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sábado, 22 de julio de 2023

La vida interior de un gato. Un manuscrito previamente desconocido explora la psique en última instancia desconocida del felino favorito de Provensens.

The cover illustration for “The Truth About Max,” in watercolor and ink, shows a lounging Max, with bright yellow eyes and an ear-to-ear grin, holding a branch from a rose bush between his paws. 

LA VERDAD SOBRE MAX, por Alice y Martin Provensen 
 Alice y Martin Provensen fueron los Ginger y Fred del libro ilustrado estadounidense: un equipo de ilustradores sumamente equilibrado y elegante que, en una colaboración que abarcó casi 40 años y más de 40 libros para niños (19 de los cuales también escribieron y editaron), engañó a los fanáticos con su ingenio inexpresivo, gran curiosidad y estilo modernista de mediados de siglo.

Ambos nacieron en Chicago y estudiaron en la Universidad de California. Y cuando se conocieron en Los Ángeles en 1943, ambos habían trabajado como oficiales en la floreciente industria de la animación y estaban listos para un cambio que prometía una mayor libertad creativa. Después de la guerra y de mudarse a Nueva York (momento en el que ya se habían casado), la pareja se dedicó a la ilustración de libros, se establecieron como los pilares de la lista de Libros Dorados, que tuvo un éxito fenomenal, y se ramificaron desde allí, abordando temas que iban desde la mitología griega hasta la Ballet clásico.

En 1951, compraron la destartalada propiedad del condado de Dutchess que se convirtió en Maple Hill Farm, un escondite de libro de cuentos y el escenario de varias colaboraciones para las cuales su corral sirvió como reparto central. Cuando no vagaban por el mundo por investigación o placer, los Provensen pasaban largas horas sentados en mesas de dibujo espalda con espalda en su granero convertido, desarrollando pacientemente el enfoque ideal para su proyecto del momento.

Martin preparó el almuerzo, Alice preparó la cena; Aparte de eso, la pareja rara vez reveló mucho sobre su división del trabajo. Ellos "realmente eran un artista", explicó Alice una vez.
"La verdad sobre Max", con un gato grande y llamativo como protagonista, es un libro ilustrado inédito que se descubrió en forma de maniquí, o versión preliminar, en 2019 entre algunos papeles retenidos por el agente de Alice, George Nicholson, quien murió en 2015. Martin Provensen había muerto en 1987; Alicia murió en 2018.

A lo largo de los años, la pareja había llegado a apreciar como individuos a muchos de los animales que vivían entre ellos y, en una serie de cómicos volúmenes estilo cuaderno de bocetos, habían demostrado ser astutos observadores naturalistas. En “Nuestros amigos animales” (1974), el primero de estos libros, le dieron al verdadero Max un lugar de honor al representarlo en la portada con ojos ardientes y brillantes y una sonrisa de oreja a oreja. El libro que dejaron atrás estaba claramente destinado a ser el giro estelar que sentían que el archi-bribón de su granja se había ganado.

El amor de los provenzales por los animales, como el de Beatrix Potter, era deliberadamente poco sentimental. En "La verdad sobre Max", la verdad que registran incluye las bromas de gato malo de Max y su habilidad para sobrevivir: su infalible instinto para saber con quién se puede jugar con dos o cuatro patas y con quién no se debe cruzar.

El Max que conocemos también es bastante cazador, con dormitorios que se asemejan a una sala de trofeos "llena de colas de ardilla". Esta revelación casual e impactante es suficiente para que los lectores jóvenes sientan que están siendo tratados como adultos, otro sello distintivo de Provensen.

Las ilustraciones varían en su grado de acabado, con una figura o rostro ocasional simplemente borrado y el fondo dejado como boceto para más adelante. La nota de un editor afirma que la cursiva arácnida y falsamente ingenua utilizada para el texto es una reelaboración de hábiles calígrafos de las letras manuscritas de los propios artistas.
With night falling and the barnyard far in the distance, Max sits out in a field, amid tall grasses, staring up at the moon.
 Imagen Con la caída de la noche y el corral a lo lejos, Max se sienta en un campo, en medio de hierbas altas, mirando la luna. Credit...Alice y Martin Provensen

Los fragmentos sin pulir cuentan una verdad propia, exponiendo rastros del desconocimiento incómodo, de prueba y error, en el que el trabajo creativo tan a menudo tiene sus comienzos.

