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viernes, 16 de agosto de 2024

El primer Gobierno de Franco creó desde Donostia rutas para que extranjeros visitasen la Gernika bombardeada

Fuentes: El Diario

Con prohibición de hacer fotografías, el recién creado Servicio Nacional de Turismo metió en 1938 a grupos en autobuses nuevos y se les mostraron escenarios simbólicos de la Guerra Civil como Irún, el cinturón de hierro o Durango con la contienda sin haber finalizado.

Cuando en 1937, en plena Guerra Civil pero con las provincias vascas ya conquistadas en su integridad, el bando sublevado constituyó un Gobierno no democrático y alternativo al legítimo de la II República con capital en Burgos, Vitoria acogió los relevantes ministerios de Justicia y Educación y Bilbao fue la sede del de Industria. Donostia pujó también por ese estatus, pero no le fue posible. Sin embargo, sí se instaló en la ciudad un relevante organismo, el Servicio Nacional de Turismo, entonces adscrito al Ministerio del Interior, cuyo titular era Ramón Serrano Suñer, cuñado de Francisco Franco y uno de los máximos ideólogos de la asimilación del franquismo al nazismo alemán y al fascismo italiano. Y desde Donostia se organizó en el verano de 1938 un plan para mostrar a turistas extranjeros las bondades del nuevo régimen en las zonas conquistadas cuando la guerra no había finalizado aún. Se crearon las “rutas nacionales de guerra” como paquetes de viaje ofrecidos fuera de España para visitar lugares simbólicos para los sublevados. La primera, la denominada “ruta del norte”, arrancó en Irún en julio de 1938, pasó por Donostia y Bilbao e incluso tuvo una parada para que los que se apuntaban, a los que se les prohibía tomar sus propias fotografías, vieran las ruinas de la Gernika bombardeada por nazis y fascistas unos meses atrás aunque la versión franquista culpara de su destrucción a los “rojos”. Después, el trayecto seguía a Cantabria y Asturias.

Foto: Folletos en francés o inglés de las «rutas de guerra» diseñadas por el franquismo en 1938. ELDIARIO.ES/EUSKADI

“La España Nacional se enorgullece de presentar su prosperidad a todo el mundo”, promocionaba la prensa controlada semanas antes del inicio de las visitas. Se vendían como las rutas “de la verdad” para explicar en el exterior la realidad sobre la “cruzada” frente a la versión de los “sóviets”. “Ellos mienten. Nosotros luchamos, vencemos y creamos”, se insistía. La ruta del norte, que fue la única que se pudo poner en marcha en primer término aquel tercer verano de la Guerra Civil, arrancó en Irún, en la frontera hispano-francesa en la que en 1940 se reunirían Francisco Franco y Adolf Hitler y en la que la presencia nazi fue muy corriente durante años. “Irún es el primer pueblo de la ruta de guerra del norte, ruta de la verdad que el Generalísimo abre al mundo para que experimenten todos los hombres de buena voluntad lo que fue el dominio de las hordas y lo que es la prosperidad y el orden del Gobierno de Franco”, se podía leer en el diario ‘Pensamiento Alavés’ junto a una fotografía del centro de la localidad fronteriza.

Seguía hacia Donostia, donde había convenidos tres hoteles para los turistas, el María Cristina, el Continental y el Londres. Precisamente donostiarra era una de las agencias de viaje que colaboró con el proyecto, Cafranga. Antes de Bilbao, donde los alojamientos eran los hoteles Carlton y Torrontegui, en la ruta estaban Zarautz, Zumaia, Mutriku, Deba, Elgoibar, Eibar, Durango, Ondarroa, Lekeitio, Amorebieta-Etxano y, desde luego, Gernika. Muchos de esos pueblos habían sido bombardeados duramente. En el folleto que se editó en varios idiomas se mostraba una fotografía aérea de la villa totalmente aniquilada, así como a dos requetés carlistas protegiendo el árbol símbolo de los fueros vascos. Previamente a pasar a Cantabria y Asturias, los viajeros veían también Balmaseda. En total, eran 1.101 kilómetros en nueve días incluido el regreso al punto de origen, la frontera francesa.
El plan estaba diseñado de modo tal que se editaron grandes folletos en idiomas como el inglés, el francés, el portugués, el italiano o el alemán. La versión anglosajona se titulaba “The path of war in Spain” y, además de las decenas de fotografías de los pueblos del camino y de prisioneros republicanos encarcelados o hacinados en campos de concentración como un reclamo más, venía un retrato de Franco y también de otros de los principales militares golpistas, incluido el ya fallecido Emilio Mola.

