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domingo, 25 de diciembre de 2022

La historia de las 14 mujeres que fueron liberadas de una clínica psiquiátrica en Alemania (y cómo se convirtió en una premiada novela en Perú)

Noviembre de 1984. Un grupo de 14 mujeres se encuentran en la estación de trenes de la ciudad alemana de Stuttgart a punto de tomar diversos trenes a sus respectivos hogares. Lejos de ser una estampa casual, se trata de un insólito acto de liberación. La liberación de las hasta hace unas horas pacientes de un prestigioso centro psiquiátrico.

Anne Kahl, una alemana nacida en 1942 en la ciudad bávara de Berchtesgaden y secretaria de la clínica, es la encargada de embarcar a estas mujeres hacia sus hogares, donde continuarán con su tratamiento lejos de una alienante reclusión en las instalaciones del excéntrico y brillante doctor Curtius Tauler. Si bien los nombres son todos ficticios y los expedientes médicos inventados, la trama central es real.

Así se lo contó la propia Anne Kahl a la escritora peruana Teresa Ruiz Rosas, quien años después decidió contar esta increíble historia en su novela "Estación Delirio", con la que ganó el Premio Nacional de Literatura de Perú 2020.

La escritora, nacida en Arequipa en 1956, reside desde hace más de dos décadas en la ciudad alemana de Colonia, aunque su intención es trasladarse en breve a Barcelona.

Hija del poeta José Ruiz Rosas, la autora entrelaza en su premiada novela la salud mental con el feminismo, el arte y la literatura.

BBC Mundo habló con ella en el marco del Hay Festival Arequipa que se realiza entre el 3 y el 6 de noviembre en esa ciudad peruana.

"Estación Delirio" gira en torno a Anne Kahl, una mujer que trabajaba en una famosa clínica alemana, a principios de los años 80, y tuvo la tarea de liberar a 14 pacientes. ¿Cuánto hay de realidad en esta historia?

Hay mucho de realidad. La Anne Kahl de carne y hueso era una amiga mía, bastante mayor que yo, que conocí en los últimos años de colegio en Arequipa. Al igual que en el libro, estaba allí porque su marido era cooperante. Nos hicimos amigas por el idioma. Yo hablaba alemán porque me había educado en un colegio peruano alemán.

Teníamos una gran amistad muy bonita.
En un momento dado, me escribió y me contó de este trabajo en la clínica psiquiátrica y después lo del alta de las pacientes.

Teresa Ruiz Rosas con su amiga alemana que en el libro se llama Anne Kahl FUENTE DE LA IMAGEN, CORTESÍA DE TERESA RUIZ ROSAS

Teresa Ruiz Rosas conoció a su amiga alemana Anne en Arequipa y mantuvieron el contacto por carta durante años. Se volvieron a ver en Stuttgart en 1977. Todo eso es cierto, lo que es inventado son las las historias de cada una de las 14 pacientes liberadas, porque no tuve acceso a las historias clínicas, ni ella me lo contó por una cuestión de secreto profesional.

Además, ella ya murió hace muchos años. Lo que yo hice fue refrescar la memoria para escribir sobre eso.

También es cierto que el psiquiatra les dio un sedante a las pacientes para que pudieran llegar hasta sus casas. Las había preparado para que después pudieran estar ya sin él.

El psiquiatra era un hombre que se podía haber retirado ocho años atrás, pero que siguió al frente de la clínica. En un momento dado, cuando quiso retirarse, no se le ocurrió una manera mejor que cerrar la clínica y enviarlas a sus casas.

Mientras escribía la novela, pude localizar al médico asistente principal. Ya era nonagenario, pero me recibió. Se alegró mucho de que escribiera sobre eso.

Él fue el que me dijo que fueron 14 las mujeres liberadas. Yo no sabía el número exacto.

El director de la clínica es un psiquiatra alemán famoso por su aplicación de electrodos en sus terapias... Eso era lo más interesante.

De hecho, mi amiga me contó cómo estas pacientes sentían una adoración por este psiquiatra, cómo volvían y cómo querían esa terapia. Lo sentían como su redentor.

Por lo visto tiene un efecto, cuando está bien dosificada, muy positivo, que tendrá secuelas después, seguramente, pero les hacía bien.

Un par de años antes de publicar la novela, se la di a leer a una amiga mía que dirige una clínica psiquiátrica importante en Estados Unidos y ella me dijo también un par de cosas que luego modifiqué.

Me explicó que es una terapia que actualmente se utiliza también con mucha cautela, pero que los estados más severos de depresión solamente se curan con esta terapia, que no tienen otra forma.

Si de verdad quieren evitar que una persona acabe con su vida, se aplica esta terapia y en muchos casos funciona.

El problema, como en muchas cosas, es el abuso que se ha hecho y cómo se ha diagnosticado también a mucha gente que probablemente no la necesitaba y se le ha dado esa terapia de manera brutal. Hay ahí una historia de horror.

Dos enfermeras aplicando la terapia con electrodos a un paciente FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

La terapia electroconvulsiva (TEC) o la terapia por electrochoque comenzó a usarse en los años 30.

¿Qué es lo que más te sorprendió de tu investigación sobre psiquiatría para escribir este libro?

Aparte de lo que ya conté sobre la aplicación de electrodos, aprendí mucho de la historia de la psiquiatría en general, de las etapas espantosas en las que se hacía de otra forma antes de los años 50, 60.

Y luego también ver cuánto abuso hay de las pastillas, un tema muy delicado y muy controvertido.

Me he enterado de casos tristes de adicciones a este tipo de medicamentos, que no van al fondo del problema que ha llevado a la persona a este estado. No viene a resolver su propia angustia, es sólo un paliativo. Por supuesto que hay factores genéticos, pero eso es ya otro tema.

Pero en los casos en que no es la genética el factor determinante siempre hay o casi siempre hay detrás una vivencia o muchas vivencias traumatizantes y esas no las borras con una pastilla.

En la novela recuerdas la frase del escritor Friedrich Glauser: "Nunca podremos trazar la frontera entre un enfermo mental y una persona normal". ¿Crees que es así?

Creo que tiene mucho de cierto. De hecho, Glauser estaba en un psiquiátrico y escribió allí novelas memorables. Recuerdo el dicho, que creo que se lo escuché a mi padre por primera vez, "de médico, poeta y loco, todos tenemos un poco".

Si pensamos en el presente, podemos pensar en todas las atrocidades que ocurren dentro de las cuatro paredes de millones de casas de las que nadie sabe nada. Personas que afuera aparentan estar muy bien.

Eso es salud mental. Lo que hacen los que maltratan, los que violan, los que se aprovechan y andan sueltos por ahí y tienen hasta trabajo ¿están bien de la cabeza? No creo.

En privado es muy difícil saber lo que pasa. Uno se va enterando poco a poco. Sólo se sabe lo que pasa en público.

Si un pobre infeliz ha ido desnudo por la calle llama la atención, si hace barbaridades dentro de su casa nadie se entera. Por eso es un tema tan delicado todo eso de definir o categorizar. Con todo el respeto por los psiquiátras.

Portada del libro "Estación delirio" FUENTE DE LA IMAGEN, CORTESÍA DE TERESA RUIZ ROSAS

La arequipeña Silvia Olazábal, amiga de la protagonista, es el álter ego de la escritora.

La historia de cada una de las 14 mujeres de la clínica refleja también lo que supone vivir en una realidad que oprime, cosifica y destruye a las mujeres. ¿Cómo seleccionaste esas historias?

El hecho de que la clínica fuera solo de mujeres ya me servía de inspiración para tocar el tema de las mujeres que, en general, han tenido en esa época menos posibilidades para desarrollarse con todo su potencial de ser humano.

La primera o segunda ola de feminismo importante recién estaba empezando a dar sus frutos en esa época. Todavía la mujer tenía que cumplir un papel subordinado.

Quería destacar esa dificultad o imposibilidad de la mujer de poder tener una vida completamente emancipada como la puede tener ahora si quiere.

Una mujer es detenida por la policía durante las manifestaciones en Francia de mayo de 1968 en París FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

El Movimiento del Mayo Francés de 1968 sentó las bases para la explosión del feminismo en Francia, una lucha que tomaría forma en 1970 con el Movimiento de la Liberación de las Mujeres.

Tanto la alemana Anne como la peruana Silvia luchan contra patrones patriarcales, ¿qué diferencia ve entre las dos sociedades?

El caso de Alemania es una sociedad que vivió este feminismo surgido desde el mayo francés de 1968. Una de sus herencias es la revolución sexual y dentro de ella está el feminismo, que una mujer pudiese decidir sobre su cuerpo como le diese la gana.

Pero también Alemania tiene mucha migración. La gente que ha venido ha traído otras costumbres y dinámicas y la minoría más grande es la musulmana. La cultura musulmana ya sabemos cómo tiene a la mujer.