Los provenzales eran exploradores incansables que desdeñaban lo obvio y se sentían mejor en terrenos desconocidos. Habiendo decidido hacer un libro sobre la historia de la aviación, por ejemplo, ¿quién además de ellos habría elegido destacar no a los hermanos Wright en negrita sino al comparativamente oscuro pero igualmente notable Louis Blériot? (La pareja ganó la Medalla Caldecott de 1984 por ese esfuerzo, titulado “El vuelo glorioso”).

Max era un alma gemela más. Su historia termina con otra nota decididamente adulta, esta inquietantemente hermosa.

Todas las noches, nos enteramos de que Max, habiéndose “cansado” del corral, “camina por el camino,/ hacia los campos./ No lo reconocerías./ Parece un tigre”.

Solo, ¿qué umbral ha cruzado? Quizás el misterioso que marca el límite de lo que cualquiera puede saber de cualquier otra persona. “Ahora”, escriben los provenzales, dejándonos imaginar el resto, “comienza la vida real” de Max.

Leonard S. Marcus es el autor, más recientemente, de "Pictured Worlds: Masterpieces of Children's Book Art by 101 Essential Illustrators From Around the World".

martes, 26 de julio de 2022

Eres un animal


¿Por qué es un insulto la frase que encabeza este artículo? Cuando queremos agredir a una persona, decimos de ella que es un animal, un cerdo, un burro, un zorro o una bestia… La verdadera agresión sería decirle a un perro:

– Eres un humano, eres una persona, eres un animal humano…

Porque entre nosotros, los humanos, se produce la auténtica maldad, el crimen organizado, la crueldad planificada, el rencor descontrolado, la envidia destructiva, la guerra organizada, el odio destructivo y el desprecio infundado… Y en los animales, no.

Recuerdo aquel poema en el que unos monos que están subidos a un árbol (el mono es un animal arborícola que habita sobre todo en los árboles genealógicos), contemplan las atrocidades que realizan los seres humanos y se lamentan de tener unos descendientes tan perversos. ¡Qué vergüenza!, dicen.

Anteayer, día 21 de julio, se celebró el Día Mundial del Perro, conmemoración que se viene celebrando desde el año 2004. No sé por qué este día, en plena canícula dentro de nuestro hemisferio. Quizás porque en estas fechas hay muchos perros que son abandonados a su suerte. Hay otros días de celebración relacionados con el perro (Día internacional del Perro Guía, el último domingo de abril; Día internacional del Perro Callejero, el 27 de julio; Día del Perro de Trabajo, el 6 de diciembre; Días nacionales del perro…). Ya sé la relatividad de estas convenciones.

Hay perros famosos: la perrita Laika se convirtió en 1957 en el primer ser vivo que entró en órbita y dio la vuelta a la tierra; el perro Balto recorrió más de mil kilómetros liderando en 1925 el trineo de la expedición que traía las medicinas que salvaron al pueblo de Nome (Alaska); Bobbie regresó a su casa recorriendo cuatro mil kilómetros después de haberse perdido cuando viajaba con sus dueños; Greyfriars Bobby permaneció catorce años hasta su muerte al lado de la tumba de su dueño; Hachiko vagó por una estación durante casi nueve años esperando a su dueño fallecido; Lassie protagonizó diferentes series de televisión, libros y películas desde 1943 hasta nuestros días; Rin Tin Tin, un pastor alemán, fue protagonista de la conocida serie estadounidense que lleva su nombre, Barry fue un San Bernardo que salvó en Suiza a cuarenta personas perdidas en bosques helados durante los catorce años que trabajo como rescatista en el Gran Hospicio…

Estoy leyendo una tesis doctoral que se defenderá en la Universidad de Oviedo el próximo día 7 de septiembre. Seré, afortunadamente, el presidente del tribunal. Digo afortunadamente porque la lectura de una tesis siempre es una ocasión excepcional de aprendizaje. El título del trabajo es el siguiente: “Una nueva filosofía de la educación: La empatía animal”. Está escrita por Beatriz Cimadevilla Alonso. La autora abre el trabajo con una significativa dedicatoria: “Esta tesis está dedicada a todos los animales no humanos que sufren; y a aquellos de mis hermanos animales no humanos que, sin sufrir, forman también parte de mi mundo. Vosotros estáis entre aquellos que dan sentido a mi vida”.

