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lunes, 8 de mayo de 2017

Algunas notas acerca del pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez. Revaloración marxista de la moral en la filosofía de la praxis

Alberto Quiñónez

Los problemas propios de la ética fueron una preocupación constante en el pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez, desde obras relativamente tempranas hasta las últimas que publicara en vida. Tres son los libros en que Sánchez Vázquez desarrolla con suficiente énfasis sus puntos de vista acerca de la ética y la moral: Ética (1969), Entre la realidad y la utopía (1999), Ética y política (2007). Esto no agota que en sus más de treinta publicaciones restantes no aborde, con mayor o menor extensión y profundidad, algunos tópicos propios de la reflexión ética. Casos concretos lo representan algunas secciones de los libros Filosofía de la praxis (1967), Del socialismo científico al socialismo utópico (1975), Escritos de política y filosofía (1987), El valor del socialismo (2000), entre otros.

¿Pero de dónde surge la preocupación de Sánchez Vázquez por la moral y la ética? Para responder a esta pregunta cabe recordar que la corriente predominante en el marxismo, después de la III Internacional, tenía de fondo una concepción teleológica de la historia. Tanto el materialismo dialéctico como el materialismo histórico eran subsumidos, respectivamente, por una metafísica de corte materialista y por una teleología historicista que hacían del ser humano y de la historia simples objetos de conocimiento, para cuyo tratamiento era válido un conjunto de reglas propias de las ciencias positivas. La historia, de hecho, presentaba leyes equiparables a las que rigen en las ciencias físicas, siendo su dinámica incluso predecible: las leyes de la historia explicaban y predecían la ineluctable caída del capitalismo.

Con esto, el marxismo quedaba preso en la cárcel hegeliana de la teleología y el determinismo, lo que significaba, para el ser humano, el vaciamiento moral de sus acciones concretas. Si las leyes de la historia explicaban el paso de un modo de producción a otro como el resultado inmediato de la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones sociales de producción, y si por tanto ello derivaría en la caída del capitalismo, el cual además sufría de crisis ingénitas y recurrentes de las que no podía escapar, si –repetimos- todas estas condiciones impersonales se daban de forma forzosa, por leyes que operaban más allá del hacer concreto de los seres humanos, las acciones de estos no importaban ni aportaban al sentido general de la historia.

La infravaloración de la intencionalidad moral ha sido uno de los grandes obstáculos de los movimientos emancipatorios, conduciendo a muchos de estos al fracaso. Si no existe un compromiso radicado en la moralidad de los seres humanos que conforman un proyecto político, difícilmente éste puede hacerle frente a los embates del enemigo de “clase” que, como el mismo Sánchez Vázquez reconoce, está hoy en día configurado por diversos polos de ejercicio de la dominación y no sólo por la burguesía o los poseedores de medios de producción. Sólo un convencimiento y una acción congruente con él, puede hacer de la lucha de clases un proceso verdaderamente emancipatorio, manteniendo el equilibrio entre la efectividad de la acción política y los principios o valores de los sujetos.

En efecto, es en el campo de la moral donde se debate un elemento fundamental de la praxis: la motivación conducente hacia un fin y no sólo la ideación del fin como tal. Ya Marx sostenía que uno de los elementos diferenciadores del ser humano era el carácter proyectivo de su conciencia, su capacidad de proyectar y de fundamentar sus acciones sobre una base racional. La conciencia sería el plano donde se establece la motivación y es el punto de partida de cualquier actividad práctica. No obstante, la motivación misma es configurada alrededor de la valoración de aquello que el sujeto considera bueno o malo. Una praxis auténtica es aquella que asume como propia y moralmente justificada, la finalidad a la que conduce sus acciones.

Marx señala: “Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar por su perfección a más, de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal. El obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin…”1.

Como ya se dijo, a este ámbito de la proyectividad le acompaña de forma indisoluble la valoración moral y es en dicho terreno donde se encuentra el momento decisorio y diferencial entre una praxis conservadora y una praxis orientada a la transformación del mundo. Es pues la potencia moral del ser humano, su capacidad de establecer gradientes morales (lo bueno y lo malo), y su capacidad ética, su reflexión y valoración de tales gradientes, lo que permitiría aproximarse a unos fines determinados vinculados a la emancipación humana, es decir, ejecutar una praxis que sea efectiva en el logro de los fines, en la medida en que el logro de estos supone una realización de valores que plenifica con su significación la conciencia de los sujetos.