Se les comparaba a los turistas el paseo por Gernika y por otros lugares como una estancia “en las Termópilas, en Rocroi o en Waterloo”, escenarios de grandes gestas de la historia. Se citaban también recientes hitos de la I Guerra Mundial como Verdún. “Pero la España nacional es el primer país que ha organizado visitas en tiempo de guerra”, se jactaba el régimen. Se prometían hasta cuatro “rutas de guerra”, pero el 1 de julio de 1938, a nueves meses del final de la contienda todavía, el programa empezó en Irún con la del norte. “Los grupos serán acomodados en hoteles de primera clase dotados con todos los requerimientos modernos”, se les decía. Como facilidad adicional para los forasteros, se apuntaba como logro que la zona conquistada de España había “adoptado” el huso horario de Alemania (“cosa que la República había abolido”).

“Gipuzkoa es una tierra sonriente donde la civilización despliega sus más grandes victorias y recursos. Bizkaia destaca particularmente por su riqueza minera e industrial. […] San Sebastián es destino costero moderno y cosmopolita. Bilbao es considerada la ciudad más rica del mundo […]. Además de las capitales, hay puntos atractivos de la costa como Zarautz, Zumaia o Deba [o] románticos y pintorescos pueblos como Mutriku, Ondarroa, Lekeitio o Bermeo”, se podía leer en ese folleto, que también glosaba las bellezas de Cantabria y Asturias. Sin embargo, ni Vitoria, que fue el primer municipio en ser conquistado por los franquistas tras el 18 de julio de 1936, ni Álava eran parte del viaje.

El paquete turístico costaba al principio 8 libras esterlinas o su equivalente en francos franceses, liras italianas, marcos alemanes o escudos portugueses, lo que evidentemente no cubría todos los gastos particulares. Eran unas 850 pesetas según el tipo de cambio legítimo del momento, es decir, el republicano. Al cambio actual, aplicada la inflación, serían unos 2.300 euros. Eso sí, además de los lujosos hoteles, “para el transporte de los visitantes” se fletaron “autocares confortables y seguros” -de la marca Dodge y matriculados y “guías-intérpretes”. Luego pasó a nueve libras esterlinas en otras ediciones.
 

Los que entraban en Irún -en el archivo municipal de esta localidad constan agradecimientos a grupos de extranjeros que hicieron la ruta- tenían que seguir unas instrucciones muy precisas. El equipaje tenía que ser ligero, como mucho “una maleta corriente por persona” y quizás “un pequeño maletín o efecto de mano” como complemento. Se les recomendaba un “impermeable” a pesar de ser verano pero también un bañador, “pues habrá ocasión de poder tomar baños de mar”. El pasaporte tenía que estar visado por el consulado español en el país de origen. Se facilitaba a los viajeros que cambiaran sus divisas a pesetas, incluso en los propios hoteles, pero se les prohibía sacarlas del país después. En aquellos años había un auténtico caos monetario e incluso llegó a circular una peseta vasca. Los inscritos no podían meter en España mapas; solamente podían usar el folleto creado ‘ad hoc’ por el Servicio Nacional de Turismo. Y muy relevante: “Estará prohibida la entrada y salida de máquinas fotográficas”. Se les vendían postales ya editadas como recuerdo de la estancia.

