Mostrando entradas con la etiqueta votaciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta votaciones. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de mayo de 2023

Elecciones el 28 de mayo. «Si no sirve para nada y todos son iguales, ¿para qué voy a votar?»

He oído la expresión con la que titulo este artículo docenas de veces, pero nunca en boca de alguien rico o con ideas de derechas. No digo que no haya ricos que digan eso, sino que a quien yo oigo decir que no vale la pena ir a votar es a gente que vive al día o malvive o que no es de derechas.

Los datos estadísticos indican claramente que no es una simple percepción mía, subjetiva. En mi tierra, Andalucía, la abstención en los barrios más pobres fue unos quince puntos más alta que la media en las últimas elecciones autonómicas y unos treinta por encima de la registrada en los barrios más ricos. En algunas mesas electorales de barrios pobres, la abstención fue del 90%. Si se toma el conjunto nacional, las diferencias son aún mayores, en los territorios y barrios más pobres puede haber el doble de abstención que en los más ricos.

¿Acaso son los pobres más listos y se dan cuenta de que votar no sirve para nada, mientras que los ricos son más ingenuos y votan en mayor proporción, a pesar de su inutilidad?

No parece que vayan por ahí las cosas. La evidencia histórica demuestra que el disfrute de cualquiera de nuestros derechos, políticos, laborales, ciudadanos… depende de quién gobierne. Se adelanta cuando gobiernan unos y se atrasa cuando lo hacen otros. Los gobiernos no son neutrales.

Poner a unos partidos u otros en los gobiernos sirve para que se reconozcan o no derechos como el del divorcio, el aborto, la negociación colectiva, el salario mínimo, o para que se disfrute en mayor o menor medida de la libertad de expresión, del derecho a la vivienda, a pensiones dignas o a la salud universal, entre otros.

Quien dispone de buena información, sabe qué le interesa y tiene influencia y poder (directamente o por delegación) está siempre interesado en que llegue al gobierno quien crea que más le conviene. Es decir, no renunciará nunca a votar. Sólo quien no es consciente de en qué medida tan grande le afecta que gobiernen unos u otros, renunciará al poder que le proporciona el voto. Un poder, desde luego, que no lo puede todo por sí solo pero que sí es una condición sine qua non, sin el que es imposible que se puedan defender los intereses propios en nuestras sociedades.

Eso explica que haya quien esté interesado en transmitir a quien está menos informado la idea de que votar no vale para nada, tratando de desmotivar su voto y haciendo que, justamente los más desheredados, quienes más necesitarían llevar a los gobiernos a quien pudiera defenderlos, sean justamente los que menos voten.


Por otro lado, también oigo muchas veces decir que no vale la pena votar a quienes se precian de saber muy bien lo que pasa, de estar bien informados y de no dejarse engañar: «son todos iguales», suelen decir.
Pero ¿son todos iguales, realmente?

Entre personas más a la izquierda suele oírse que el PSOE es igual que el PP, que Felipe González era de derechas, Zapatero un traidor y Sánchez un vendido a Estados Unidos.

No se puede negar que, en multitud de ocasiones, el PSOE ha tomado medidas idénticas a las que adopta la derecha, que votan juntos muchísimas iniciativas y que se a menudo se ponen de acuerdo para frenar otras que vienen de su izquierda. Eso es innegable, pero ¿son lo mismo?

Si Felipe González era de derechas, ¿cómo es posible que la derecha política, económica, mediática y religiosa se movilizara como se movilizó para atacarle y exigir que dejara el gobierno, al margen del resultado de las urnas? ¿O es que ya no nos acordamos lo que hacía la derecha y el PP en concreto cuando González presidía el gobierno?

¿La derecha habría tomado las medidas de avance social que se tomaron en los gobiernos socialistas? ¿No fue precisamente la derecha quien recurría constantemente las medidas más progresistas que tomaban? Ni siquiera en materia económica o fiscal, generalmente en manos de socialistas más liberales, se puede decir con objetividad que los gobiernos del PSOE hayan hecho lo mismo que han hecho los del PP. Mucho menos, y por muy conservadora que haya podido ser en estos campos, en materia sanitaria, educativa, laboral o de derechos de ciudadanía. ¿Y acaso el PSOE manipula, incumple la Constitución y boicotea las instituciones para protegerse y mantener sus privilegios, tal y como está haciendo ahora el PP?

