_- Para la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, por su ingente, generosa y dedicada labor durante décadas en defender y promover una sanidad pública universal, de calidad, eficaz, eficiente, equitativa y humana.
Muchas gracias por la invitación. Me han pedido que haga una presentación general sobre las ambiciosas preguntas formuladas en esta interesante Jornada. Aunque es imposible hablar de todo, quiero plantear algunas ideas que nos permitan reflexionar sobre los cambios y perspectivas de las políticas de salud y equidad en el Estado español. Trataré varios aspectos que me parecen de especial interés: los principales rasgos asociados a la configuración y evolución de la mercantilización del Sistema de Salud español, las principales contradicciones del Sistema, y algunos de los desafíos que me parece más importante encarar.
Evolución y rasgos históricos
Aunque siempre es arriesgado plantear las fases de un determinado momento histórico, y puede haber distintas propuestas cronológicas,[1] desde el punto de vista de su mercantilización me parece que no me aparto demasiado a la realidad si analizamos la evolución del Sistema de Salud en cuatro grandes etapas. Un primer período de reordenación y reforma inicial del sistema que abarca prácticamente desde la aprobación de la Constitución en 1978 hasta la Ley General de Sanidad en 1986. Una segunda etapa que incluye una serie de avances reformistas con fuertes tendencias privatizadoras que abarca la década que va desde 1986 hasta 1996 cuando el Partido Popular (PP) de Aznar gana las elecciones. Un tercer período que profundiza el avance neoliberal mercantilizador que iría desde 1996 hasta 2012 con la aprobación de un regresivo Real Decreto que transforma la sanidad. Y finalmente, la etapa que va desde 2012 hasta finales de 2017, con un fuerte desarrollo mercantilizador pero también con una notable reacción social y popular contra los recortes y el avance conservador.
Reordenación y reforma (1978-1986)
Por lo que hace a esta primera etapa, vale la pena recordar que el franquismo nos dejó una sanidad fragmentada y centralizada, con grandes desigualdades sociales y de salud, una atención sanitaria deficiente, sobre todo la hospitalaria, con un sistema de gestión ineficiente y antidemocrático, y un sistema de salud pública enormemente limitado en cuanto al control, la planificación, la vigilancia y evaluación epidemiológica, la salud laboral y ambiental o el control alimentario, por sólo citar algunos apartados importantes. Baste recordar por ejemplo el lamentable episodio del fraude alimentario causado por el llamado síndrome del aceite tóxico o enfermedad de la colza a partir de mayo de 1981. Además del desastre de salud pública que causó más de 1.000 muertes y más de 20.000 afectados,[2] el episodio daría para realizar una serie de televisión o una película de Almodóvar con un gran número de situaciones trágico-cómicas.[3]
Durante esa primera etapa que coincide con los gobiernos postfranquistas de Adolfo Suárez entre 1977 y 1982, y la primera legislatura del PSOE tras su aplastante victoria a finales de octubre de 1982, se crea el Ministerio de Sanidad al que se asignaran las competencias de Salud Pública en la forma de una Dirección General, se desmonta la estructura del Instituto Nacional de Previsión (INP), que incluye el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) de 1944. En 1978, el INP se desdobló en entidades gestoras, correspondiendo al INSALUD la gestión de la asistencia sanitaria (el antiguo SOE), que dependía del Ministerio de Sanidad, y se empiezan transferir competencias a las Comunidades Autónomas. Primero será Cataluña en 1981, y luego Andalucía en 1984, el País Vasco y la Comunidad Valenciana en 1988, Galicia y Navarra en 1991 y Canarias en 1994. Las comunidades adquirirán cada vez mayor peso económico y político, donde una parte muy importante de su presupuesto global será dedicado a la sanidad. Sin embargo, durante esos años de inicio de la transición política se hizo muy poco para solventar la crisis sanitaria existente ya que persistieron los problemas de salud existentes durante el franquismo: la fuerte inercia del sistema con múltiples deficiencias e ineficiencias en los servicios sanitarios, la ideología biomédica hegemónica y la medicalización de la salud existentes, la creciente parasitación del sector público por el sector privado, y la existencia de desigualdades.