Los autobuses Dodge fueron comprados ese mismo 1938, a tenor de sus matrículas correlativas emitidas en Bilbao. Iban identificados con una letra y, según las fotografías encargadas por el Ministerio del Interior a un conocido retratista de Donostia, Foto Marín, eran al menos siete, el A, el B, el C, el D, el E, el F y el G. Los extranjeros tuvieron especial interés en ver el cinturón de hierro diseñado para la defensa de Bilbao y se permitieron incluso fotografiarse haciendo el saludo fascista. También posaron en el exterior de la Casa de Juntas de Gernika, junto al viejo roble, uno de los pocos puntos no destruidos por el bombardeo. Esas imágenes muestran el gran cambio paisajístico que se produjo en pocos meses. El hotel Carlton, que fue la sede de la Presidencia vasca tras la constitución del primer Gobierno autonómico dirigido por José Antonio de Aguirre había pasado a tener varios ‘¡Arriba España!’ en su entrada.
Foto: Algunos de los autocares fletados. BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Aunque Donostia era ya y siguió en el franquismo como un relevante destino turístico -era la residencia estival del dictador-, las rutas fueron un espejismo. Los años de la II Guerra Mundial supusieron una caída de las entradas de extranjeros. Según datos del Archivo Provincial de Gipuzkoa, en 1940 pernoctaron 1.838 hombres y 658 mujeres y en 1941 ya cayeron a 102 y 53, respectivamente. En 1945, último año de la contienda mundial, las cifras eran de apenas 71 y 54.

El hombre de Franco para poner en marcha en Donostia el Servicio Nacional de Turismo y las rutas fue un andaluz, Luis Antonio Bolín Bildwell. Periodista, con dominio del inglés, fue la persona encargada de organizar el traslado en avión de Franco a África para que se pusiera al frente del golpe de Estado en 1936. Fue máximo responsable turístico del nuevo régimen desde 1938 a 1952. Falleció en 1969. Constan intentos realizados por carta desde Donostia para organizar viajes para estudiantes al margen de las rutas abiertas al público, pero siempre con los mismos fines propagandísticos. 

Fuente: 

martes, 26 de abril de 2022

_- ANIVERSARIO DEL BOMBARDEO DE GERNIKA. Gernika no quiere más ‘gernikas’.

_- El recuerdo del bombardeo de 1937 resuena contra la “barbarie” que sufre Ucrania por la invasión rusa

Es 26 de abril de 2022 y han pasado 85 años del bombardeo de Gernika. A las cuatro menos cuarto de la tarde suenan las sirenas en el pueblo, como aquel día de 1937, y los vecinos guardan en silencio un respetuoso recuerdo del ataque aéreo que destruyó la villa y provocó la muerte de cientos de personas. Hoy es un día triste aquí, sigue sonando el pitido de la alarma y algunas gentes levantan la mirada al cielo, donde no se divisan aviones destructores. La localidad vizcaína revive en paz su pasado. Al conmemorar esta dolorosa efeméride, abre sus brazos a Ucrania, le brinda su solidaridad y proclama la injusticia de la invasión rusa. En algunos balcones, también en la fachada del Ayuntamiento, lucen las ikurriñas con crespones negros junto a la bandera ucrania.

Deja de sonar la sirena y se oye el tañido de la vieja campana de la iglesia de San Juan, destruida durante el ataque aéreo del 37. La misma campaña que avisaba a los vecinos de Gernika de la llegada de los aviones alemanes de la Legión Cóndor y los italianos de la Aviazione Legionaria, aliados de las tropas franquistas en la Guerra Civil, que sembraron el horror con el lanzamiento de cientos de bombas explosivas e incendiarias durante tres horas ininterrumpidas. Era un lunes, día de mercado. Hubo más de 200 muertos, según unos; se superaron los 1.600, según otros. Los proyectiles devastaron casas, la iglesia, el ayuntamiento, el teatro.... Un pueblo arrasado, lleno de escombros que hoy aún se pueden observar durante la visita al Museo de la Paz. “Que el horizonte de todo conflicto sea la reconciliación”, reza uno de los escritos destacados en este centro memorial. Las pruebas de la barbarie siguen presentes hoy en Gernika y se muestran con la dignidad que envuelve a esta villa vizcaína que se ha erigido en un símbolo contra la crueldad de la guerra.

