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miércoles, 25 de marzo de 2020

Aplausos al anochecer

Me emocioné profundamente mientras aplaudía con Lourdes y Carla desde el balcón de nuestra casa a los profesionales de la sanidad. Se oían en la oscuridad muchos aplausos desde las ventanas de las viviendas, iluminadas al anochecer. Lo haremos cada día. A las ocho de la tarde. No hay que cansarse de dar las gracias. Dice Jean de la Bruyère que “solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de la gratitud”.

Era emocionante escuchar a muchos ciudadanos y ciudadanas aplaudir al unísono agradeciendo a los sanitarios del país su trabajo, su esfuerzo y su riesgo. Personas de izquierdas y de derechas, creyentes y agnósticas, ricas y pobres, inmigrantes y autóctonas, hombres y mujeres, patronos y obreros… Todas y todos a una aplaudiendo. Porque al virus solo le podemos vencer unidos. Porque el virus ataca de forma indiscriminada. Es muy democrático el coronavirus. Afecta por igual a ministros que a pordioseros, a catedráticos que a analfabetos, a personas progresistas y retrógradas…

He trabajado durante muchos años con profesionales de la salud. En lo poquito que sé, que es cómo formar mejores profesionales. Sé de su competencia científica y de su cercanía emocional a los pacientes. Ahora les toca estar en el frente de la batalla sanitaria, allí donde llega la mayor necesidad de atención médica y de ayuda psicológica. Con escasez de medios, con el temor de que el sistema se colapse. Y, sobre todo, con el riesgo de contagio a pesar de todas las prevenciones.

Me imagino lo que será para cada uno de ellos acudir cada mañana al puesto de trabajo, inundados de noticias, cargados de demandas, como testigos de la angustia y del dolor y como responsables de las mejores respuestas.

Ese gesto de agradecimiento hacia quienes están en la primera línea de fuego sanitario es digno de encomio. Se trata de reconocer su profesionalidad, su valentía, su espíritu de sacrifico, sus conocimientos puestos al servicio de la ciudadanía.

Alguien tuvo que tener la idea. Una persona, probablemente anónima, o varias en distintos lugares. No se sabe casi nunca cómo, cuándo y dónde salta la chispa. Pero es magnífico que alguien haya pensado en ello, que alguien haya hecho la propuesta. Y que la haya hecho pública, que la haya compartido.

Muchas personas, después, se han hecho eco de esa idea y la han difundido a través de las redes y de los medios de comunicación. Y se ha propagado con más velocidad que el coronavirus.

A través de ventanas, balcones, azoteas y terrazas de las casas salen los aplausos como bandadas de palomas mensajeras que llevarán a estos y a estas profesionales la gratitud, la admiración y el afecto del pueblo. Son el ejército de salvación de la humanidad. Médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, administrativos y administrativas, camilleros y camilleras, personal de limpieza… También los sanitarios que investigan y que luego difunden e informan.

He visto cómo, desde la puerta de algunos Hospitales y Centros de Salud, pequeños grupos de personal sanitario devuelven a la ciudadanía los aplausos expresando su reconocimiento con las palmas de sus manos. Hermoso diálogo de reconocimiento mutuo.

(Ha circulado el simpático mensaje de un anónimo ciudadano que decía lo impresionado que estaba con sus vecinos ya que le habían aplaudido con fuerza cuando salió a echar la basura por la noche. “No sabía que era tan querido y admirado”, decía asombrado).

No hay mal que por bien no venga. La crisis nos está haciendo descubrir que un celador es más importante que un futbolista, que una enfermera es más necesaria que un multimillonario y que un médico es más decisivo que un general de división.

Descubrimos también lo importante que es la ciencia y la investigación. Clamamos todos ahora por la vacuna, pero sabemos que no se puede comprar con millones una que no existe.

Caemos en la cuenta de lo importante que es la salud de cada un, no solo la nuestra y que acaso tengamos invertida la escala de valores.

El pasado 14 de marzo, escribió al respecto Edna Rueda Abrahams, escritora y psiquiatra colombiana, en el Diario de San Andrés y Providencia un hermoso artículo titulado “Empatía viral”. Dice:

“Y así un día se llenó el mundo con la nefasta promesa de un apocalipsis viral y de pronto las fronteras que se defendieron con guerras se quebraron con motitas de saliva, hubo equidad en el contagio que se repartía igual para ricos y pobres, las potencias que se sentían infalibles vieron cómo se puede caer ante un beso, ante un abrazo.