Para entender un poco mejor el contexto que se vive en ese momento histórico, centremos la atención en Cataluña, lugar donde existía un fuerte movimiento social y sanitario, reivindicativo y crítico, que analizó y reclamó en diversos informes y libros un cambio radical del sistema sanitario. En un estudio de 1977 sobre el Servicio Nacional de Salud se señala lo siguiente:
“La transformación del actual caos sanitario en un Servicio Nacional de la Salud implica una transformación radical. Supondría una organización sanitaria normalizada (tanto en el sentido de incluir todos los aspectos sanitarios como en el hecho de hacer desaparecer las duplicidades de servicios), con una base territorial (regionalización sanitaria), donde se ponga el acento en la prevención y en la medicina de primer nivel (el hospital pasaría a ser una parte reducida, pero altamente especializada y cualificada, dentro del conjunto sanitario), con una financiación a través de los presupuestos públicos, una vez hecha la reforma fiscal y con una gestión democrática y muy descentralizada”.[4]
Y para completar un poco más ese análisis podemos también observar el diagnóstico que hacía otro estudio[5] promovido por Jordi Gol, un “médico de personas” muy singular,[6] preocupado por la Atención Primaria y la medicina integral y humana:
La falta de una política sanitaria coherente con una planificación, información y evaluación deficientes, así como la dependencia del centralismo y el autoritarismo del gobierno estatal; La hegemonía de la medicina curativa, el olvido de la promoción de la salud, la medicina preventiva y la reinserción social; El exagerado consumismo médico-farmacéutico fomentado por el complejo médico-hospitalario, la ideología individualista y médica de la enfermedad, y la falta de educación sanitaria; La desigualdad entre clases sociales era el factor generador de más desigualdades en la salud y como las mujeres estaban peor atendidas, sobre todo por las insuficiencias de una asistencia primaria y medicina preventiva desprestigiadas e insuficientemente financiadas; El avance del sector privado en detrimento del sector público.
A grandes rasgos, ese es el “diagnóstico” general cuando en octubre de 1982 el PSOE gana las elecciones de forma aplastante con diez millones de votos (48% del total) mientras que la muy conservadora Alianza Popular queda muy lejos con solamente cinco millones (26%). La victoria del PSOE generó una enorme expectativa social basada además en una enorme legitimidad política (una mayoría absoluta de 202 diputados con una participación electoral del 80%). En ese momento se intensifica la necesidad de realizar una reforma sanitaria y se discute profusamente sobre conceptos como “participación”, “promoción de la salud” o el “derecho a la salud”, que están en la cabeza de la mayor parte de quienes quieren mejorar la sanidad y la equidad en salud. En cambio, vale la pena notar que cuando progresivamente se imponga la hegemonía cultural neoliberal, el discurso irá cambiando y las palabras objeto de debate pasarán a ser “gestión”, “eficiencia”, “copagos” y otros conceptos relacionados.
Para ilustrar el momento histórico que en esos momentos se vive y darnos una idea de las luchas políticas que tienen lugar podemos fijarnos en un par de editoriales de El País que, dicho sea de paso, era un periódico bastante más “progresista” de lo que es en la actualidad cuando se ha convertido en adalid de buena parte de las ideas neoliberales. Por ejemplo, una editorial de 1984 señalaba los conflictos, discusiones y luchas ideológicas que en ese momento tenían lugar en el debate de la reforma de la sanidad:
“Los conflictos entre los cargos políticos del ministerio, los roces con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (administrador de los fondos del Instituto Nacional de la Salud), las tensas relaciones con los sindicatos y con la profesión médica (ante una reforma mil veces anunciada y cuyo comienzo nadie atisba) y los contratos multimillonarios con la industria farmacéutica ocupan mientras tanto la atención de los ciudadanos”.[7]
Dos años más tarde, el 25 de abril de 1986, sólo dos meses antes de las nuevas elecciones generales de junio, se aprobó la Ley general de Sanidad (LGS 14/1986) que crearía el “Sistema Nacional de Salud”. Aunque en años posteriores la LGS ha sido habitualmente valorada de forma muy positiva sus avances por casi todo el mundo, en ese momento la situación no se ve necesariamente de ese modo y, de hecho, se realizan fuertes críticas a las insuficiencias de la Ley. En una editorial de El País de ese año se leen cosas como éstas:
“La Ley general de Sanidad (…) significa la pérdida de una oportunidad histórica para realizar una profunda reforma sanitaria en un país en el que todavía algunos hospitales públicos pueden ser calificados como fábricas de dolor. Varias parecen ser las claves que laten tras este fracaso: por un lado, la falta de interés del propio Gobierno en materia sanitaria, que ha hecho que ésta no figure entre las prioridades políticas y, por tanto, presupuestarias de esta legislatura; por otro, la falta de decisión del Ministerio de Sanidad y Consumo para enfrentarse con los poderes fácticos del corporativismo sanitario y, muy especialmente, con la Organización Médica Colegial, lo que le ha hecho realizar continuas concesiones que han desvirtuado muchos de los aspectos positivos del proyecto inicial”.[8]
Vale la pena recordar que, al igual como ocurrió en otros ejemplos históricos similares, el Colegio de Médicos (la Organización Médica Colegial) dirigido por el Dr. Ramiro Rivera se opuso frontalmente durante esos años a la Ley General de Sanidad, y que la lucha social y política para influir en el resultado final de la LGS que daría paso al Sistema Nacional de Salud fue realmente notable. No obstante, cuando años más tarde se valora lo ocurrido, algunos intentan promover la visión de que derechos sociales tan importantes como la sanidad universal fueron otorgados de forma sencilla, rápida o incluso cómoda. La realidad histórica suele ser muy distinta. Un conocido ejemplo histórico fue el establecimiento del National Health Service (NHS) en Inglaterra tras la Segunda guerra mundial, donde también se produjo una oposición frontal por parte de los médicos.[9]
La Ley General de Sanidad se articuló bajo tres principios básicos: reorganizar la Atención Primaria, fomentar la participación comunitaria, y realizar políticas intersectoriales. Entre los resultados positivos más destacados de la LGS podemos citar los siguientes puntos: la casi universalización de la cobertura sanitaria, la creación de la especialidad de Medicina familiar y comunitaria, una mayor unificación administrativa de la red asistencial, y la mejora en la calidad de la atención. Sin embargo, los problemas de la sanidad continuaron, hubo resistencias de todo tipo, persistieron las insuficiencias y la visión tecnocrática y biomédica de la sanidad sin que se cumplieran muchos de los objetivos, valores, y principios presentes en el espíritu y las reivindicaciones sociales por lograr un sistema más humano, social e igualitario.