Gernika no quiere más gernikas. Por eso, clama contra la injusticia que sufre el pueblo ucranio. Tañe la campana vieja del 37 durante el responso y la ofrenda floral que todos los años, cada 26 de abril, reúne a las autoridades y a los vecinos en el cementerio local, frente al mausoleo que recuerda a las víctimas del bombardeo. Este año, el acto ha tomado una dimensión especial tras la referencia que el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, hizo del bombardeo de Gernika durante su intervención por videoconferencias ante el Congreso de los Diputados el pasado día 6: “Estamos en abril de 2022 pero podríamos estar en abril de 1937″. El lehendakari, Iñigo Urkullu, en nombre del Gobierno vasco, ha invitado en esta ocasión a la representación del Gobierno de Ucrania en España. El primer secretario de la embajada de aquel país, Sergii Solovey, ha depositado un ramo de flores ante el mausoleo. Allí han quedado también los enviados por el Gobierno alemán, de los Consulados de Francia y Polonia, del Ayuntamiento de Auschwitz, junto a las flores entregadas por refugiados ucranios en Euskadi y de dos supervivientes del bombardeo de Gernika, Mari Carmen Aguirre y Josu Erezuma.

“Han pasado 85 años y seguimos asistiendo, con perplejidad y angustia, a otras gernikas a lo largo del mundo, en una dramática demostración de la incapacidad de aprender de la historia. En plena Europa, Ucrania y sus ciudades mártires, sufren la misma barbarie que asoló Gernika”, dice la declaración que el Ejecutivo vasco ha aprobado este martes. Por eso, el equipo de Urkullu ha reclamado que “cese la agresión armada” que está causando muerte y sufrimiento a millones de personas inocentes en Ucrania.

El lehendakari también ha querido destacar el paso dado hoy por el Gobierno de Pedro Sánchez al condenar por primera vez el bombardeo de Gernika. Es “un paso positivo”, ha señalado Urkullu al referirse a la declaración institucional aprobada por el Consejo de Ministros que rechaza expresamente la crueldad del ataque contra la villa vasca en el 37.

Este 26 de abril no se parece en nada al mismo día del 37 en Gernika. Las crueles escenas de entonces, gente aterrada que buscaba despavorida refugio en una ciudad humeante y destrozada, han dado paso hoy a una conmemoración pacífica y solidaria con el Este de Europa, donde ahora está focalizado el dolor de miles de inocentes ucranios atacados desde hace dos meses por las bombas rusas. Aquello queda para el recuerdo y como ejemplo de la sinrazón del presente.

Condena del Gobierno
El Gobierno ha aprobado este martes una declaración institucional de condena al bombardeo de Gernika y lo ha comparado con los ataques aéreos a civiles en la actual guerra de Ucrania. En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, el titular de Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, ha destacado que es la primera vez que el Gobierno condena este ataque, del 26 de abril de 1937, por "las tropas nazis y la aviación fascista italiana", según ha recordado. Así, ha indicado que este bombardeo fue uno de los primeros que se produjeron de forma indiscriminada contra civiles y por tanto se convirtió en "símbolo universal" contra la barbarie y los horrores de la guerra y de las agresiones contra personas indefensas. En esta misma línea ha indicado que al rememorar este episodio se debe tener presente que actualmente hay una guerra en Ucrania, a las puertas de la Unión Europea y se está atacando a la población civil.



jueves, 27 de abril de 2017

80 aniversario del bombardeo de Gernika. Los vascos no quemaron Gernika.

Joseph Lang
Tages-Anzeiger

La tarde del 26 de abril de 1937, la “Legión Cóndor” encuentra condiciones meteorológicas propicias para la destrucción de la ciudad de Gernika, en el País Vasco. Las noticias de este bombardeo, que duró tres horas, circulan rápidamente.

En efecto, cuatro corresponsales especiales de medios prestigiosos -el Times de Londres, el New York Times y la agencia Reuters- se encontraban por casualidad en la pequeña ciudad vasca poco antes o poco después del ataque aéreo. Sus informes detallados, basados en observaciones directas y numerosos testimonios de supervivientes, despiertan una ola de indignación mundial.

“Los propios vascos han quemado Gernika”: solo algunos titulares de prensa repetirán esta grosera mentira. Entre ellos, el Vaterland de Lucerna, conservador católico, y la Neue Zürcher Zeitung (NZZ).

