Tal vez esté proyectando, pero las navidades me han parecido inusualmente mustias este año. Las tiendas parecían menos abarrotadas de lo normal, la gente más cabizbaja. Había incluso menos música de ambiente. Y en cierto modo, no sorprende: a los estadounidenses les han estado bombardeando todo el año con noticias terribles que retratan un mundo descontrolado y un Gobierno desbordado, sin idea de qué hacer.
Pero si observamos lo que realmente ha ocurrido este año, vemos algo completamente distinto. En medio de todo el menosprecio, varias políticas oficiales importantes han funcionado muy bien, y los mayores éxitos corresponden a las políticas más menospreciadas. Nunca oirán esto en Fox News, pero 2014 ha sido un año en el que el Gobierno federal, en especial, ha demostrado que, si quiere, puede hacer muy bien las cosas que importan.
Empecemos por el ébola, un tema que ha desaparecido tan pronto de los titulares que resulta difícil acordarse del pánico generalizado que provocó hace solo unas semanas. A juzgar por la información en los medios de comunicación, en especial en la televisión por cable, aunque sin excluir a los demás, Estados Unidos estaba a punto de convertirse en una versión real de The Walking Dead. Y muchos políticos rechazaron los esfuerzos de las autoridades sanitarias para afrontar la enfermedad con métodos convencionales. Insistían, por el contrario, en que necesitábamos prohibir todos los viajes entre Estados Unidos y África occidental, encarcelar a cualquiera que llegase del lugar equivocado y cerrar la frontera con México. (No, no tengo idea de por qué alguien pensó que esta última medida podía tener sentido).
Sin embargo, resulta que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, a pesar de algunos errores iniciales, sabían lo que estaban haciendo, lo cual no debería sorprendernos: tienen mucha experiencia en el control de enfermedades, y de las epidemias en particular. Y mientras el virus del ébola sigue matando a muchas personas en algunas partes de África, aquí no se ha producido ningún brote.
Pensemos a continuación en la situación de la economía. No cabe duda de que la recuperación de la crisis de 2008 ha sido dolorosamente lenta y debería haber sido mucho más rápida. La economía ha estado lastrada en especial por los inauditos recortes en el gasto y el empleo públicos. Pero lo que nos cuentan a diario es que la política económica constituye un desastre sin paliativos, y que la supuesta hostilidad del presidente Obama hacia las empresas dificulta la inversión y la creación de puestos de trabajo. De modo que al mirar las cifras reales uno se sorprende un tanto al descubrir que el crecimiento y la creación de empleo han sido considerablemente mayores durante la recuperación de Obama de lo que lo fueron durante la recuperación de Bush en la década anterior (incluso dejando a un lado la crisis del final), y que si bien la vivienda sigue deprimida, la inversión empresarial ha sido bastante fuerte.
Es más, los datos recientes indican que la economía está cobrando fuerza, con un crecimiento del 5% en el cuatro trimestre. Ah, y no es que importe mucho, pero a algunos les gusta afirmar que el éxito económico debería juzgarse por el comportamiento de la Bolsa. Y las cotizaciones bursátiles —que tocaron fondo en marzo de 2009, entre las declaraciones que hicieron destacados economistas republicanos de que Obama estaba matando la economía de mercado— se han triplicado desde entonces. A lo mejor la gestión económica no ha sido tan mala después de todo.
Por último, hablemos del triunfo oculto a simple vista del plan de atención sanitaria de Obama, que está acabando su primer año de aplicación plena. Hace gran honor a la eficacia de la campaña propagandística contra la reforma sanitaria —que ha exagerado cualquier defecto, sin mencionar jamás que el problema ha quedado resuelto, e inventado fallos que nunca han ocurrido— el que a menudo me encuentre con personas, algunas progresistas, que me preguntan si el Gobierno será capaz en algún momento de conseguir que el programa funcione. Por lo visto nadie les ha dicho que funciona, y muy bien.
De hecho, el primer año ha superado todas las expectativas en todos los frentes. ¿Recuerdan las afirmaciones de que el número de personas que perderían el seguro superaría al de aquellas que lo obtendrían? Pues bien, el número de estadounidenses sin seguro se ha reducido en aproximadamente 10 millones; los miembros de la élite que nunca han carecido de seguro no tienen idea de la diferencia positiva que eso supone para la vida de las personas. ¿Recuerdan las afirmaciones de que la reforma destrozaría el presupuesto? En realidad, las primas fueron mucho menores de lo que se presagiaba, el gasto total en salud se está moderando, y las medidas concretas para controlar los costes están funcionando muy bien. Y todo parece indicar que el segundo año estará caracterizado por un éxito mayor.
Y hay más. Por ejemplo, a finales de 2014, la política exterior del Gobierno de Obama, que intenta contener amenazas como la Rusia de Vladimir Putin o el Estado Islámico en lugar de lanzarse irreflexivamente a un enfrentamiento militar, pinta muy bien.
El hilo conductor de todo esto es que, a lo largo del pasado año, un Gobierno estadounidense sometido a constantes críticas, acusado constantemente de ineficaz o algo peor, ha conseguido de hecho muchas cosas. En múltiples frentes, el Gobierno no ha sido el problema, sino la solución. Nadie lo sabe, pero 2014 ha sido el año del "Sí, podemos".
Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía en 2008.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2014/12/26/actualidad/1419614300_890793.html
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