Avances reformistas y tendencias privatizadoras (1986-1996).
La Ley General de sanidad en España fue la última de las leyes de sanidad reformistas asociadas al Estado de bienestar aprobadas en Europa, en un momento en que ya desde los años 70 con el golpe de Estado en Chile y los gobiernos de Thatcher y Reagan emergían en el mundo el neoliberalismo[10] y la ola de privatizaciones de los sistemas sanitarios públicos. En efecto, sobre todo a partir de los años 80, junto a fenómenos como el aumento de inversión turística o inmobiliaria en las ciudades, y la llamada “financiarización” de la economía, el gran poder económico verá la salud como un lugar crucial donde invertir y hacer negocios. Ese es un punto clave porque de hecho casi cualquier cosa puede hoy día convertirse en una enfermedad o en un problema de salud. Así pues, en esos años el sector sanitario público se situó por tanto bajo el punto de mira de gobiernos conservadores, instituciones internacionales y grandes empresas (farmacéuticas, seguros, tecnológicas y hospitalarias), aumentando progresivamente la presión para mercantilizar la sanidad. Un ejemplo de ello fueron los informes del Banco Mundial, en que de forma algo disimulada se empiezan a plantear rasgos que poco a poco van a convertirse en características clave del neoliberalismo.[11]
Uno de los lugares del Estado español donde antes se produjo un desarrollo precoz en los procesos de mercantilización de la sanidad fue en Cataluña. Desde hace muchas décadas en Cataluña había existido una concepción privada de la sanidad donde las fundaciones privadas, eclesiásticas y el mundo empresarial tuvieron mucho espacio. Ya en los años 80 junto a las transferencias en sanidad emergieron los procesos privatizadores y mercantilizadores.[12] Esos procesos fueron combinando varias estrategias. Por un lado, el “síndrome del goteo” donde se trata de ir haciendo una pequeña reforma por aquí y una pequeña reforma por allá, y poco a poco, como quien no quiere la cosa, se van generando y ampliando cambios de mucho calado. Y por otro lado, al mismo tiempo, se va a ir produciendo también lo que la periodista canadiense Naomi Klein ha llamado el “síndrome del shock”, es decir, episodios abruptos de cambio donde la gente se queda paralizada, sin respuestas, y sin saber muy bien cómo reaccionar.[13]
Un proceso similar ocurrió por ejemplo en Cataluña en 1990 con la aprobación de la Ley de Ordenación Sanitaria de Cataluña (LOSC). La LOSC puso en marcha y legitimó las llamadas teorías de mercado de la "Nueva Gestión Pública" (NGP) que proponían la separación entre compra y provisión de servicios, fomentando la creación de un extenso sector público empresarial. Durante esos años, Cataluña tenía una situación diferente a la del resto de España: en 1986 la relación entre provisión privada/pública era de 70/30 en Cataluña, mientras que en el resto del país era la inversa. La LOSC definió un modelo sanitario mixto, que integraba en una sola red de utilización pública todos los recursos sanitarios, sean o no de titularidad pública, y que recoge una tradición de entidades (mutuas, fundaciones, consorcios, centros de iglesia) históricamente dedicadas a la salud. Y también la LOSC que creó la Red de Hospitales de Utilización Pública (XHUP), para favorecer este proceso de provisión privada con financiación pública.[14]
En el conjunto del estado español, apenas unos años después de la aprobación de la LGS, en 1991 se produce el primer intento estructurado para avanzar en la privatización y mercantilización de la salud a través del conocido “Informe Abril” (Informe y Recomendaciones de la Comisión de Análisis y Evaluación del Sistema Nacional de Salud) generado por la comisión de su mismo nombre, que contó con 9 miembros titulares y un total de 140 expertos, y que fue presidida por Abril Martorell, uno de los hombres de confianza de Adolfo Suárez en la Unión de Centro Democrático. El núcleo del informe planteó la puesta en marcha de nuevas ideas sobre la gestión pública y los copagos, donde se abogaba por avanzar en los puntos siguientes:
Mejorar su eficiencia mediante la separación de garantía del derecho (financiación pública) y provisión de servicios
Introducir supuestos de mercado en la gestión de un servicio público
Establecer un catálogo básico de prestaciones.