Los animales son víctimas de una concepción especista que ellos no pueden debatir ni rechazar. El término especismo tiene dos acepciones en el diccionario de la Real Academia: 1. Discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores y 2. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio. Ambas acepciones apuntan en la misma dirección: la de la cosificación de los animales por situarlos en una realidad diferente de y subordinada a la humana. El problema es que no les consideremos seres sintientes, que les convirtamos en cosas que se pueden tirar o golpear.

Hace años que leí el emocionante libro del premio Nobel Konrad Lorenz titulado “El anillo del Rey Salomón”, que en alguna edición tiene otro título: “Hablaba con las bestias, las aves y los peces”. Es impresionante ver cómo el autor investiga, observa y analiza las costumbres de los animales. Hace unos días terminé de releer “Cuando el hombre encontró al perro”, del mismo autor. Dice el premio Nobel en la última frase del libro que la historia de esta relación es “una suma incalculable de amor y fidelidad”.

Compartimos el mundo con los animales. Y, en muchas ocasiones, también la casa. En España, hay en los hogares más perros que niños. Nueve millones de perros, frente a seis millones y medio de niños y niñas. La empatía con los animales es un deber que tenemos cultivar para hacer un mundo más digno.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 70% de los perros en el mundo no tienen un hogar. En la actualidad existen aproximadamente 300 millones de perros en el mundo, con una gran variedad de razas y tamaños, todos muy cariñosos y dispuestos a servir a sus amos de formas inimaginables. Hoy en día contamos con perros policías, bomberos, lazarillos y de compañía.

Hay quien puede pensar que habiendo tantos problemas y necesidades entre los seres humanos, toda la atención que se preste a los perros se detrae del cuidado a nuestros congéneres. No es así. Más bien es al contrario: quien muestra solidaridad y aprecio por loa animales suele también manifestarlos con los seres humanos.

A mi juicio hay tres pasos que debe dar una sociedad democrática, asentada en valores:

1. El primero es acabar con el maltrato de los animales. Hay muchas costumbres crueles, faltas de respeto y sensibilidad. Y no me refiero solo a esas costumbres salvajes en las que los seres humanos disfrutan, haciendo sufrir a los animales no humanos. Me refiero también al maltrato doméstico: golpear a perros, colgar a galgos (hay miles de galgos ahorcados, acuchillados y abandonados cada año en España), abandonar a su suerte… Comportamientos que deberían tener, por ley, castigos ejemplares. 

2. El segundo es cultivar la empatía, tratar de forma deferente a quienes comparten la vida y el mundo con nosotros. 

3. El tercero consiste en hacer visibles hermosas historias de perros, como la que conté en este mismo espacio con el título “Montse y Chicharita”. Una doble historia de superación heroica en la que una perrita y su ama vencieron la tetraplejía.

Los británicos, cuando muere un perro, dicen que “ganó las alas”. Allí existe una leyenda que dice que los perros vienen a este mundo sin alas y sin hablar para que no se sepa que son ángeles.

Es emocionante el epitafio que escribió Lord Bayron a su perro Boatswain en el monumento que levantó en el jardín de la mansión en la que convivieron. Boatswain era una terranova, que contrajo la rabia y a la que el poeta cuidó en su enfermedad, a costa de contraer la misma enfermedad: 
“Cerca de este lugar/ 
reposan los restos de un ser/ 
que poseyó la belleza sin la vanidad,/ 
la fuerza sin la insolencia,/ 
el valor sin la ferocidad/ 
y todas las virtudes del hombre sin sus vicios./ 
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja/ 
si estuviera escrito sobre cenizas humanas,/ 
no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro/ 
nacido en Newfoundland, en mayo de 1803/ 
y muerto en Newstead Abbey, el 18 de noviembre de 1908…”. 

Solo cinco años de imborrable amistad.

