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viernes, 22 de noviembre de 2024

Por qué nos cuesta tanto decir que no (y cómo aprender a hacerlo puede mejorar tu vida)

Mujer diciendo que no.

Fuente de la imagen,Getty Images

  • Autor,

¿Alguna vez has aceptado hacer algo por miedo a decir que no?

Si es así, no estás solo. Según diversas investigaciones, a muchas personas les cuesta poner límites.

¿Las razones? Entre otras, el temor a ser excluidos, a crear una imagen negativa de nosotros mismos o la necesidad de ser complacientes con quienes nos rodean.


La neuropsicóloga española Alba Cardalda decidió estudiar el tema a fondo tras darse cuenta de que gran parte de sus pacientes tenían problemas con sus relaciones personales justamente porque no lograban decir ‘basta’.

De su investigación, nació el libro Cómo mandar a la mierda de forma educada (editorial Vergara), en el que profundiza sobre la importancia de poner límites con asertividad.

En BBC Mundo hablamos con Cardalda, quien advierte que la única manera de construir vínculos sanos es con honestidad y respetando los límites propios y de los demás. 

Alba Cardalda

Alba Cardalda

Fuente de la imagen,Sabrina Solfa

Pie de foto,Alba Cardalda es autora de Cómo mandar a la mierda de forma educada.La neuropsicóloga acumula miles de seguidores en redes sociales, donde, entre otras cosas, da consejos para mantener relaciones sanas

 ¿Por qué nos cuesta tanto decir que no?

Porque no nos educan para decir que no y para poder decirlo de una forma amable o asertiva. Al contrario: nos educan para complacer a los demás sin tener en cuenta nuestras propias emociones.

Normalmente se piensa que somos egoístas o incluso malas personas si es que nos negamos a algo. Se nos enseña a priorizar lo que otros quieren o demandan y no a valorar lo que uno siente o a ser honestos con lo que queremos o no queremos.

En parte, porque siempre estamos buscando la aprobación de quienes nos rodean.

¿Cómo nos afecta el no poder decir que no?

No darle importancia a lo que realmente queremos hacer nos lleva a acumular pequeños malestares que nos pueden afectar mucho en nuestra vida y en nuestra salud emocional.

Porque es algo que ocurre todos los días, aunque no nos demos cuenta. Por ejemplo, cuando un compañero de trabajo te pide un favor -que le cubras o que asumas algunas tareas que no dependen de ti- y no puedes decirle que no.

O con los amigos o familiares cuando nos proponen un plan y realmente a veces no queremos porque estamos cansados y acabamos haciendo algo que no tenemos ganas de hacer.

Cargarse de cosas que no queremos hacer -o que no tenemos tiempo de hacer- nos genera agobio, estrés y ansiedad.

Y, por otro lado, daña nuestro autoestima porque pasar por alto nuestras preferencias son pequeños autosabotajes que nos hacemos a nosotros mismos. Es ausencia de autocuidado y eso tiene un efecto importante.

En tu libro dices que el miedo o la culpa también juegan un rol importante en las personas que no pueden decir que no. ¿Cómo se pueden vencer esos miedos o esas culpas?

Cuando nos han enseñado desde muy pequeñitos que decir que no puede significar que nos rechacen o que tengan de nosotros una opinión negativa, eso nos genera miedo porque es una amenaza en contra de nuestro autoconcepto que está arraigado al autoestima.

Al final, somos seres sociales y, por lo tanto, la influencia de nuestro entorno social es muy fuerte.

Entonces hay que hacer un trabajo progresivo; no podemos pretender vencer el miedo o la culpa de la noche a la mañana.

Primero, tenemos que ser conscientes e identificar por qué no somos capaces de marcar un límite. ¿Por qué no le he dicho que no a esta persona? ¿Me da miedo que se enfade o que crea que soy egoísta o que no soy buen amigo, buen hijo o buena pareja? Sólo respondiéndonos esas preguntas vamos a poder identificar el problema.

Y, a partir de ahí, uno se puede poner pequeños objetivos diarios para ir venciendo esos miedos.

Por ejemplo, practicar el decir que ‘no’ de una manera en la que yo me sienta cómodo haciéndolo. Porque no es lo mismo decir: ‘no quiero’ a dar un argumento un poco más asertivo pero igualmente honesto y respetuoso con lo que deseamos.

La psicóloga asegura que la búsqueda constante de aprobación externa puede llevarnos a una incapacidad para poner límites. En tus investigaciones también hablas de que hay distintos límites, como los físicos y emocionales, y que estos últimos son los más difíciles de marcar. ¿Por qué?

Porque son límites que no se ven. Y, por lo mismo, no es tan claro cuando los traspasan. No es como cerrar la puerta de la habitación, sino mucho más complejo.

Por eso, es importante conocerse a uno mismo. Una de las cosas que yo recomiendo es identificar tus límites negociables y los que no son negociables. Tener eso claro te permite ser más flexible en aquello que no es tan importante para ti.

Pero la única forma de preservar nuestro bienestar es marcando los límites. Porque también definen el tipo de relación que tenemos con los demás y son muy importantes para crear vínculos sanos y rodearse de personas que nos traten bien.

Y creo que con las personas que no nos tratan bien o que no respetan esos límites, hay saber poner distancia.

En otras palabras -y citando el título de tu libro-, “mandar a la mierda de forma educada”…

Exactamente.

Cuando una persona traspasa los límites una y otra vez, es completamente legítimo mandar a la mierda.

Es la única manera que tenemos de preservar nuestra dignidad. Hacerlo, además, da mucha paz mental y es básico para tu salud emocional. Es casi una obligación para con uno mismo.

Y lo que sucede es que esa otra persona inmediatamente te empieza a tratar con respeto.

Pero ¿cómo se manda a la mierda de forma educada?

Yo lo que siempre recomiendo es la claridad ante todo. Si alguien nos está manipulando o nos está haciendo sentir mal, en vez de caer en el juego y buscar excusas, hay ser directos.

Hay personas que te hacen sentir culpable y me parece que eso es de una manipulación espantosa.

Es lo que tú denominas “chantaje emocional”…

Claro. Es difícil darse cuenta de la cantidad de chantajes que se nos pueden llegar a hacer e, incluso, que uno puede hacerle a las personas sin querer.

Hay chantajes emocionales que son muy explícitos, que son muy fáciles de detectar. Pero hay otros que son muy sutiles.

¿Por ejemplo?

Es habitual que cuando uno hace algo por otra persona, inconscientemente espera que la otra persona haga lo mismo. Y, si no lo hace, nos enfadamos.

Y la manera en cómo nos comportamos para que el otro se sienta mal si no hace lo que nosotros queremos tiene un elemento manipulador que es muy sutil. Pero es imprescindible identificarlo para que nuestros vínculos sean sanos y no se basen en esos elementos de manipulación.

Un estudio sobre la felicidad conducido por el profesor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, Robert Waldinger, concluyó que las personas que tienen relaciones más cálidas se mantienen físicamente más saludables a medida que envejecen.

¿Cómo puede contribuir el mantener vínculos sanos a nuestro bienestar y felicidad?

Según la conclusión del estudio sobre la felicidad más largo jamás realizado -que fue conducido por el profesor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, Robert Waldinger- las personas somos más felices en la medida que tenemos mejores vínculos sociales con nuestro entorno cercano.

Esta conclusión fue muy determinante porque anteriormente se había afirmado que para ser feliz había que hacer mucho deporte o vivir más en contacto con la naturaleza o estar económicamente bien situado o trabajar en lo que te gusta… pero este estudio demostró que lo más importante es mantener vínculos sanos con el resto de las personas.

Y para que esos vínculos sean sanos, una de las premisas es que tiene que haber honestidad. Las personas se tienen que poder expresar con sinceridad y transparencia. Y no ir permitiendo cosas que le molestan o traspasan los límites.

Por lo tanto, tener esas conversaciones incómodas es lo que nos permite construir relaciones sanas, fuertes y duraderas.

En tu libro, dices que no podemos comprender lo que son los límites sin hablar de los derechos asertivos básicos. ¿Cuáles son?

Son aquellos que tenemos todos por el hecho de ser personas y que deben ser respetados.

Por ejemplo, el derecho a tener opinión propia, a decir que no o decir que sí, el derecho a ser tratado con respeto y dignidad, a cambiar de opinión, a ser dueño de tu propio tiempo, de tu cuerpo y de tu vida.

Estos derechos son muy importantes. Hay que tenerlos claros y respetarlos tanto en los demás como en uno mismo.

¿Qué rol juegan las distintas culturas en todo esto? ¿Hay regiones donde a las personas les cueste más decir que no que en otras?

Sí. La cultura juega un papel fundamental.

Si hablamos de asertividad y de poner límites, creo que en América Latina es más complejo porque la sociedad es más complaciente. Mucho más que, por ejemplo, la cultura anglosajona.

Aunque los anglosajones tienden a ser más polites, se asume o se respeta el ‘no’ de una forma políticamente correcta. En América Latina, en cambio, el ‘no’ es algo que es percibido casi como mala educación.

También hay diferencias entre hombres y mujeres. La mujer tiende a ser más complaciente que el hombre.

En esto también juega un papel importante la religión, el pecado original de la cultura judío cristiana está muy relacionada con esto de sentirnos culpables por poner límites o expresar lo que realmente sentimos o necesitamos.

Para Alba Cardalda, las redes sociales han aumentado la necesidad de aprobación externa de las personas.

¿Cuánto más difícil es decir que no hoy día en un mundo digitalizado que, de alguna u otra manera, exacerba la necesidad de aprobación que tienen las personas?

Hay una parte de la necesidad de aprobación que es inherente al ser humano por el hecho de ser seres gregarios, seres sociales. Necesitamos de la aprobación del grupo para poder sobrevivir y por eso nos importa tanto.

