesis (por dosis), es bueno intimidar (por intimar) con la gente, no hay que dilapidar (por lapidar) a nadie, se destornillaba de risa (por desternillaba)… Cuando se dice que los partidos políticos buscan la confrontación, se suele querer decir que buscan el enfrentamiento. Pero confrontación quiere decir comparación, no choque, no encontronazo.

Le acabo de oír decir al señor Feijóo que no es el momento de hacer un pronunciamiento sobre la maternidad subrogada. No sabe que un pronunciamiento es un tipo de rebelión o levantamiento militar. Ningún momento es el adecuado para ese menester.

Oigo una y otra vez decir que “el gobierno debe de…” o que “la oposición debe de…”. Cuando la expresión contiene la idea de obligación, es necesario decir “el gobierno debe…”, “la oposición debe…”. Otra cosa es cuando en la expresión existe duda. Lo explico con este ejemplo, fácilmente comprensible.

¿A qué hora pasa el tren?

Debe de pasar a las ocho (hay duda).
Debe pasar a las ocho (obligación, es su hora).

Las expresiones “delante mío”, “detrás tuya”, “encima mío”, “debajo tuyo”… son incorrectas. Porque mío y tuyo son adjetivos posesivos. Este libro es mío. Esta cartera es tuya. Lo correcto es decir “delante de mí”, “detrás de ti”, ”encima de mí”, “debajo de ti”…

Es muy importante, para hablar y escribir bien, ser un buen lector, una buena lectora. Aprender de quienes saben hacerlo. No siempre los periodistas que hablan en la televisión o en la radio, ni los políticos que lo hacen en el parlamento, son buenos ejemplos. Critiqué en esta misma sección al periodista Carlos Herrera por el título de una sección de su programa de radio matinal en la Cope que se titula “Pienso de que…”. Me parece un atentado al lenguaje. Mientras los profesores y las profesoras nos afanamos en la escuela por enseñar a cultivar la lengua, un periodista de postín, para hacerse el gracioso, hace propaganda de un error de bulto. Digo para hacerse el gracioso porque estoy seguro de que sabe perfectamente que se trata de una incorrección gramatical. Todos los oyentes que intervienen en la sección comienzan diciendo: “Pienso de que…”. Es un atentado al bien hablar.

Se puede aprender de quienes saben hablar y escribir. Esas personas han de ser un estímulo y un motivo de superación, no de desaliento. No podemos desconfiar de que nosotros podamos hacerlo bien. Jacinto Benavente era muy respetado por sus colegas. Después de un estreno al que asiste entre otros Pedro Muñoz Seca, dice uno de los amigos:

Desde luego, al lado de Don Jacinto, todos somos una mierda.

Y Muñoz Seca apostilla:

– Y yo, seca.

Es curioso cómo se quebrantan las reglas del buen uso del lenguaje. En el aeropuerto he escuchado en estos días: “Señores pasajeros del vuelo X, embarquen puerta 10”. Deberían decir por la puerta 10, porque lo que literalmente dicen es que hay que embarcar una puerta. Al aterrizar el avión en el aeropuerto de destino la azafata dice: “Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto de X”, pero no tiene mucha lógica que quien viaja contigo te dé la bienvenida. Quien lo puede hacer es alguien que está esperando a los pasajeros en tierra.

Cuántas veces he oído (y cuántas corregido) las expresiones a nivel de y en base a. En castellano no hay más pasos a nivel que los de las vías del tren. Y no hay más envases que los de las botellas.

He visto ¡en algunas escuelas! carteles en las puertas que contienen faltas. Por ejemplo: Sala Profesores, Despacho Dirección, Sala Música… ¿Para qué queremos las preposiciones? ¿Solo para estudiarlas? Tendremos que escribir Sala de Profesores, Despacho de Dirección y Sala de Música. Es como si en la entrada de un Academia se hiciese el siguiente anuncio: Aquí se dan clases de hortografía.

La falta de exigencia ejemplar me recuerda la historia de aquel alumno al que un profesor le había escrito una sugerencia en la hoja de examen. El alumno acude al profesor con el texto y le dice:

No entiendo lo que me ha escrito aquí.

Y el profesor contesta:

Ahí te digo que escribas con la letra más clara.

Es un galicismo la expresión “temas a tratar”, “problemas a solucionar”… Deberíamos decir: temas que vamos a tratar, problemas que deseamos solucionar…

Hace unos días, se inauguró en Jerez un museo dedicado a la cantante Lola Flores. Es famosa su frase pronunciada en la boda de su hija Lolita y de Guillermo Furiase, ante la avalancha de gente (se dice que más de cinco mil) que obligó a los novios a darse el sí quiero en la sacristía: ¡Si me queréis, irse! El uso del imperativo es objeto de frecuentes incorrecciones. En este caso debería haber dicho idos o iros.

He corregido miles de veces la expresión modal sobre todo cuando se escribe unido y se quiere decir principalmente, especialmente. Un sobretodo es un abrigo.

Es un error tan grave como frecuente, sobre todo en el ámbito deportivo, hablar de favoritismo (trato de favor) cuando se habla de la condición de favorito de uno de los equipos que compiten.

El infinitivo viudo, también llamado infinitivo suelto, es un error muy socorrido. Se trata de iniciar la frase diciendo, por ejemplo: “terminar diciendo que…”. Lo correcto es decir: Quiero terminar diciendo, voy a terminar diciendo, deseo terminar diciendo…

No se debe utilizar el gerundio de posterioridad; la acción que indica el gerundio no puede ser posterior a la del verbo principal. No es correcto decir: “Nació en Madrid en 1970, marchándose a Nueva York veinte años después”. Debe decirse: “Nació en Madrid en 1970 y se marchó a Nueva York veinte años después”.

Los periódicos suelen tener su libro de estilo. Tengo delante el “Libro de estilo de El País” y el “Libro de estilo de El Mundo”. Hace ya algunos años tres compañeros de la Facultad de Educación escribimos un “Libro de estilo para universitarios”. Una de las secciones del libro recoge, de la A a la Z, los errores más frecuentes que se suelen cometer.