Además, en Alemania no sólo hay numerosos feminicidios a manos de alemanes, sino que tampoco podemos olvidar toda la cantidad de alemanes que se van a Tailandia a comprar sexo con adolescentes.

Y luego todo el tema que denuncio en mi novela anterior, "Nada que declarar: El libro de Diana". El tema de la legalización de la prostitución que al final lo que ha conseguido es que sea peor que la prostitución forzosa.

Vienen autobuses a sitios apartados a hacer turismo sexual. Si eso no es machista y no es antifeminista, que me expliquen por favor qué es.

Más allá de eso, la diferencia es que hay una clase media muy grande en Alemania con muchísimas mujeres muy avanzadas en este tema y lo llevan con absoluta naturalidad. Jamás se plantearían una subordinación o sumisión. Eso también es un hecho.

¿Y qué pasa en Perú? ¿En Arequipa?
Arequipa ha crecido mucho y eso trae cambios inevitables.
Si bien hay algunos aspectos, casi culturales, como el arreglo personal de la mujer para agradar al hombre, que siguen vivos, las mujeres han estudiado y tienen la independencia económica que es la clave. Dentro de sus propios núcleos familiares ya no permiten una serie de cosas.

Hay hombres que nunca han sido de corazón machistas. Han podido ser más o menos machistas culturales, pero nunca han tenido alma de machistas. Lo ven bien y no se sienten amenazados por el hecho de que la mujer tenga ahora los mismos derechos, las mismas posibilidades y que quiera ganar la misma cantidad de dinero por la misma prestación.

Retrato de Teresa Ruiz Rosas Cortesía de Teresa Ruiz Rosas

Creo que la clase media ya no permite el cliché del machismo latinoamericano de esa manera" Teresa Ruiz Rosas

Premio Nacional de Literatura de Perú 2020

Pero hay otros hombres, bastantes, que sí se sienten amenazados, que en el fondo tienen un complejo de inferioridad, porque en muchos casos no pueden valerse solos sin una mujer que les resuelva la vida, por ejemplo, o que esté detrás ayudándoles en lo que pueda o mil variantes más.

Ven que su poder ya no va a ser el mismo y que van a estar por debajo. Esos son los que están fehacientemente en contra y son violentos y muchas veces hasta matan. Creo que ésa es la clave.

Aunque el machismo está necesariamente retrocediendo por diferentes razones, pero lo triste es que todavía existen feminicidios, que todavía hay violencia machista en los hogares.

Este artículo es parte del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 3 al 6 de noviembre de 2022.Puedes leer toda nuestra cobertura del Hay Arequipa

haciendo clic aquí.

lunes, 28 de noviembre de 2022

DEPRESIÓN TRIBUNA i Consejos (útiles) si tienes un ser querido con depresión

Convivir con una persona con depresión puede ser una experiencia abrumadora, pero hay acciones que pueden ayudar: generar un clima de seguridad y comprensión, acceder a información de calidad sobre el trastorno, fomentar el autocuidado y confiar en los profesionales

Cuando eres psiquiatra, a veces ocurre. Fuera de la consulta, en el colegio de tus hijos o en una entretenida presentación de libro, de repente se te acerca alguien conocido, una amiga con la que tienes poco trato y quiere preguntarte algo “personal”, y ves aquella mirada: asustada, desvalida, marcada por el dolor. Te suelen decir: “es horrible.., nunca le había visto así.., no sé cómo ayudarle”. Pueden referirse a su marido, a su hermana, a su padre. Han sido informados (como diría Martin Amis) de que la depresión no es tristeza, sino vacío. De que lo contrario de la depresión no es la felicidad, sino la vitalidad. Nunca habían visto a su ser querido con tan poca capacidad ni fuerza para amar, por eso sienten frío, soledad, impotencia y miedo. Convivir con una persona con depresión puede ser una experiencia abrumadora, pero hay acciones que pueden contribuir a mejorarla:

1- Trata de no entrar en pánico y ofrece naturalidad, cariño y comprensión. 
Crea un clima tranquilo en el que el paciente pueda hablar —si así lo desea— de su terrible experiencia, evitando reproches, discusiones y un estrés añadido. Los humildes actos cotidianos, rutinarios, pueden convertirse en heroicamente sanadores. Sin forzar, trata de mantener las antiguas rutinas, las actividades, los momentos que algún día fueron felices.

2- Confía en los profesionales. 
La psiquiatría y la psicología no son disciplinas científicas duras, como la física o las matemáticas, y no te proporcionarán la objetividad y la precisión que anhelas, y, a poco que profundices, comprobarás que hay en ellas vastos terrenos de desconocimiento. Pero eso no quiere decir que en salud mental todo valga. La ciencia, con sus grandes limitaciones, ha dado pasos importantes. Deja las iluminaciones y teorías conspiratorias para Twitter, ahora necesitas un ancla que te proporcione seguridad. Las guías internacionales de práctica clínica recomiendan que la persona sea evaluada lo antes posible por un profesional experto (un médico de familia -en el caso de que el sistema de Atención Primaria no se haya estrangulado, claro-, un psicólogo clínico o, en los casos moderados o graves, un psiquiatra). Y recomiendan administrar tratamientos validados empíricamente: terapias psicológicas, fármacos o ambos. No tengas prejuicios, ahora lo importante es proporcionar a tu ser querido la máxima ayuda. No hace falta que finjas ejercer tú de psicólogo o psiquiatra, tu papel -en realidad más importante- es otro: estar ahí, recuérdale al paciente que no está solo.

3- Colabora con el terapeuta.
Asegúrate de que el médico le ha pedido una analítica de sangre, dado que un porcentaje de pacientes deprimidos tienen en realidad hipotiroidismo o anemia y mejoran cuando son tratados. Fomenta que tu ser querido abandone el consumo de tóxicos, como el alcohol, el cannabis o la cocaína. Muchas veces son estrategias desesperadas y erróneas de auto-tratamiento. El alcohol proporciona un inicial efecto euforizante, embriagador, pero en realidad es un potente depresor del sistema nervioso; en concreto, aumenta por 7 el riesgo de suicidio del paciente deprimido. La cocaína produce, entre otras muchas formas de destrozar el cerebro, un efecto rebote que empeora la intensidad de los síntomas depresivos. Si es necesario, quizá tengas que reducir o eliminar tu propio consumo tóxico para ayudar a tu ser querido. Cuéntale a tu terapeuta si el paciente tuvo algún episodio, aunque fuera breve, en el que estuvo muy hablador, expansivo, desinhibido: podría tratarse de un trastorno bipolar tipo 2.

4- No te tomes la depresión de tu ser querido como un rechazo personal, no busques culpables. 
Aunque tu mente tienda a buscar compulsivamente causas y soluciones —estamos diseñados para ello—, trata de frenarla, no tomes decisiones personales drásticas. Cuando la tempestad haya amainado, habrá tiempo. Transmítele que no es culpable de tener depresión y que ello no es signo de debilidad ni falta de carácter, sino que se trata de una enfermedad. Esto puede resultar liberador. No le digas “pon de tu parte” (consejo inútil), probablemente está haciendo lo posible, pero le falta aliento.

5- Infórmate sobre la enfermedad depresiva. 
Lee libros de testimonios de escritores depresivos, recomendaciones de sociedades científicas, información de asociaciones de pacientes y familiares. Verás que una cosa es una depresión y otra el malestar, la frustración, la insatisfacción de una sociedad más o menos justa. La banalización y generalización del término (“todos estamos mal”, “la sociedad está enferma”, etc) es cruel con los pacientes graves. Aquí hablamos de cuando la persona no tiene fuerzas ni para ducharse, cuando coger el teléfono supone una auténtica tortura, cuando en realidad preferiría no seguir viviendo, por haberse producido una quiebra del sentido.

6- Infunde esperanza. 
Tu ser querido aún no lo sabe, pero todo esto pasará. Como dice Jorge Drexler en una bonita canción, “el tiempo se va, se va y no vuelve, y tu corazón va a sanar”. Con un correcto tratamiento, los episodios depresivos mayores desaparecen en su totalidad en al menos 2/3 de los casos. En otros, las llamadas depresiones resistentes, afortunadamente tenemos herramientas para optimizar la respuesta, aunque cuesta algo más de tiempo y esfuerzo. Eso sí, toma nota de que, cuando mejore, habrá riesgo de recurrencia. Para hacernos una idea: tras dos episodios, el 70% de pacientes tendrá un tercero. Pero la prevención de recaídas y la intervención sobre los factores de riesgo serán el siguiente capítulo, ahora hay que salir de este.

