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domingo, 7 de abril de 2024

_- Historias de dos mundos. Si las cosas le van bien al país, es decir, a España, en este caso gobernado por la izquierda, la táctica utilizada por las derechas es crispar hasta el paroxismo el debate mediático, convertir el ágora pública en un estercolero.

_- I.- En el comienzo de su novela 'Historia de dos ciudades', Charles Dickens escribió: “Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la sabiduría y de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la Luz y la de las Tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación: todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos absolutamente nada; íbamos derechos al cielo, todos nos precipitábamos en el infierno”. Leyendo estas memorables palabras dedicadas a la Inglaterra y Francia del siglo XVIII o, con más precisión, al Londres y el París de aquel siglo, me ha venido a la mente, sin poderlo remediar, la situación en que viven no dos ciudades, sino los dos mundos en que se ha tronchado la “realidad española”.

De un lado, tenemos el mejor de los tiempos recientes cuando nuestra economía crece cinco veces más que la media europea, a pesar de las guerras y otras calamidades; contamos con más empleo que nunca –unos 21 millones, casi la mitad de los cuales ocupados por mujeres– y se nos dice que es el peor, que estamos al borde de la quiebra y los puestos de trabajo son falsos. El país, a pesar de todo, avanza en ciencia, tecnología e innovación, lo que significa mejorar algo en sabiduría, y de otra escuchamos todos los días las mayores tonterías sobre que España se rompe, nos deslizamos hacia una dictadura comunista y que nos gobiernan desde Waterloo. La esperanza en una vida mejor se sostiene cuando las pensiones han crecido un 18% en los últimos tres años y el salario mínimo más del 50% en el último lustro (5 años), pero se nos intenta convencer de que nos deslizamos por la pendiente de la desesperación y de las tinieblas. A pesar de que la inflación, el déficit y la deuda descienden, el consumo aumenta a cifras récord, al igual que los beneficios de las grandes empresas, España no tiene remedio y va de mal en peor.

Bien es cierto que, al igual que en la época de Dickens –creo que estamos bastante mejor–, todo se nos ofrece como nuestro, pues nunca ha existido en el mundo tanta riqueza y, sin embargo, la inmensa mayoría de la Humanidad no tienen absolutamente nada. Incluso hay quien pensaba que podíamos ir todos al cielo y, no obstante, si seguimos los consejos que nos dan los “negacionistas”, belicistas y sus aliados de hecho, nos precipitaremos en el infierno del calentamiento global y de la destrucción de las guerras sin fin.

II.- Uno, dentro de su perplejidad, tiene derecho a preguntarse el porqué de esta disparidad, casi abismal, entre dos mundos que sólo conducen a la crispación, el enfrentamiento y la descalificación; en una palabra, a la dificultad en la convivencia. ¿Cuál de estos mundos, tan dispares, es real y cuál no? Porque por mucho que me esfuerzo no percibo que España se haya roto o que ya no vivamos en un Estado de derecho y, sin embargo, tengo la molesta impresión de que hay, por lo visto, millones de personas que sí se lo creen o que, por lo menos, fingen creérselo. He podido constatar, fehacientemente, por ejemplo, que las pensiones han aumentado bastante estos últimos años, más que antes, y compruebo que, a pesar de su realidad material, muchos siguen diciendo que están peor. Oigo decir a personas con responsabilidades públicas, de cierto relieve, que está penetrando el comunismo, que tenemos un gobierno “bolivariano” y, al mismo tiempo, constato sin margen de duda que los bancos, las eléctricas, Inditex o Mercadona están obteniendo los mayores beneficios de su historia. Sus accionistas y altos ejecutivos deben de estar todos los días haciendo loas al comunismo. Que conste que me parece muy bien que las empresas obtengan beneficios, paguen adecuados impuestos, inviertan y creen empleo. Lo que es criticable es que los salarios sean en España tan escuálidos, y algunas de esas mismas empresas pongan el grito en el cielo porque les pongan un modesto impuesto sobre sus suculentos beneficios. Y, además, que no inviertan lo suficiente con el fin de que nuestro desempleo –que ha descendido– empate de una vez con la media europea.

