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viernes, 12 de mayo de 2023

_- BACHILLERATO. OPINIÓN. “Mamá, no sé qué carrera estudiar”: cómo ayudar a tu hijo que cursa Bachillerato a elegir su futuro.

_- Es importante afrontar estos dos años educativos sin prisa, atendiendo a las necesidades personales, emocionales y sociales del adolescente. Cuando se converse con él, hay que evitar los sermones, desaprobar sus opiniones o amenazar.

Alrededor de 700.000 alumnos y alumnas en España que terminan la ESO cursan Bachillerato con la intención de estudiar después en la universidad, según datos de 2022 del Ministerio de Educación y Formación Profesional. Pero un porcentaje muy alto de este alumnado no sabe aún qué es lo que quiere estudiar. Según un estudio de 2019 de la consultoría Círculo Formación, firma especializada en prestar servicios integrales de marketing, comunicación y consultoría, un 78% de estos estudiantes españoles no tiene claro qué carrera elegirá. Además, el abandono universitario de los estudios de grado en universidades presenciales, entre estudiantes que ingresaron en el curso 2015-16 de nacionalidad española, afecta al 13%, según datos del Ministerio de Universidades en su informe Análisis del abandono de los estudiantes de grado en las universidades presenciales en España. Este documento señala también que entre las y los estudiantes que abandonan, más de la mitad lo hace después del primer año, lo que demuestra que el inicio del grado superior es el momento más delicado de cara a la continuidad en los estudios.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos para que accedan con seguridad a la carrera que les gusta y fomentar tanto la implicación como ayudarles en su proceso de desarrollo personal? Con el cambio legislativo se le ha dado más énfasis a la formación integral del alumnado y al desarrollo personal y social en una edad en la que cuidar estos aspectos es algo fundamental. Según la LOMLOE [Ley Orgánica de Educación]: “Es imprescindible la implantación de propuestas pedagógicas que, partiendo de los centros de interés de los alumnos y alumnas y aumentándolos, les permitan construir el conocimiento con autonomía, iniciativa y creatividad desde sus propios aprendizajes y experiencias”.

Muchas veces, padres y madres tienen dudas sobre qué tipo de educación elegir para sus hijos después de la ESO en una época en la que ya están pensando en la toma de decisiones de cara a la universidad, un grado o formación profesional. En este sentido, es normal que haya incertidumbre, pero por experiencia personal, y por las preguntas que me suelen hacer para orientar en la toma de decisiones, siempre respondo lo mismo: “Lo importante es no tener prisa”.

Parece que con 18 años hay que dar el salto, hacerlo todo perfecto, sacar la universidad en cuatro años y entrar en el mercado laboral recién licenciado. Pero más relevante que esto es afianzar una serie de aprendizajes que vayan más allá de una preparación universitaria. En estas edades, nos encontramos con el equilibrio imposible entre la autonomía personal y la dependencia, y es en este camino en el que los progenitores deben servir de apoyo. Obviamente factores como, por ejemplo, el nivel socioeconómico o la necesidad de entrar en una universidad pública van a condicionar la toma de decisiones, pero es crucial que acompañemos y demos espacio entendiendo, además, de dónde venimos.

Hemos pasado a unas cifras récord en cuanto a problemas de salud mental infanto-juvenil pospandemia. Por ejemplo, como se señala en el informe de Unicef Salud mental e infancia en el desarrollo de la covid-19 (2020), uno de cada cinco menores de entre 10 a 19 años padece un problema de salud mental diagnosticado, siendo la ansiedad y la depresión los más comunes en población juvenil y adolescente. Además, según este documento y de acuerdo con los datos de la OMS de 2011, España solamente dedicaba el 5% del gasto total en sanidad pública a la salud mental.

Acompañar, por tanto, desde lo personal, lo social y la salud mental es actualmente un factor de protección y de éxito educativo en una etapa tan importante como Bachillerato, que puede generar mucho estrés y ansiedad en el alumnado de 17 y 18 años. Saber responder a dudas como “mamá, no sé qué estudiar”, “me siento con ansiedad porque no sé qué hacer”, o “mejor lo dejo…” son cuestiones que como padres nos van a preocupar. ¿Cómo podemos afrontarlas?

