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jueves, 19 de octubre de 2023

Antídoto al pesimismo

Fuentes: La Jornada - Imagen: Feligreses en una misa en memoria de las tres víctimas del tiroteo motivado por odio racial. Foto Ap


Justo cuando se recuerda el 60 aniversario de la marcha por la igualdad racial encabezada por Martin Luther King en Washington, el pasado sábado en Jacksonville, Florida, un supremacista blanco armado con un rifle AR-15, motivado por odio racial, asesinó a tres afroestadunidenses en una tienda, en un estado cuyo gobernador está anulando la enseñanza sobre el movimiento de derechos civiles y la historia del racismo en Estados Unidos.

El historiador Howard Zinn escribió: «puedo entender el pesimismo, pero no creo en eso. No es sencillamente un asunto de fe, sino de evidencia histórica. No es evidencia abrumadora, sólo suficiente para dar esperanza, porque para la esperanza no necesitamos certidumbre, sólo posibilidad».
Howard
En sus charlas y entrevistas siempre recordaba qué cosas después llamadas históricas solían empezar sin anuncio de que algo histórico estaba ocurriendo. Recordaba que un 1º de febrero de 1960, cuatro estudiantes universitarios afroestadounidenses se sentaron en una barra sólo para blancos de un restaurante en Greensboro, Carolina del Norte. Ignoraron órdenes de retirarse y fueron arrestados. En dos semanas, acciones similares de desobediencia civil se multiplicaron en 15 ciudades sureñas y para fines de ese año unas 50 mil personas habían participado en manifestaciones y acciones en 100 ciudades, miles de ellos arrestados. Nos contó que justo al mismo tiempo que apenas empezaba esto expertos y analistas de izquierda se la pasaban lamentando que en este país ya no había señales de una oposición. No sólo estaba naciendo el movimiento nacional de derechos civiles que sacudiría al país, sino que éste mismo nutriría después un movimiento antiguerra y el movimiento de las mujeres, entre otros, generando cambios políticos, sociales y culturales, algo que en su conjunto, sostenía Zinn, era sólo un comienzo.

Hay invitaciones diarias para ser pesimistas en este país. La semana pasada, el senador Bernie Sanders repitió que la pregunta real aquí es si la democracia perdurará. El país que sigue presentándose como guía democrático para el mundo, sigue enfrentando una crisis política existencial ante una amenaza neofascista.

Y es que nunca antes ha habido un expresidente acusado criminalmente (por ahora con un total de 91 cargos, incluyendo el de intentar anular el fundamento de esta democracia electoral: el sufragio efectivo). Ese acusado es por ahora el favorito, y por mucho, de ser el próximo candidato presidencial republicano. Donald Trump es peor que cualquier cuento de horror que he escrito, comentó el maestro de literatura de horror Stephen King.

Al mismo tiempo, mientras se marca el 60 aniversario de la famosa marcha en Washington por la igualdad racial y los derechos económicos encabezada por Martin Luther King, y el 63 aniversario, este domingo, de un ataque armado por más de 200 blancos contra jóvenes afroestadunidenses por sus actos de desobediencia civil no violenta, en Jacksonville, Florida, un supremacista blanco armado con un rifle AR-15, motivado por odio racista, asesinó a tres afroestadunidenses en una tienda de esa misma ciudad, en un estado que permite portar armas abiertamente y cuyo gobernador y sus cómplices están anulando la enseñanza sobre el movimiento de derechos civiles y la historia del racismo, y a la vez impulsando algunas de las medidas antimigrantes más severas de Estados Unidos.

No fue una semana extraordinaria en este país, donde a diario se extienden más invitaciones al pesimismo, aunque si uno se asoma un poquito abajo y a los lados, las señales no sólo de una resistencia, sino de posibles rebeliones necesarias, están a la vista.

No es por nada que Florida y varios estados más están buscando prohibir materiales didácticos sobre la historia real del país, mientras agrupaciones conservadores continúan prohibiendo libros en bibliotecas escolares. Trump acusó esta semana que el sistema educativo está en manos de la extrema izquierda y marxistas. Vale recordar que cuando era presidente declaró que recuperaremos nuestra historia y nuestro país, y prometió que la nación buscaría marginar libros, películas y videos como aquellos de Howard Zinn.