Y nos dimos cuenta de lo que era y no importante, entonces una enfermera se volvió más indispensable que un futbolista, y un hospital se hizo más urgente que un misil. Se apagaron luces en estadios, se detuvieron los conciertos, los rodajes de las películas, las misas y los encuentros masivos y entonces en el mundo hubo tiempo para la reflexión a solas y para esperar en casa que lleguen todos y para reunirse frente a fogatas, mesas, mecedoras, hamacas y contar cuentos que estuvieron a punto de ser olvidados.

Tres gotitas de mocos en el aire, nos han puesto a cuidar ancianos, a valorar la ciencia por encima de la economía, nos ha dicho que no solo los indigentes traen pestes, que nuestra pirámide de valores estaba invertida, que la vida siempre fue primero y que las otras cosas eran accesorios.

No hay un lugar seguro, en la mente de todos nos caben todos y empezamos a desearle el bien al vecino, necesitamos que se mantenga seguro, necesitamos que no se enferme, que viva mucho, que sea feliz y junto a una paranoia hervida en desinfectante nos damos cuenta de que, si yo tengo agua y el de más allá no, mi vida está en riesgo.

Volvimos a ser la aldea, la solidaridad se tiñe de miedo y a riesgo de perdernos en el aislamiento, existe una sola alternativa: ser mejores juntos.

Si todo sale bien, todo cambiará para siempre. Las miradas serán nuestro saludo y reservaremos el beso solo para quien ya tenga nuestro corazón, cuando todos los mapas se tiñan de rojo con la presencia del que corona, las fronteras no serán necesarias y el tránsito de quienes vienen a dar esperanzas será bien recibido bajo cualquier idioma y debajo de cualquier color de piel, dejará de importar si no entendía tu forma de vida, si tu fe no era la mía, bastará que te anime a extender tu mano cuando nadie más lo quiera hacer.

Puede ser, solo es una posibilidad, que este virus nos haga más humanos y de un diluvio atroz surja un pacto nuevo, con una rama de olivo desde donde empezará de cero”.

El camino que puede hacernos salir de la crisis es la solidaridad. Téngase en cuenta que la cuestión fundamental no pasa porque cada uno se libre del contagio sino de que cada uno no se convierta en un arma mortífera para otros ciudadanos y ciudadanas, más vulnerables. Lo que nos salvará a cada uno es la preocupación por la salud de los otros.

El partido se juega en el campo de la sanidad. Por eso aplaudimos a los profesionales. Ellos y ellas nos guían y nos cuidan. Son ellos y ellas quienes están diciendo que nos quedemos en casa, que les ayudemos así a detener el contagio.

Cristina Marín, una de las adjuntas de Cirugía General del Hospital Universitario de la Princesa de Madrid ha pedido que escribamos cartas a los enfermos que están sumidos en una dolorosa soledad, ya que reciben una sola visita al día de un médico y no pueden ver a familiares y amigos. Magnífica idea. Hay que dirigir la carta a esta dirección: cartas.venceremos.covid19@gmail.com. Ahora mismo me pongo a la tarea, Un enfermo tendrá mi carta.

Los profesionales de la salud nos piden cosas tan importantes como sencillas: que nos quedemos en casa, que nos lavemos las manos, que dirijamos el estornudo al antebrazo, que mantengamos la distancia de al menos un metro, que procuremos estar informados. Hagámoslo en bien de todos.

Ahora pedimos algo más sencillo. A los ocho de la tarde, abramos nuestras ventanas, balcones, azoteas y terrazas y unámonos al coro unánime de la sociedad que da las gracias a quienes están salvándonos de la catástrofe. Son nuestros héroes cotidianos. Nuestras heroínas. Aplaudamos hasta que nos duelan las manos.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/03/21/aplausos-al-anochecer/

sábado, 24 de diciembre de 2016

El virus del deseo de saber. Fidel Castro y la educación en Cuba. La ELAM.


Pedagogía de la solidaridad
Aminata O. Yalcouyé nació en Malí. Tiene veinticuatro años. Cuando era joven, cada día cargaba agua sobre su cabeza desde el pozo y estudiaba por las noches. Quería ser doctora. Comenzó la carrera en su país pero tuvo que dejarla al primer año porque su familia no tenía dinero. Ahora vive en Cuba y estudia medicina sin tener que pagar un peso. Los cubanos le dieron una beca.

Aminata estudia en la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam). Cada día ora. Ella es musulmana. Los primeros dos años en la universidad los vivió en una residencia estudiantil en la que compartió cuarto con Sena, una joven cristiana nacida en Benin, con Paola, una chica venezolana católica, y con Julia, una alumna mexicana atea.