7- Cuídate
La depresión de tu ser querido no puede arrastrarte. Necesitamos tu serenidad y tu salud. Para ello, no te hagas responsable único de la evolución, haz que el cuidado se reparta entre varias personas, no descuides tus aficiones, tus rutinas; no te aísles, comparte con otros tu experiencia de convivir con el sufrimiento, la van a entender.

El día menos pensado, el paciente recuperará la ilusión por verte, hablar contigo, besarte. No desesperes. Cuando lo haga sabrá que tú has estado ahí y que le esperaste hasta su retorno. Lo cuenta William Styron en su conmovedor libro testimonial. En mitad de una de sus profundas depresiones y con intensas ideas de suicidio, casi definitivas, comenzó a sonar en la radio una rapsodia de Brahms. Pese a haber estado durante meses insensible a cualquier placer artístico, esa melodía le “traspasó el corazón como un puñal” y le hizo pensar en todas las alegrías que esa casa había conocido: “los niños que habían hecho carreras en las habitaciones, las celebraciones, el amor y el trabajo, el descanso honestamente ganado”. Ahí decidió, y fue el inicio de su ascenso, que “todo eso era más de lo que yo era capaz de abandonar”.

viernes, 1 de abril de 2022

_- ¿Cuánto tiempo debe durar el duelo? La psiquiatría ofrece una respuesta.

_- La edición más reciente del DSM5, también llamado la “biblia de la psiquiatría” incluye un diagnóstico nuevo y controvertido: el trastorno de duelo prolongado.

Hace unos días, luego de más de una década de discusiones, la entidad psiquiátrica más importante en Estados Unidos añadió un trastorno nuevo a su manual de diagnósticos: el duelo prolongado.

La decisión marca el fin de un largo debate dentro del campo de la salud mental, y hace que los investigadores y médicos consideren el duelo intenso como objeto de tratamiento médico. Esto sucede en un momento en que muchos estadounidenses se sienten abrumados por la pérdida.

El nuevo diagnóstico, el trastorno de duelo prolongado, se pensó para describir a una porción reducida de la población que está incapacitada, sufriendo y rumiando un año después de una pérdida, y se encuentra incapaz de retomar sus actividades.

Su inclusión en el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales significa que los médicos pueden ahora facturar a las compañías de seguros por tratar a las personas con esta enfermedad.

Es muy probable que surja un flujo de subvenciones dirigidas a la investigación de tratamientos para esta patología—la naltraxona, un medicamento utilizado para tratar la adicción, está actualmente en fase de ensayo clínico para terapia de duelo— y ponga en marcha una carrera para que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) apruebe fármacos.

Desde los años noventa, varios investigadores han dicho que las formas intensas de duelo deberían clasificarse como una enfermedad mental, pues afirman que dado que la sociedad suele aceptar el sufrimiento de los afligidos como algo natural, no se les dirige a un tratamiento que pudiera ayudarlos.

Esperan que un diagnóstico ayude a los médicos a curar a la parte de la población que, a lo largo de la historia, se ha retraído en el aislamiento luego de una pérdida terrible.

“Eran los viudos y viudas que vistieron de negro el resto de su vida, que se apartaban del contacto social y vivían el resto de su vida en memoria del cónyuge que habían perdido”, explicó Paul S. Appelbaum, presidente del comité directivo que supervisa las revisiones de la quinta edición del Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales.

“Eran los padres que nunca lo superaron, y así hablábamos de ellos. En términos coloquiales diríamos que nunca superaron la muerte de su hijo”.

En todo este tiempo, los críticos de la idea han alegado enérgicamente contra la categorización del duelo como un trastorno mental, afirmando que dicha designación corre el riesgo de hacer patológico un aspecto fundamental de la experiencia humana.

Advierten que habrá falsos positivos, es decir, personas en duelo a las que los médicos les dicen que tienen enfermedades mentales cuando en realidad están superando, lenta pero naturalmente, sus pérdidas.

Y temen que el duelo sea visto como un mercado en crecimiento por las empresas farmacéuticas que intentarán convencer al público de que necesita un tratamiento médico para salir del duelo.

“No estoy en absoluto de acuerdo con que el duelo sea una enfermedad mental”, afirma Joanne Cacciatore, profesora asociada de trabajo social en la Universidad Estatal de Arizona, que ha publicado mucho sobre el duelo y que dirige Selah Carefarm, un centro de acogida para personas en duelo.

“Cuando alguien que es un experto, entre comillas, nos dice que estamos desordenados y nos sentimos muy vulnerables y abrumados, ya no confiamos en nosotros mismos ni en nuestras emociones”, dijo Cacciatore. “Para mí, eso es una medida increíblemente peligrosa y miope”.

Image “No estoy en absoluto de acuerdo con que el duelo sea una enfermedad mental”, dijo Joanne Cacciatore, profesora asociada de trabajo social en la Universidad Estatal de Arizona, que dirige un centro de acogida para personas en duelo. “No estoy en absoluto de acuerdo con que el duelo sea una enfermedad mental”, dijo Joanne Cacciatore, profesora asociada de trabajo social en la Universidad Estatal de Arizona, que dirige un centro de acogida para personas en duelo.Credit...Adriana Zehbrauskas para The New York Times ‘No nos preocupamos por el duelo’

Los orígenes del nuevo diagnóstico pueden remontarse a los noventa, cuando Holly Prigerson, investigadora en salud pública psiquiátrica, estudiaba a un grupo de pacientes de edad avanzada para reunir datos sobre la eficacia de los tratamientos contra la depresión.

Se percató de algo extraño: en muchos casos, los pacientes respondían bien a los medicamentos antidepresivos, pero su duelo, cuando se medía con un inventario estándar de preguntas, no presentaba alteraciones y permanecía alto sin cambio alguno. Cuando le señaló esto a los psiquiatras del equipo, ellos mostraron poco interés.

“El duelo es normal”, recuerda que le dijeron. “Somos psiquiatras, no nos preocupamos por el duelo. Nos preocupamos por la depresión y la ansiedad”. Su respuesta: “Bueno, ¿cómo saben que eso no es un problema?”.

Prigerson se puso a reunir datos. Concluyó que muchos de los síntomas del duelo intenso, como “la nostalgia, la añoranza y el anhelo”, eran distintos de la depresión y predecían malos resultados, como la presión arterial alta y las ideas suicidas.

Su investigación demostró que, para la mayoría de las personas, los síntomas del duelo alcanzan su punto máximo en los seis meses posteriores a la muerte. Un grupo de personas atípicas —calcula que es el cuatro por ciento de los afligidos — se queda “atascado y abatido”, dice, y sigue con problemas de humor, funcionamiento y sueño a largo plazo.

“Ya no vas a tener otra alma gemela y estás malgastando tus días”, expresó.

En 2010, cuando la Asociación Estadounidense de Psiquiatría propuso ampliar la definición de depresión para incluir a las personas en duelo, provocó una reacción violenta, reforzando una crítica más amplia de que los profesionales de la salud mental estaban sobrediagnosticando y sobremedicando a los pacientes.

“Hay que entender que los médicos quieren diagnósticos para poder categorizar a las personas que llegan a su consultorio y poder cobrar” a las aseguradoras, opinó Jerome Wakefield, profesor de trabajo social en la Universidad de Nueva York. “Eso supone una presión enorme” sobre el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales.

No obstante, los investigadores siguieron trabajando en el duelo, viéndolo cada vez más como algo diferente a la depresión y más relacionado con los trastornos del estrés, parecido al trastorno de estrés postraumático. Entre ellos se encontraba M. Katherine Shear, profesora de psiquiatría de la Universidad de Columbia, que desarrolló un programa de psicoterapia de 16 semanas que se basa en gran medida en las técnicas de exposición utilizadas para las víctimas de trauma.

Para 2016, los datos de los ensayos clínicos demostraron que la terapia de Shear daba buenos resultados en los pacientes que sufrían un duelo intenso, y superaba a los antidepresivos y otras terapias contra la depresión. Esos resultados reforzaron el argumento de incluir el nuevo diagnóstico en el manual, dijo Appelbaum, presidente del comité encargado de las revisiones del manual.

En 2019, Appelbaum convocó a un grupo que incluía a Shear, de Columbia, y a Prigerson, ahora profesora del Weill Cornell Medical College, para consensuar unos criterios que distinguieran el duelo normal del trastorno.

La pregunta más delicada de todas era esta: ¿qué tanto podría considerarse prolongado?

Aunque ambos equipos sentían que podían identificar el trastorno en las personas seis meses después de la pérdida, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría “rogó e imploró” para que se definiera el trastorno en términos más conservadores —un año tras el fallecimiento— a fin de evitar una reacción negativa por parte del público, comentó Prigerson.