Resulta que los historiadores son peligrosos para las fuerzas derechistas, y los historiadores buenos son el mejor antídoto contra el pesimismo. El futuro requiere de la memoria.

Ben Harper. Like a King/I’ll Rise.


Fuente: 

domingo, 10 de septiembre de 2017

_- Ni sonreír ni salir: esto es lo que necesita cuando está triste. Y que dejen de darle consejos sobre cómo superarlo

_- Si la vida le da limones, haga limonada. Muy bonito. Pero es que a usted no le gusta la limonada. Es ácida y le hace poner esa cara… picassiana. Pero mejor que no lo diga en alto, que no lo verbalice, porque todos le tacharán de pesimista. Dirán que es un flojo, que no sabe disfrutar. Así que toca seguir sonriendo. Porque, si sonríe a la vida, esta le devolverá una sonrisa. Porque, si se convence, todo irá bien. Porque, si puede soñarlo, puede hacerlo. Y demás. Ese es el camino a la felicidad. ¿Seguro? Docenas de estudios aseguran que no, que tan malo es dejarse arrastrar por la depresión y el abatimiento como evitar los problemas y sonreír sin ningún fundamento, creando así una tendencia contraria al optimismo mal entendido y defendiendo la necesidad de, por qué no, estar de morros de vez en cuando.

Una de las voces más decididas en la lucha contra el empacho de felicidad es la de la activista americana Bárbara Ehrenreich. En su libro “Sonríe o muere: La trampa del pensamiento positivo”, lanza su alternativa a lo que denomina una “realidad a medias”, esa caravana de mensajes ilusorios que la sociedad parece haber dado por buenos. Ehrenreich padeció un cáncer de mama y, durante su proceso de curación, comprobó cómo nadie le permitía sentirse asustada, preocupada. Y se plantó: ¿por qué no iba a tener miedo en una situación tan crucial? En sus tesis afirma lo que para ella resulta más lógico: mirar hacia otro lado no soluciona los problemas ni te hace sentir mejor, y solo aprendiendo a gestionar correctamente las emociones se puede vivir auténticamente conectado con los sentimientos y llevar una vida consecuente con aquello que está ocurriendo.

“Pretender que solo se experimenten emociones positivas es tan absurdo como imposible”, afirma Rosana Pereira, psicóloga del gabinete Haztúa y experta en Psicología positiva, que añade: “Es evidente que, ante una situación normal, es preferible ser optimista, pero las emociones mal llamadas negativas cumplen una función adaptativa que nos ayuda a sobrevivir”. Porque la ira, la tristeza, el estrés o el miedo son mecanismos que, bien gestionados, nos permiten adaptarnos a nuestra realidad y alumbrar soluciones o vías de escape. “Esto es así desde que el hombre es hombre: el cavernícola no trataba de dialogar con un guepardo ni hacía caso omiso cuando este iba a atacarle; simplemente, escapaba a toda prisa movido por el miedo a ser devorado”, constata Pereira.

Ahora bien, ese temor, enfado, agotamiento o frustración deben servir como motor de cambio, deben revelarse como el germen que dispare el pensamiento crítico y la búsqueda de alternativas. Negarlos fomenta únicamente la rigidez emocional y provoca además que quien se siente mal por una situación negativa sume un grado extra de malestar, al saberse incapaz de sonreír a la vida. Y más. Según Ángel Luis Sánchez, psicólogo y director del Instituto de Desarrollo, soslayar estas alertas es peligroso: “Un miedo no escuchado puede desembocar, con el tiempo, en ataques de pánico descontrolados, igual que una tristeza ignorada puede convertirse en depresión”.

Por eso, no deben ser obviadas, pero tampoco hay que permitir que dobleguen la voluntad. “Lo importante es que nadie se quede enganchado en el derrotismo y que entienda que todo lo que siente es una respuesta lógica a lo que le sucede”, continúa Pereira, estableciendo así la línea entre los fundamentos de la Psicología positiva y las frases categóricas de los gurús de la felicidad. Y define a la primera como un complemento de la Psicología tradicional, puesto que “no se queda únicamente en arreglar una situación de dolor emocional, sino que muestra las pautas para gestionar mejor esas emociones adaptativas negativas y enseña a afrontar los problemas y a lograr un mayor bienestar”.