A Aminata le fascina la anatomía. Los exámenes la ponen nerviosa. Cada noche estudia obsesivamente, siempre detrás de su mosquitero, de cuclillas frente a su computadora. A Julia, su compañera de cuarto, le contó cómo en su país los médicos del hospital mandaban a los pacientes con el chamán, porque hay enfermedades que corresponden al doctor y males cuya curación es responsabilidad del brujo. Le platicó la manera en que la vieja del pueblo de su padre intentó envenenarla con la sopa, que su abuela le quitó de las manos justo antes de que se la llevase a la boca. Compartió con ella que su hermana Cadí era cuasi adivina, y la acostumbró a inspeccionar siempre el lugar del cual salía para evitar dejar cabellos, porque temía que fuesen utilizados por las brujas, a veces disfrazadas de gatos.

Las historias de Aminata solían ir acompañadas de hache ké, un platillo del oeste africano. Una noche, le confesó a Julia lo inconfesable: su nombre escondido detrás del punto de la O de Aminata O. Yalcouyé es un nombre secreto, que nadie conoce, pues si se llegase a escuchar en el fondo del canal que desemboca en el mar, la belleza estructural del sonido rompería en pedazos. El agua cristalina desgarraría la palabra y nos convertiríamos todos en los mismos sonidos. Aminata tiene un nombre escondido detrás del punto en la o. Y, aunque eso no se lo cuenta a nadie, esa noche se lo dijo a su amiga-hermana mexicana. Esa convivencia y esos secretos compartidos entre los estudiantes del elam, como el de Aminata y Julia, han tejido fraternidades trasnacionales. La solidaridad internacional que los cubanos han forjado a lo largo de décadas con África, el Caribe y América Latina, de la que la Escuela es apenas un eslabón más, ha revolucionado la enseñanza y la práctica de la medicina.

En la Elam se mira la medicina con lentes diferentes a las de las escuelas tradicionales donde priva la lógica de la ganancia. También la enseñanza. Las clases a las que Julia asistió durante sus dos primeros años cubanos, se hablaba mucho de los países de los que provenían los estudiantes.

Había allí alumnos de Ecuador, Bolivia, Surinam, Guyana, Mongolia, Tanzania, Palestina, El Salvador, Jamaica, República Dominicana, México, Guatemala y San Vicente. Contaban anécdotas y hacían análisis. Conversaban sobre el medio ambiente, los servicios de salud, la situación política, los movimientos sociales, los índices de desarrollo humano y su relación con la sanidad y el proceso de salud-enfermedad.

La Elam, la escuela donde estudian Aminata y Julia, es una de las criaturas educativas de Fidel Castro. Se fundó en 1999. Forma parte del Programa Integral de Salud que se desarrolla desde octubre de 1998 para atender los desastres naturales causados por los huracanes Mitch y George , que afectaron a países centroamericanos y caribeños. En ella se entrecruzan dos grandes cruzadas de la Revolución cubana: la pedagógica y la sanitaria.

En esta escuela, ubicada en las antiguas instalaciones de la Academia Naval Granma, cedidas por el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, se han formado durante los últimos diecisiete años más de 25 mil médicos. Sus estudiantes provienen de 122 países latinoamericanos, caribeños, de Estados Unidos, África, Asia y Oceanía. Pertenecen a más de cien grupos étnicos y decenas de religiones. Su objetivo es formar gratuitamente como médicos a jóvenes de otras naciones. En su mayoría, los alumnos forman parte de familias de bajos recursos y de lugares apartados.

A los estudiantes no se les pide nada que no sea cumplir con sus obligaciones como alumnos. Nada, excepto una sola cosa. Cuenta Julia: “Nuestros maestros nos decían: lo único que les pedimos es que cuando vuelvan a sus países no le cobren lo mismo al pobre que al rico.”

Una potencia educativa
Cuba es hoy, a pesar del bloqueo estadounidense, una potencia educativa. “La educación cubana es un ejemplo para el mundo”, declaró a la Agencia Cubana de Noticias el representante de la unesco, Miguel Jorge Llivina Lavigne, en el Congreso Internacional Universidad 2014.

La Isla tiene un Índice de Desarrollo de la Educación para Todos muy elevado, incluso si se compara con los países desarrollados. El índice considera la calidad, la primera infancia, la primaria, los jóvenes, la alfabetización de los adultos y la paridad entre los sexos. La enseñanza en Cuba es gratuita y es responsabilidad del Estado impartirla. Es obligatoria hasta el nivel de Preparatoria.

Las cifras hablan. En 2015, esta institución educativa reconoció que Cuba fue el único país que cumplió los objetivos establecidos por el Foro Mundial de Educación de Dakar en el año 2000. Es uno de los veinticuatro países que han alcanzado una tasa bruta de escolarización en la enseñanza preescolar superior al ochenta por ciento y la han mantenido, siendo el único país latinoamericano en integrar este listado, (https://goo.gl/CkzkUk).