III.- Ahora bien, me temo lo peor. La realidad real –uno de los mundos– tiene, como las personas, su némesis, el otro mundo, y este se construye con paciencia, con muchos medios y con muy poca vergüenza. Se trata de eso que llaman la realidad virtual que, en una de sus versiones, va envenenando la mente de los humanos y los va haciendo caer en la red de las anónimas “redes sociales”, como hacen las arañas con los insectos. Por eso es curioso que se hable o escriba tan poco de la situación económica o social, cuando en realidad es lo que más afecta a la vida de las personas. Me malicia que estamos ante una táctica muy vieja, de manual. Si las cosas le van bien al país, es decir, a España, en este caso gobernado por la izquierda, la táctica utilizada por las derechas es crispar hasta el paroxismo el debate mediático, convertir el ágora pública en un estercolero de tal modo que al personal sufridor se le invite a refocilarse en el mismo, a aturdirle y dificultarle que pueda reflexionar si su suerte real va mejorando o no. Ejemplos de estercolero: algunos voceros parlamentarios de la oposición llegan a hablar de “gobierno extorsionado y corrupto”, de “cochambre sanchista”, de “cocaína y prostitutas”; gobierno “chavista”, “putinista” o “me gusta la fruta”, por lo visto sinónimo de “hijo de p…”. Todo eso referido al presidente del Gobierno de España. El conocido “calumnia que algo queda” se ha doblado en el “crispa embarrando que queda todavía más”. Desde luego no creo que la respuesta sea entrar al trapo y responder de forma similar, pues en este campo de batalla la contienda la tiene perdida el mundo progresista. La cuestión, por el contrario, es elevar el nivel del debate, cometer los menos errores posibles, cosa no siempre fácil, y, sobre todo, estar con la gente y explicar con claridad de lenguaje y contundencia objetiva lo que se hace. Una prueba de si la contienda la va ganando la realidad real o, por el contrario, su némesis virtual, si triunfa la racionalidad o el lodazal, van a ser las próximas elecciones vascas y catalanas y, muy en especial, las europeas del mes de junio. Según el resultado, quizá la situación mejore o, por el contrario, se acentúe el muladar o pocilga. Así que “racionalistas del mundo uníos”, o acabaremos en el vertedero.

Nicolás Sartorius, Presidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas

lunes, 14 de junio de 2021

_- El ascenso del falso patriota

_- MADRID — Los alumnos de Murcia tienen el índice más alto de fracaso escolar de España y un tercio están en riesgo de pobreza, pero gracias a una nueva iniciativa comenzarán la jornada escuchando el himno nacional, sus aulas dispondrán de un retrato del rey y la bandera ondeará en la entrada de sus escuelas. Incluso quienes no tenemos nada en contra de esos símbolos, vemos la contradicción: si lo que se pretendía era inculcar el sentimiento patriótico en los estudiantes, les sería más útil una buena formación en compromiso cívico o responsabilidad hacia su comunidad.

El sistema educativo español está por debajo de la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero arreglar sus deficiencias nunca fue la intención de la medida anunciada en Murcia y apoyada por otros dirigentes como el alcalde de Madrid. El resurgimiento del nacionalismo español, que permaneció aletargado tras haber sido explotado por la dictadura franquista, ha traído una competición entre políticos por exhibir su patriotismo, casi siempre cayendo en su lado más rancio.

Urge revisar el significado del concepto.

La pandemia del coronavirus ha mostrado con claridad qué es patriotismo y qué no. Por un lado, los sanitarios que se jugaron la vida en el frente hospitalario, los policías y soldados que entraron en residencias para salvar a ancianos moribundos o los ciudadanos que costean esos servicios cumpliendo con el pago de sus impuestos. En el otro, partidos que aprovecharon la crisis para buscar un puñado de votos, ciudadanos que se fueron de parranda en contra de las normas, poniendo en riesgo a los demás, o esos directivos de grandes empresas que, en mitad de la dura crisis económica, están despidiendo a miles de trabajadores, no porque vayan a perder dinero, sino para ganar más.

El político auténticamente patriota es hoy una especie en extinción. No se mide por el tamaño de la bandera que enarbola o lo mucho que grita su amor a la nación. Es un servidor público que mira por el bien común, gasta los recursos sin olvidar que proceden del esfuerzo de todos y combate la polarización que está agrietando nuestra sociedad. Lo contrario del patriotismo excluyente y folclórico de Vox, el partido de extrema derecha que impulsa el himno en las escuelas y que, sin embargo, flaquea cada vez que se enfrenta a una verdadera prueba patriótica.

