Mostrando entradas con la etiqueta bilingüísmo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta bilingüísmo. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de julio de 2018

Ser bilingüe no solo mejora las habilidades cognitivas, sino también las sociales

Ser bilingüe tiene varias ventajas obvias.

Aprender más de una lengua nos permite tener nuevas conversaciones y nuevas experiencias.

En años recientes, varias investigaciones desarrolladas por psicólogos han demostrado que existen otras ventajas menos obvias.
Por ejemplo, que los niños bilingües tienen algunos beneficios cognitivos, como una mejor función ejecutiva, algo que ayuda a resolver problemas y otras actividades mentales complejas.

Ahora, dos nuevos estudios demuestran que crecer en un ambiente multilingüe no solo mejora las habilidades cognitivas de los niños, sino también las sociales.

En mi laboratorio de desarrollo psicológico llevamos a cabo un estudio, en colaboración con los psicólogos Boaz Keyzar, Zoe Liberman y Samantha Fan de la Universidad de Chicago, que se publicó el año pasado en la revista Psychological Science, con el que demostramos que los niños multilingües se pueden comunicar mejor que los niños monolingües.

Tomamos a un grupo de niños en Estados Unidos, de 4 a 6 años con diferentes orígenes lingüísticos, y les dimos una actividad en la que tenían que tomar en consideración la perspectiva de alguien más para poder entender qué les quería decir.

Por ejemplo, un adulto le decía al niño: “¡Ah, un auto pequeño! ¿Puedes mover el auto pequeño por mí?” Los niños podían ver tres –pequeño, mediano y grande–, pero estaban situados de tal manera que podían observar que el adulto no podía ver el auto más pequeño. Ya que el adulto solo podía ver el mediano y el grande, cuando decía “pequeño”, se refería al auto que el niño veía como “mediano”.

Encontramos que los niños bilingües se desempeñaron mejor en esta actividad que los niños monolingües. Si lo pensamos, esto tiene sentido intuitivo. Interpretar lo que alguien quiere decir, muchas veces requiere estar atento no solo al contenido, sino al contexto que lo rodea. ¿Qué es lo que mi interlocutor sabe o no sabe? ¿Qué está tratando de expresar? Los niños que viven en ambientes multiculturales cuentan con experiencias sociales para considerar la perspectiva de los otros: tienen que determinar quién habla qué lengua y a quién, quién entiende qué contenido y los lugares y momentos en que se hablan distintas lenguas.

También fue muy interesante encontrar que los niños monolingües que tenían contacto regular con otra lengua tenían el mismo talento que los niños bilingües en esta prueba; por ejemplo, los que tienen abuelos que hablan otro idioma. Al parecer, crecer en un ambiente en el que se hablan muchas lenguas, más que ser bilingüe, es el factor detonante.

Usted se preguntará si nuestros descubrimientos simplemente se pueden tratar de otro ejemplo de las habilidades cognitivas superiores que tienen los niños bilingües. Nosotros también nos preguntamos eso. Así que le dimos a todos los niños una prueba cognitiva estándar para la función ejecutiva. Encontramos que los niños bilingües tenían mejores resultados que los niños monolingües, pero no así los niños monolingües que tienen contacto regular con otra lengua. Estos niños “expuestos” tuvieron resultados similares a los monolingües en las pruebas cognitivas, pero similares a los bilingües en las pruebas de comunicación.

Algo más que las habilidades cognitivas –algo más “social”– debe explicar su facilidad para adoptar la perspectiva del otro.

En un estudio que le da seguimiento al primero, próximo a publicarse en la revista Developmental Science, mis colegas y yo examinamos los efectos de la exposición multicultural en niños más pequeños: bebés de 14 a 16 meses, que apenas hablan. En este estudio, dirigido por Zoe Libermar en colaboración con el profesor Keysar y la psicóloga Amanda Woodward, a los bebés se les enseñan dos versiones del mismo objeto, como un plátano. Una versión la pueden ver tanto el adulto como el bebé; la otra, solo la puede ver el bebé y no es visible para el adulto. Cuando el adulto le pregunta al bebé por “el plátano”, el bebé podría darle cualquiera de los dos objetos –ambos son plátanos– ; sin embargo, si el bebé entendió el contexto social, tomaría más veces el plátano que el adulto sí podía ver.

Observamos que los bebés de ambientes monolingües toman cualquier plátano; en cambio, los bebés con ambientes multilingües, incluyendo a los que están expuestos a una segunda lengua, aunque sea poco, ya han entendido la importancia que tiene poder adoptar la perspectiva del otro para la comunicación: con más frecuencia tomaban el plátano que el adulto podía ver.

