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viernes, 7 de febrero de 2020

Por qué el juego es clave para el desarrollo cognitivo de los niños. Con un mecanismo semejante al de los juegos de pelota de “servir y devolver” desarrollan inconscientemente sus conexiones cerebrales

Cecilia tiene un año y medio. Está en el regazo de su padre mientras él desayuna. Intenta coger las migas de la tostada que caen sobre la mesa de la cocina, mira a su padre y estalla en carcajadas. El padre de Cecilia tal vez no se esté dando cuenta de que la niña le está invitando a entrar en un juego que los expertos, haciendo analogías con el tenis, llaman “servir y devolver” y la niña está esperando una respuesta. Al igual que Cecilia, los niños buscan constantemente interacciones con los adultos que les son cercanos. Dependiendo de la edad que tengan lo harán a través de una palabra, un gesto, una sonrisa o, simplemente, una mirada.

La manera en que los adultos “devolvemos” o respondemos a esas invitaciones de los niños y empezamos a jugar es crucial para el desarrollo de sus cerebros. Hay evidencia científica de que aquellas respuestas que son enriquecedoras y, sobre todo, consistentes, influyen directamente en la formación de las conexiones neurológicas que serán los cimientos del aprendizaje posterior. Al contrario, la carencia de dichas interacciones es tremendamente nociva y actúa como un elemento constrictor del desarrollo de los niños.

Mientras que para los padres y madres con mayores niveles de ingreso y educación las interacciones entre adultos y niños pueden parecer obvias, no siempre es así. Un estudio realizado en Ecuador, Perú, Nicaragua y en varias islas del Caribe ha comparado la calidad de los intercambios entre niños pequeños y sus cuidadores en sus respectivos hogares, y ha puesto de manifiesto que la manera en que los padres responden y animan de forma positiva a sus hijos varía enormemente según se trate de hogares pobres o ricos. En otras palabras, los niños pobres tienen probabilidades muy inferiores de estar expuestos a interacciones de calidad con los adultos.

Esto no es una sorpresa. Los cuidadores con bajos niveles socioeconómicos pueden estar sometidos a preocupaciones y estrés que provienen de las adversidades a las que tienen que hacer frente para su mera subsistencia y que les dejan poco tiempo, recursos cognitivos y energía para prestar la debida atención a sus hijos. Falta de tiempo, de dinero, de información, mal acceso a servicios… todo ello hace que muchos de los niños de los hogares más vulnerables se queden esperando respuestas que llegan con una frecuencia muy inferior a la deseable.

Existen multitud de programas e intervenciones que buscan que los cuidadores, especialmente los de los hogares más desfavorecidos, establezcan con sus hijos relaciones de calidad que redunden en su desarrollo. Para asegurar su efectividad, es crucial que en el momento de su diseño se consideren los factores que impiden que las interacciones niño/adulto tengan lugar. ¿Se trata de la falta de tiempo? ¿De motivación? ¿De conocimiento?

En muchas ocasiones devolver “la pelota” que nos envía el niño no es tan sencillo, especialmente cuando hay que dar respuesta a algo tan simple como a un gesto o a alguna expresión. Sin embargo, se puede convertir en algo instintivo con un poco de guía y de práctica. El Centro para el niño en desarrollo de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) ha desglosado estas interacciones en cinco pasos que pueden realizarse fácilmente en nuestra vida cotidiana. El primero implica ser capaz de ver que el niño “ha sacado” y compartir su foco de atención. En el caso de Cecilia, su padre devuelve la mirada a la niña para dirigirla luego hacia la mano de la pequeña y descubrir que se ríe de las migas que encuentra. El segundo paso requiere que su padre “devuelva el saque”, estimulando el interés y la curiosidad de su hija mediante, por ejemplo, lenguaje gestual del tipo de asentir con la cabeza, abrazar o sonreír a Cecilia o de un modo verbal con palabras cariñosas. Su padre acepta la invitación al juego al decir en tono cariñoso: “¿Qué tienes en la mano, chiquitina?”.