El problema viene cuando esta aprobación social es excesiva, como creo que ocurre cada vez más fuerte promovida en parte por las redes sociales, que cuantifican tu aprobación social con los likes.

Si la persona necesita de la aprobación externa para sentirse valioso, se genera una dependencia que no es correcta porque perdemos la individualidad y la capacidad de tomar decisiones. Y eso nos vuelve infelices porque tomamos decisiones en base a agradar a los demás.

Esa necesidad de aprobación, ¿cambia con la edad?

Sí. A medida que pasan los años, nos va importando menos lo que dicen los demás. ¿No te gustó? Bueno, no puedo hacer nada.

Valoras más a tu círculo cercano y ya no te quita el sueño si a alguien no le gusta lo que le dijiste.

También tiene que ver con el ser consciente de la importancia del tiempo. Cuando uno se va haciendo mayor, se da cuenta de lo valioso que es el tiempo, de lo rápido que pasa. Entonces sabemos mejor qué priorizar. 

miércoles, 23 de octubre de 2024

_- 7 formas de amar mejor. Leer unas 200.000 historias de amor me ha dejado algunas lecciones. Estas son las que más me ayudan.

_- Brian 
... Publiqué cientos de historias sobre separaciones, divorcios, citas por internet y familias compuestas sin pensar que algún día podrían aplicarse a mí.

He leído decenas de miles de ensayos sobre la muerte de un ser querido sin haberlo experimentado, hasta principios de este año, cuando murió mi padre.

Millones de lectores han encontrado ayuda en las muchas historias crudas e inspiradoras de personas que intentan crecer y cambiar tras el fin de una relación. Ahora esas historias me están ayudando a mí.

Hace poco bromeaba con mi amiga y presentadora del pódcast Modern Love, Anna Martin, diciendo que esta columna se ha convertido para mí en un plan de retiro, solo que es una renta vitalicia de lecciones de vida. Durante todos estos años he volcado mis ideas, mis habilidades y mi corazón en esta columna, y ahora me está retribuyendo, no en dólares, sino en sabiduría adquirida con esfuerzo. Lo bueno es que no hay penalización por los retiros anticipados.

Aquí presento —con gratitud a los sabios, valientes y generosos autores de esta columna— las siete lecciones que más me han ayudado.

El amor se parece más a una pelota de baloncesto que a un jarrón
Las relaciones implican conflictos que pueden llevar a la intimidad o al distanciamiento, a la unión o a la ruptura, dependiendo de cómo los gestiones. La forma de negociar los conflictos puede ser el indicador más importante de la compatibilidad de las parejas.

Nunca me he sentido cómodo con los conflictos, pero estoy intentando mejorar en ello. Por eso el ensayo de Thomas Hooven de 2013, “Cuidando una herida en un ambiente apropiado”, me afectó tan profundamente. Thomas era como yo en muchos aspectos, pensaba que una relación romántica debía ser un refugio contra los conflictos, no una fuente de ellos. Tanto él como su prometida habían superado una infancia difícil para encontrar la paz el uno con el otro, pero todo lo que no fuera paz les resultaba amenazador.

Su prometida, quizá intuyendo la fragilidad de esta dinámica, rompió su compromiso apenas tres semanas antes de la boda, por lo que quedó devastado.

Thomas empezó su residencia médica en pediatría, que se convirtió en su campo de entrenamiento para aprender las complejidades y los rincones oscuros del amor. Salió de allí más completamente humano y más fuerte.

“Cuando conocí a mi mujer”, escribió, “era un hombre nuevo y un médico de verdad. Y nuestro amor se desarrolló de forma diferente a cualquier otro que hubiera experimentado antes. Menos como un jarrón de cristal, más como una pelota de baloncesto, nuestra relación está hecha para rebotar, para el juego bueno y a veces duro que generan las vidas profesionales modernas. Tenemos peleas (ah, sí, claro que las tenemos), pero no amenazan nuestros cimientos. Los profundizan”.

Tu curiosidad es más atractiva que tus logros
El artículo de Modern Love más popular de todos los tiempos, “Las 36 preguntas que llevan al amor, ha sido leído por más de 75 millones de personas. Nada de lo que he publicado (o publicaré) en el mundo provocará un cambio más positivo que ese breve artículo.

Espero que la mayoría de los lectores haya asimilado la sencilla verdad de que sentir curiosidad por la gente que conoces es mucho más seductor que hablar de tus logros. La queja más común que oigo (por mucho) sobre las malas primeras citas es la de personas que parlotean sobre sí mismas y no hacen preguntas. Así que evita la autopromoción. En lugar de eso, sé curioso. Si necesitas sugerencias, aquí tienes 36.

Vive el presente, especialmente con tus seres queridos
Mi hijo tiene 26 años, pero cuando era pequeño solía leerle todas las noches, los dos acurrucados en un gran sillón, como había hecho antes con mi hija. En su caso, sin embargo, le había leído tantas veces sus libros favoritos que aprendió a recitarlos de memoria mientras yo pasaba las páginas, a pesar de que aún no sabía leer.

Ojalá pudiera volver a esa época. La paradoja de la paternidad temprana es que puede ser tan estresante como alegre, y a menudo hay que esforzarse para relajarse en esos preciosos momentos.

Chris Huntington, en su ensayo “Aprender a medir el tiempo en el amor y la pérdida”, escribe sobre una rutina similar con su hijo, con el matiz de que cada noche también comparten sus mejores y peores momentos del día. Una noche, preocupado por su letanía de preocupaciones, Chris se da cuenta de que falta algo y dice: “Se nos olvidó hacer lo de los mejores y peores momentos. ¿Cuál ha sido tu mejor momento del día?”.

“Este es mi mejor momento, papá”, dice su hijo, apoyando la barbilla en el hombro de su padre. “Este momento”.

Se me saltaron las lágrimas la primera vez que leí esa frase, y nunca olvidé su lección: Vive el momento. Deja de pensar en el futuro o en el pasado, en lo que puede pasar o no, y guarda el teléfono. Si un niño en tu regazo te pregunta qué es lo mejor de tu día, dile: “Este momento”.

Escribe bien, ama bien
El editor que hay en mí se ha dado cuenta con el tiempo de que las cualidades de una buena escritura personal —honestidad, generosidad, apertura de mente, curiosidad, humor y humildad— son las mismas que las de alguien con quien te gustaría tener una relación.

Del mismo modo, las cualidades de una mala escritura personal —deshonestidad, retención, culpa, mezquindad, desprecio y egoísmo— son las mismas que las de alguien con quien no te gustaría tener una relación.

Esto no significa que los buenos escritores tengan buenas relaciones ni que los malos escritores tengan malas relaciones. Significa que debes esforzarte por ser honesto, generoso, abierto, curioso, divertido y humilde tanto en la escritura como en el amor.

Siempre lidera con empatía
Esto es fácil de decir, pero difícil de poner en práctica. Sin embargo, pienso a menudo en un exsoldado canadiense, Benjamin Hertwig, cuyo ensayo “En la sala de espera de los esposos distanciados” relata su descubrimiento de que su mujer tenía una aventura.

Se separan y, al buscar ayuda, Benjamin se encuentra en la sala de espera de un psicólogo con la esposa del amante de su ex, una mujer llamada Catherine. Por increíble que parezca, ella tiene cita con el mismo psicólogo a la misma hora y por el mismo motivo. Catherine tiene un hijo pequeño, y Benjamin acaba pasando el rato con ellos y sintiéndose cercano al niño. Pero sigue enfadado y amargado por la aventura.

Un día se encuentra en el supermercado con el amante de su exmujer, un hombre al que ha odiado y con el que ha tenido pesadillas. Pero no pasa nada. El otro tipo le pregunta dócilmente si quiere tomar una cerveza y hablar de ello, algo de lo que Benjamin se burla. Pero, como él mismo escribe: “No pude reunir ninguna ira real. Solo era el padre cansado de un niño. Ni siquiera era desagradable”.

“En los meses siguientes", continúa, “pensar en el amante de mi exmujer como el padre de ese niño tierno fue de alguna manera muy útil para mí. Había sostenido en brazos al niño de Catherine, había sentido el peso de su cuerpo, y con el tiempo aprendí que es difícil odiar a una persona cuando esa persona formó parte de traer algo bueno al mundo”.

Aprecia la belleza de la impermanencia
Una pregunta de compatibilidad en una aplicación de citas plantea si elegirías vivir para siempre si pudieras. Mucha gente responde que sí, lo que siempre me sorprende: ¿han pensado en lo que significaría vivir para siempre? Nada que no tenga límites puede ser precioso. La vida y el amor son fugaces, por eso nos aferramos tanto a ellos.

Así lo explica Alisha Gorder en “Un ramo de belleza fugaz, por favor” en el que escribe sobre la floristería en la que trabajaba en Portland, Oregón. Alisha reflexiona sobre el significado de las flores en ocasiones especiales —bodas, funerales— y cómo pierden sus pétalos y se marchitan tan rápidamente. ¿Por qué apreciamos tanto las flores? ¿Por qué no apreciamos algo duradero?

Entonces Alisha nos cuenta de qué va realmente esta historia: su novio de la secundaria se suicidó cuando ella tenía 18 años, dejándola para averiguar quién era él y qué habían tenido juntos. Alisha encuentra consuelo al comprender que las flores (y el amor) no son hermosas y fugaces, sino que son hermosas porque son fugaces. Eso significa que debemos apreciarlas en el momento, sabiendo que no pueden durar. Como ella misma dice al ver los pétalos de una flor en el suelo: “Qué asombrosamente bella puede ser la impermanencia”.

Las relaciones no tienen por qué durar para ser buenas   
No hay ninguna regla que establezca que una relación deba durar un tiempo determinado para contar como un “éxito”, al igual que una que termina no necesariamente ha “fracasado”. Cada relación que tenemos, corta o larga, puede ser buena, esencial, incluso transformadora, y tener un valor duradero.

