_- Marcos de Quinto, antiguo vicepresidente de Coca-Cola y fichaje estrella de Ciudadanos para las pasadas elecciones, va camino de convertirse en un dolor de cabeza crónico para la formación de Albert Rivera. El ejecutivo fue presentado en marzo como una muestra de la apertura del partido a la sociedad civil, junto a otras caras nuevas, como el abogado del Estado Edmundo Bal o la letrada de etnia gitana Sara Giménez. Sin embargo, sus aportaciones al debate público hasta ahora —generalmente a través de la red social Twitter, donde es muy activo— han dibujado un perfil corrosivo, bastante más allá de la incorrección política de la que presume el diputado.
El último ejemplo ha sido el pasado fin de semana. El parlamentario, de 60 años, se refirió el viernes a los migrantes que llevaban ayer 17 días en el Open Arms frente a las costas italianas en condiciones cada vez más penosas como los “bien comidos pasajeros” del barco de rescate. El tuit pasó relativamente inadvertido el viernes, pero como sucede a veces en la red social, al día siguiente el público reparó en él y se convirtió en viral. Ante la avalancha de críticas por la aparente inhumanidad de su referencia a los inmigrantes el diputado respondió a la ofensiva. Al portavoz de la asociación de consumidores Facua, Rubén Sánchez, que le dijo que “solo un miserable puede hablar así de quienes huyen de la miseria”, el diputado le respondió: “¿Te he insultado yo a ti? ¿Imbécil, mantenido?”. A un tuitero anónimo le despachó con expresiones como “troll de mierda” y “cretino”.
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https://elpais.com/politica/2019/08/18/actualidad/1566153818_923585.html?rel=lom
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lunes, 26 de agosto de 2019
_- El gatillo fácil del diputado Marcos de Quinto. Ciudadanos evita defender las manifestaciones insultantes de su fichaje estrella contra la inmigración
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sábado, 17 de junio de 2017
Refugiado, pero sobre todo humano. Sarah Glidden narra en el cómic 'Oscuridades Programadas' su viaje en 2010 por Siria, Iraq y Turquía y pide al lector comprender el drama de las poblaciones locales.
El lector abre el cómic y recibe un bofetón. Porque la primera viñeta le habla directamente a él. Y le golpea. “No gustáis a mí. No gusta gobierno tuyo. No gusta TODOS”, le ataca una mujer siria. Parece mirarle a los ojos, aunque sacude su conciencia. La rabia de la señora esfuma enseguida en desesperación, en miedo y finalmente en comprensión. Sentimientos humanos todos ellos, precisamente lo que Sarah Glidden quería sugerir. Por eso escogió esta conversación, que vivió en Duma (Siria) en 2010, para arrancar su novela gráfica Oscuridades Programadas (Salamandra Graphic). “El periodismo puede hacer entender que las personas lo son también en otros países. Quería mostrar a la gente que entrevistamos como real. Suena a cliché, pero a todos nos preocupan cosas parecidas: la familia, la salud, comer bien…”. Y así se ve a lo largo de las 300 páginas de la novela gráfica, relato de los dos meses que la joven estadounidense pasó entre Turquía, Siria e Irak en 2010.
Glidden (Boston, 1980) observó entonces el alba del caos. Poco después, sobre la región cayó la noche más oscura. Han pasado siete años, las guerras han arrasado esas tierras, los muertos suman cientos de miles, y millones de refugiados han huido en busca de esperanza. Su periplo ha invadido portadas, debates y fronteras del mundo occidental. Pero, según Glidden, siguen siendo casi unos desconocidos. “Estaría bien que enseguida identificáramos a los iraquíes o sirios como seres humanos, pero me temo que a muchos les cuesta. Vienen de otros países, no se sabe nada de ellos, es fácil que algunos se asusten o preocupen. La narrativa, ya sea con el periodismo, el cómic o los documentales, puede crear curiosidad, y cuanto más se tenga, mejor. Aunque a veces es más fácil no ser curioso y pensar que ya conoces a un país y su población”, asevera Glidden. De ahí que pusiera sus acuarelas y sus trazos y colores delicados al servicio de esta misión.
