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sábado, 13 de abril de 2024

De la Guerra Civil a Gaza y Ucrania, historia de los bombardeos que apuntan contra los civiles.

Imagen de los bombardeos de Madrid por parte de la aviación del bando sublevado durante la Guerra Civil.
Imagen de los bombardeos de Madrid por parte de la aviación del bando sublevado durante la Guerra Civil.
El investigador Sheldon Garon resalta en un ensayo el precedente que significó la contienda española en la generalización de una táctica destinada a romper la moral de la població.


La vivienda en el número 10 de la calle de Peironcely de Madrid parece detenida en el tiempo. Deshabitada, con ladrillo visto y tapiada para impedir asentamientos ilegales, es la única casa de una planta entre los edificios de varios pisos que la rodean, en el barrio de Entrevías. Este inmueble, uno de los más conocidos durante los bombardeos de la Guerra Civil (1936-1939) ―solo Vallecas sufrió 385 ataques aéreos ―, fue inmortalizada por el fotógrafo Robert Capa al inicio del conflicto. Es el primer lugar que ha visitado en España el historiador Sheldon Garon, de la Universidad de Princeton, para su investigación y posterior libro La guerra global contra la población civil, 1905-1945. Es el símbolo de lo que para él es un “punto de inflexión” en la historia de los bombardeos por aire contra civiles, una estrategia que se remonta a principios del siglo pasado y que todavía azota a poblaciones, como la de Gaza y Ucrania. Madrid fue la primera capital golpeada de manera continua y con un alarmante número de víctimas. Su próximo destino es Barcelona, otro pilar de su estudio y al que atribuye la génesis de los refugios antiaéreos construidos por la población, altamente organizados y que sirvieron como base para el Reino Unido y Francia en la II Guerra Mundial (1939-1945).

“Los alemanes ya habían bombardeado Londres y París en la I Guerra Mundial (1914-1918), pero a pequeña escala, dejaron poco menos de 1.000 muertos en la primera y unos 250 en la segunda”, explica Garon, que cita al historiador hispanista Hugh Thomas para recordar que en Madrid murieron alrededor de 2.000 personas. La estrategia de apuntar a civiles utilizada por las fuerzas del bando sublevado, a través de pilotos y aviones alemanes, se intensificó en conflictos posteriores: la Segunda Guerra Mundial, la Segunda Guerra Chino-Japonesa (1937-1945), la Guerra de Vietnam (1955-1975) y así hasta el presente en Ucrania y Gaza.

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El mapa que muestra los lugares de Madrid bombardeados en la Guerra Civil 

“En lugar de poner como objetivo a los ejércitos y la armada del enemigo, el blanco son ciudades industriales o políticas, densamente pobladas, por lo general zonas de clase obrera”, detalla el estadounidense. “El fin es ganar la guerra rompiendo la moral de los civiles para que presionen al Gobierno para que se rinda. Esa fue la lógica usada en la Guerra Civil española”. Que varios países recurrieran a la misma táctica en un mismo periodo de tiempo no fue fruto del azar. Garon conecta los distintos casos para ofrecer un panorama completo, mediante una metodología que se conoce como historia transnacional.

El historiador Sheldon Garon posa en el lugar donde fue bombardeado un edificio en la Guerra Civil, en el barrio madrileño de Entrevías, y en una plaza que ha sido bautizada como Robert Capa por la Fundación Anastasio de Gracia.

Al mismo tiempo que Franco bombardeaba la capital para intentar acabar con la resistencia republicana, el Imperio del Japón invadía e intimidaba a China haciendo lo mismo con las ciudades de Shanghái, Nankín y principalmente Chongqing, capital durante el conflicto, y atacada por aire durante cuatro años, con un saldo aproximado de 9.000 muertos. “No hay diferencia entre civiles y soldados, nadie está protegido. Los civiles son simplemente soldados en casa o que trabajan en fábricas”, resume Garon sobre lo que define como guerra total.

Si el caso de Madrid es importante para entender la parte ofensiva de los bombardeos aéreos, Barcelona lo es con la retaguardia, lo que su investigación llama home fronts (frentes internos). “Barcelona gana mucha atención en el mundo en 1938. Al estar lejos del frente, a diferencia de Madrid, tiene tiempo para prepararse y construir muchos refugios antiaéreos”. La población de la capital catalana, último bastión del Gobierno republicano, forma organizaciones vecinales que ofrecen primeros auxilios, distribuyen racionamientos de comida, establecen guardias en las cimas de edificios para alertar de aviones que se acercan, cavan trincheras y resguardan a los niños.

“Barcelona se convierte en un modelo para otros países europeos porque en la Gran Guerra no existían muchos refugios. Los británicos y franceses tienen observadores ahí, es casi como un laboratorio para ellos. Para la Segunda Guerra Mundial todos tienen home fronts organizados”, puntualiza. “Así que, de nuevo, es una historia transnacional, está conectada”. Es tan profunda la huella de esta “defensa pasiva” que el Ayuntamiento de Barcelona publicó en 2021 un catálogo de los miles de refugios que se construyeron entonces, de los cuales todavía una gran mayoría persisten en el subsuelo. “Forman parte de nuestro patrimonio”, reza el catálogo.

Uno de los refugios antiaéreos de Barcelona, en la plaza del Diamant.

No se puede hablar de urbes atacadas por aire sin mencionar a las alemanas. Estados Unidos y Reino Unido habían destruido 200 hasta 1944, principalmente las zonas industriales, como Hamburgo, Dresde y el Valle del Rin. En Francia, el 70% de Cannes fue destruido, calcula Garon. Mientras que en Japón fueron devastadas 66 ciudades, dos por las bombas atómicas y el resto por bombas incendiarias. Esta estrategia amedrentadora ya se había empleado en los años veinte y treinta contra las insurgencias en las colonias. España y Francia bombardearon en 1926 a los rebeldes de Marruecos, en el valle del Rift, y el Reino Unido lo haría poco después contra los que buscaban la independencia en Somalilandia o Irak.

La investigación-libro se cierra con el fin de la II Guerra Mundial, pero el lanzamiento de bombas apuntando a la población “se puede rastrear infortunadamente hasta nuestros días“. EE UU se convirtió en el mayor bombardero en la segunda mitad del pasado siglo, con ofensivas en Vietnam (con el mortal combustible napalm), en Corea del Norte (en el marco de la guerra en Corea, 1950-1953) o en Irak en la Guerra del Golfo de 1991.

Todos los casos que detalla Garon reverberan en la actualidad con Ucrania y Gaza. Aunque las bombas incendiarias y pesadas han sido cambiadas por misiles balísticos y drones. “La tecnología se ha vuelto más sofisticada, pero la estrategia no ha cambiado mucho: quebrar la moral de la población”. Naciones Unidas reporta constantemente ofensivas israelíes en la Franja contra hospitales y campos de refugiados, donde el 70% de los más de 30.000 muertos son niños y mujeres. Por otro lado, el Kremlin persiste en apuntar a la red eléctrica ucraniana, pero también ha atacado por aire Kiev.

Una vivienda destruida por los bombardeos en el sur de la Franja de Gaza. ANAS BABA (EFE)

El derecho internacional no ha sido capaz de disuadir a las potencias bélicas en el uso de armas contra civiles. Existen leyes como el Reglamento de La Haya, de 1923, sobre la guerra aérea, que prohibía el bombardeo de ciudades que no estuvieran siendo atacadas por tierra, o el Cuarto Convenio de Ginebra en 1949, que justamente se creó para proteger a la población en tiempos de guerra. No obstante, han sido violadas bajo la excusa de que existen objetivos militares mezclados entre civiles.

La voluntad de usar a la ciudadanía como medio de guerra la ha podido comprobar Garon cuando accedió a documentos oficiales. Los archivos de 1941 de la Fuerza Aérea Británica señalaban que los nuevos objetivos no eran las fábricas industriales ni las ciudades portuarias, sino “la moral del pueblo alemán”. En otros registros se detallaban los tipos de veneno efectivos contra los rebeldes de las colonias británicas. Garon subraya el que más le impresionó: “Cuando EE UU luchaba contra los japoneses en 1945 sometió un gran bloqueo de los suministros de alimentos. Lo llamaron Operación hambre y está escrito que el objetivo era recortar entre el 20% y 30% de las calorías que el pueblo japonés consumía”. 

lunes, 5 de febrero de 2024

Qué era la División Galicia y por qué arroja sombras sobre los ucranianos que emigraron a Canadá después de la Segunda Guerra Mundial

Una foto de Heinrich Himmler reuniéndose con soldados de la 14ª División de Granaderos Waffen-SS.

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Una foto de Heinrich Himmler, uno de los principales líderes nazis, con soldados de la 14ª División de Granaderos Waffen-SS en junio de 1944.

Cuando el Parlamento de Canadá aplaudió a un veterano de guerra ucraniano que luchó con la Alemania nazi, se volvió a poner sobre el tapete una parte controversial de la historia de Ucrania y su conmemoración en Canadá.

Yaroslav Hunka, el veterano ucraniano que fue ovacionado en el Parlamento el 22 de septiembre, formó parte de una unidad nazi llamada 14ª División de Granaderos Waffen-SS -también conocida como División Galicia- que se formó en 1943.


Su presencia en el Parlamento canadiense fue criticada tanto por grupos judíos como por otros parlamentarios.

El diputado Anthony Rota, que lo invitó, renunció como presidente de la Cámara de los Comunes y dijo que lamentaba profundamente el error.

Pero no es la primera vez que el papel de Ucrania en la Segunda Guerra Mundial suscita un debate en Canadá, que alberga la mayor diáspora ucraniana fuera de Europa.

En todo el país hay varios monumentos dedicados a veteranos ucranianos de la Segunda Guerra Mundial que sirvieron en la División Galicia.

Grupos judíos llevan mucho tiempo denunciando estos homenajes bajo el argumento de que los soldados de la División Galicia juraron lealtad a Adolf Hitler y fueron cómplices de los crímenes de la Alemania nazi o los cometieron ellos mismos.