Me gustan las historias de perros. Conozco muchas muy sugerentes. Aquí me voy a referir a una que tiene que ver con mi oficio de profesor. Dice así:

Una familia tiene un perro que presenta síntomas inquietantes de enfermedad. El veterinario, después de explorarlo detenidamente, le receta unas dosis diarias de aceite de bacalao

Todas las mañanas, el dueño va a buscarlo, le arrastra por la fuerza, le sujeta la cabeza entre las rodillas, le abre la boca violentamente y, con una cuchara, le va dando el aceite de bacalao.

Un día, en pleno forcejeo, el perro se libera de la maniobra de su amo, el tarro que este tenía sobre las rodillas va rodando hasta el extremo de la habitación y el perro va corriendo a lamerlo con fruición. No es que no le guste el aceite de bacalao, no le gusta la forma en la que se lo dan.

El ser humano está diseñado para aprender, tiene una curiosidad innata pero algunas formas de enseñar le resultan insoportables. No es que no le guste aprender, lo que no le gusta es la forma en que tratan de enseñarle.

Quiero dedicar este artículo a mi amiga Lola Alcántara, convencida animalista, amante de los perros y creadora del Proyecto Berta (nombre de una sus perras, ya fallecida). Se trata de un proyecto sin ánimo de lucro, que se dedica a rescatar y rehabilitar podencos del mundo de la caza para darles una vida mejor. El mundo sería más habitable (y los perros serían más felices) si todos fuésemos como Lola.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2022/07/23/eres-un-animal-3/

miércoles, 18 de mayo de 2016

_- La física cuántica explicada con gatos. Un juego para móvil, inspirado en Angry Birds, acerca la ciencia abstracta a los usuarios.

_- Los conceptos de la física cuántica son confusos y poco intuitivos para la gran mayoría de las personas que no se han dedicado a estudiarla. Para ayudar a la gente a entender mejor algunas de las nociones básicas de esta ciencia, el Instituto de Computación Cuántica (ICC) y el Instituto de Juegos de la Universidad de Waterloo (Ontario, Canadá) han creado un juego para móvil inspirado en Angry Birds: Los gatos cuánticos.

El juego utiliza cuatro gatos diferentes para ejemplificar cada uno de los conceptos clave de la mecánica cuántica: los principios de superposición y de incertidumbre, el efecto túnel y el movimiento clásico. La dinámica es fácil: consiste en lanzar a los diferentes gatos desde una plataforma contra una estructura de cajas para liberar a otros gatitos que hay encerrados en ellas. La clave está en utilizar estratégicamente las características cuánticas de cada gato para conseguir la puntuación máxima.

El gato común, que representa el movimiento clásico, es predecible: sabes a qué dirección se dirige y de dónde ha salido. Schrö (en alusión al famoso gato de Shrödinger) tiene la capacidad de estar en varios sitios al mismo tiempo, pero solo uno de ellos derriba las cajas. Representa el principio de superposición.

El gato Digger, que ejemplifica el efecto túnel, puede aparecer de pronto al otro lado de una barrera, incluso cuando se supone que no tiene energía suficiente para atravesarla o romperla. Y por último está Fuzzy, representando el principio de incertidumbre. Es imposible acertar dónde está y adónde llegará: solo puedes lanzarlo y esperar. La información que se puede saber sobre él es muy limitada.

"Hemos encontrado una forma de que la gente se familiarice con los conceptos abstractos de la física cuántica", dijo Tobi Day-Hamilton, director asociado del ICC. Y añade: "Queríamos convertir en algo divertido la ciencia que la gente piensa que es difícil”. Se unieron al instituto de juegos y crearon un equipo multidisciplinario que ha diseñado una aplicación que explica algunas ideas complejas al mundo.

En el diseño, la idea y el desarrollo del juego colaboraron tanto los miembros de los institutos como los profesores y alumnos de la universidad. "El resultado demuestra la eficacia de los juegos divertidos como herramienta de enseñanza", asegura Neil Randall, director del Instituto de Juegos de Waterloo.

Los Gatos Cuánticos (Quantum Cats) se puede descargar desde la tienda Google Play para Android. También estará disponible próximamente en iTunes y BlackBerry World.

http://elpais.com/elpais/2015/10/06/ciencia/1444155452_439027.html?rel=lom