Al parecer, la exposición multilingüe ayuda a obtener la habilidad básica de las relaciones interpersonales. Por supuesto, convertirse en alguien totalmente bilingüe o multilingüe no es fácil para todo el mundo. Sin embargo, las mejoras sociales que identificamos parecen surgir por el simple hecho de crecer en un ambiente donde haya contacto con muchas lenguas y no solo por ser bilingüe. Esto puede ser bueno para los padres que no son bilingües, pero desean que sus hijos tengan algunos beneficios del multilingüismo.

Katherine Kinzler es profesora asociada de psicología y desarrollo humano en la Universidad de CornellSer bilingüe tiene varias ventajas obvias. Aprender más de una lengua nos permite tener nuevas conversaciones y nuevas experiencias. En años recientes, varias investigaciones desarrolladas por psicólogos han demostrado que existen otras ventajas menos obvias. Por ejemplo, que los niños bilingües tienen algunos beneficios cognitivos, como una mejor función ejecutiva, algo que ayuda a resolver problemas y otras actividades mentales complejas.

Ahora, dos nuevos estudios demuestran que crecer en un ambiente multilingüe no solo mejora las habilidades cognitivas de los niños, sino también las sociales.

En mi laboratorio de desarrollo psicológico llevamos a cabo un estudio, en colaboración con los psicólogos Boaz Keyzar, Zoe Liberman y Samantha Fan de la Universidad de Chicago, que se publicó el año pasado en la revista Psychological Science, con el que demostramos que los niños multilingües se pueden comunicar mejor que los niños monolingües.

Tomamos a un grupo de niños en Estados Unidos, de 4 a 6 años con diferentes orígenes lingüísticos, y les dimos una actividad en la que tenían que tomar en consideración la perspectiva de alguien más para poder entender qué les quería decir.

Por ejemplo, un adulto le decía al niño: “¡Ah, un auto pequeño! ¿Puedes mover el auto pequeño por mí?” Los niños podían ver tres –pequeño, mediano y grande–, pero estaban situados de tal manera que podían observar que el adulto no podía ver el auto más pequeño. Ya que el adulto solo podía ver el mediano y el grande, cuando decía “pequeño”, se refería al auto que el niño veía como “mediano”.

Encontramos que los niños bilingües se desempeñaron mejor en esta actividad que los niños monolingües. Si lo pensamos, esto tiene sentido intuitivo. Interpretar lo que alguien quiere decir, muchas veces requiere estar atento no solo al contenido, sino al contexto que lo rodea. ¿Qué es lo que mi interlocutor sabe o no sabe? ¿Qué está tratando de expresar? Los niños que viven en ambientes multiculturales cuentan con experiencias sociales para considerar la perspectiva de los otros: tienen que determinar quién habla qué lengua y a quién, quién entiende qué contenido y los lugares y momentos en que se hablan distintas lenguas.

También fue muy interesante encontrar que los niños monolingües que tenían contacto regular con otra lengua tenían el mismo talento que los niños bilingües en esta prueba; por ejemplo, los que tienen abuelos que hablan otro idioma. Al parecer, crecer en un ambiente en el que se hablan muchas lenguas, más que ser bilingüe, es el factor detonante.

Usted se preguntará si nuestros descubrimientos simplemente se pueden tratar de otro ejemplo de las habilidades cognitivas superiores que tienen los niños bilingües. Nosotros también nos preguntamos eso. Así que le dimos a todos los niños una prueba cognitiva estándar para la función ejecutiva. Encontramos que los niños bilingües tenían mejores resultados que los niños monolingües, pero no así los niños monolingües que tienen contacto regular con otra lengua. Estos niños “expuestos” tuvieron resultados similares a los monolingües en las pruebas cognitivas, pero similares a los bilingües en las pruebas de comunicación.

Algo más que las habilidades cognitivas –algo más “social”– debe explicar su facilidad para adoptar la perspectiva del otro.

En un estudio que le da seguimiento al primero, próximo a publicarse en la revista Developmental Science, mis colegas y yo examinamos los efectos de la exposición multicultural en niños más pequeños: bebés de 14 a 16 meses, que apenas hablan. En este estudio, dirigido por Zoe Libermar en colaboración con el profesor Keysar y la psicóloga Amanda Woodward, a los bebés se les enseñan dos versiones del mismo objeto, como un plátano. Una versión la pueden ver tanto el adulto como el bebé; la otra, solo la puede ver el bebé y no es visible para el adulto. Cuando el adulto le pregunta al bebé por “el plátano”, el bebé podría darle cualquiera de los dos objetos –ambos son plátanos– ; sin embargo, si el bebé entendió el contexto social, tomaría más veces el plátano que el adulto sí podía ver.