En el sistema de enseñanza primaria universal, la isla ya alcanzaba en 1999 un porcentaje de noventa y siete por ciento o superior. Lo mantiene hasta la fecha. Con respecto a la transición de la enseñanza primaria a la enseñanza secundaria, en 2011 las cifras cubanas llegaron al noventa y nueve por ciento.

Sorprendentemente, el número de los alumnos cubanos por docente en la enseñanza primaria es de 10 por cada maestro. La media internacional es de 40. A pesar de sus enormes carencias y de la tendencia mundial a reducir cada vez más el gasto público en educación, Cuba tiene el primer lugar entre los países con ingresos bajos que más gastan en educación. Destinó al sector en 2012 el trece por ciento del Producto Nacional Bruto.

Esta hazaña no es producto de la casualidad sino de la convicción y el trabajo. En septiembre de 1961, el comandante Castro señaló sin ambigüedad alguna la misión de la transformación en marcha. “Lo más fundamental que tiene que hacer una revolución –dijo– es preparar hombres y mujeres. Lo más fundamental que tiene que hacer una revolución es enseñar y educar. La tarea más importante de una revolución, y sin la cual no hay revolución, es la de hacer que el pueblo estudie.”

La historia viene de atrás. Ya desde 1953, en su célebre alegato de autodefensa “La Historia me absolverá”, Fidel Castro había puesto la cuestión educativa como uno de los asuntos que inspiraron su lucha por un mundo mejor. En ese año, el 23.6 por ciento de la población cubana no sabía leer ni escribir y más de la mitad de los niños entre seis y catorce años no estaban matriculados.

Los revolucionarios echaron a andar esta labor pedagógica sin esperar el triunfo. En plena guerra de guerrillas, con destacamentos de hombres armados en continuo movimiento e inclemencias del tiempo, se dedicaron a instruir a sus combatientes y a sus bases de apoyo. Al triunfo de la Revolución en 1959, crearon 10 mil nuevas aulas e impulsaron una reforma integral a la enseñanza.

En 1960, en un célebre discurso ante la Asamblea General de la ONU, Fidel Castro se comprometió a terminar con el analfabetismo en un año. Miles de educadores voluntarios se trasladaron a los rincones más alejados de la Isla para combatir la ignorancia. En apenas doce meses, más de 700 mil personas aprendieron a leer y escribir.

Los resultados de este proyecto han sido contundentes. Como lo ha señalado Olga Fernández Ríos, en “1975 la educación primaria en Cuba se había multiplicado en casi tres veces a la existente en 1958, mientras que la educación media lo hacía en más de seis veces, a la vez que la enseñanza universitaria se multiplicó de forma tal que si en 1959 en Cuba había dieciséis mil alumnos universitarios ya en 1975 había más de 83 mil”.

Para Teodoro Palomino, un antiguo dirigente magisterial que hizo un doctorado en Ciencias Pedagógicas en la Isla entre 1997 y 1999 ha participado en muchos intercambios profesionales con el mundo docente cubano, en pleno período especial, y ha investigado la experiencia educativa de ese país a profundidad, una de las grandes fortalezas de este proyecto es el papel que se les da a los docentes. “No son privilegiados –dice–. Pero gozan de un reconocimiento social muy grande. Se les respeta enormemente.”

Las claves del éxito
¿Cómo funciona la educación cubana? Julia, la joven mexicana estudiante de la ELAM, cuenta su experiencia: “En mi memoria quedan mis compañeros dando repasos hasta las tres de la mañana en las aulas que las tías –así llamábamos a todas las trabajadoras de la escuela– nos prestaban. Veía a estudiantes dando clases a otros estudiantes a todas horas, de todas las maneras posibles. En las aulas, en los cuartos, en las literas, en las canchas de fútbol, en los pasillos. Vi gente compartir computadoras, cuadernos, lápices, libros, información. Lo que se tenía, lo tenían todos. No se trataba de aprobar el año y graduarse, se trataba de que todos aprobásemos el año y nos graduásemos juntos. Cuando uno terminaba de comprender un tema y repasarlo, no se iba a dormir, se quedaba ayudando al de al lado y hasta entonces llegaba la hora de dormir.

“Desde primer año comenzamos a asistir a los policlínicos y a los consultorios. Aprendimos a atender a la población y a elaborar el Análisis de la Situación de Salud, comprendiendo el proceso salud-enfermedad como un proceso biopsicosocial, entrevistando a gente en sus casas, ganándonos la confianza de la población, recorriendo calles, montándonos en bicitaxis para llegar hasta el último rincón para no dejar una sola casa sin visitar. En la mayoría de esas casas nos recibieron con sonrisas y hasta con cafés. Aprendimos los procederes básicos de enfermería con personal de salud que tuvo la paciencia necesaria con nuestro nulo conocimiento de la idiosincracia cubana e incluso con quienes acababan de aprender español.