“Debo decir que fueron muy inteligentes al considerar la política al respecto”, dijo. La preocupación era que el público “se iba a indignar, porque todos sienten un poco de dolor, aunque sea por su abuela a los seis meses de fallecida, todavía la extrañan”, indicó. “Parece como si hicieras del amor una patología”.

Si se toma el año como el término, consideró, el criterio seguramente será aplicable para más o menos el cuatro por ciento de las personas que han perdido a un ser querido.

El diagnóstico nuevo, publicado la semana pasada en la edición actualizada del manual, supone un gran avance para quienes llevan años sosteniendo que las personas con un duelo intenso necesitan un tratamiento adaptado.

“Es como el bar mitzvah de los diagnósticos”, dijo Kenneth S. Kendler, profesor de psiquiatría de la Virginia Commonwealth University que ha desempeñado un papel importante en las tres últimas ediciones del manual de diagnóstico.

“Es una especie de bendición oficial en el mundo”, dijo. “Es como si estuviéramos en el comité planetario de la Sociedad Astronómica Estadounidense decidiendo qué es un planeta o no: este está dentro, y a Plutón lo sacamos”.

Si el diagnóstico pasa a ser de uso común, es probable que popularice el tratamiento de Shear y también dé lugar a una serie de otros nuevos, como tratamientos farmacológicos e intervenciones en línea.

Shear dijo que era difícil predecir qué tratamientos surgirían.

“No tengo ni idea, porque no sé cuándo fue la última vez que hubo un diagnóstico realmente novedoso”, dijo.

Y añadió: “Sinceramente, estoy realmente a favor de cualquier cosa que ayude a la gente”.

Image M. Katherine Shear, profesora de psiquiatría de la Universidad de Columbia y directora fundadora del Centro de Duelo Prolongado, lleva estudiando esta condición desde 1995.Credit...Yana Paskova para The New York Times

Un ciclo de dolor
Amy Cuzzola-Kern, de 54 años, dijo que el tratamiento de Shear la había ayudado a salir de un ciclo terrible.

Tres años antes, su hermano había fallecido inesperadamente de un infarto mientras dormía. Cuzzola-Kern se encontró reviviendo obsesivamente los días y las horas que precedieron a su muerte, preguntándose si debería haber notado que se encontraba mal o haberle insistido para que vaya a la sala de urgencias.

Ella se había retirado de la vida en sociedad y tenía problemas para dormir toda la noche. Aunque había empezado a tomar antidepresivos y había acudido a dos terapeutas, nada parecía funcionar.

“Me encontraba en un estado tal de negación: no puede ser, esto es un sueño”, dijo. “Sentía que vivía en una realidad suspendida”.

Entró al programa de 16 sesiones de Shear, llamado terapia de trastorno de duelo prolongado. En las sesiones con un terapeuta, Cuzzola-Kern narraba su recuerdo del día en que se enteró de que su hermano había muerto, un proceso doloroso pero que la ayudó a eliminar el horror de la memoria. Al final, dijo, había aceptado el hecho de su muerte.

El diagnóstico, afirmó, solo importaba porque era la vía de acceso al tratamiento adecuado.

“¿Me siento avergonzada o apenada? ¿Me siento como una persona enferma? No. Solo necesitaba ayuda profesional”, declaró.

Sin embargo, otras personas entrevistadas dijeron que desconfiaban de cualquier expectativa de que el duelo debería concluir en un periodo específico de tiempo.

“Nunca pondríamos un marco de tiempo en torno a cuándo alguien debería o no debería sentir que ha salido adelante”, dijo Catrina Clemens, que supervisa el departamento de servicios a las víctimas de Madres contra la Conducción en Estado de Ebriedad, que ofrece servicios a los familiares y amigos en duelo. La organización anima a los afligidos a buscar atención de salud mental, pero no interviene en el diagnóstico, dijo un portavoz.

Filipp Brunshteyn, cuya hija de 3 años murió tras un accidente automovilístico en 2016, dijo que las personas en duelo podrían tener una regresión por el mensaje de que su respuesta es disfuncional.

“Cualquier cosa que insertemos en este trayecto que diga, ‘eso no es normal’, podría causar más daño que bien”, dijo. “Ya estás tratando con alguien muy vulnerable, y necesita validación”.

Establecer un año como punto para el diagnóstico es “arbitrario y algo cruel”, dijo Ann Hood, cuyas memorias, Comfort: A Journey Through Grief, relatan la muerte de su hija de 5 años a causa de una infección por estreptococos. Su propia experiencia, dijo, estuvo “llena de picos y valles y sorpresas”.

La primera vez que Hood entró en la habitación de su hija Grace después de su muerte, vio un par de mallas de ballet tiradas en el suelo donde la niña las había dejado caer. Gritó. “No el tipo de grito que proviene del miedo”, escribió más tarde, “sino el que proviene de la pena más profunda imaginable”.

Cerró la puerta de golpe, dejó la habitación sin tocar y acabó apagando la calefacción de esa parte de la casa. Al cumplirse un año, un amigo bienintencionado le dijo que era hora de limpiar la habitación —“nada peor que un santuario”, le dijo—, pero ella lo ignoró.

Una mañana, tres años después de la muerte de Grace, Hood se despertó y volvió a la habitación. Ordenó la ropa y los juguetes de su hija en cubos de plástico, vació la cómoda y el armario y alineó sus zapatitos en lo alto de la escalera.

Al día de hoy, no está segura de cómo llegó de un punto a otro. “De repente, miras hacia arriba y han pasado unos cuantos años, y estás de nuevo en el mundo”.

Ellen Barry cubre salud mental. Ha sido jefa del buró del Times en Boston, corresponsal internacional jefa en Londres y jefa de los burós en Moscú y Nueva Delhi. Fue parte de un equipo que ganó el premio Pulitzer al Reportaje Internacional en 2011. @EllenBarryNYT

NYT

jueves, 10 de diciembre de 2020

El famoso experimento de David Rosenhan que revolucionó la psiquiatría y resultó estar basado en mentiras.

En 1973 el psicólogo estadounidense David Rosenhan publicó un artículo en la revista científica Science que sacudió los cimientos de la psiquiatría.

Su trabajo, titulado "Sobre estar cuerdo en sitios de locos", resumía las conclusiones de un experimento que realizó entre 1969 y 1972, y que se ha convertido en uno de los más famosos en la historia de la psiquiatría.

El experimento consistió en internar a personas sanas en psiquiátricos.

Rosenhan y otros sietes voluntarios, todos sin problemas mentales, se presentaron en las oficinas de admisión de distintos hospitales psiquiátricos en Estados Unidos.

Usando identidades falsas, reportaron tener el mismo síntoma: dijeron que escuchaban una voz que decía una de tres palabras: "golpe", "vacío" o "hueco".

Según escribió el profesor de la Universidad de Stanford en su famoso paper, eso fue suficiente para que todos fueran internados.

Su trabajo también contaba que a pesar de que todos se comportaron con total normalidad una vez que se los admitió, varios de ellos -incluyéndolo a él- fueron retenidos por varios días.

Rosenham tuvo una de las internaciones más largas: a pesar de que les dijo a sus médicos que ya se sentía mejor y que quería irse, lo retuvieron durante 52 días.

Rosenhan denunció que él y otros voluntarios fueron internados en psiquiátricos a pesar de que no sufrían ninguna enfermedad mental.

El psicólogo también denunció el maltrato y la negligencia que recibieron él y el resto de los voluntarios de parte del personal del psiquiátrico.

Aunque todos eventualmente fueron liberados, a ninguno se lo juzgó cuerdo.

Siete de los ocho falsos pacientes fueron diagnosticados con esquizofrenia.

Crisis
El experimento de Rosenhan y sus lapidarias conclusiones causaron un fuerte cuestionamiento de la psiquiatría.

En particular, se cuestionó la capacidad de la psiquiatría de realizar diagnósticos y de distinguir entre la locura y la cordura.

El trabajo de Rosenhan tuvo una fuerte influencia en la sociedad y un gran impacto cultural.

Dos años después de que publicara su artículo, Hollywood produjo uno de los films más famosos -y más críticos- sobre la vida en un psiquiátrico: One Flew Over the Cuckoo's Nest ("Atrapado sin salida" o "Alguien voló sobre el nido del cuco").

La película, protagonizada por Jack Nicholson como un delincuente que finge tener una enfermedad mental para cumplir su detención en un hospital psiquiátrico en vez de una cárcel, arrasó con los premios Oscar en 1976.

One Flew Over the Cuckoo's Nest ("Atrapado sin salida") es una devastadora crítica de las instituciones psiquiátricas.

El movimiento de la "antipsiquiatría" impulsado por el estudio de Rosenhan llevó al cierre de instituciones psiquiátricas y cambió el diagnóstico de la salud mental en EE.UU., llevando a que se compilara una nueva edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (DSM-III, por sus siglas en inglés).

