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sábado, 8 de junio de 2024

El franquismo diseccionado. Ludovic Lamant.

Casi cincuenta años después de la muerte de Franco, una exposición ofrece en Toulouse una "anatomía" de la dictadura española, una de las más largas de Europa. Y varios libros de historiadores abogan por escribir una historia "transnacional" de la dictadura, situándola en un contexto más amplio.

El proyectil no explotó. La basílica del Pilar de Zaragoza (España), contra la que había sido disparado el 3 de agosto de 1936, se salvó. Según la propaganda franquista, fue una señal de Dios, que había elegido su bando. Años más tarde, un obrero esculpió en la concha una Virgen del Pilar, que otros transformaron después en candelabro.

Es uno de los objetos de exaltación del franquismo, junto a innumerables carteles, revistas, manuales escolares y banderas, que se exponen en Toulouse en la muestra "Anatomía del franquismo", en el Museo de la Resistencia y la Deportación, hasta septiembre.

"Hay tal contraste entre la riqueza de las investigaciones sobre la España franquista de los últimos treinta años y la crasa ignorancia en la que se encuentra Francia, que era absolutamente necesario presentar estos nuevos trabajos", explica François Godicheau, historiador de la Universidad Toulouse-Jean-Jaurès y comisario científico de un ciclo sobre la España franquista, del que forma parte la exposición.

La elección de Toulouse no es baladí, ya que la más española de las ciudades francesas fue la "capital del exilio" durante la Retirada. Pero la exposición no repasa el conocido episodio del exilio de los republicanos durante y después de la guerra. Profundiza en los pilares del régimen franquista (la Falange, el ejército y la Iglesia), describe la hambruna de los primeros años (200.000 personas murieron de hambre en los años 40) y documenta el adoctrinamiento de los más pequeños a través de la escuela.

En el piso de arriba, se disecciona la "purga sistemática de la sociedad" a través de la puesta en marcha de un sistema represivo vertiginoso (miles de republicanos condenados a muerte en las grandes ciudades tras la victoria de 1939, 300.000 funcionarios víctimas de purgas, un millón de prisioneros civiles, políticos o de guerra en enero de 1940...). Esto llevó a los comisarios de la exposición a escribir que "esta larga procesión de medidas punitivas superó con creces a las dictaduras italiana o portuguesa, e incluso a la Alemania nazi, hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial".

Respuesta a las falsificaciones
Entre los elementos más destacados de la exposición se encuentran los álbumes digitalizados del fotógrafo Martín Santos Yubero (que incluyen impresionantes instantáneas de la inauguración del Valle de los Caídos en 1959, la basílica de las afueras de Madrid, en presencia de Franco) y la reproducción de una obra maestra de la pintura española, Silencio, de Juana Francés (1953), que muestra el retrato de una mujer tapándose la boca con la mano, en una sociedad franquista ultrapatriarcal (el original pudo verse en el centro de una vibrante exposición en el Mnac de Barcelona el año pasado, sobre la figura humana después de la guerra).

Al final del recorrido, en una vitrina, se exponen tres objetos conmovedores: un reloj de bolsillo, un anillo y una suela de zapato fabricada con un neumático de caucho. Fueron descubiertos al abrirse en 2000 una fosa de víctimas de la represión franquista por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

En el verano de 2022, la publicación de una amplia entrevista al ensayista de extrema derecha Pío Moa, autor de tesis revisionistas sobre la Guerra Civil española, en una edición especial de "Le Figaro" desencadenó la ira y la movilización de numerosos especialistas de la España contemporánea en Francia. Es también en este contexto agitado del resurgimiento de la extrema derecha, incluido Vox en España, en el que entra en juego la exposición de Toulouse, con su preocupación por precisar el alcance de los conocimientos y responder a las falsificaciones.

