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jueves, 18 de julio de 2024

¿Tienen conciencia los animales?: la nueva evidencia que marca un "cambio radical" en lo que sabemos sobre su comportamiento

Darwin

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Pie de foto,Charles Darwin aseguraba que los animales tenían capacidad de sentir placer y dolor, felicidad y miseria.

Charles Darwin ocupa un lugar casi sagrado entre los científicos por su teoría de la evolución. Sin embargo, su idea de que los animales son conscientes de la misma manera que los humanos ha sido rechazada durante mucho tiempo. Hasta ahora.

"No existe una diferencia fundamental entre el hombre y los animales en su capacidad de sentir placer y dolor, felicidad y miseria", escribió Darwin.

Pero su sugerencia de que los animales piensan y sienten fue vista como una herejía científica entre muchos, si no la mayoría, de los expertos en comportamiento animal.

Atribuir conciencia a los animales en función de sus respuestas se consideraba un pecado capital. El argumento era que proyectar rasgos, sentimientos y comportamientos humanos en los animales no tenía base científica y no había forma de probar lo que sucede en las mentes de los animales.

Pero si surge nueva evidencia de la capacidad de los animales para sentir y procesar lo que sucede a su alrededor, ¿podría significar que son conscientes?

El ejemplo de las abejas

Ahora sabemos que las abejas pueden contar, reconocer rostros humanos y aprender a utilizar herramientas.

El profesor Lars Chittka de la Universidad Queen Mary de Londres ha trabajado en muchos de los principales estudios sobre la inteligencia de las abejas.

"Si las abejas son tan inteligentes, tal vez puedan pensar y sentir algo que sea la base de la conciencia", afirma.

Los experimentos del profesor Chittka demostraron que las abejas modificaban su comportamiento después de un incidente traumático y parecían capaces de jugar, haciendo rodar pequeñas bolas de madera, una actividad que, según él, parecían disfrutar.

Estos resultados han persuadido a uno de los científicos más influyentes y respetados en la investigación con animales a hacer esta declaración fuerte, cruda y polémica:

"Dada toda la evidencia que hay sobre la mesa, es muy probable que las abejas tengan conciencia", dijo. 

 Abeja

Abeja

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Estudios indican que las abejas modifican su comportamiento después de un incidente traumático.

“Cambio radical”

No se trata sólo de las abejas. Muchos coinciden en que ha llegado el momento de reevaluar nuestro pensamiento sobre la conciencia animal, a partir de nueva evidencia que marca un "cambio radical".

En ese grupo de científicos se encuentra el profesor Jonathan Birch de la London School of Economics.

"Tenemos investigadores de diferentes campos que empiezan a atreverse a hacer preguntas sobre la conciencia animal y a pensar explícitamente en cómo su investigación podría ser relevante para esas preguntas", afirma Birch.

Sin embargo, cualquiera que busque un momento eureka quedará decepcionado.

En cambio, el aumento constante de evidencias para repensar este paradigma ha generado comentarios entre los investigadores involucrados. Ahora muchos reclaman un cambio en el pensamiento científico en este campo.

Lo que se ha descubierto puede no ser una prueba concluyente de la conciencia animal, pero en conjunto, es suficiente para sugerir que existe "una posibilidad realista" de que los animales sean capaces de tener conciencia, indica Birch.

Esto no sólo se aplica a los llamados animales superiores, como los simios y los delfines, que han alcanzado un estado de desarrollo más avanzado que otros animales. También para criaturas más simples, como serpientes, pulpos, cangrejos, abejas y posiblemente incluso moscas de la fruta.

Este grupo de científicos busca financiación para hacer nuevas investigaciones y determinar si los animales son conscientes y, de ser así, en qué medida. 

 Simios

Simios

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Los científicos consideran a los simios animales superiores por tener un estado de desarrollo mayor que otras especies.