En “Todo comenzó con un rompimiento maratónico”, Miriam Johnson luchaba por superar una ruptura. Su novio la dejaba por razones que ella no entendía, a pesar de que habían hablado del tema durante 12 horas seguidas. Ella pensaba que habían estado muy bien juntos. Su relación había despertado en ella la pasión por buscar un trabajo relacionado con el bienestar animal. Tras su ruptura, se encontró con una oportunidad para trabajar en eso, lo que le ayudó a reiniciar su vida. Pero no podía olvidar a su ex.

“Hace un año que rompimos”, le dice a su terapeuta. “Pensé que el trabajo de mis sueños y el ejercicio me curarían, pero sigo pensando en él todos los días.

  ¿Qué más puedo hacer para soltarlo?”“Te estás equivocando de pregunta”, responde su terapeuta. “No se trata de superarlo y soltarlo. Se trata de hacerle honor a lo que pasó. Conociste a una persona que despertó algo en ti. Se encendió una llama. El trabajo consiste en estar agradecida. Agradecida cada día de que alguien se cruzara en tu camino y dejara una huella en ti”.

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martes, 14 de mayo de 2024

¿Quién sale del ascensor?

Tengo un amigo psiquiatra en Paraná (Argentina) que se llama Solidario. Una persona que hace honor a su nombre. Muchas veces hemos hablado de lo curioso que sería llevar ese nombre y ser una persona egoísta. No conozco a nadie más que tenga ese nombre. Aun recuerdo el asado que nos preparó en su casa hace ya muchos año

Me he acordado de él al ver de nuevo una película que dura solamente 1.58 minutos. Sí, has leído bien: Un minuto y cincuenta y ocho segundos. Se titula “Sorry” (Lo siento). Ganó un Oscar al mejor cortometraje en el año 2020. Es probable que algún lector conozca este documento porque hoy se puede encontrar fácilmente en la red.

Aparte de sus excelentes cualidades técnicas (panificación, montaje, fotografía, iluminación, movimientos de cámara…) tiene un contenido que nos invita a reflexionar. Voy a describir lo que cuentan las imágenes.

Las primeras imágenes nos muestran a un joven que se desliza sobre unos patines y lleva unos vistosos auriculares. Inmediatamente vemos un ascensor lleno de gente. Las puertas están abiertas. Parece que ya no puede entrar ni una persona más. Seguidamente la cámara nos muestra al chico de los patines que, con una maniobra elegante, entra en el ascensor y se coloca en primera fila. El ascensor está lleno. Las puertas se cierran, pero el ascensor no se mueve.

El silencio es palpable. Nadie dice nada. Unos se miran a otros de forma interrogativa. ¿Qué pasa que no se mueve? Pronto lo sabrán todos. En primer lugar porque de forma periódica se escucha un sonido repetido que indica que algo pasa. En segundo lugar, en la parte superior del ascensor aparece iluminada de forma intermitente una palabra que lo explica todo: Overload (sobrecarga, exceso de personas) al lado de una flecha azul que indica la dirección descendente del ascensor. Es probable que por la mente de todos pase la idea de que el ascensor no se moverá si alguien no lo abandona, pero nadie se mueve. Los sonidos se repiten, las miradas se encuentran en el silencio, el aviso con la flecha azul indicando el descenso y la palabra overload repetida invitan a los ocupantes a solucionar el problema. El chico que ha llegado el último, que lleva puestos los auriculares, calla y no se mueve. Nadie le invita a salir. La cámara enfoca varias veces su cara.

De pronto, una chica de color que está en la parte de atrás va haciéndose hueco con dificultad para abandonar el ascensor. Entonces vemos que camina apoyándose en dos muletas. Cuando sale, sin que nadie diga una palabra, las puertas se cierran y el ascensor comienza a moverse.

El cortometraje está muy bien planificado. La secuencia de planos (mezcla hábilmente primeros planos, planos medios, planos generales, planos tres cuartos…) nos va diciendo muchas cosas: uno de los ocupantes mira el reloj, una chica se atusa la melena, otro se quita las gafas, todos se miran intrigados. Hablan las posturas, hablan las miradas, hablan las angulaciones de la cámara (planos en picado y en contrapicado…).

El cortometraje nos brinda una tremenda lección en menos de dos minutos. La actitud individualista hace que todos acaben perjudicados. Si cada uno se aferra al derecho que considera que le asiste de no moverse, ninguno podrá desplazarse en el ascensor. Es un caso que muestra claramente que una actitud egoísta acaba siendo un perjuicio para todos.

La lección es poderosa porque quien resuelve el problema del grupo es una persona que tiene mayores problemas para desplazarse que cualquiera de quienes se quedan inmóviles. El chico que acaba causando el problema se mueve sobre patines y la chica que lo soluciona se mueve apoyándose en dos muletas.

La película contrapone el individualismo a la solidaridad. La joven con discapacidad, después de salir, se vuelve para dirigir la mirada al ascensor y ve cómo se cierran las puertas e inicia el descenso. Una leve sonrisa, casi imperceptible, la hace sentir importante. Su actitud ha beneficiado a los que no se movieron. Gracias a ella se ha solucionado el problema.

Ese diálogo entre individualismo y solidaridad, entre egoísmo y altruismo es fundamental en nuestra sociedad. Yo diría que es más necesario que nunca. Porque la cultura neoliberal predica sin cesar un individualismo exacerbado. Los lemas básicos de esta filosofía son: “cada uno a lo suyo”, “sálvese el que pueda”, “ande yo caliente y ríase la gente”, “a quien Dios se la da, San Pedro se la bendice”, “por la caridad entró la peste”, “tú a lo tuyo”…

La solidaridad es uno de los valores más importantes para la vida de las personas y para el convivencia en las sociedades. Así lo entiende Eduard Romero, que incluye la solidaridad en su libro “Valores para vivir”. Dice en él que “la solidaridad es una relación de fraternidad, de camaradería, de recíproco sostenimiento, que ata a los diversos miembros de una comunidad o colectivo, en el sentido de pertenencia a un mismo grupo y en la conciencia de un interés común”.

Puede practicar la solidaridad un individuo de forma aislada, como sucede en el cortometraje al que he hecho referencia, pero también puede haber solidaridad entre grupos y entre países. “La solidaridad es la ternura de los pueblos”, dice Tomás Borge, revolucionario, escritor, poeta y político nicaragüense.

Decía el escritor y médico irlandés Oliver Goldsmith: “El mayor espectáculo del mundo es una persona esforzada luchando contra la adversidad; pero hay todavía uno más sorprendente y es el ver a otra persona lanzarse en su ayuda”.

Estoy seguro de que el mundo está lleno de acciones solidarias. Padres y madres que se desviven por sus hijos y a la inversa, cuando aquellos son mayores. Abuelos y abuelas que se convierten en sacrificados y felices cuidadores de sus nietos. Profesores y profesoras que sobrepasan los límites de las obligaciones docentes. Médicos sin fronteras que dan su vida para salvar otras vidas. Amigos que se desvelan por amigos que tienen alguna necesidad (los amigos son como la sangre, que acude a la herida sin necesidad de llamarla), personas que militan en Organizaciones solidarias de forma entusiasta y gratuita., voluntarios que dedican su tiempo, su saber o su compañía a personas necesitadas. Basta ver cómo se vuelcan los vecinos cuando existe una desgracia en un barrio o un bloque de viviendas.

Hace unos días fui a un asador a comprar dos pollos asados. Cuando me dispuse a pagar me di cuenta de que no llevaba dinero. Hice ademán de irme a buscarlo y el vendedor, amablemente, me dijo:

-No se preocupe, lléveselos. Ya me los pagará.

No me conocía de nada. Confió en mí, tuvo un gesto de solidaridad para el que yo no había hecho mérito alguno.

Debería ser obligatorio que los medios abran sus informativos y sus telediarios con una acción pequeña o grande de solidaridad. No costaría nada encontrarlas porque están en todas las partes. Pero la noticia ahora se identifica con desgracias, asesinatos, violaciones, bulos, robos, insultos… Ese sería un buen método para limpiar el fango del que tanto estamos hablando.

Creo que las personas tienen más componentes positivos que negativos. Sí, creo que somos más buenos que malos. Decía el filósofo alemán Max Scheler: “En ninguna persona todo es ejemplar; y también me arriesgo a decir: en toda persona hay por lo menos un rasgo que es ejemplar”.

Mi amigo y escritor argentino Alejandro Spiegel escribió hace veinte años (cómo pasa el tiempo, Dios mío, parece que fue anteayer cuando lo estaba leyendo) un hermoso libro titulado “Héroes invisibles. Historias de la vida cotidiana para educar en valores”. Hace una propuesta didáctica en la que pide a los alumnos que lleven al aula una historia real de solidaridad. “Héroes al aula”, llama a esta iniciativa. Esa petición educa los ojos para descubrir el bien. Porque la bondad existe y se practica. Está en todas las partes. Luego propone un método para hacer el análisis didáctico de esas historias. El libro contiene ejemplos emocionantes de acciones solidarias.

Y es que aquí tenemos la clave. La escuela no tiene solamente la misión de enseñar a pensar, tiene el deber de enseñar a convivir, es decir, de enseñar a ser personas solidarias.




lunes, 4 de septiembre de 2023

El árbol de baobab



Adansonia grandidieri
Existe un árbol gigantesco en África cuyo tronco es tan voluminoso que no lo puede abarcar una sola persona con los brazos abiertos. Produce un fruto que parece un melón pequeño. Llega a crecer hasta los 25 metros de altura y la circunferencia de su tronco puede superar los 10 metros y alcanzar los 28 metros cuadrados. Pues bien, hay un proverbio en Ghana que tiene que ver con este árbol y que me parece muy certero y muy hermoso: “La sabiduría es como el árbol de baobab, nadie puede abarcarlo individualmente”.