Todo esto ocurre en la historia, es decir, en medio de condiciones históricas dadas y de sujetos sociales concretos y no en un plano abstracto y universal, de entidades y conciencias puras. Si la historia está sujeta a un desenvolvimiento dialéctico, también lo está la moral; ésta tiene pues un carácter dialéctico, que remite a las contradicciones entre materialidad y conciencia, y un carácter histórico, por lo que la moral no posee una referencia fija a principios siempre vigentes, sino que se encuentra en función de las necesidades vitales del ser humano, mismas que son materiales pero también espirituales, no necesariamente religiosas sino relativas a un ámbito de comunión de las instancias diferenciables pero no identificables de sujetos distintos, de un yo y un otro.

La moral, pues, se encuentra estrechamente vinculada a la praxis en un sentido general en la medida en que el solo acontecer práctico, sin mediación moral que sirva de justificación y principio de asunción, es decir, sin que en dicho acontecer haya una realización volitiva del sujeto, tal acontecer adquiere un carácter inauténtico, porque su ejecución tiene a la base una heteronomía, una determinación exógena, o una autonomía falsa, porque no está necesariamente inscrito en el horizonte moral del individuo. La autenticidad de la práctica, que la define propiamente como praxis, contiene esa congruencia moral por la que la práctica posee un carácter autónomo, no impuesto, sino libremente asumido y, en cuanto tal, asentado sobre la estructura y la dinámica identitarias de los seres humanos.

Hay también que mencionar que para Sánchez Vázquez, un tema impostergable, haciendo eco de lo que ha señalado Diana Fuentes2, es la reflexión acerca de la moral, la ética y la praxis, vinculada a las programáticas políticas de las izquierdas. En este sentido, la intención de Sánchez Vázquez, fiel a su ideario político, es fortalecer la práctica de sectores claramente definidos: aquellos que asumen como propia la tarea de cambiar la realidad de forma radical. La moral de la que entonces hablará Sánchez Vázquez es cada vez menos parecida a una moral abstracta y universalizable, sino más bien que encuentra como destinatario e interlocutor a un sujeto específico del espectro social del mundo actual: las mayorías excluidas y sojuzgadas por el sistema mundial de dominación.

La praxis emancipatoria se fundamenta sobre el discernimiento moral de que la liberación de las mayorías explotadas, marginadas, excluidas, es algo bueno y, por ende, algo deseable. En el ámbito de la objetividad, esta praxis encuentra fundamento en las condiciones históricas en que puede concretarse un proyecto político que permita a las mayorías liberarse paulatinamente del yugo del capitalismo, el racismo, la discriminación etaria y de género, entre otras. Pero, en el ámbito de la subjetividad, la praxis emancipatoria tiene su fundamento en la asunción del individuo –y del colectivo- de nuevos valores, nuevas prácticas, nuevas formas de concebir e interpretar la realidad y al ser humano mismo, es decir, se fundamenta en elementos eminentemente axiológicos, en una ética cuyo eje sea el ser humano.

Ahora bien, al hablar de nuevos valores y de nuevas prácticas, el discernimiento ético descriptivo es insuficiente, a pesar de ser indispensable, para fundamentar el camino de una praxis emancipatoria. En este sentido, la descripción ética debe dar paso, necesariamente, a una ética prescriptiva que establezca un marco de valores mínimos que deben ser asumidos y promovidos por los movimientos que se plantean la transformación radical del mundo. Tal marco de valores, no obstante, no debe entenderse como un catálogo abstracto de principios inamovibles en el decurso histórico, sino más bien todo lo contrario: un marco de valores cuyo origen es la realidad histórica concreta en la que el sujeto se desarrolla y ante la cual debe responder de una forma más o menos determinada.