Del filósofo Savater dice Fernando Subirats, prologuista de su libro “Misterios gloriosos”: “La definición de su estilo lo lleva a estar más preocupado por una clase de lucha, que es la lucha de frases, que por la lucha de clases; su rebeldía está más cerca de Camus que de Sartre”. Nuestra lucha ha de estar en el cultivo del lenguaje. Hablar bien es una forma de mejorar la sociedad. Feliz Día del Libro. 

sábado, 29 de abril de 2023

La cultura de la cancelación

Las librerías de los aeropuertos siempre me tientan con nuevos títulos. A poco tiempo de que disponga en las conexiones aéreas siempre disfruto ojeando las novedades. En mi reciente viaje a Barcelona, después de repasar el Índice (alguien ha dicho que no se puede fiar uno ni del título ni del índice) he comprado un libro titulado “Así es la puta vida”. El subtítulo te ofrece algunas pistas sobre el contenido: “El libro de ANTI-autoayuda”. Está escrito por el actor y autor catalán, nacido en Manresa, Jordi Wild.

Uno de los capítulos que me llamó la atención fue el titulado “La cultura de la cancelación”. Hace tiempo que estaba dándole vueltas a este problema. La cultura de la cancelación implica quitarle el apoyo o “cancelar” a una persona o un grupo que dijo o hizo algo ofensivo o cuestionable. Y si bien es un fenómeno potenciado por las redes sociales y la instantaneidad que tiene la comunicación en la era digital, no es para nada nuevo.

Las intenciones de este fenómeno suelen ser loables, como erradicar las actitudes nocivas o criminales. No obstante, las consecuencias tienden a ser despiadadas, provocando daños irreparables y desproporcionados a los afectados. Incluso, ha perjudicado a personas que no cometieron un delito y solo pensaron de forma diferente.

La cultura de la cancelación, a mi juicio, representa un peligro para la sociedad. Además, fomenta la intolerancia, coarta la libertad de expresión y pone en riesgo la integridad.

Según Rommel Piña, magister en comunicación social, dice que el fenómeno guarda una estrecha relación con las redes sociales. De esta manera, la cancelación es la vía más reciente de protesta de los internautas ante hechos o comentarios que son considerados inaceptables u ofensivos.

Somos poco tolerantes. Por muy poquito nos sentimos ofendidos. “Vivimos en tiempo de ofendidos. Todo puede ser una ofensa, dice Jordi Wild, porque todo se basa en el criterio del ofendido. Incluso en sus emociones. Si él dice que se siente emocionalmente afectado (sea verdad o no, porque no lo podemos saber) es suficiente para que se cuestione o hasta se censure cualquier contenido. Incluso se pueden prohibir idas y hasta palabras. Todo lo que sea necesario para que el ofendido deje de sentir que se le ofende ”.

Un colectivo de payasos de la ciudad rusa de San Petersburgo ha pedido prohibir la exhibido de la película It, por considerar que denigra su profesión y ofende sus sentimientos.

Las asociaciones de alérgicos del Reino Unido solicitaron la retirada de la película de animación Peter Rabbit porque unos conejos hacen bromas con las alergias.

La película española de animación Tadeo Jones 2 fue criticada porque ofendía a los abogados de oficio con uno de sus chistes.

Cada vez es más difícil decir algo que no resulte ofensivo a alguien en algún lugar del mundo. Guiarnos por las emociones de quienes se ofenden es peligroso. Porque algunos podrían aprovecharse para censurar sencillamente lo que quieren hacer desaparecer del mundo. Otros podrían pretender cosas que no tienen que ser buenas para todos. Otros, en fin, podrían ser tan sensibles que quizás el problema es suyo, no nuestro. Los llamados flanders u ofendidos.

En el programa televisivo La Roca hay una sección en la que se entrega un título de Club de Ofendidos por Juan del Val. Este tertuliano se muestra despectivo con los perros (“los perros son imbéciles”), con los que hacen halterofilia con mucha edad, con los culturistas, con los expertos en psicofonías, con los coachs… Son muchos los haters de Juan del Val.

A mí me censuraron en Argentina el libro “Pasión por la escuela. Cartas a la comunidad educativa” porque contenía una Carta a un profesor homosexual. Una carta que nació de la compasión hacia un ser humano que sufre injustamente.

En la cultura de la cancelación es más fácil eliminar a un enemigo que debatir sus ideas. Es una tendencia que está creciendo cada día, sobre todo en las generaciones más jóvenes… “Si no piensas como yo, no eres digno de mi respeto como ser humano”.

El principal problema que tiene la cultura de la cancelación es que en vez de hacer del mundo un lugar más respetuoso y diverso, lo cual sería maravilloso, favorece que la sociedad sea más intolerante, más uniforme y menos plural. La cultura de la cancelación arrasa el pensamiento critico.

Tenemos que escuchar opiniones diferentes a las nuestras, tenemos que relacionarnos con quienes tienen una visión diferente de la vida. De lo contrario perderemos la habilidad de comprender puntos de vista ajenos. Solo nos sentiremos a gusto con personas que piensan como nosotros. Eso hará que nos convirtamos en personas más tribales. El tribalismo alimenta la convicción de que “nosotros” somos mejores que “ellos”.

Por supuesto que no hay que admitir discursos de odio hacia un colectivo cualquiera. Otra cosa es que ni siquiera se pueda nombrar un tema para debatirlo o expresar una opinión de manera educada.

Karl Popper, famoso filósofo austríaco, formuló en 1945 la paradoja de la tolerancia. Básicamente dice que si somos totalmente tolerantes con las ideas de los demás también seremos tolerantes con las ideas intolerantes de los demás, lo que finalmente destruirá nuestra tolerancia.

Esta paradoja es habitualmente utilizada por la cultura de la cancelación para justificar sus procedimientos intolerantes. El problema, sin embargo, es que no siempre es fácil definir qué es una idea intolerante.

Otra cuestión que plantea Popper es que incluso las ideas intolerantes deberían ser toleradas siempre y cuando los intolerantes permitan el diálogo y un debate en el plano racional. Si se recurre a la imposición y a la violencia, entonces las ideas intolerantes no se pueden tolerar.

En la actualidad, la cultura de la cancelación tiene defensores y detractores. Entre estos últimos se encuentra un grupo de 150 famosos (entre ellos J.K Rowling, escritora de la famosa saga de Harry Potter), quienes firmaron un manifiesto en contra de este fenómeno en el año 2020.

Si alguien comenta o realiza acciones dentro de la legalidad, invítalos a justificar sus posturas, argumenta las tuyas y cuestiona todo. Esto te ayudará a comprender sus puntos de vista y promover versiones más informadas sobre tu perspectiva.