Creer que cada uno, de forma aislada, puede llegar a poseer todo el conocimiento existente sobre cualquier tema es tan ridículo como imposible. Y más sobre todos los temas. Por eso, cada vez más claramente, se hace indispensable la interdisciplinariedad. En mi Facultad de Educación se está haciendo un hermoso proyecto en el que están participando cuatro equipos profesionales. Se trata de dos aulas blancas, que servirán para la investigación educativa. Hay un equipo de arquitectura, otro de biología, un tercero de informática y el cuarto de pedagogía. Es este último el que planteará las ideas, los otros tres tratarán de llevarlas a la práctica en sus respectivas parcelas.

Se trata de dos aulas contiguas completamente vacías, blancas, con jardines colgantes, con cámaras ocultas para grabar, con puertas móviles que pueden convertirse en casitas… Funcionará como un laboratorio de relaciones didácticas y sociales.

Sobre esta cuestión de la verdad compartida, me gusta contar una leyenda persa que dice que al comienzo de los tiempos, los dioses repartieron la verdad dando a cada persona un trocito, de manera que, para reconstruirla, hace falta poner el trozo de cada uno. No hay trozo despreciable, no hay trozo insignificante, el de todos y el de cada uno es necesario. Verdad y comunicación serían las dos caras de la misma moneda.

Todo lo aprendemos entre todos. La formación de equipo es, a mi modo de ver, fundamental para enseñar y para aprender. También para investigar. Se aprende mejor con el trabajo cooperativo. También se enseña mejor. Y solo así se puede investigar.

Interrogarse mutuamente, cuestionarse, dialogar, explicar, criticar, observar, intercambiar, compartir, contrastar, preguntar, escuchar, debatir… son verbos que necesitamos conjugar en la práctica del aprendizaje, de la enseñanza y de la investigación. Lo cual significa tener capacidad de escucha cuando otro habla y capacidad de expresión cuando nosotros lo hacemos. Y, en ambos casos, la humildad necesaria que exige tanto la enseñanza como el aprendizaje.

Esta necesidad que planteo de la cooperación para el aprendizaje se hace también patente en la dimensión afectiva. Necesitamos de los otros para ser nosotros mismos. No hay yo si no existe un tú. En el aprendizaje cooperativo no somos robots que interactúan, somos seres sintientes que se comunican. Por eso es fundamental cultivar la empatía. En el año 2006, el presidente Barak Obama ofreció un discurso en el acto de graduación de la Universidad de Northwestern. Y en él afirmó: “ En este país se habla mucho del déficit federal, pero yo creo que deberíamos hablar más del déficit de empatía, de la habilidad de ponernos a nosotros mismos en los zapatos del otro”. De eso habla el estupendo libro de Andrea Giráldez Hayes y Emma-Sue Prince titulado “Habilidades para la vida, Aprender a ser y aprender a convivir en la escuela” que tuve el honor de prologar.

Lo hemos visto muchas veces en concursos o juegos televisivos que consisten en acertar alguna pregunta entre tres o cuatro opciones. Suele haber varios comodines, uno de hacer una llamada, otro de eliminar el 50% de las repuestas y uno es el del publico. Todos los asistentes dan una respuesta y se le ofrece al concursante el porcentaje de respuestas en cada opción. No he visto nunca que el público diese una respuesta incorrecta.

Se confirma esta hipótesis en otra experiencia. Se pregunta cuántos kilos pesa una vaca que los espectadores tienen delante. El peso más aproximado sale de la media de las apreciaciones de todos los participantes.

Voy a compartir con los lectores una actividad que muestra las ventajas del trabajo cooperativo. La tomo de mi libro “Ideas en acción”. Un libro que nace en la cafetería de mi Facultad cuando, poco antes de jubilarme, una profesora y amiga me dice:

– Antes de irte (no supe si era de este mundo o de la Facultad), ¿por qué no recopilas esas prácticas que haces en tus clases y conferencias para que otros podamos realizarlas en las nuestras?”.

La sugerencia no cayó en saco roto. Escribí ese libro, que editó Homo Sapiens (Rosario. Argentina) Un libro que es más para hacer que para leer. En él presenté setenta ejercicios para la enseñanza y el desarrollo emocional. Ejercicios que están agrupados en los siguientes bloques: lenguaje, enseñanza y aprendizaje, evaluación, diversidad, observación, organización, dirección, creatividad, género, comunicación, diálogo, solución de conflictos, y educación emocional. Ahora estoy pensando en otro tomo que se titularía “Más ideas en acción“ porque son muchas más las que he puesto alguna vez en práctica.

Digo en la introducción del libro: “Lo que uno hace se recuerda con mayor eficacia que lo que uno ve que otros hacen. Lo que uno ve que otros hacen, a su vez, se recuerda mejor que lo que se escucha a otros contar sobre lo que otros han hecho. Los que solo oyen, recuerdan con menor eficacia. Por eso estos ejercicios son para hacer, para ensayar, para experimentar, para vivir. Y, por qué no, para divertirse”.

En la actividad participan cinco personas que se sientan en torno a una mesa. Les entrego a cada uno, al azar, tres piezas de un puzle. La tarea consiste en que cada uno construya con tres piezas (no necesariamente con las tres que les he dado) un cuadrado de igual tamaño .

La consigna podría ser la siguiente: “Se trata de ver quién lo hace primero. Y ese recibirá el premio que corresponde al ganador”. Lo que prima en la sociedad neoliberal es el individualismo exacerbado (cada uno a lo suyo para ganar a los demás) y la competitividad extrema. También la obsesión por el resultado y, por supuesto, el relativismo moral. Si quieres conseguir algo, vale todo. La consigna de construir un cuadrado con tres piezas llevaría a competir, a engañar, a utilizar la fuerza para hacerse con las tres piezas y terminar el primero para recibir la recompensa.

Y ahí está la clave. Porque lo que realmente deben hacer es una actividad que tiene un fin compartido y un trabajo cooperativo. La consigna es la siguiente. “Tenéis que formar cinco cuadrados iguales, cada uno con tres piezas. Los cinco cuadrados iguales tienen que formarse siguiendo estas dos consignas: en silencio y entregando a cualquiera de los cuatro compañeros la pieza que él necesite para hacer un cuadrado. Lo que se propone, pues, es lo siguiente: qué necesitan mis compañeros para que todos salgamos ganando.

El ejercicio está bien concebido porque hay alguna formación de un cuadrado de tres piezas igual que los demás que es falsa, de modo que, si no se deshace, el ejercicio no se puede terminar de forma exitosa. Es decir que existe un éxito individual que bloquea el éxito colectivo.

Imaginamos que cuatro tienen ya construido su cuadrado y que el quinto miembro del grupo se queda con tres piezas que no sabe ensamblar para que formen un cuadrado. La tentación del resto es hacerlo por ella, en lugar de confiar en su capacidad y esperar a que busque la solución. Una solución que, por cierto, siempre acaba encontrando.

Esa actitud de qué es lo que necesitan los otros para que todos salgamos ganando, para que podamos conseguir fines compartidos y para trabajar armoniosa y eficazmente es un modo de proceder alejado de las consignas de la cultura neoliberal.

Cuento a propósito de esta actitud solidaria una simpática anécdota. Los monjes trapenses de un abadía tenían una norma por la cual si algún hermano necesitaba algo no lo podía pedir para él mismo, tenía que verlo el compañero y pedirlo para él. En cierta ocasión los monjes se sentaron para tomar el desayuno. Tenían servido el café. Uno de ellos ve con asombro y con asco que tiene ahogado un ratón en su taza. Como los dos compañeros no lo pueden ver y él no puede pedir que le cambien el tazón, piensa que se va a quedar sin desayunar. Pero, como el hambre aguza el ingenio, se le ocurre una forma de tomar su café sin faltar a la regla. Llama al que sirve en el comedor y le dice:

– Por favor, hermano, a estos dos compañeros (señala a un lado y a otro), no les han servido ratón esta mañana.

martes, 23 de agosto de 2022

_- Qué son las "habilidades blandas" y por qué cada vez más compañías se fijan en ellas al contratar



_- Para hacer tu trabajo efectivamente, necesitas lo que se denomina como 'habilidades duras': el conocimiento técnico y conocimientos específicos sobre el área de la que eres responsable.

Pero en un mundo laboral siempre cambiante, las "habilidades blandas" menos promocionadas pueden ser igual de importantes, si no más cruciales.

Estas habilidades son más matizadas, incluso de bajo perfil: piensa en las características y comportamientos personales que hacen a un líder fuerte o un buen miembro del equipo.

Especialmente en medio de la normalización del trabajo remoto, donde la colaboración y las formas de innovar han cambiado, las empresas están comenzando a darse cuenta de la importancia de estos intangibles al construir equipos diversos y exitosos.

Como resultado, los empleadores están considerando cada vez más las habilidades sociales de un candidato tanto como su experiencia y especialidades técnicas explícitas, dicen los expertos.

Algunas de estas habilidades blandas pueden ser innatas: hay rasgos de personalidad que hacen que alguien sea un buen comunicador natural o un pensador analítico.

Quienes no cuentan con ellas, pueden desarrollarlas y perfeccionarlas, así como aprender a mostrarlas.

Y eso, dicen los expertos, es algo que todos deberíamos estar haciendo.

¿Qué son?
No existe una lista definitiva de habilidades blandas, pero el término se refiere esencialmente a habilidades más allá de las técnicas.

La confianza con cierto software, por ejemplo, es una habilidad dura; saber cómo analizar diferentes paquetes de software para descubrir qué debería usar una empresa requiere pensamiento crítico: una habilidad blanda.