¿Lo que dicen los dirigentes socialistas, ni siquiera sus «barones» más conservadores, es lo mismo que dicen Ayuso o Aznar? ¿Es acaso lo mismo lo que proponen en materia económica, social o de derechos en general el PSOE, Izquierda Unida y Podemos? ¿Seguro que estos últimos dicen y hacen lo mismo que PP o Vox?

¿Son iguales el PP, un partido con multitud de dirigentes y cargos públicos condenados por corrupción y financiación ilegal, que Podemos, en más de veinte ocasiones absuelto de acusaciones de esto último o con causas simplemente archivadas?

Es verdad que ha habido casos de corrupción incluso en Izquierda Unida y supongo que en Podemos, pero ¿en la misma proporción? Es muy fácil poner los nombres y los números sobre la mesa y comprobar que no es así, de ninguna manera. Incluso en el caso del PSOE, donde los ha habido en mayor número, la realidad es incomparable con la del PP. Ninguno de sus presidentes o gobiernos ha batido el récord de Aznar: de sus catorce ministros, doce resultaron imputados, implicados en tramas o en escándalos de sobresueldos y alguno incluso encarcelado. Y eso por no hablar de quién se hace rico y quién no en la política.

¿Son la misma cosa los partidos que defienden o no condenan la dictadura franquista y su legado y quienes la sufrieron?

Los partidos y los políticos no son lo mismo. Es una evidencia que unos proponen leyes y medidas que otros recurren o derogan; a unos los financian gratis los bancos y grandes empresas y otros renuncian incluso a préstamos bancarios; y es fácil comprobar que la beligerancia, la exigencia y la crítica que hacen los medios de comunicación a unos partidos y otros no son las mismas en los mismos supuestos. Ni tampoco la difusión que dan a sus propuestas o escándalos.

Solo quien vea el mundo en blanco y negro, es decir, como no es en realidad, puede decir que PSOE, PP, Vox, Izquierda Unida o Podemos son lo mismo y que sus dirigentes se comportan de la misma forma.

Es verdad que cualquier persona de esas que no suelen ir a votar porque piensan que no vale la pena y que todos son lo mismo podrían tener otras razones para no hacerlo. La democracia de partidos es muy imperfecta y los partidos son una fuente constante de frustración porque incumplen promesas, hacen en muchas ocasiones lo contrario de lo que dicen y se olvidan a menudo de quien los vota. Pero, incluso así, se pierde mucho más no votando que yendo a votar a pesar de todo ello.

De hecho, esa idea de inutilidad y de rechazo, esa visión en negativo de la política se siembra a propósito porque se busca la abstención de quienes, por su situación económica, más necesitan gobiernos de izquierdas. La polarización, la zafiedad, la divulgación constante de bulos y mentiras… se promueven para eso. Aunque tampoco podemos engañarnos. Desgraciadamente, son los propios partidos de izquierdas (unos más que otros, también es verdad) quienes dan pie a que su electorado se abstenga en tan gran medida. Primero, porque no tienen una estrategia específica de acercamiento a la población que los necesita y se comportan como aparatos ajenos a la gente normal y corriente. Segundo, porque generan ellos mismos el desafecto y la lejanía cuando se empeñan en magnificar con malas formas las diferencias y los encontronazos entre sí, en lugar de subrayar lo que los une y la cooperación. Y, sobre todo, porque no se empeñan en poner en pie espacios de participación, organización y movilización que proporcionen poder real a la ciudadanía, sin el cual no se pueden llevar a cabo desde los gobiernos sus promesas más decisivas.

El próximo domingo tenemos una nueva oportunidad de mostrar si nos dejamos engañar una vez más o no; si nos dejamos llevar por el desaliento y el negativismo que tan sutilmente propagan la derecha y sus medios de comunicación, o si vamos a votar por quien, más o menos imperfectamente, sabemos que son los únicos que pueden defender los intereses de la que gente que menos tiene.


lunes, 27 de junio de 2016

Un político para Moncloa y para Bruselas. La UE necesita recuperar impulso y animar el crecimiento económico, reduciendo la austeridad

La UE tiene ahora 27 países miembros, en lugar de 28, y 443 millones de habitantes en lugar de 508. Y sobre todo tiene una urgente necesidad de cambiar de políticas. Necesita recuperar impulso y animar el crecimiento económico, reduciendo la austeridad. Necesita recuperar un mensaje comprensible y anunciar unas reformas capaces de atraer a unos europeos cada día más indignados con lo que sienten como un progresivo alejamiento de la toma real de decisiones, un progresivo ninguneo democrático. Todos esos cambios solo son posibles si la mayoría de los gobiernos que integran el Consejo Europeo están convencidos y dispuestos a ello. Uno de esos gobiernos será el que los españoles elijan hoy.