Cómo definir la conciencia

Si usted se pregunta qué entendemos por conciencia, no está solo. Es algo en lo que los científicos ni siquiera pueden ponerse de acuerdo.

Uno de los primeros esfuerzos se produjo en el siglo XVII, por parte del filósofo francés René Descartes, quien dijo: "Pienso, luego existo".

"El lenguaje es el único signo cierto del pensamiento escondido en un cuerpo", añadió.

Pero este razonamiento ha enturbiado las aguas durante demasiado tiempo, considera el profesor Anil Seth de la Universidad de Sussex, quien ha debatido sobre la definición de conciencia durante gran parte de su carrera profesional.

"Esta impía trinidad de lenguaje, inteligencia y conciencia se remonta a Descartes", dijo a la BBC con malestar frente a la falta de cuestionamientos a este enfoque hasta hace poco.

La "trinidad impía" está en el centro de un movimiento llamado conductismo, que surgió a principios del siglo XX. Dice que los pensamientos y sentimientos no pueden medirse con métodos científicos y, por lo tanto, deben ignorarse al analizar el comportamiento.

Aunque muchos expertos en comportamiento animal se formaron en esta escuela, comienza a abrirse un enfoque menos centrado en el ser humano, asegura Seth.

"Debido a que vemos las cosas a través de una lente humana, tendemos a asociar la conciencia con el lenguaje y la inteligencia”, explica. “El hecho de que estén juntos en nosotros no significa que vayan juntos en general". 
 Anil Seth

Anil Seth

FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA DEL CANADIAN INSTITUTE OF ADVANCED RESEARCH

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El investigador Anil Seth cuestiona la definición de la conciencia.

Sensibilidad en lugar de conciencia
Algunos son muy críticos con ciertos usos de la palabra conciencia.

"El campo está repleto de palabras ambiguas y desafortunadamente una de ellas es la conciencia", advierte el profesor Stevan Harnad de la Universidad de Quebec.

"Es una palabra que mucha gente utiliza con confianza, pero significa algo diferente para cada persona, por lo que no está nada claro qué significa".

Harnad asegura que una palabra mejor, menos ambigua, puede ser "sensibilidad", que se define más estrictamente como la capacidad de sentir.

"Sentirlo todo, un pellizco, ver el color rojo, sentirte cansado y hambriento, son todas las cosas que sientes", indica.

Otros que se han mostrado instintivamente escépticos ante la idea de que los animales sean conscientes dicen que la nueva interpretación más amplia de lo que significa ser consciente marca la diferencia.

Una de ellas es la doctora Monique Udell, de la Universidad Estatal de Oregón, quien tiene una formación conductista.

"Si observamos distintos comportamientos, por ejemplo, qué especies pueden reconocerse a sí mismas en un espejo, cuántas pueden planificar con anticipación o recordar cosas que sucedieron en el pasado, podemos probar estas preguntas con experimentación y observación y sacar más conclusiones precisas basadas en datos", afirma.

"Y si vamos a definir la conciencia como una suma de comportamientos mensurables, entonces se puede decir que los animales que han tenido éxito en estas tareas particulares tienen algo que elegimos llamar conciencia".

Ésta es una definición de conciencia mucho más estrecha que la que promueve el nuevo grupo, pero según la doctora Udell, la ciencia se trata de un choque respetuoso de ideas.

"Contar con personas que tomen las ideas con cautela y tengan un ojo crítico es importante, porque si no abordamos estas preguntas de diferentes maneras, será más difícil progresar". 

 laboratorio

laboratorio

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Los científicos coinciden en que es importante ampliar las investigaciones científicas sobre los animales.

Una declaración de conciencia animal

¿Pero qué sigue? Algunos dicen que es necesario estudiar muchas más especies para determinar si es posible que los animales tengan conciencia.

"En este momento, la mayor parte de la ciencia se hace en humanos y monos y estamos haciendo el trabajo mucho más difícil de lo necesario porque no estamos aprendiendo sobre la conciencia en su forma más básica", dice Kristin Andrews, profesora de Filosofía especializada en mentes animales en la Universidad de York en Toronto.