Un “episodio”
No obstante, en un primer momento estos dos periódicos ofrecieron una información correcta. En el caso de la NZZ, gracias a su corresponsal londinense, que cita ampliamente al Times en un artículo publicado el 29 de abril. La propia redacción de la NZZ, en un artículo en primera página de la edición del 30 de abril, presenta el bombardeo como hecho, con el título de “Guernica”. Sin embargo el texto intenta sobre todo relativizar el acontecimiento calificándole de “episodio”, declarando que quien creyera en “una destrucción intencionada por los aviones alemanes” estaría en un error. La utilización de bombas incendiarias corresponde “sin duda alguna a las consideraciones más elementales sobre las necesidades militares”, escribe la NZZ.

Más en concreto, el texto articula una fuerte crítica contra Inglaterra que mantendría “una polémica artificial” contra la España de Franco y Alemania. La NZZ sospecha que el gobierno conservador de Londres lleva a cabo una campaña contra “el bombardeo de una “ciudad sin defensa””, con el objetivo de justificar sus propios esfuerzos de “rearme”. Un argumento que será repetido y saludado por los medios de la Alemania nazi.

Los vascos calificados de incendiarios
Frente a las reacciones indignadas, los generales franquistas hacen declaraciones diversas y a veces contradictorias. La noche del 27 de abril, Franco comienza por negar la intervención de un ejército del aire extranjero. Afirma que son los vascos los que habrían incendiado la ciudad. Y que el lunes en cuestión, las condiciones atmosféricas no habrían permitido un ataque aéreo. Algunas de las declaraciones siguientes ponen en cuestión el bombardeo, arguyendo que el martes y el miércoles, la bruma típicamente vasca llamada “sirimiri” habría impedido cualquier intervención aérea.

Los franquistas tardan varios días en ponerse de acuerdo sobre el día preciso en el que no destruyeron Gernika. En realidad el bombardeo del lunes tuvo lugar en condiciones meteorológicas ideales. Solo a partir del martes el tiempo se hizo nuboso y lluvioso.

Propaganda alrededor de despachos de agencias
El 29 de abril, la NZZ publica, sin ningún comentario, dos de estas declaraciones franquistas en forma de despachos de agencia de prensa muy abreviados. En la edición del mediodía, el periódico cita una declaración que confunde las fechas pero informa correctamente el tiempo que hacía. La edición de la tarde se refiere al mismo comunicado franquista que el día precedente, indicando la buena fecha pero falsificando las condiciones atmosféricas. A pesar de las contradicciones evidentes de Franco, y la coherencia de los artículos de los periodistas anglosajones, en su edición del 2 de mayo, la NZZ pone en cuestión el bombardeo de Gernika acusando a las “milicias vascas” de la destrucción de la ciudad. Un nuevo artículo del 3 de mayo publica dos fotos de las ruinas, con un comentario que evoca las dos versiones presentando, no obstante, la de Franco como la más creíble.

Por su parte, el periódico Vaterland está en un dilema: los vascos son en efecto las fuerzas más católicas de España. Es probablemente ésta la razón por la que la edición del 1 de mayo no imputa la destrucción de Gernika a unos buenos cristianos como los vascos, sino a los “dinamiteros asturianos”, es decir a los mineros de izquierdas. El 4 de mayo, el Vaterland hace una lectura incorrecta de un despacho de Reuters evocando el tipo de avión Heinkel 111, y plantea así la cifra improbable de “155 aviones” que habrían participado en el ataque.

Esta difusión de “fake news” franquistas se explica únicamente por un estado de ceguera ideológica. En su edición del 4 de mayo, el Vaterland defenderá la credibilidad del general Franco, explicando que éste sería alguien reconocido como “un soldado y un hombre de honor”. Y el 7 de mayo de 1937, el corresponsal de la NZZ en España se burlará de la “desgraciada república enana de Euskadi”.

En realidad, la voluntad de destruir la autonomía y la democracia vasca fue el motivo principal del bombardeo de Gernika.