La importancia de una ética prescriptiva es mucho más visible cuando se tiene en cuenta que hacer política implica toda una serie de procesos en los que intervienen diferentes actores sociales, incluso aquellos que forman parte del enemigo de clase o que no necesariamente concuerdan con la necesidad de cambiar la realidad, procesos en los que debe negociarse, en los que deben establecerse tácticas para alcanzar determinados objetivos, en los que debe existir cierto grado de pragmatismo, sin que éste, claro está, subsuma o reemplace la autenticidad y radicalidad de los proyectos de liberación. Igualmente, el asedio de la ideología de la dominación, que ciertamente es multidimensional y diversa, implica el riesgo perenne de la alienación del sujeto revolucionario y la tergiversación de su proyecto.

Muchos movimientos emancipatorios, en efecto, han entrado en crisis precisamente porque han asumido valores y prácticas propias de una moral excluyente. Un claro ejemplo es, actualmente, el viraje de las otrora fuerzas anticapitalistas hacia una agenda de carácter neoliberal, que ha sido más visible en el caso de los partidos políticos. Además de esta inoculación neoliberal en las agendas políticas de la izquierda, ha sido manifiesta la generalización de la corrupción, el nepotismo y el compadrazgo, que no expresan sino el alejamiento de las instituciones y movimientos de izquierda de los valores democráticos y humanistas. La crítica filosófica debe negar el marco axiológico de la dominación de clases, mientras hace de la dignidad humana el punto de partida ineludible de un proyecto político verdaderamente emancipatorio.

De esta manera, hay en la filosofía de la praxis o, más precisamente, en el marxismo entendido como una filosofía de la praxis transformadora del mundo, una revaloración y redimensionamiento de la moral, siendo ésta considerada como una instancia fundamental para la efectualización de procesos sostenibles y radicales, especialmente en el plano político donde tal radicalismo –que no significa ni dogmatismo ni izquierdismo en el sentido que lo entiende Lenin-, se vuelve necesario para abanderar reivindicaciones verdaderamente revolucionarias, por un lado, y para hacer un verdadero trabajo de contrahegemonía, por otro. De esta forma, la filosofía de la praxis, el marxismo crítico, establece el binomio entre ética y política como uno de los polos sobre los que se estructuraría todo intento auténtico de transformación social.

No se ha tratado aquí de agotar una de las vetas más prometedoras del pensamiento de Adolfo Sánchez Vázquez, pues ello requiere profundizar en varios de los elementos que aquí sólo han quedado señalados. Sin embargo, consideramos importante señalar una hoja de ruta que permita ir profundizando, paulatinamente, en los aportes de Sánchez Vázquez al campo de la ética y la filosofía política y, en la medida de las posibilidades, hacer uso de sus planteamientos para interpretar y, más importante aún, transformar la realidad de opresión que circunda a los países latinoamericanos. A diferencia de lo que Hegel concluía, la filosofía tiene mucho que decir; pero la batalla principal contra el sistema no se dará en el campo teorético sino en el de la praxis.

Bibliografía
Sánchez Vázquez, A. De Marx al marxismo en América Latina. Editorial Ítaca. 2012.
Sánchez Vázquez, A. Del socialismo científico al socialismo utópico. Editorial Era. México D. F., 1981.
Sánchez Vázquez, A. Entre la realidad y la utopía: ensayos sobre política, moral y socialismo. FCE. 1999.
Sánchez Vázquez, A. Ética. Crítica. Barcelona, 1978.
Sánchez Vázquez, A. Ética y política. FCE-UNAM. México D. F., 2007.
Sánchez Vázquez, A. La filosofía de la praxis. Siglo XXI editores. México D. F., 2003.

Notas:
1.  Marx, K. El capital. Tomo I. FCE. México, D. F. 1964. Págs. 130 – 131. Subrayados del autor.
2.  Fuentes, D. Intervención en el conversatorio “Los caminos de la praxis y el discurso crítico: Sánchez Vázquez y Echeverría”. Seminario Permanente Pensamiento Crítico Latinoamericano Bolívar Echeverría. CIESPAL. México, D. F. Noviembre, 2016.

Alberto Quiñónez es miembro del Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC).

domingo, 9 de octubre de 2016

PENSADORES DEL 21 José Luis Villacañas: “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia”. El pensador, catedrático de Filosofía de la Complutense, advierte del peligro de procesos de burocratización y estrechamiento intelectual de partidos como el PSOE. “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible”.