Observamos que los bebés de ambientes monolingües toman cualquier plátano; en cambio, los bebés con ambientes multilingües, incluyendo a los que están expuestos a una segunda lengua, aunque sea poco, ya han entendido la importancia que tiene poder adoptar la perspectiva del otro para la comunicación: con más frecuencia tomaban el plátano que el adulto podía ver.

Al parecer, la exposición multilingüe ayuda a obtener la habilidad básica de las relaciones interpersonales. Por supuesto, convertirse en alguien totalmente bilingüe o multilingüe no es fácil para todo el mundo. Sin embargo, las mejoras sociales que identificamos parecen surgir por el simple hecho de crecer en un ambiente donde haya contacto con muchas lenguas y no solo por ser bilingüe. Esto puede ser bueno para los padres que no son bilingües, pero desean que sus hijos tengan algunos beneficios del multilingüismo.

Katherine Kinzler es profesora asociada de psicología y desarrollo humano en la Universidad de Cornell

https://www.nytimes.com/es/2016/03/18/ser-multilingue-no-solo-mejora-las-habilidades-cognitivas-sino-tambien-las-sociales/

sábado, 30 de junio de 2018

Para criar a un hijo verdaderamente bilingüe.

El bilingüismo puro es relativamente raro y excepcional, y por “puro”, me refiero a hablar dos lenguas con el dominio de un hablante nativo, algo con lo que la mayoría de nosotros solo soñamos mientras nos esforzamos por aprender otros idiomas en la escuela y en la vida.

Los pasos en el camino al bilingüismo pueden ayudar al niño con el lenguaje en general. Además, una exposición temprana a otro idioma puede otorgar ciertas ventajas, especialmente en términos de facilidad para producir los sonidos de esa lengua.

Sin embargo, los padres no deben asumir que la habilidad natural de los niños pequeños para el lenguaje los llevará a desarrollar verdaderas habilidades lingüísticas sin grandes esfuerzos de por medio. “Para todos los que están tratando de criar a un hijo bilingüe, sin importar sus razones u origen, es muy importante darse cuenta de que adquirir una lengua requiere estar muy expuesto a ella”, dijo Erika Hoff, psicóloga del desarrollo que es profesora de la Universidad Atlántica de Florida y autora principal de un artículo publicado en 2015 que hace una revisión sobre el desarrollo bilingüe. 

Los pediatras les aconsejan rutinariamente a los padres que les hablen a sus hijos lo más que puedan, que les lean y les canten. Parte del asunto es aumentar su exposición al idioma: una gran preocupación incluso en el caso de los niños que crecen con una sola lengua. Para poder apoyar el desarrollo del lenguaje, la exposición debe ser de persona a persona; el tiempo de pantalla no cuenta para que un niño pequeño aprenda una lengua –incluso su lengua materna— aunque los niños puedan aprender contenido y vocabulario a través de programas educativos más tarde. “Para el desarrollo bilingüe, el niño necesita exposición a ambas lenguas”, dijo el Dr. Hoff, “y eso es muy difícil en un ambiente monolingüe”.

Los pediatras también aconsejan a los padres que no hablan inglés que, si sus hijos están aprendiendo ese idioma, entonces también les lean en voz alta, les canten, les cuenten historias y les hablen en su lengua materna. Así los niños obtienen esa exposición a la lengua, junto con contenido complejo e información, en lugar de la exposición más limitada que se obtiene de una persona que habla una lengua en la que no se siente totalmente cómodo.

Los padres elaboran todo tipo de estrategias para tratar de promover este tipo de exposición. Algunas familias deciden que cada padre le hablará en una lengua distinta al niño. Sin embargo, este será capaz de discernir entre las dos lenguas incluso si ambos padres hablan las dos, dijo la Dra. Hoff. “No hay investigaciones que sugieran que el niño necesite tener las dos lenguas separadas por hablante para no confundirse”. Por otro lado, esa regla puede servir para asegurarse de que la lengua distinta al idioma materno sí se use.

“Un niño que está aprendiendo dos idiomas tendrá un vocabulario más limitado en cada uno de ellos que un niño que solo está aprendiendo uno; solo tenemos una cantidad finita de horas al día”.
ERIKA HOFF, PSICÓLOGA DEL DESARROLLO

 Si el niño crece con un cuidador que habla una lengua extranjera –quizá una niñera china o francesa—, podría tener algunos beneficios en el futuro si quiere estudiar ese idioma. No obstante, si el niño crece hablando una segunda lengua –digamos coreano— con sus primos y abuelos, asiste a una escuela sabatina que enfatice la lengua y la cultura, donde escuche música e incluso lea libros en ese idioma y después visita un país o zona donde se hable, desarrollará una facilidad mucho mayor para la lengua en cuestión.