"El asunto Moa demostró que ese desconocimiento del franquismo era fruto de la propia propaganda franquista", insiste François Godicheau. "Describir el franquismo como una dictadura paternalista, ciertamente autoritaria pero no mucho más, que además modernizó el país, es un desastre. Este tipo de discurso es hoy un punto de apoyo para Moa y otros, en el contexto de lo que la 'fachosfera' califica de batalla cultural".

Esta primera exposición, un poco apretada entre las paredes de este museo departamental (apenas tres salas), dejará paso el año que viene a una segunda parte, más centrada en la resistencia al franquismo y en el contexto internacional de la Guerra Fría. El laboratorio universitario Jean-Jaurès, coproductor del evento, también organizó en marzo una conferencia sobre el tema, con la esperanza de "descompartimentar" el franquismo. En ella participaron historiadores especializados en otros temas, como el nazismo, entre ellos Christian Ingrao y Marie-Anne Matard-Bonucci.

"¿Juzgar a Franco?"
Esta preocupación por situar la dictadura de Franco -la más larga de Europa Occidental después de la de Salazar en Portugal- dentro de una historia europea más amplia, e incluso internacional, está en el centro del importante libro de Sophie Baby sobre los problemas e impasses de la criminalización del franquismo (¿Juzgar a Franco?, La Découverte). Frente a una "trayectoria ibérica periférica", en la que "España sólo aparece como una línea de puntos en las historias generales de la historia contemporánea", la historiadora aboga por otorgar a España un lugar central "en la historia del enfrentamiento de las sociedades occidentales con la violencia de masas que las desgarró".

Sophie Baby busca entender por qué Franco "no ha sido juzgado y nunca lo será". En el debate público español, desde la izquierda y los movimientos de memoria, se suele culpar a la Transición, el periodo que va desde la muerte de Franco en 1975 hasta la victoria del Partido Socialista en las elecciones legislativas de 1982. En nombre de la reconciliación nacional, la ley de amnistía mutua de 1977 no supuso la ruptura institucional que habría permitido juzgar los crímenes del franquismo. Habría establecido un "pacto para olvidar", que las leyes de memoria aprobadas por los socialistas José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 y Pedro Sánchez en 2022 reabrieron finalmente.

Pero la originalidad del trabajo de Sophie Baby radica en que va mucho más allá para encontrar respuestas a la pregunta que sigue siendo tan sensible en España: ¿qué puede hacer la ley ante los crímenes de Estado? Recuerda que la demanda de amnistía ya fue planteada en 1937, en plena guerra, por republicanos que veían en ella una forma de poner fin al conflicto. Se detiene en las comisiones internacionales de investigación, entre ellas la creada por el trotskista David Rousset, que dio lugar al Libro Blanco sobre el sistema penitenciario español en 1953, acompañado de testimonios que fueron la primera expresión abierta de la represión franquista.

Pero Franco se escabulló, "aprovechando el entrecruzamiento de conflictos", de la Guerra Civil española a la Segunda Guerra Mundial y luego a la Guerra Fría, jugando con una "competencia de víctimas" que le permitió "difuminar la cadena de responsabilidades". Durante los juicios de Nuremberg, a partir de 1945, Franco no fue interrogado, a pesar de su alianza con los nazis. Y aunque hubo deportados españoles en el estrado -exiliados republicanos en Francia que posteriormente habían sido hechos prisioneros en campos de concentración- su destino "nunca fue considerado en su especificidad [...], sino sólo como un apéndice de una historia europea que casi inadvertidamente les había alcanzado".

El eco de los desaparecidos en Argentina
Basándose en particular en los trabajos de Nicole Loraux sobre la Grecia antigua, el historiador demuestra que el "paradigma de la amnistía", tal como fue formulado en los primeros años del franquismo por la oposición clandestina, y contrariamente a las ideas preconcebidas, no excluía "ningún sistema de justicia". Pero esta ambición fue pronto neutralizada por un discurso sobre la necesidad de "reconciliación" del país, que triunfó durante los años de la transición, y se reforzó aún más con el fallido golpe de Estado de 1981.