No votamos solo la persona que queremos que ocupe la Moncloa sino también la que acuda a Bruselas en nuestro nombre para discutir todas esas reformas, imprescindibles para asegurar el futuro de la Unión y del proyecto político más original e importante del mundo. La persona que deberá aportar ideas, negociar, votar y sumar el peso de España (46,5 millones de habitantes) al de otros países, bien para lograr una mayoría cualificada, bien una minoría de bloqueo. Nunca hemos sabido cómo votaba el presidente de nuestro gobierno en el Consejo Europeo y esa debería ser, quizás, una de las primeras reivindicaciones democráticas cara al futuro: saber qué se vota en el Consejo y cómo lo hace cada cual.

Son momentos complicados. El Reino Unido ha votado abandonar la UE y lo ha hecho con el apoyo, fundamentalmente, de personas mayores de 50 años y de lo que antes se llamaba clase social trabajadora. No es posible creer que esos 17 millones de personas se muevan exclusivamente por motivos racistas. Seguramente habrá entre ellos muchos xenófobos (una tendencia históricamente muy inglesa), pero aun así es más probable que a la mayoría no le haya movido el racismo sino el miedo, miedo a un mundo que cambia muy rápido y sobre el que creen que tienen cada día menos control. Un mundo en el que la consideración de "trabajador" ya no despierta el respeto ni el orgullo que inspiró, por ejemplo, en el Reino Unido durante décadas, sino que vuelve a colocar ahora a millones de personas en posición de enorme debilidad.

En un mundo globalizado y en el que se empieza a dudar del futuro, lo lógico es que la gente quiera tener la sensación de que recupera el control y la dignidad ciudadana. Sucede que nada de eso es posible ya dentro de unas simples fronteras nacionales, por mucho que los nacionalistas lo juren y perjuren y por mucho que los xenófobos y la extrema derecha mantengan que quieren su "country back". En este mundo nuevo, los británicos no han recuperado su país, como comprobarán en unos pocos años, sino que están perdiendo la oportunidad de ayudar a crear un nuevo marco en el que luchar por esa dignidad y por esos contenidos reales de la democracia.

"La energía de los brexiteers, como la de quienes apoyan a Donald Trump nace del fracaso de las élites", explica el filósofo americano Michael Sandel. De su fracaso o su falta de interés en afrontar el sentimiento de desempoderamiento de la clase media y antigua clase trabajadora. Del sentimiento de injusticia que abruma a todas esas personas y para el que nadie, salvo los oportunistas y nacionalistas excluyentes, ofrecen una salida fácil e inmediata. Esa salida no es fácil ni rápida, pero si está en algún lado, será en Europa y, en parte, en la capacidad de esas personas a las que enviemos a los Consejos Europeos para encontrar la manera de recuperar el bien común, una sociedad más justa y un sistema democrático más participativo.

http://elpais.com/elpais/2016/06/24/opinion/1466781594_373963.html

lunes, 21 de abril de 2014

Los futuros posibles se pueden elegir. 1.700 ‘lobistas’ financieros luchan en la UE para convencernos de que solo hay una salida

En los mejores libros de Historia sobre el siglo XX se encuentra siempre la misma constatación: las cosas no tuvieron por qué ser como fueron. Siempre hubo datos para elegir entre varios caminos. Hace ya tiempo que muchos grandes economistas escriben sobre lo mismo: cuanto mejores investigaciones publican, más creen que, en palabras del francés Thomas Piketty (43 años), “hay varios futuros posibles, según el tipo de políticas e instituciones que elijamos”.

Piketty, cuyo libro El capital en el siglo XXI está considerado ya una de las mayores aportaciones a la comprensión del capitalismo, explicaba el pasado domingo en Negocios, entrevistado por Alicia González, que la Unión Europea representa un tercio del PIB mundial, y Estados Unidos, otro tanto. Si se propusieran de verdad batallar contra los paraísos fiscales e imponer sanciones sobre los países que no cooperen, lograrían regular las ingenierías financieras y controlar tanto el brutal fraude fiscal que padecemos como la increíble acumulación de riqueza privada que sigue produciéndose.