El psicólogo de la Universidad de Stanford se convirtió en una celebridad, y recibió un importante adelanto para escribir un libro que ampliara su investigación.

Sin embargo, curiosamente, nunca terminó ese proyecto potencialmente muy lucrativo.

"El gran farsante"
Casi medio siglo más tarde, una investigación realizada por una periodista estadounidense sugiere que el motivo por el cual Rosenhan nunca publicó ese libro es que el experimento original sobre el que estaba basado era una farsa.

Susannah Cahalan se interesó en el tema de la psiquiatría por un motivo muy personal: hace unos años fue internada en un hospital psiquiátrico tras ser diagnosticada con esquizofrenia, pero resultó que no padecía ese trastorno.

En realidad, sufría de una rara enfermedad autoinmune -un tipo inusual de encefalitis o inflamación del cerebro- y eso es lo que le daba los síntomas compatibles con la esquizofrenia.

La periodista de 35 años, que trabajó para el New York Post, escribió un libro sobre su experiencia, llamado Brain on Fire ("Cerebro en llamas").

Su interés por asuntos psiquiátricos la llevó a enterarse del famoso experimento de Rosenhan, que le interesó porque relataba algo similar a lo que había vivido ella.

Decidió investigar y escribir sobre el trabajo de Rosenhan.

El primer libro de Susannah Cahalan, "Brain on Fire", fue adaptado como película por Netflix en 2016.

En un principio quedó muy impresionada por el famoso artículo del psicólogo.

"Está muy bien escrito, es evocativo, es cautivante, está lleno de detalles reveladores sobre cómo es ser un paciente psiquiátrico, realmente no tuve una primera sensación de que algo estaba mal", le contó Cahalan al programa de radio BBC Inside Science.

"Fue cuando rastreé su libro no publicado y comencé a sumergirme en sus recuerdos que empecé a darme cuenta de que había inconsistencias entre lo que publicó en su paper y lo que escribió en este libro inédito".

"Luego hallé los registros médicos de David Rosenhan y fue entonces que empezaron a verse los problemas", reveló.

El "pseudopaciente" borrado
Cahalan trató de rastrear a los siete "pseudopacientes" que habían participado del experimento junto con Rosenhan, quien falleció en 2012.

Dice que fue como "perseguir fantasmas". Ni siquiera contratando a un detective privado logró dar con ellos.

Finalmente, tras años de búsqueda, halló a uno: Bill Underwood, quien en la época del experimento era un estudiante de posgrado en Stanford, donde Rosenhan enseñaba en el Departamento de Psicología.

Underwood le relató una experiencia similar a la que había descrito Rosenhan.

Rosenhan no incluyó en su estudio la experiencia de un noveno paciente falso: Harry Lando, quien describió su internación como "positiva".

Sin embargo, Cahalan descubrió que hubo un noveno "pseudopaciente" que participó del experimento, pero no fue incluido en los resultados finales.

Harry Lando también había sido un estudiante de posgrado en Stanford, reclutado por Rosenhan para su famoso trabajo.

Al igual que el resto de los voluntarios fue internado, diagnosticado erróneamente con esquizofrenia, y pasó 19 días en un hospital psiquiátrico en San Francisco.

Pero cuando Cahalan logró dar con él, descubrió que su experiencia había sido muy diferente a la del resto.

Lejos de criticar su hospitalización, Lando lo describió como una experiencia positiva.

"Él había estado profundamente deprimido cuando era estudiante, su matrimonio iba mal, vivía lejos del campus y no tenía amigos", cuenta Cahalan.

"Mientras que David Rosenhan describió un inframundo de abuso y abandono, Harry Lando describió su experiencia como casi mágica", afirma.

"Salió de su hospitalización de 19 días como una persona transformada".

¿Qué nos hace realmente felices en la vida?: algunas lecciones de Harvard tras 76 años buscando las respuestas "Harry Lando cree que su caso no fue incluido porque no se ajustaba a la teoría de David Rosenhan de que las instituciones psiquiátricas son lugares dañinos que deberían ser cerrados", dice la autora.

En su libro, The Great Pretender ("El gran farsante"), también cuestiona si realmente existieron todos los otros voluntarios que presuntamente participaron del experimento.

Mentiras y omisiones
Cahalan cuenta además en su obra que descubrió que el propio Rosenhan omitió detalles importantes sobre su hospitalización.

La periodista halló las notas que escribió el psiquiatra Frank Bartlett -el hombre que decidió internar a Rosenhan- sobre la primera entrevista que tuvieron.

Allí revela que Rosenhan no solo reportó tener alucinaciones auditivas (las palabras "golpe", "vacío", "hueco"), tal como escribió en su artículo.
También le dijo a Bartlett que era sensible a las ondas de radio y que podía escuchar lo que la gente pensaba.
Pero lo más grave, cuenta Cahalan, es que además afirmó que tenía tendencias suicidas.
Eso, dice la autora, justifica la decisión de internarlo.

"El doctor Bartlett no fue un mal médico que tomó una mala decisión (...) Fue un buen médico que hizo lo mejor que se podía hacer dada la información que recibió", afirma Cahalan.

La tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Desórdenes Mentales (DSM-III), publicado en 1980, surgió como consecuencia del trabajo de Ronsehan.

A pesar de sus críticas a Rosenhan y su defectuoso experimento, la periodista considera que tuvo un impacto positivo en la medicina de la época, ya que ayudó a mejorar el diagnóstico de enfermedades mentales a través de la tercera edición del DSM.

"Ese manual logró aunar los diagnósticos en un texto confiable, que los médicos podían utilizar para tildar diversos síntomas que podrían llevar a un diagnóstico, para que alguien en Arkansas tuviera el mismo diagnóstico que alguien en Pensilvania", le dijo a la BBC.

"El trabajo de David Rosenhan le dio un impulso a ese abordaje tipo lista de verificación, para hacerlo parte de la corriente dominante en la psiquiatría".



domingo, 5 de abril de 2020

Tres tipos de persona que hay que saber detectar para alejarse lo antes posible. Estos son los efectos devastadores de la tríada oscura de la personalidad.

La marquesa de Merteuil, interpretada por Glenn Close en Las amistades peligrosas, es un exponente genial de maquiavelismo. Carismática y arrebatadora, reduce a escombros la vida de hombres y mujeres que caen en sus redes, que no se dan cuenta de su influencia hasta que es demasiado tarde. Y este rasgo solo es uno de lo que en psicología se ha dado en llamar la tríada oscura de la personalidad. Fuera del cine, su influencia puede alcanzarte en la calle, en el trabajo y hasta en la cena de Navidad.

"De maquiavélicos, psicópatas y narcisistas está el mundo lleno. Se presentan como personas integradas en nuestras vidas y destacan por su gran magnetismo y unas dotes extraordinarias para la manipulación y la seducción", dice la psicóloga clínica Helena Romeu. "Es en la distancia corta cuando, sin que uno sepa bien cómo, inoculan su maldad hasta destruirnos", añade. Por supuesto, no todos se gastan las argucias de la marquesa de Merteuil ni son asesinos como Charles Manson, uno de los más sanguinarios de la historia, pero conviene estar prevenidos para evitar caer en sus redes.

Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychiatry considera que, aunque tienen algunos elementos en común, cada rasgo oscuro de la tríada sigue su propio patrón de agresión y respuesta despiadada. Por ejemplo, el narcisista tiene alguna probabilidad más de ponerse en el lugar del otro y podría tener un mayor autocontrol en su impulso de agresión cuando siente amenazado su ego. La psicopatía, sin embargo, puntúa alto en la falta de empatía y en todas las formas de agresión. El maquiavélico tiene empatía, pero muy reducida e insuficiente para imaginar lo que otra persona está sintiendo.

Con todo, según Romeu tienen algo en común: "A los tres les mueve el poder, los desafíos y el sexo superficial sin ningún control de sus impulsos y sin preocuparse de si su comportamiento es legal, honesto o decente. Hacen lo que quieren y cuando quieren sin compasión y sin inmutarse por sus consecuencias morales o sociales". Romeu define las pistas elementales que nos pueden ayudar a identificar a una persona maquiavélica, psicópata o narcisista.

El maquiavélico, virtuoso del embuste
Se mueve entre la intriga, la manipulación y la mentira. Maquina hasta conseguir lo que desea, deleitándose en su maldad. "Me convertí en una virtuosa del engaño. No buscaba mi placer, sino conocimiento. Consulté a los más estrictos moralistas para aprender como pretender ser, filósofos para saber qué pensar y novelistas para ver cuán lejos podía llegar y, al final, destilé todo en un principio maravillosamente simple: ganar o morir", describe la mencionada marquesa de Merteuil.