Toma más tiempo adquirir dos lenguas que solo una, dijo la Dra. Hoff, y eso también depende de la exposición.

“Un niño que está aprendiendo dos idiomas tendrá un vocabulario más limitado en cada uno de ellos que un niño que solo está aprendiendo uno; solo tenemos una cantidad finita de horas al día; o escuchas inglés o escuchas español”, dijo la Dra. Hoff. De todos modos, los niños lo lograrán. Tal vez mezclen las dos lenguas, pero eso no significa que estén confundidos.

“Los adultos bilingües mezclan los dos idiomas que hablan todo el tiempo; es una señal de habilidad lingüística”, confirmó.

La Dra. Hoff trabaja al sur de Florida, donde hay una población muy educada y acaudalada que está criando niños en español y en inglés. “Los niños comienzan como bebés bilingües; sin embargo, conforme van creciendo, el inglés se sobrepone al español”, dijo. “Los que se vuelven casos exitosos de adultos bilingües de todas maneras son mucho mejores en inglés que en español; no fueron a la escuela en español ni leen en español, y cuando se evalúa la amplitud de su vocabulario, su comprensión gramatical o la coherencia de la narrativa que producen, resulta que no son tan competentes en español como en inglés”.

Gigliana Melzi, psicóloga del desarrollo y profesora adjunta de Psicología Aplicada en la Universidad de Nueva York que estudia el lenguaje de las familias latinas en las que se habla tanto inglés como español, estuvo de acuerdo. “Los padres necesitan ser conscientes de que deben introducir al niño a la lectura en esa lengua”, dijo. “Necesitan considerar de qué manera van a alentar al niño a conservar esa lengua”.

También es importante, dijo, observar a cada niño y asegurarse de no abrumarlo con exigencias basadas en las expectativas y ambiciones de los padres; quizá tres lenguas además de un instrumento musical y un deporte de alto rendimiento sea demasiado.

“Los padres necesitan ser conscientes de que deben introducir al niño a la lectura en esa lengua. Necesitan considerar de qué manera van a alentar al niño a conservar esa lengua”.
GIGLIANA MELZI, PSICÓLOGA DEL DESARROLLO 

Los idiomas que aprendes en la infancia son importantes, pero también lo son los que aprendes a lo largo de la vida.

“Todos conocemos gente que hace grandes aportaciones y descubrimientos científicos importantes en inglés a pesar de no ser hablantes nativos”, dijo la Dra. Hoff. “El cerebro humano es increíble y la capacidad humana de adquirir el lenguaje es admirable”.

Entonces, ¿qué deben hacer los padres si quieren darles a sus hijos un empujón bilingüe? “Busca a un hablante nativo para que platique de cosas interesantes y divertidas con tu hijo; de esa manera, tu hijo aprenderá algo”, dijo la Dra. Hoff. “No creas que esto convertirá a tu hijo en una persona perfectamente bilingüe, pero está bien”. Lo que sea que hagas le dará una ventaja.

La Dra. Melzi dijo que suele pasar que un niño que hablaba con fluidez dos lenguas durante preescolar luego se cambia a una escuela donde se habla solo uno, por ejemplo inglés, y comienza a usar este idioma para describir todo lo que le sucede ahí.

“Hay un impulso mundial que convierte al inglés en una especie de lengua franca, así que es importante que se exponga al niño al otro idioma lo más pronto posible y mientras más pequeño empiece, más similar a un hablante nativo sonará en el futuro”, dijo. Por otro lado, los niños más grandes pueden aprender más fácilmente: “Si comienzas a una edad muy temprana, llevarás ventaja”, dijo. “Pero mientras más grande seas, más eficiente serás como estudiante, pues ya cuentas con una primera lengua que puedes usar como trampolín”.

Así que el bilingüismo “puro” puede ser raro, pero los padres no deben desalentarse por esto, ya que todas las habilidades que los niños adquieren a lo largo del camino son muy valiosas, afirmó la Dra. Melzi. “Vale la pena, pero requiere mucho trabajo”.

https://www.nytimes.com/es/2017/07/12/hijo-bilingue-crianza/

viernes, 29 de septiembre de 2017

Criar a un niño bilingüe: ventajas e inconvenientes para su cerebro. La neurociencia nos permite saber más sobre cómo funciona el cerebro al aprender varios idiomas desde pequeños, y el coste que supone en otras habilidades.

Hasta los cuatro meses de edad, el cerebro de los niños es capaz de registrar todos los sonidos imaginables. Es la etapa en la que los bebés son potencialmente más receptivos para ser bilingües. ¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de que los niños aprendan una segunda lengua desde tan pequeños?