“Y volverán a pasar las ovejas ante la mano del que las cuenta”
Jeremías, 33, 13

Prefiere, humilde, las citas de otros a las suyas propias. Y existen millones de referencias del pensador, historiador, poeta y filósofo, de extensísima bibliografía que abarca tesis, ensayos, novelas, artículos periodísticos o memorias. Como las que encabezan esa cita bíblica de Jeremías, La mano del que cuenta, en las que el narrador, modesto, tampoco se explica a sí mismo, sino las vivencias de una familia de campesinos andaluces que marcaron su existencia: “Max Weber decía que la peor condición social de todas es la del campesino. Mi padre se aferró a su trozo de tierra en el que encontró la doble condición de la libertad absoluta y la esclavitud total. A esas virtudes le debo todo lo que soy: la vinculación libre a la filosofía que es, a la vez, autoesclavización y resistencia. La manía de leer es tan pulsional como la de arar. Yo no sé leer sin subrayar y creo que es en la lectura donde dejo la huella que deja el arado”.

Hoy José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) ara frente a un ordenador de un sobrio despacho de la facultad de Filosofía de la Complutense en la que sorprende una enorme pancarta: "Filosofía no se cierra". Por ahí, por el difícil porvenir de las humanidades, empieza el discurso del catedrático, director del Departamento de Historia de la Filosofía: “A la especie humana le cuesta mucho aprender. Es muy sintomático que se pongan en cuestión las humanidades cuando se están observando por doquier los devastadores efectos de las sociedades poco formadas, poco reflexivas, poco capaces de orientarse en su propia historia. El fundamentalismo, el populismo, el nacionalismo fanático, solo se curan con las humanidades. Y sin embargo, ante ese precipicio, la respuesta es más barbarie e incapacidad de hacernos con nuestro propio legado cultural”.

A pesar de la humildad de su entorno, él dice que tuvo la “inmensa fortuna” de educarse en el colegio de la Sagrada Familia de Úbeda, en el que iban a morir los jesuitas de La Sapienza de Roma, gentes de “extraordinario valor intelectual”, que “hicieron creer a mi familia –renueva su modestia- que yo tenía cierto horizonte”. Y vaya si lo tenía. En la Universidad de Valencia se licenció gracias a una beca que le costeó carrera, manutención y estancia en el centenario colegio mayor San Juan de Ribera, “un palacio construido en el s XVI sobre la fortaleza musulmana de Burjassot, un sueño para cualquiera”. Y de allí salió licenciado, casado y kantiano.

Vuelve a sus orígenes para explicar el porqué de su tesis y sus decenas de ensayos sobre Immanuel Kant. “En el hablar de la gente de mi entorno social, de mi abuelo, de mi padre, se reiteraba la expresión ‘esto no es de ley’. Un querido amigo lo identificó en mis memorias y dijo -y es lo más bonito que han dicho nunca de mí- ‘Ahora comprendemos por qué José Luis tenía que dedicarse a Kant’. Ya era un kantiano incluso antes de saber quién era Kant’”. Eran los años previos a la muerte de Franco, “el ambiente intelectual estaba dominado por la escolástica católica y el marxismo, dos formas residuales del enfrentamiento español, de las dos Españas”. Frente a eso, el estudioso pensó que “el país necesitaba hacerse fuerte en una condición moderna y Kant significaba la modernidad crítica pero perpetuadora de valores como la libertad individual, el sentido del deber, la estructura democrática… una tercera España”.

“Hoy soy un viejo kantiano decepcionado”, continua después de la interrupción de una jovencísima alumna de mirada temerosa. “Creía que la Ilustración era abrir los ojos, pero no basta con abrir los ojos. Mi último libro kantiano se titula así Dificultades con la Ilustración. Pensábamos que iba a correr más y no ha corrido tanto. De hecho, todo lo que está pasando en España forma parte de un estancamiento intelectual que empieza a registrarse en el segundo mandato de Aznar, en el momento en el que España se siente satisfecha. El defecto histórico de este país siempre ha sido ese: sentirse satisfecho demasiado pronto. Ahí está el origen de todos nuestros males”.

