Mostrando entradas con la etiqueta antidemócratas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta antidemócratas. Mostrar todas las entradas

lunes, 13 de febrero de 2023

Raza superior

Fuentes: Página/12 (Argentina) [Imagen: Hitler durante un desfile. Créditos: Página/12]


En una definición simple y lo más cercana de lo común, la raza sería un grupo biológico de personas unidas por el color de la piel, la forma y/o el color del pelo, ciertos rasgos de la cara, características del cuerpo. A partir de allí, se distinguirían tres tipos fundamentales: el negro, de piel oscura y cabello rizado; el amarillo, de piel amarillenta y cabello negro lacio; y el blanco, de piel clara y variado color del cabello. En la historia de la Humanidad se han efectuado y siguen efectuándose mezclas de estos “tipos” o “razas”, lo que convierte esas características en condicionales y no constantes. Como bien lo ha demostrado en este mismo diario Alberto Kornblihtt, en pocas palabras y con la sabiduría que le es propia, estas supuestas razas y las declaraciones que les conciernen no tienen la menor validez científica y solo son vulgares afirmaciones sin importancia ninguna. No obstante, parecen ser muy graves, y si, como en el caso argentino, provienen de un expresidente, más graves aún.

Algunos científicos comenzaron a usar el término y el ambiguo concepto de raza a partir del trabajo de Joseph Arthur, conde de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853-55, que es quien propuso la idea de una “raza aria”, por una extensión del vocablo aryan, del sánscrito “noble”, que describe el indo-europeo familia o más restringidamente la división indo iraní de la familia. “La transposición de un grupo lingüístico a un grupo físico, como explica Raymond Williams en Keywords, era especialmente engañosa, cuando se combinaba, como en el caso de Gobineau, con ideas de una “estirpe pura”, la superioridad de la “rama nórdica” dentro de ella y, posteriormente, la noción general de las desigualdades raciales intrínsecas”.

Se señala al estudioso alemán Max Müller como el primer escritor en mencionar una «raza aria» en inglés. En sus Conferencias sobre la ciencia del lenguaje (1861), ​Müller se refirió a los arios como una «raza de personas». En ese momento, el término raza tenía el significado de «un grupo de tribus o pueblos, un grupo étnico». Si bien la teoría de la «raza aria» siguió siendo popular, particularmente en Alemania, algunos renombrados autores alemanes se opusieron a ella, como Otto Schrader, Rudolph von Ihering y el etnólogo Robert Hartmann, quien propuso prohibir la noción de «ario» de la antropología. El origen alemán de los arios fue especialmente promovido por el arqueólogo Gustaf Kossinna, quien afirmó que los primitivos indoeuropeos eran idénticos a la cultura de la cerámica cordada de la Alemania neolítica. Esta idea circuló ampliamente en la cultura intelectual y popular a principios del siglo XX. ​

El engañoso concepto de una raza germánica fue uno de los más elaborados por el nazismo. Contaban a su favor, entre otros elementos, con una historia literaria plagada de tal patriotismo y se sirvieron de ella no solo como fuente sino también como motivo permanente de realimentación. A esta empresa coadyuvaron el idealismo alemán y el irracionalismo asentados en las filosofías adaptadas de Hegel y de Nietzsche; el prusianismo, con la unidad nacional impuesta desde arriba y a la fuerza; las teorías del Estado, el culto del ejército, de la autoridad y de las jerarquías. El Estado-educador, las sociedades gimnásticas, la prohibición de lenguas extranjeras, hicieron el resto. Abonados y ayudados por el misticismo del alma germánica, por el orgullo de ser alemán, por el racismo, el regionalismo reaccionario, la literatura de la sangre y del suelo, se movían en un terreno conocido. Y bien sembrado por la mitología germana, con su desfile de héroes, gigantes, dragones, Sigfridos y Brunildas, elfos y nibelungos, y su consagración por Richard Wagner, a quien ungieron aprovechando que era, además, como lo señaló oportunamente Hermann Broch, “la cumbre más alta de lo cursi”, que ellos difundieron y festejaron desde el principio. (“El Kitsch puede ser bueno, malo e incluso genial, mientras, con una nueva blasfemia, a este respecto me permito considerar a Wagner como una de las máximas vetas del Kitsch, y no dudo de agregar que tampoco Tchaikovsky se ubica muy lejos”. “Notas sobre el problema del Kitsch”).