Con lo que nos cuesta a los adultos aprender un idioma nuevo... y la soltura con la que se desenvuelven los más pequeños en una segunda lengua. Del lenguaje aún falta mucho por descubrir, pero afortunadamente la neurociencia está haciendo los deberes y ya podemos saber un poco más acerca de cómo funciona el cerebro en niños bilingües, los beneficios de hablar dos idiomas y el coste que esto supone en otras habilidades.

Pero, ¿qué es ser bilingüe?
Albert Costa, psicólogo y profesor de investigación del Centro para Cerebro y Cognición de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), de Barcelona, además de autor de El cerebro bilingüe (Ed. Debate), nos explica que la definición de bilingüismo es compleja, pero simplificándola al máximo, podríamos decir que “llamamos bilingües a quienes usan dos idiomas para comunicarse, en diferentes grados, con diferentes competencias (altamente competente, de cuna, etc.)”.

¿Cuándo es momento de empezar?
Cualquiera que sea el grado de bilingüismo, no hay duda de que los niños tienen una enorme capacidad para aprender idiomas, por lo que hacerlo desde pequeños es, parece ser, la fórmula. Pero, ¿cuándo es, exactamente, el momento? ¿Cuándo nacen? ¿Antes de saber hablar? ¿Cuándo empiezan el cole a los tres años? ¿A los seis, cuando ya leen y su vocabulario nativo se enriquece? La respuesta del investigador es sencilla, pero rotunda: “cuanto antes, mejor”. Pero, ojo, esto va más allá de elegir un colegio bilingüe o una academia.

Aprender sonidos y palabras
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que existen dos niveles en el aprendizaje de una lengua: el léxico y los sonidos (o fonemas). En cuanto al primero, el de la adquisición de vocabulario, Costa señala que “la capacidad para aprender palabras queda abierta para toda la vida. De hecho, estamos constantemente aprendiendo palabras nuevas. Como para ello no hay límite de edad, que sea pronto o tarde no tiene mayor relevancia”. Sin embargo, “la edad sí tiene importancia en el aprendizaje de los sonidos”, añade el profesor. Si juntamos todas las lenguas del mundo, encontraremos más de 800 sonidos diferentes, de los cuales cada idioma usa unos 40 como media.

Un estudio dirigido por Núria Sebastián-Gallés, de la Universidad Pompeu Fabra, y Laura Bosch, de la Universidad de Barcelona, pone de manifiesto que hasta los cuatro meses de edad, los bebés (bilingües y monolingües) son capaces de discriminar entre dos lenguas, porque pueden distinguir las particularidades exclusivas de cada uno de los fonemas. Por eso, en esta etapa, los críos podrían aprender cualquier idioma al que estuvieran expuestos, gracias a la gran plasticidad de su cerebro. A partir de los cinco meses, esta maravillosa habilidad innata empieza a decaer y los niños van reconociendo solo los sonidos que más escuchan a su alrededor; se van especializando en lo que oyen con más frecuencia, vamos. “Así como con la edad va aumentando la capacidad para aumentar palabras nuevas, sin ningún límite, va disminuyendo la capacidad de crear un repertorio fonológico nuevo, o sea, aprender nuevos sonidos ”, concluye Albert Costa. “Esto supone que te haces muy bueno para identificar los sonidos a los que estás expuesto y malo para hacerlo con los que no estás expuesto, lo que se conoce como estrechamiento conceptual”, prosigue el experto. “Por ejemplo, si un niño chino no está expuesto a la “R” ni a la “L”, no percibe las propiedades exclusivas de estas letras, no las distingue ni diferencia, ni a sus sonidos, ni a las lenguas a las que pertenecen, por lo que al reproducirlas comete errores de pronunciación”, concluye Costa. Tan importante es la exposición a la segunda lengua que incluso siendo bilingüe de cuna, si no se está en contacto constante con las dos lenguas, terminará por perderse la que no se escucha a menudo.

Los buenos modelos desde la cuna
Los niños que nacen y crecen en un entorno en el que se habla dos idiomas, están “especializados” en ambas lenguas. Si los progenitores hablan lenguas nativas diferentes y se dirigen a su hijo en sus idiomas, este puede reconocer los sonidos de cada lengua, lo que le servirá después para pronunciarlas naturalmente, como si fuera nativo de ambas.

Pero esto, de ninguna manera significa que quienes no hayan “mamado” un idioma extranjero desde el nacimiento, no puedan aprenderlo después. Si un niño empieza a los 10 años, puede que le cueste un poco más (solo un poco), pero seguramente podrá adquirir la nueva lengua perfectamente siempre que siga en contacto activo con ella.