“Al terminar el segundo año salimos de la sede central de la Elam para seguir nuestros estudios en otras sedes, muchas de ellas en provincia. Las puertas de casi todos los hospitales del país se nos abrieron de manera cálida para hacernos sentir como médicos. Desde el primer día se nos asignó una cama y comenzamos a trabajar. Mi primera paciente se convirtió en mi amiga y cada vez que me cruzo con ella o con su hija por las calles de Cienfuegos me reclama el hecho de que nunca fui a visitarla a su casa a comer aquel cerdo asado que me prometía siempre. El paciente de la cama que tuve asignada en terapia intensiva me regaló un bolígrafo cuando dejé el mío olvidado en casa.

“Los doctores nos explicaron cómo determinar la conducta médica tanto en Cuba como en nuestros países, dependiendo de las posibilidades económicas y de recursos que tuviésemos a la mano. En ocasiones no había en la farmacia los medicamentos necesarios y tratar a los pacientes en consulta resultaba difícil, pero pocas veces predominaba la quietud o el silencio. Se recurría a la medicina natural, a explicar la situación al paciente y ante todo, a tranquilizarlo. Se intentaba dar solución siempre al problema aunque fuese inventando, como se dice en buen cubano al hecho de resolver un problema de manera creativa. “Poco a poco nos fuimos acostumbrando. Caí en la cuenta de lo mucho que me había acostumbrado un día en que me senté a redactar un plan preventivo en caso de derrumbe para una comunidad en la cual iba a trabajar en México el verano siguiente. La información que logré obtener en internet mostraba que para el municipio entero existían nueve médicos y siete clínicas, y ninguno se encontraba cerca de la comunidad. No entendí cómo eso era posible, me quedé fría.”

Sin ser los únicos, la gran mayoría de los rasgos de la enseñanza en el Elam que describe la estudiante mexicana son parte del proyecto educativo cubano. La forma en la que los jóvenes aprenden, la orientación general de sus estudios, es la misma con la que se instruyen los cubanos. En ellos está la llave de su éxito. Según Teodoro Palomino, una de las claves que explican los enormes avances en la enseñanza en la Isla, tienen que ver con su política educativa única. El sistema está integrado desde los círculos infantiles hasta el postgrado. Hay verdadera planificación. Los docentes están en un proceso de formación permanente, y disfrutan de asesoría contínua sobre técnicas y metodologías. Se forman con conocimientos científicos probados por su aplicabilidad más que en la investigación y comprobación de teorías. Se parte de que la pedagogía es una ciencia, no una disciplina.

En 1992, Fidel Castro resumió la ideas-fuerza del proyecto educativo de la Cuba socialista. “Una de las cosas que tiene que lograr la escuela –dijo en el Palacio de las Convenciones– es enseñar a estudiar, a ser autodidacta, porque la inmensa mayoría de los conocimientos no los va a adquirir en la escuela; en la escuela va a adquirir las bases, en la escuela tiene que aprender a estudiar, tiene que aprender a investigar; en la escuela tienen que introducirle el virus del deseo y la necesidad de saber”. Ese virus del deseo y la necesidad de saber han hecho de Cuba el país mejor y más educado de América Latina, y un ejemplo para todo el mundo.

Fuente:
http://semanal.jornada.com.mx/2016/12/09/el-virus-del-deseo-de-saber-8367.html


viernes, 10 de julio de 2015

Así torturaban los médicos tras el 11-S. Un estudio describe cómo algunos doctores decidían si los presos eran “aptos” para ser torturados, e incluso torturaban ellos mismos

Médicos, psicólogos y abogados a sueldo de la CIA se aliaron para cubrirse las espaldas mutuamente en la docena de centros secretos en los que se torturaba a los sospechosos de terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los doctores decidían si los presos eran “aptos” para ser torturados, monitorizaban las palizas para que no llegaran a la muerte, diseñaban nuevos métodos de tortura e incluso torturaban ellos mismos, según recuerda hoy un artículo en una de las principales revistas médicas de EE UU, The New England Journal of Medicine, que exige el fin definitivo de estas prácticas. Don Quijote en Syntagma


 La publicación médica recupera datos del informe del Senado de EE UU que en diciembre desveló las torturas de la CIA durante la presidencia de George W. Bush. Dos psicólogos fichados por la agencia de inteligencia, James Mitchell y Bruce Jessen, diseñaron un programa basado en la “indefensión aprendida” para hacer hablar a los sospechosos. Las prácticas incluían la desnudez forzada, la privación de sueño con los detenidos de pie hasta 180 horas, golpes en la cara y en el abdomen, el waterboarding (asfixiar al preso con agua) y el walling (golpear a la persona contra un muro). El Departamento de Justicia aprobó estos métodos siempre que hubiera un médico presente.