Cada vez se valora más no sólo qué sabes hacer sino cómo te comportas al hacerlo.

Otra área importante de habilidades blandas es la comunicación.

La comunicación efectiva con colegas, clientes y la gerencia requiere destreza e inteligencia emocional. La empatía, el trabajo en equipo y la compasión también son habilidades que caen bajo ese mismo paraguas.

El término 'habilidades blandas' en sí mismo es sólo jerga, dice Eric Frazer, autor de "The Psychology of Top Talent" y profesor asistente de psicología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale.

"Desde el punto de vista de la ciencia del comportamiento, realmente se refiere a una serie de mentalidades y comportamientos.

"Algunos ejemplos de mentalidades de habilidades blandas pueden ser alguien que aprende continuamente o alguien que es muy resiliente. Muchos comportamientos (pensamiento crítico, escucha activa, resolución imaginativa de problemas, por nombrar algunos) también son habilidades interpersonales".

Las mismas habilidades que le permiten a los trabajadores operar con éxito dentro de la jerarquía de la empresa y llegar a la cima también generan relaciones interpersonales exitosas.

En esencia, continúa, el término no es más que otra forma de decir 'habilidades interpersonales'.

"Se trata del sentido de identidad de una persona y de cómo se relaciona con otras".

Muchas habilidades blandas son muy prácticas, como la eficiencia, la priorización, la organización y la gestión del tiempo, todas características que se están volviendo cada vez más críticas para los trabajadores remotos e híbridos.

"Las personas que tienen un alto desempeño tienen la disciplina para estructurar su día y ser altamente efectivas dentro de un marco de tiempo establecido", dice Frazer.

Y las habilidades blandas no sólo son útiles en el trabajo, generalmente son invaluables.

Un cambio notable
 A medida que muchas de las partes altamente técnicas del trabajo se automatizan cada vez más o se reemplazan por herramientas tecnológicas, las empresas buscan empleados que puedan resolver problemas, hacer malabarismos con mayores responsabilidades y trabajar bien con los demás.

La actual escasez de mano de obra también hace que las organizaciones se centren en la longevidad: los empleados que tienen las habilidades interpersonales y la inteligencia emocional para llegar a puestos de liderazgo ofrecen mucho más valor.

Además, las habilidades blandas se han vuelto aún más importantes en el panorama laboral pospandémico y en gran parte remoto.

Por ejemplo: la comunicación tiende a ser mucho más matizada y compleja cuando los trabajadores no se ven cara a cara con sus colegas. La adaptabilidad también es una habilidad blanda, y los últimos dos años han requerido mucho de ella.

Como resultado, los empleadores buscan activamente candidatos que tengan estos intangibles.

Las habilidades blandas se valoraron con la pandemia.

En una revisión de 2021 de más de 80 millones de ofertas de trabajo en 22 sectores industriales, la organización educativa sin fines de lucro America Succeeds descubrió que casi dos tercios de los puestos incluían habilidades blandas entre sus calificaciones.

Y en todas las ofertas de trabajo, de las 10 habilidades más demandadas, 7 eran 'blandas', incluidas la comunicación, la resolución de problemas y la planificación.

El mismo informe mostró que ciertos tipos de puestos priorizan aún más las habilidades blandas: eran las calificaciones más deseadas para el 91% de los puestos de gestión, el 86% de los puestos de operaciones comerciales y el 81% de los puestos de ingeniería, un hecho que puede sorprender, ya que es un campo generalmente considerado altamente técnico.

"Cuando observamos la fuerza laboral de hoy", dice Frazer, "definitivamente ha habido un cambio hacia exigir más de que lo que yo llamaría 'conocimiento tácito' y 'habilidades tácitas'... lo que significa que eres bueno en lo que haces, es decir, si eres ingeniero, se espera que seas bueno codificando o diseñando o si trabajas en finanzas, en análisis de datos numéricos".

El cambio, dice, es que "hay una comprensión más profunda de que las personas viene primero, antes que el desempeño".

No quiere decir que las habilidades técnicas hayan quedado en el olvido, agrega, pero las empresas se han dado cuenta cada vez más de que enfatizar las habilidades interpersonales que mantienen unidas a las organizaciones es lo que "genera grandes resultados".

El sitio de trabajo global Monster's The Future of Work 2021: Global Hiring Outlook reveló que las habilidades blandas como la colaboración, la confiabilidad y la flexibilidad se encuentran entre las habilidades que los empleadores más aprecian en los trabajadores.

Sin embargo, los ejecutivos informan que tienen dificultades para encontrar candidatos que tengan conjuntos de habilidades blandas bien desarrolladas, y que las hayan tenido durante años.

Parte de eso, dice Frazer, es que habilidades como la imaginación y la flexibilidad son difíciles de cuantificar.

"Los inventarios y los cuestionarios realmente no capturan estos atributos con gran precisión", dice. Y los candidatos no necesariamente resaltan esas habilidades en sus CV o páginas de LinkedIn, aunque tal vez, agrega, deberían hacerlo.

Articulando tu mentalidad
Este creciente énfasis en las habilidades blandas puede desconcertar a algunos trabajadores, especialmente a aquellos que no son buenos comunicadores por naturaleza o "líderes natos", como dice Frazer.

Pero agrega que estas son habilidades que se pueden aprender.

"Quienes quieren mejorar en sus trabajos, o ser mejores empleados, o tener un mejor equilibrio entre el trabajo y la vida personal, entienden y aprecian el valor de afinar constantemente estas mentalidades y comportamientos".

Tendemos a ser conscientes de nuestras fortalezas, pero para perfeccionar las habilidades interpersonales hay que comenzar por solicitar comentarios para identificar debilidades y puntos ciegos.

Mejorarlos puede significar forzarte a salir de tu zona de confort. Si deseas mejorar tu pensamiento imaginativo o la resolución de problemas, por ejemplo, intenta participar en sesiones de lluvia de ideas con los creativos de la empresa.

La inteligencia emocional también se puede aumentar desarrollando la conciencia social, aprendiendo a regular tus sentimientos y siendo empático.

Además de mejorar las perspectivas laborales, eso tiene beneficios adicionales: las investigaciones muestran que las personas con una inteligencia emocional alta tienen menos probabilidades de experimentar estrés y ansiedad.

Los gerentes de contratación en busca de estos intangibles, por su lado, pueden adaptar sus preguntas de la entrevista para poder descubrir el conjunto de habilidades blandas de un candidato, con preguntas como "dame un ejemplo de una época en la que fuiste resiliente en tu vida profesional" o "cuéntame una historia que resalte tu mentalidad abierta", dice Frazer.

Para prepararse mejor para situaciones como estas, los candidatos deben identificar sus habilidades blandas más fuertes de antemano y estar listos para demostrarlas, agrega.<br />

Las habilidades técnicas y la experiencia en su CV siempre serán importantes, pero no suficientes: tienes que convencer a los reclutadores de que posees las habilidades más blandas que te ayudarán a tener éxito. 

 
Las 10 habilidades que más valoran las empresas según Li   kedin, https://www.bbc.com/mundo/noticias-46913563 1947f

martes, 26 de julio de 2022

Eres un animal


¿Por qué es un insulto la frase que encabeza este artículo? Cuando queremos agredir a una persona, decimos de ella que es un animal, un cerdo, un burro, un zorro o una bestia… La verdadera agresión sería decirle a un perro:

– Eres un humano, eres una persona, eres un animal humano…

Porque entre nosotros, los humanos, se produce la auténtica maldad, el crimen organizado, la crueldad planificada, el rencor descontrolado, la envidia destructiva, la guerra organizada, el odio destructivo y el desprecio infundado… Y en los animales, no.

Recuerdo aquel poema en el que unos monos que están subidos a un árbol (el mono es un animal arborícola que habita sobre todo en los árboles genealógicos), contemplan las atrocidades que realizan los seres humanos y se lamentan de tener unos descendientes tan perversos. ¡Qué vergüenza!, dicen.

Anteayer, día 21 de julio, se celebró el Día Mundial del Perro, conmemoración que se viene celebrando desde el año 2004. No sé por qué este día, en plena canícula dentro de nuestro hemisferio. Quizás porque en estas fechas hay muchos perros que son abandonados a su suerte. Hay otros días de celebración relacionados con el perro (Día internacional del Perro Guía, el último domingo de abril; Día internacional del Perro Callejero, el 27 de julio; Día del Perro de Trabajo, el 6 de diciembre; Días nacionales del perro…). Ya sé la relatividad de estas convenciones.

Hay perros famosos: la perrita Laika se convirtió en 1957 en el primer ser vivo que entró en órbita y dio la vuelta a la tierra; el perro Balto recorrió más de mil kilómetros liderando en 1925 el trineo de la expedición que traía las medicinas que salvaron al pueblo de Nome (Alaska); Bobbie regresó a su casa recorriendo cuatro mil kilómetros después de haberse perdido cuando viajaba con sus dueños; Greyfriars Bobby permaneció catorce años hasta su muerte al lado de la tumba de su dueño; Hachiko vagó por una estación durante casi nueve años esperando a su dueño fallecido; Lassie protagonizó diferentes series de televisión, libros y películas desde 1943 hasta nuestros días; Rin Tin Tin, un pastor alemán, fue protagonista de la conocida serie estadounidense que lleva su nombre, Barry fue un San Bernardo que salvó en Suiza a cuarenta personas perdidas en bosques helados durante los catorce años que trabajo como rescatista en el Gran Hospicio…

Estoy leyendo una tesis doctoral que se defenderá en la Universidad de Oviedo el próximo día 7 de septiembre. Seré, afortunadamente, el presidente del tribunal. Digo afortunadamente porque la lectura de una tesis siempre es una ocasión excepcional de aprendizaje. El título del trabajo es el siguiente: “Una nueva filosofía de la educación: La empatía animal”. Está escrita por Beatriz Cimadevilla Alonso. La autora abre el trabajo con una significativa dedicatoria: “Esta tesis está dedicada a todos los animales no humanos que sufren; y a aquellos de mis hermanos animales no humanos que, sin sufrir, forman también parte de mi mundo. Vosotros estáis entre aquellos que dan sentido a mi vida”.

