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lunes, 14 de enero de 2013

Terry Eagleton: Por qué Marx tenía razón


Terry Eagleton: Por qué Marx tenía razón. Albino Santos Mosquera (tr.) Barcelona: Península, 2011.

Tras la caída del Muro de Berlín la ola neoliberal ha conseguido desprestigiar enormemente la filosofía política de Karl Marx. Eagleton examina en un lenguaje asequible las objeciones más comunes al marxismo al tiempo que aclara algunos elementos básicos de las teorías de filósofo alemán.

Estas son las críticas más habituales al pensamiento de Marx que Eagleton considera erróneas o simples malentendidos:
  1. El marxismo está acabado. No tiene sentido en las sociedades posindustriales donde la desigualdad social está a punto de desaparecer.
    El capitalismo ha "deslocalizado" la desigualdad pero no le ha puesto fin. Al contrario, la injusticia en la distribución de la riqueza ha alcanzado niveles extraordinarios. Mientras la acumulación de capital continúe suponiendo la pobreza extrema de millones, el marxismo seguirá tan vivo como lo estaba durante la Revolución Industrial. Es posible, además, que no sea el marxismo quien está obsoleto sino el capitalismo: la imposibilidad de compatibilizar la acumulación de capital a corto plazo con la gestión de problemas globales como el cambio climático o la sucesión de burbujas y crisis es evidente.
  2. El marxismo llevado a la práctica ha degenerado siempre en tiranía, terror y asesinatos en masa.
    En primer lugar, la riqueza generada por el capitalismo no se ha conseguido de otro modo que a costa de la miseria y las vidas de millones. En segundo lugar, no se puede confundir marxismo con estalinismo o maoísmo. Marx advirtió expresamente contra una revolución socialista que se llevase a cabo en un país con una economía atrasada como la Rusia de los zares. Una revolución tal sólo alcanzaría a socializar la pobreza y la miseria y degeneraría en tiranía. Una revolución socialista necesita una economía hiperdesarrollada además de una dimensión global para poder llevarse a cabo correctamente. Marx, Engels, Lenin y Trotski no tienen nada que ver con Stalin.
  3. El marxismo defiende el determinismo histórico privando a los hombres de la libertad.
    La herencia de la filosofía de la historia idealista es el lastre más pesado de las teorías de Marx. Considerar que el capitalismo engendrará tarde o temprano una sociedad comunista es un sinsentido pues bien podría desaparecer previamente la especie humana víctima de un holocausto nuclear. También es un problema la idea de Marx (herencia directa de la insociable sociabilidad kantiana) de que el capitalismo es un mal necesario antes de acceder a una sociedad comunista. Este camino lleva directamente a disquisiciones prácticamente teológicas. Frente a esta interpretación de Marx, Eagleton prefiere aquella otra donde se da más importancia a la acción política y a la libertad humana que al desarrollo inevitable de las fuerzas productivas. 
  4. El marxismo es una utopía imposible porque los individuos son criaturas egoístas, codiciosas, agresivas y competitivas por naturaleza. 
    Marx renunció a la utopía porque entendía que era una distracción con respecto a la tarea política del presente. Soñar en un mundo perfecto no tenía nada que ver con establecer las condiciones adecuadas para el tránsito del capitalismo al comunismo. Además, Marx no cree en una naturaleza humana fija sino, al contrario, considera que la característica principal del ser humano es su ser indeterminado, inacabado, su capacidad para transformarse a sí mismo. La sociedad liberal toma como punto de partida y punto final a un conjunto de individuos libres, pero libres para agredirse unos a otros, mientras que el marxismo sugiere la posibilidad de organizar la vida social de modo que la realización de cada individuo sólo sea posible a través de la realización de los demás. 
  5. El marxismo es un reduccionismo económico que hace caso omiso de la complejidad de las instituciones humanas como el arte, la religión, la política, la moral o el derecho. 
    Lo que Marx dice no es que los modos de producción sean la causa directa de un tipo concreto de arte o religión. Si así fuera el propio marxismo habría sido imposible. Los modos de producción constituyen un contexto dentro del cual una determinada filosofía o forma literaria pueden ser explicadas. Si miramos más de cerca podremos comprobar que el derecho y la religión de una sociedad de clases está intrínsecamente ligado a los intereses de la clase dominante. 
  6. El marxismo es un materialismo burdo que transforma a los individuos en máquinas sin alma al servicio del Estado.
    El materialismo de Marx es, al contrario que el de Feuerbach, principalmente activo. Habla del ser humano como alguien capaz de interpretar y transformar la realidad. Aunque no existiese el capitalismo seguiría habiendo superestructura (arte, religión...) sólo que ya no estaría al servicio de la clase dominiante. 
  7. La clase obrera, el proletariado como sujeto de la Historia, ha desaparecido. 
    Esa idea de que la clase obrera ha desaparecido es una imagen engañosa engendrada por el capitalismo. Ocurre que el proletariado se ha desplazado a las megalópolis del sureste asiático.
  8. El marxismo aboga por la acción política violenta, por la revolución, y, por tanto, es incompatible con la democracia. 
    La revolución es la única opción cuando los parlamentos son insuficientes para satisfacer la voluntad de la mayoría que es lo que habitualmente ocurre en democracia. Los parlamentos son los instrumentos de los mercados y no de la voluntad general.
  9. El marxismo supone el fin la libertad individual que cede sus privilegios al partido y este al Estado. 
    Marx aborrecía el Estado. Consideraba que se reducía al monopolio de la violencia en favor de la clase dominante. El Estado democrático no representa a la sociedad civil. La llamada "dictadura del proletariado" no es más que una democracia real.
  10. Los movimientos radicales de las últimas cuatro décadas han surgido al margen del marxismo: feminismo, ecologismo, política étnica, derechos de los homosexuales, pacifismo...
    En el fondo, todos esos movimientos no son más que síntomas de un desajuste más profundo que es la lucha de clases.
En definitiva, la filosofía de Marx se ha reducido a una serie de tópicos que dejan a un lado la complejidad de matices del pensamiento del autor alemán. El libro de Eagleton cumple la función que se propone: deshacer interpretaciones erróneas o malintencionadas del marxismo. 

De todos modos, a título personal, cuando contemplo la realidad política y económica en la que nos desenvolvemos no es Marx el pensador en que me apoyo para interpretarla sino el nihilismo escéptico de Baudrillard.