Los dibujos animados en inglés no bastan
En los casos de los bilingües de cuna, no solo están expuestos a los sonidos desde la primera infancia. Esa exposición va acompañada de un componente emocional y comunicación personal. Y esto es clave porque la sola exposición auditiva, no es suficiente. De un estudio, liderado Patricia K. Kuhl, de la Universidad de Washington se extrae que “la interacción con otras personas resulta esencial para el aprendizaje de fonemas y palabras”. Lo confirma Costa en su libro: “la mera exposición pasiva a una lengua no es demasiado eficaz”. Así es que malas noticias para quienes creen “aquello de poner a los niños delante de los dibujos en inglés para que lo vayan pillando”; parece que esto no sirve de mucho. Tampoco parece funcionar ponerlos a dormir con una grabación en inglés.

La misteriosa participación del cerebro
Es sabido que el hemisferio izquierdo del cerebro está más involucrado en los procesos analíticos y lógicos, mientras que el derecho está más relacionado con los emocionales y sociales, aunque esta no es una separación definida. El idioma navega entre ambos hemisferios. Albert Costa señala que “el lenguaje es una de las capacidades cognitivas más generales, por lo que en él intervienen muchas áreas del cerebro, lo que hace que este trabaje como una orquesta. En la sistematización de procesos (gramática) intervienen los ganglios basales, por ejemplo; las zonas temporales participan en la memoria con la que guardamos las palabras, el mundo más representacional”. Cuando hablamos de un niño hábil para aprender una segunda lengua, seguramente también lo es para aprender su lengua materna, si es monolingüe. Esto dependerá de esas estructuras cerebrales que intervienen en el lenguaje, más sensibles o plásticas en la adquisición de nuevos sonidos. No obstante, Costa advierte que “esto no nos tiene que preocupar tanto; con una buena exposición a la segunda lengua, los críos aprenderán perfectamente, sobre todo, si los modelos son buenos (nativos), ya que en estas edades tempranas, los nenes prestan mucha atención a los sonidos“.

Beneficios del bilingüismo
-Lo más evidente es que permite a los niños hablar con personas de diferentes países, ampliando su mundo social, cultural, literario...

-Aumenta la capacidad de separar dos códigos distintos (los idiomas) y de centrarse en uno, sin interferencias del otro. Esto se llama control atencional, que conduce a quedarse con lo relevante y descartar lo irrelevante. Los niños bilingües están acostumbrados a hacer estos “malabares” para decidir entre una lengua y otra, lo que conlleva un buen ejercicio cerebral para otras decisiones de su vida y también para saltar de una actividad a otra sin problema.

-Favorece el control ejecutivo, a saber procesos cognitivos tales como atención, flexibilidad mental, memoria, planificación...).

-Se sabe que un cerebro más sano es uno que se ejercita más: el bilingüismo se antoja como buen entrenamiento para mantener al cerebro en forma debido al esfuerzo extra que debe realizar al focalizarse solo en una lengua cada vez que habla, lee, escucha.

-Albert Costa además destierra una aprensión habitual: “quienes adquieren dos lenguas desde la cuna o se les expone a ellas desde muy pequeños, no están más confundidos, sino que crecen muy bien y tienen la ventaja de saber dos idiomas”.

Los inconvenientes de llevar dos idiomas en el cerebro
-Hay estudios que muestran que el vocabulario de bilingües es más limitado. “Si juntas la cantidad de palabras, es mayor en el niño bilingüe; pero si lo mides por separado, lo cierto es que parece que su vocabulario en lengua materna es más reducido que uno monolingües, expuesto a más de 18 horas al día a la misma lengua. Estas diferencias se reducen rápidamente con el tiempo porque la adquisición de vocabulario dependerá del entorno.

-El cerebro bilingüe va a tener que trabajar más, por lo que acarreará unos procesos cerebrales que requieren más esfuerzo que hablar solo una lengua, por lo que se pierde más energía en “activar” una lengua y “desactivar” la otra.

-También hay estudios que concluyen que el bilingüismo ralentiza la denominación de las cosas con palabras y que sucede más a menudo el efecto de “tener la palabra en la punta de la lengua”. Efectivamente, hay una menor velocidad de reacción en la recuperación de las palabras, porque el cerebro tiene que discernir entre dos palabras, en una lengua u otra. Un niño bilingüe de español e inglés, por ejemplo, si tiene intención de decir gato, la palabra cat también se activa en su cerebro.

https://elpais.com/elpais/2017/09/21/mamas_papas/1505993203_499361.html

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Elitismo educativo, escuelas concertadas y bilingüísmo

Publicado en 18 marzo, 2016
La educación española está marcada por una anomalía insólita en los países de nuestro entorno: el sistema de conciertos educativos. El 32% de los estudiantes españoles de primaria y secundaria estudian en colegios e institutos de gestión privada, en su mayor parte centros concertados subvencionados en su práctica totalidad con fondos públicos. Muy a grandes rasgos, la escuela concertada es un pilar de los privilegios de los que disfrutan las familias que ocupan aproximadamente el tercio superior de la distribución de rentas y cuyos intereses están manifiestamente sobrerrepresentados en las políticas públicas, los medios de comunicación y los programas de los partidos.