Los animales son víctimas de una concepción especista que ellos no pueden debatir ni rechazar. El término especismo tiene dos acepciones en el diccionario de la Real Academia: 1. Discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores y 2. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio. Ambas acepciones apuntan en la misma dirección: la de la cosificación de los animales por situarlos en una realidad diferente de y subordinada a la humana. El problema es que no les consideremos seres sintientes, que les convirtamos en cosas que se pueden tirar o golpear.

Hace años que leí el emocionante libro del premio Nobel Konrad Lorenz titulado “El anillo del Rey Salomón”, que en alguna edición tiene otro título: “Hablaba con las bestias, las aves y los peces”. Es impresionante ver cómo el autor investiga, observa y analiza las costumbres de los animales. Hace unos días terminé de releer “Cuando el hombre encontró al perro”, del mismo autor. Dice el premio Nobel en la última frase del libro que la historia de esta relación es “una suma incalculable de amor y fidelidad”.

Compartimos el mundo con los animales. Y, en muchas ocasiones, también la casa. En España, hay en los hogares más perros que niños. Nueve millones de perros, frente a seis millones y medio de niños y niñas. La empatía con los animales es un deber que tenemos cultivar para hacer un mundo más digno.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 70% de los perros en el mundo no tienen un hogar. En la actualidad existen aproximadamente 300 millones de perros en el mundo, con una gran variedad de razas y tamaños, todos muy cariñosos y dispuestos a servir a sus amos de formas inimaginables. Hoy en día contamos con perros policías, bomberos, lazarillos y de compañía.

Hay quien puede pensar que habiendo tantos problemas y necesidades entre los seres humanos, toda la atención que se preste a los perros se detrae del cuidado a nuestros congéneres. No es así. Más bien es al contrario: quien muestra solidaridad y aprecio por loa animales suele también manifestarlos con los seres humanos.

A mi juicio hay tres pasos que debe dar una sociedad democrática, asentada en valores:

1. El primero es acabar con el maltrato de los animales. Hay muchas costumbres crueles, faltas de respeto y sensibilidad. Y no me refiero solo a esas costumbres salvajes en las que los seres humanos disfrutan, haciendo sufrir a los animales no humanos. Me refiero también al maltrato doméstico: golpear a perros, colgar a galgos (hay miles de galgos ahorcados, acuchillados y abandonados cada año en España), abandonar a su suerte… Comportamientos que deberían tener, por ley, castigos ejemplares. 

2. El segundo es cultivar la empatía, tratar de forma deferente a quienes comparten la vida y el mundo con nosotros. 

3. El tercero consiste en hacer visibles hermosas historias de perros, como la que conté en este mismo espacio con el título “Montse y Chicharita”. Una doble historia de superación heroica en la que una perrita y su ama vencieron la tetraplejía.

Los británicos, cuando muere un perro, dicen que “ganó las alas”. Allí existe una leyenda que dice que los perros vienen a este mundo sin alas y sin hablar para que no se sepa que son ángeles.

Es emocionante el epitafio que escribió Lord Bayron a su perro Boatswain en el monumento que levantó en el jardín de la mansión en la que convivieron. Boatswain era una terranova, que contrajo la rabia y a la que el poeta cuidó en su enfermedad, a costa de contraer la misma enfermedad: 
“Cerca de este lugar/ 
reposan los restos de un ser/ 
que poseyó la belleza sin la vanidad,/ 
la fuerza sin la insolencia,/ 
el valor sin la ferocidad/ 
y todas las virtudes del hombre sin sus vicios./ 
Este elogio, que constituiría una absurda lisonja/ 
si estuviera escrito sobre cenizas humanas,/ 
no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro/ 
nacido en Newfoundland, en mayo de 1903/ 
y muerto en Newstead Abbey, el 18 de noviembre de 1908…”. 

Solo cinco años de imborrable amistad.

Me gustan las historias de perros. Conozco muchas muy sugerentes. Aquí me voy a referir a una que tiene que ver con mi oficio de profesor. Dice así:

Una familia tiene un perro que presenta síntomas inquietantes de enfermedad. El veterinario, después de explorarlo detenidamente, le receta unas dosis diarias de aceite de bacalao

Todas las mañanas, el dueño va a buscarlo, le arrastra por la fuerza, le sujeta la cabeza entre las rodillas, le abre la boca violentamente y, con una cuchara, le va dando el aceite de bacalao.

Un día, en pleno forcejeo, el perro se libera de la maniobra de su amo, el tarro que este tenía sobre las rodillas va rodando hasta el extremo de la habitación y el perro va corriendo a lamerlo con fruición. No es que no le guste el aceite de bacalao, no le gusta la forma en la que se lo dan.

El ser humano está diseñado para aprender, tiene una curiosidad innata pero algunas formas de enseñar le resultan insoportables. No es que no le guste aprender, lo que no le gusta es la forma en que tratan de enseñarle.

Quiero dedicar este artículo a mi amiga Lola Alcántara, convencida animalista, amante de los perros y creadora del Proyecto Berta (nombre de una sus perras, ya fallecida). Se trata de un proyecto sin ánimo de lucro, que se dedica a rescatar y rehabilitar podencos del mundo de la caza para darles una vida mejor. El mundo sería más habitable (y los perros serían más felices) si todos fuésemos como Lola.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2022/07/23/eres-un-animal-3/

lunes, 2 de mayo de 2022

_- En defensa de la crítica.

_- Los expertos afirman que el miedo nos impide compartir comentarios constructivos, pero aquí te explicamos cómo —y por qué— deberías expresarlos de todos modos.

 Algo que me gustaría mejorar es mi capacidad de decirles a otras personas cómo mejorar. Soy pésima para dar una evaluación constructiva. Hace poco contraté a una asistente administrativa y suelo sentirme mucho más propensa a elogiarla por lo bien que lo está haciendo que a brindarle sugerencias que podrían ayudarla a hacer un trabajo aún mejor, incluso cuando hacerlo no solo la beneficiaría, sino que también me beneficiaría a mí directamente.

El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Esta vacilación para expresarme también se cuela en mi vida personal. A menudo me cuesta sugerirle a mi pareja que pruebe una estrategia disciplinaria diferente con nuestros hijos, incluso cuando acabo de escribir un libro sobre crianza con base empírica y sé lo que probablemente funcionaría mejor.

De hecho, la renuencia a proporcionar sugerencias útiles es muy común. Un estudio publicado en línea en marzo reveló que la mayoría de las personas son cautelosas al momento de compartir opiniones que, al final, serían útiles para la otra persona, incluso cuando, según el mismo estudio, la mayoría de las personas genuinamente deseaba escucharlas.

“Realmente queremos escuchar la retroalimentación, pero cuando vemos a alguien, dudamos un poco en expresarlas”, explicó Nicole Abi-Esber, estudiante de un doctorado en comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios de Harvard y autora del estudio.

Por ejemplo, de las 155 personas en el estudio de Abi-Esber que interactuaron con un investigador o investigadora que tenía algo en el rostro —chocolate, lápiz labial o marcador rojo—, solo cuatro personas señalaron la mancha. Además, los participantes afirmaron que era poco probable que hicieran alguna observación cuando un compañero de trabajo pronunciaba mal un nombre, cometía errores en informes o hablaba demasiado rápido durante una presentación.

Según el estudio, una de las razones por las que rara vez compartimos críticas constructivas es que solemos subestimar cuánto desean recibirlas otras personas, un error que cometemos tanto en el trabajo como en situaciones cotidianas. Sorprendentemente, Abi-Esber y su equipo descubrieron que nos mordemos la lengua tanto con las personas cercanas —amigos y familiares— como con los conocidos y los compañeros de trabajo, lo que puede explicar mi reticencia a compartir estrategias de crianza con mi pareja.

Otra razón por la que a menudo nos reprimimos es que nos preocupa el efecto que nuestros comentarios puedan tener en nuestra relación con los demás, afirmó Abi-Esber. Pensamos: “¿Si les digo esto se molestarán conmigo?”. En un estudio publicado en febrero, Lauren Simon, profesora de administración de la Universidad de Arkansas, y sus colegas descubrieron que a las personas empáticas les resultaba especialmente difícil hacer comentarios constructivos. Pueden “estar demasiado preocupadas por el hecho de que dar una opinión difícil pero constructiva pueda herir los sentimientos del destinatario”, explicó Simon.

Sin embargo, según Abi-Esber, la mayoría de las veces las personas quieren escuchar nuestras sugerencias.

Entonces, ¿Cómo superamos la tendencia a quedarnos callados? Abi-Esber y su equipo probaron varias estrategias para persuadir a las personas a manifestar su opinión y descubrieron que el mejor enfoque era —irónicamente, dado que la empatía también puede frenar a la gente— tratar de ponerse en el lugar de la otra persona.

Si fueras tú el que habla demasiado alto por teléfono en el trabajo, o el que anda con espinacas entre los dientes, ¿no querrías saberlo? Simon sugirió pensar en los efectos negativos de no expresar la opinión. La gente debería “recordar que dar retroalimentación es a menudo la opción más amable, teniendo en cuenta todas las cosas”, dijo.