“¿Hablamos de Pedro Sánchez, de Susana Díaz?” y ríe Villacañas con la pregunta. Una risa breve, de segundos. Enseguida le cambia el rostro al filósofo que confiesa, por tradición familiar, su cercanía al Partido Socialista. “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia. Antes, cualquiera que tenía algo que decir lo canalizaba colaborando con el PSOE, pero a partir de los 80 el partido fue expulsando de su seno todo lo que tenía que ver con la intelectualidad, fue estrechando la capacidad de integración y generando una lógica de ‘alto cargo’. Todo el que se acercaba al PSOE, yo entre ellos, era sospechoso de buscar el botín. Aquello construyó un partido burocrático, sin ideas, sin frescura y sin capacidad de conectar”.

Y advierte de que procesos como el del PSOE, que extiende a otros partidos, no tienen vuelta atrás: “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible; la siguiente generación será una generación desnortada”, afirma. Exceptúa a Podemos y lo explica con lo que día a día observa en el campus o en su facultad. “Aquí cualquiera se avergonzaría de decir que pertenece al PSOE o al PP. El que se siente vivo explora la posibilidad que tiene de emplear su inteligencia alrededor de Podemos, o de gente como Iñigo Errejón que permite que la inteligencia opere a su lado”.

Con el número dos de la formación de Iglesias debatió no hace demasiado sobre su penúltimo libro ‘Populismo’, un ensayo en el que el filósofo se distancia de Ernesto Laclau y de su “operación de laboratorio, una idea tecnificada” a la que opone la tradición política, contrastada en la práctica, del republicanismo. “La tesis del libro es que el populismo es una comunidad de salvación en tiempos en los que no existe salvación. Está justificado como reacción, porque politiza las sociedades frente a la despolitización del neoliberalismo. Pero si el populismo quiere ser algo más que un muro de contención temporal tiene que estar en condiciones de canalizar la pasión política hacia el republicanismo, que sí tiene una teoría económica, social e institucional alternativa al neoliberalismo”.

Y así, como quien no quiere la cosa, entra de lleno Villacañas en el debate entre las dos corrientes de Podemos: “la que se da cuenta de que estamos volviendo a la normalidad, que está pasando el momento de la dureza política, y considera que hay que impedir que ese regresar a la normalidad sea volver a las manos del neoliberalismo. Y otra que apuesta por mantener la lógica populista en el sentido de enfrentamiento rígido, politización dura, con la idea de que eso avanzará hacia la crisis orgánica. Y eso es un error”, sentencia.

“La teoría real es que la crisis política siempre es consecuencia, no causa. Por mucho que tengas un discurso radicalizado, si se vuelve a una zona de mayor tranquilidad social, eso no va a prender y vas a perder una oportunidad”. Y cree el pensador que no estamos para perder oportunidades, que hay mucho que cambiar en lo que califica como “la dictadura de gobierno con la que España ha estabilizado la Transición y la democracia”. Y por poner algunos ejemplos, se despacha contra “el actual parlamentarismo, inexistente y estéril” o el poder judicial, mientras reclama una transformación del poder territorial y una reforma de la Constitución de corte federal.

De ello habla en ‘Historia del poder político en España’, en el que explica como España se constituyó como Estado, no como nación, a partir del Tribunal de la Inquisición. Pero hay una joven estudiante de mirada temerosa, que lleva una hora aguardando en la puerta de su despacho, y una clase a la que atender a partir de la una. El jueves el catedrático no estará para nadie más que para aquella mujer que conoció cuando era becario en un colegio mayor de Valencia y para los dos hijos de la pareja, profesores universitarios también. “Estoy tres días en la facultad y después me pierdo, desaparezco, para estudiar y escribir”. Es decir: para arar esa tierra que le apasiona y lo esclaviza como es la Filosofía.


http://www.publico.es/culturas/jose-luis-villacanas-crisis-del.html

domingo, 17 de mayo de 2015

¿Saben aquel que Zizek...? Slavoj Zizek, estrella pop del pensamiento, suele echar mano de los chistes para explicar asuntos más opacos