Ningún ser humano es perfecto. No obstante, resulta difícil darse cuenta y asumir los propios errores. En su lugar, es más sencillo señalar, humillar o agredir al otro que se equivoca. Si aceptamos que somos susceptibles de cometer fallas, seremos más empáticos con aquellos que cometen errores. Lo importante es que nos demos cuenta y rectifiquemos.

Jonathan Rauch, plantea seis señales para identificar una cancelación cultural. Voy a destacar tres

La primer es el punitivismo: se quiere castigar al que es distinto, no comprenderlo ni dialogar con él.

La segunda es la organización en grupos que hacen proselitismo, porque se busca ser más en lugar de tener razón.

La tercera pista es la fanfarronería moral. El discurso de quien cancela, de quien elimina es repetitivo, ritualista y acusatorio y se abusa de las etiquetas para dejar claro que el cancelado es moralmente inferior.

Dice Jordi Wild en el libro citado: “Para mí la cultura de la cancelación es uno de los peores cánceres. Es una verdadera pena que en este mundo cada día más complejo en el que deberíamos intentar dialogar más, intentar entender más al otro, intentar avanzar todos justos, aunque no estemos de acuerdo en todo…Solo nos dedicamos a censurarnos mutuamente porque no toleramos que el otro piense de una manera diferente”.


La cultura de la cancelación es la cultura del dogma. Los que no aceptan el dogma no solo están equivocados sino que son malvados.

Sin pretenderlo, encontré en la librería del aeropuerto de Barcelona ese mismo día otro libro que da respuesta a la cultura de la cancelación (de la eliminación, de la exclusión). Se titula “Educar la tolerancia. Cómo vivir comprometidos con la igualdad y la diversidad, cuya autora es la maestra Coni La Grotteria. Esa es la clave, a mi juicio.

Quiero cerrar citando a Nelson Mandela: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar; el amor llega más naturalmente al corazón que su contrario”. Que así sea.


martes, 26 de julio de 2022

Eres un animal


¿Por qué es un insulto la frase que encabeza este artículo? Cuando queremos agredir a una persona, decimos de ella que es un animal, un cerdo, un burro, un zorro o una bestia… La verdadera agresión sería decirle a un perro:

– Eres un humano, eres una persona, eres un animal humano…

Porque entre nosotros, los humanos, se produce la auténtica maldad, el crimen organizado, la crueldad planificada, el rencor descontrolado, la envidia destructiva, la guerra organizada, el odio destructivo y el desprecio infundado… Y en los animales, no.

Recuerdo aquel poema en el que unos monos que están subidos a un árbol (el mono es un animal arborícola que habita sobre todo en los árboles genealógicos), contemplan las atrocidades que realizan los seres humanos y se lamentan de tener unos descendientes tan perversos. ¡Qué vergüenza!, dicen.

Anteayer, día 21 de julio, se celebró el Día Mundial del Perro, conmemoración que se viene celebrando desde el año 2004. No sé por qué este día, en plena canícula dentro de nuestro hemisferio. Quizás porque en estas fechas hay muchos perros que son abandonados a su suerte. Hay otros días de celebración relacionados con el perro (Día internacional del Perro Guía, el último domingo de abril; Día internacional del Perro Callejero, el 27 de julio; Día del Perro de Trabajo, el 6 de diciembre; Días nacionales del perro…). Ya sé la relatividad de estas convenciones.

Hay perros famosos: la perrita Laika se convirtió en 1957 en el primer ser vivo que entró en órbita y dio la vuelta a la tierra; el perro Balto recorrió más de mil kilómetros liderando en 1925 el trineo de la expedición que traía las medicinas que salvaron al pueblo de Nome (Alaska); Bobbie regresó a su casa recorriendo cuatro mil kilómetros después de haberse perdido cuando viajaba con sus dueños; Greyfriars Bobby permaneció catorce años hasta su muerte al lado de la tumba de su dueño; Hachiko vagó por una estación durante casi nueve años esperando a su dueño fallecido; Lassie protagonizó diferentes series de televisión, libros y películas desde 1943 hasta nuestros días; Rin Tin Tin, un pastor alemán, fue protagonista de la conocida serie estadounidense que lleva su nombre, Barry fue un San Bernardo que salvó en Suiza a cuarenta personas perdidas en bosques helados durante los catorce años que trabajo como rescatista en el Gran Hospicio…

Estoy leyendo una tesis doctoral que se defenderá en la Universidad de Oviedo el próximo día 7 de septiembre. Seré, afortunadamente, el presidente del tribunal. Digo afortunadamente porque la lectura de una tesis siempre es una ocasión excepcional de aprendizaje. El título del trabajo es el siguiente: “Una nueva filosofía de la educación: La empatía animal”. Está escrita por Beatriz Cimadevilla Alonso. La autora abre el trabajo con una significativa dedicatoria: “Esta tesis está dedicada a todos los animales no humanos que sufren; y a aquellos de mis hermanos animales no humanos que, sin sufrir, forman también parte de mi mundo. Vosotros estáis entre aquellos que dan sentido a mi vida”.

Los animales son víctimas de una concepción especista que ellos no pueden debatir ni rechazar. El término especismo tiene dos acepciones en el diccionario de la Real Academia: 1. Discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores y 2. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio. Ambas acepciones apuntan en la misma dirección: la de la cosificación de los animales por situarlos en una realidad diferente de y subordinada a la humana. El problema es que no les consideremos seres sintientes, que les convirtamos en cosas que se pueden tirar o golpear.

Hace años que leí el emocionante libro del premio Nobel Konrad Lorenz titulado “El anillo del Rey Salomón”, que en alguna edición tiene otro título: “Hablaba con las bestias, las aves y los peces”. Es impresionante ver cómo el autor investiga, observa y analiza las costumbres de los animales. Hace unos días terminé de releer “Cuando el hombre encontró al perro”, del mismo autor. Dice el premio Nobel en la última frase del libro que la historia de esta relación es “una suma incalculable de amor y fidelidad”.

Compartimos el mundo con los animales. Y, en muchas ocasiones, también la casa. En España, hay en los hogares más perros que niños. Nueve millones de perros, frente a seis millones y medio de niños y niñas. La empatía con los animales es un deber que tenemos cultivar para hacer un mundo más digno.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 70% de los perros en el mundo no tienen un hogar. En la actualidad existen aproximadamente 300 millones de perros en el mundo, con una gran variedad de razas y tamaños, todos muy cariñosos y dispuestos a servir a sus amos de formas inimaginables. Hoy en día contamos con perros policías, bomberos, lazarillos y de compañía.