Pero para algunos ucranianos, estos veteranos son luchadores por la libertad, que solo pelearon junto a los nazis para resistir a los soviéticos en su búsqueda de una Ucrania independiente.

Una historia polémica

La División Galicia lleva ese nombre por el distrito de Galicia, o Galitzia, creado por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial en parte de lo que hoy es el oeste de Ucrania.

Formaba parte de las Waffen-SS, una unidad militar nazi que, en su conjunto, estuvo implicada en numerosas atrocidades, incluida la masacre de civiles judíos.

Más de un millón de judíos fueron asesinados en Ucrania durante la guerra, la mayoría entre 1941 y 1942.

La mayoría murieron fusilados cerca de sus casas por los alemanes nazis y sus colaboradores.

La División Galicia ha sido acusada de cometer crímenes de guerra, pero sus miembros nunca fueron declarados culpables ante un tribunal.

Grupos judíos han condenado los monumentos canadienses a los veteranos ucranianos que lucharon en las Waffen-SS. Afirman que son "una glorificación y celebración de quienes participaron activamente en los crímenes del Holocausto".

Una polémica escultura del militar ucraniano Román Shujévych cerca de la Asociación Juvenil Ucraniana en Edmonton, Canadá.

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Una polémica escultura del militar ucraniano Román Shujévych cerca de la Asociación Juvenil Ucraniana en Edmonton, Canadá.

Uno de estos monumentos se encuentra en un cementerio ucraniano privado en Oakville, Ontario, y lleva la insignia de la División Galicia.

Otro fue colocado por veteranos ucranianos de la Segunda Guerra Mundial en Edmonton (Alberta).

Un tercero, también en Edmonton, es un busto de Román Shujévych, líder nacionalista ucraniano y colaborador nazi, cuyas unidades fueron acusadas de masacrar a judíos y polacos.

La participación de Shujévych en estos crímenes, sin embargo, es objeto de debate, y no formó parte de la División Galicia.

Los monumentos, que datan de las décadas de 1970 y 1980, han sido objeto de actos de vandalismo en los últimos años, con la palabra "nazi" pintada en rojo.

Monumento al Holodomor, la hambruna que devastó a Ucrania entre 1932 y 1933 bajo el control soviético, en Edmonton, Canadá.

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Monumento al Holodomor, la hambruna que devastó a Ucrania entre 1932 y 1933 bajo el control soviético, en Edmonton, Canadá.

¿Por qué hay desacuerdo sobre lo que representan los monumentos?
El desacuerdo sobre lo que representan estos monumentos se remonta a la historia de Ucrania en la guerra, así como a la composición de la gran diáspora ucraniana de Canadá, dice David Marples, profesor de historia de Europa del Este en la Universidad de Alberta.

Durante la Segunda Guerra Mundial, millones de ucranianos sirvieron en el Ejército Rojo soviético, pero otros miles lucharon en el bando alemán bajo la División Galicia.

Los que lucharon con Alemania creían que ese país les concedería un Estado independiente libre del dominio soviético, explica Marples.

En aquella época, los ucranianos estaban resentidos con los soviéticos por su papel en la Gran Hambruna Ucraniana de 1932-1933, también conocida como Holodomor, en la que murieron unos cinco millones de ucranianos.

Las ideologías de extrema derecha estaban ganando terreno en la mayoría de los países europeos en la década de 1930 y Ucrania no fue una excepción, señala Marples.

Tras la derrota de Alemania, a algunos soldados de la División Galicia se les permitió entrar a Canadá tras rendirse a las fuerzas aliadas, una medida a la que se opusieron grupos judíos de la época.


Román Shujévych (segundo desde la izquierda abajo) junto a otros integrantes del batallón 201 en 1942.

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Román Shujévych (segundo desde la izquierda abajo) junto a otros integrantes del batallón 201 en 1942.

Algunos canadienses de ascendencia ucraniana consideran a estos soldados y a la División Galicia en general "héroes nacionales" que lucharon por la independencia del país.

También argumentan que su colaboración con la Alemania nazi fue efímera y que ellos, incluido Shujévych, acabaron luchando tanto contra los soviéticos como contra los alemanes por una Ucrania libre.

Pero la comunidad judía lo ve de otra manera.

"Lo esencial es que esta unidad, la 14ª unidad de las SS, eran nazis", declaró a la BBC Michael Mostyn, dirigente de la B'nai B'rith en Canadá.

El país norteamericano se ha enfrentado a esta historia en el pasado; una comisión se encargó en 1985 de investigar las denuncias de que Canadá se había convertido en un refugio para los criminales de guerra nazis.

Un informe publicado por esa comisión al año siguiente concluyó que no hay pruebas que vinculen a los ucranianos que lucharon con la Alemania nazi con crímenes de guerra específicos.

Y la "mera pertenencia a la División Galicia es insuficiente para justificar su enjuiciamiento", añadía el informe.

Las conclusiones del informe fueron impugnadas por grupos judíos y algunos historiadores.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, recibió la semana pasada al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, quien estuvo acompañado por militares.

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El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, recibió la semana pasada al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, quien estuvo acompañado por militares.

Marples señala que, en el momento de redactar el informe, algunos archivos de la Segunda Guerra Mundial en Ucrania y Rusia no eran accesibles.

Años más tarde se hicieron públicos, lo que impulsó una nueva investigación sobre el tema.

A través de esta investigación adicional se reveló que algunos de los que sirvieron en la División Galicia estuvieron implicados en crímenes de guerra, afirma Marples, aunque ninguno fue condenado.

Desinformación rusa que apunta a la historia de Ucrania 

Al entrar en el siglo XXI, este debate histórico se enlodó por la propaganda rusa moderna, que tachó falsamente de nazi al gobierno ucraniano para justificar su invasión.

Marples asegura que, aunque la extrema derecha sigue existiendo en Ucrania, es mucho menor de lo que la propaganda rusa intenta hacer creer.

Y los funcionarios ucranianos electos no están vinculados a ningún grupo de extrema derecha del país.

"Rusia simplificó mucho el relato", dice Marples.

Grupos ucranianos en Canadá dicen que la disputa sobre los monumentos y la aparición de Hunka en el parlamento es el resultado de esta propaganda.

Ya en 2017, antes de la invasión pero cuando las tensiones entre Rusia y Ucrania eran altas, la embajada rusa en Canadá criticó la existencia de monumentos ucranianos en Canadá, acusándolos de rendir homenaje a "colaboradores nazis".

Taras Podilsky, portavoz del Ukrainian Youth Unity Complex (en español, Complejo de Unidad Juvenil Ucraniana) de Edmonton, que alberga el busto de Shujévych, declaró que la rápida renuncia de políticos canadienses ante el episodio de Hunka es el último efecto de la campaña de desinformación rusa.

Y sostuvo que no hay pruebas que vinculen al veterano con crímenes de guerra.


Yaroslav Hunka (derecha) espera la llegada del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en el Parlamento de Canadá el 22 de septiembre.

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Yaroslav Hunka (derecha) espera la llegada del presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en el Parlamento de Canadá el 22 de septiembre.

"Sin el debido proceso, esta persona es víctima de una narrativa rusa que ahora tuvo éxito", dijo Podilsky.

Mostyn, de la B'nai B'rith, reconoció la complicada naturaleza de esta historia, especialmente para algunos miembros de la diáspora ucraniana.

Pero afirmó que cualquier vínculo con el nazismo no es algo que puedan "permitir que las generaciones futuras celebren".

En términos más generales, los estudiosos del Holocausto han denunciado en los últimos años a varios países de Europa del Este por restar importancia a su papel en la masacre de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto a los monumentos, tanto los grupos judíos de Canadá como los canadienses de ascendencia ucraniana dijeron que habían mantenido conversaciones sobre el tema.


Monumento ubicado en Edmonton que conmemora a los primeros ucranianos que se asentaron en Canadá en 1891.

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Monumento ubicado en Edmonton que conmemora a los primeros ucranianos que se asentaron en Canadá en 1891.

Ambos informaron, sin embargo, que no pudieron ponerse de acuerdo sobre el camino a seguir.

"Está en nuestra propiedad privada, no en propiedad pública, y para nosotros es un símbolo de la libertad ucraniana", dijo Podilsky sobre el busto de Shujévych en Edmonton. "Sabemos que no se cometió ningún delito", agregó.

Mostyn opinó que el reciente episodio en la Cámara de los Comunes demuestra que existen lagunas en lo que respecta al conocimiento de la historia nazi en Canadá.

"Tenemos una situación en Canadá en la que no conocemos nuestra propia historia sobre los perpetradores nazis que llegaron a este país", expresó.

Él y otros miembros de la comunidad judía de Canadá pidieron que se vuelva a examinar esta historia.

"Es realmente importante que se muestre liderazgo al más alto nivel por parte de nuestro primer ministro, para por fin abrir esto, porque es algo que la comunidad judía lleva décadas reclamando", dijo el dirigente de la B'nai B'rith.

Ucrania, División Galicia.

lunes, 20 de noviembre de 2023

¿Cuáles son los valores europeos que «defiende» Zelensky?

Traducido del inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

El presidente ucraniano Volodímir Zelensky afirma constantemente que Ucrania está defendiendo la libertad europea y a Europa. Bueno, veamos cuáles son exactamente los valores europeos que Zelensky dice defender en Ucrania y en Europa.

La esencia de los valores europeos está consagrada por el Consejo de Europa en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales y en el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea. Estos valores (básicos) son: «el respeto por la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías». Estos valores son comunes al conjunto de los Estados miembros y se caracterizan por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres».

La Carta de los Derechos Humanos de la UE enuncia estos valores del siguiente modo: el principio del respeto a la dignidad humana, el principio de la garantía de los derechos y libertades humanos y civiles, el principio de la igualdad, el principio de la solidaridad, el principio de la democracia y el principio del Estado de Derecho.

¿Qué se está construyendo hoy en nuestro país? ¿En base a qué valores se organiza la Ucrania moderna?

Vayamos por partes:

1. La libertad de expresión ha sido eliminada en Ucrania. Los medios de comunicación de la oposición están prohibidos y cerrados, los periodistas de la oposición están huidos o en prisión, cualquier disidencia se ha convertido en un delito de pensamiento (incluso los likes en las redes sociales) y se castiga con la cárcel.