Aunque tiene mayor capacidad que un psicópata para identificar emociones, la utiliza en beneficio propio, según ha observado un equipo de psicólogos de las Universidades de Florida y del Sur de Alabama en un estudio con más de mil participantes, publicado en Personality and Individual Differences. Es algo que comparte con el narcisismo. "La frialdad emocional y la voluntad de manipular siguiendo su propio interés conforman uno de los puntos clave de la red del mal", advierten los autores.

El psicópata, un depredador integrado
Puede mostrarse arrollador, inteligente, carismático y con cierto encanto, pero es un auténtico depredador sin escrúpulos. Lo suyo es infringir las leyes del modo que sea. Es despiadadamente cruel, transgresor, manipulador y actúa siempre buscando su propio interés y la satisfacción de sus necesidades. En su afán perfeccionista se hace insensible al dolor. No siente el mínimo remordimiento, por muy deplorables que sean sus actos, y su capacidad destructiva crece cuanto mayor es su poder social y su coeficiente intelectual.

Un psicópata distingue entre el bien y el mal, y sabe calibrar su conducta para no ser cazado, pero no hay en ella ribete alguno de piedad, moralidad o preocupación ética. Son impulsivos y buscan el riesgo. No necesitan un motivo para que se desate un comportamiento violento, pero lo que más le irrita es que no se cumpla su "santa voluntad". Aunque el psicópata esté integrado en la sociedad, no se puede esperar de él una relación personal o de pareja sana, estable y duradera.

Se ha descubierto en la psicopatía alteraciones cerebrales, sobre todo en el lóbulo frontal, bien por malformación, enfermedad o daño cerebral. Algunos niños que han estado demasiado expuestos al dolor y a los malos tratos no desarrollan las conexiones neuronales convenientemente, pero con un ambiente adecuado esas estructuras se pueden modular y frenar la propulsión a la psicopatía.

El narcisista, castigado por su soberbia
Su grandeza irracional y desmesurada delata a veces a un tipo frágil. Su complejidad va más allá de la vanidad del joven Narciso, que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua. El narcisista se deleita en sus propias acciones y reacciona desproporcionadamente a cualquier hecho que pueda interpretar como amenaza a su creencia de superioridad. Desconoce la empatía y se las ingenia para que todo gire a su alrededor.

Según los resultados de los tests Narcissistic Personality Inventory, la población narcisista se ha duplicado desde 2012 y abunda en la clase política. Son personas que exageran sus talentos y se arrogan una autoridad que no les corresponde. Les encanta el poder y se muestran encantadores. Fantasean con el éxito, el brillo y la belleza. A pesar de que les faltan atributos para convertirse en líderes y conseguir el respeto de los demás, usan cualquier artimaña para hacerse con el control. Muchos niños tiranos que no conocen límites son narcisistas en la edad adulta.

En ese ego sobredimensionado, el narcisista se siente excluido de las reglas y deberes que rigen la sociedad. No acepta críticas y si alguna vez expresa un lamento es por su propio bien, no porque haya en él un mínimo de tristeza o remordimiento. Lo peor es que cuando no recibe la atención y la admiración esperadas, su hechizo se desvanece y en su desesperación puede llegar a ser muy destructivo.

https://elpais.com/elpais/2019/11/27/buenavida/1574887223_297755.html

domingo, 24 de junio de 2018

Analizando (científicamente) a Freud

La teoría del psicoanálisis revolucionó las mentes del siglo XX. Pero la obra del neurólogo austríaco no está exenta de lagunas. Su trabajo no se guiaba por el método científico. La psicología no son solo emociones.

No hay duda de que la obra de Sigmund Freud (1856-1939) ha sido un referente en la historia cultural del siglo XX. Sus ideas sobre sexualidad, religión, la mente humana y el psicoanálisis han influido en movimientos artísticos desde el surrealismo hasta el cine, donde encontramos referencias a su obra en directores tan opuestos como Alfred Hitchcock y Woody Allen. Freud también ha sido un referente para movimientos sociales tan importantes como el feminismo y para muchas corrientes filosóficas. Sin embargo, su aportación real a la ciencia, a la psicología o a la neurobiología es más controvertida.

El primer problema que encontramos en la obra del fundador del psicoanálisis es que su trabajo no se guiaba por el método científico, según el cual las hipótesis se confirman o se descartan en base a la experimentación. La mayoría de sus teorías se sustentan en sus observaciones, elucubraciones o especulaciones que directamente se dan por buenas sin someterlas a ningún ensayo o control. Hay que decir en su descargo que plantear experimentos en psicología es muy difícil, y en su época no existían muchas de las herramientas con las que contamos ahora.

El problema es que cuando las técnicas han estado disponibles, la mayoría de sus afirmaciones no han superado el escrutinio. El psicólogo experimental H.J. Eysenck lo resumía diciendo que en la obra de Freud lo que es cierto no es nuevo, y lo que es nuevo no es cierto. Tampoco ayuda el hecho de que el neurólogo tendía a exagerar sus propios logros y que la realidad histórica no siempre coincide con lo que él dejó escrito. Un ejemplo es el ensayo sobre la histeria escrito por el doctor Josef Breuer, mentor de Freud, en colaboración con su afamado alumno. En dicho informe se analiza el caso de la paciente Anna O., diagnosticada con esta enfermedad. Ambos desarrollaron una nueva terapia para solucionar su enfermedad, asumiendo que el problema estaba en el subconsciente. Fue un aparente éxito. La realidad es que Bertha Pappenheim (el nombre real de Anna O.), pasó mucho tiempo en hospitales psiquiátricos tras su presunta recuperación, lo que no le impidió convertirse en una de las figuras más destacadas del feminismo.

Hoy día la mayoría de expertos coinciden en que posiblemente sufriera una epilepsia del lóbulo temporal. Tampoco ayuda que la mayoría de los seguidores de Freud no trataron de hacer un análisis crítico de su obra y separar el grano de la paja, sino que agrandaron la brecha entre el psicoanálisis y el método científico. Sólo hay que ver cómo acabaron algunos: el célebre psicólogo suizo Carl Gustav Jung acabó hablando de ovnis, la obra de Jacques Lacan fue tildada de charlatanería y Wilhelm Reich acabó construyendo máquinas para acumular una inexistente energía llamada orgon y manteniendo una surrealista correspondencia con Einstein.

Tampoco se puede decir que Freud tuviera excesivo acierto o intuición a la hora de abordar los problemas psicológicos. Muchas de las interpretaciones que dio han resultado ser erróneas. Para él todo dependía de deseos y emociones, muchas de ellas subconscientes o reprimidas. Pero esto no necesariamente es cierto. Percibir el latido del corazón no significa que estemos enamorados, sino que es un reflejo de la realidad física de que este músculo bombea sangre. El cerebro también es un órgano físico, y como tal, muchos de los fenómenos que Freud interpretaba como fruto del subconsciente tienen en realidad una interpretación en su propio funcionamiento. El desarrollo del psicoanálisis y la premisa de que la mayoría de problemas psicológicos podían solucionarse con una terapia psicoanalítica ha supuesto un retraso de décadas en la investigación del cerebro y en el desarrollo de fármacos o tratamientos que pueden ser más útiles que interminables sesiones de terapia. De la misma manera que nadie atribuiría un infarto o una dolencia cardiaca a un desengaño sentimental, detrás de una depresión, una adicción o un trastorno bipolar no tiene por qué haber ningún sentimiento o trauma infantil, sino un problema en la síntesis de neurotransmisores o de exceso de ellos, para el que puede ser más efectivo una pastilla de litio que cientos de horas de charla en el diván.

¿Los sueños son interpretables (o no)?
Freud dedicó un libro de 800 páginas a la interpretación de los sueños. Para el neurólogo, estas proyecciones tenían la función de mantener al sujeto dormido y se podían interpretar como la realización de deseos no cumplidos en la vigilia. Si en el sueño no queda claro cuál es el deseo, se debe a que este se reprime y se enmascara, pero Freud defiende que un psicoanalista puede descifrarlo. Hoy sabemos que solo soñamos durante la fase REM, que representa el 25% del tiempo total que pasamos en la cama. Si Freud estuviera en lo cierto, pasamos un 75% de sueño “desprotegido”. La función de la fase REM es esencial para el organismo y se relaciona con procesos de regulación de la temperatura y de hormonas como la citocinas y el GABA, que influyen en el sistema nervioso. Según la neurobiología, la extrañeza de los sueños se debe a la activación del cerebro sin ningún estímulo externo, por lo que no tiene ningún significado oculto ni interpretable. De todas formas, usted mismo puede hacer la prueba. Cuando tenga un sueño extraño vaya a tres psicoanalistas diferentes para que lo interpreten. Luego compare si las teorías coinciden. ¿Imagina que le pasara lo mismo con una radiografía y la consulta de tres traumatólogos distintos?

https://elpais.com/elpais/2018/04/20/eps/1524243016_705830.html

viernes, 15 de julio de 2016

PSICOLOGÍA. La huella de la palabra

Distintos estudios apuntan a que eternos rivales como la terapia psicológica y los tratamientos farmacológicos podrían ser grandes aliados a la hora de propiciar cambios positivos en el cerebro.