Hay quien puede pensar que habiendo tantos problemas y necesidades entre los seres humanos, toda la atención que se preste a los perros se detrae del cuidado a nuestros congéneres. No es así. Más bien es al contrario: quien muestra solidaridad y aprecio por loa animales suele también manifestarlos con los seres humanos.

A mi juicio hay tres pasos que debe dar una sociedad democrática, asentada en valores:

1. El primero es acabar con el maltrato de los animales. Hay muchas costumbres crueles, faltas de respeto y sensibilidad. Y no me refiero solo a esas costumbres salvajes en las que los seres humanos disfrutan, haciendo sufrir a los animales no humanos. Me refiero también al maltrato doméstico: golpear a perros, colgar a galgos (hay miles de galgos ahorcados, acuchillados y abandonados cada año en España), abandonar a su suerte… Comportamientos que deberían tener, por ley, castigos ejemplares. 

2. El segundo es cultivar la empatía, tratar de forma deferente a quienes comparten la vida y el mundo con nosotros. 

3. El tercero consiste en hacer visibles hermosas historias de perros, como la que conté en este mismo espacio con el título “Montse y Chicharita”. Una doble historia de superación heroica en la que una perrita y su ama vencieron la tetraplejía.

Los británicos, cuando muere un perro, dicen que “ganó las alas”. Allí existe una leyenda que dice que los perros vienen a este mundo sin alas y sin hablar para que no se sepa que son ángeles.

Es emocionante el epitafio que escribió Lord Bayron a su perro Boatswain en el monumento que levantó en el jardín de la mansión en la que convivieron. Boatswain era una terranova, que contrajo la rabia y a la que el poeta cuidó en su enfermedad, a costa de contraer la misma enfermedad: 
“Cerca de este lugar/ 
reposan los restos de un ser/ 
que poseyó la belleza sin la vanidad,/ 
la fuerza sin la insolencia,/ 
el valor sin la ferocidad/ 
y todas las virtudes del hombre sin sus vicios./ 
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja/ 
si estuviera escrito sobre cenizas humanas,/ 
no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro/ 
nacido en Newfoundland, en mayo de 1903/ 
y muerto en Newstead Abbey, el 18 de noviembre de 1908…”. 

Solo cinco años de imborrable amistad.

Me gustan las historias de perros. Conozco muchas muy sugerentes. Aquí me voy a referir a una que tiene que ver con mi oficio de profesor. Dice así:

Una familia tiene un perro que presenta síntomas inquietantes de enfermedad. El veterinario, después de explorarlo detenidamente, le receta unas dosis diarias de aceite de bacalao

Todas las mañanas, el dueño va a buscarlo, le arrastra por la fuerza, le sujeta la cabeza entre las rodillas, le abre la boca violentamente y, con una cuchara, le va dando el aceite de bacalao.

Un día, en pleno forcejeo, el perro se libera de la maniobra de su amo, el tarro que este tenía sobre las rodillas va rodando hasta el extremo de la habitación y el perro va corriendo a lamerlo con fruición. No es que no le guste el aceite de bacalao, no le gusta la forma en la que se lo dan.

El ser humano está diseñado para aprender, tiene una curiosidad innata pero algunas formas de enseñar le resultan insoportables. No es que no le guste aprender, lo que no le gusta es la forma en que tratan de enseñarle.

Quiero dedicar este artículo a mi amiga Lola Alcántara, convencida animalista, amante de los perros y creadora del Proyecto Berta (nombre de una sus perras, ya fallecida). Se trata de un proyecto sin ánimo de lucro, que se dedica a rescatar y rehabilitar podencos del mundo de la caza para darles una vida mejor. El mundo sería más habitable (y los perros serían más felices) si todos fuésemos como Lola.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2022/07/23/eres-un-animal-3/

sábado, 18 de junio de 2022

En campaña electoral

Un político muere. Va al otro mundo y pregunta por el camino del cielo.

Le dicen que las normas están muy claras. Tiene que pasar 24 horas en el cielo y otras 24 en el infierno. Después tendrá que hacer una elección importantísima. Tendrá que decidir dónde quiere pasar la eternidad. Sin posibilidad de corregir la elección. El político dice que, por supuesto, prefiere ir al cielo.

-No, le dicen. La elección tiene que realizarse después de la prueba, no antes. ¿Por dónde quiere usted empezar?

-Por el infierno, dice el político.

Abren las puertas del infierno. Entra y ve a otros políticos de su partido paseando, con trajes elegantes. El clima es magnífico, los rostros muestran una juventud y una belleza extraordinarias. Camina sin rumbo y llega a un campo de golf, con un verde que es una alfombra. Se detiene para jugar unos hoyos. Mientras juega, siente la punzada del hambre y pregunta a uno de los jugadores dónde se puede comer algo en el infierno.

-Mire, cerquita de donde estamos hay un restaurante llamado El Tridente.

Magnífica cocina, excelentes vinos. Y, por supuesto, completamente gratuito.

Da las gracias al amable informante, se despide de los compañeros de juego y se encamina hacia el restaurante. Piensa que puede tardar más de lo que su apetito le exige y detiene a un taxi que lleva el cartel de libre. Le pide que le lleve al restaurante El Tridente. Charla animadamente con el simpático taxista y, cuando llega, le pide la cuenta.

-No, por favor, es gratuito, sea cual sea la distancia.

El restaurante es lujoso. Se sienta en un mesa cerca de los ventanales que miran a un maravilloso paisaje. Le traen la carta. Efectivamente, no aparecen los precios. Recuerda que le han dicho que es gratuito. Pide caviar ruso, langosta a la termidor, chuletas de cordero y un vino tinto recomendado por el camarero como el mejor del restaurante y de todo el infierno.

Está encantado de cómo va el día. Por megafonía se anuncia que van a dar comienzo los festejos, bailes y juegos de ese día. Le pregunta al camarero cómo se llega a los escenarios de la fiesta. Le dice que en la puerta hay taxis que le llevarán con rapidez. Le desea que lo pase bien.

Entra en el primer taxi y le pide al taxista que le lleve a la zona de baile. El ambiente no puede ser más festivo, se nota que la gente está animada y contenta.

Se encuentra con grupos de personas con vasos en la mano, bebiendo y charlando alegremente. Se dirige a la barra y pide un gin tonic. Le aborda un grupo de chicas. Una de ellas le llama especialmente la atención. Salen a la pista de baile…

-La noche es joven, dice cuando su pareja le pregunta si está cansado.