La historia española de la financiación con fondos públicos de la enseñanza de titularidad privada es bien conocida. En los años ochenta, el gobierno del PSOE estableció el sistema de conciertos educativos como una vía para asegurar una universalización rápida de la educación en un contexto en el que no existía suficiente oferta de educación pública. Esa medida, supuestamente transitoria, se encabalgó sobre una larga tradición franquista de subvención a fondo perdido a los colegios religiosos. Por eso los debates en torno a la escuela concertada se han desarrollado casi siempre en torno a la cuestión ideológica de la presencia de la religión en las aulas y el poder que el sistema de conciertos otorga a la iglesia.

En realidad, si ni los gobiernos del PSOE ni los del PP se han planteado jamás un proceso de incorporación de los centros concertados a la red pública no ha sido por razones religiosas sino políticas. La red de enseñanza concertada constituye un elemento central en el sistema de lealtades sociales que durante décadas ha vertebrado el régimen político español. Aún más, aunque la iglesia controla una parte significativa de la red concertada, la confesionalidad es una cuestión importante sólo para un porcentaje relativamente pequeño de las familias que acuden a esos centros. El sistema de conciertos educativos ha sido la forma en que el Estado ha asegurado a la clase media la transmisión de su patrimonio social y cultural, del mismo modo que la burbuja especulativa fue la forma en que le ofreció una vía individual de movilidad social intergeneracional a través de la transmisión del patrimonio inmobiliario. A menudo se señala que una vez igualadas las condiciones socioeconómicas la enseñanza concertada española no ofrece mejores resultados académicos. Es cierto, ofrece algo mucho más importante: la reproducción de las condiciones socioeconómicas.

El resultado es que en España la clase media real (no la aspiracional) disfruta de los privilegios sociales de la educación privada a un coste muy reducido. Este amplio grupo social ha podido esquivar una parte significativa de los problemas asociados a la escolarización de las clases populares y acumular un valioso capital social. El anecdotario sobre las vías de segregación que ponen en marcha los colegios concertados –que en teoría deberían garantizar las mismas condiciones de acceso que los colegios públicos– es inagotable. Abarcan desde los filtros económicos –como las famosas cuotas “voluntarias” o las actividades “complementarias” (añádanse cuantas comillas se considere necesario)– hasta la selección explícita y sin tapujos: en numerosos colegios concertados un criterio de admisión importante es ser hijo de un antiguo alumno.

¿Por qué desde la izquierda se pasa de puntillas sobre este problema? Me temo que la razón de esta timidez es muy antipática: la izquierda española está radicalmente atravesada por el clasemedianismo. La enseñanza concertada –sobre todo, por medio de las cooperativas de profesores o padres– se ha ido convirtiendo cada vez más en un refugio para familias laicas y progresistas con suficientes recursos económicos que buscan modelos educativos alternativos a los que ofrece la educación pública y una mayor capacidad de intervención en su comunidad educativa. No hay ningún motivo para dudar de la sinceridad de esas motivaciones, pero lo cierto es que la realidad de las cooperativas educativas laicas es también la de una profundísima segregación social.

Es un proceso aún minoritario y característico de las grandes ciudades, en especial en Madrid, Cataluña y País Vasco, pero apunta a una tendencia que posiblemente se acelerará en el futuro. El desembarco de la izquierda en la concertada con su discursos acerca de la innovación educativa, las pedagogías blandas o la transversalidad proporciona a esta red una cierta imagen de marca de la que carecía (hasta ahora su principal valor consistía sencillamente en que no era la pública). De hecho, la red de colegios laicos y progresistas es más elitista que la religiosa, que tienen su propio circuito low cost en el que tienen cabida algunos inmigrantes y personas procedentes de las clases populares.

Aún peor, la maquinaria segregadora de la concertada están contaminando cada vez más a la red pública. Empieza a ser frecuente que los centros públicos establezcan triquiñuelas en los procesos de admisión para promover una bunquerización social. Tanto en la Comunidad de Madrid como en el País Vasco, cada vez más centros públicos “prestigiosos” dan puntos en los procesos selectivos a los hijos de antiguos alumnos. Otros renuncian voluntariamente a tener comedor escolar para ahuyentar a los alumnos de bajos ingresos que optan a becas de comedor.