Hasta que apareció el concepto, las lenguas indoeuropeas más antiguas conocidas habían sido las de los antiguos indo iraníes. Por lo tanto, la palabra ario se adoptó para referirse no solo a los pueblos indo-iraníes, sino también a los hablantes nativos indoeuropeos en su conjunto, incluidos los romanos, los griegos y los pueblos germánicos. Pronto se reconoció que los bálticos, celtas y eslavos también pertenecían al mismo grupo. Se argumentó que todos estos idiomas se originaron a partir de una raíz común, ahora conocida como proto indo europea, hablada por un pueblo antiguo que se consideraba antepasado de los pueblos europeos, iraníes e indo-arios.

Tales lucubraciones están siempre, como se ve, íntimamente vinculadas con las de la lengua, y el nazismo se valió de esta para establecer el eje de las diferencias con otros pueblos: “Desde hace decenas de años, escribe Lionel Richard —Nazismo y literatura–, Adolf Bartels (pastor y poeta nazi) bregaba en contra de la corrupción del lenguaje alemán a causa de las palabras extranjeras. A partir de 1933 predicó abiertamente, con el apoyo de sus adeptos, a favor de una lengua finalmente purificada: había que desembarazarla del intelectualismo degradante (cuyas fuentes eran los elementos judío y marxista) y retornar a la lengua primitiva de los campesinos”.

De todo ello, y de las tremendas experiencias vividas por la humanidad, provienen las reflexiones de otro sabio contemporáneo, George Steiner, en uno de sus libros fundamentales, Lenguaje y silencio, de 1976: “Pues no debemos engañarnos respecto de algo que está perfectamente claro: el idioma alemán no fue inocente de los horrores del nazismo. Que Hitler, Goebbels y Himmler hablaran alemán no fue mera casualidad. El nazismo encontró en el idioma alemán exactamente lo que necesitaba para articular su salvajismo. Hitler escuchaba en su lengua vernácula la historia latente, la confusión y el trance hipnótico. Se zambulló acertadamente en la espesura del idioma, en el interior de aquellas zonas de tiniebla y algarabía que constituyen la infancia del habla articulada y que existieron antes de que las palabras maduraran bajo el tacto del intelecto. Oía en el idioma alemán otra música que la de Goethe, Heine y Mann, una cadencia áspera, una jerigonza mitad niebla y mitad obscenidad. Y en vez de alejarse con náusea y escepticismo, el pueblo alemán se hizo eco colectivo de la jacaranda de aquel sujeto. El idioma se convirtió en un bramido compasado por un millón de gargantas y botas implacables. Cualquier Hitler habría encontrado posos de veneno y analfabetismo moral en cualquier idioma. Pero en virtud de su historia reciente, esas cualidades no se encontraban en ningún otro ni tan cerca de la superficie del habla vulgar”.

Mario Goloboff es escritor y docente universitario.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/506065-raza-superior

lunes, 14 de junio de 2021

_- El ascenso del falso patriota

_- MADRID — Los alumnos de Murcia tienen el índice más alto de fracaso escolar de España y un tercio están en riesgo de pobreza, pero gracias a una nueva iniciativa comenzarán la jornada escuchando el himno nacional, sus aulas dispondrán de un retrato del rey y la bandera ondeará en la entrada de sus escuelas. Incluso quienes no tenemos nada en contra de esos símbolos, vemos la contradicción: si lo que se pretendía era inculcar el sentimiento patriótico en los estudiantes, les sería más útil una buena formación en compromiso cívico o responsabilidad hacia su comunidad.