Pasan las horas. Casi no recuerda por qué está allí. Está amaneciendo. En

el mismo lugar de la fiesta sirven el desayuno… Está tan feliz que se sorprende cuando le vienen a decir que han acabado las 24 horas de estancia en el infierno. Se despide de sus amigas y se dirige a la puerta de salida feliz, porque recuerda que ahora le toca ir al cielo. Así que si esto es el infierno, ¿qué no encontraré en el cielo?, se dice.

Le conducen a las puertas del cielo. Abren las puertas y ve unas nubes blancas esponjosas de diferentes tamaños. Le entregan un arpa, a pesar de sus protestas porque no sabe tocarla. Le dicen que puede pasar de una nube a otra sin problema. Cuando pregunta si va a venir alguien más y le dicen que no, pide acabar con esa prueba porque ya tiene la decisión tomada. Le dicen que no es posible. Tiene que pasar allí las 24 horas reglamentarias. Se le hace aburrido y eterno.

Cuando termina las dos pruebas le dicen que es el momento decisivo. Tiene que decir dónde quiere pasar toda la eternidad. Le advierten con insistencia de que no hay marcha atrás. Dice que no tiene dudas, que quiere ir al infierno, que está seguro de que no se arrepentirá porque ha hecho allí buenas amistades y se lo ha pasado en grande. Firma el documento que le presentan sobre su decisión.

Abren las puertas del infierno y cuando entra se lleva un susto tremendo: siguen allí los políticos de su partido, que ahora visten con andrajos y buscan comida en la basura, el clima es insoportable, el olor pestilente, los rostros son tristes y decrépitos… El campo de golf está calcinado.

Pregunta dónde se puede comer algo y le dicen que lo que encuentre en la basura. La decepción es tremenda y la irritación indescriptible. Quiere cambiar la decisión y le dicen que le advirtieron varias veces que no se podía modificar la decisión. Era para toda la eternidad. Va a protestar a las oficinas del infierno:

-Ayer pasé aquí 24 horas inolvidables. Ahora, que he elegido, esto es insoportable. ¿Qué ha pasado aquí?

La respuesta le deja atónito:

-Muy sencillo, señor. Es que ayer en el infierno estábamos en campaña electoral.

Hasta aquí la historia. Desde aquí el recuerdo de que mañana tenemos que votar en Andalucía. Creo que la historia es elocuente. En campaña electoral se promete todo a todos. Aseguran que se hará un puente en un lugar donde no hay ni río. Pero somos los votantes quienes tenemos que analizar y que decidir. ¿Se cumplieron las promesas? ¿Se explicó por qué no se cumplieron? Se pidió disculpas por no haber cumplido lo prometido?

También respecto a los pactos se hacen promesas que luego se incumplen. No pactaremos con esta fuerza bajo ningún concepto. O pactaremos con esta otra para conseguir un buen gobierno. Y luego, ¿qué?

Me preocupa que el señor Juanma Moreno desprecie de forma tan dura al partido con el que ha gobernado. Juan Marín (que por cierto piensa que antes de él estaba la nada y que en tres años ha convertido a Andalucía en el modelo de Europa) se muestra orgulloso de lo que ha hecho el gobierno y promete seguir trabajando con su presidente desde las 8 de la mañana del día 20. Pero no le han dicho una palabra de gratitud por el apoyo, ni le incluyen nunca en un pacto futuro. Porque Moreno repite como un mantra que él quiere gobernar solo (¿sin Ciudadanos, señor Moreno?) en una alianza con los andaluces. ¿Y eso qué es?

El señor Feijoó dice que si al PSOE le parece tan negativo pactar con Vox, por qué no apoya con su abstención la formación de un gobierno del PP. Y por qué, si su partido considera tan indeseables a los de extrema izquierda, a los independentistas y a los filoetarras, ¿por qué no apoyó un gobierno del PSOE con su abstención?

Y, para ganar votos, se ponen en marcha estrategias inadmisibles. No vale todo para persuadir a quienes van a votar, como la escena en la que un supuesto afiliado del PP rompe el carnet en presencia de la señora Olona diciendo que el debate le había convencido cuando, en realidad, es una persona que ya apoyó a Vox y, al parecer, votó a su favor en las anteriores elecciones. Lo supe desde el primer momento que vi la escena.

Luego he visto confirmada mi sospecha. Qué mentira. Qué teatro más tramposo con pésimos actores ¡Ah, es que estamos en campaña electoral!

Yo no voy a votar para que otros no gobiernen, voy a votar para que se pongan en marcha políticas de izquierdas, solidarias, feministas, progresistas…

Concurren a las elecciones 22 partidos y federaciones y 5 coaliciones. No todas tienen implantación en las 8 provincias (7 partidos de los 22 y 4 coaliciones de las 5). La fragmentación de la izquierda puede ser un obstáculo o una ayuda. Espero que lo que vaticinan las encuestas sea desmentido por las urnas. Decía Winston Churchill que solo se fiaba de las encuestas que él había manipulado previamente.

Las urnas son la cuna, no el ataúd de la democracia. Quiero decir que después de las elecciones, los ciudadanos y ciudadanas tenemos que seguir participando para que las promesas electorales, tanto las programáticas como las relativas a los pactos, se cumplan de forma inexcusable.

Cuando leas esto, amable lector, amable lectora, ya se conocerán los resultados de las elecciones andaluzas. Ya estaremos empezando a ver si las promesas electorales eran un señuelo o realmente tenían visos de verdad. Esa comprobación es una forma de control democrático.

El Adarve-

domingo, 29 de agosto de 2021

Castigados en el Banco

A los niños se les manda a veces a la silla de pensar. Un suave castigo para que piensen en cómo se han portado, si han hecho algo malo o han dejado de hacer algo bueno. Pues bien, ahora voy a referirme no a niños y a niñas sino a personas mayores. Y no a sillas sino a bancos. No al objeto que sirve para sentarse sino a la organización que atesora y maneja el dinero de los clientes.

El termómetro que marca la temperatura moral de una sociedad es el trato que dispensa a los ancianos y las ancianas. (Por cierto, me acaban de regalar un libro que estoy deseando empezar a leer. Se titula “El club del crimen de los jueves”, de Richard Osman. Atención al subtítulo: “No subestimes el talento de un grupo de abuelos”. No lo cito solo por la relación con el tema que estoy abordando sino por el cariño que tengo a quien me lo regaló y por la confianza en su buen criterio lector).

