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martes, 24 de diciembre de 2024

La fábula del colibrí


Vivimos en un mundo con gravísimos problemas.

Voy a referirme de manera casi telegráfica a los diez que considero más graves y apremiantes. Diré luego por qué este ejercicio de inmersión en la gravedad de lo que está sucediendo cada día en el mundo. Ejercicio que tiene más sentido, si cabe, en estas fechas de Navidad.

1. Uno de los más terribles son las guerras que se desencadenan de forma irracional y se perpetúan de manera indecente generando odio, muerte, destrucción y terroríficos problemas psicológicos.

2. Otro problema que nos acucia es la violencia machista. Cada día, de forma cruel y dramática, aparecen las víctimas que mueren a manos de sus parejas. Por no hablar de las mujeres enterradas en vida, discriminadas, violadas, humilladas…

3. La pobreza crece de manera imparable. Los ricos se siguen enriqueciendo y los pobres son cada vez más desgraciados en su miseria… Qué decir de la pobreza infantil, que castiga a los más inocentes con un sufrimiento insoportable.

4. La desigualdad ha aumentado en casi todo el mundo aunque con una velocidad diferente en cada zona. Uno de los datos más importantes que destaca el informe elaborado por World Inequality Lab, es que el 1% de la población con mayores ingresos recibió el doble de ingresos que el 50% más pobre, mientras que la clase media se contrajo.

5. El hambre afecta a millones de personas en todo el mundo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), más de 800 millones de personas en el mundo pasan hambre y más de 150 millones de niños menores de cinco años sufren de malnutrición crónica. La FAO también señala que el hambre es un factor importante en la mortalidad infantil, ya que más de la mitad de todas las muertes infantiles en el mundo se deben a enfermedades relacionadas con la malnutrición

6. La erosión de los recursos humanos va convirtiendo el planeta en un lugar donde muchos viven con dificultades y penurias. Pensemos en la escasez del agua como un problema que padecen millones de personas.

7. La contaminación es otro problema acuciante. Nos asedia el calentamiento global: se trata de la elevación de la temperatura media de la tierra y de los océanos, debida a la emisión de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono a la atmósfera. Por lo tanto, la contaminación del aire guarda una relación directa con el fenómeno del calentamiento global.

8. Cómo no pensar en todos los problemas que afectan a la infancia en el mundo: el trabajo infantil, los niños soldados, las niñas obligadas a casarse de forma injusta y cruel, el tráfico de órganos…

9. Hay también desastres naturales que se suceden de forma casi incesante y que causan muerte y desolación. Aquí hemos vivido en poco tiempo la erupción de un volcán en la isla de La Palma y una terrible dana en la comunidad de Valencia…

10. Finalmente quiero referirme al avance del fascismo en el mundo, a la extensión y profundización de las concepciones, actitudes y prácticas basadas en el neoliberalismo. A mi juicio, esas características contradicen las que deberían asumir los ciudadanos de una sociedad justa, solidaria y sensible.

No son estos los únicos problemas que nos afectan. Es probable, por otra parte, que algún lector o lectora hubiera elegido otros. Lo que pretendo con esta relación es formular la pregunta siguiente: ¿y qué podemos hacer ante la magnitud de estos problemas?, ¿qué debe hacer cada persona para frenar estos males y construir un mundo mejor?

Es probable que nos sintamos completamente insignificantes para hacer frente a la magnitud de cada uno de estos gravísimos males. Se podría derivar de esta sensación de impotencia un desaliento inmovilizador. ¿Qué puede hacer un profesor en el aula, una madre en la familia, un ciudadano en su trabajo, un enfermo en el hospital, un concejal en el Ayuntamiento, una dependienta en El Corte Inglés, un policía nacional en su coche patrulla, un joven estudiante en su escuela o en su universidad…?

Para contestar a la pregunta quiero utilizar la fábula del colibrí. Conozco una versión de esta fábula que se cuenta en la cultura guaraní (Paraguay, Sudamérica) y que quiero compartir con mis lectores y lectoras en estos tiempos de tantos incendios y de tantos temores.