P.S. Tres días después de la aparición de este texto en el Tages Anzeiger, la NZZ ha publicado un artículo interesante de su corresponsal en España, que aborda el bombardeo de Gernika y los acontecimientos de conmemoración organizados ochenta años después de los hechos. La edición en papel no dice ni palabra sobre el tratamiento periodístico de Gernika por NZZ de la época. La versión en línea da cuatro enlaces a ediciones aparecidas poco después del ataque, omitiendo la del 2 de mayo de 1937, que imputa la destrucción de la ciudad a las “milicias vascas” y la del 7 de mayo, que ironiza sobre la república vasca. Tampoco se mencionan los artículos que se felicitaban por la caída de Bilbao, en un espíritu muy alejado de una actitud neutral.

Joseph Lang

Artículo publicado en el diario de Zurich Tages-Anzeiger del 18 de abril de 2017. http://blog.tagesanzeiger.ch/historyreloaded/index.php/621/die-basken-haben-guernika-selber-angezuendet/
Traducido de
http://alencontre.org/europe/espagne/histoire-les-basques-ont-eux-memes-brule-guernica.html

Joseph Lang publicó un artículo sobre el mismo tema en Le Temps el 9/05/2012. De 2003 a 2011 fue miembro de los Verdes y consejero nacional. Anteriormente había militado en las filas de la Liga Marxista Revolucionaria (LMR/RML) y del Partido Socialista Obrero (PSO/SAP). Fue elegido al ayuntamiento de Zoug como miembro del PSO. En 1986 fue uno de los fundadores del SGA (Alternativa Socialista Verde de Zoug). Desde 1982 es uno de los animadores del Grupo por una Suiza sin Ejército (GSSA). Es historiador de formación. Su interés por la “cuestión vasca” data de hace mucho. Su tesis [durante su elaboración vivió en Donostia y militó en LKI. Ndt], presentada en la Universidad de Zurich en 1980 fue publicada en 1983 por ISP-Verlag (y en 1988 en una versión ampliada). Tiene por título Das baskische Labyrinth. Unterdrückung und Widerstand in Euskadi (Red. A l´Encontre).

Traducción: Faustino Eguberri para Viento Sur

https://www.bbc.com/mundo/media-39706314

martes, 18 de abril de 2017

GERNIKA: EL LABORATORIO DEL TERROR. Xabier Irujo documenta con rigurosa información y escalofriantes testimonios el bombardeo de la villa vizcaína y concluye sin vacilaciones que lo ordenó Franco.


Gernika: el laboratorio del terror
El bombardeo de un único avión, el Old Carthusian, contra el palacio del emir de Kabul y algún edificio gubernamental, sobre los que descargó 344 kilos de bombas, bastó para inclinar a favor de Inglaterra la tercera guerra afgana (mayo de 1919) sin ­sufrir una sola baja. El ministro de Guerra, Winston Chur­chill, había encontrado el arma barata y eficaz que buscaba para sanear la economía de un imperio en bancarrota, que aún tenía 1,2 millones de soldados movilizados y era propietario de 800.000 caballos y mulos, sin renunciar al control de inmensos territorios a los que había agregado los despojos del Imperio Otomano en Mesopotamia. En los años siguientes recurriría al ataque aéreo para doblegar diversas insurrecciones tribales en Somalia e Irak. El terror que llegaba por el ­aire tenía un tremendo efecto desmoralizador a muy bajo coste.

(Gernika, tras ser bombardeada por la legión Cóndor. | SYGMA)

Resultado de imagen de Gernika, tras ser bombardeada por la legión Cóndor. fotoA la luz de estos hechos, todas las potencias europeas desarrollaron ambiciosos programas de rearme aéreo en el periodo de entreguerras. Alemania lo hizo clandestinamente, porque se lo prohibía el Tratado de Versalles, hasta que se quitó la careta en 1934 al anunciar la creación de la Luftwaffe al mando de Hermann Goering. La guerra civil española iba a proporcionarle un campo de operaciones ideal para desplegar nuevas técnicas de ataque y mostrar a Hitler la capacidad devastadora de la aviación, a fin de desviar a la Luftwaffe el ingente presupuesto de la Armada.