Esta forma de proceder del padre supone una oportunidad excelente para establecer importantes conexiones de lenguaje en el cerebro infantil, incluso si el niño todavía no habla o no entiende esas palabras. Para hacerlo, en el tercer paso el padre de Cecilia debería nombrar lo que la niña estuviera viendo, haciendo o sintiendo. Podría decir con tono alegre y cantarín: “¡Pero qué migas tan grandes han caído de la tostada!”.

Los niños necesitan tiempo para desarrollar sus respuestas. Por lo tanto, como paso cuarto, el padre de Cecilia tiene que esperar tras haber devuelto el saque. Unos segundos después Cecilia extiende su bracito hacia él, abre la mano y le enseña las migas. Continúan así una y otra vez durante algunos minutos. Como último paso, hay que prestar atención a las señales que van dejando los niños y darse cuenta de cuándo están listos para otra actividad. Cecilia deja caer las migas y empieza agarrarse los pies. Está invitando a su padre a un nuevo juego de “servir y devolver”. Y este nuevo juego, con el estímulo e interacción adecuada, seguirá apoyando su desarrollo cognitivo y sus posibilidades de triunfar en la vida adulta.

*Marta Dormal es consultora en desarrollo infantil temprano en la División de Salud y Protección Social del Banco Interamericano de Desarrollo.

https://elpais.com/elpais/2018/07/11/mamas_papas/1531308026_019333.html?rel=mas

lunes, 17 de septiembre de 2018

El aire contaminado no solo acorta la vida, también afecta las habilidades cognitivas


New York Times


HONG KONG — Un amplio estudio realizado en China sugiere que hay un vínculo entre la contaminación del aire y los efectos negativos en las habilidades verbales y matemáticas de las personas.

Ya es bien conocido el vínculo entre la polución y las enfermedades respiratorias, la mayoría de los expertos creen que las partículas pequeñas también aumentan el riesgo de problemas cardiacos. Aún no hay certeza sobre si la contaminación del aire afecta la cognición, pero varias investigaciones han encontrado una posible conexión.

El estudio más reciente, hecho por investigadores radicados tanto en China como en Estados Unidos y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, analizó cuánto afecta la exposición a la polución del aire en las pruebas de aptitud en matemáticas y reconocimiento verbal en más de 25.000 personas en 162 condados chinos.

Los autores basaron sus hallazgos en modelos que combinan datos climáticos y de contaminación de ubicaciones específicas en China donde las personas tomaron las pruebas estandarizadas nacionales en 2010 y en 2014. El análisis buscaba estudiar de qué manera la exposición a corto y largo plazo afectó las calificaciones y, por tanto, los cerebros de quienes hicieron las pruebas.

Los autores encontraron que el impacto cognitivo de la exposición acumulada a la contaminación —medida según niveles de dióxido de sulfuro, dióxido de nitrógeno y partículas PM2.5 y PM10— era particularmente notorio entre varones de mayor edad y que los resultados son sumamente preocupantes porque el declive cognitivo es un factor de riesgo para varias formas de demencia y alzhéimer.

El estudio “aumenta la necesidad de atender el tema de la contaminación del aire para proteger la salud de las poblaciones jóvenes y adultas”, dijo vía correo electrónico Heather Adair-Rohani, oficial técnica de salud pública y el medioambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra, grupo que no estuvo involucrado con el estudio.

Desde hace tiempo la polución atmosférica ha sido reconocida como una amenaza importante para la salud pública mundial.

En 2016, la OMS reportó que el 92 por ciento de la gente en todo el mundo inhala aire que no es saludable, que define como uno que tiene concentraciones de partículas finas (conocidas como PM2.5) mayores a los diez microgramos por metro cúbico.