Cuenta la fábula que un día hubo un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible.

De pronto, el jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí… en dirección contraria, es decir, hacia el fuego.

Le extrañó sobremanera, pero no quiso detenerse. Había que huir a toda de velocidad. Al poco tiempo, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección.

Pudo observar este ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues su comportamiento le parecía estrafalario:

¿Qué haces, colibrí?, le preguntó.
Voy al lago, respondió el ave, tomo agua con el pico y la echo en el fuego para apagar el incendio. El jaguar se sonrió. —¿Estás loco?, le dijo. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo con tu pequeño pico?

—No, yo sé que solo no puedo, pero esta selva es mi hogar… Me alimenta, me da cobijo a mí y a mi familia, y le estoy agradecido, por eso la ayudo a crecer polinizando sus flores. Yo soy parte de este bosque y él es parte de mí. Yo sé que solo no puedo apagarlo, pero tengo que hacer mi parte.

Eso es ridículo, dijo el jaguar.
—Bueno, repitió el colibrí. Yo hago mi parte, yo hago todo lo que puedo…

Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.

En otra versión de la leyenda, se añade lo siguiente: “En este momento, los espíritus de la selva que escucharon al colibrí, se sintieron conmovidos por la pequeña ave y su devoción hacia el bosque y pidieron a dios que enviara lluvia y se hizo el milagro, cayó una lluvia tan generosa que terminó con el incendio”.Las abuelas guaranís contaban esta historia a sus nietos concluyendo: “¿Quieres atraer milagros a tu vida? … Haz tu parte”.

Creo que la moraleja se desprende de la fábula de forma inexorable. ¿Quieres acabar con la guerra con el hambre, con la violencia machista, con la contaminación… haz tu parte, haz todo lo que esté en tu mano.

No cabe duda de que, ante el terrible incendio, se puede reaccionar como el jaguar que huye de la quema a toda velocidad, sin importarle lo que suceda o como el colibrí que hace todo lo que está en su mano hacer en tiempo de crisis y que, en tiempos de normalidad, poliniza según sus posibilidades. Se puede ser un colibrí o se puede ser un jaguar.

Cuando nuestros pequeños esfuerzos cotidianos pueden parecer que no ayudan a resolver los retos y problemas a los que nos enfrentamos como sociedad y personas, y que nuestro esfuerzo se diluye, siempre es bueno acordarse de la fábula del colibrí.

La respuesta del pájaro tiene dos dimensiones complementarias. Una se refiere a la eficacia real para la solución del problema. Es evidente, en ese sentido, que la aportación del colibrí es insuficiente e insignificante para conseguir la solución definitiva y, ni siquiera, para mitigar la gravedad del problema. La otra se refiere a la satisfacción respecto al deber cumplido.

Esta fábula, como suele suceder con todas las metáforas, ilumina una parte de la realidad y deja otras en la sombra. Es evidente que la gota de agua que cae desde el pico del colibrí no ayuda a solucionar el incendio. Y más si se tiene en cuenta que en ella solo interviene un colibrí, no bandadas de número incontable. Quiero decir que no sucede lo mismo en la intervención de cada persona en la solución de los problemas. Un solo profesor en un aula, puede ejercer una influencia insignificante en la solución de los problemas, pero todos los docentes del mundo trabajando en las aulas, pueden contribuir a que se produzcan cambios significativos.

Por eso creo que hay que añadir este factor optimista al análisis de la fábula del colibrí. Hacer todo lo que está en nuestra mano puede satisfacer nuestra conciencia, pero es preciso añadir que si todos hacemos lo que está en nuestra mano la solución podría alcanzare.

Aplico de forma especial este optimismo al trabajo de los docentes en las aulas. Suscribo con entusiasmo y plena convicción el pensamiento de Paulo Freire: la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que cambiarán el mundo.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.