Andrews y muchos otros creen que la investigación en humanos y monos es el estudio de un nivel de conciencia superior (que se manifiesta en la capacidad de comunicarse y sentir emociones complejas), mientras que un pulpo o una serpiente también pueden tener un nivel de conciencia más básico que estamos ignorando por no investigarlo.

Esta investigadora fue una de las principales impulsoras de la Declaración de Nueva York sobre la Conciencia Animal, firmada a principios de este año y que hasta ahora ha sido suscrita por 286 investigadores.

La breve declaración de cuatro párrafos establece que es “irresponsable” ignorar la posibilidad de la conciencia animal.

"Debemos considerar los riesgos para el bienestar y utilizar la evidencia para informar nuestras respuestas a estos riesgos", dice. 
 Kristin Andrews

Kristin Andrews

FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA DE LA UNIVERSIDAD DE YORK

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Kristin Andrews promovió la Declaración de Nueva York sobre la Conciencia Animal.

Chris Magee pertenece al Understanding Animal Research, un organismo del Reino Unido respaldado por organizaciones de investigación y empresas que realizan experimentos con animales.

Asegura que se asume que los animales tienen conciencia cuando se realizan experimentos con ellos y advierte que las regulaciones del Reino Unido exigen que los experimentos se realicen sólo si los beneficios para la investigación médica superan el sufrimiento causado.

"Hay pruebas suficientes para que adoptemos un enfoque de precaución", afirma.

“Pero también hay muchas cosas que no sabemos, incluso sobre crustáceos decápodos como cangrejos, langostas, cangrejos y camarones”.

"No sabemos mucho sobre su experiencia vivida, ni siquiera cosas básicas como el momento en que mueren. Y esto es importante porque necesitamos establecer reglas para protegerlos, ya sea en el laboratorio o en la naturaleza".

Una revisión dirigida por Birch en 2021 evaluó 300 estudios científicos sobre la sensibilidad de los decápodos y cefalópodos, que incluyen pulpos, calamares y sepias.

El equipo del profesor Birch descubrió que había pruebas sólidas de que estas criaturas eran sensibles, ya que podían experimentar sensaciones de dolor, placer, sed, hambre, calidez, alegría, consuelo y excitación.

Las conclusiones de esta revisión llevaron al gobierno británico a incluir a estas criaturas en su Ley de Bienestar Animal en 2022.

"Se han descuidado las cuestiones relacionadas con el bienestar de los pulpos y los cangrejos", afirma Birch. "La ciencia emergente debería alentar a la sociedad de tomar estas cuestiones un poco más en serio". 
 Pulpo

Pulpo

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Animales como los pulpos podrían tener un nivel de conciencia que se desconoce porque no se está investigando.

Los herejes

Hay millones de tipos diferentes de animales y se han llevado a cabo muy pocas investigaciones sobre cómo experimentan el mundo.

Sabemos un poco sobre las abejas y otros investigadores han mostrado indicios de comportamiento consciente en cucarachas e incluso moscas de la fruta, pero hay muchos otros experimentos por realizar con muchos otros animales.

Es un campo de estudio que los herejes que firmaron la Declaración de Nueva York afirman que ha sido descuidado, incluso ridiculizado. Su enfoque, decir lo indecible y arriesgarse a ser sancionado, no es nada nuevo.

Casi al mismo tiempo que René Descartes decía "pienso, luego existo", la Iglesia católica encontró al astrónomo italiano Galileo Galilei "vehementemente sospechoso de herejía" por sugerir que la Tierra no era el centro del Universo.

Fue un cambio de pensamiento que nos abrió los ojos a una imagen más verdadera y rica del Universo y nuestro lugar en él.

