“Y volverán a pasar las ovejas ante la mano del que las cuenta”
Jeremías, 33, 13
Prefiere, humilde, las citas de otros a las suyas propias. Y existen millones de referencias del pensador, historiador, poeta y filósofo, de extensísima bibliografía que abarca tesis, ensayos, novelas, artículos periodísticos o memorias. Como las que encabezan esa cita bíblica de Jeremías, La mano del que cuenta, en las que el narrador, modesto, tampoco se explica a sí mismo, sino las vivencias de una familia de campesinos andaluces que marcaron su existencia: “Max Weber decía que la peor condición social de todas es la del campesino. Mi padre se aferró a su trozo de tierra en el que encontró la doble condición de la libertad absoluta y la esclavitud total. A esas virtudes le debo todo lo que soy: la vinculación libre a la filosofía que es, a la vez, autoesclavización y resistencia. La manía de leer es tan pulsional como la de arar. Yo no sé leer sin subrayar y creo que es en la lectura donde dejo la huella que deja el arado”.
Hoy José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) ara frente a un ordenador de un sobrio despacho de la facultad de Filosofía de la Complutense en la que sorprende una enorme pancarta: "Filosofía no se cierra". Por ahí, por el difícil porvenir de las humanidades, empieza el discurso del catedrático, director del Departamento de Historia de la Filosofía: “A la especie humana le cuesta mucho aprender. Es muy sintomático que se pongan en cuestión las humanidades cuando se están observando por doquier los devastadores efectos de las sociedades poco formadas, poco reflexivas, poco capaces de orientarse en su propia historia. El fundamentalismo, el populismo, el nacionalismo fanático, solo se curan con las humanidades. Y sin embargo, ante ese precipicio, la respuesta es más barbarie e incapacidad de hacernos con nuestro propio legado cultural”.
A pesar de la humildad de su entorno, él dice que tuvo la “inmensa fortuna” de educarse en el colegio de la Sagrada Familia de Úbeda, en el que iban a morir los jesuitas de La Sapienza de Roma, gentes de “extraordinario valor intelectual”, que “hicieron creer a mi familia –renueva su modestia- que yo tenía cierto horizonte”. Y vaya si lo tenía. En la Universidad de Valencia se licenció gracias a una beca que le costeó carrera, manutención y estancia en el centenario colegio mayor San Juan de Ribera, “un palacio construido en el s XVI sobre la fortaleza musulmana de Burjassot, un sueño para cualquiera”. Y de allí salió licenciado, casado y kantiano.
Vuelve a sus orígenes para explicar el porqué de su tesis y sus decenas de ensayos sobre Immanuel Kant. “En el hablar de la gente de mi entorno social, de mi abuelo, de mi padre, se reiteraba la expresión ‘esto no es de ley’. Un querido amigo lo identificó en mis memorias y dijo -y es lo más bonito que han dicho nunca de mí- ‘Ahora comprendemos por qué José Luis tenía que dedicarse a Kant’. Ya era un kantiano incluso antes de saber quién era Kant’”. Eran los años previos a la muerte de Franco, “el ambiente intelectual estaba dominado por la escolástica católica y el marxismo, dos formas residuales del enfrentamiento español, de las dos Españas”. Frente a eso, el estudioso pensó que “el país necesitaba hacerse fuerte en una condición moderna y Kant significaba la modernidad crítica pero perpetuadora de valores como la libertad individual, el sentido del deber, la estructura democrática… una tercera España”.
“Hoy soy un viejo kantiano decepcionado”, continua después de la interrupción de una jovencísima alumna de mirada temerosa. “Creía que la Ilustración era abrir los ojos, pero no basta con abrir los ojos. Mi último libro kantiano se titula así Dificultades con la Ilustración. Pensábamos que iba a correr más y no ha corrido tanto. De hecho, todo lo que está pasando en España forma parte de un estancamiento intelectual que empieza a registrarse en el segundo mandato de Aznar, en el momento en el que España se siente satisfecha. El defecto histórico de este país siempre ha sido ese: sentirse satisfecho demasiado pronto. Ahí está el origen de todos nuestros males”.