2. La oposición está proscrita: los partidos están prohibidos, los políticos se han visto obligados a abandonar el país o están en prisión acusados de delitos contra el Estado.

3. No existe un Estado de derecho; el poder judicial, la fiscalía, la policía y los servicios especiales están totalmente controlados por el presidente y se dedican a la persecución política de los opositores y a dictar sentencias descabelladas por motivos políticos contra los disidentes. En el último año y medio se han presentado en Ucrania más de un millar y medio de causas penales de este tipo.

4. El Parlamento está totalmente controlado por el presidente y su administración, no desempeña papel alguno en el país y aprueba aquellas leyes y decisiones favorables o necesarias para el presidente. La administración de la nación, incluido el nombramiento de funcionarios, la redacción de leyes y las relaciones exteriores, está totalmente gestionada por la oficina del presidente.

5. Se cometen violaciones a gran escala de los derechos de las minorías nacionales –rusos, húngaros, rumanos, polacos–, confirmada por la Comisión de Venecia y los gobiernos de varios países europeos socios de Ucrania.

6. La libertad religiosa ha sido eliminada: se persigue a la mayor confesión eclesiástica de Ucrania, la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, se han confiscado sus monasterios y propiedades y se ha iniciado el proceso de prohibición por la vía legal de esta iglesia.

7. Se pisotean los derechos de las personas a la libre circulación y residencia, al empleo: los varones ucranianos son detenidos ilegalmente en las calles y lugares públicos para ser enviados al frente. A la mayoría de los ucranianos se les prohíbe inconstitucionalmente salir del país. Una ley aprobada en mayo de 2022 autoriza a las fuerzas del orden a detener a ciudadanos sin autorización judicial durante nueve días, mientras dure la guerra, en lugar de tres días como antes.

8. La tolerancia, el multiculturalismo y el multinacionalismo han sido reemplazados por la burda primacía del nacionalismo cavernario.

9. No existe justicia social: dos tercios de la población son mendigos, el 90% de los pensionistas viven por debajo del umbral de la pobreza; las pensiones y salarios de la gente corriente son diez veces inferiores a las pensiones y salarios de los funcionarios.

10. Todos los sectores importantes de la economía pertenecían y siguen perteneciendo a la oligarquía, cuyos representantes se sienten bien consigo mismos, «dominando» el dinero del presupuesto y el de los socios extranjeros en tiempos de guerra. La tierra fértil pertenece directa o indirectamente a corporaciones extranjeras, la pequeña y mediana agricultura ucraniana está prácticamente estrangulada.

11. La corrupción está en auge y su principal caldo de cultivo es la oficina del presidente. Y así lo confirman numerosas declaraciones de políticos estadounidenses y europeos.

Entonces, ¿qué valores europeos defendía y defiende Zelensky? Bajo su mandato, Ucrania se ha convertido precisamente en todo lo contrario: antieuropea.

Maxim Goldarb es presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda-Por un Nuevo Socialismo.

El presente artículo puede reproducirse libremente a condición de que se respete su integridad y se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente del mismo.

viernes, 7 de julio de 2023

_- Occidente saca tarjeta roja a Jürgen Habermas

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Jürgen Habermas, el mayor filósofo vivo de Alemania y seguramente de Europa, es una de las nuevas víctimas de la guerra en Ucrania y también una muestra de los alcances del clima político intolerante y autoritario imperante en su país. En efecto, bastó que publicara un muy cauteloso artículo sugiriendo que el gobierno alemán debía promover la apertura de negociaciones con Moscú tendientes a poner punto final a los horrores de la guerra -repito: negociaciones, no una rendición incondicional de Ucrania- para que la rusofobia y el espíritu de la Guerra Fría cultivado con esmero por los corruptos generalotes de la OTAN, los opulentos burócratas de la Unión Europea y los grandes medios de comunicación y la dirigencia política alemana removieran por completo la voz del filósofo del “espacio público”, esa engañosa entidad que fuera objeto de largos años de reflexión habermasiana. *

Desde mediados de febrero nada se sabe de él, condenado al ostracismo por lo que aparentemente es un pecado imperdonable: su mesurada crítica al belicismo que se ha apoderado del gobierno alemán y que es alimentado sin cesar por Washington.

En su alegato en favor de la negociación en Ucrania (así se denomina su artículo) Habermas califica en duros términos a Vladimir Putin por su violación de la legalidad internacional. Su análisis de la guerra omite por completo el examen de la génesis del conflicto: la decisión de Estados Unidos y los gobiernos europeos que hoy conforman su indigno protectorado de desplazar las tropas y equipos de la OTAN hacia las fronteras de Rusia. Omite también en su nota discurrir sobre el legítimo derecho a la seguridad nacional que le cabe a este país, periódicamente invadido por sus voraces vecinos entre los cuales los propios alemanes. Lo mismo hace en relación a las consecuencias del golpe de estado abiertamente patrocinado por la Administración Obama en 2014 que terminó por instalar en el gobierno a una coalición virulentamente rusofóbica -que hoy reivindica y abraza abiertamente al nazismo- y que no dejó ni un solo día de atacar con artillería pesada a las regiones donde habita la minoría rusófona del sur de Ucrania.

Tampoco incluye Habermas en su alegato referencia alguna a los documentos oficiales del gobierno de Estados Unidos que, desde comienzos de 1992, recomiendan acosar a Rusia con todo tipo de sanciones para impedir a cualquier precio la concreción de un acuerdo Moscú-Berlín-París que habría cimentado la construcción de una Europa autónoma en materia económica y militar. Mucho menos se refiere al infame documento de la Corporación Rand, un discreto think tank del Pentágono, de febrero del 2019 en el cual se recomienda la instalación de armas letales en la frontera entre Ucrania y Rusia para provocar una respuesta militar de Moscú además de toda una parafernalia de sanciones destinadas a “sobre-extender y desequilibrar a Rusia”. En pocas palabras, Habermas no parece haber comprendido en su exhortación que lo que hay es una guerra que Estados Unidos y sus aliados europeos están librando contra Rusia, y que para comodidad y seguridad de Washington se libra bien lejos, en Ucrania.

Lo anterior no ha sido dicho para descalificar por completo la actitud de Habermas -mucho más digna que la de buena parte de la intelectualidad progresista o de izquierda europea, ganada por el “otanismo”- sino para subrayar que la involución autoritaria que hoy padece Alemania y buena parte de Europa hace que baste un muy cauteloso llamado a la cordura y la negociación (como también lo vienen haciendo personajes tan disímiles como Noam Chomsky y Henry Kissinger) para que, en el enrarecido clima ideológico prevaleciente, se condene al ilustre filósofo al ostracismo. La “caza de brujas” y la censura practicada sin anestesia contra quienes se oponen a la guerra y a la alocada escalada militar que promueve Washington crece día a día y cobra cada vez más víctimas. Recordemos esta enseñanza de la historia: en el marco de un capitalismo crecientemente fascistizado, toda disidencia se convierte en una imperdonable herejía.

* Este artículo fue publicado en Süddeutsche Zeitung, 15/2/2023. Pocos días después fue reproducido en castellano por la revista Nueva Sociedad, accesible en:


miércoles, 24 de mayo de 2023

Los nazis de la OTAN

En mayo de 1945, el Institut français d’opinion publique reveló que el 57 por ciento de los franceses entendían que la Unión Soviética había sido la potencia que había derrotado a la Alemania de Hitler. Sólo el 20 por ciento consideraba que se debía a la intervención de Estados Unidos. Para 2004, los franceses pensaban exactamente lo contrario: sólo el 20 por ciento atribuían un rol relevante a los soviéticos y sus 27 millones de muertos.

El caso de los alemanes no es muy distinto. Aunque Alemania enfrentó la historia del nazismo con más coraje y más éxito que lo hicieron los estadounidenses con la esclavitud, la Confederación y la Guerra Civil, también pecó de amnesia programada con respecto al rol jugado por la Unión Soviética en su liberación.

En marzo de 1952, el malo y exaliado de Gran Bretaña y Estados Unidos, Joseph Stalin, le envió a Washington, Paris y Londres una propuesta para resolver la nueva escalada militarista. La propuesta consistía en unificar Alemania, no obligando que la parte occidental se convirtiese al comunismo sino que la Alemania comunista adoptase el sistema de democracia liberal de la Alemania capitalista. A cambio, Stalin proponía el retiro inmediato de todas las fuerzas de ocupación de la nueva Alemania unificada, el establecimiento de un ejército propio, independiente, pero neutral y libre de alianzas. El acuerdo de paz también aliviaría a una Unión Soviética degastada por la guerra y con desventaja militar.

La propuesta fracasó cuando Bonn y Washington aceptaron el regalo de la Alemania comunista pero no lo que demandaba Moscú a cambio, es decir, la neutralidad de la Alemania unificada y el enfriamiento de la escalada armamentista. El Plan A de Occidente era integrar a la Alemania occidental al sistema militar del bloque capitalista antes de cualquier otra negociación. A lo largo de ese año, Stalin envió tres propuestas más, con el mismo resultado.

En los años 80s, los archivos desclasificados mostraron que las propuestas de Stalin iban en serio, pero en 1952 se acusó a Moscú de proponer un imposible con fines propagandísticos. El más que razonable plan de paz del mayor aliado de Occidente contra los nazis pocos años antes, fracasó. El objetivo de Washington, Bonn y Londres era continuar expandiendo su maquinaria militar a cualquier precio. Todo en nombre de la democracia y la libertad.

En 1961, la OTAN nombró al general Adolf Bruno Heusinger como jefe de su poderoso Comité Militar en Washington. Heusinger había sido uno de los más cercanos oficiales de Hitler (el tercero en la línea de mando) que nunca fueron condenados por las potencias vencedoras de Occidente, sino todo lo contrario: como fue el caso de otros miles de nazis menos conocidos, fueron premiados a cambio de su pasión y conocimiento en “la lucha contra el comunismo”. El nombramiento de Heusinger se produjo cuando la Unión Soviética lo reclamó para ser juzgado por sus crímenes de guerra, sobre todo durante la invasión nazi a los países de la Europa del Este y de la misma Rusia a comienzos de la Segunda Guerra Mundial.