Desplazarnos del centro del Universo por segunda vez puede tener el mismo efecto en nuestra comprensión de nosotros mismos y de los demás seres vivos con quienes compartimos el planeta. 

sábado, 12 de noviembre de 2022

Qué era el Colegio Invisible y cómo allanó el camino a la ciencia experimental moderna

Un colegio, no para estudiantes, sino para eruditos como Christopher Wren.

A mediados de la década de 1640, un grupo de filósofos naturales comenzaron a reunirse en Inglaterra para promover el conocimiento del mundo natural a través de la observación y la experimentación, eso que ahora llamamos ciencia.

Si estás pensando que aquello de observar y experimentar ya se hacía desde hacía mucho tiempo y en muchos lugares, tienes razón, pero recuerda que hay épocas en las que la superstición y la magia gobiernan la razón, los dogmas religiosos silencian a muchos y las lealtades políticas pueden arruinar las carreras hasta de los más brillantes.

Todo eso era cierto en esos momentos en varios sitios de Europa, y el Reino de Inglaterra además vivía el enfrentamiento feroz de realistas y parlamentarios en la Guerra Civil inglesa (1642-51).

Pero ese mismo siglo XVII fue un momento crucial para la historia del pensamiento; grandes filósofos como Francis Bacon y René Descartes alentaron el escepticismo, cambiando el debate del ¿qué es verdad? del Medioevo a ¿de qué puedo estar seguro?

No era un paso fácil: hay gran consuelo en la idea de tener creencias basadas en la "verdad".

Sin embargo, el cuestionamiento -y el autocuestionamiento- es tan indispensable como la curiosidad para el avance del conocimiento, y a eso se dedicaron 12 hombres del Colegio Invisible, que poco después daría a luz a la que hoy es la más antigua sociedad nacional científica del mundo.

El grupo incluía filósofos naturales (hoy llamados científicos) como Robert Boyle -considerado como el primer químico moderno- y Robert Hooke -el primero en visualizar un microorganismo-, y al arquitecto Christopher Wren, también anatomista, astrónomo, geómetra y matemático-físico.

Su lema era Nullius in verba, que literalmente significa "las palabras de nadie" pero se entiende como "no creas nada de meras palabras" o "no tomes la palabra de nadie".

Expresaba la determinación de sus miembros de resistir el dominio de la sabiduría establecida y verificar todas las afirmaciones apelando a hechos determinados por experimentación.

Pero ¿Qué hacían exactamente?
Su nombre, Colegio Invisible, ya había sido usado antes, pero fue adoptado por ese grupo de intelectuales que se encontraban periódicamente para promover lo que por aquel entonces se llamaba "filosofía experimental" o "nueva filosofía" para investigar los secretos de la naturaleza.

Un edificio fantástico sobre ruedas, con alas, nubes, puentes y más

La idea del Colegio Invisible ya estaba plasmada en esta ilustración emblemática, obra de 1618 de Theophilus Schweighardt.

Era particularmente apropiado por ser una institución sin paredes, sin domicilio fijo ni identidad declarada: los miembros se mantenían unidos como grupo a través de cartas y reuniones en Londres y más tarde en Oxford.

Así que era invisible, pero además sus relaciones eran colegiadas, pues operaban con un sentido de interés mutuo y respeto por el trabajo de los demás.

Tras sus impalpables muros, estaba prohibido hablar de la divinidad y de la política.

Tampoco estaba permitido hablar sin claridad o transparencia.

Y era indispensable compartir,
pues el conocimiento es un bien acumulativo:

Si tú tienes un palo, y alguien más tiene un palo, y cada uno le da el palo que tiene al otro, el resultado es que ambos tienen un palo.

Si tú tienes un conocimiento, y alguien más tiene un conocimiento, y ambos se dan su conocimiento, el resultado es que ambos tienen dos conocimientos.


Mucho de esto puede sonar a sentido común, pero la mejor forma de apreciar cuán importante fue su contribución es quizás la alquimia.