Tengo una amiga alemana, de edad avanzada aunque de espíritu joven, que está viviendo un calvario con una sucursal bancaria de Rincón de la Victoria. Tiene abierta una cuenta desde hace años, ya que solía venir durante el verano a disfrutar de la paz y el sol de la costa.

Por diversos motivos ha tomado la decisión de cancelar la cuenta. Y no hay manera de que pueda hacerlo. Ella solicita mediante carta firmada de su puño y letra que se le haga una transferencia por el total del saldo a su banco de Munich y la respuesta es que solo se puede hacer mediante la banca on line. Ella argumenta que no sabe (ni puede, ni quiere) manejar los para ella sofisticados sistemas digitales. Como he leído en alguna parte “tiene el sistema nervioso”. La segunda alternativa es desplazarse en persona desde Munich a la sucursal para solicitar personalmente el cierre de la cuenta. Otra solución inviable en tiempos de Covid ya que todavía no está vacunada y acaso nunca vaya a estarlo porque le tiene tanto miedo al remedio que a la enfermedad. La tercera solución es que consiga un poder notarial a mi favor para que yo haga el trámite en la oficina. Lo cual supone para ella molestias, gestiones y gastos.

Cuando estoy plenamente inmerso en este problema de mi amiga, me encuentro con aun artículo de Arturo Pérez Reverte que, aunque no siempre es santo de mi devoción por lo que dice y por cómo lo dice, en esta ocasión, tengo que aplaudirle por el contenido y la forma de su alegato. El artículo se titula “Abuelos bajo el sol”. Critica el autor a los bancos que eliminan sucursales de los pueblos pequeños, abandonando a su suerte a los vecinos y vecinas que han tenido la gentileza de encomendarles el cuidado de su dinero. Y habla de largas colas de personas mayores ante los cajeros automáticos, a pleno sol, para realizar cualquier trámite bancario.

Dice Pérez Reverte: “Bajo un sol que cae como plomo derretido, la fila de personas se mueve despacio. Una espera de veinte minutos como mínimo, calculas observándolos. En su mayor parte son gente mayor. Abuelos hechos polvo. Están allí a la solanera, sin sombra ni lugar donde sentarse, ante la única terminal de cajero automático de esa sucursal. De ese Banco. Es agosto, la oficina está cerrada y la escena sucede por todas partes. En toda España, o como se llame esto ahora”.

Algunos datos para la reflexión: según el Banco de España, hay 1.300.000 españoles que viven sin bancos ni cajeros cerca. El año pasado cerraron 3000 sucursales y este año no ha sido menos. Hay muchos pueblos en los que la oficina más cercana está a 10 kilómetros. En esos pueblos, muchos vecinos tienen más de 70 años. ¿Qué pueden hacer sin la ayuda de hijos o nietos? Pero de ellos nadie se acuerda. Las decisiones tienen solamente la finalidad de engrosar los beneficios. Y por eso cada año, la banca (he cometido un error tipográfico y he escrito la banda, he estado a punto de mantener el error) ofrece ganancias millonarias.

Dice Pérez Reverte: “No es algo exclusivo de agosto, pues se repite todo el año, aunque en estas fechas sea más frecuente, más desvergonzadamente habitual por parte de esos bancos que, cuando el pelotazo inmobiliario engordaba dividendos, sembraron las ciudades de oficinas que embaulaban sueldos y pensiones -colocando productos financieros que acabaron siendo auténticas estafas- y que ahora, con las vacas flacas, desaparecen y dejan tirada a la clientela”.

Nadie responde al teléfono porque dicen que no podrían atender al personal que acude al banco. Después de las 11 no puede haber movimientos de caja, para que se acuda a los cajeros automáticos y así disponer de más tiempo. Tienes que hacer cola durante 30, 40, 60 minutos porque no hay personal… El robo del tiempo me parece escandaloso. Si alguien roba dinero o cuadros o joyas, en un gesto de arrepentimiento, puede devolverlo, pero el tiempo no tiene restitución posible. El problema es que la codicia no tiene límites. Por eso me indigna conocer cada año las ganancias millonarias de los bancos. Se le atribuye a Bertolt Brecht esta inquietante afirmación: “Atracar un banco es un delito, pero es más delito fundarlo”.

Nadie piensa en los ancianos que carecen de conocimientos informáticos para manejar la banca on line. Nadie piensa en la inquietud de la espera. Nadie piensa en el tiempo de los demás.

A las personas de edad se les insta a abrir aplicaciones, a usar la banca cibernética, a conocer el manejo de móviles y ordenadores. Y ya se sabe, por otra parte, que hay muchos pueblos en los que no hay cobertura.

Hay problemas que no tienen solución o cuya solución es extraordinariamente compleja, Pero otros tienen una solución muy sencilla. Si hay más personal en la oficina no es necesario esperar tanto tiempo. Si hay más personas que ayuden a quienes no saben manejarse en internet, se facilita a los ancianos y a las ancianas el trámite.

Escribí no hace mucho el prólogo de un libro titulado “La longevidad como transformación social en el siglo XXI” (Editorial Aljibe). La obra está coordinada por mi querida y antigua alumna Emilia Moreno. Digo en esa introducción: “No quisiera que nuestros ancianos y ancianas se sintieran menospreciados por no ser jóvenes sanos y vigorosos. Ellos tienen tanta necesidad de afecto como de sol. Me gustaría verles felices recibiendo la gratitud y el amor de sus conciudadanos y, sobre todo, de sus hijos y de sus nietos. “Cuando la simpatía está unida a las arrugas, es adorable. Hay un indecible amanecer en la ancianidad feliz”, dice sabiamente Víctor Hugo”.

En el capítulo VII del libro, titulado Amigabilidad de las ciudades para un envejecimiento de éxito”, dice Juan Manuel Espinosa-Almendro: “Una comunidad amigable con las personas mayores puede ser definida como un lugar donde las personas mayores participan activamente, son valoradas y respaldadas con infraestructuras y servicios que se adaptan de manera efectiva a sus necesidades”.

Una última referencia al artículo “Abuelos al sol”: “Como en los casinos, la banca siempre gana. Pierden y con ellos perdemos todos, esos abuelos al sol, desconcertados ante la gentuza infame que, amparada por el Estado y sus instituciones, arrogante, impune, sin que nadie mueva un dedo para frenar sus abusos, acosa y desampara cada vez más a sus clientes desvalidos y humildes. Entre ellos a esos jubilados a quienes no solo no se permite retirar sus ingresos cuando y como quieran para dárselos al hijo o nieto que les apetezca; a quienes se fiscaliza cada euro como si fueran delincuentes pero tampoco se les deja tener dinero en casa sin que les caiga encima el Estado sino que, además, los obligan a sufrir perplejos ante un teléfono móvil de última generación, descifrando aplicaciones y códigos endiablados que no conocen ni comprenden”.