Una de las técnicas de tortura más brutales era la llamada “alimentación rectal” por prescripción médica, aplicada entre otros al preso paquistaní Majid Khan, en huelga de hambre. Según detalló el informe del Senado, sus torturadores introdujeron por el recto de Khan una papilla de pasta con tomate, hummus, nueces y pasas, más el contenido de dos botellas de bebida energética de la marca Ensure.

“No es posible alimentar a una persona a través de la mucosa del recto”, recalcan en la revista médica los autores del texto, los doctores George J. Annas y Sondra S. Crosby, que definen la práctica como "asalto sexual". Annas es profesor de Bioética en la Universidad de Boston y Crosby dirigió los servicios médicos del Centro para la Salud y los Derechos Humanos de los Refugiados, en la misma ciudad, donde atendió a más de 300 supervivientes de torturas.

Los dos expertos hacen un llamamiento en The New England Journal of Medicine para que los médicos estadounidenses no vuelvan a participar en torturas. El presidente Barack Obama prohibió oficialmente estas prácticas cuando llegó a la Casa Blanca en 2009. Sin embargo, denuncia Annas, las torturas continúan, pese a estar prohibidas por el Convenio de Ginebra, haya médicos presentes o no.

“Aunque el informe del Senado habla solo de las instalaciones secretas de la CIA, la CIA y el Departamento de Defensa trabajan en estrecha colaboración, por lo que sus prácticas tienden a influirse unas a otras, por ejemplo en las misiones conjuntas de la CIA y los Navy Seals [la principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de EE UU]”, explica Annas a Materia.

“El mejor ejemplo de conductas actuales al margen de la ética en el Ejército de EE UU quizá sean las extracciones a la fuerza de sus celdas de presos en huelga de hambre en Guantánamo, para proceder a su alimentación forzada”, sostiene Annas. Tanto la Asociación Médica Mundial como la Asociación Médica de EE UU prohíben esta práctica. En 2013, un informe del Instituto de Medicina como Profesión y la Fundación Open Society denunció el mismo escándalo.

Annas recuerda el reciente caso de una enfermera de la Armada que, esgrimiendo los principios éticos de su profesión, se negó a alimentar a la fuerza a presos en huelga de hambre en Guantánamo. La enfermera fue castigada por sus superiores. “El Ejército de EE UU debe adoptar como política, y hacer que se cumpla en la realidad, la doctrina de que el primer deber del médico militar es su paciente, incluso en una prisión”, concluye el profesor de la Universidad de Boston.

Su artículo llega apenas un mes después de que un informe denunciara la presunta colaboración secreta entre el Gobierno de Bush y la Asociación de Psicología de EE UU para justificar las torturas a prisioneros tras el 11-S. El documento, firmado por reputados psicólogos, mostraba mensajes de correo electrónico filtrados como prueba. La asociación negó las acusaciones.

http://elpais.com/elpais/2015/06/11/ciencia/1434004716_675617.html

sábado, 10 de enero de 2015

¡Que son nuestros!

En casi cuatro años se han ido de España, a trabajar al extranjero, miles de médicos. Es una tremenda injusticia, en todos los terrenos. En primer lugar, y por razones humanitarias, porque la emigración de miles de españoles es una tragedia.

Pero es una injusticia, también, porque a los españoles nos ha costado mucho dinero formar a esos médicos que ahora se tienen que ir; y no porque falte trabajo, sino por razones estratégicas de un partido que no cree en la sanidad pública de calidad. Otros países se van a aprovechar ahora de unos médicos excelentemente formados. Empecemos el año, si nos queda un poco de honestidad, exigiendo que vuelvan, que los necesitamos, ¡que son nuestros!—  Valdepeñas, Ciudad Real 4 ENE 2015 El País.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cómo las farmacéuticas ganan más que los bancos

Imagine una industria que genera el margen de utilidad más alto y a la que no es extraño que multen por malas prácticas. Agregue acusaciones de colusión y sobreprecios e inevitablemente pensará en la industria bancaria.

Pero la industria descrita es responsable del desarrollo de medicinas que salvan vidas y alivian el sufrimiento, no de la generación de ganancias.

Las compañías farmacéuticas han desarrollado una amplia gama de medicinas conocidas por toda la humanidad, pero han lucrado enormemente al hacerlo y no siempre bajo parámetros legítimos.

El año pasado, el gigante estadounidense Pfizer, la compañía de drogas farmacéuticas más grande del mundo según sus ingresos, alcanzó un 42% de ganancias.

Como dice un veterano de esta industria: "No sería capaz de justificar (ese nivel de márgenes)".