Tampoco se le escapa que la Psicología positiva, en ocasiones, es vinculada a esas frases categóricas y al optimismo irresponsable y mal entendido. “Existe mucho intrusismo y los gurús hacen flaco favor a la Psicología. Cualquier sentencia contundente nos tiene que hacer sospechar; no hay que olvidar que la Psicología es de todo menos contundente”, porque habla y trabaja con personas, y cada una reacciona de una forma distinta. Y en esa línea caminan también otros estudios que señalan los peligros de una Psicología positiva mal aplicada.

La investigadora María Prieto-Ursúa, del departamento de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, habla de la tiranía de la actitud positiva. Explica que, efectivamente, en ocasiones es complicado sentirse feliz viendo el telediario, pero que prescindir de esa carga de sufrimiento nos aleja de la solidaridad, la sensibilidad y el ánimo por mejorar la situación. Y evidencia que muchos seguidores entusiastas de la Psicología positiva pueden haber malinterpretado su mensaje y haberlo llevado al extremo, a la “necesidad de mantener una actitud positiva o de optimismo en todas las circunstancias”.

Entonces, al mal tiempo, ¿solo buena cara?

No. Porque, así, será imposible afrontar lo que está ocurriendo y concentrarse en darle una solución. “Un optimismo excesivo puede llevar a que confiemos demasiado en el futuro y a que no pongamos lo suficiente de nuestra parte para que aquello que pretendemos termine por llegar”, confirma Ángel Luis Sánchez.

Así que, al próximo que le invite a mirar hacia otro lado y a sonreírle a la vida, quizá deba explicarle la utilidad de estar triste, enfadado, colérico, de atravesar todas las fases emocionales que desencadenan los problemas. Tal vez deba contestar a su sonrisa sacándole la lengua. Y si la vida le da limones… vaya con la vida. Habrá que seguir trabajando para convertirlos en naranjas.

https://elpais.com/elpais/2017/08/29/buenavida/1504000199_685876.html?por=mosaico

martes, 24 de febrero de 2015

El escritor Javier Marías inicia la serie de entrevistas 'Así pasen cien años', que lanza una mirada al futuro a través de personajes.

El escritor se muestra pesimista con lo que nos depara el siglo XXII, salvo en lo que respecta a la técnica y a la tecnología.


Usted dibujaba en una entrevista reciente un panorama actual poco halagüeño. “Vivimos”, decía, “en una época tonta, especialmente estúpida y con una enorme pereza mental en gran parte de la gente. Me parece grave porque no tiene casi vuelta de hoja”. Si ve así nuestro tiempo, ¿cómo vislumbra el rostro de la humanidad mañana, la del siglo XXII? Partiendo de la base de que es casi imposible hacer un ejercicio de imaginación, no digo ya de otra cosa, cien años son tantos… Es más, empezaría por decir que siempre son muchos. Basta pensar que ahora se ha estado celebrando, conmemorando mejor dicho, la Primera Guerra Mundial, la guerra de 1914. Y si uno piensa todo lo que ha habido en medio de estos cien años…

Pasan muchas cosas en un siglo, sí… Yo diría que hoy en día es aún más tiempo de lo que ha sido a lo largo de la historia. Desde hace unos cuantos años está pasando una cosa muy rara y para mí muy angustiosa. El tiempo, por decirlo de alguna manera, está alcanzando al tiempo. Esto lo he dicho, yo creo, en alguna ocasión… El presente ya es pasado; el presente ya es percibido como pasado. Lo que acontece inmediatamente pasa a engrosar las filas de lo ya pasado. Se pueden buscar ejemplos inocuos. Uno saca un libro, o alguien estrena una película, y en el momento en que ya sale, se puede leer “se estrena”. Ya deja de interesar, o de importar. Rápido: ¿qué viene ahora? Parece como si las cosas, por el mero hecho de hacerse presentes, pasaran inmediatamente hacia el pasado.