Instaurar conceptos como la “prestación adicional” y “complementaria” cofinanciados por el usuario.
Generar un mercado interno en la provisión de servicios sanitarios extendiendo la cultura del contrato-programa.
Si bien en ese momento las resoluciones de la Comisión no prosperaron, se trató del primer intento formal de extender ideas de tipo mercantil en la sanidad que progresivamente, con la ayuda de los medios, la ideología y la propaganda, se irían extendiendo como si de una infección se tratase. Tras el fracaso inicial de la Comisión, Abril Martorell nos dejó algunas perlas de su ideología neoliberal que vale la pena recordar. En una entrevista y ante la pregunta “¿por qué es tan perversa la gratuidad?”,[15] Martorell decía:
“Porque deforma las conductas y los comportamientos del hombre. Porque en el fondo de la naturaleza humana, aquello que no cuesta no se valora lo suficiente, porque se propende a exigir más de lo gratuito, porque cuando uno no paga jamás puede escoger y escoger forma parte de la satisfacción subjetiva.”
Y cuando le señalaban:
“Imagínese que una persona ha tenido un accidente de coche y tiene por delante una larga estancia en el hospital”.
Abril Martorell respondía:
“Me va a perdonar, pero esa persona tiene su seguro de automóvil. Lo primero que tiene que hacer un hospital es curar, pero lo segundo es cobrar”.
Así pues, conviene recordar esas ideas y propuestas para entender un poco mejor el lugar de dónde venimos, y los procesos y luchas que ocurrieron. Y es que a pesar del fracaso inicial de la Comisión, a partir de entonces las fuerzas interesadas en la reforma de la sanidad irían produciendo un goteo permanente de acciones en la dirección apuntada por el Informe.[16] Por ejemplo, en 1992 se constituye la empresa pública Hospital Costa del Sol en Andalucía, donde el sistema incorpora principios de gestión privada a centros que son de titularidad pública, con personalidad jurídica diferenciada. Las empresas se constituyen mediante leyes autonómicas y tienen el control del Parlamento regional. La constitución por la Xunta de Galicia de la Fundación del Hospital de Verín en 1995, es el primer caso de la puesta en marcha de un modelo de gestión privado aprovechando la ley de fundaciones de 1994. En 1996 se pone en funcionamiento otro experimento privatizador, en este caso en atención primaria: son las entidades de base asociativa (EBA), especie de sociedad limitada/cooperativa de médicos que gestionan un centro de salud), primero en Vic y luego en Cataluña durante los Gobiernos de CiU.
Durante esos años, los argumentos ideológicos neoliberales repetidos hasta la saciedad por los mass media han sido permanentes: el sector público es “insostenible” y “burocrático”, el sistema privado es “más eficiente” que el público, la salud pertenece al ámbito personal, los usuarios son responsables de “abusar de la sanidad”.[17] Recordemos que los medios de comunicación de masas, que mejor habría que llamar en demasiadas ocasiones de “desinformación” y “adoctrinamiento”, pertenecen básicamente a los mismos entramados financieros y económicos que están a favor de las políticas neoliberales.
Ascenso neoliberal (1996-2012).
A partir de 1996 se acelera el ascenso neoliberal. El PSOE había entrado progresivamente en decadencia desde hacía años y, aunque ganó las elecciones de 1993, lo hizo por poco. Tres años más tarde, en marzo del 1996, el PP también ganará, aunque también por poca diferencia: 9,7 millones el PP por 9,4 el PSOE. Tras la victoria de Aznar, el goteo neoliberal en la sanidad por lo que hace a la legislación, la gestión y otros ámbitos relacionados se irá acentuando. Veamos de forma muy resumida unos pocos ejemplos que lo ilustran:
El RD 10/1996 sobre habilitación de nuevas formas de gestión del Sistema Nacional de Salud da cobertura legal a los experimentos privatizadores.
la Ley 15/97 permite la entrada de entidades privadas en la gestión de los centros sanitarios públicos.
La construcción y gestión del hospital de La Ribera en Alzira (1999), abre el camino a la mercantilización de la sanidad y el fomento a “modelos de negocio” privados.
En Madrid, se produce la cesión del hospital de Valdemoro a la empresa de capital sueco Capio (2005).
El caso del “experimento” sanitario privatizador de Alzira en la Comunidad Valenciana bajo la presidencia de Eduardo Zaplana es uno de los más conocidos.[18] Así, se estableció un consorcio en que estaba el grupo Rivera para la gestión, Adesla como aseguradora, Lubasa desde el punto de vista inmobiliario, y Dragados en el tema de la construcción. Todo el “paquete” fue montado para crear una empresa privada que diera cobertura a la atención sanitaria de un área. El caso de Alzira hace referencia a un punto crucial: la cooptación del poder público por el poder privado. Como apuntó en una de sus viñetas el dibujante El Roto: “¡Pero qué aficionados son a gobernar lo público los que todo lo quieren privatizar!”