La dibujante mezcla entrevistas, contexto histórico, memorias y reflexiones, para interrogarse sobre qué ocurre en Siria, Irak y Turquía. Ella misma descubrió hace años, gracias al cómic Persépolis, de Marjane Satrapi, que en el Irán que periódicos y políticos de EE UU resumían con la etiqueta de enemigo vivían jóvenes como ella. De ahí que ahora trate de aportar su propio granito de arena a la comprensión recíproca. “Otra manera de deshumanizar a la gente es considerarla solo como víctima. Sin embargo, aparte de tristes, muchos refugiados con los que hablé estaban cabreados. Pensamos que a todos les encantaría venir a EE UU, pero no es así. Nuestro país ha destruido sus vidas, muchos iraquíes no quieren en absoluto”, agrega la dibujante.
Además, subraya Glidden, tras la palabra refugiado se esconden infinitas odiseas. E incluso el 1% que, según su obra, logra una nueva vida en otro país afronta todas las trabas de reconstruir de cero una existencia en un entorno desconocido. “Mientras, un número alarmante de personas es de facto refugiado, pero las leyes internacionales no lo reconocen como tal. Se van a crear cientos de miles en los próximos años”, defiende Glidden. La cuestión le afectó tanto que se convirtió en su obsesión durante y tras el viaje.
Así, Oscuridades programadas lleva al lector a conocer a hombres y mujeres obligados a dejarlo todo atrás. Con sus nombres y sus caras. Y sus lecciones: “Al final del viaje quería que todos en EE UU supieran de esta crisis. No podía hablar de otra cosa. Escribí una primera historia y tuve la visión de que mucha gente la iba a leer, escribirles a los congresistas y pedir acoger a más refugiados. Luego se publica, y con suerte la leen un par de centenar de personas. Aprendí una lección: no puedes hacer periodismo porque crees que vas a cambiar el mundo”.
El estado de la profesión es, en el fondo, el otro gran eje del cómic. Glidden viajó con dos periodistas —y un soldado de EE UU que regresaba a Irak— y vivió los altibajos de su oficio. Falta de dinero, editores que rechazan historias humanas porque “no venden” o son “deprimentes”, obsesión por los clics online por encima de la calidad y una melancólica serie de etcéteras: “Quizás necesitemos más fe en los lectores. A menudo los medios tratan de darle a la gente lo que creen que quiere. Asumen que prefieren artículos en forma de listas, o sobre alguna locura que dijo Trump, en lugar de historias largas y profundas. Pero cuando pretendes saber qué desean tus usuarios puede que se sientan manipulados y hasta se vuelvan en tu contra”. No por nada, Glidden cierra la primera página del cómic con una pregunta: "¿Qué es el periodismo?". Que cada lector conteste.
ANTES Y DESPUÉS DEL 11-S
Glidden quería ser pintora. Pero el 11-S revolucionó sus planes. "Me cambió mucho. Ya antes había empezado a reflexionar sobre qué sentido tenía el arte: lo mejor para tí acaba siendo que alguien compre tu cuadro y lo ponga en algún sitio donde no lo mire nunca más. Tras el ataque a las Torres Gemelas, me hice más curiosa. Nos dijeron que íbamos a la guerra. Y pensé: 'Espera. Pero, ¿contra quién? ¿Quiénes son? ¿Qué es Al Qaeda?'. Me volví una yonqui de las noticias".
Se planteó ser entonces fotoreportera, pero la timidez derrotó sus ambiciones. Un par de años después, y tras leer a maestros como Spiegelman o Sacco, halló su camino: "Tengo mis limitaciones como dibujante, no es tan realista. Pero quiero que la gente vea el toque humano en mis ilustraciones. Y creo que funciona con el texto. No se trata solo de hacer algo bonito de ver, sino de comunicar algo". Así lo hizo en su primera novela gráfica, Una judía americana perdida en Israel (Norma Editorial). Y, ahora, en Oscuridades programadas.
http://cultura.elpais.com/cultura/2017/06/09/actualidad/1497022404_484836.html
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