En mayo, la agencia dijo que la contaminación del aire provocó alrededor de 4,2 millones de muertes prematuras en todo el mundo durante 2016 —más de un millón de estas sucedieron en China— y que la exposición a corto y largo plazo aumentaba el riesgo de sufrir derrames cerebrales, enfermedades cardiacas, cáncer de pulmón y desórdenes respiratorios crónicos y agudos.

Otra investigación reciente estimó que la polución del aire reduce las expectativas de vida según la ubicación: en Rusia, por ejemplo, disminuye nueve meses, mientras que en Egipto se acorta por 1,9 años.

Sin embargo, pocos estudios epidemiológicos han analizado las asociaciones entre la polución y la cognición en adultos. Otro análisis hecho en 2014 por investigadores en Francia e Inglaterra encontró que la contaminación causada por el tráfico vehicular en Londres estaba vinculada a un declive cognitivo en los participantes, con una edad promedio de 66 años.

El nuevo estudio encontró que la “exposición acumulativa” tenía un efecto pronunciado en las pruebas de aptitud verbal sobre todo entre hombres de mayor edad y que si se redujera la concentración de los niveles de partículas PM10 a los estándares máximos de la Agencia de Protección Ambiental estadounidense las personas podrían moverse de la mediana —el percentil 50— en resultados al percentil 58 en las calificaciones de matemáticas y al 63 en las verbales.

La investigación se esforzó por minimizar el impacto de otras variables además de la contaminación. Por ejemplo, no incluyó a quienes tomaron la prueba en un condado en 2010 y en otro en 2014 ni a quienes trabajan en minería, fundidoras, astilleros y otras “profesiones contaminantes”.

He Gojun, economista de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong que estudia la contaminación en China, dijo que la metodología, los datos y los resultados son sólidos, aunque indicó que medir los efectos de la exposición a largo plazo a la polución es difícil porque hay varios factores individuales; por ejemplo, si alguien tiene filtros de aire en sus hogares.

Fuente:
https://www.nytimes.com/es/2018/08/29/contaminacion-aire-cognicion/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es

viernes, 29 de septiembre de 2017

Criar a un niño bilingüe: ventajas e inconvenientes para su cerebro. La neurociencia nos permite saber más sobre cómo funciona el cerebro al aprender varios idiomas desde pequeños, y el coste que supone en otras habilidades.

Hasta los cuatro meses de edad, el cerebro de los niños es capaz de registrar todos los sonidos imaginables. Es la etapa en la que los bebés son potencialmente más receptivos para ser bilingües. ¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de que los niños aprendan una segunda lengua desde tan pequeños?

Con lo que nos cuesta a los adultos aprender un idioma nuevo... y la soltura con la que se desenvuelven los más pequeños en una segunda lengua. Del lenguaje aún falta mucho por descubrir, pero afortunadamente la neurociencia está haciendo los deberes y ya podemos saber un poco más acerca de cómo funciona el cerebro en niños bilingües, los beneficios de hablar dos idiomas y el coste que esto supone en otras habilidades.

Pero, ¿qué es ser bilingüe?
Albert Costa, psicólogo y profesor de investigación del Centro para Cerebro y Cognición de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), de Barcelona, además de autor de El cerebro bilingüe (Ed. Debate), nos explica que la definición de bilingüismo es compleja, pero simplificándola al máximo, podríamos decir que “llamamos bilingües a quienes usan dos idiomas para comunicarse, en diferentes grados, con diferentes competencias (altamente competente, de cuna, etc.)”.

¿Cuándo es momento de empezar?
Cualquiera que sea el grado de bilingüismo, no hay duda de que los niños tienen una enorme capacidad para aprender idiomas, por lo que hacerlo desde pequeños es, parece ser, la fórmula. Pero, ¿cuándo es, exactamente, el momento? ¿Cuándo nacen? ¿Antes de saber hablar? ¿Cuándo empiezan el cole a los tres años? ¿A los seis, cuando ya leen y su vocabulario nativo se enriquece? La respuesta del investigador es sencilla, pero rotunda: “cuanto antes, mejor”. Pero, ojo, esto va más allá de elegir un colegio bilingüe o una academia.