Aparte de su nombramiento como jefe militar de la OTAN, Heusinger fue condecorado por Estados Unidos con la medalla Legion of Merit, creada por Franklin D. Roosevelt. Heusinger la colgó junto con la Cruz de Hierro y la Cruz Nazi al Mérito de Guerra, otorgadas por Hitler, entre otros ornamentos que los militares importantes se cuelgan en las fiestas de sociedad. En 1971, Johannes Steinhoff, también honrado con una Cruz de Hierro nazi, fue nombrado jefe militar de la OTAN. Ernst Ferber, condecorado con la Cruz de Hierro fue nombrado jefe de las Fuerzas Aliadas de Europa Central de la OTAN en 1973. Karl Schnell también recibió la Cruz de Hierro nazi y también sucedió al General Ferber como como jefe de las Fuerzas Aliadas de la OTAN en Europa Central en 1975. Franz Joseph Schulze también recibió una Cruz de Hierro nazi y fue nombrado jefe de las Fuerzas Aliadas de Europa Central de la OTAN en 1977. Entre otros…

Nada de esto debe sorprender si consideramos que la misma idea de una OTAN había surgido en la Alemania nazi como una forma de alianza con el bloque capitalista contra los soviéticos. Alianza que, a nivel empresarial, político y económico, ya existía mucho antes de que estallara la guerra. Heinrich Himmler, uno de los principales organizadores del ahora llamado Holocausto judío, fue uno de los primeros en proponer esta idea. Reinhard Gehlen, Hans Speidel, Albert Schnez y Johannes Steinhoff, otros de los militares nazis más poderosos, protegidos y premiados por Occidente, tuvieron más suerte y fueron empleados por Washington y la CIA, todos unidos por un nuevo enemigo común (el exaliado en tiempos de guerra) y con un plan claro de alianza militar que se llamó OTAN.

Existían dos razones a la luz del día para la negativa de las potencias occidentales a la propuesta de Stalin de 1952. Como desarrollamos en otros libros, las palabras crean la realidad que creemos es independiente de las palabras. La primara razón era puramente militarista, resumida en lo que el presidente Eisenhower consideró uno de los mayores peligros para la democracia y, en 1961, llamó el “complejo industrial militar”. La segunda razón también procede de las profundidades de la historia: en solo treinta años, la Unión Soviética había realizado una de las proezas económicas y sociales más impresionantes de la historia moderna, todo a pesar de haber sido el país que más sufrió, social y económicamente, en su lucha contra el nazismo.

El objetivo era, a cualquier precio, evitar el mal ejemplo del éxito ajeno. Aunque la propaganda de “los medios libres” insistieran en lo contrario, la inteligencia de los países occidentales no veían ninguna posibilidad de alguna invasión militar soviética. Que Stalin confirmase dichos informes con una propuesta que apuntaba a reducir la tensión belicista del mundo capitalista era inaceptable.

Cuando la Unión Soviética cometió suicidio en 1991 (en condiciones mucho peores, Cuba mantuvo su sistema comunista), Rusia cayó en una crisis económica y social al mejor estilo capitalista, empeorando casi todos los indicadores sociales; una especie de regreso a la Rusia zarista, pero los poderosos medios lo vendieron como una “salida de la crisis” festejando la apertura de un gigante McDonald’s en Moscú como símbolo de libertad y de alimentación democrática.

Toda esta historia, como otros casos, fue olvidada. Según Stephane Grimaldi, director del Museo Caen Memorial: “En 1945, el gran aliado era Stalin y la Unión Soviética; su papel estaba absolutamente claro para los franceses”. Pero el efecto Guerra Fría y la masiva propaganda cultural de Hollywood, el mayor creador de mitos modernos del siglo XX, dio vuelta el juicio sobre un hecho relevante del pasado. Lo mismo hizo Hollywood con la mitificación de la guerra contra México en 1845 con películas como The Alamo. Lo mismo con el lavado moral del rol de la Confederación en la Guerra Civil. Más recientemente, lo mismo hizo con la invención de un triunfo moral (similar al del Sur durante la “reconstrucción”) en la Guerra de Vietnam con innumerables películas, aparte de libros, del apoyo de una prensa funcional y un periodismo mayoritariamente obediente.

Ahora que Rusia no es más comunista, queda clara la paranoia calvinista por mantener al resto de la humanidad bajo control moral y productivo, a cualquier precio y en nombre de la libertad y la democracia.


jueves, 4 de mayo de 2023

Cambio masivo de nombres de calles en Ucrania ¿Monumentos a los nazis con dinero de Estados Unidos y de Europa?

Traducido de inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Hace 80 años, en 1943, la capital de Ucrania, Kiev, fue liberada de la ocupación nazi por tropas del Ejército Rojo dirigidas por el general Nikolai Vatutin. Poco después de la liberación, el general Vatutin murió como consecuencia de una herida causada por colaboracionistas nazis de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN, por sus siglas en ucraniano). En 1944 recibió sepultura en uno de los parques centrales del Kiev que liberó y sobre su tumba se levantó un monumento con la inscripción: “Al general Vatutin, del pueblo ucraniano”.

Este general era considerado un héroe por méritos propios; sobre su tumba siempre había flores colocadas por los habitantes de la capital. Y estos días, en el 80º aniversario de la liberación de Kiev, el monumento ha sido demolido por las autoridades de Kiev profanando así su tumba.

A lo largo de todo el país se está llevando a cabo la destrucción de monumentos a los soldados del Ejército Rojo que liberaron Ucrania del fascismo. En algunos lugares se desmantelan (como en Chernivtsi, Rivne y otras ciudades); en otros simplemente se vuelan por los aires, como ocurrió en Nikolaev. A esto se añade el derribo de otros monumentos: al poeta Alexander Pushkin, a los escritores Nikolai Ostrovsky y Máximo Gorki, al piloto de pruebas Valery Chkalov y muchos más.

Complementa este borrado de la historia el cambio de nombre de toda una serie de ciudades, calles y plazas. Desde 2014, tras el golpe de Estado del Euromaidan, más de 1.000 localidades y de 50.000 calles cambiaron de nombre en Ucrania.

Solo en Kiev y durante el último año, 237 calles, avenidas, plazas y bulevares recibieron un nuevo nombre, según informan con orgullo las autoridades municipales, encabezadas por su alcalde Vitaly Klitschko. El mismo gobierno local que durante nueve años no ha sido capaz de construir –en una ciudad de 3 millones de habitantes con constantes atascos de tráfico– ni una sola estación de Metro, ni un solo intercambiador de transporte, ni un solo centro médico, ni un solo campus universitario, ni planta procesadora de residuos…

¿De dónde procede un deseo tan insistente de cambiar el nombre de todo y de todos? ¿Será que de repente toda la población está descontenta con los nombres de sus ciudades y calles, donde ellos mismos, sus padres y a veces sus abuelos han nacido y crecido? Nada de eso. No hubo referendos, ni votaciones de los residentes sobre estas cuestiones, nadie les pidió su opinión.

Por el contrario, en los pocos casos en que se realizaron encuestas, estas mostraron casi siempre el desacuerdo con el cambio de nombre. Por ejemplo, en el caso del centro regional de Kirovograd, llamado así hace casi 90 años en honor del famoso estadista soviético Sergei Kirov, la mayoría absoluta de la población de la ciudad, el 82%, rechazó hace unos años la decisión de cambiar el nombre de la ciudad a «Kropyvnytsky» y solo el 14% la apoyó.

Pero ni en este ni en todos los demás casos, ni para cambiar los nombres ni para demoler los monumentos, las autoridades han tenido en cuenta la opinión de los ciudadanos. Entonces, ¿por qué ocurre todo esto? La respuesta a esta pregunta será más evidente si se observa de cerca qué nombres y monumentos están sustituyendo a los de antes.

La avenida del general Vatutin, liberador de Kiev del nazismo mencionado al principio de este artículo, pasó a llamarse avenida de Roman Shukhevych, un nazi ucraniano que, en el momento del ataque de la Alemania nazi a la Unión Soviética en 1941, formaba parte del batallón Nachtigal, una subdivisión de la Abwehr (inteligencia militar de la Wehrmacht), formada por colaboradores nazis ucranianos.

La Avenida de Moscú en Kiev pasó a llamarse Avenida de Stepan Bandera –otro colaborador nazi ucraniano, líder de la OUN–, que durante la Segunda Guerra Mundial se hizo tristemente famoso no solo por cooperar con los nazis alemanes, sino por el genocidio de la población polaca y judía. Bandera tiene monumentos en muchas ciudades ucranianas.

El bulevar Druzhby Narodov de Kiev pasó a llamarse bulevar Mykola Mikhnovsky, uno de los creadores de la ideología del nacionalismo ucraniano, autor del lema chovinista: «¡Ucrania para los ucranianos!».

Y la calle que lleva el nombre del mariscal ucraniano Malinovsky, uno de los líderes del Ejército Rojo durante la guerra contra el nazismo, fue rebautizada como la calle de los Héroes del Regimiento Azov –una unidad militar moderna de Ucrania, cuyo emblema es el «wolfsangel» (un símbolo heráldico alemán inspirado en la forma de una antigua trampa para lobos), el emblema nazi utilizado por las unidades de las SS. Para quien no lo sepa o lo haya olvidado, incluso el Congreso de Estados Unidos consideró al Batallón Azov como grupo neonazi y terrorista.

Por cierto, más o menos al mismo tiempo que se demolía el monumento al general Vatutin en Kiev, la Décima Brigada de Asalto de Montaña de las Fuerzas Armadas de Ucrania recibió oficialmente el nombre de Edelweiss. Durante la Segunda Guerra Mundial, este era el nombre de la Primera División de Infantería de Montaña de las fuerzas armadas de la Alemania nazi, que participó en la deportación de judíos, la ejecución de prisioneros de guerra, en operaciones punitivas contra los partisanos de Yugoslavia, Italia, Checoslovaquia y Grecia. Las insignias de calavera, que prácticamente no difieren de los emblemas de la división de las SS «Cabeza Muerta» y otras unidades nazis, son exhibidas abiertamente no sólo por muchos militares de las Fuerzas Armadas de Ucrania, sino también por su Comandante Supremo.