El gran acierto
Durante siglos, la gran precursora de la química tuvo un progreso, digamos, irregular.

Por el contrario, el Colegio Invisible puso la química sobre una base sólida en cuestión de un par de décadas.

Retrato grabado en color del físico y químico británico nacido en Irlanda Robert Boyle (1627 - 1691) FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Aunque practicó alquimia, a Boyle se le considera como un padre de la ciencia moderna, racional, empírica y experimental.

¿Qué tenían los colegiados invisibles que a los alquimistas les faltaba?

La voluntad de compartir.
"El problema con la alquimia no era que los alquimistas no hubieran logrado convertir el plomo en oro; nadie podía hacer eso", dice Clay Shirky, de la Universidad de Nueva York.

Desde su perspectiva moderna, el experto en redes sociales afirma que "el problema, más bien, era que los alquimistas habían fallado informativamente".

"Eran oscurantistas. Registraban su trabajo a mano y raramente se lo mostraban a nadie más que sus discípulos".

Efectivamente, como grupo, los alquimistas eran notablemente aislados; por lo general, trabajaban solos, guardaban en secreto sus métodos y sus resultados, las descripciones de los experimentos solían ser incompletas y vagas y rara vez aportaban evidencia.

Boyle mismo describió los escritos de los alquimistas como "libros herméticos que tienen oscuridades tan complicadas que pueden compararse con los acertijos escritos en código.

"Pues después de que un hombre ha superado la dificultad de descifrar las palabras y los términos, encuentra una dificultad nueva y mayor para descubrir el significado de expresiones aparentemente simples".

Su quehacer era algo que se atesoraba.

Eso no permitía que otros replicaran los experimentos e impedía que se acumulara el saber, erradicando errores y confirmando aciertos.

En contraste, en las reuniones del Colegio Invisible, los miembros no solo anunciaban los resultados de sus experimentos sino que explicaban claramente cómo los habían llevado a cabo.

Así, sus pares podían comprobarlos y cumplir con lo que en el siglo XX Karl Popper llamaría "la condición de falsabilidad o refutabilidad", afirmando que el saber no se prueba ni se desaprueba, sino que se convierte en conocimiento cada vez más confiable a través de un proceso que somete las afirmaciones a prueba.

Un siglo transformador
El primer número de la revista Transacciones filosóficas, de la Royal Society, la revista científica de publicación continua más antigua del mundo.

El primer número de la revista Transacciones filosóficas, de la Royal Society, la revista científica de publicación continua más antigua del mundo.

En unos pocos años, varios miembros del Colegio Invisible habían producido avances en química, biología, astronomía y óptica, y habían desarrollado o mejorado una serie de herramientas experimentales seminales, incluidas bombas neumáticas, microscopios y telescopios.

Su insistencia en la claridad del método hizo que su trabajo y su comunidad fueran colaborativos, y los nuevos métodos e ideas se convirtieron rápidamente en insumos para aún más avances.

Su obra se cimentó en la fundación de la Royal Society, o Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural, luego de que, en noviembre de 1660, anunciaran formalmente la formación de un "Colegio para la Promoción del Aprendizaje Experimental Físico-Matemático", que se reuniría semanalmente para discutir sobre ciencia y realizar experimentos.

En la segunda reunión, Sir Robert Moray anunció que el rey les había dado el visto bueno y el 15 de julio de 1662 se firmó una carta real que creó la Royal Society of London.

Se convirtió en una red internacional para la investigación práctica y filosófica del mundo físico que, desde sus inicios, ha tenido más de 8.000 miembros, entre ellos más de 280 premios Nobel, con eminencias que van de Isaac Newton, Albert Einstein y Charles Darwin a Dorothy Hodgkin, Alan Turing y Stephen Hawking, por nombrar unos pocos. Todo gracias a que esos colegiales invisibles resolvieron poner minuciosa, metódica y constantemente en práctica las revolucionarias ideas de un siglo que transformó la ciencia.