Pero seguramente la herramienta de discriminación social más ambiciosa que se ha ideado en España es el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid (CAM), una auténtica pesadilla elitista. En la actualidad, la mayor parte de los colegios de educación primaria madrileños son bilingües –hay distritos enteros donde no hay ni un solo colegio no bilingüe– y los que no lo son sufren fortísimas presiones de la administración para que entren al redil. Hay que estar muy alienado por la anglofilia para no percibir que el programa bilingüe de la CAM es un delirio pedagógico sin parangón en ningún lugar del mundo, que ha convertido los centros educativos en academias de idiomas donde una parte significativa de las materias son imposibles de impartir porque alumnos y profesores no comparten las herramientas comunicativas mínimas. Es algo tan sencillo como que los profesores de primaria dan clase de ciencias naturales, historia o ciencias sociales en inglés (y sólo en inglés) a niños de 6, 7 u 8 años que… no hablan inglés.

Hay un dato curioso que permite entender el auténtico objetivo del bilingüísmo en los centros públicos de la CAM. En educación secundaria los resultados académicos de los estudiantes del programa bilingüe son peores en las materias impartidas en inglés pero mejores en matemáticas y lengua española. Es decir, aparentemente dar clase de ciencias en inglés, mejora tu rendimiento en lengua española. La explicación es que los programas bilingües expulsan a las familias más pobres y con menos recursos culturales y que obtienen peores resultados académicos. Al igual que la red de enseñanza concertada, los programas bilingües en educación primaria tiene un objetivo social: permiten que al llegar a la ESO los estudiantes puedan ser distribuidos en función de su nivel de inglés. Poco sorprendentemente, esta criba hace que los estudiantes de las aulas bilingües sean de piel más clara, más ricos y con mayor capital cultural que los demás.

El sistema educativo español, al menos en su tramo obligatorio, parece cada vez más el experimento de un discípulo loco de Bourdieu para observar la reproducción social a gran escala. Madrid es su laboratorio.

[Este texto es un extracto de un artículo más amplio (“Reescolarizar la escuela”) que he publicado en el número 16 de La maleta de Port Bou]

lunes, 24 de noviembre de 2014

El cerebro no se olvida de su lengua materna

Puede que las personas que abandonaron su país de origen de muy pequeñas ya no recuerden su lengua natal. Sin embargo, los patrones neuronales creados por el idioma que escucharon en sus primeros años de vida permanecen intactos en su cerebro.

Y, estos patrones, se mantienen en el tiempo incluso si la persona no ha vuelto a estar en contacto con su primera lengua, según reveló un estudio publicado en la revista "Proceedings of the National Academy of Sciences".
Esta huella, dejada por la lengua olvidada, podría facilitarle a quienes vivieron esta situación, como por ejemplo los niños adoptados por padres de otras nacionalidades, el aprendizaje de su idioma natal en el futuro.

Mandarín y francés
"En las primeras etapas del desarrollo de la lengua, los niños aprenden a distinguir -independientemente de qué lenguaje se trate- qué sonidos son importantes y significativos", le dice a BBC Mundo Lara Pierce, de la Universidad McGill, en Canadá, y autora principal del estudio.
"Esta experiencia deja una suerte de representación en el cerebro, que los niños utilizan para construir su lengua nativa", agrega.

Lo que el estudio se propuso analizar es si estas representaciones se mantenían a lo largo de la vida o desaparecían cuando el niño dejaba de escuchar su lengua nativa.
Para evaluarlo, Pierce y su equipo realizaron una serie de resonancias magnéticas a 44 niñas de entre 9 y 17 años, mientras escuchaban grabaciones en mandarín.

Un grupo estaba formado por niñas nacidas en China, adoptadas por una familia francesa antes de los tres años, que sólo hablaban francés.
El segundo grupo estaba integrado por niñas que hablaban francés y mandarían con fluidez.
Y el tercero, por niñas francoparlantes que ni hablaban ni comprendían mandarín.

Hemisferios para el lenguaje y el sonido
Al escuchar la grabación, el cerebro de las niñas que habían estado expuestas al mandarían -las que lo hablaban y las que no- mostró actividad en el hemisferio izquierdo, donde se procesa el lenguaje.

En las niñas que solo hablaban francés, se activaron regiones del hemisferio derecho, involucradas en el procesamiento de los sonidos.

Esto significa que el cerebro de este último grupo no identificó al mandarín como un lenguaje, mientras que esto sí ocurrió en los otros dos grupos, pese a que uno no comprendía el significado de las palabras.
"Nos sorprendió que el patrón de activación cerebral de las niñas chinas adoptadas que perdieron totalmente el lenguaje coincidía con el de las niñas que continuaron hablando chino desde su nacimiento", señaló Pierce.
"Las representaciones neuronales que apoyan este modelo sólo podrían haber sido adquiridas durante los primeros meses de vida", añade la investigadora... más en BBC.
Fuente: BBC.