Como sea que la sanidad es un negocio muy importante que aún puede generar beneficios muchos más amplios, y que hay múltiples estrategias neoliberales para su legitimación,[19] las administraciones públicas de carácter neoliberal, junto a las presiones e influencia del complejo biomédico-farmacéutico y las aseguradoras sanitarias, han ido proponiendo y realizando muy diversas acciones:
Leyes y reformas legales (un claro ejemplo han sido la ley 15/97 el RD 16/2012)
Los desgravamientos fiscales (colectivos e individuales)
La gestión privada y “nuevas formas de gestión” de servicios públicos
El aumento de coaseguramientos privados
La generación de externalizaciones y subcontrataciones
La creación de partenariados público privado (consorcios de empresas y servicios)
Y la realización de inversiones masivas en la industria biomédica, farmacéutica, genética, tecnológica, sistemas información para consumo.
Desarrollo mercantilizador y reacción social (2012-2017).
El último período histórico analizado tiene que ver con el progresivo desarrollo mercantilizador de la sanidad y la consiguiente reacción social ante esas políticas. Y es que tras el goteo constante de casi dos décadas llega la ducha de agua fría. El gobierno del PSOE de Zapatero dejó el gobierno en diciembre de 2011, y el gobierno del PP con Rajoy llegará al poder con diez millones de votos (44%) ganando prácticamente en todo el territorio con las únicas excepciones del País Vasco y Cataluña, y la provincia de Sevilla. El PSOE con siete millones de votos (38%) quedará a gran distancia.
El gran poder acumulado por el PP le permitió poner en marcha el Real Decreto-Ley (RDL 16/2012), una auténtica contrarreforma sanitaria que comporta pasar de un sistema nacional de salud a un sistema tripartito basado en los seguros sanitarios para los ricos, la seguridad social para los trabajadores y la beneficencia para el resto de personas.[20] ¿Qué características clave comporta la aprobación de ese RD? Los aspectos más relevantes se pueden quizás resumir en cuatro puntos:
Pasar de un sistema financiado con impuestos directos a uno basado en la cotización social, financiación de un modelo de seguros con el pago del afiliado (asegurado) o el protegido (beneficiario) por la Seguridad Social y copagos.
Se renuncia a la atención sanitaria universal excluyendo a los sectores más débiles de la sociedad española: inmigrantes sin papeles y discapacitados con una discapacidad menor del 65%, entre otros colectivos.
Se niega la sanidad a inmigrantes o personas enfermas socialmente excluidas, el “nuevo” sistema puede acarrear problemas con la saturación de urgencias y la probable aparición de epidemias.
Se crean varios niveles de servicios, lo que apunta a una reducción de las prestaciones básicas y la generación de un sistema de beneficencia que puede “arrastrar” a la clase media hacia los seguros privados.
En ocasiones, el modelo se planteó en forma muy descarada como ocurrió en el caso catalán. Boi Ruiz, quien fue Conseller de Salut de la Generalitat de Catalunya durante la presidencia de Artur Mas entre 2010 y 2016, ha dejado para la posteridad algunas perlas realmente impagables que son bien conocidas en Cataluña, pero quizás no tanto en el resto del estado español:
“No hay un derecho a la salud, porque ésta depende del código genético que tenga la persona, de sus antecedentes familiares y de sus hábitos...”
“La salud es un bien privado que depende de uno mismo, y no del Estado…”
“Recomiendo hacerse de una mutua sanitaria. Una mutua privada es una solución para el sistema de salud pública… es un derecho que la gente debe poder elegir y que hay que reconocer fiscalmente.”[21]
En efecto, esa visión neoliberal ha tenido éxito. A veces los datos hablan por sí mismos. Entre 2010 y el 2013 los seguros médicos ganaron más de cien mil abonados con un importante ingreso por primas de casi un 11%. Desde 2008, el negocio de seguros médicos privados ha generado 131.000 nuevos contratos aumentando sus ingresos en 227 millones de euros. Sin embargo, la realidad es con frecuencia poco visible y muchos deben ser los esfuerzos por desvelarla.
