lunes, 18 de mayo de 2020

_- Un virus viejo y sabio. El genoma del SARS-2 revela múltiples adaptaciones que delatan su origen antiguo.

_- El coronavirus que ha puesto el mundo patas arriba no ha sido creado en un laboratorio de Wuhan, como le gusta decir a Donald Trump. Ni siquiera es una creación reciente de la naturaleza. Su genoma revela una batería de adaptaciones desarrolladas a lo largo de décadas, tal vez siglos, en un proceso que empezó mucho, mucho antes de que los laboratorios humanos estuvieran en condiciones de diseñar una maquinaria de caos y destrucción tan perfeccionada. Ni siquiera ahora lo están, por fortuna para todos, aunque seguramente esto es solo cuestión de tiempo. Pero la genética del SARS-CoV-2 (SARS-2, para abreviar) nos revela incluso en esta fase preliminar de la investigación unas cuantas lecciones que nos interesa aprender.

Los coronavirus se descubrieron hace más de un siglo en un gato con fiebre y un vientre hinchado como una bota de vino recién llenada. Se vio después que la misma familia viral causaba bronquitis en los pollos y una gastroenteritis en las cerdas que mataba a casi todos sus cochinillos. No fue hasta la época de los Beatles que se descubrió que los coronavirus eran la causa más común del catarro humano. Sabemos también desde entonces que los virus de este tipo pueden saltar entre especies, del perro al gato, del gato al cerdo y de ahí a toda el arca de Noé. Como en humanos solo causaban catarros, los coronavirus pasaron inadvertidos para la biomedicina hasta 2003, cuando el SARS acabó con la vida de 800 personas. El SARS-2 con el que bregamos ahora ha matado a un cuarto de millón y subiendo.

La razón, naturalmente, está en sus genes, que muestran toda una serie de novedades (adaptaciones, en la jerga evolutiva) para infectar mejor, reproducirse más y por tanto causar más daño a sus víctimas. Eso no se hace de martes a jueves, y los científicos citados por David Cyranoski en Nature piensan que el SARS-2, el causante de la rabiosamente actual covid-19, lleva décadas oculto en la naturaleza, discreto y agazapado hasta dar el salto a nuestra especie perpleja.

SARS-2 muta poco, pero eso no tiene por qué ser una buena noticia. Lo es en que, cuando haya una vacuna, no será necesario renovarla cada año como hacemos con la gripe. Pero no lo es en que algunos de los antivirales más eficaces actúan justo causando mutaciones a los virus. Como el SARS-2 se protege contra las mutaciones, esos fármacos no están funcionando contra él. Nuestro coronavirus ha evolucionado seguramente por recombinación genética, donde dos virus que infectan la misma célula se intercambian genes en toda clase de combinaciones. Es posible que esa sea la razón de que la mayoría del genoma de SARS-2 se parezca a los virus del murciélago salvo por los genes de su espícula, que son casi idénticos a los del pangolín, y son los que le permiten infectar las células humanas con gran eficacia. Un virus con historia.

https://elpais.com/ciencia/2020-05-07/un-virus-viejo-y-sabio.html

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