La lógica de la tríada hegeliana se puede transmitir perfectamente mediante las tres versiones de la relación entre el sexo y las migrañas. Comencemos con la escena clásica: un hombre quiere tener relaciones con su mujer, y ella le contesta: “Lo siento, cariño, pero tengo una terrible migraña, ¡ahora no puedo hacerlo!”. Esta posición de arranque es negada/invertida con el apogeo de la liberación feminista: ahora es la esposa la que exige sexo, y el pobre hombre, cansado, el que contesta: “Lo siento, querida, tengo una terrible migraña...”. En el momento concluyente de la negación de la negación que de nuevo invierte toda la lógica, transformando esta vez el argumento en contra en un argumento a favor, la mujer afirma: “Cariño, tengo una terrible migraña, ¡así que vamos a hacerlo para que se me pase!”. Y uno incluso puede imaginarse un momento bastante depresivo de negatividad radical entre la segunda y la tercera versión: tanto el marido como la mujer sufren migraña, y acuerdan simplemente tomarse una taza de té.

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Así pues, el “populismo” es por definición un fenómeno negativo, un fenómeno arraigado en un rechazo, incluso en una admisión implícita de impotencia. Todos conocemos el viejo chiste acerca de un tipo que ha perdido la llave y la busca debajo de una farola; cuando le preguntan dónde la ha perdido, admite que ha sido en un rincón sin luz. ¿Por qué la busca debajo de la farola, entonces? Porque la visibilidad es mucho mejor. En el populismo siempre hay algo parecido a este truco. Busca las causas de los problemas en los judíos, pues estos son más visibles que los procesos sociales complejos.

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En cuanto introducimos la paradójica dialéctica de la identidad y la similitud cuyo mejor ejemplo son los chistes de los hermanos Marx (“No es extraño que se parezca a X, ¡es que es usted X!”. “Este hombre puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se engañe, ¡realmente es un idiota!”) se hace evidente lo rara que resulta la clonación. Supongamos que muere un hijo único muy querido por sus padres, y que estos deciden clonarlo para recuperarlo: ¿no está más que claro que el resultado es monstruoso? El nuevo niño posee todas las propiedades del fallecido, pero esa mismísima similitud hace que la diferencia sea más palpable. Aunque parezca exactamente el mismo, no se trata de la misma persona, por lo que es un chiste cruel, un impostor espeluznante; no es el hijo perdido, sino una copia blasfema cuya presencia no puede dejar de recordarnos ese chiste de los hermanos Marx en Una noche en la ópera: “Todo me recuerda a ti: tus ojos, tu cuello, tus labios... Todo excepto tú”.

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En los primeros tiempos de su gobierno, a Tony Blair le gustaba parafrasear el famoso chiste de La vida de Brian de los Monty Python (“Muy bien, pero, aparte del alcantarillado, la medicina, la educación, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras, el sistema de agua potable y la sanidad pública, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?”) a fin de desarmar a sus críticos con ironía: “Ellos han traicionado el socialismo. Cierto, han traído más seguridad social, han mejorado mucho la asistencia sanitaria y la educación... pero, a pesar de todo eso, han traicionado el socialismo”.

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En un viejo chiste de la difunta República Democrática Alemana, un obrero alemán consigue un trabajo en Siberia; sabiendo que todo su correo será leído por los censores, les dice a sus amigos: “Acordemos un código en clave: si os llega una carta mía escrita en tinta azul normal, lo que cuenta es cierto; si está escrita en rojo, es falso”. Al cabo de un mes, a sus amigos les llega la primera carta, escrita con tinta azul: “Aquí todo es maravilloso: las tiendas están llenas, la comida es abundante, los apartamentos son grandes y con buena calefacción, en los cines pasan películas de Occidente y hay muchas chicas guapas dispuestas a tener un romance. Lo único que no se puede conseguir es tinta roja”.

¿Y no es esta nuestra situación hasta ahora? Contamos con todas las libertades que queremos; lo único que nos falta es la “tinta roja”: nos “sentimos libres” porque carecemos del lenguaje para expresar nuestra falta de libertad. Lo que esta carencia de tinta roja significa es que, hoy en día, todas las principales expresiones que utilizamos para designar el presente conflicto —“guerra contra el terror”, “democracia y libertad”, “derechos humanos”— son falsas, enturbian nuestra percepción de las cosas en lugar de permitirnos pensar en ellas. La tarea que se nos plantea hoy en día es darles a los manifestantes tinta roja.