Aprender sonidos y palabras
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que existen dos niveles en el aprendizaje de una lengua: el léxico y los sonidos (o fonemas). En cuanto al primero, el de la adquisición de vocabulario, Costa señala que “la capacidad para aprender palabras queda abierta para toda la vida. De hecho, estamos constantemente aprendiendo palabras nuevas. Como para ello no hay límite de edad, que sea pronto o tarde no tiene mayor relevancia”. Sin embargo, “la edad sí tiene importancia en el aprendizaje de los sonidos”, añade el profesor. Si juntamos todas las lenguas del mundo, encontraremos más de 800 sonidos diferentes, de los cuales cada idioma usa unos 40 como media.

Un estudio dirigido por Núria Sebastián-Gallés, de la Universidad Pompeu Fabra, y Laura Bosch, de la Universidad de Barcelona, pone de manifiesto que hasta los cuatro meses de edad, los bebés (bilingües y monolingües) son capaces de discriminar entre dos lenguas, porque pueden distinguir las particularidades exclusivas de cada uno de los fonemas. Por eso, en esta etapa, los críos podrían aprender cualquier idioma al que estuvieran expuestos, gracias a la gran plasticidad de su cerebro. A partir de los cinco meses, esta maravillosa habilidad innata empieza a decaer y los niños van reconociendo solo los sonidos que más escuchan a su alrededor; se van especializando en lo que oyen con más frecuencia, vamos. “Así como con la edad va aumentando la capacidad para aumentar palabras nuevas, sin ningún límite, va disminuyendo la capacidad de crear un repertorio fonológico nuevo, o sea, aprender nuevos sonidos ”, concluye Albert Costa. “Esto supone que te haces muy bueno para identificar los sonidos a los que estás expuesto y malo para hacerlo con los que no estás expuesto, lo que se conoce como estrechamiento conceptual”, prosigue el experto. “Por ejemplo, si un niño chino no está expuesto a la “R” ni a la “L”, no percibe las propiedades exclusivas de estas letras, no las distingue ni diferencia, ni a sus sonidos, ni a las lenguas a las que pertenecen, por lo que al reproducirlas comete errores de pronunciación”, concluye Costa. Tan importante es la exposición a la segunda lengua que incluso siendo bilingüe de cuna, si no se está en contacto constante con las dos lenguas, terminará por perderse la que no se escucha a menudo.

Los buenos modelos desde la cuna
Los niños que nacen y crecen en un entorno en el que se habla dos idiomas, están “especializados” en ambas lenguas. Si los progenitores hablan lenguas nativas diferentes y se dirigen a su hijo en sus idiomas, este puede reconocer los sonidos de cada lengua, lo que le servirá después para pronunciarlas naturalmente, como si fuera nativo de ambas.

Pero esto, de ninguna manera significa que quienes no hayan “mamado” un idioma extranjero desde el nacimiento, no puedan aprenderlo después. Si un niño empieza a los 10 años, puede que le cueste un poco más (solo un poco), pero seguramente podrá adquirir la nueva lengua perfectamente siempre que siga en contacto activo con ella.

Los dibujos animados en inglés no bastan
En los casos de los bilingües de cuna, no solo están expuestos a los sonidos desde la primera infancia. Esa exposición va acompañada de un componente emocional y comunicación personal. Y esto es clave porque la sola exposición auditiva, no es suficiente. De un estudio, liderado Patricia K. Kuhl, de la Universidad de Washington se extrae que “la interacción con otras personas resulta esencial para el aprendizaje de fonemas y palabras”. Lo confirma Costa en su libro: “la mera exposición pasiva a una lengua no es demasiado eficaz”. Así es que malas noticias para quienes creen “aquello de poner a los niños delante de los dibujos en inglés para que lo vayan pillando”; parece que esto no sirve de mucho. Tampoco parece funcionar ponerlos a dormir con una grabación en inglés.