El actual gobierno de Ucrania está destruyendo por completo todo lo que de alguna manera se relacione con Rusia, de la que la mayor parte de Ucrania formó parte durante cientos de años (aunque se trate de monumentos y calles en honor a escritores de fama mundial, como León Tolstoi), y con el periodo soviético de 70 años de la historia de Ucrania, además de con el socialismo y la ideología de izquierdas en general. Por ejemplo, se ha cambiado el nombre de calles que llevaban los nombres de Karl Marx y Friedrich Engels, se han demolido monumentos dedicados a ellos y se prohíben los símbolos socialistas y comunistas, desde la bandera roja hasta la interpretación de la «Internacional». Asimismo, todos los partidos de izquierda están prohibidos, incluida la Unión de Fuerzas de Izquierda–Por un Nuevo Socialismo, que este autor preside.

El socialismo y el comunismo están prohibidos, los activistas de izquierda son perseguidos y encarcelados, y el neonazismo se ha convertido en un elemento de la política estatal y en la ideología dominante.

Por si fuera poco, toda esta guerra iniciada por las autoridades ucranianas contra los nombres, los monumentos y la ideología de izquierdas requiere mucho dinero. El coste de una sola placa con un nuevo nombre de calle para colocar en una esquina, según las propias autoridades de Kiev, es de al menos 1.000 hryvnia (unos 25 euros) y eso debe multiplicarse por docenas (y a veces cientos) de placas en la misma calle. Y luego por decenas de miles de calles rebautizadas. Permítanme recordarles también las más de 1.000 ciudades y pueblos rebautizados.

Y el coste de las nuevas placas es sólo una pequeña parte del coste del cambio de nombre. Hay muchos más componentes. Todas las instituciones y empresas tienen que modificar los documentos, encargar nuevos sellos y timbres, actualizar las señales de entrada, etcétera. Necesitamos nuevas señales y carteles en las carreteras, en las entradas de la localidad y en las rutas por toda Ucrania. Es necesario dotar a muchas instituciones de nuevos mapas y atlas, no sólo ubicados en la ciudad rebautizada, sino en todo el país.

Cuando, por ejemplo, se realizó el cambio de nombre de la ciudad de Zhdanov a Mariupol, un solo cambio costó unos 24 millones de euros. La oleada total de cambio de nombre y demolición de monumentos en todo el país, según las estimaciones más conservadoras, ¡cuesta más de 1.000 millones de euros!

Y esto en el país más empobrecido de Europa que, además, está en guerra.
En un país que tiene absoluta necesidad de ayuda financiera del exterior y en el que este año más del 60% de los ingresos del presupuesto estatal proceden de países extranjeros, principalmente de los países de la Unión Europea y de Estados Unidos.

De este modo, el dinero de los contribuyentes europeos y estadounidenses se gasta ahora, entre otras cosas, en el cambio masivo de nombre de calles de Ucrania en honor de los nazis y neonazis. No creo que la mayoría de los ciudadanos de los países donantes estén de acuerdo con esto. Pero parece que a ellos, como a la mayoría de los ciudadanos de Ucrania, nadie va a preguntarles su opinión.

Maxim Goldarb es presidente de la Unión de Fuerzas de Izquierda de Ucrania-Por un Nuevo Socialismo

jueves, 11 de agosto de 2022

_- Entrevista a Rafael Poch de Feliu

_- ¿Quién tiene la culpa de la guerra en Ucrania?
Rusia se lleva la máxima condena por haber desencadenado la invasión en febrero, violando la integridad territorial de Ucrania con un discurso de su presidente que de hecho niega la soberanía de ese país considerado “artificial”. La oposición liberal rusa y el establishment occidental afirman que el motivo es que el régimen ruso busca consolidarse en el orden interno con lo que creía iba a ser una “corta guerra victoriosa”. Tiene sentido, pero esta versión silencia por completo los antecedentes de la invasión: más de veinticinco años ignorando los intereses de seguridad de Rusia y construyendo un esquema de seguridad europeo sin Rusia y contra Rusia. En diciembre Moscú presentó una lista de puntos para corregir eso advirtiendo de que si no se le hacía caso se tomarían “medidas militares”. Estados Unidos y la OTAN no hicieron caso y aceptaron el escenario bélico.

La responsabilidad del gobierno de Ucrania tiene que ver con su llegada al poder en 2014. Aquella mezcla de revuelta popular de un sector de la sociedad y de operación de cambio de régimen auspiciada por Estados Unidos y la Unión Europea, rompió el equilibrio entre las dos identidades nacionales que hasta entonces convivían democráticamente en el país, alternándose en su gobierno. Tomó el poder el nacionalismo ucraniano dominante en Ucrania occidental, furibundamente anti-ruso y decidido a imponer una identidad nacional contra Rusia y pro OTAN. Eso tenía consecuencias en el uso de la lengua rusa, que era la predominante en el país, y en la versión del pasado como una sucesión de desastres responsabilidad de los rusos. Ni la gran minoría rusa del país, ni otras minorías nacionales, ni la mayoría ruso-parlante del Este del país, aceptaron esa imposición, lo que dio lugar a diversos niveles de protestas contra el nuevo orden. En algunos lugares, como Járkov, se reprimieron con poca violencia, en otros con mucha violencia, por ejemplo en Odesa y Mariúpol, con grandes manifestaciones y muertos, y en otros se produjo un levantamiento armado, el caso del Donbás, al que el gobierno de Kíev respondió lanzando una “operación antiterrorista” que ha durado ocho años y ocasionado 14.000 muertos en los dos bandos, con la mayoría de las víctimas civiles en poblaciones contrarias al gobierno de Kiev. En ese clima de guerra civil, Rusia se anexionó Crimea, el territorio más disconforme y rusófilo de Ucrania. Fue la maniobra de consolación de Moscú ante el serio revés de la pérdida de Ucrania. Desde entonces la OTAN ha estado armando a Ucrania para una revancha militar contra Rusia. Sin estar Ucrania en la OTAN, la OTAN si estaba en Ucrania y entre otras cosas formó a 80.000 soldados ucranianos entre 2015 y 2020. Kíev aprobó también una nueva doctrina militar que preveía la reconquista de Crimea y en septiembre de 2021 se firmó una alianza con Estados Unidos sobre ese guion. Así que cuando Putin dice que “el ataque contra Crimea y el Donbás era solo una cuestión de tiempo”, el asunto parece tener fundamento. Son, podríamos decir, las circunstancias del crimen de Rusia en Ucrania.

La Unión Europea es responsable por haberse negado a incluir a Rusia en el acuerdo económico que propuso a Ucrania en 2013 de forma excluyente, pese a que el 40% del comercio ucraniano era con Rusia. El rechazo de aquel acuerdo desencadenó la revuelta contra el gobierno ucraniano, tan corrupto y oligárquico como el que le sucedió (por eso digo que lo de 2014 fue una “revolución fallida”), pero que solo se diferenciaba en la disciplina exterior. Azuzada por los bálticos y los polacos, estrictamente alineados con Estados Unidos, la Unión Europea ha sido incapaz de formular una política autónoma. En 2008 se invitó formalmente a Ucrania a adherirse a la OTAN cuando solo el 20% de los ucranianos deseaban tal adhesión, frente a un 35% que prefería una alianza militar con Rusia y otro 30% la neutralidad. Después de 2014 Francia y Alemania dejaron languidecer los acuerdos de Minsk para una solución pacifica de la guerra civil en el Donbás, acuerdos que Estados Unidos rechazaba, y, como consecuencia, también Kíev, que los había suscrito... Así que aunque los niveles de responsabilidad de cada uno de los participantes sean diferentes y puedan ser objeto de discusión, no veo parte inocente en este conflicto más allá de la sufrida población civil.

¿Qué consecuencias puede tener esta guerra para Rusia?
No veo desenlace positivo alguno para Rusia. Las cosas pueden ir mal o muy mal para Moscú. En la mejor de las suposiciones, si Rusia consigue imponerse militarmente en todo el sureste de Ucrania, llegando hasta Odesa y dejando a Ucrania sin acceso al mar Negro, lo que es mucho suponer, el resultado no será estable. La incorporación de más territorios a Rusia —estoy pensando en la región de Jersón— o la organización de administraciones rusófilas será contestada. Por pequeña que sea, cualquier resistencia armada obligará a esas administraciones a ejercer la represión.

Por otro lado, todo lo que Rusia buscaba; alejar las infraestructuras y fronteras de la OTAN de su territorio, desmilitarización de Ucrania, rebajar la hostilidad hacia Rusia del gobierno ucraniano y mermar la influencia de la extrema derecha en él (lo que llaman “desnazificación”), todo eso ha empeorado. Está claro que lo que quede de Ucrania será aún más hostil a Rusia que lo que había. Finlandia aporta 1.300 kilómetros más de frontera directa con la OTAN. Si todo eso es un desastre, el desprestigio sin precedentes de Rusia en Occidente y la revigorización de aquella OTAN en “muerte cerebral” (Macron dixit), aún lo es más.

Las sanciones contra Rusia no tienen precedentes para un país tan grande e importante y le harán mucho daño, pero no creo que la dobleguen. Los casos de Cuba, Corea del Norte e Irán, sugieren que las sanciones hacen daño pero no doblegan. Y lo peor es que no están enfocadas a una negociación, sino que son incondicionales. La presidenta de la Comisión Europea, la incompetente y acérrima atlantista Ursula von der Leyen, ha dicho que el objetivo de las sanciones es, “desmantelar, paso a paso, la potencia industrial de Rusia”. Occidente quiere un cambio de régimen en Rusia y lo va a obtener. No porque vaya a saltar Putin, su apoyo popular es del 70% aunque puede ser efímero, sino porque el régimen ruso se va a endurecer, reformulando definitivamente sus alianzas internacionales. Las sanciones van a cambiar la vida de la clase media rusa, cierto consenso de la juventud con el Kremlin hacia la tesis de que esta guerra es una respuesta del país a una “amenaza existencial”, la reacción a la inusitada rusofobia imperante en Europa, todo eso, transformará la vida y la mentalidad de muchos rusos en una dirección muy negativa. Ese va a ser el verdadero cambio de régimen a medio plazo. Resumiendo, Rusia ha perdido Ucrania definitivamente y, seguramente, a más largo plazo, estamos asistiendo al principio del fin de Putin.