Una vez superada la timidez, hay que preguntarse cuál es la mejor manera de formular una crítica constructiva. Algunas de las cosas que has oído pueden no ser realmente útiles, como el método del “sándwich”, muy recomendado, que consiste en intercalar las críticas entre dos capas de elogios. Este método “no está respaldado por la evidencia, y las investigaciones sugieren que en realidad puede tener un efecto perjudicial al diluir o enturbiar los consejos realmente importantes”, afirma Naomi Winstone, psicóloga cognitiva que estudia la retroalimentación constructiva en la Universidad de Surrey, Gran Bretaña.

Ofrecer demasiados comentarios es otro de los errores más comunes, lo cual es curioso si tenemos en cuenta que a menudo cometemos el error contrario. “Ofrecer comentarios sobre absolutamente todos los elementos del rendimiento puede resultar abrumador”, afirma Winstone. “En cambio, centrarse en las prioridades clave de mejora, con una orientación clara sobre cómo dar los siguientes pasos, puede ser lo más motivador”.

Una investigación realizada por Katherine L. Milkman y otros autores sugiere que somos más propensos a cambiar nuestro propio comportamiento cuando nos fijamos metas específicas y lo mismo podría aplicar cuando establecemos metas para los demás, afirmó Catherine Sanderson, psicóloga del Amherst College.

“Un entrenador que le dice ‘esfuérzate más’ a un atleta con bajo rendimiento quizá sea menos efectivo que uno que dice: ‘Necesitas desarrollar mayor fuerza, así que a partir de mañana deberías dedicar 30 minutos diarios a levantar pesas’”, afirmó Sanderson.

Intenta también programar los comentarios para cuando la gente esté tranquila y receptiva. “Evita hacer comentarios cuando tú o el destinatario se sientan estresados o cargados de emociones”, sugirió Simon. Además, debes dejar bien claro que te estás refiriendo al comportamiento de una persona y no a su personalidad, aclara Sanderson. “No lo hagas personal”, aconsejó. “Separa lo que dijo o hizo la persona de quién es”.

¿Y si buscas una crítica constructiva, pero nadie te la ofrece? Una investigación realizada por Hayley Blunden, estudiante de doctorado en comportamiento organizativo en la Escuela de Negocios de Harvard, sugiere que pedir consejo a la gente, en lugar de una crítica, a menudo provoca información más útil y procesable. Esto se debe a que los consejos están orientados al futuro, lo que “puede abrir el pensamiento de las personas”, dijo, y hacer que se centren en lo que podría ser, en lugar de en lo que ocurrió en el pasado. Además, dar un consejo orientado al futuro es menos crítico que dar una opinión sobre las decisiones pasadas, lo que puede ayudar a las personas más empáticas a “bajar la guardia y compartir una visión más específica”, añadió.

La próxima vez que me sienta nerviosa por tener que dar un consejo a mi asistente, mi pareja o mis amigos, haré lo siguiente: intentaré imaginar lo que querría si estuviera en su situación, y consideraré los beneficios que mi opinión podría aportar en términos de crecimiento personal o profesional. Entonces compartiré mis ideas —que consideraré como un consejo— de forma breve y específica cuando parezcan receptivos a ello. Y espero que en el futuro hagan lo mismo conmigo.

La semana de Well

https://www.nytimes.com/es/2022/04/24/espanol/critica-constructiva-retroalimentacion.html

domingo, 10 de abril de 2022

Qué es la escucha profunda y por qué es clave para mejorar las relaciones personales


Hawraa (izquierda) participó en un proyecto para ciudadanos libaneses que alentaba a que se escucharan los unos a otros.

"Si una mujer musulmana que usaba el velo decidía dejar de usarlo, yo solía considerar que era una mala persona y que no merecía ser mi amiga. Si la conociera, la intimidaría", explica Hawraa Ibrahim Ghandour, una libanesa musulmana.

Ella dice que sus puntos de vista se formaron creciendo en una familia muy religiosa. Su padre prefería que se hiciera amiga de personas similares, y señala que continuó con esos valores en su vida adulta y en su trabajo como profesora de inglés en una escuela secundaria.

Hawraa es una de las 150 personas en Líbano que participaron en un proyecto de escucha profunda, dirigido por el British Council (el instituto cultural público de Reino Unido dedicado a difundir la lengua y cultura inglesas) en colaboración con la BBC.

El objetivo era aprender habilidades vinculadas a la empatía, el silencio y la eliminación de los juicios. Y un año después, Hawraa ha estado reflexionando sobre cómo lo que aprendió la ayudó a abrir su mente.

"Aprendí a escuchar más, a no juzgar, sino a tratar de comprender, y a dar tiempo a que los demás comunicasen los mensajes que quisieran. Luego a dar feedback para comprobar que realmente entiendo lo que quieren que sepa".

Tolerancia
Lo que ella ve ahora como su anterior fanatismo e intolerancia se extendía a cualquiera que fuese diferente.

"Solía ​​estar en contra de los refugiados sirios en Líbano", dice. "Solía ​​pensar que los sirios aquí no cuidaban su higiene y no vivían una vida libanesa adecuada".

Sin embargo, hoy trabaja los martes por la tarde en una escuela para refugiados sirios, a pesar de la reacción atónita de su familia.

Hawraa trabaja una tarde por semana en una escuela para refugiados sirios.

Todas las mañanas, Hawraa se encuentra con Mayada, una enfermera refugiada de Siria, mientras toma su café matutino. Se conocieron por primera vez cuando Mayada estaba cuidando a la madre de Hawraa, y ahora las dos mujeres están a menudo una en casa de la otra.

Hawraa dice que sus nuevas relaciones la han ayudado a ser más tolerante.

"En el pasado, tal vez no me comunicaba de manera efectiva con esas personas, o tal vez solo estaba escuchando a los medios de comunicación, que juegan un papel en la estigmatización de las personas", explica.

"Si nos escuchamos los unos a los otros, descubrimos que tenemos muchos puntos en común: sentimientos humanos que compartimos", agrega.

Sin embargo, la amistad de Hawraa con Mayada no impide que Hawraa tenga serias dudas sobre algunos aspectos de la cultura de Mayada.

El hijo de Mayada está a punto de casarse con una mujer de tan solo 16 años, lo cual no es raro en la comunidad de refugiados sirios.

"Acepto que esta es su elección", dice reflexionando. "Al escuchar profundamente, comprendes que esa persona no es tu enemigo, incluso si se está comportando de manera diferente".

Cómo funciona la escucha profunda
La técnica de escucha profunda se utiliza para tratar conversaciones difíciles y asegurarse de que ambas partes sientan que son escuchadas. Implica ser genuinamente curioso acerca de la otra persona, con un gran deseo de entenderla. Se trata de conectarse con el otro como un individuo y generar confianza. Esto es lo que debes hacer para ponerla en práctica:

-Pídele a tu interlocutor que explique su perspectiva y por qué tiene una opinión tan clara sobre ello. Escucha, sin interrumpir, dejando de lado juicios, contraargumentos y soluciones.

-Resume el argumento central de lo que escuchaste y verifica que hayas entendido correctamente, incluidas las emociones y la textura de su historia. Esto no significa que tengas que estar de acuerdo.

-Pregúntale si está de acuerdo con tu resumen. Si no, pídele que se explique más.

-Continúa con este proceso hasta que el orador dé un rotundo "Sí". En este punto, es probable que escuche tu versión de la historia.

Herramienta de trabajo
Mohammad, un trabajador humanitario de Líbano, era consciente de que no sabía escuchar y que esto interfería en las negociaciones, una parte fundamental de su trabajo.

"Yo era esa persona que siempre interrumpía, la persona que siempre sabía lo que intentabas decirle", cuenta. "Ahí comenzaba con las suposiciones y luego trataba de validarlas. Las suposiciones pueden ser mortales".

Mohammad usa sus habilidades para escuchar en su trabajo, ayudando a las personas desplazadas en Mosul, en Irak.

Poco después de la capacitación, Mohammad tomó un trabajo en Mosul, Irak, donde trabajaba con autoridades locales, ONG y agencias de la ONU para crear un plan de ayuda para las personas desplazadas de la ciudad.

Para tener éxito en su nuevo cargo, Mohammad tenía que reconciliar a muchos grupos diferentes con una gran cantidad de ideas opuestas.

"¿Deberíamos enviar a los desplazados a su casa? ¿Deberíamos intentar integrarlos en la ciudad donde estaban? ¿Aceptarán vivir en un barrio con gente de una tribu diferente?", se preguntaba.

Mohammad recuerda vívidamente la información que recibió antes de comenzar a trabajar. A medida que su colega describía el rol y sus requisitos, comenzó a sentir que había información de fondo que necesitaría pero que no se estaba compartiendo.

"Créeme, en el sector humanitario necesitas entender las personalidades de todos los involucrados para coordinar de manera efectiva. Quién es un facilitador, quién estropea la situación y quién bloquea".

En ese momento, Mohammad recordó el entrenamiento de escucha y la importancia de darle espacio a alguien después de que termina de hablar, tanto como una señal de respeto como para permitirle compartir más.

Después de que su colega terminara de hablar, esperó 20 segundos completos.

"En esos 20 segundos pude ganar un poco de confianza y vincularme con ella", dice. "Después de ese espacio, nuestra relación de algún modo cambió y ella compartió conmigo sus experiencias reales y su percepción de los personajes clave con los que tendría que trabajar".

Tres meses después, Mohammad reconoce que esto le permitió entender cómo funciona la ciudad y lograr un gran progreso con los planes para una respuesta coordinada.

Impacto emocional
Hay momentos, sin embargo, cuando Mohammad se esfuerza por no usar sus habilidades auditivas recién adquiridas.

"En el sector de la ayuda, si te vuelves realmente bueno y estás en una conversación personal, te llevas a ti mismo a un nivel emocional muy profundo para el que quizás no estés preparado", dice.

Mohammad me cuenta una conversación con un taxista que le dijo que fue azotado 18 veces por el delito de conducir a una mujer sin un acompañante masculino, algo que estaba prohibido cuando la ciudad estaba bajo el control del llamado Estado Islámico.