El matizado libro de Sophie Baby sobre los complejos años posteriores a 1975 rechaza las fáciles oposiciones entre venganza y perdón, memoria y olvido. También da voz a la minoría que se opuso a la amnistía de la Transición: desde los partidarios de un Tribunal Internacional para los Crímenes del Franquismo, defendido por un grupo revolucionario de extrema izquierda fundado por exiliados comunistas que habían roto con el PCE español, hasta los que iniciaron, clandestinamente, la vital labor de exhumar las fosas comunes de los fusilados del franquismo.

Sophie Baby amplía decisivamente su análisis a lo que denomina "Euroamérica", el área de movimiento político que se intensificó a finales del siglo pasado por los exiliados en ambas direcciones, a uno y otro lado del Atlántico, a medida que las dictaduras llegaban al poder. Muestra hasta qué punto la dictadura argentina (1976-1983) y la práctica de las desapariciones por parte de la Junta Militar impusieron el concepto de "terrorismo de Estado" en el debate español, rompiendo de golpe las certezas sobre los beneficios de la amnistía.

La España de Felipe González, que se preparaba para ingresar en la Comunidad Económica Europea (CEE) en 1986, estuvo en la vanguardia de esta batalla por el reconocimiento del delito de desaparición forzada. Un poco más tarde, fue la detención en Londres del ex dictador chileno Pinochet en 1998, bajo la presión del juez Baltasar Garzón, la que hizo historia. Al mismo tiempo, España se convirtió también en un actor importante -y ambiguo- en la lucha antiterrorista, en respuesta a las acciones armadas de la ETA vasca.

Este gran giro en los debates sobre la justicia internacional, de la petición de amnistía a la lucha contra la impunidad, dio lugar a una "paradoja flagrante", en palabras de Sophie Baby: "Que España se hubiera convertido en el paladín de la lucha contra la impunidad, que la justicia universal para la violencia del pasado hubiera tomado forma precisamente en un momento en el que la gente se negaba obstinadamente a criminalizar el franquismo, era una anomalía que todavía no se había cuestionado demasiado". La historiadora dedica las mejores páginas de su libro a explicar esta desconcertante paradoja, que España sólo muy recientemente ha empezado a desentrañar.

No fue hasta finales de los años 90 cuando el "espíritu de consenso" acabó por romperse, bajo el efecto combinado de la conmoción provocada por la exhumación de fosas comunes por parte de asociaciones, y la aparición poco después de nuevos partidos, entre ellos Podemos en 2014, críticos a la vez con "espíritu de la Transición" y que incluso reclamaban una "segunda Transición".

Contrabandistas y traficantes
Prueba de la viveza del campo de la investigación sobre España la da el historiador Pierre Salmon, que acaba de publicar Un antifascismo de combate (éditions du Détour). Fruto de su tesis, esta obra examina los años de la Guerra Civil (1936-1939) a través del prisma de las redes de contrabando de armas procedentes de Francia. Mientras que los voluntarios armados -no menos de 14.000 personas salieron de Francia durante la guerra para luchar en España- han sido estudiados en mayor medida, el mundo del contrabando, que por su propia naturaleza era ilegal y también más restringido, ha estado menos documentado hasta ahora.

En su prefacio, el historiador Nicolas Offenstadt resume el dilema moral al que se enfrentaban los antifascistas, y que Pierre Salmon expone con todo detalle: "¿Cómo permanecer fieles al ideal de la paz, apoyando al mismo tiempo la defensa armada de las fuerzas progresistas españolas?" La cuestión era tanto más dolorosa cuanto que el bando franquista se enfrentaba a un enorme déficit material, ya que contaba con el apoyo de la Alemania nazi y de la Italia fascista en términos de armas y de hombres.