¿Cómo puede quedar la Unión Europea después de todo esto?
Mucho más sometida a Estados Unidos en política exterior y de defensa. La UE mantenía un fluido comercio energético con Rusia, era el principal socio comercial de China y la OTAN se encontraba en “muerte cerebral”. Ahora todo eso se ha revertido gracias a la guerra. Asistimos al fin de los propósitos integradores de Rusia en Alemania, así como a lo que quedaba de la voluntad francesa de una mayor autonomía exterior y militar europea. Se consolida un eje de los vasallos de Estados Unidos en Europa, con Inglaterra, los bálticos, Polonia, etc., alternativo a los tímidos impulsos autonomistas franco-alemanes. Como resultado, una Unión Europea subalterna de la OTAN, perjudicada por sus propias sanciones contra Rusia y mucho más implicada en la presión geopolítica de Washington contra China. Por primera vez, la primera visita asiática del canciller alemán no ha sido a China, principal socio comercial de la UE, sino a Japón. Ahora, en junio, la OTAN va a incorporar definitivamente preparativos militares de guerra contra China en su “nuevo concepto estratégico” que se aprobará en la cumbre de Madrid.

¿Qué puede decir de la actitud de China?
Cuando firmaron en febrero su gran acuerdo “sin límites” con Rusia, encaminado a contener la influencia de EE. UU., los chinos no sabían que Putin preparaba una invasión de Ucrania. Ante la situación creada, Pekín ha subrayado el respeto a la soberanía e integridad de Ucrania y al mismo tiempo se opone a la “seguridad contra Rusia y a expensas de Rusia” que se ha instalado en Europa. Su viceministro de exteriores, Le Yucheng ha dicho que “la OTAN debería haber respetado su promesa de no expandirse al Este” y que “los países pequeños no deben ser usados como peones por los grandes”. En la ONU se ha abstenido y no apoya los vetos a Rusia, sin reconocer por ello los referéndums de Crimea y Donbás, por miedo a que algún día haya un referéndum parecido en Taiwán que se vuelva contra ella.

China no ha cedido a las presiones europeas de sumarse a las sanciones contra Rusia que la UE le exigió en la tensa cumbre del pasado 1 de abril. La presentadora de televisión china Liu Xin resumió así la petición de Estados Unidos y la Unión Europea: “ayúdame a luchar contra tu socio ruso para que luego pueda concentrarme mejor contra ti”. Un mes después de aquella cumbre, el presidente Xi Jinping le dijo al canciller Olaf Scholz que “la seguridad europea debe estar en manos de los europeos”, un apremio a que se emancipe de una vez.

El castigo occidental a Rusia es un espejo para China, pero China es otra cosa. Tiene una economía diez veces mayor que la rusa, pero menos autosuficiente y fuertemente integrada con el resto del mundo. Las sanciones pueden hacerle mucho más daño, pero también dañarían a quienes las impongan y a los 120 países que mantienen intensas relaciones comerciales con ella. Sería una conmoción mundial. China dispone de las mayores reservas en divisas del mundo: 3,25 billones de dólares, gran parte de ellas almacenadas en Estados Unidos y la UE. Se las pueden confiscar, como han hecho con los 300.000 millones de los rusos, pero ¿con qué consecuencias? En veinte años las reservas chinas en dólares se han reducido preventivamente del 79% al 60% del total, pero no es fácil reducir rápidamente el monto de las reservas en dólares ni construir sistemas de pagos alternativos fuera del alcance de las sanciones occidentales. Con todas estas incógnitas sin despejar, se constata la escalada militar occidental alrededor de Taiwán. Todo muy preocupante.

¿Hay posibilidades de negociación de paz a un plazo razonable en Ucrania, o la guerra va para largo?
Para ello debería haber interés y claridad militar. Rusia solo negociará cuando alcance un mínimo de objetivos en el campo de batalla, por ejemplo el control total del Donbás, del que ya no está tan lejos. Estados Unidos y la Unión Europea de momento prefieren poner los esfuerzos en sangrar a Rusia en una larga guerra de desgaste. La ayuda estadounidense de 53.000 millones a Ucrania, equivalente casi al presupuesto militar ruso, lanza una señal inequívoca al respecto. El gobierno ucraniano, que ahora mismo está siendo derrotado en toda regla en Ucrania oriental, no puede negociar sin ser acusado de traición por la ultraderecha nacionalista. O sea, de momento tenemos varios meses de guerra garantizados por delante.

Se está responsabilizando a Rusia de agravar la frágil situación alimentaria de muchos países del sur al impedir la exportación de grano ucraniano por el bloqueo militar de los puertos del mar Negro.

Rusia y Ucrania suministran el 30% de la exportación global de trigo. Ambas son también grandes exportadoras de cebada, maíz, semillas de girasol y aceite de girasol. Gran parte de esa exportación va al sur, en Asia, Oriente Medio, África del Norte y subsahariana, donde se localizan algunos de los países más pobres del mundo, que ya estaban al límite por los efectos de las subidas de precios, los estreses producidos por la pandemia y las habituales lacras; guerra, corrupción, desigualdad, mala administración… Desde la OTAN se dice que el bloqueo ruso de los puertos ucranianos es el motivo del aumento cuantitativo del hambre que pronostica el Programa Alimentario de la ONU: 47 millones más de hambrientos, pasando su número total de los 276 millones de este año a 323 millones. Pero Rusia exporta mucho más que Ucrania: el 20% del trigo, harinas y derivados, frente al 8,5% de Ucrania. Por eso, lo que no dice la OTAN, la UE y EE. UU. —y con ellos el grueso de nuestros medios de comunicación— es que en la génesis de ese peligro las sanciones occidentales contra Rusia son mucho más significativas que el bloqueo ruso de puertos ucranianos.

Las sanciones impiden la exportación del grano ruso. Los barcos no pueden acceder al puerto ruso de Novorosiisk, en la costa oriental del mar Negro, desde el que se exporta el 50% del grano ruso, porque las compañías de seguros no cubren el tráfico de esos barcos y los que llevan bandera rusa no pueden usar las infraestructuras portuarias en Occidente. Además, Rusia no puede cobrar ese comercio de grano, porque los sistemas de pago están bloqueados y los bancos internacionales cerrados para su actividad. Un segundo aspecto por el que las sanciones agravan la situación tiene que ver con los fertilizantes. Su precio se ha incrementado a causa del aumento del precio del gas con el que se producen. Rusia y Bielorrusia son el primer y el sexto productor mundial de ellos, respectivamente. Juntas representan el 20% de la producción global. Y ambas están sometidas a sanciones.

Así que no puede decirse, como afirman la UE/OTAN y EE. UU., que el responsable sea Rusia, o solo Rusia.

Es más exacto decir que las sanciones occidentales contra su adversario geopolítico en este conflicto son un factor de incremento del hambre más importante que el bloqueo de los puertos ucranianos. Pese a eso, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen —de nuevo este funesto personaje—, dijo el 24 de mayo en Davos que “Rusia está bombardeando silos en Ucrania, bloqueando barcos cargueros ucranianos llenos de trigo y girasol y acaparando su propia exportación de alimentos como una forma de chantaje. Eso es usar el hambre y el grano como recurso de poder”. La ministra de exteriores canadiense, Mélanie Joly, ha dicho que “debemos garantizar que esos cereales se envían al mundo, de lo contrario millones de personas pasarán hambre”. Si tanto les preocupa el hambre, deberían empezar por replantearse sus sanciones…

Lo que en realidad se abre paso con estas declaraciones es una campaña para romper militarmente con barcos de guerra el bloqueo ruso de la costa ucraniana, alegando “catástrofe humanitaria”. Es decir, de nuevo el conocido recurso de la “catástrofe humanitaria” para promocionar una escalada militar.

¿Cómo ve esta guerra en el marco del mundo actual?
Siempre digo que es una dramática pérdida de tiempo. Los problemas del siglo, en primer lugar el calentamiento global, no son estáticos, sino que se incrementan con el tiempo si no se afrontan. En lugar de movilizar a sus sociedades para afrontar los retos del siglo y la preservación del planeta, las elites las están movilizando para la lucha contra sus rivales geopolíticos. La consecuencia será que el incremento de la temperatura supere los dos grados este siglo, lo que anuncia grandes catástrofes Todo eso se está gestando ahora con las actuales guerras, por lo que es una dramática pérdida de tiempo.

[Fuente: Pasos a la Izquierda]

jueves, 21 de abril de 2022

Para los fabricantes de armas, la guerra en Ucrania es un gran negocio

Ni siquiera el 1 % del material militar de la OTAN se utilizará para ayudar a Ucrania, pero la invasión rusa ha proporcionado un pretexto para incrementar masivamente el gasto militar; una gran noticia para las ganancias de los fabricantes de armas.

Asistimos actualmente a una asombrosa paradoja. Los medios occidentales se han hecho eco de toda clase de expertos militares y servicios de inteligencia que destacan cómo se sobrestimó el poderío militar de Rusia antes de la invasión; cómo su ejército ha resultado ser más débil de lo previsto en todos los niveles, incluidas sus capacidades logísticas y el despliegue de armamento sofisticado; y cuánto ha dañado la criminal agresión de Vladímir Putin contra Ucrania a la propia Rusia, a su economía y su potencial militar. No obstante, varios gobiernos de la OTAN han aprovechado la oportunidad de esta guerra, que a todas luces debilita a Rusia, para emprender un frenético aumento del gasto militar.