“¿Hablamos de Pedro Sánchez, de Susana Díaz?” y ríe Villacañas con la pregunta. Una risa breve, de segundos. Enseguida le cambia el rostro al filósofo que confiesa, por tradición familiar, su cercanía al Partido Socialista. “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia. Antes, cualquiera que tenía algo que decir lo canalizaba colaborando con el PSOE, pero a partir de los 80 el partido fue expulsando de su seno todo lo que tenía que ver con la intelectualidad, fue estrechando la capacidad de integración y generando una lógica de ‘alto cargo’. Todo el que se acercaba al PSOE, yo entre ellos, era sospechoso de buscar el botín. Aquello construyó un partido burocrático, sin ideas, sin frescura y sin capacidad de conectar”.
Y advierte de que procesos como el del PSOE, que extiende a otros partidos, no tienen vuelta atrás: “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible; la siguiente generación será una generación desnortada”, afirma. Exceptúa a Podemos y lo explica con lo que día a día observa en el campus o en su facultad. “Aquí cualquiera se avergonzaría de decir que pertenece al PSOE o al PP. El que se siente vivo explora la posibilidad que tiene de emplear su inteligencia alrededor de Podemos, o de gente como Iñigo Errejón que permite que la inteligencia opere a su lado”.
Con el número dos de la formación de Iglesias debatió no hace demasiado sobre su penúltimo libro ‘Populismo’, un ensayo en el que el filósofo se distancia de Ernesto Laclau y de su “operación de laboratorio, una idea tecnificada” a la que opone la tradición política, contrastada en la práctica, del republicanismo. “La tesis del libro es que el populismo es una comunidad de salvación en tiempos en los que no existe salvación. Está justificado como reacción, porque politiza las sociedades frente a la despolitización del neoliberalismo. Pero si el populismo quiere ser algo más que un muro de contención temporal tiene que estar en condiciones de canalizar la pasión política hacia el republicanismo, que sí tiene una teoría económica, social e institucional alternativa al neoliberalismo”.
Y así, como quien no quiere la cosa, entra de lleno Villacañas en el debate entre las dos corrientes de Podemos: “la que se da cuenta de que estamos volviendo a la normalidad, que está pasando el momento de la dureza política, y considera que hay que impedir que ese regresar a la normalidad sea volver a las manos del neoliberalismo. Y otra que apuesta por mantener la lógica populista en el sentido de enfrentamiento rígido, politización dura, con la idea de que eso avanzará hacia la crisis orgánica. Y eso es un error”, sentencia.
“La teoría real es que la crisis política siempre es consecuencia, no causa. Por mucho que tengas un discurso radicalizado, si se vuelve a una zona de mayor tranquilidad social, eso no va a prender y vas a perder una oportunidad”. Y cree el pensador que no estamos para perder oportunidades, que hay mucho que cambiar en lo que califica como “la dictadura de gobierno con la que España ha estabilizado la Transición y la democracia”. Y por poner algunos ejemplos, se despacha contra “el actual parlamentarismo, inexistente y estéril” o el poder judicial, mientras reclama una transformación del poder territorial y una reforma de la Constitución de corte federal.
De ello habla en ‘Historia del poder político en España’, en el que explica como España se constituyó como Estado, no como nación, a partir del Tribunal de la Inquisición. Pero hay una joven estudiante de mirada temerosa, que lleva una hora aguardando en la puerta de su despacho, y una clase a la que atender a partir de la una. El jueves el catedrático no estará para nadie más que para aquella mujer que conoció cuando era becario en un colegio mayor de Valencia y para los dos hijos de la pareja, profesores universitarios también. “Estoy tres días en la facultad y después me pierdo, desaparezco, para estudiar y escribir”. Es decir: para arar esa tierra que le apasiona y lo esclaviza como es la Filosofía.
http://www.publico.es/culturas/jose-luis-villacanas-crisis-del.html
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