Para entender algo mejor la opacidad de muchos procesos mercantilizadores quizás nos puede ayudar utilizar una imagen. En 1976 se realizó la película “Todos los hombres del presidente”, donde dos periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, destaparon el caso Watergate que llevó a la destitución del presidente Richard Nixon. En la película, el periodista que representa Woodward (Robert Redford), está en el sótano de un aparcamiento hablando con su confidente que es un agente del FBI (William Mark Felt, también conocido como deep throat),[22] a quien está intentado sacar la información para desvelar los responsables del caso. En un momento dado, ante la insistencia de las preguntas del periodista, el confidente le espeta “Follow the money, just follow the money” (sigue al dinero, tan solo sigue la pista del dinero). Para entender adecuadamente el conjunto de procesos mercantilizadores de la sanidad de esos años, eso es lo que deberíamos hacer: seguir el dinero, seguir todas las pistas que llevan a entender cómo, dónde y de qué manera se gasta el dinero público, nuestro dinero, el dinero de toda la población. Y por tanto, entender de ese modo cómo se ha avanzado en ese proceso de mercantilización, con qué mecanismos, y qué responsables hay detrás. Son procesos complejos y opacos, que casi siempre llegamos a conocer –al menos en parte- gracias al trabajo de periodistas de investigación valientes como Albano Dante y Marta Sibina de “caféambllet”, que han ayudado a entender muchas de las prácticas y acciones corruptas de la sanidad catalana, en un rompecabezas difícil de conocer e integrar.[23]
Es claro que si uno quiere hacer negocio con el sistema privado ¿qué tiene que hacer? Tiene que parasitar al sistema público, tiene que hacer que el sistema público parezca ineficiente, que no funciona, que hay largas listas de espera, que hay colas, que la calidad es baja, y así un largo etcétera. El neoliberalismo aprendió mucho de la importancia fundamental relacionada con la modificación de las leyes, y donde el papel de los gestores en puestos clave es muy importante: colocar a las personas clave en los lugares clave, bajo un modelo ideológico de gestión empresarial. Es de ese modo como se logra abrir espacios de mercantilización que son los que permiten finalmente hacer negocios y ganar dinero. Y por supuesto, todo ello tiene también que ver con lo que se puede llamar la “promiscuidad” entre el poder económico y el poder político. Es decir, el papel de las puertas giratorias entre políticos y grandes empresas, o entre los grandes consorcios empresariales, tecnológicos y sanitarios a nivel global que mueven sus hilos para hacer negocios. Seguro que les suenan nombres como el grupo Capio, Tecnon, Quiron, entre otros muchos, pero también juegan un papel crucial grupos menos conocidos que conforman las grandes consultoras tan directamente relacionadas con los gobiernos, las llamadas Big Four: Deloitte, KPMG, Ernest & Young, y quizás la más conocida de todas PwC, la empresa de donde proviene por cierto Luis de Guindos, ministro de economía español desde 2011.
Principales contradicciones del sistema
Tras el sucinto resumen histórico expuesto sobre la evolución y procesos mercantilizadores que han tenido lugar en el Sistema de Salud español, debería quedar claro sin embargo que no todo es blanco o negro, que hay muchos grises, y que hay situaciones muy diversas con avances positivos y negativos que comentaré de forma muy esquemática en forma de contradicciones. Por un lado, presentaré aquellos apartados del sistema de salud que han ido mejorando gracias al esfuerzo de personas y colectivos muy diversos: partidos, profesionales, sindicatos, grupos sociales, etc. De otro lado, mostraré otros apartados que no han mejorado o que han empeorado (o que presentan un elevado riesgo de hacerlo). Por un tema de espacio, me limitaré tan solo a enunciar las contradicciones que me parecen más relevantes, aunque me extenderé un poco más en el importante y con frecuencia olvidado asunto de la medicalización de la salud y la generación de daño (iatrogenia).
En primer lugar, la (casi) universalidad y calidad de los servicios vs. los recortes y la subfinanciación crónica del sistema. Vale la pena recordar que en las últimas décadas se han recortado muchos millones de euros y muchos miles de trabajadores y en ese sentido el sistema de salud se ha descapitalizado. Por ejemplo, un estudio ha mostrado como en el año 2015 el gasto sanitario per cápita de España fue de 2.374€ en comparación con 2.800 de la UE.[24] El gasto sanitario español respecto al PIB fue de 9,2 por 9,9 de la UE. En cuanto al porcentaje del gasto sanitario público, éste fue de 71% en España por 79% en la UE. Siempre estamos por debajo. Más allá de cómo nos gastemos el dinero, lo que parece claro es que estamos en una situación de infrafinanciación o de subfinanciación crónica.
La segunda contradicción, es la búsqueda de eficiencia y equidad de la gestión de centros sanitarios versus los procesos de privatización y mercantilización que perjudican la eficiencia y equidad global del sistema.
La tercera, el desarrollo de un sistema de sanidad pública centrado en el diagnóstico y tratamiento versus un modelo de salud pública que sea integrado e integral, o tanto como sea posible, en los planos humano, biopsicosocial y clínico.
La cuarta, el elevado nivel de la atención y calidad hospitalaria que ha crecido y mejorado sustancialmente en muchos sentidos, algo que aparece profusamente en los medios de comunicación, versus el escaso gasto que se dedica a la atención primaria, comunitaria, sociosanitaria y a la salud mental. Es realmente vergonzoso el bajo gasto que tiene lugar en esos apartados del sistema de salud.
La quinta es el alto nivel de calidad y buena formación de la mayoría de profesionales sanitarios, que ha ido aumentando a lo largo de las décadas versus su creciente precarización laboral y migración (el llamado brain drain), donde muchos profesionales marchan a otros países porque no tienen espacio, porque no pueden trabajar, y porque están hartos de trabajar en situaciones de precariedad. Por ejemplo, varios estudios en Barcelona han mostrado la elevada precariedad de los profesionales médicos[25] y de enfermería.[26]
En sexto lugar, la mejora del conocimiento técnico y especializados de los profesionales de la salud vs. la común ausencia de una mirada más humanística e integral de la salud.