Los complejos militar-industriales de todas partes se frotan las manos. Los jefazos de los ejércitos de la OTAN vuelven a recurrir al viejo truco de sobrestimar las amenazas, como solían hacer periódicamente con respecto a la Unión Soviética durante la guerra fría, a fin de promover el rearme. Este término es totalmente inapropiado, en primer lugar porque los ejércitos de la OTAN nunca se desarmaron, sino que más bien estuvieron siempre armados hasta los dientes durante la guerra fría y desde entonces han venido manteniendo niveles de armamento excesivos. Aparte de ello, toda entrega de armas defensivas que se hace a la resistencia ucrania no representa más que una mínima porción del gasto militar actual, sin llegar siquiera al 1 % de todo el gasto de la OTAN que ha estado solicitando el presidente de Ucrania.

No contento con el gigantesco gasto militar actual de EE UU, que ascendió a 782.000 millones de dólares el año pasado ‒tras un incremento de 4.000 millones con respecto al de 2020, que a su vez representó, según el Instituto Internacional de Investigación sobre la paz de Estocolmo (SIPRI), el 39 % del gasto militar mundial, más del triple que el de China (252.000 millones) y más de 12 veces el de Rusia (61.700 millones)‒ Joe Biden solicita ahora 813.000 millones para el próximo ejercicio (773.000 millones para el Pentágono y otros 40.000 millones para programas relacionados con la defensa de la Oficina Federal de Investigación (FBI), el Departamento de Energía y otras agtencias). Según el subsecretario de Defensa, el contralor Michael J. McCord, “este presupuesto se ultimó antes de la invasión de Ucrania por Putin, así que no contiene nada en concreto que se haya modificado, porque ya era demasiado tarde para cambiar nada, aunque quisiéramos, a fin de tener en cuenta las implicaciones de la invasión”.

Alemania también ha aprovechado la oportunidad de la guerra para deshacerse de lo que quedaba de su limitación autoimpuesta después de 1945 en el ámbito militar. Esto ha vuelto a producirse por decisión de un gobierno presidido por un canciller socialdemócrata (SPD), Olaf Scholz, quien ha contado con el precedente de la participación alemana en el bombardeo de Serbia cuando el canciller era Gerhard Schröder, también del SPD, un personaje que después de dejar la cancillería pasó a cerrar tratos altamente remunerados con la industria del gas de Rusia. Berlín ha decidido un fuerte incremento de 110.000 millones de dólares (100.000 millones de euros) de su gasto militar y un aumento permanente masivo a más del 2 % del PIB, frente al 1 % de 2005 y al 1,4 % de 2020. Con ello, Alemania sobrepasará a Gran Bretaña, que el año pasado fue el segundo país de la OTAN y el tercero del mundo en gasto militar.

No es extraño que este nuevo incremento frenético del gasto militar haga felices a los fabricantes que producen medios de destrucción. Un informe reciente del diario francés Le Monde mostró un ejemplo instructivo del efecto financiero de todo esto: citando a Armin Papperger, el jefe de Rheinmetall, uno de los principales fabricantes de armas de Alemania, quien en enero se quejó de la renuencia de los fondos de inversión a colaborar con su empresa, el diario informó de que la atmósfera ha cambiado ahora radicalmente. Añade que el Commerzbank, uno de los principales bancos alemanes, ha anunciado su decisión de dedicar una parte de sus inversiones a la industria de armamento.

En Francia, donde la presión ciudadana originó una tendencia creciente a la desinversión de la industria de armamento por motivos de responsabilidad ética ‒especialmente a la luz de la repugnante contribución de las armas occidentales a la destrucción de Yemen por el ejército de Arabia Saudita‒, Guillaume Muesser, director de asuntos de defensa y económicos de la Asociación de la Industria Aeroespacial, explicó a Le Monde que “la invasión de Ucrania ha cambiado el tablero de juego. Demuestra que la guerra sigue en el orden del día, ante nuestras puertas, y que la industria de defensa es muy útil”.

No es difícil imaginar la euforia que prevalece actualmente entre los fabricantes de máquinas de muerte en EE UU, como Lockheed Martin, la empresa armamentística más grande del mundo. Alemania ha decidido comprar sus aviones F-35 indetectables por radar, cuya capacidad de llevar bombas atómicas se ha señalado explícitamente como un argumento decisivo para optar por ellos, pese a que Alemania no posee armas nucleares propias. El coste de cada uno de estos aviones asciende a casi 80 millones de dólares. El precio de cada acción de Lockheed Martin se disparó a 469 dólares el 7 de marzo, tras el anuncio de Alemania, cuando el pasado 2 de noviembre era de 327 dólares, lo que supone un aumento del 43,4 % en tan solo cuatro meses.

El cambio de estado de ánimo a escala global desde finales del año pasado es abrumador. El pasado mes de diciembre, un llamamiento firmado por más de 50 Premios Nobel reclamó la adopción de lo que llamaron “una propuesta sencilla a la humanidad”:

Los gobiernos de todos los Estados miembros de Naciones Unidas deben negociar una reducción conjunta de su gasto militar del 2 % cada año durante cinco años. La justificación de esta propuesta es simple: 1. Los países rivales reducen su gasto militar, de manera que aumenta la seguridad de cada uno de ellos, mientras que se mantiene la disuasión y el equilibrio. 2. El acuerdo contribuye a reducir la animosidad, minimizando así el peligro de guerra. 3. Los países disponen de vastos recursos: un dividendo de paz de nada menos que 1 billón de dólares de aquí a 2030. Proponemos que la mitad de los recursos liberados gracias a este acuerdo se destinen a un fondo global, bajo la supervisión de Naciones Unidas, para abordar los graves problemas comunes de la humanidad: pandemias, cambio climático y pobreza extrema.

Puede que esta propuesta se considere ingenua o utópica, pero el caso es que ya está prevista en la Carta de Naciones Unidas entre las funciones de la Asamblea General:

La Asamblea General podrá considerar los principios generales de la cooperación en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, incluso los principios que rigen el desarme y la regulación de los armamentos, y podrá también hacer recomendaciones respecto de tales principios a los Miembros o al Consejo de Seguridad o a este y a aquellos.

La invasión rusa de Ucrania debería dar un toque de atención al movimiento antiguerra mundial, algunos de cuyos principales componentes han dejado de lado objetivos pacifistas de esta clase para centrarse exclusivamente en la oposición política a gobiernos occidentales. La actual utilización oportunista de la guerra como pretexto para un aumento importante de la belicosidad y el gasto militar contraviene fundamentalmente las lecciones que habría que extraer de la tragedia en curso.

Lejos de justificar tales actitudes, la invasión rusa de Ucrania ha demostrado el alto riesgo que se deriva de las posturas militaristas. Y ningún aumento del gasto militar alterará la relación de fuerzas básica con Rusia, un país que posee más cabezas nucleares que EE UU, Gran Bretaña y Francia juntas, y cuyo presidente no ha dudado en blandir la amenaza de recurrir a su fuerza nuclear.

El movimiento antiguerra debería apoyar el llamamiento de los Premios Nobel y lanzar una campaña mundial coordinada exigiendo que la Asamblea General de Naciones Unidas incluya las propuestas de dicho llamamiento en su orden del día. Ahora está más claro que nunca que no puede haber ningún progreso serio en la lucha contra el cambio climático en particular, de la que depende el futuro de la humanidad, sin una reducción masiva y una reconversión del gasto militar, que es a su vez un importante factor de contaminación, muerte y miseria.

Fuente: https://www.jacobinmag.com/2022/04/arms-weapons-manufacturers-ukraine-war-military-spending

Traducción: viento sur

lunes, 4 de abril de 2022

_- Centrémonos en evitar una guerra nuclear, en lugar de debatir sobre la "guerra justa". Entrevista a Noam Chomsky



_- Los líderes de la OTAN anunciaron el miércoles que la alianza planea reforzar su frente oriental desplegando muchas más tropas en países como Bulgaria, Hungría, Polonia y Eslovaquia -incluyendo miles de tropas estadounidenses- y enviando "equipos para ayudar a Ucrania a defenderse de las amenazas químicas, biológicas, radiológicas y nucleares". Y aunque la propia alianza de la OTAN no está proporcionando directamente armas a Ucrania, muchos de sus países miembros están enviando armas a Ucrania, incluyendo misiles, cohetes, ametralladoras y más.

Con toda probabilidad, el 24 de febrero el presidente ruso Vladimir Putin creía que su ejército invadiría Ucrania en cuestión de pocos días, cuando ordenó una invasión en el país vecino tras un largo y masivo despliegue militar en la frontera de Ucrania. Sin embargo, un mes más tarde, la guerra continúa y varias ciudades ucranianas han sido devastadas por los ataques aéreos rusos. Las conversaciones de paz se han estancado, y no está claro si Putin sigue queriendo derrocar al gobierno o si, por el contrario, pretende ahora una Ucrania "neutral".

En la siguiente entrevista, Noam Chomsky, académico de renombre mundial y líder de la disidencia, comparte sus pensamientos y puntos de vista sobre las opciones disponibles para poner fin a la guerra en Ucrania, y reflexiona sobre la idea de la guerra "justa" y si la guerra en Ucrania podría conducir al colapso del régimen de Putin. C.J. Polychroniou.

C.J. Polychroniou: Ya llevamos un mes de guerra en Ucrania y las conversaciones de paz se han estancado. De hecho, Putin está subiendo el nivel de violencia mientras Occidente aumenta la ayuda militar a Ucrania. En una entrevista anterior, usted comparó la invasión rusa de Ucrania con la invasión nazi de Polonia. ¿La estrategia de Putin está entonces sacada del mismo manual que usó Hitler? ¿Quiere ocupar toda Ucrania? ¿Intenta reconstruir el imperio ruso? ¿Es este el motivo por el que se han estancado las negociaciones de paz?

Noam Chomsky: Hay muy poca información creíble sobre las negociaciones. Algunas de las informaciones que se filtran parecen ligeramente optimistas. Hay buenas razones para suponer que si Estados Unidos aceptara participar seriamente, con un programa constructivo, las posibilidades de poner fin al horror aumentarían.

