En respuesta a posturas filosóficas tradicionales que afirman que el lenguaje sirve para pensar, un grupo de neurocientíficos afirma que su función es principalmente para comunicarnos.
Cuando era estudiante, Evelina Fedorenko asistió a la clase de Chomsky y le escuchó describir su teoría. “Me gustó mucho la idea”, recordó. Pero le desconcertó la falta de pruebas. “Muchas de las cosas que decía las afirmaba como si fueran hechos, la verdad”, dijo.
Fedorenko se convirtió en neurocientífica cognitiva en el MIT y utilizó el escáner cerebral para investigar cómo el cerebro produce el lenguaje. Después de 15 años, sus investigaciones la han llevado a una conclusión sorprendente: no necesitamos el lenguaje para pensar.
“Cuando empiezas a evaluarlo, no encuentras nada que apoye este papel del lenguaje en el pensamiento”, afirmó.
Cuando Fedorenko comenzó este trabajo en 2009, los estudios habían descubierto que las mismas regiones cerebrales necesarias para el lenguaje también estaban activas cuando las personas razonaban o realizaban operaciones aritméticas.
Pero Fedorenko y otros investigadores descubrieron que este solapamiento era un espejismo. Parte del problema de los primeros resultados fue que los escáneres eran relativamente rudimentarios. Los científicos sacaron el máximo partido de sus escáneres difusos combinando los resultados de todos sus voluntarios, lo que creaba una media general de la actividad cerebral.
En su propia investigación, Fedorenko utilizó escáneres más potentes y realizó más pruebas a cada voluntario. Estos pasos permitieron que ella, y sus colegas, recopilaran suficientes datos de cada persona como para crear una imagen detallada de cada cerebro.
A continuación, los científicos realizaron estudios para identificar los circuitos cerebrales implicados en tareas lingüísticas, como recuperar palabras de la memoria y seguir reglas gramaticales. En un experimento típico, los voluntarios leían un galimatías seguido de frases reales. Los científicos descubrieron ciertas regiones cerebrales que solo se activaban cuando los voluntarios procesaban lenguaje real.
Cada voluntario tenía una red lingüística: una constelación de regiones que se activan durante las tareas lingüísticas. “Es muy estable”, afirmó Fedorenko. “Si te escaneo hoy y 10 o 15 años después, estará en el mismo sitio”.
A continuación, los investigadores escanearon a las mismas personas mientras realizaban diferentes tipos de pensamiento, como resolver un rompecabezas. “Otras regiones del cerebro trabajan muy duro cuando se realizan todas estas formas de pensamiento”, afirmó. Pero las redes del lenguaje permanecieron tranquilas. “Quedó claro que ninguna de esas cosas parece activar los circuitos del lenguaje”, declaró.
En un artículo publicado el miércoles en Nature, Fedorenko y sus colegas argumentan que los estudios de personas con lesiones cerebrales apuntan a la misma conclusión.
Los accidentes cerebrovasculares y otras lesiones cerebrales pueden anular la red del lenguaje y dejar a las personas con dificultades para procesar las palabras y la gramática, lo que se conoce como afasia. Pero los científicos han descubierto que la gente puede seguir haciendo álgebra y jugando al ajedrez incluso con afasia. En experimentos, las personas con afasia pueden mirar dos números —123 y 321, por ejemplo— y reconocer que, utilizando el mismo patrón, a 456 debe seguir 654.
Si el lenguaje no es esencial para el pensamiento, ¿para qué sirve? Para la comunicación, argumentan Fedorenko y sus colegas. Chomsky y otros investigadores han rechazado esa idea, señalando la ambigüedad de las palabras y la dificultad de expresar nuestras intuiciones en voz alta. “El sistema no está bien diseñado en muchos aspectos funcionales”, dijo una vez Chomsky.
Pero estudios a gran escala han sugerido que las lenguas se han optimizado para transferir información de manera clara y eficaz.
En un estudio, un grupo de investigadores descubrió que las palabras de uso frecuente son más cortas, lo que facilita el aprendizaje de las lenguas y acelera el flujo de información. En otro estudio, unos investigadores que estudiaron 37 lenguas descubrieron que las reglas gramaticales colocan las palabras cerca unas de otras para que su significado combinado sea más fácil de entender.
Kyle Mahowald, lingüista de la Universidad de Texas en Austin quien no participó en el nuevo trabajo, dijo que separar pensamiento y lenguaje podría ayudar a explicar por qué los sistemas de inteligencia artificial como ChatGPT son tan buenos en algunas tareas y tan malos en otras.
Los informáticos entrenan a estos programas con grandes cantidades de texto y descubren reglas sobre cómo se conectan las palabras. Mahowald sospecha que estos programas empiezan a imitar la red lingüística del cerebro humano, pero se quedan cortos en el razonamiento.
“Es posible tener un texto gramatical muy fluido que puede o no tener un pensamiento subyacente coherente”, afirmó Mahowald.