En séptimo lugar, el aumento del acceso a medicamentos y tecnología sanitaria vs. un tipo de sanidad muy medicalizada y menudo generadora de iatrogenia. Me voy a detener un poco en este punto porque me parece un tema importante pero que no es comúnmente destacado. Y es que en España, a la vez que hay enfermos que no tienen acceso (o un acceso adecuado) a los medicamentos, un tema grave que hay que denunciar y cambiar, también ocurre el extremo opuesto. Está claro que es bueno y necesario hablar de salud y no sólo de enfermedad, pero hay que ir con cuidado. Y es que cada vez más el objetivo de las grandes empresas farmacéuticas no son solo los enfermos, sino todas las personas. Prácticamente cualquier asunto es potencialmente un tema de “salud”, algo que se relaciona con el consumo y la expansión de numerosos productos y tecnologías. Hace ya casi un cuarto de siglo, una interesante editorial de una revista médica se preguntaba: “¿Qué es una persona sana?” Ante el crecimiento de intervenciones médicas de todo tipo de las últimas décadas, su respuesta era que: “una persona sana es un paciente que aún no ha sido diagnosticado.”[27] La tecnología digital en el campo de la salud ha seguido aumentando con rapidez, y todo hace prever que, para bien o para mal, en muy pocos años vamos a encontrarnos con una masiva revolución digital en el campo médico. Los aspectos positivos son indudables, pero en relación con los malos usos de la medicina hay estudios que muestran resultados muy preocupantes. Por ejemplo, en Estados Unidos, un interesante artículo del 2000 estimaba que la iatrogenia, el daño a la salud producido por la mala o excesiva medicación o tecnología, generaba anualmente entre 230 y 284.000 muertes, y que eso representaba la tercera causa de muerte del país.[28] Un análisis mucho más reciente de 2016 ha estimado que la cifra de muertes por efectos adversos alcanzaba las 400.000 muertes anuales.[29] Sería muy interesante tener estudios detallados del impacto de esa iatrogenia en España y otros países. Por todo ello, no es de extrañar que médicos como Juan Gervas entre otros muchos hagan referencia a la llamada “prevención cuaternaria”.[30] Estamos por tanto ante un tema de gran importancia: evitar el abuso en las intervenciones médicas, controlar la llamada tecnofilia: la creencia de que la tecnología puede arreglarlo prácticamente todo, que va a resolver todos los problemas del mundo: la pobreza, el hambre, la enfermedad, e incluso la muerte. Esa es la reivindicación de un progreso científico-técnico ilimitado, posthumano, como el propuesto por autores relacionados con la Singularity University como Raymond Kurzweil, José Luis Cordeiro u otros eufóricos vendedores mesiánicos de tecnodistopías.[31]
Octavo, el elevado interés y valoración teórica –subrayo lo de teórica- de la promoción de la salud, la prevención y la salud pública versus la ausencia de inversiones y políticas en salud pública, en la salud laboral, la salud ambiental y salud mental, entre otros. Y es que no cuesta nada poner en los documentos, informes o incluso leyes que la promoción de la salud es muy importante, que la participación o la salud pública son cruciales. Sí, está muy bien hablar de la importancia de la prevención, la salud pública, la salud laboral, la salud ambiental, la salud mental… pero al mirar los presupuestos podemos observar la escasa prioridad que todo ello recibe en la actualidad.
Noveno, la visibilización y referencia genérica a los determinantes sociales de la salud y la equidad en documentos y presentaciones públicas versus la falta de acción política sobre estos factores, así como la ausencia de evaluaciones de las políticas. En la última década cada vez se habla más y más de los Determinantes Sociales de la Salud y la equidad, una tendencia verdaderamente muy positiva. Ahora bien, ¿qué se hace en la práctica en relación a los Determinantes Sociales? Nada o muy poco. Además, más allá de la distancia existente entre teoría y práctica, entre el decir y el hacer, hoy existe una batalla sobre el significado y sentido de la expresión “Determinantes Sociales de la Salud”.[32]
En décimo lugar, la ampliación y mejora de los sistemas de información clínicos y sanitarios versus la posibilidad de venta mercantil de datos ciudadanos (big data). También aquí estamos ante un tema de gran interés, que merece mucha atención. No cabe duda de que el uso de información es de gran importancia para los investigadores, pero no cabe ser ingenuos, el uso de una enorme cantidad de datos puede ser también potencialmente muy dañino en términos de control social y en manos de grandes empresas cuyo objetivo básico bajo el capitalismo es fomentar el consumo y los beneficios, con todo el impacto iatrogénico que ello puede comportar.