La misteriosa participación del cerebro
Es sabido que el hemisferio izquierdo del cerebro está más involucrado en los procesos analíticos y lógicos, mientras que el derecho está más relacionado con los emocionales y sociales, aunque esta no es una separación definida. El idioma navega entre ambos hemisferios. Albert Costa señala que “el lenguaje es una de las capacidades cognitivas más generales, por lo que en él intervienen muchas áreas del cerebro, lo que hace que este trabaje como una orquesta. En la sistematización de procesos (gramática) intervienen los ganglios basales, por ejemplo; las zonas temporales participan en la memoria con la que guardamos las palabras, el mundo más representacional”. Cuando hablamos de un niño hábil para aprender una segunda lengua, seguramente también lo es para aprender su lengua materna, si es monolingüe. Esto dependerá de esas estructuras cerebrales que intervienen en el lenguaje, más sensibles o plásticas en la adquisición de nuevos sonidos. No obstante, Costa advierte que “esto no nos tiene que preocupar tanto; con una buena exposición a la segunda lengua, los críos aprenderán perfectamente, sobre todo, si los modelos son buenos (nativos), ya que en estas edades tempranas, los nenes prestan mucha atención a los sonidos“.

Beneficios del bilingüismo
-Lo más evidente es que permite a los niños hablar con personas de diferentes países, ampliando su mundo social, cultural, literario...

-Aumenta la capacidad de separar dos códigos distintos (los idiomas) y de centrarse en uno, sin interferencias del otro. Esto se llama control atencional, que conduce a quedarse con lo relevante y descartar lo irrelevante. Los niños bilingües están acostumbrados a hacer estos “malabares” para decidir entre una lengua y otra, lo que conlleva un buen ejercicio cerebral para otras decisiones de su vida y también para saltar de una actividad a otra sin problema.

-Favorece el control ejecutivo, a saber procesos cognitivos tales como atención, flexibilidad mental, memoria, planificación...).

-Se sabe que un cerebro más sano es uno que se ejercita más: el bilingüismo se antoja como buen entrenamiento para mantener al cerebro en forma debido al esfuerzo extra que debe realizar al focalizarse solo en una lengua cada vez que habla, lee, escucha.

-Albert Costa además destierra una aprensión habitual: “quienes adquieren dos lenguas desde la cuna o se les expone a ellas desde muy pequeños, no están más confundidos, sino que crecen muy bien y tienen la ventaja de saber dos idiomas”.

Los inconvenientes de llevar dos idiomas en el cerebro
-Hay estudios que muestran que el vocabulario de bilingües es más limitado. “Si juntas la cantidad de palabras, es mayor en el niño bilingüe; pero si lo mides por separado, lo cierto es que parece que su vocabulario en lengua materna es más reducido que uno monolingües, expuesto a más de 18 horas al día a la misma lengua. Estas diferencias se reducen rápidamente con el tiempo porque la adquisición de vocabulario dependerá del entorno.

-El cerebro bilingüe va a tener que trabajar más, por lo que acarreará unos procesos cerebrales que requieren más esfuerzo que hablar solo una lengua, por lo que se pierde más energía en “activar” una lengua y “desactivar” la otra.

-También hay estudios que concluyen que el bilingüismo ralentiza la denominación de las cosas con palabras y que sucede más a menudo el efecto de “tener la palabra en la punta de la lengua”. Efectivamente, hay una menor velocidad de reacción en la recuperación de las palabras, porque el cerebro tiene que discernir entre dos palabras, en una lengua u otra. Un niño bilingüe de español e inglés, por ejemplo, si tiene intención de decir gato, la palabra cat también se activa en su cerebro.

https://elpais.com/elpais/2017/09/21/mamas_papas/1505993203_499361.html