Están castigados en el banco. Y no han hecho nada más que arrimar el hombro para que los demás podamos vivir mejor. No se merecen el castigo. El castigo debería imponerse a quienes tratan a los mayores con tan poca consideración.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2021/08/28/castigados-en-el-banco/

miércoles, 14 de julio de 2021

_- Jóvenes irresponsables y Hoy es el día nacional de Francia, la toma de la Bastilla.

_- Me produce indignación, rabia y pena ver en la televisión a esos grupos de jóvenes irresponsables bebiendo y bebiendo sin respetar la distancia exigida para evitar el contagio (en alguna cadena he oído hablar de “brotellones”).La estupidez de algunos y algunas a quienes los periodistas acercan el micrófono es asombrosa: “Yo no tengo miedo”, “Eso del virus es un cuento”, “Nos quieren asustar”, “Para eso somos jóvenes”, “Hay que divertirse”… El problema no es solo suyo, claro está. Si una persona joven decide despreciar la vida de forma imbécil haciendo botellón sin garantías de seguridad, está en su derecho. Pero no tiene derecho a poner en peligro a nadie. Sus padres y sus abuelos, que les dan el dinero para que se diviertan y que luego son contagiados por ellos, tienen pleno derecho a estar sanos y a que nadie les tenga que llevar contra su voluntad a la UCI o al cementerio.

Algunos jóvenes tienen una mezcla de inconsciencia y de irresponsabilidad que difícilmente se puede explicar. Es probable que muchos se sientan arrastrados por esa masa en la que decir o hacer algo razonable merece desprecio, en la que recordar que hay que protegerse del virus es motivo de expulsión. Hay que ser aceptado en el grupo al precio que sea. Probablemente cada uno se comportaría de otra manera en soledad, pero en grupo, hay que seguir las leyes no escritas de la manada.

También ha influido en ese relajamiento el hecho de que se haya autorizado, quizá prematuramente, a liberar del uso de mascarillas en el exterior (aunque se exija cuando no hay distancia). Algunos han confundido el “no hay mascarillas” con el “no hay virus”. Algunos tienden fácilmente a coger el rábano por las hojas.

Un tercer motivo es el efecto estampida. Después de haber estado sometidos a restricciones, el menor resquicio es utilizado como una ocasión de desmadre. Todos hemos sentido la angustia del largo confinamiento. Es comprensible que exista un deseo de romper las cadenas pero, vamos, ya tienen edad nuestros jóvenes para frenar ese impulso con racionalidad y con ética.

La docente y escritora Marta Marco Alario, jefa de estudios adjunta de un Instituto de Enseñanza Media al que pertenecían dos alumnos que hicieron el escandaloso viaje a Mallorca en el que se produjo un contagio masivo, ha escrito una carta llena de indignación y de tristeza en la que les dice a los jóvenes: “Os vais a Mallorca en busca del coronavirus después de que durante meses en el Instituto, nos hayamos dejado la vida para que no os contagiéis y no contagiéis a vuestras familias”.

Reproduzco algunos párrafos de esa carta que está llena de tristeza y decepción. Sería bueno que la leyesen muchos jóvenes y muchos padres y madres.

“Hasta donde pueda llegar mi testimonio desde este rinconcillo os contaré que este viaje lamentable no tiene nada que ver con el Instituto (y puedo afirmar que con ninguno)…

Han jugado a ser adultos viajando a kilómetros de sus hogares para, no nos engañemos, cogerse una cogorza detrás de otra lejos de padres/madres.

Recoge la noticia de prensa, sigue diciendo, que los estudiantes han dicho que no les obligaban a llevar mascarilla. ¿Perdón? ¿En serio? A estas alturas, ¿hay que obligar a futuros universitarios a llevar mascarilla?

A veces pienso que el ser humano está mejor confinado. Luego pienso que la mezquindad es minoritaria y me consuelo un poco. Pero poco, porque si algo he aprendido este año, con toda la información que manejo como jefa de estudios adjunta, como coordinadora Covid y como rara avis que no entiende otra forma de vida que en sociedad, capaz de anteponer su grupo o a otro miembro de este frente a sí misma como ente individual, es que hemos vuelto a fracasar por culpa del individualismo, del egoísmo y de un egocentrismo mal gestionado.

Suma y sigue. Esta jefa de estudios adjunta ...



5 cosas que quizás no sabes sobre la historia de la Bastilla y su toma, el evento que cambió a Europa para siempre. https://www.bbc.com/mundo/noticias-57749185

viernes, 14 de mayo de 2021

_- Patología del odio

_- En la obra de Esopo aparece una muestra elocuente de lo que es el odio. Dos enemigos se embarcan en la misma nave y, para estar lo más lejos posible el uno del otro, uno va a la proa y el otro a la popa del barco. Cuando de pronto se abate la tempestad sobre la nave y corre peligro de naufragar, el que va en la popa pregunta a un marinero por dónde empieza a hundirse el barco.

– Por la proa, responde el marinero.

– Entonces no me importa tanto la muerte, dice el que hizo la pregunta, pues me da la oportunidad de ver ahogarse a mi enemigo ante mí.

Me preocupa sobremanera el clima en el que estamos inmersos. Veo demasiadas ganas de que se ahogue primero quien va en la otra parte del barco. Observo demasiado odio, demasiada crispación, demasiadas descalificaciones, demasiado desprecio a quien piensa, actúa o es de forma diferente a la nuestra. La sociedad se envilece cuando se llena de odio.

Las elecciones autonómicas que acaban de celebrarse en la comunidad de Madrid han estado presididas por el enfrentamiento, los ataques, los insultos, las acusaciones, los debates interrumpidos y las cartas con balas, con navajas y con amenazas de diverso tipo… Ha existido poco debate sobre los problemas de los ciudadanos y de las ciudadanas y sobre la forma de resolverlos. Ha habido poco diálogo, poca reflexión sosegada, poco análisis, pocas propuestas, poca empatía, poca escucha y ningún respeto a lo que decían los demás. Las palabras se han convertido en armas que se arrojan al adversario.