Los chistes acerca del presidente croata, Franjo Tudjman, en general muestran una estructura de cierto interés para la teoría lacaniana. Por ejemplo: ¿por qué es imposible jugar al escondite con Tudjman? Porque si se escondiera, nadie se molestaría en buscarlo... He aquí una interesante cuestión libidinal que nos indica que esconderse sólo tiene sentido si alguien pretende encontrarte. El ejemplo supremo nos lo ofrecen Tudjman y su gran familia en un avión que vuela sobre Croacia. Consciente de los rumores de que muchos croatas llevan una vida desdichada y miserable, mientras él y sus compinches amasan una gran riqueza, Tudjman dice: “¿Y si lanzara un cheque por un millón de dólares por la ventanilla? Entonces al menos un croata, el que lo cogiera, sería feliz, ¿no?”. Su aduladora esposa dice: “Pero Franjo, querido, ¿por qué no arrojas dos cheques de medio millón cada uno, y así tendrás a dos croatas felices?”. Su hija añade: “¿Y por qué no cuatro cheques de un cuarto de millón cada uno, y harás felices a cuatro croatas?”. Y así sucesivamente hasta que, al final, su nieto —el proverbial niño inocente que sin darse cuenta suelta la verdad— dice: “Pero, abuelo, ¿por qué simplemente no te tiras tú por la ventanilla, y así todos los croatas serán felices?”.

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En los buenos tiempos del socialismo real, a todos los escolares se les repetía una y otra vez que Lenin leía vorazmente, así como su consejo para los jóvenes: “¡Aprended, aprended, aprended!”. Un chiste clásico de la época del socialismo produce un interesante efecto subversivo utilizando este lema en un contexto inesperado. A Marx, Engels y Lenin se les pregunta qué prefieren, si una esposa o una amante. Marx, cuya actitud en cuestiones íntimas se sabe que era bastante conservadora, contesta: “Una esposa”. Engels, que era un hombre que sabía disfrutar de la vida, por supuesto contesta: “Una amante”. Pero la sorpresa llega con Lenin, que contesta: “Las dos cosas, una esposa y una amante”. ¿Acaso, sin que nadie lo supiera, era muy amante de los placeres sexuales? No, puesto que explica con rapidez: “Así le puedes decir a tu amante que estás con tu mujer, y a tu mujer que estás con tu amante”. “¿Y qué haces en realidad?”. “Me voy a un lugar solitario y aprendo, aprendo, aprendo”.

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En una de sus cartas, Freud se refiere al chiste del recién casado que, cuando sus amigos le preguntan qué aspecto tiene su mujer, si es guapa, contesta: “A mí personalmente no me lo parece, pero es cuestión de gustos”.

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El efecto de lo real aparece en el chiste en el que un paciente se queja a su psicoanalista de que hay un enorme cocodrilo bajo su cama. El psicoanalista le explica que se trata de una alucinación paranoica, y con el tiempo lo acaba curando, con lo que el paciente deja de ver el cocodrilo. Unos meses después, el psicoanalista se encuentra por la calle con un amigo del paciente que veía el cocodrilo y le pregunta si sabe cómo le va, a lo que el amigo contesta: “¿A cuál se refiere? ¿Al que murió porque se lo comió un cocodrilo que estaba escondido debajo de su cama?”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/27/actualidad/1425057639_993562.html

domingo, 4 de mayo de 2014

Rumiar pensamientos: camino directo a la ansiedad y depresión. BBC Mundo

Darle vueltas una y otra vez a nuestros problemas nos hace más vulnerables a la ansiedad y la depresión, según el mayor estudio sobre estrés efectuado por vía online en Reino Unido.

Si bien los psicólogos dicen que cierta dosis de reflexión tiene consecuencias positivas para nuestra calidad de vida, ofuscarnos en nuestros pensamientos es contraproducente para la salud mental.

La introspección obsesiva es la antesala de la ansiedad y las depresiones, según los resultados de este estudio.

clic El informe fue elaborado por BBC, en colaboración con psicólogos de la Universidad de Liverpool. Revela que dedicar mucho tiempo a rumiar nuestros problemas es un camino directo a la ansiedad y la depresión, las patologías mentales más comunes en Reino Unido, según la organización Mental Health Foundation.