El sistema educativo español está por debajo de la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero arreglar sus deficiencias nunca fue la intención de la medida anunciada en Murcia y apoyada por otros dirigentes como el alcalde de Madrid. El resurgimiento del nacionalismo español, que permaneció aletargado tras haber sido explotado por la dictadura franquista, ha traído una competición entre políticos por exhibir su patriotismo, casi siempre cayendo en su lado más rancio.

Urge revisar el significado del concepto.

La pandemia del coronavirus ha mostrado con claridad qué es patriotismo y qué no. Por un lado, los sanitarios que se jugaron la vida en el frente hospitalario, los policías y soldados que entraron en residencias para salvar a ancianos moribundos o los ciudadanos que costean esos servicios cumpliendo con el pago de sus impuestos. En el otro, partidos que aprovecharon la crisis para buscar un puñado de votos, ciudadanos que se fueron de parranda en contra de las normas, poniendo en riesgo a los demás, o esos directivos de grandes empresas que, en mitad de la dura crisis económica, están despidiendo a miles de trabajadores, no porque vayan a perder dinero, sino para ganar más.

El político auténticamente patriota es hoy una especie en extinción. No se mide por el tamaño de la bandera que enarbola o lo mucho que grita su amor a la nación. Es un servidor público que mira por el bien común, gasta los recursos sin olvidar que proceden del esfuerzo de todos y combate la polarización que está agrietando nuestra sociedad. Lo contrario del patriotismo excluyente y folclórico de Vox, el partido de extrema derecha que impulsa el himno en las escuelas y que, sin embargo, flaquea cada vez que se enfrenta a una verdadera prueba patriótica.

Cuando hace un año un millar de españoles morían al día por la COVID-19, en una crisis global que países como España gestionaron deficientemente, la extrema derecha renunció a la crítica constructiva y acusó al gobierno central de aplicar “una eutanasia feroz” a los ancianos que agonizaban, movilizó a sus partidarios en las calles y rompió el espíritu de unidad con el que el país había afrontado la tragedia.

Vox, la tercera fuerza parlamentaria en España, tampoco supo escoger bando cuando en mayo, en un flagrante caso de chantaje migratorio, Marruecos envió a más de 12.000 de migrantes a la ciudad española de Ceuta, poniendo en riesgo la vida de sus ciudadanos y desbordando a las autoridades. Su líder, Santiago Abascal, viajó a la zona y responsabilizó al presidente Pedro Sánchez de permitir la “invasión” de migrantes. Para entonces, hasta autoridades marroquíes habían admitido que su acción fue una respuesta por la posición española respecto al Sahara occidental.

La explotación de los sentimientos nacionalistas es parte de la esencia de los populismos, que buscan la confrontación en la sociedad y propagan una visión simplista del patriotismo. Quienes discrepan de sus políticas son descritos como traidores y presentados como una amenaza a combatir. Y así, se ofrecen como salvapatrias, conscientes de que su discurso será mejor recibido cuanto peor se perciba el estado de las cosas. Ante la incertidumbre, ofrecen el supuesto ideal de un país más homogéneo, seguro y, por supuesto, patriótico. Su punto débil es que rara vez secundan el principio con el ejemplo.

Imitando el “America first” de Donald Trump, Abascal asegura en sus mítines que “lo primero es España, no sus partidos y no sus intereses”. Pero el líder de Vox es un producto de esos intereses y la política clientelar que ha convertido a los partidos españoles en agencias de colocación de amigos y militantes.

El político bilbaíno dirigió la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social de la Comunidad de Madrid, una entidad que él mismo ha descrito como innecesaria, mientras cobraba un sueldo de 82.491 euros anuales sin tener apenas ocupaciones. Años antes había coescrito su visión del país en un libro con un título ilustrativo: En defensa de España: Razones para el patriotismo español.