Me preocupa, sobre todo, ver el odio instalado en la práctica política porque la política se sitúa en la parte más elevada y visible de la sociedad. Mítines que son interrumpidos a ladrillazo limpio, misivas con insultos y amenazas, ejes de campaña sustentados en dicotomías simplistas y tramposas. Decir “Comunismo o libertad”, lleva a considerar al adversario como un enemigo. Plantear así las disyuntivas, dice José Antonio Marina, hace que llamar a otro comunista o fascista sea lo mismo que decir hijo de puta. Esta visión dicotómica de la realidad divide a las personas en dos grandes grupos: los malos (que son los otros) y los buenos (que somos nosotros). No hay grises, no hay tonos intermedios. O eres bueno o eres malo. Y los otros son los malos. Hasta la victoria y la derrota se han vivido de forma agresiva con el adversario. Decir, ante el abandono de la política de Pablo Iglesias, que se ha ido “la mayor rata de la historia de España”, es un exabrupto nacido del odio. Llamar gilipollas a los mileuristas votantes de Ayuso es una falta de respeto.

Lo más pernicioso de este clima es que se traslada a toda la sociedad. En parte por los militantes de los partidos que, por convicción, papanatismo o interés, siguen a sus líderes y en parte porque la crispación llega a toda la ciudadanía a través de los medios, las redes y las conversaciones informales… Y también porque, como dice Sartre, “basta que un hombre odie a otro para que el odio vaya contagiando a la humanidad entera”.

Eso en la calle, mientras en la escuela pregonamos la necesidad del diálogo, la negociación, el respeto al adversario, la solidaridad, la empatía, la compasión por los demás, la dignidad del ser humano… ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué olvidamos lo que aprendimos con tanto esfuerzo en el seno de la familia y en las instituciones educativas?

Estamos viviendo unos tiempos convulsos, revueltos, críticos. Me inquieta mucho el sentimiento de odio hacia el otro que estoy viendo acrecentarse cada día en la sociedad. Me preocupa especialmente que la extrema derecha, con su discurso excluyente, vaya ganando terreno en una ciudadanía ingenua. Odio a los inmigrantes, a los homosexuales, a los rojos, a las feministas, a los transexuales, a los menas (Menores Extranjeros No Acompañados)… Lanzar un cartel diciendo: Un MENA, 4700 euros al mes. TU ABUELA, 426 euros de pensión al mes, firmado por Vox, es un acto de incitación al odio.

Thiebaut sostiene que “los odios políticos pueden nacer de un desprecio (a las mujeres, a los homosexuales, a los inmigrantes…), pero se consolidan porque lo odiado se entiende como amenaza, como un peligro que, a su vez, nos odia”. El odio es una emoción, que puede ser manipulada, especialmente por demagogos, y ha tenido históricamente gran poder movilizador, precisamente por las vinculaciones con el binomio identidad/alteridad. Los odios públicos buscan causar mal a un colectivo concreto y suelen ser caldo de cultivo para diversas manifestaciones, como los delitos de odio o los genocidios. (Estoy leyendo “El coleccionista de lágrimas”, de Augusto Cury, que es un buen ejemplo del odio que inspiró el genocidio nazi).

Dice Carlos Gurméndez que “el odio es una pasión activa quemante, destructora y que arde en nuestro interior como una llama que solo se apaga destruyendo al otro, mi enemigo…”. Creo que esa pasión destructora que es el odio, no solo se dirige a la persona, al grupo, a la clase odiada sino que se descarga también sobre la persona que lo siente. El odio también destruye al que lo vive.

Mi admirado Castilla del Pino, en su excelente y ya clásica obra “Teoría de los sentimientos” habla largamente del odio en el Apéndice C. Y va respondiendo a las siguientes preguntas: ¿por qué odiamos?, ¿para qué odiamos?, cómo odiamos? Y entiende que el odio es un sentimiento patológico porque quien odia, termina por odiarse a sí mismo cada vez más. Lo define así: “El odio es una relación virtual con una persona y con la imagen de esa persona, a la que se desea destruir, por uno mismo, por otros o por circunstancias tales que deriven en la destrucción que se anhela”. El propósito del odio es, pues, la destrucción del objeto odioso u odiado.

Es importante preguntarse por el origen de este sentimiento que envenena la convivencia. Jorge Vigil Rubio, en su “Diccionario razonado de vicios, pecados y enfermedades morales” dice que hay cuatro causas del odio:

La alteridad: el otro, antes de ser persona, es ob-iectum, algo que está frente a mí. La diversidad se convierte en una fuente de rechazo. ¿Por qué el otro es diferente a mí? La diferencia del otro se convierte en una fuente de menosprecio, de rechazo, de agravio.

La posesión: el otro posee algo que yo no poseo y por eso deseo vengarme, por eso le odio. Lo que el otro tiene se convierte en una agresión para quien carece de ese bien.

La autoridad: en las relaciones de subordinación propias del mundo del trabajo y de la política, el odio es la pasión reactiva de los subordinados ante los que mandan. El odio es aquí una pasión callada, un resquemor silencioso.

El resentimiento por un agravio: el odio es, por este motivo, la fuente de actos de venganza. Los odios no se apagan mientras dura la memoria del agravio.

Hay más causas, claro está. Pienso, por ejemplo, en la amenaza. Hay personas u objetos que pensamos que son una amenaza para nuestra identidad. Y por eso los odiamos. El objeto odioso pertenece a nuestro mundo, hemos de convivir con él y su amenaza es constante. Al tigre lo tememos, no lo odiamos.

Hay otro tipo de odio que considero antagónico y que solo quiero citar, ya que no tengo espacio para analizarlo. Podemos (y debemos) odiar la injusticia, la dominación, la crueldad, la codicia, la maldad, el crimen, la explotación, la guerra… Porque, como dice Montaigne, “lo que odiamos es algo que nos tomamos en serio”. Pero ese es otro cantar.

El odio que me preocupa es el que se dirige a otros seres humanos, por ser diferentes, por pensar de otra manera, por tener otras costumbres, por pertenecer a otra raza, por militar en otro partido, por practicar otra religión, por tener otra identidad sexual…

Aunque, en los casos extremos de lenguaje o actos de odio, el Derecho puede y debe intervenir, la educación en derechos humanos es la clave, a mi juicio, para que las identidades y las alteridades tengan una relación armoniosa más allá del odio, más acá de la empatía y de la solidaridad. Odiar a un ser humano es una patología que solo se cura con la educación

Fuente:
El Adarve, Miguel Ángel Santos Guerra.