Cuál sería ese programa constructivo, al menos en líneas generales, no es ningún secreto. El elemento principal es el compromiso de neutralidad de Ucrania: no pertenecer a una alianza militar hostil, no albergar armas dirigidas a Rusia (incluso las llamadas engañosamente "defensivas"), no realizar maniobras militares con fuerzas militares hostiles.

Difícilmente puede considerarse algo inédito en asuntos internacionales, incluso donde no existe nada formal. Todo el mundo entiende que México no puede unirse a una alianza militar dirigida por China, emplazar armas chinas dirigidas a Estados Unidos y realizar maniobras militares con el Ejército Popular de Liberación.

En resumen, un programa constructivo sería todo lo contrario a la Declaración Conjunta sobre la Asociación Estratégica entre Estados Unidos y Ucrania firmada por la Casa Blanca el 1 de septiembre de 2021. Este documento, que tuvo poca repercusión, declaraba enérgicamente que la puerta de Ucrania para entrar en la OTAN (la Organización del Tratado del Atlántico Norte) estaba abierta de par en par. También había "finalizado un Marco Estratégico de Defensa que crea una base para la mejora de la cooperación estratégica en materia de defensa y seguridad entre Estados Unidos y Ucrania", proporcionando a Ucrania armas avanzadas antitanque y de otro tipo, junto con un "sólido programa de entrenamiento y ejercicios acorde con el estatus de Ucrania como Socio de Oportunidades Mejoradas de la OTAN."

La declaración fue otro ejercicio intencionado de meter el dedo en la llaga. Es otra contribución a un proceso que la OTAN (es decir, Washington) ha estado perfeccionando desde que Bill Clinton violó en 1998 la firme promesa de George H.W. Bush de no ampliar la OTAN hacia el Este, una decisión que suscitó fuertes advertencias de diplomáticos de alto nivel como George Kennan, Henry Kissinger, Jack Matlock, (el actual director de la CIA) William Burns, y muchos otros, y que llevó al secretario de Defensa William Perry a estar a punto de dimitir en señal de protesta, al que se unió una larga lista de otros con los ojos abiertos. Eso, por supuesto, además de las acciones agresivas que golpearon directamente las preocupaciones de Rusia (Serbia, Irak, Libia, y crímenes menores), llevadas a cabo de tal manera que se maximizara la humillación.

No requiere demasiado empeño sospechar de que la declaración conjunta fue un factor que indujo a Putin y al estrecho círculo de "hombres duros" que lo rodean a decidir intensificar su movilización anual de fuerzas en la frontera ucraniana, en un esfuerzo por ganar algo de atención hacia sus preocupaciones en seguridad, en este caso sobre la agresión criminal directa - que, de hecho, podemos comparar con la invasión nazi de Polonia (en combinación con Stalin)-.

La neutralización de Ucrania es el elemento principal de un programa constructivo, pero hay más. Debería haber movimientos hacia algún tipo de acuerdo federal para Ucrania que implique un grado de autonomía para la región del Donbass, siguiendo las líneas generales de lo que queda de Minsk II. De nuevo, esto no sería nada nuevo en asuntos internacionales. No hay dos casos idénticos y ningún ejemplo real se acerca a la perfección, pero existen estructuras federales en Suiza y Bélgica, entre otros casos, e incluso en Estados Unidos hasta cierto punto. Unos esfuerzos diplomáticos serios podrían encontrar una solución a este problema, o al menos contener las llamas.

Y las llamas son reales. Se calcula que unas 15.000 personas han muerto en el conflicto de esta región desde 2014.

Eso deja de lado Crimea. En cuanto a Crimea, Occidente tiene dos opciones. Una es reconocer que la anexión rusa es simplemente un hecho por ahora, irreversible sin acciones que destruirían Ucrania y posiblemente mucho más. La otra es ignorar las muy probables consecuencias y hacer gestos heroicos sobre cómo Estados Unidos "nunca reconocerá la supuesta anexión de Crimea por parte de Rusia", como proclama la declaración conjunta, acompañada de muchos pronunciamientos elocuentes de otros que están dispuestos a condenar a Ucrania a una catástrofe total mientras hacen propaganda sobre su valentía.

Nos guste o no, esas son las opciones.

¿Quiere Putin "ocupar toda Ucrania y reconstruir el imperio ruso"? Sus objetivos anunciados (principalmente la neutralización) son bastante diferentes, incluida su declaración de que sería una locura intentar reconstruir la antigua Unión Soviética, pero puede que tuviera algo así en mente. Si es así, es difícil imaginar lo que él y su círculo siguen haciendo. Para Rusia, ocupar Ucrania haría que su experiencia en Afganistán pareciera un picnic en el parque. A estas alturas eso está muy claro.

Putin tiene la capacidad militar -y a juzgar por Chechenia y otras escapadas, la capacidad moral- para dejar a Ucrania en ruinas. Eso significaría que no hay ocupación, no hay imperio ruso y no hay más Putin.

Nuestros ojos se centran, con razón, en los crecientes horrores de la invasión de Ucrania por parte de Putin. Sin embargo, sería un error olvidar que la declaración conjunta es sólo uno de los placeres que la mente imperial está conjurando en silencio.

Hace unas semanas hablamos de la Ley de Autorización de Defensa Nacional del presidente Biden, tan poco conocida como la declaración conjunta. Este brillante documento -citando de nuevo a Michael Klare- aboga por "una cadena ininterrumpida de estados centinela armados por Estados Unidos -que se extienden desde Japón y Corea del Sur en el norte del Pacífico hasta Australia, Filipinas, Tailandia y Singapur en el sur y la India en el flanco oriental de China"- destinada a rodear a China, incluyendo a Taiwán, "de forma bastante ominosa."

Cabe preguntarse cómo sienta a China el hecho de que, según se informa, el comando Indo-Pacífico de Estados Unidos esté planeando mejorar el cerco, duplicando su gasto en el año fiscal 2022, en parte para desarrollar "una red de misiles de ataque de precisión a lo largo de la llamada primera cadena de islas".

Para la defensa, por supuesto, por lo que el gobierno chino no tiene motivos de preocupación.

Hay pocas dudas de que la agresión de Putin contra Ucrania no cumple con la teoría de la guerra justa, y que la OTAN también es moralmente responsable de la crisis. Pero, ¿qué pasa con el hecho de que Ucrania arme a los civiles para luchar contra los invasores? ¿No está esto moralmente justificado por los mismos motivos que la resistencia contra los nazis?

La teoría de la guerra justa, lamentablemente, tiene tanta relevancia en el mundo real como la "intervención humanitaria", la "responsabilidad de proteger" o la "defensa de la democracia".

A primera vista, parece una obviedad que un pueblo en armas tiene derecho a defenderse de un agresor brutal. Pero, como siempre en este triste mundo, surgen preguntas cuando se piensa un poco en ello. Por ejemplo, la resistencia contra los nazis. Difícilmente podría haber habido una causa más noble.

Uno puede ciertamente entender y simpatizar con los motivos de Herschel Grynszpan cuando asesinó a un diplomático alemán en 1938; o los partisanos entrenados por los británicos que asesinaron al asesino nazi Reinhard Heydrich en mayo de 1942. Y uno puede admirar su coraje y su pasión por la justicia, sin reservas.

Sin embargo, ese no es el final de la historia. El primero proporcionó a los nazis el pretexto para las atrocidades de la Kristallnacht [Noche de los Cristales] e impulsó el programa nazi hacia sus horribles consecuencias. El segundo condujo a las impactantes masacres de Lidice.

Los acontecimientos tienen consecuencias. Los inocentes sufren, quizás terriblemente. Estas cuestiones no pueden evitarse por personas con un mínimo sentido moral. Las preguntas no pueden dejar de surgir cuando consideramos si armar y cómo a aquellos que se resisten valientemente a la agresión asesina.

Eso es lo de menos. En el caso que nos ocupa, también tenemos que preguntarnos qué riesgos estamos dispuestos a asumir respecto a una guerra nuclear, que no sólo supondrá el fin de Ucrania, sino mucho más allá, hasta lo verdaderamente impensable.

No es alentador que más de un tercio de los estadounidenses esté a favor de "emprender una acción militar [en Ucrania] aunque se arriesgue a un conflicto nuclear con Rusia", tal vez inspirados por comentaristas y líderes políticos que deberían pensárselo dos veces antes de hacer sus imitaciones de Winston Churchill.

Tal vez se puedan encontrar formas de proporcionar las armas necesarias a los defensores de Ucrania para repeler a los agresores, evitando al mismo tiempo las graves consecuencias. Pero no debemos engañarnos creyendo que se trata de un asunto sencillo, que se resuelve con pronunciamientos audaces.

¿Prevé usted una evolución política dramática dentro de Rusia si la guerra dura mucho más tiempo o si los ucranianos resisten incluso después de que hayan terminado las batallas formales? Al fin y al cabo, la economía rusa ya está asediada y podría acabar con un colapso económico sin parangón en la historia reciente.

No sé lo suficiente sobre Rusia ni siquiera para aventurar una conjetura. Una persona que sí sabe lo suficiente como para "especular" -y sólo eso, como nos recuerda- es Anatol Lieven, cuyas ideas han sido una guía muy útil en todo momento. Considera muy poco probable que se produzcan "acontecimientos políticos dramáticos" debido a la naturaleza de la dura cleptocracia que Putin ha construido cuidadosamente. Entre las conjeturas más optimistas, "el escenario más probable", escribe Lieven, "es una especie de semi-golpe, que en su mayor parte nunca se hará público, por el que Putin y sus colaboradores inmediatos dimitirán 'voluntariamente' a cambio de garantías de su inmunidad personal frente a la detención y de la riqueza de su familia. Quién sucedería como presidente en estas circunstancias es una cuestión totalmente abierta".

Y no es necesariamente una cuestión agradable de considerar.

Noam Chomsky profesor laureado de la Universidad de Arizona y catedrático emérito de Lingüística del Massachusetts Institute of Technology, es uno de los activistas sociales más reconocidos internacionalmente por su magisterio y compromiso político. Su libro más reciente es “Climate Crisis and the Global Green New Deal: The Political Economy of Saving the Planet”.

Fuente: Truthout, 23 de marzo de 2022
Traducción:Edgar Manjarín