LA PALABRA es el lenguaje del cerebro, es lógico pensar que, a fuerza de repetirla, acabe dejando una impronta. Estudios de neuroimagen demuestran que así es.

El cerebro es un órgano vivo que sufre cambios constantes: se transforma en función de lo que vemos, oímos, hacemos y decimos, y gracias a la neuroplasticidad, activa durante toda la vida, se sigue modificando hasta la muerte.

Los hallazgos a nivel molecular en este campo hicieron a Eric Kandel merecedor del Premio Nobel de Fisiología o Medicina en el año 2000. Sus descubrimientos se han ido comprobando mediante neuroimagen y siguen siendo objeto de estudio.

El cerebro funciona como un gran bloque interconectado. En él hay distintas regiones especializadas encargadas de decodificar información, almacenar recuerdos, regular emociones, decidir si una conducta es pertinente ante una situación determinada, qué estímulos de nuestro entorno son más o menos relevantes y, por tanto, merecen una mayor o menor atención, etcétera. La actividad cerebral es incesante: en función del momento, unas regiones están más activas que otras, optimizando así su funcionamiento y rendimiento energético. En algunos casos, determinadas regiones están activas cuando en condiciones normales deberían permanecer en reposo, por eso hablamos de enfermedad: funcionan mal.

Observemos la región conocida como cerebro emocional: el sistema límbico. En él conviven una estructura llamada amígdala, implicada en el procesamiento de emociones como el miedo, que se activa en situaciones de peligro; el hipocampo, órgano fundamental de la memoria, y áreas de gran especialización como, por ejemplo, la encargada del recuerdo de las vivencias traumáticas. En personas con fobias –miedo irracional ante un estímulo normalmente inocuo– observamos una hiperactividad del sistema límbico en general y en particular a nivel de la amígdala y el hipocampo. Ante estímulos que no suponen un peligro real, estas zonas deberían estar en reposo.

Diferentes técnicas de neuroimagen funcional han permitido estudiar la incidencia de la psicoterapia sobre el funcionamiento del cerebro en enfermedades mentales como la fobia, observándose una normalización de su funcionamiento tras un tratamiento adecuado. Los estudios han encontrado que la psicoterapia también provoca cambios a nivel de la corteza prefrontal o el cerebro lógico, que es la región responsable del pensamiento racional y otras funciones mentales superiores propias del ser humano. Se ha concluido además que a los cambios funcionales les siguen otros en la estructura cerebral, más estables a largo plazo, tras la aplicación de la psicoterapia. Curiosamente, se han detectado patrones similares con la psicoterapia y con los tratamientos farmacológicos, lo que sugiere que psicoterapia y medicamentos podrían funcionar de forma paralela.

Tradicionalmente hemos asistido al enfrentamiento de dos corrientes: las “biologicistas”, que centran sus conocimientos, las bases de la enfermedad mental y, en consecuencia, su solución en los procesos bioquímicos cerebrales, y las “psicologicistas”, que plantean que tanto el origen como la solución se encuentran en el ambiente. Sin embargo, esta tradicional rivalidad va perdiendo fuelle porque, según varios estudios, las intervenciones psicoterapéuticas también son biológicas, pues producen cambios a nivel bioquímico similares a los que producen los fármacos.

El poder del silencio

PSICOLOGIA El secreto del éxito del psicoanálisis está en el silencio del psicoanalista: es el paciente quien tiene que profundizar en su cerebro hasta extraer las conclusiones necesarias con ayuda del tiempo y de la pericia directiva del analista.

Diferentes técnicas psicoterapéuticas, como la terapia de orientación psicodinámica (el psicoanálisis) o la cognitivo-conductual, demuestran tener un impacto claro sobre el funcionamiento cerebral.

La fuerza de la repetición es la responsable de que funcione la terapia cognitivo-conductual, de ahí los famosos “deberes” que el terapeuta manda semana tras semana hasta conseguir una nueva huella cerebral.

http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/psicologia-cerebral/?por=friso

miércoles, 18 de junio de 2014

El exilio por una cuestión de conciencia

Llevo nueve años trabajando como psiquiatra en el Sistema Nacional de Salud, pero por primera vez he tomado conciencia del desamparo en el que viven las personas que se encuentran en una situación de gran fragilidad. Durante esta semana he tenido que abordar un caso de violencia intrafamiliar, la víctima posee un diagnóstico psiquiátrico. En primer lugar, tuve que vivir la frustración de que todos esos recursos que se presupone que existen para casos de violencia son falsos. Las órdenes de alejamiento tardan hasta 72 horas en ser emitidas, los alojamientos de emergencia son escasos y es necesario tener un perfil muy definido, no hay un servicio de acompañamiento a las víctimas para realizar trámites o simplemente para recoger sus efectos personales antes de instalarse en una nueva vivienda.

Resulta vergonzoso comprobar cómo el Estado se gasta millones de euros en campañas para la prevención y la concienciación, pero es incapaz de crear la infraestructura necesaria que garantice una cierta protección. En este momento, me resulta absolutamente comprensible que a pesar de los esfuerzos realizados en apariencia, las víctimas de violencia de género crezcan todos los años...Mi segunda gran frustración se ha producido recientemente. Me resulta profundamente decepcionante formar parte de una sociedad hipócrita, donde todo se camufla bajo discursos basados en lo políticamente correcto. Siempre he ejercido mi profesión desde una idea de cambio y recuperación, pero en este momento me resulta evidente que solo ejerzo un rol de agente de control social. Hace unas semanas el señor Gallardón en su reforma del Código Penal propuso el internamiento prolongado de pacientes psiquiátricos por peligosidad potencial, sin que hayan cometido ningún delito. Ésa va a ser mi función a partir de ahora, la gestión de cadenas perpetuas encubiertas de personas inocentes. Ante todo esto, lo único que puedo decir es que si en momentos me planteé la emigración como una opción económica, hoy me planteo el exilio por una cuestión de conciencia.—   Ciudad Real 16 JUN 2014 - El País

domingo, 4 de mayo de 2014

Rumiar pensamientos: camino directo a la ansiedad y depresión. BBC Mundo

Darle vueltas una y otra vez a nuestros problemas nos hace más vulnerables a la ansiedad y la depresión, según el mayor estudio sobre estrés efectuado por vía online en Reino Unido.

Si bien los psicólogos dicen que cierta dosis de reflexión tiene consecuencias positivas para nuestra calidad de vida, ofuscarnos en nuestros pensamientos es contraproducente para la salud mental.

La introspección obsesiva es la antesala de la ansiedad y las depresiones, según los resultados de este estudio.

clic El informe fue elaborado por BBC, en colaboración con psicólogos de la Universidad de Liverpool. Revela que dedicar mucho tiempo a rumiar nuestros problemas es un camino directo a la ansiedad y la depresión, las patologías mentales más comunes en Reino Unido, según la organización Mental Health Foundation.

Los profesionales de la salud ya coincidían en que darle demasiadas vueltas a los problemas no nos acerca a su solución.

Esta nueva investigación llega a asegurar que es mayor el impacto psicológico del pensamiento compulsivo que el del propio problema que creemos estar resolviendo.

Un total de 32.827 personas de 172 países participaron en el test. "Hemos descubierto que los individuos que no rumian sus problemas ni se culpan por las experiencias negativas de su vida tienen niveles de depresión mucho menores que las que sí lo hacen", aseguró Peter Kinderman, el profesor de psicología clínica que lideró el estudio.

Una de cada cuatro personas sufren algún trastorno mental durante su vida.

La mente humana es una máquina compleja y existe consenso en que no hay una única causa para la depresión y la ansiedad. Eso sí, algunos factores tienen más impacto que otros.

El estudio mostró que los traumas que más inciden en el desarrollo de una depresión son el abuso sexual o haber sufrido de acoso escolar o "bullying" durante la adolescencia. Le siguen los problemas familiares, la educación, el salario, las relaciones personales, el estatus y la inclusión social.

"Pero estos traumas por sí mismos no fueron la única causa", dice Kinderman. Entre los agentes que agravan esos problemas, rumiar se mostró más nocivo que autoculparse.

Pensamientos en redondo
Tener pensamientos negativos iguales sobre lo mismo una y otra vez es algo bien conocido para Teresa, una mujer que prefiere no dar su nombre real.