Cuando hace un año un millar de españoles morían al día por la COVID-19, en una crisis global que países como España gestionaron deficientemente, la extrema derecha renunció a la crítica constructiva y acusó al gobierno central de aplicar “una eutanasia feroz” a los ancianos que agonizaban, movilizó a sus partidarios en las calles y rompió el espíritu de unidad con el que el país había afrontado la tragedia.

Vox, la tercera fuerza parlamentaria en España, tampoco supo escoger bando cuando en mayo, en un flagrante caso de chantaje migratorio, Marruecos envió a más de 12.000 de migrantes a la ciudad española de Ceuta, poniendo en riesgo la vida de sus ciudadanos y desbordando a las autoridades. Su líder, Santiago Abascal, viajó a la zona y responsabilizó al presidente Pedro Sánchez de permitir la “invasión” de migrantes. Para entonces, hasta autoridades marroquíes habían admitido que su acción fue una respuesta por la posición española respecto al Sahara occidental.

La explotación de los sentimientos nacionalistas es parte de la esencia de los populismos, que buscan la confrontación en la sociedad y propagan una visión simplista del patriotismo. Quienes discrepan de sus políticas son descritos como traidores y presentados como una amenaza a combatir. Y así, se ofrecen como salvapatrias, conscientes de que su discurso será mejor recibido cuanto peor se perciba el estado de las cosas. Ante la incertidumbre, ofrecen el supuesto ideal de un país más homogéneo, seguro y, por supuesto, patriótico. Su punto débil es que rara vez secundan el principio con el ejemplo.

Imitando el “America first” de Donald Trump, Abascal asegura en sus mítines que “lo primero es España, no sus partidos y no sus intereses”. Pero el líder de Vox es un producto de esos intereses y la política clientelar que ha convertido a los partidos españoles en agencias de colocación de amigos y militantes.

El político bilbaíno dirigió la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social de la Comunidad de Madrid, una entidad que él mismo ha descrito como innecesaria, mientras cobraba un sueldo de 82.491 euros anuales sin tener apenas ocupaciones. Años antes había coescrito su visión del país en un libro con un título ilustrativo: En defensa de España: Razones para el patriotismo español.

Pero no es la incoherencia de la extrema derecha lo que hace de España un caso particular, sino el hecho de que su estrategia sea apoyada por los conservadores tradicionales del Partido Popular (PP). La formación, que en etapas anteriores ha mostrado suficiente sentido de Estado para no hacer batalla política de cuestiones como el terrorismo o la política exterior, se ha sumado a una oposición que confunde la contundencia con la toxicidad. Pablo Casado, presidente del PP, daña las instituciones que aspira a gestionar cuando acusa a Sánchez de ser un presidente “ilegítimo”, una línea que sus predecesores nunca cruzaron.

El resultado es un debate político cada vez menos racional, como se ha visto en la polémica sobre el indulto que Sánchez quiere conceder a los políticos catalanes que impulsaron el desafío independentista. Los impulsores de la secesión, creyéndose su papel mesiánico, ignoraron la voluntad de la mitad de los catalanes y llevaron a la región al borde del precipicio. Las consecuencias son conocidas: su condena por sedición y malversación, una prolongada decadencia económica en Cataluña y una fractura social que sigue sin resolverse.

El presidente Sánchez asegura que la medida de gracia ayudará a reparar el trauma catalán e iniciar un periodo de reconciliación. Sus detractores recuerdan que los condenados no han mostrado arrepentimiento y afirman que volverán a actuar de la misma forma si tuvieran la oportunidad. A partir de ahí, el país podría haber asistido a un debate de propuestas e ideas sobre la mejor forma de superar el conflicto. En su lugar, se han impuesto la crispación y el patriotismo ruidoso. Los favorables al indulto son acusados de traidores y quienes los rechazan de autoritarios.

Es hora de dejar la política en manos de los verdaderos patriotas: aquellos a quienes no les sobra la mitad del país de la que discrepan. Pero esa es una idea que no surge de la nada. Para que penetre en la conciencia social será necesario reformular desde la escuela el concepto de patriotismo, más allá de las banderas o los himnos. La vinculación emocional de las futuras generaciones con la nación será más fuerte si se sostiene en valores cívicos, principios como la solidaridad fiscal para sostener los servicios públicos y la creencia de que la mejor manera de defender a tu país es hacerlo lo más inclusivo, tolerante y diverso posible.