En primer lugar, hay que mantener la calma y preguntarle si ya han pensado en algo, porque seguro que sí lo ha hecho. No hay que escurrir el bulto y contestar: “Bueno, ya se te pasará”. Después, es fundamental generar alternativas para ver si hay más opciones o, como se suele decir coloquialmente, buscar un plan B. Es además muy enriquecedor que padres e hijos trabajen juntos esta búsqueda de alternativas por varios motivos: tranquiliza y da seguridad saber que puedes hablar del tema con tus padres sin que te digan que lo haces mal, que así no vas a ningún lado o que no vas a llegar a nada en la vida porque no te aclaras. A esto se suma que ser acompañado en este proceso y tener tiempo para pensar ayuda mucho. Por último, porque lo anterior genera confianza y, por lo tanto, ayuda a reducir la ansiedad y los errores que generan la prisa.

¿Hay algo más que los padres puedan hacer? Sí, tenemos que cambiar la forma de hablar. Cuando conversemos con nuestros hijos hay que evitar los sermones, aludir continuamente a normas externas, amenazar, desaprobar o dar lecciones. Básicamente, hay que evitar todo lo que hacemos como adultos cuando hablamos, pues no ponemos el foco de la comunicación en quien escucha (tu hijo o hija) sino en quien habla (tú mismo). Si hablas con tus hijos solamente para que te escuchen, en vez de esforzarte en escucharles, es difícil que les puedas ayudar.

Es fundamental, por tanto, entender Bachillerato como una etapa de desarrollo global tanto a nivel académico, personal y familiar. Y en este sentido, es importante afrontar estos años sin prisa, atendiendo a necesidades personales, emocionales y sociales porque no se trata de hacer todo perfecto, sino de sentirse bien haciéndolo. Hemos de entender que el fracaso no es perder un curso con 18 años porque no sabes qué hacer o tienes dudas, más bien al contrario: el fiasco en esta etapa es no ayudar a quien con 18 años está inmerso en un proceso educativo relevante como rito de paso a la edad adulta.

César de la Hoz es licenciado en Psicopedagogía y experto en mediación y resolución de conflictos escolares y familiares, modificación de conducta y orientación educativa y gestión del cambio.



domingo, 26 de julio de 2015

JULIO CONTRERAS, VICERRECTOR DE ESTUDIANTES DE LA UCM. “La gente no estudia las carreras que demanda el mercado”. El número de matriculados en ingenierías es el que más cae, un 6%. El reto es conseguir que las matemáticas sean atractivas

La demanda de titulados universitarios en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas crecerá en Europa un 14% hasta 2020, según un estudio del Centro Europeo para el Desarrollo de la Vocación Profesional. Las empresas querrán a esos graduados, pero probablemente no los encontrarán en España porque, pese a que el número de parados de más de 25 años supera el 21%, los estudiantes no escogen las carreras que pide el mercado laboral. Esa es la opinión de Julio Contreras, vicerrector de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid. Para apoyarla aporta un dato: el pasado año el número de matriculados en ingenierías fue el que más cayó en las universidades españolas, un 6% con respecto al curso anterior. Solo 13 de cada 1.000 alumnos ha completado sus estudios en estos campos, según datos de Eurostat. El reto, señala Contreras, es conseguir que especialidades como las matemáticas sean atractivas.

Pregunta: ¿Qué se puede hacer desde la Universidad para incentivar a los estudiantes a escoger carreras STEM (siglas en inglés de Science, Technology, Engineering and Mathematics)?
Respuesta: Es un problema grave porque necesitamos estos perfiles y no los vamos a tener. La demanda está creciendo y las matriculaciones no aumentan. Eso demuestra que la gente no estudia los grados que requiere el mercado. La raíz de la falta de interés por estas carreras se remonta a los colegios e institutos, donde las asignaturas de ciencias como las matemáticas se presentan como materias complicadas y poco apetecibles. Hay grandes empresas -como Telefónica- que están estudiando las causas y diseñando fórmulas para atraer a los jóvenes desde edades tempranas. Desde las universidades y los centros de Secundaria tenemos que hacer un esfuerzo para mejorar los servicios de orientación para que los alumnos tomen su decisión sobre qué estudiar con una visión más amplia.

Las ciencias de la salud son las únicas que suben en número de matrículas cada año, un 7% el último curso. En este caso, hay un componente vocacional muy fuerte. Para que funcione con otras ramas científico técnicas lo ideal sería que se lanzasen campañas desde las instituciones autonómicas con el mensaje de que las ciencias son divertidas y generan empleo. Es una labor esencialmente preuniversitaria, aquí llegan con la decisión tomada.