Excluyendo los US$10.000 millones que genera por cuidado de la salud animal, queda un margen de 24%, espectacular para cualquier estándar.

En Reino Unido, por ejemplo, hubo un escándalo cuando el regulador de la industria predijo un aumento del margen de beneficio de las compañías de energía de 4% a 8% este año.

El año pasado, cinco farmacéuticas obtuvieron una ganancia de 20% o más: Pfizer, Hoffmann-La Roche, AbbVie, GlaxoSmithKline (GSK) y Eli Lilly.

Ganancias excesivas
Con algunos remedios a más de US$100.000 por tratamiento completo, y cuyo costo apenas alcanza una mínima fracción de ésto, no es difícil darse cuenta del porqué.

El año pasado, 100 destacados oncólogos de todo el mundo escribieron una carta abierta para disminuir el precio de los medicamentos contra el cáncer.

Brian Druker, director del Instituto Knight y uno de los firmantes, pregunta: "Si ganas US$3.000 millones al año con (la droga para el cáncer) Gleevec, ¿no podrías ganar US$2.000 millones? ¿Cuándo se cruza la línea a las ganancias excesivas?"

Y no pasa sólo con estas drogas. Entre abril y junio pasado, la firma Gilead vendió US$3.500 millones por Sovaldi, una nueva medicina contra la hepatitis C.

Las farmacéuticas justifican sus altos precios argumentando que sus costos en investigación y desarrollo (I&D) son altísimos.

En promedio, sólo tres de diez drogas lanzadas al mercado son rentables, una de ellas convertida en éxito de ventas con ingresos anuales de US$1.000 o más. Muchas otras ni siquiera salen al mercado.

Pero las farmacéuticas gastan mucho más en mercadeo de sus remedios -en algunos casos, incluso el doble- que en desarrollarlos. Además, el margen de utilidad ya toma en cuenta los costos de I+D.

La industria argumenta que el valor de las medicinas también debe ser considerado.
"Las drogas ahorran dinero a largo plazo", dice Stephen Whitehead, director ejecutivo de la Asociación de Industrias Farmacéuticas Británicas.

"Ejemplo: la hepatitis C, un traumático virus que requiere trasplante de hígado", explica. "Con un tratamiento a unos US$55.500 por 12 semanas, 90% de los pacientes están curados, nunca necesitaron cirugía y pueden seguir sosteniendo a sus familias. Es un ahorro gigantesco".

Cierto, pero poder cobrar un precio alto no necesariamente significa deber hacerlo, especialmente cuando tiene que ver con la salud, dicen los críticos como Drucker.

A los accionistas a quienes responden las grandes farmacéuticas, no les preocupa demasiado ese argumento.

Frasco de remedios
"Las drogas ahorran dinero al largo plazo", dice Stephen Whitehead, director ejecutivo de la Asociación de Industrias Farmacéuticas Británicas (ABPI).

Sin lealtad
Las grandes farmacéuticas también dicen que cuentan con tiempo limitado para generar utilidades. Las patentes generalmente son otorgadas por 20 años, pero entre 10 y 12 de ellos se gastan en desarrollar la droga a costos de entre US$1.500 millones y US$2.500 millones.

Esto deja entre ocho y diez años para hacer dinero antes de que la fórmula pueda ser utilizada por compañías de medicinas genéricas, que las venden por una fracción del precio.

Claramente, un éxito de ventas puede recuperar en unos meses los costos de desarrollo.

Cuando se termina la exclusividad, las ventas caen un 90%. "A diferencia de otros sectores, la lealtad a una marca se esfuma cuando la patente expira", explica Joshya Owide, director del área de salud de GlobalData.

Remedios
El gobierno británico podría ahorrar más de US$1.500 millones anuales si sus doctores recetaran genéricos, según un estudio.
Por eso las firmas farmacéuticas hacen esfuerzos extraordinarios para extender la duración de sus patentes, con "pisos completos de abogados" dedicados a este propósito, cuenta un ejecutivo de la industria.

Para una medicina que provee US$3.000 millones trimestrales, incluso un mes extra vale la inversión.

Nuevas fórmulas que combinan dos drogas existentes para un uso más amplio y los enantiómeros -un reflejo del mismo compuesto- son algunas de las vías legales para extender patentes.

Pero algunas compañías, incluida la británica GSK, han sido acusadas de tácticas menos honestas, como pagar a los genéricos para que atrasen sus lanzamientos.

Como la pérdida en ventas de una farmacéutica es mucho mayor a las ganancias de los genéricos, puede ser un buen arreglo para ambas partes.

A la conquista de los médicos
Pero las farmacéuticas han sido acusadas de cosas mucho peores... y lo han admitido.