David Jiménez (@DavidJimenezTW) es escritor y periodista de España. Su libro más reciente es El director.

NYT en español.

lunes, 15 de abril de 2019

Rivera en Errenteria: “Estamos aquí para darle batalla al cáncer de España, el nacionalismo”

El presidente de Ciudadanos anuncia leyes para impedir homenajes a etarras y para que puedan votar los amenazados que tuvieron que huir

Ha tenido que levantar la voz para que se le oiga. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, ha llegado a la plaza de los Fueros de Errenteria (Gipuzkoa), convertida en una olla a presión, sitiada por varios centenares de personas que no han dejado de gritar y de insultar durante todas las intervenciones, pero especialmente en la suya. En el centro de un espacio que había sido decorado por sus críticos con enormes lazos amarillos en todas las fachadas y resguardado por un considerable dispositivo de la Ertzaintza y de seguridad privada, ha asegurado que su objetivo principal es "darle la batalla al nacionalismo porque es el auténtico cáncer de España y de Europa".

Rivera no ha tenido ni un segundo de tregua durante su discurso. Los gritos arreciaban cuando se refería a ETA, a las víctimas o a los asesinos de ETA, en un pueblo que ha sufrido el terrorismo como pocos con 19 asesinatos y 27 ataques a la Casa del Pueblo del PSE. "Euskadi no es vuestro, sino de todos los españoles, como Cataluña tampoco es de Puigdemont y Torra. Allí en Cataluña nos echaron lejía, que pena que vosotros no fuisteis valientes en su día para echar lejía a los asesinos de ETA", ha espetado a quienes desde la calle y de los balcones le insultaban.

ETA y las consecuencias de sus asesinatos han sido la línea argumental de su discurso, salvo una referencia a que en estas elecciones hay que elegir entre "Pedro Sánchez y los independentistas, o los constitucionalistas". Tampoco se ha centrado en los recortes del autonomismo o la eliminación del Concierto Económico. El objetivo de su presencia, de la del filósofo Fernando Savater, y de la candidata al Parlamento Europeo, Maite Pagazaurtundua que le han precedido "es devolver la libertad a pueblos como Errenteria".

miércoles, 29 de noviembre de 2017

“La situación en el Báltico es más peligrosa que en la Guerra Fría”

El presidente de Finlandia asegura en una entrevista que ve en Rusia una amenaza cibernética y que mantiene la puerta abierta a una adhesión del país a la OTAN. Niinistö parte como favorito para un segundo mandato en las presidenciales del próximo enero, según las encuestas

Sauli Niinistö (Salo, 1948) es uno de los políticos mejor valorados no sólo en Finlandia —país que preside desde 2012—, sino en toda la región nórdica. Conocido en el resto de Europa por sus habilidades para mantener un sólido equilibrio con la vecina Rusia, reconoce en una entrevista el pasado 2 de noviembre con EL PAÍS que la situación en el Báltico es "más peligrosa" en algunos aspectos que durante la Guerra Fría. Consciente de sus duras palabras, matiza y agrega que el escenario [en Europa] es "muy diferente" que hace décadas porque los bloques geopolíticos "no están claros".

Sauli Niinistö (Salo, 1948) es uno de los políticos mejor valorados no sólo en Finlandia —país que preside desde 2012—, sino en toda la región nórdica. Conocido en el resto de Europa por sus habilidades para mantener un sólido equilibrio con la vecina Rusia, reconoce en una entrevista el pasado 2 de noviembre con EL PAÍS que la situación en el Báltico es "más peligrosa" en algunos aspectos que durante la Guerra Fría. Consciente de sus duras palabras, matiza y agrega que el escenario [en Europa] es "muy diferente" que hace décadas porque los bloques geopolíticos "no están claros".

Para Niinistö, de 69 años, el asunto principal es la legitimidad para celebrar la consulta, insiste una y otra vez. Y es que hoy en día sólo el 22% de la población finlandesa apoya la entrada en la Alianza militar, mientras que los partidarios del no se sitúan en el 59%, según las últimas proyecciones. Para el presidente, este no es el clima social idóneo para convocar un referéndum, a lo que se le suma la negativa mayoritaria en los partidos con representación en la Eduskunta (Parlamento). "Tendría que haber una mayoría de dos tercios, y ahora eso no ocurre", sostiene. Niinistö, por tanto, pondrá un ojo en las encuestas y asegura que Finlandia "mantiene abierta" la posibilidad de entrar en la OTAN. "No tengo nada en contra [de la adhesión]", agrega.