Thomas Piketty ha firmado, junto con otros colegas franceses, un Manifiesto por la Unión Política del Euro que parte de otro texto lanzado a fines de 2013 por el llamado Grupo de Glienicker, un puñado de economistas y juristas alemanes. Los dos aseguran que es imprescindible regular el capitalismo financiero mundializado.

No son manifiestos teóricos. El de Piketty contiene propuestas concretas. Una de ellas, fundamental. Y factible. “No se trata de poner en común la totalidad de nuestros impuestos y nuestros gastos públicos. Con demasiada frecuencia, la Europa actual se muestra estúpidamente intrusiva en cuestiones secundarias (el IVA de las peluquerías) y patéticamente impotente en temas importantes (como los paraísos fiscales o la regulación financiera) [...] Nuestra primera propuesta es que los países de la zona euro establezcan un impuesto común sobre los beneficios de las sociedades. Cada país puede seguir fijando su impuesto sobre sociedades sobre esa base común, con un índice mínimo del orden del 20% y retener un impuesto adicional federal del orden del 10%. Con eso, el presupuesto de la zona euro pasará del 0,5% al 1% del PIB”.

Con ese 1% del PIB, la zona euro podría impulsar el relanzamiento y la inversión, especialmente en medio ambiente, infraestructuras y formación. “Europa debe aportar justicia fiscal y voluntad política a la globalización”, escriben.

No es casualidad el momento elegido por estos economistas y juristas europeos para dar una sacudida a los ciudadanos. Se pueden hacer muchas cosas en Europa para salir de esta situación. Existen los datos y los distintos caminos. Pero se trata de una pelea. Hay decenas de economistas y juristas extremadamente prestigiosos que nos aseguran que no existe determinismo económico que nos lleve inevitablemente en una dirección y no en otra. Pero parece que tienen más éxito quienes quieren convencernos de que se hace lo único que se puede hacer.

El Corporate Europe Observatory (CEO), un grupo de estudios afincado en Bruselas, hizo público esta semana un informe titulado El poder de fuego del lobby financiero. Sus datos son reveladores: la industria financiera mantiene en la capital europea a 1.700 lobistas (siete veces más que cualquier otro grupo de presión, incluidos sindicatos y otros grupos de la sociedad civil). Gastan 120 millones de euros al año para contactar con quienes se supone que tienen que decidir, asesorar y escribir sobre asuntos tales como regulación financiera, agencias de valoración crediticia, reglas contables...

¿Importan las elecciones europeas del próximo mayo? Mucho. Importa lo que vayan a hacer nuestros eurodiputados y lo que nosotros les exijamos. Deberíamos saber si conocen el Manifiesto de Piketty y si lo suscriben...
Fuente: SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 20 ABR 2014. El País.
Thomas PikettyPágina Web oficial de Piketty

domingo, 3 de marzo de 2013

IU y UPyD se consolidan como los receptores de la sangría de PP y PSOE

El triunfo en el estado de la nación amortigua la caída de los populares
La valoración y la confianza en Rubalcaba se desploman de nuevo
Ni sus votantes creen al PP sobre Bárcenas

PP y PSOE se desangran. Más de un año después de iniciarse la legislatura, el desgaste de ambos partidos corre a la par por distintos motivos: uno por las medidas que ha adoptado desde el Gobierno y el otro porque no se quita de encima el peso de su gestión en la anterior legislatura y, sobre todo, porque no encuentra cómo graduar su labor de oposición.

A todo eso se une la desafección ciudadana hacia los políticos por la crisis, que ya ha acabado con partidos tradicionales en Italia, Grecia o Portugal, y que aquí hace que populares y socialistas no logren cerrar sus heridas. En esa situación, IU y UPyD son las dos formaciones que aprovechan la sangría para crecer, según el sondeo de Metroscopia para EL PAÍS y la serie histórica de toda la legislatura. El crecimiento de estos dos partidos, en momentos de alejamiento ciudadano de la política, ha tenido altibajos, pero la perspectiva desde las generales de 2011 muestra que no es fruto de un acontecimiento puntual y concreto, sino que se consolida como tendencia sostenida. En España la desafección no se traduce en el apoyo a opciones extravagantes o populistas, que ni siquiera aparecen, y si en el ascenso de estos dos partidos. Seguir aquí en el País.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Californians Say Yes to Taxes. Los californianos dicen sí a los Impuestos.