Hasta hace poco, pagar comisiones a los doctores por prescribir sus remedios era algo aceptado y común para las grandes farmacéuticas, pese a que la práctica no es bien vista e incluso es ilegal en muchos lugares.

GSK fue multada por soborno en US$490 millones en China en septiembre y ha sido acusada de prácticas similares en Polonia y Medio Oriente.

Las reglas respecto de regalos, becas educativas y auspicio de charlas, por ejemplo, son menos claras, pero representan prácticas comunes en EE.UU.

Grandes multas a farmacéuticas

US$3.000 millones
Glaxo SmithKline, 2012, por promover Paxil para la depresión en menores de 18 años
US$2.300 millones
Pfizer, 2009, por etiquetar mal el analgésico Bextra
US$2.200 millones Johnson & Johnson, 2013, por promover drogas no aprobadas como seguras
US$1.500 millones Abbott, 2012, por promoción ilegal del antipsicótico Depakote
US$1.420 millones Eli Lilley, 2009, por promover erróneamente el antipsicótico Zyprexa
US$950 millones Merck, 2011, por promoción ilegal del analgésico Vioxx
Fuente: ProPublica Getty

Un estudio reciente mostró que los doctores que recibían pagos de compañías farmacéuticas eran dos veces más proclives a recetar sus drogas.
Y esto puede ser una de las causas del gasto excesivo de los gobiernos en remedios. Un estudio reciente de Prescribing Analytics sugiere que el Servicio Nacional de Salud británico podría ahorrar hasta US$1.585 millones anuales si los doctores recetaran la versión genérica de ciertas medicinas.
Todo esto podría cambiar cuando nuevas normas en EE.UU. y Reino Unido obliguen a los médicos a revelar sus regalos y pagos realizados por la industria.
También se acusa a las farmacéuticas de complicidad con las farmacias para cobrar más por sus remedios y publicar datos que destacan más lo positivo que lo negativo.
Y se les ha encontrado culpables de etiquetar mal y promover erróneamente varios medicamentos, con multas millonarias como resultado.
Parece que las recompensas son tan grandes, que las farmacéuticas siguen empujando los límites de la legalidad.

"Influencia indebida"
No sorprende que la Organización Mundial de la Salud hable del "conflicto intrínseco" entre las metas empresariales legítimas de las farmacéuticas y las necesidades médicas y sociales del público.
El Consejo de Europa iniciará una investigación para "proteger a los pacientes y la salud pública contra la influencia indebida de la industria farmacéutica".
Analizará "prácticas particulares como el patrocinio de profesionales de la salud... o recurrir a instituciones de la salud pública para el conocimiento de especialistas en las nóminas de la industria".
No importa el resultado de tales investigaciones; la industria farmacéutica enfrenta cambios fundamentales, pues el modelo tradicional de desarrollo se ve amenazado por los altos costos y avances científicos.
Richard Anderson. BBC
Fuente: http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2014/11/141106_economia_farmaceuticas_industria_ch

miércoles, 28 de mayo de 2014

España cae de la lista de 10 países con más médicos por habitante. El sistema sanitario lleva dos años perdiendo puestos en la clasificación mundial de facultativos. La reducción de plazas MIR agravará la situación

En solo un año, España ha pasado del puesto décimo del mundo en proporción de médicos por cada 10.000 habitantes al 16º, según el Atlas de la Sanidad Mundial que ha hecho público la Organización Mundial de la Salud (OMS). El país encadena dos años de bajada: hace dos años estaba en el puesto séptimo. Ello se debe a un efecto combinado: por un lado, ha caído el número de facultativos en relación con la población (de 39,6 por 10.000 habitantes a 37). Por otro, países como Qatar, Lituania, Alemania, Bulgaria y Bielorrusia han adelantado a España en esta clasificación.

 La manera que tiene la OMS de elaborar este estudio es peculiar: no toma el dato de un año, sino la media de los últimos ocho. Es decir, en el atlas de 2014 se da un promedio de los datos entre 2006 y 2013; en el de 2013, de las cifras entre 2005 y 2012 y así sucesivamente. Esta manera de presentar los datos acumulados evita que haya variaciones bruscas interanuales por motivos extraordinarios, y sirve para medir mejor una tendencia. Y, siguiendo este análisis, lo que cabe esperar de los atlas de los próximos años será un descenso aún mayor. De hecho, los datos de 2013 y 2012 son los más altos alcanzados por España en la serie. En 2014 se desciende por debajo de los de 2010.

No es en los únicos indicadores que se baja. También lo hace España en los de enfermeras, hospitales y camas hospitalarias. Solo sube en el ratio de farmacias, según estos datos de la OMS. Por ejemplo, en la proporción de personal de enfermería España está en el puesto 49 del mundo.
Fuente: Leer más en El País.