Undécimo, el notable crecimiento de inversiones y actividades de investigación biomédica versus la falta de inversiones en investigación de los “Determinantes sociales de la salud y la equidad”, la "Salud en todas las políticas" y la evaluación de las políticas sociosanitarias. También en estos casos, existe básicamente una proclama retórica. Queda muy bien hablar de la importancia de la investigación en “salud en todas las políticas”, pero ¿qué se hace? Nada o muy poco. Nuevamente estamos ante una etiqueta que casi nunca se traduce en políticas reales.
Y finalmente, la última contradicción, es la frecuente mención de que hay que crear una sanidad transparente y democrática versus la opacidad, clasismo, sexismo y la poca participación popular realmente existentes.
Algunos desafíos
Ante esa evolución histórica y las contradicciones existentes, ¿hacia dónde deberíamos caminar? ¿A qué retos fundamentales deberíamos hacer frente para lograr el mejor Sistema de Salud posible para toda la ciudadanía? Aún a riesgo de simplificar en demasía, me parece que los desafíos más importantes que tenemos por delante son cinco. Me limitaré a mencionarlos sin entrar en plantear un programa técnico y político que merecería un desarrollo mucho mayor, tal y como hemos comentado en otros lugares:[33]
Financiar mejor, desprivatizar y desmercantilizar el sistema de salud
Priorizar la atención primaria y comunitaria, así como la salud pública y las acciones sobre los determinantes sociales de la salud
Desprecarizar, desmedicalizar, reeducar (a los profesionales y a la población) sobre la salud, la medicina y la salud pública
Desarrollar nuevos sistemas de información, vigilancia y evaluación de la “salud en todas las políticas” y con más investigación social y comunitaria
Extender la democracia, la participación popular y la soberanía popular en el campo de la salud
Cada una de los conceptos propuestos representa un gran desafío. Son palabras que comportan retos enormes que requieren mucha reflexión, hacer propuestas, plantear actividades y por supuesto disponer de la capacidad política para poder plantear y realizar políticas a la vez ambiciosas, integrales y justas.
Entre las muchas palabras que podríamos seleccionar me quedo con la palabra “democracia” porque es una de esas palabras fetiche que todo el mundo usa y que sirve para legitimar prácticamente cualquier cosa.[34] Y es que el asunto de las palabras es un tema realmente fundamental. A veces, pocas veces, desde los lugares de poder se habla claro. No ocurre con frecuencia, pero a veces los poderosos se sienten tan impunes que se permiten el lujo de hablar con claridad. Por ejemplo, sobre la palabra “democracia”, un ex columnista del Consejo Editorial de The Wall Street Journal señalaba en una entrevista:
“Creo que el capitalismo es mucho más importante que la democracia. Ni siquiera soy un gran creyente en la democracia… Yo estoy a favor de que la gente pueda votar y cosas así, pero hay muchos países que tienen el derecho al voto que siguen siendo pobres. La democracia no siempre lleva a una buena economía, o siquiera a un buen sistema político. Con el capitalismo, eres libre de hacer lo que quieras, de hacer cualquier cosa que quieras con tu persona.”[35]
Y al pensar en las complejas interrelaciones existentes entre el capitalismo, la salud y la democracia,[36] creo que vale la pena recordar las palabras del viejo Rudolf Virchow, uno de los más conocidos padres de la salud pública, quien enunció aquella conocida frase que reza “la medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina a gran escala”. Pero Virchow señaló también una frase seguramente mucho menos conocida que también me gusta recordar y con la que quiero acabar:
“La mejora de la medicina alargará la vida humana, pero la mejora en las condiciones sociales permitirá conseguir ese logro más rápidamente y con mayor éxito... La receta se puede resumir de este modo: democracia plena y sin restricciones.”[37]
Muchas gracias por la atención.
(Texto revisado y adaptado de la intervención “Las políticas de salud y las desigualdades: evolución histórica, contradicciones y retos: ¿qué lecciones podemos aprender?” en la Jornada de Salud de Podemos “¿Qué sistema de salud para qué futuro? Pensando las políticas sanitarias de los próximos 20 años” el 2 de diciembre de 2017 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. El video completo con todas las intervenciones de Joan Benach, Carme Borrell, Juan Antonio Gil, Ildefonso Hernández, Mónica García, Lucía Artazcoz, Javier Padilla y José J O’Shanahan puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=_wEKr8zS7KM)
Referencias:
Ver el original
Joan Benach Catedrático de Sociología en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra. Director del Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS-EMCONET) y Subdirector del JHU-UPF Public Policy Center, Universidad Pompeu Fabra a Barcelona.
Fuente:
www.sinpermiso.info,
Stephen William Hawkins fue un físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico que sufrió una grave enfermedad degenerativa nerviosa, siempre reconoció que sin la ayuda del Servicio de Salud Británico, que se implantó después de la II G. M., (1948) por el gobierno laborista, no podría haber vivido. Falleció el pasado 14 de marzo, a los 74 años. Encarna uno de tantos ejemplos del bien real que puede realizar la sanidad pública de calidad hoy en día.
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jueves, 15 de marzo de 2018
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