La buena relación del jefe del Estado —y del Ejército— finlandés con el presidente ruso, Vladímir Putin, es bienvenida en sus vecinos del norte y en los tres países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), que sí forman parte de la OTAN. "Tengo una relación muy directa [con Putin]. Él sabe exactamente qué es lo que pienso y yo sé exactamente lo que está pensando él. (...) Con los rusos tienes que dejar muy claro lo que quieres", revela Niinistö mientras bebe un té en uno de los sillones de su despacho, una estancia con vistas a la bahía de Helsinki con una decoración más cercana a la Rusia zarista que al gusto minimalista de los países nórdicos.

El presidente cree que la tensión geopolítica ha aumentado desde la anexión de la península de Crimea en 2014, y arroja su visión más negativa respecto a lo que podría pasar si las cosas van a peor: "Si se desatara un conflicto militar en esa zona [el este de Europa], estaríamos en un escenario parecido al de la Segunda Guerra Mundial. Y todo el mundo lo sabe". Niinistö cree que todo el mundo saldría perdiendo y por eso asegura que las decisiones militares —ejercicios en el Báltico, en el Ártico, el servicio militar obligatorio, la constante renovación y modernización de las Fuerzas Armadas...— "evitan una guerra en un mundo nuclearmente armado". Descarta, eso sí, una incursión militar rusa en Finlandia, con la que comparte 1.300 kilómetros de frontera, porque a Putin "no le interesa", pero sí se muestra preocupado por la amenaza cibernética que llega del este. Es difícil de combatir: "Siempre estamos viendo nuevos trucos". De hecho, la Comisión Europea abrió el pasado septiembre un centro en Helsinki contra las amenazas híbridas. Unido al que lucha contra los ataques cibernéticos en Tallin (Estonia), y contra las amenazas a estructuras energéticas en Vilna (Lituania), la región del Báltico va conformando una barrera de defensa frente a la sombra de Moscú.

La salida de la crisis
Finlandia es el único país de los cinco nórdicos que tiene la moneda única. Durante los primeros años del siglo XXI, el país entró en una profunda recesión —el PIB cayó 13 puntos en tan solo dos años, según la OCDE— de la que sólo en 2016 se empezaron a ver mejoras. Niinistö, que estudió Derecho en la Universidad de Turku, ocupó la cartera de Hacienda cuando nació el euro. Asegura que cuando llegaron los años de la crisis, la reacción popular fue la de cargar contra el euro. "Veíamos que Suecia, con la corona, atravesaba bien la crisis financiera y la gente empezó a culpar al euro por la imposibilidad de devaluar la moneda" para generar más competitividad, como sí hicieron con el marco finlandés durante la crisis de los años 90, recuerda.

En términos económicos, sus primeros cinco años de mandato —de seis— fueron de "preocupación", pero ahora cree que el euro es una moneda fuerte a pesar de que tiene dudas de que la Eurozona pueda expandirse hacia el este, y mucho menos hacia el norte (hoy en día son 19 países los que comparten la moneda única).

Niinistö duda también de la efectividad a largo plazo de las políticas del BCE y la FED de "imprimir dinero" (conocido como quantitative easing (QE), expansión cuantitativa) para paliar los problemas de liquidez. El dinero "no es una fuente interminable". Y alerta de que estas políticas dictadas desde Fráncfort por el presidente del eurobanco, Mario Draghi, podrían sumergir a Europa en una "inmensa burbuja".

UNA VISIÓN SOBRE CATALUÑA

El presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, dice estar "asombrado" por las informaciones que le llegan de la crisis catalana. "Asombrado, por no decir en estado de shock", matiza. No tiene palabras y recurre a la posición de Bruselas. "Respeto la opinión oficial de la UE", sostiene con la mirada puesta en un punto fijo.

Niinistö preside un país con una región que goza de una autonomía especial respecto a las políticas de Helsinki, el archipiélago de las islas Åland, al suroeste de Finlandia, pero no quiere aventurarse a dar consejos a otro socio de la UE. Sí quiere dejar clara una reflexión: "No importa cuántas leyes haya en un país porque el conflicto, al final, está en la mentalidad de la gente. Y eso es muy difícil de cambiar", sentencia.

https://elpais.com/internacional/2017/11/06/actualidad/1509966391_315532.html