P: ¿El interés de los universitarios por estudiar carreras de Humanidades sigue decreciendo?
R: La caída no es muy pronunciada, el curso pasado fue del 2% en toda la red de universidades públicas. Lo que sucede es que están estigmatizadas y ha calado la idea de que quien se decanta por esa opción no encuentra empleo. Mi recomendación es que aquellos que sientan pasión por una materia sigan su instinto. Si la decisión sobre el grado que se va a estudiar se toma teniendo en cuenta solo el factor de la empleabilidad, se puede acertar o no. El mercado es impredecible y ya sucedió con Arquitectura; hace diez años todos pensaban que la inserción laboral era inmediata y llegó el desplome del ladrillo. El 47% de los universitarios españoles se decanta por las ramas sociales y jurídicas. Las facultades de Derecho están repletas.

P: Hay muchos estudiantes que no consiguen plaza en su primera opción. ¿Qué consejo les daría?
R: Estar un año en casa esperando para repetir la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) y subir la nota no es una buena idea, no suelen mejorar el resultado. La recomendación es que se matriculen en alguna de las otras opciones. Muchas veces acaban enganchándose a esa nueva titulación porque su vocación es variable. Si no están convencidos, siempre pueden pedir el traslado y convalidar las asignaturas que sean comunes en ambos grados. El requisito es haber aprobado al menos 30 créditos durante el primer curso. Los que consiguen entrar son los que mejores notas tienen. El 50% de la puntuación total se corresponde con la nota de la PAU y el otro 50% con la nota media obtenida durante ese primer año.

El único hándicap es que lo solicitan muchos estudiantes y no es fácil acceder. El 8% de los universitarios cambian de carrera tras el primer año o abandonan los estudios, según datos del Ministerio de Educación. Lo que está claro es que cualquier grado universitario mejorará sus posibilidades de encontrar un empleo en el futuro. Dentro del colectivo de jóvenes parados (21%), la tasa se reduce al 16% dentro de los que tienen estudios superiores y al 5% entre los doctores.

P: En Estados Unidos es muy común que durante el primer curso los estudiantes reciban una formación multidisciplinar y que escojan la especialidad en segundo. ¿Cree que con 18 años y sin un contacto previo con la Universidad los jóvenes están preparados para elegir grado?
R: El estadounidense es otro modelo, ni mejor ni peor. No es una cuestión que esté relacionada con la edad, sino con el asesoramiento.Si analiza los planes de estudio con una buena orientación, puede saber hacia dónde dirigirse. Nos gustaría pensar que sí están preparados y los resultados de la PAU lo confirman, el porcentaje de aprobados es del 95%. La madurez que demuestran en esta prueba confirma que el Bachillerato funciona.

P: ¿Cuántos grados se pueden estudiar 100% en inglés en la Complutense?
R: Cinco: Psicología, ADE, Económicas, Ingeniería Informática y Magisterio. También hay algunos como Derecho o Filosofía que incluyen asignaturas en inglés. Nuestro objetivo es ir aumentándolos, pero hay que ser realista y tenemos otras prioridades.

P: ¿Cuál es la principal dificultad que afrontan durante el primer año?
R: Vienen de grupos más pequeños, con alguien permanentemente encima de ellos y un control de la asistencia. Los más maduros se adaptan mejor, pero los que rinden en base a lo que les aprietan, aquí se hunden un poco al principio. Algunos están acostumbrados a ser los primeros de la clase y aquí se encuentran con que los demás tienen un conocimiento similar. Otros, que siempre habían obtenido buenas notas, empiezan a suspender y no saben cómo afrontarlo ni ellos ni sus familias. Para eso tenemos los programas de mentores, en los que alumnos veteranos ayudan a los de nuevo ingreso a integrarse, tanto en lo personal como en lo académico. Les enseñan a levantarse cuando hay alguna dificultad, a organizarse de otra forma y a detectar por qué no les ha ido bien.

P: La subida de las tasas ha dejado fuera de la Universidad a muchos estudiantes. ¿Qué plan tiene la Complutense para ellos?
R: En cada comunidad autónoma hay diferentes realidades. En Madrid, los precios han subido más de un 60% en los últimos cuatro años, ha sido un salto brutal. Las matrículas que antes rondaban los 800 o mil euros, ahora cuestan entre 4.000 y 5.000. Nosotros no podemos cambiar los precios públicos, pero este curso vamos a poner en marcha el pago fraccionado, que permitirá pagar mensualmente, y un sistema de ayudas por un valor de hasta un millón de euros para los que no consigan las becas del Ministerio y tengan dificultades económicas. Además, tenemos pendiente de aprobar una modificación para permitir a los estudiantes matricularse de 30 créditos en primer curso, en lugar de los 60 obligatorios. No tenemos ningún estudio al respecto, pero estimamos que un 20% de los alumnos trabajan para poder hacer frente a los pagos.

http://economia.elpais.com/economia/2015/07/03/actualidad/1435948447_517179.html