Esta mujer de 50 años, originaria de Essex, en Inglaterra, ha abordado sus problemas con esa actitud durante años. Está casada desde hace 20 años y tiene 2 hijos. Como ella, la mayoría de los participantes en este estudio tenían una relación estable.

Pese a tener una vida familiar feliz, no logra controlar los pensamientos negativos.
"Si estoy estresada en el trabajo o en casa estos pensamientos me asaltan y no soy capaz de racionalizarlos. Me enfado conmigo misma por permitir que sean ellos los que controlen mi cabeza y no yo a ellos", dijo Teresa a BBC.

Como Teresa, muchas otras personas luchan con sus problemas mentales diariamente en el mundo. Una de cada cuatro personas sufre algún transtorno mental a lo largo de la vida, según datos de la Organización Mundial para la Salud.

¿Cuál es el impacto de los problemas mentales en el mundo?
Una de cada cuatro personas sufren algún trastorno mental durante su vida.
Es una de las principales causas de discapacidad a nivel global de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud.
Sólo en 2010 las enfermedades mentales tuvieron un coste mundial de US $ 2.5 billones, según el Foro económico mundial.
Los psicólogos han llegado a calificar esta manía de magnificar nuestros problemas reproduciéndolos una y otra vez como una enfermedad mental "silenciosa". Su impacto en nuestra salud es frecuentemente subestimado, pero juega un papel en casi cualquier problema mental, desde el trastorno obsesivo compulsivo a los trastornos de la alimentación.

Un mensaje positivo
Entonces, ¿cuál es la importancia de esta investigación para personas con problemas mentales?
"Es obvio que es sólo un estudio, pero yo creo que nuestra contribución es muy significativa", dice Kinderman. "Para las personas afectadas, da el mensaje de que hay esperanzas para una solución", comenta Ellie Pontin, una psicóloga clínica que estuvo también involucrada en la investigación.

"Es muy duro escuchar que tus problemas están causados por algo que sucedió en el pasado y no puede ser cambiado. Sin embargo, la manera en que piensas sobre ellos es algo que los pacientes pueden controlar", comenta Pontin.

"Es un mensaje muy positivo", refuerza Angela Clow, profesora de psicofisiología en la Universidad de Westminister.

"Ayudar a alguien a afrontar sus procesos de negatividad no es una tarea única de los psicólogos clínicos. No siempre es necesario que los pacientes se sometan a un proceso psicológico muy caro. Otros profesionales de la salud pueden ser entrenados para ofrecer a sus pacientes trucos psicológicos y técnicas que ayuden a cortar la espiral de negatividad", dice Clow.
Fuente: BBC

sábado, 31 de julio de 2010

Entrevista a Guillermo Rendueles Olmedo, psiquiatra y ciudadano comprometido

"He impuesto un orden al caos de la vida"
«La antipsiquiatría preveía un futuro perfecto y no se cumplió, más por la insolidaridad social que por el modelo» «El psiquiatra ni cura, ni enseña a vivir, ni absuelve de pecado»
Guillermo Rendueles Olmedo (Gijón, 1948), psiquiatra y activista durante muchos años, militó en el Partido Comunista en la clandestinidad y lo penó con rigor. Hijo de la burguesía gijonesa, discípulo de José Luis García Rúa, avanzado de la antipsiquiatría, autocrítico con las limitaciones de su disciplina, sus ideas han tenido en los últimos años una deriva libertaria.
-Acabó la carrera en 1970, con 23 años. ¿Ya conocía a su mujer?
-Conocí a María Jesús en 1969, en «Gesto», y García Rúa nos daba clases de alemán en su casa. Al acabar la carrera empecé la mili en la Marina, en el Ferrol. Intenté aprovechar las relaciones de mi padre para un enchufe, incluso con Torcuato Fernández-Miranda, pero valían más los informes de Claudio Ramos. Cuando llegué al Ferrol me llamó expresamente el vicealmirante -me hicieron vestirme de gala para verlo- para decirme que si las cosas fueran como debían, me ahorcarían y me advirtió de que tendría una mala estancia...
-Hace la residencia en Oviedo.
-El primer MIR de España. Se inaugura el Hospital General de aquel gobernador civil del Opus Dei, López Muñiz, que trae un «staff» muy prestigioso de EE.UU. Montoya, venía de Canadá; Pepe García, años después consejero de Sanidad, de Alemania.
-¿Ya le interesa lo que hace?
-Sí. Había un ambiente muy competitivo, por la excelencia científica, y muy idealista, por la construcción de una sanidad pública. La psiquiatría estaba muy ideologizada. El mejor modelo para la psiquiatría era la autogestión. El discurso psiquiátrico era la antipsiquiatría. Encontramos un manicomio enorme con 800 locos y secciones cerradas, abiertas y semiabiertas. Vivíamos allí, en una residencia. El análisis era que el problema de la psiquiatría no es el cerebro, sino el encierro. Los síntomas de lo que llamamos locuras se deben más al encierro que a la enfermedad.
-¿Cómo lo ve hoy?
-La teoría de Erving Goffman sobre las instituciones totales -cárceles, cuarteles, manicomios...- me parece correcta. Franco Basaglia -a quien algunos van a ver a Gorizia (Italia) y viene a España- es muy deslumbrante, pero hoy sabemos que el defecto esquizofrénico continúa aunque derribemos la institución. Entonces las ideas antipsiquiátricas recorrían el mundo y no moderaron su entusiasmo hasta los ochenta. Para escuchar la voz del enfermo creamos una minicomunidad terapéutica en la que se votaban los permisos y en la que te confundían si no llevabas bata. De los 800 internos, muchos no tenían que estar allí, era el estigma, y el manicomio es un ambiente pobre en estímulos. Ese efecto secundario lo comprobamos hoy en enfermos que no han pasado por el manicomio. En aquel discurso tan ideológico se creía que en el futuro habría menos psiquiatras porque la población sería más cordial, y menos medicamentos. Hoy vemos que se ha psiquiatrizado la sociedad y se acude a la ayuda profesional en lugar de gestionar los propios problemas. El «pope» denostado de entonces, López-Ibor, acertó más cómo sería nuestra práctica que mi amigo y aplaudido Carlos Castilla del Pino, porque recetamos más antidepresivos. Hay locos que desatar, que necesitan un trabajo y una sociedad acogedora, pero la realidad es que salen a una sociedad hostil en la que, si no hay trabajo para los sanos, imagínate para ellos. Nadie los quiere cerca: o los acoge la familia o los ves vagando. Preveíamos un futuro perfecto que no se cumplió, más por la sociedad insolidaria que por el modelo.
-La psiquiatría ahora.
-Es una práctica muy confusa. La medicina moderna se basa en la radiología y el laboratorio mientras que el psiquiatra pretende hacer una medicina sin prueba. Con pocos datos tienes que hacerte idea de la intensidad de una depresión y recetar fármacos brutales que pasaron de no costar casi nada a ser carísimos...
-Pero receta drogas legales.
-Otra falsa promesa. Ninguna droga mejora la vida. Si la hubiera, yo la tomaría.
-Tuvo un MIR conflictivo.
-Tres huelgas seguidas. Ganamos las dos primeras: formar parte de los órganos de dirección y que el MIR, que era beca, se convirtiera en contrato. Perdimos la tercera: evitar que entrara un enchufado. Hicimos un encierro y acabaron con todo, con despidos en el «staff» y sin dejar un residente. Es verdad que el Partido Comunista trató de capitalizar aquello, que hubo solidaridad de los mineros, que estuvo Gerardo Iglesias, pero esta lucha no era un pretexto contra el régimen. El equipo desperdigado llevó la reforma psiquiátrica por toda España...
Dejó el PCE en el congreso de Perlora en 1978.
-Los que se fueron del PCE entraron en el PSOE. Herrero Merediz contaba en reuniones que el PSOE necesitaba técnicos. Yo dije que «ni cargado de duros», frase que me hizo perder amigos. Reenganché la política en la fundación de Izquierda Unida, pero con actividad muy «light». Ahora tengo una deriva libertaria a la que llego por Fernando Álvarez-Uría, por la revista «Archipiélago». Sigo a Robert Castel, que hereda la antipsiquiatría, y a Foucault. Mi última pelea es la insumisión. Mi hijo César, un estudiante brillante, se hace insumiso, lo procesan y lo condenan a dos años. Ahora dirige «La Dinamo», la revista animosa...
-¿Mereció la pena todo esto?
-Doy gracias no sé a quién por la buena vida, por ser un privilegiado, estar sano, sin guerra, hacer carreras y dar charlas a chicos que en las «manifas» primero creen que soy «poli» y luego «uno de los nuestros». He dado sentido a la vida, he impuesto un orden a este caos.
Javier Cuervo, La nueva España de Oviedo. Leer sobre otros "antisiquiatras"; David Cooper, R. D. Laing y Thomas Szasz.