Los profesionales de la salud ya coincidían en que darle demasiadas vueltas a los problemas no nos acerca a su solución.

Esta nueva investigación llega a asegurar que es mayor el impacto psicológico del pensamiento compulsivo que el del propio problema que creemos estar resolviendo.

Un total de 32.827 personas de 172 países participaron en el test. "Hemos descubierto que los individuos que no rumian sus problemas ni se culpan por las experiencias negativas de su vida tienen niveles de depresión mucho menores que las que sí lo hacen", aseguró Peter Kinderman, el profesor de psicología clínica que lideró el estudio.

Una de cada cuatro personas sufren algún trastorno mental durante su vida.

La mente humana es una máquina compleja y existe consenso en que no hay una única causa para la depresión y la ansiedad. Eso sí, algunos factores tienen más impacto que otros.

El estudio mostró que los traumas que más inciden en el desarrollo de una depresión son el abuso sexual o haber sufrido de acoso escolar o "bullying" durante la adolescencia. Le siguen los problemas familiares, la educación, el salario, las relaciones personales, el estatus y la inclusión social.

"Pero estos traumas por sí mismos no fueron la única causa", dice Kinderman. Entre los agentes que agravan esos problemas, rumiar se mostró más nocivo que autoculparse.

Pensamientos en redondo
Tener pensamientos negativos iguales sobre lo mismo una y otra vez es algo bien conocido para Teresa, una mujer que prefiere no dar su nombre real.

Esta mujer de 50 años, originaria de Essex, en Inglaterra, ha abordado sus problemas con esa actitud durante años. Está casada desde hace 20 años y tiene 2 hijos. Como ella, la mayoría de los participantes en este estudio tenían una relación estable.

Pese a tener una vida familiar feliz, no logra controlar los pensamientos negativos.
"Si estoy estresada en el trabajo o en casa estos pensamientos me asaltan y no soy capaz de racionalizarlos. Me enfado conmigo misma por permitir que sean ellos los que controlen mi cabeza y no yo a ellos", dijo Teresa a BBC.

Como Teresa, muchas otras personas luchan con sus problemas mentales diariamente en el mundo. Una de cada cuatro personas sufre algún transtorno mental a lo largo de la vida, según datos de la Organización Mundial para la Salud.

¿Cuál es el impacto de los problemas mentales en el mundo?
Una de cada cuatro personas sufren algún trastorno mental durante su vida.
Es una de las principales causas de discapacidad a nivel global de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud.
Sólo en 2010 las enfermedades mentales tuvieron un coste mundial de US $ 2.5 billones, según el Foro económico mundial.
Los psicólogos han llegado a calificar esta manía de magnificar nuestros problemas reproduciéndolos una y otra vez como una enfermedad mental "silenciosa". Su impacto en nuestra salud es frecuentemente subestimado, pero juega un papel en casi cualquier problema mental, desde el trastorno obsesivo compulsivo a los trastornos de la alimentación.

Un mensaje positivo
Entonces, ¿cuál es la importancia de esta investigación para personas con problemas mentales?
"Es obvio que es sólo un estudio, pero yo creo que nuestra contribución es muy significativa", dice Kinderman. "Para las personas afectadas, da el mensaje de que hay esperanzas para una solución", comenta Ellie Pontin, una psicóloga clínica que estuvo también involucrada en la investigación.

"Es muy duro escuchar que tus problemas están causados por algo que sucedió en el pasado y no puede ser cambiado. Sin embargo, la manera en que piensas sobre ellos es algo que los pacientes pueden controlar", comenta Pontin.

"Es un mensaje muy positivo", refuerza Angela Clow, profesora de psicofisiología en la Universidad de Westminister.

"Ayudar a alguien a afrontar sus procesos de negatividad no es una tarea única de los psicólogos clínicos. No siempre es necesario que los pacientes se sometan a un proceso psicológico muy caro. Otros profesionales de la salud pueden ser entrenados para ofrecer a sus pacientes trucos psicológicos y técnicas que ayuden a cortar la espiral de negatividad", dice Clow.
Fuente: BBC