A la vez que se votaba Presidente en EE.UU., se votaban otras muchas propuestas, desde subidas de impuestos como la expuesta, a aprobación de matrimonios gays.

De todos los resultados electorales en los estados de todo el país, pocos pueden superar la sensación tan chocante de los votantes de California (1) con la aprobación de los aumentos temporales de impuestos para recaudar $ 6 mil millones al año a fin de mejorar el estado de las escuelas públicas y los agujeros del sistema universitario. Así es: en estos tiempos difíciles hubo votantes que acordaron someterse a esas subidas de impuestos a pesar del mantra simplista de los políticos conservadores de "no más impuestos".

La medida electoral, la llamada Proposición de ley 30, fue una apuesta audaz del gobernador Jerry Brown. A causa de ello fue ridiculizado a fondo por una oposición bien financiada, dirigida por grupos conservadores contra los impuestos, con donantes no revelados. Al vencer la votación se aumenta el impuesto estatal sobre las ventas en una cuarta parte del 1 por ciento durante cuatro años y esos impuestos aumentarán los ingresos durante siete años en lo que supondrá más de 250.000 dólares al año.

La crisis presupuestaria, que ya dura muchos años, en California ha dado como resultado el aumento de tamaño de las clases en las escuelas, la reducción en el tiempo de instrucción y los despidos de miles de maestros de todo el estado.

Mientras tanto, los estudiantes de las universidades públicas del estado y los Colleges se han enfrentado a aumentos de las matrículas, menos recursos de los campus y la disminución de nuevas plazas para la inscripción. Las autoridades dicen que la aprobación de la propuesta electoral significará que el sistema público de escuelas no tendrá que reducir la duración del año escolar y los Colleges no tendrán que aumentar los precios de las matrículas. También permitirá a los Colleges comunitarios -públicos- restaurar miles de clases y aumentar sus plazas en 20.000 estudiantes.

El caso de California, donde la revuelta contra el aumento de impuestos sobre la propiedad fiscal en 1978 dirigido por Howard Jarvis (la número 13), se convirtió en material del folklore político, un capítulo nuevo e impredecible puede haber sido abierto. Esta semana, los votantes también dieron a los demócratas, encabezados por el gobernador Brown, una mayoría de dos tercios en ambas cámaras del Parlamento del Estado. Esto significa que van a tener "súper mayoría" y con ella el control y la capacidad de recaudar impuestos y aprobar otras medidas sin necesidad de la colaboración en su aprobación por los republicanos.

El Sr. Brown, consciente de que el control absoluto de un solo partido puede dar lugar a problemas, de forma rápida prometió que no habría nuevos dispendios ni se "gastaría mucho". Mantener la promesa requerirá vigilancia de los votantes. Será interesante ver si con la aprobación por mayoría popular del aumento de los impuestos para la educación, California iniciará otro movimiento nacional.
Fuente, noticia en el NYT Californians "Say Yes to Taxes", 8 de noviembre de 2012.

(1)El estado de California, el más rico de los EE.UU., estaba en bancarrota debido a que sus ingresos eran menores que sus gastos, y ello les llevó a una situación de bloqueo. Al no tener mayoría cualificada ninguno de los dos partidos, necesario por ley para poder cambiar las normas sobre impuestos, no se  podía avanzar, ya que los republicanos proponían recortes en gastos sociales y los demócratas subidas de impuestos y no llegaban a acuerdos. Por otra parte en 1978 se había votado una ley -la Jarvis- para bloquear toda posible subida de impuestos sobre propiedades -lo que evidentemente beneficiaba a los propietarios, a los más pudientes.
Con esta última votación se ha entrado en una nueva situación. La mayoría de ciudadanos está de acuerdo en pagar más impuestos, en contra de la tendencia general, hasta ahora dominante, para mejorar la educación pública. La situación es compleja, aquí no se refleja toda la realidad, por ejemplo, hace unos años el sistema de prisiones costaba la mitad que el sistema educativo, ahora es al contrario. California se gasta en prisiones y correccionales el doble que en educación. Ha aumentado por seis el número de encarcelados o vigilados y no dejan de aumentar, siendo su número de los mayores del mundo en proporción por habitantes. ¿Podría tener relación ambas cifras? A menos educación, más pobreza y delitos y más ciudadanos en prisiones, en un círculo infernal que va en aumento y, sobre todo, entre las minorías étnicas como los afroamericanos.
Foto del autor, playa de la Barrosa, Chiclana, Cádiz. agosto de 2012.