Pero no es la incoherencia de la extrema derecha lo que hace de España un caso particular, sino el hecho de que su estrategia sea apoyada por los conservadores tradicionales del Partido Popular (PP). La formación, que en etapas anteriores ha mostrado suficiente sentido de Estado para no hacer batalla política de cuestiones como el terrorismo o la política exterior, se ha sumado a una oposición que confunde la contundencia con la toxicidad. Pablo Casado, presidente del PP, daña las instituciones que aspira a gestionar cuando acusa a Sánchez de ser un presidente “ilegítimo”, una línea que sus predecesores nunca cruzaron.

El resultado es un debate político cada vez menos racional, como se ha visto en la polémica sobre el indulto que Sánchez quiere conceder a los políticos catalanes que impulsaron el desafío independentista. Los impulsores de la secesión, creyéndose su papel mesiánico, ignoraron la voluntad de la mitad de los catalanes y llevaron a la región al borde del precipicio. Las consecuencias son conocidas: su condena por sedición y malversación, una prolongada decadencia económica en Cataluña y una fractura social que sigue sin resolverse.

El presidente Sánchez asegura que la medida de gracia ayudará a reparar el trauma catalán e iniciar un periodo de reconciliación. Sus detractores recuerdan que los condenados no han mostrado arrepentimiento y afirman que volverán a actuar de la misma forma si tuvieran la oportunidad. A partir de ahí, el país podría haber asistido a un debate de propuestas e ideas sobre la mejor forma de superar el conflicto. En su lugar, se han impuesto la crispación y el patriotismo ruidoso. Los favorables al indulto son acusados de traidores y quienes los rechazan de autoritarios.

Es hora de dejar la política en manos de los verdaderos patriotas: aquellos a quienes no les sobra la mitad del país de la que discrepan. Pero esa es una idea que no surge de la nada. Para que penetre en la conciencia social será necesario reformular desde la escuela el concepto de patriotismo, más allá de las banderas o los himnos. La vinculación emocional de las futuras generaciones con la nación será más fuerte si se sostiene en valores cívicos, principios como la solidaridad fiscal para sostener los servicios públicos y la creencia de que la mejor manera de defender a tu país es hacerlo lo más inclusivo, tolerante y diverso posible.

David Jiménez (@DavidJimenezTW) es escritor y periodista de España. Su libro más reciente es El director.

NYT en español.

lunes, 26 de agosto de 2019

_- El gatillo fácil del diputado Marcos de Quinto. Ciudadanos evita defender las manifestaciones insultantes de su fichaje estrella contra la inmigración

_- Marcos de Quinto, antiguo vicepresidente de Coca-Cola y fichaje estrella de Ciudadanos para las pasadas elecciones, va camino de convertirse en un dolor de cabeza crónico para la formación de Albert Rivera. El ejecutivo fue presentado en marzo como una muestra de la apertura del partido a la sociedad civil, junto a otras caras nuevas, como el abogado del Estado Edmundo Bal o la letrada de etnia gitana Sara Giménez. Sin embargo, sus aportaciones al debate público hasta ahora —generalmente a través de la red social Twitter, donde es muy activo— han dibujado un perfil corrosivo, bastante más allá de la incorrección política de la que presume el diputado.

El último ejemplo ha sido el pasado fin de semana. El parlamentario, de 60 años, se refirió el viernes a los migrantes que llevaban ayer 17 días en el Open Arms frente a las costas italianas en condiciones cada vez más penosas como los “bien comidos pasajeros” del barco de rescate. El tuit pasó relativamente inadvertido el viernes, pero como sucede a veces en la red social, al día siguiente el público reparó en él y se convirtió en viral. Ante la avalancha de críticas por la aparente inhumanidad de su referencia a los inmigrantes el diputado respondió a la ofensiva. Al portavoz de la asociación de consumidores Facua, Rubén Sánchez, que le dijo que “solo un miserable puede hablar así de quienes huyen de la miseria”, el diputado le respondió: “¿Te he insultado yo a ti? ¿Imbécil, mantenido?”. A un tuitero anónimo le despachó con expresiones como “troll de mierda” y “cretino”.

...


https://elpais.com/politica/2019/08/18/actualidad/1566153818_923585.html?rel=lom