Basándose en una lectura crítica de los archivos policiales, Pierre Salmon traza la trayectoria de implicación personal en círculos anarquistas, trotskistas, socialistas y comunistas, e incluso describe las técnicas utilizadas para cruzar la frontera pirenaica. Para el lector general, el libro se vuelve adictivo cuando el historiador documenta las colaboraciones inesperadas -y a menudo infructuosas- entre estos militantes antifascistas y criminales profesionales, a menudo grandes nombres del hampa, a los que compraban armas.

El texto de Pierre Salmon también resulta fascinante cuando intenta ir más allá de los silencios de los archivos policiales sobre la implicación de las mujeres en el contrabando, señalando los "clichés virilistas" que se han pegado a la piel de los contrabandistas desde Henry de Monfreid o Arthur Rimbaud. También dedica algunas páginas a retratos inesperados de mujeres contrabandistas, lo que añade de nuevo complejidad a la realidad del antifascismo de entreguerras.

Cabe mencionar también un libro publicado el año pasado, quizá menos accesible al gran público, pero igualmente estimulante y rico en iconografía prácticamente desconocida a este lado de los Pirineos. En Compagnons de lutte. Avant-garde et critique d’art en Espagne pendant le franquisme, Paula Barreiro López, también profesora e investigadora en la Université Toulouse-Jean-Jaurès, aborda el periodo conocido como "tardofranquismo" (1957-1975), el más descuidado por la investigación hasta la fecha.

Sigue la trayectoria de un colectivo de siete críticos de arte que apoyaron la protesta contra el régimen, teorizando sobre la necesidad de reinyectar la política en el arte. Barreiro López también consigue descompartimentar la lectura del franquismo documentando las redes culturales, en particular las bienales y exposiciones entre España y Sudamérica. Junto a algunas de las figuras más influyentes (Picasso, Miró, Dalí, Tàpies), da a conocer otros colectivos, también vinculados a la escena internacional, pero que la historiografía oficial había dejado al margen.

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"Anatomía del franquismo", exposición en el Museo Departamental de la Resistencia y la Deportación de Toulouse, hasta el 22 de septiembre de 2024. Entrada gratuita. Un número especial de la revista L'Histoire titulado "L'Espagne de Franco, un pays broyé" (La España de Franco, un país aplastado) acompaña la exposición.

Sophie Baby, ¿Juger Franco? Impunité, réconciliation, mémoire, La Découverte, 376 páginas, 24,50 euros. En el verano de 2023, Sophie Baby y otro historiador del franquismo, Nicolas Sesma, debatieron en un programa de Mediapart sobre la relación entre Vox, el grupo de extrema derecha español, y la historia nacional.

Pierre Salmon, Un antifascisme de combat. Armer l'Espagne révolutionnaire 1936-1939, prefacio de Nicolas Offenstadt, éditions du Détour, 256 páginas, 21,90 euros.

Paula Barreiro López, Compagnons de lutte. Avant-garde et critique d'art en Espagne pendant le franquisme, éditions de la MSH, 500 páginas, 30 euros, traducido del inglés por Phoebe Hadjimarkos Clarke.

Ludovic Lamant Después de trabajar para Reuters y Cahiers du Cinéma, estuvo en Bruselas de 2012 a 2017 cubriendo las crisis europeas para Mediapart. Continúa siguiendo la actualidad europea, estoy pendiente y la de algunos países sudamericanos (Argentina, Perú) y coprograma el espacio "documental" todos los sábados en Mediapart. Ha publicado una guía de Argentina (La Découverte, 2011), un ensayo sobre las políticas españolas nacidas del movimiento de los 'indignados' del 15-M (Squatter le pouvoir, Les mairies rebelles d'Espagne, Editions Lux, 2016) y otro sobre la arquitectura del barrio europeo de Bruselas, que revela las crisis del continente (Bruxelles chantiers, Une critique architecturale de l'Europe, Lux, 2018).
Temática: Francia Franquismo Reino de España