Pero Guy Dove, filósofo de la Universidad de Louisville, cree que Fedorenko y sus colegas van demasiado lejos al desterrar el lenguaje del pensamiento, especialmente de los pensamientos complejos. “Cuando pensamos en la democracia, podemos ensayar conversaciones sobre la democracia”, dijo. “No es necesario el lenguaje para tener pensamientos, pero puede ser una mejora”.
Carl Zimmer cubre noticias sobre ciencia para el Times y escribe la columna Orígenes. Más de Carl Zimmer
“Cuando empiezas a evaluarlo, no encuentras nada que apoye este papel del lenguaje en el pensamiento”, afirmó.
Cuando Fedorenko comenzó este trabajo en 2009, los estudios habían descubierto que las mismas regiones cerebrales necesarias para el lenguaje también estaban activas cuando las personas razonaban o realizaban operaciones aritméticas.
Pero Fedorenko y otros investigadores descubrieron que este solapamiento era un espejismo. Parte del problema de los primeros resultados fue que los escáneres eran relativamente rudimentarios. Los científicos sacaron el máximo partido de sus escáneres difusos combinando los resultados de todos sus voluntarios, lo que creaba una media general de la actividad cerebral.
En su propia investigación, Fedorenko utilizó escáneres más potentes y realizó más pruebas a cada voluntario. Estos pasos permitieron que ella, y sus colegas, recopilaran suficientes datos de cada persona como para crear una imagen detallada de cada cerebro.
A continuación, los científicos realizaron estudios para identificar los circuitos cerebrales implicados en tareas lingüísticas, como recuperar palabras de la memoria y seguir reglas gramaticales. En un experimento típico, los voluntarios leían un galimatías seguido de frases reales. Los científicos descubrieron ciertas regiones cerebrales que solo se activaban cuando los voluntarios procesaban lenguaje real.
Cada voluntario tenía una red lingüística: una constelación de regiones que se activan durante las tareas lingüísticas. “Es muy estable”, afirmó Fedorenko. “Si te escaneo hoy y 10 o 15 años después, estará en el mismo sitio”.
A continuación, los investigadores escanearon a las mismas personas mientras realizaban diferentes tipos de pensamiento, como resolver un rompecabezas. “Otras regiones del cerebro trabajan muy duro cuando se realizan todas estas formas de pensamiento”, afirmó. Pero las redes del lenguaje permanecieron tranquilas. “Quedó claro que ninguna de esas cosas parece activar los circuitos del lenguaje”, declaró.
En un artículo publicado el miércoles en Nature, Fedorenko y sus colegas argumentan que los estudios de personas con lesiones cerebrales apuntan a la misma conclusión.
Los accidentes cerebrovasculares y otras lesiones cerebrales pueden anular la red del lenguaje y dejar a las personas con dificultades para procesar las palabras y la gramática, lo que se conoce como afasia. Pero los científicos han descubierto que la gente puede seguir haciendo álgebra y jugando al ajedrez incluso con afasia. En experimentos, las personas con afasia pueden mirar dos números —123 y 321, por ejemplo— y reconocer que, utilizando el mismo patrón, a 456 debe seguir 654.
Si el lenguaje no es esencial para el pensamiento, ¿para qué sirve? Para la comunicación, argumentan Fedorenko y sus colegas. Chomsky y otros investigadores han rechazado esa idea, señalando la ambigüedad de las palabras y la dificultad de expresar nuestras intuiciones en voz alta. “El sistema no está bien diseñado en muchos aspectos funcionales”, dijo una vez Chomsky.
Pero estudios a gran escala han sugerido que las lenguas se han optimizado para transferir información de manera clara y eficaz.
En un estudio, un grupo de investigadores descubrió que las palabras de uso frecuente son más cortas, lo que facilita el aprendizaje de las lenguas y acelera el flujo de información. En otro estudio, unos investigadores que estudiaron 37 lenguas descubrieron que las reglas gramaticales colocan las palabras cerca unas de otras para que su significado combinado sea más fácil de entender.
Kyle Mahowald, lingüista de la Universidad de Texas en Austin quien no participó en el nuevo trabajo, dijo que separar pensamiento y lenguaje podría ayudar a explicar por qué los sistemas de inteligencia artificial como ChatGPT son tan buenos en algunas tareas y tan malos en otras.
Los informáticos entrenan a estos programas con grandes cantidades de texto y descubren reglas sobre cómo se conectan las palabras. Mahowald sospecha que estos programas empiezan a imitar la red lingüística del cerebro humano, pero se quedan cortos en el razonamiento.
“Es posible tener un texto gramatical muy fluido que puede o no tener un pensamiento subyacente coherente”, afirmó Mahowald.
Pero Guy Dove, filósofo de la Universidad de Louisville, cree que Fedorenko y sus colegas van demasiado lejos al desterrar el lenguaje del pensamiento, especialmente de los pensamientos complejos. “Cuando pensamos en la democracia, podemos ensayar conversaciones sobre la democracia”, dijo. “No es necesario el lenguaje para tener pensamientos, pero puede ser una mejora”.
Carl Zimmer cubre noticias sobre ciencia para el Times y escribe la columna Orígenes. Más de Carl Zimmer