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miércoles, 19 de enero de 2022

_- Bondad anónima

_- No conozco ningún otro signo de superioridad que la bondad. Beethoven (1770-1827) 

Decía Ernesto Sábato que “en la bondad se encierran todos los géneros de la sabiduría”. Es cierto. He abierto el artículo con esta cita porque hay mucha gente que identifica al bueno con el tonto, al generoso con el ingenuo, al altruista como estúpido. “Es tan bueno, que parece tonto”, se dice. El inteligente solo mira por sí mismo. Es necesario llegar a descubrir con Platón que “buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.

Voy a contar algo que ha pasado hace unos días. Explicaré dónde y qué. Hay un supermercado de Mercadona en una barriada de Málaga que se llama El Palo. Yo fui paleño durante ocho años. Y todavía conservo el ático en el que viví. Muchas veces iba a comprar a ese supermercado que se encuentra a pocos metros de mi vivienda. Y hoy en día, aunque ahora vivo en La Cala del Moral, acudo algunas veces a él por comodidad o por nostalgia.

Pues bien, en estas navidades, me han enviado una noticia que me ha llamado la atención. Y que ha tenido lugar en ese Mercadona de El Palo. Una señora mayor (84 años contantes y sonantes) deposita su compra sobre la cinta y contempla cómo la cajera va pasando los diversos productos por el lector óptico. Cuando la cajera termina le dice el total (62 euros) que tiene que abonar y le pregunta si va a pagar con tarjeta. La respuesta de la anciana es afirmativa. Saca de su bolso una cartera, extrae la tarjeta bancaria y la introduce por la ranura del datáfono. Cuando marca el pin, comprueba que hay un error. Vuelve a introducir otro número y se repite el rechazo. La señora se pone muy nerviosa porque ve que la gente de la cola empieza a impacientarse.

Llama por teléfono a su hijo con el fin de que la ayude a recordar el pin de su tarjeta. Pero el hijo no responde a la llamada porque, como se ha sabido después, se encuentra visitando a su hermana, ingresada en un Hospital y, en ese momento, está hablando con los médicos. La señora, desbordada por la situación, se echa a llorar desconsoladamente.

Encuentra en su bolso 15 euros y cuando le va a decir a la cajera que deje solo productos que puede pagar con el dinero que lleva, esta le dice para su sorpresa:

Señora, puede llevárselo todo. Ha pagado su cuenta ese joven con jersey marrón que está atravesando la puerta de salida.
Lo que más me ha llamado la atención de esta historia es que el joven se fuese sin decirle a la señora que él se había hecho cargo de su cuenta. Lo cual significa que no se trata de un préstamo sino de una donación, ya que no espera recuperar ese dinero. Pero, sobre todo, su retirada silenciosa muestra claramente que no pretendía conseguir el reconocimiento de la desconsolada compradora. Esa persona hizo buenas las palabras de Séneca: “La mayor recompensa de una buena acción es haberla hecho”.

La noticia ha tenido más relevancia porque la señora ha resultado ser la madre del conocido chef Chicho Marín, que busca al joven benefactor con un tuit que se ha hecho viral. Dice así: “Almas buenas. Gracias a la persona que hoy, con tanta generosidad, le ha pagado la compra a mi madre al ver que no se acordaba del pin. Si lees esto me gustaría poder pagártelo. Gracias de corazón. Ha llorado mucho por su impotencia ante la falta de memoria”. Que yo sepa, el generoso y anónimo donante no se ha presentado, sea por no conocer el reclamo del hijo, sea porque desea mantener el anonimato. En una llamada al supermercado acabo de comprobar que no se ha sabido nada más del joven donante.

Creo que hechos de este tipo, deberían ocupar obligatoriamente la cabecera de los periódicos, de los telediarios y de los informativos de la radio. ¿Por qué suelen ser noticia los escándalos financieros, los robos de bancos, los timos más diversos en los que el interés de algunos conlleva el daño de los demás…?

Si fuese obligatorio abrir las noticias con hechos de este tipo podríamos tener otra imagen sobre la realidad, sentir más seguridad en las casas y en la calle, ideas que podríamos imitar, un mayor optimismo sobre el futuro de la especie… Pero no. Una noticia llamativa es una desgracia, un delito, un robo, un atentado, una violación, un secuestro, un atraco, un asesinato…

Hace ya algunos años leí el libro “El poder de la bondad”, de Piero Ferrucci. Lo he recuperado ahora de la biblioteca. Dice el autor en las primeras páginas: “Ningún periódico publicará mañana la noticia de una madre que leyó a su hijo un cuento para que se durmiera, o de un padre que le preparó el desayuno a su hija, o de alguien que nos ha escuchado con atención, de un amigo que nos ha ayudado, o de un extraño que nos ha llevado la maleta…”.

Estoy seguro de que son más numerosos los hechos marcados por la generosidad, por el amor, por el respeto, por la honestidad, por la confianza, por la empatía, por el perdón, por la gratitud, por la humildad, por la paciencia, por la comprensión, por la bondad, que aquellos que muestran la perversión o la maldad de los seres humanos.

Las personas bondadosas son más fuertes y están destinadas a vivir una vida más interesante, más larga y más satisfactoria que las personas que carecen de esta cualidad. Sharon Salzberg, en su maravilloso libro Loving Kindness, cita la forma en que Buda enumera los beneficios de la bondad. Si una persona es bondadosa dormirá con facilidad, se despertará con alegría, tendrá sueños agradables, la gente le querrá, los animales le amarán, los devas (seres celestiales) le protegerán, los peligros externos no le lastimarán, lucirá un rostro radiante, su mente será serena, no morirá en un estado de confusión, renacerá en un ámbito feliz.

La bondad beneficia a los destinatarios de esa actitud pero también a quienes son bondadosos. Hay un refrán español que siempre me ha parecido pesimista y mezquino: “por la caridad entró la peste”. A veces, por ser generosos, nos vemos perjudicados. Dice Piero Ferrucci en el libro citado: “El auténtico beneficio de la generosidad, para quien la ofrece, no es un beneficio material sino una revolución interior. Nos volvemos más fluidos, más dispuestos a arriesgarnos. Concedemos menos importancia a los bienes materiales y más a las personas. Y los límites entre nosotros y los demás son menos radicales, de forma que nos sentimos parte de un todo en el que es posible compartir recursos, emociones y nuestro propio ser”.

La bondad debe ejercerse con alegría. Cuando necesitamos ayuda nos gusta recibirla de alguien que se alegra de brindarla y no de quien se sacrifica al hacerlo. La alegría y el buen humor son componentes básicos de la bondad. Decía Ernest Heminguay: “La gente buena, si se piensa un poco, ha sido siempre gente alegre”.

Desde que Norman Cousins se curó a sí mismo de espondilitis anquilosante (artritis crónica, AS por sus siglas en inglés) viendo vídeos de los hermanos Marx han proliferado los estudios sobre los efectos sanadores del humor, que tiene otras virtualidades, por empleo, fomenta nuestra creatividad. Los sujetos que acababan de ver una película cómica resolvían un problema práctico mejor que quienes no la habían visto. También se ha comprobado que el sentido del humor pose la facultad de aliviar el dolor físico, de reducir el estrés, de reforzar el sistema inmunitario y de disminuir la presión sanguínea. Me gusta decir que el humor es un forma de bondad.

Fuente: El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.