"Hay un lado oscuro en la escucha profunda", explica pensativo Mohammad. "Sé que en este momento no es seguro para mí tener estas conversaciones. Necesito poder separarme de la experiencia y el sufrimiento de los demás. Personalmente, todavía no estoy listo para dominar ese lado emocional".

Mientras tanto, para Hawraa, ¿cómo reconcilia sus nuevas creencias con su educación y los valores de su padre?

Su padre murió hace unos años, pero todos los jueves Hawraa visita su tumba. "Siento que puede verme desde el cielo y estoy satisfecha de que esté feliz y orgulloso", dice.

"Cuanto más conocemos a la gente, menos miedo le tenemos. Menos prejuicios tenemos. Tal vez haya descubierto que todas las personas son iguales en su humanidad".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-60927617

sábado, 27 de noviembre de 2021

5 hábitos de conversación que puedes usar para conectar mejor con los demás

Expertos aseguran que hay ciertas técnicas de conversación que podrían ser útiles para ayudarnos a crear conexiones más profundas con nuestros interlocutores.

¿Nos ayuda conversar para tener una mayor conexión social? Cinco pasos útiles pueden ayudarnos a fortalecer los lazos y evitar errores.

"No existe la conversación", escribió la novelista y crítica literaria Rebecca West en su colección de cuentos The Harsh Voice ("La voz cruel"). "Es una ilusión. Hay monólogos que se cruzan, eso es todo ".

En su opinión, nuestras propias palabras simplemente pasan por alto las palabras de los demás sin que se produzca una comunicación profunda.

¿Quién no ha podido reconocer ese sentimiento en algún momento de su vida? Ya sea que estemos conversando con un barista o con un amigo cercano, es posible que tengamos la esperanza de establecer una conexión pero, luego, al dejar la charla, nos quedemos con la sensación de que nuestras mentes no se pudieron encontrar.

Mucho más tras los largos períodos de aislamiento que hemos vivido durante la pandemia del coronavirus que hacen que nuestra sed de contacto social sea mayor que nunca.

Si esto te suena conocido, es posible que algo te pueda ayudar.

Durante los últimos años, psicólogos que estudian el arte de la conversación han identificado muchas de las barreras que se interponen en el camino de una conexión más profunda y las formas de eliminarlas.

1. Haz preguntas
El primer paso puede parecer obvio, pero a menudo se olvida: si deseas tener un diálogo significativo con alguien, en lugar de dos "monólogos que se cruzan", debes hacer el esfuerzo de hacer algunas preguntas.

Considera la investigación de Karen Huang, profesora asistente en la Universidad de Georgetown, EE.UU.

Mientras estudiaba un doctorado en Comportamiento Organizacional en la Universidad de Harvard, Huang invitó a más de 130 participantes a su laboratorio y les pidió que conversaran en parejas durante 15 minutos a través de un sistema de mensajes instantáneos en línea.

Descubrió que, incluso en este corto período de tiempo, la cantidad de preguntas que se hacían variaban ampliamente, desde alrededor de cuatro o menos en el extremo inferior a nueve o más en el extremo superior.

A lo largo de una serie de estudios de seguimiento, Huang descubrió que hacer preguntas marcaba una diferencia significativa en la simpatía que se generaba entre las personas.

Haz preguntas, pero recuerda que no todas las preguntas son igualmente encantadoras.

Al analizar las conversaciones en un evento de citas rápidas, por ejemplo, descubrió que la cantidad de preguntas formuladas por alguno de los solteros podía predecir sus posibilidades de conseguir una segunda cita.

No todas las preguntas son igualmente encantadoras: un seguimiento que requiere más información sobre un punto anterior es más atractivo que un cambia de tema, o que repetir lo que el otro ya te ha preguntado.

Huang concluyó que la mayoría de las personas no están preparadas para hacer preguntas y que, en detrimento de nuestras relaciones, disfrutamos hablando de nosotros mismos, pero subestimamos los beneficios de dejar que los otros hablen sobre ellos.

2. Atención con la empatía
A menudo se nos dice que nos pongamos en el lugar de otras personas, pero nuestra empatía rara vez es tan precisa como pensamos. Una de las razones de esto es el egocentrismo.

"Uso mi propia experiencia, mis propios estados mentales, como un sustituto del tuyo", dice Nicholas Epley, profesor de Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Chicago.

En su forma más básica, este egocentrismo se puede notar cuando señalamos algo en nuestro entorno físico sin darnos cuenta de que está fuera de la línea de visión de la otra persona, o cuando sobrestimamos el conocimiento de alguien sobre un tema que nos es familiar.

También puede llevarnos a pensar que alguien está sintiendo lo mismo que nosotros, o que tienen las mismas opiniones, ya sea una preferencia por un restaurante en particular o sus puntos de vista sobre un tema controvertido.

Curiosamente, la investigación de Epley ha demostrado que nuestro egocentrismo es peor cuando estamos con un conocido, en lugar de con un extraño, un fenómeno llamado "sesgo de comunicación cercana".

"A menudo percibimos que nuestros amigos cercanos y parejas son similares a nosotros, por lo que asumimos que saben lo que sabemos", explica Epley. Con los extraños, podemos ser un poco más cautelosos al hacer esas suposiciones.

Puedes intentar resolver este problema con una "toma de perspectiva" consciente, en la que imagines deliberadamente lo que la otra persona está pensando y sintiendo, basándote en tu conocimiento existente de ella.

3. Familiaridad vs. originalidad
¿Qué hay de nuestras elecciones para el tema de conversación?

Es natural suponer que la gente prefiere la originalidad. siempre debemos intentar transmitir algo nuevo y emocionante, en lugar de decirle a alguien algo que ya sabe. Pero no es así.

Según una investigación de Gus Cooney, psicólogo social de la Universidad de Pensilvania, EE.UU., sufrimos una "penalización de la novedad" cuando hablamos de algo nuevo, en comparación con un tema que ya es familiar para el oyente.

Si estamos hablando de algo completamente nuevo, es posible que nuestra audiencia no tenga los conocimientos suficientes para comprender todo lo que estamos diciendo. Sin embargo, si estamos hablando de algo que ya es familiar para nuestra audiencia, los oyentes pueden llenar esos vacíos ellos mismos.

Describir con muchos detalles las experiencias increíbles que hemos tenido, dándoles vida, puede ayudar a que otros se conecten mejor con nuestras experiencias.

La penalización por novedad podría explicar por qué una descripción de unas vacaciones exóticas a menudo no tiene tanto impacto cuando se las cuentas a tus colegas, a menos que ellos mismos hayan estado en ese lugar.

"Cuando la experiencia es tan increíble en tu cabeza que puedes olerla, saborearla y ver todos los colores, simplemente asumes que otras personas también pueden hacerlo", afirma Cooney.

Cooney sugiere que podrías superar la penalización de la novedad con una narración muy ajustada que ofrezca una impresión vívida de lo que estás describiendo.

4. No tengas miedo de profundizar
Muchas experiencias humanas compartidas pueden ser increíblemente profundas, incluso en una charla ligera. La investigación reciente de Epley muestra que la mayoría de las personas aprecian la oportunidad de explorar sus pensamientos y sentimientos más íntimos, incluso si están hablando con desconocidos.

El equipo de Epley pidió a parejas de participantes que no se habían conocido previamente, que discutieran preguntas como: "Si una bola de cristal pudiera decirte la verdad sobre ti, tu vida, tu futuro o cualquier otra cosa, ¿Qué te gustaría saber?".

La mayoría de los participantes temía que los intercambios fueran muy incómodos, pero la conversación fluyó mucho más de lo que habían predicho. También sintieron una mayor sensación de conexión y todo esto con un estado de ánimo más feliz después del intercambio.

Las conversaciones honestas aunque muchas veces son complejas generan mayor conexión entre las personas, un estado de ánimo más feliz y una sensación constructiva duradera.

"En estas conversaciones profundas, tienes acceso a la mente de otra persona y puedes reconocer que la otra persona realmente se preocupa por ti", dice Epley. "Eso puede generar un intercambio de palabras conmovedor, incluso aunque nunca vuelvas a encontrarte con esa persona".

5. Honestidad con tacto sobre la bondad sin sentido
Imagínate por un momento que te ves obligado a hablar con total honestidad durante cada interacción social. ¿Cómo te iría en tus relaciones?

Hace unos años, Emma Levine, profesora asociada de Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Chicago, y Taya Cohen, profesora asociada de Comportamiento Organizacional en la Universidad Carnegie Mellon, decidieron convertir este experimento mental en realidad.

Reclutaron a 150 participantes y los dividieron en tres grupos. Se pidió al primer grupo que fuera "absolutamente honesto" en cada conversación, en casa y en el trabajo, durante los siguientes tres días; al segundo grupo se le dijo que fuera amable, cariñoso y considerado durante el mismo período, mientras que al último tercio se le animó a comportarse normalmente.

Los participantes honestos obtuvieron puntajes tan altos en las medidas de placer y conexión social durante los tres días como aquellos a quienes se les dijo que fueran amables y, a menudo, encontraron mucho sentido en los intercambios.

"Parecía que sería horrible", dice Cohen, "pero los participantes informaron estar felices de haber tenido conversaciones honestas, aunque fueran difíciles".

Experimentos de seguimiento demostraron además que la comunicación honesta resultó ser mucho más constructiva de lo que la gente predijo y los beneficios de la revelación franca sobre su bienestar general continuaron durante al menos una semana después.

No hace falta decir que la honestidad se sirve mejor con una buena dosis de diplomacia.

Cohen dice que debes pensar detenidamente sobre el momento de tus comentarios, la forma en que están redactados y si la persona tendrá la oportunidad de hacer uso de la información.