Ocurre con casi todo, ¿verdad? Pues sí. Hace poco decía en un artículo que Felipe VI empieza a parecernos rutinario. Pedro Sánchez, que hace pocos meses que lo han elegido, empieza a parecer ya, no sé, qué antiguo es este hombre. Todo va acelerado. También mi padre lo observó una vez, hace muchos años. Él decía, por ejemplo, que comparativamente la humanidad ha cambiado mucho menos entre el siglo V antes de Cristo y 1850, que entre 1850 y el presente. Y decía cosas muy sencillas y verdaderas. Es decir, durante todos esos siglos, la gente se desplazaba a pie, a caballo, con rueda; o por barco y similares. Para comunicarse, había que mandar una nota escrita, o una carta, y nada más. Es decir, no había telegramas, no había, por supuesto, teléfono, no había absolutamente nada. Fíjese ahora. Todo es inmediato. Y no le digo nada en el futuro.

Decía usted que actualmente vivimos en una sociedad tonta. Y lo peor, de cara al futuro, de ese siglo XXII por el que me pregunta, es que hay una serie de cosas que me parecen cada vez más irreversibles. Hay gente que piensa que la historia va por ciclos, que hay épocas más tontas y otras algo más inteligentes. Pues yo tengo la sensación de que llevamos ahora demasiados años en que más bien ha habido una especie de deterioro intelectivo, no digamos intelectual, que eso ya es otra cuestión, sino intelectivo general de la humanidad.

No así en las ciencias… Por supuesto. En las ciencias, y en los avances técnicos y tecnológicos. Es extraordinario. Incluso en medicina. El optimismo que se puede tener pensando de aquí a cien años va siempre por ese camino. El de la técnica, de la ciencia, de los avances tecnológicos, que probablemente seguirán siendo muy beneficiosos. Pero…

La gente tiende a ser más simple, más bruta, y con ufanía de serlo”
Pero será peor en otros aspectos. Soy muy pesimista respecto a la evolución de la mentalidad, llamémosla así, del género humano. Me da la impresión de que cada vez la gente tiende a ser más simple, más bruta… y con ufanía de ser bruta. En otras épocas no sabían mucho porque no habían tenido oportunidad. Pero digamos que no había una ufanía de eso, en absoluto. Al revés, había como una especie de añoranza de no haber accedido a una educación, y eso era siempre muy conmovedor. Había incluso una especie de pudor, de vergüenza. Pero esta actitud de complacencia en la ignorancia es la que me invita a pensar que la cosa es irreversible.

¿Y a qué se debe este embrutecimiento? No me extrañaría que una parte hubiera sido inducida por los responsables de la educación. Se ha convencido a la gente de que, al fin y al cabo, sobre todo desde que existe Internet, todo está ahí. Es decir, si uno necesita un dato determinado, pulsa unas teclas y lo encuentra inmediatamente. Es una información momentánea y utilitaria, simplemente utilitaria, y que por tanto no hace falta ni acumular, ni saber, ni estudiar, ni nada por el estilo. No le resto valor, pero otra cosa muy distinta es la posesión de la instalación en su conocimiento. Del mismo modo que otra de las cosas que me han preocupado mucho, y a la que veo también muy mal futuro, es el uso de la lengua.

Hábleme de la lengua que emplearemos en el siglo XXII. No sé, de aquí a cien años qué se va a hablar, porque cada vez hay más personas que no tienen dominio de la lengua. No es cuestión de cultura. Cada uno hablaba, digamos, a su nivel, con su vocabulario más o menos amplio, o más o menos limitado. Pero hablaban con aplomo, con seguridad y con una buena instalación en la lengua, cada uno en su nivel de léxico, o de capacidad para construir frases acabadas y más o menos inteligibles. La sensación que yo tengo es que ahora la gente chapotea en la lengua. Todo se confunde, todo se mezcla, da la impresión de que todo sirve; la gente, además, parece que anda muy mal de oído. El otro día oí a un corresponsal –¡por favor, a un corresponsal!– en una ciudad europea diciendo: “No sé quién fue pillado en un fragantis”. Todo esto me parece gravísimo, y temo que vaya a ir a más. Y ya se sabe que la manera de expresarse influye mucho en la manera de pensar...
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