Gernika fue el laboratorio que conjugó los intereses de Franco y de Goering. Ningún suceso de la guerra civil española ha merecido tantas monografías como el bombardeo de Gernika (26-4-1937), del que van a cumplirse 80 años. La última lleva la firma de Xabier Irujo, hijo del exilio vasco de posguerra, codirector del Center for Basque Studies de la Universidad de Nevada, historiador que ha rastreado con minuciosidad forense todos los archivos que pudieran contener alguna brizna de información sobre aquel trágico acontecimiento en Alemania, Italia, España, Reino Unido, Estados Unidos. Un centenar de páginas de documentos rigurosamente referenciados y un índice bibliográfico de 140 títulos avalan una obra difícil de rebatir.

Desde esa diversidad documental, el historiador responde sin vacilaciones a la pregunta de quién ­ordenó el bombardeo: Franco. No sobreviven órdenes escritas, las que hubiera fueron destruidas, pero el rastreo de Irujo registra, entre otras cosas, un telegrama de 6-11-1936 al comandante militar de Baleares en el que Franco le corrige a propósito del bombardeo del puerto de Alicante: “No deberá en lo sucesivo realizar esta clase de bombardeos por propia iniciativa, sometiéndolos previamente a mi aprobación”. Nadie, salvo él, podía ordenar una ­operación de esta naturaleza. Su presencia en Vitoria durante la campaña del País Vasco, que culminó con la ocupación de Bilbao (19-6-­1937), da idea del control personal que ejercía.

¿Por qué Gernika? Porque reunía las mejores condiciones para un bombardeo de terror que el jefe de la Luftwaffe, Hermann Goering, quería ensayar sobre poblaciones civiles con vistas a la guerra mundial que se avecinaba. Era una ciudad abierta, sin defensa antiaérea, sin aviones enemigos, sin riesgos. Y tenía un alto valor simbólico para el pueblo ­vasco, con el consiguiente efecto desmoralizador que acarrearía su destrucción. El uso de bombas de gran calibre (hasta 250 kilos), seguidas de artefactos incendiarios en sucesivas oleadas que culminarían con el ametrallamiento de los supervivientes, sirvió de pauta al bombardeo de ­Varsovia en septiembre de 1939. El general Wolfram von ­Richthofen aplicaría en la capital polaca el experimento que había ensayado en la villa vizcaína y cuyo resultado resumió así en su diario: “Por lo demás, paz en Guernica”.

Irujo describe el número de aviones, sus modelos, los aeropuertos de donde partieron, las cargas explosivas, sus respectivas misiones, los jefes de escuadrilla. Participaron al menos 60 aviones (un 20% de la flota rebelde), soltaron más de 40 toneladas de bombas durante tres horas, destruyeron totalmente el 85% de los inmuebles y causaron en torno a 2.000 muertes entre las 10.000 personas que abarrotaban el pueblo por tratarse de un día de mercado. A los datos fríos se suman decenas de testimonios que conforman un retablo escalofriante sobre el terror que llovía del cielo, una imagen que años después repetirán a Svetlana Alexiévich los niños bielorrusos bombardeados por la aviación nazi.

El objetivo proclamado por el bando franquista habría sido destruir un puente que ni siquiera fue alcanzado y por el que transitaron dos días después las tropas rebeldes. La patraña de que Gernika había sido incendiada por los soldados vascos en su retirada fue desmontada tiempo atrás, pero algunos epígonos de la historiografía franquista siguen empeñados en mantener que Franco nada tuvo que ver con el bombardeo, que habría sido iniciativa autónoma de la Legión Cóndor. Así lo afirma Roberto Muñoz en su obra recién publicada Guernica, una nueva historia. Uno de sus argumentos es que no existe ninguna orden de ataque firmada por Franco. Si por eso fuera, gran parte de la Guerra Civil habría sido obra de teloneros.

Gernika. Xabier Irujo. Prólogo de Ángel Viñas. Crítica, 2017. 381 páginas. 22,90 euros.

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/03/22/babelia/1490181958_169872.html

http://cultura.elpais.com/cultura/2017/03/30/babelia/1490870048_334983.html?rel=mas

http://www.lavanguardia.com/cultura/20170416/421718873149/a-las-420-llego-el-infierno.html