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jueves, 13 de octubre de 2016

El impulso de las cooperativas para transformar la economía

La Marea

La última crisis ha disparado la creación de empresas sociales. Algunas surgen por pura supervivencia, pero otras obedecen a la voluntad de cambiar el sistema.

Las cooperativas están tomando en la actualidad un nuevo impulso al calor de la crisis. Desde 2008 el número de este tipo de empresas ha crecido un 75%. Además, según el Ministerio de Empleo, la estabilidad laboral en estas empresas es bastante por encima del resto del tejido empresarial. Algunas de estas cooperativas –cerca del centenar, según estima la Confederación Española de Cooperativas de Trabajo Asociado– han sido construidas a partir de compañías arruinadas, cuyo control han tomado los propios trabajadores. Hay ejemplos de empresas recuperadas en una gran variedad de sectores. Por ejemplo, Ibersolar, una empresa de ingeniería de energías renovables de Barcelona, tuvo que anunciar un ERE a principios de 2009 cuando la crisis y los recortes golpearon al sector. Algunos de sus trabajadores entonces constituyeron una cooperativa que, bajo el nombre de Arkenova, hoy sigue funcionando. En el caso del fabricante de muebles Cuin Factory de Vilanova i la Geltrú (Barcelona), ante la amenaza de cierre el dueño se asoció con sus empleados para reflotar el negocio como cooperativa.

Y es que la filosofía básica del cooperativismo se basa en que la empresa es propiedad de sus trabajadores, o de los consumidores, en vez de contar con accionistas que, a menudo, tienen un mero interés financiero en lograr la máxima rentabilidad de su inversión. La responsabilidad es compartida ya que las cooperativas son gobernadas de forma asamblearia donde cada socio tiene un voto. En Argentina o Chile, países muy acostumbrados a las crisis económicas, ha habido cientos de casos de empresas recuperadas por sus trabajadores, y este modelo se está extendiendo en España. Pero, ¿qué hay detrás de este repunte? ¿Una fórmula forzosa ante la crisis o un verdadero espíritu cooperativista?

Lo cierto es que, en cualquier caso, el empleo cooperativo suele ser estable y de mayor calidad, con un 80% de contratos indefinidos. “El modelo está salvando la situación de crisis de manera muy distinta a las empresas del capital”, defiende María del Mar García, vicepresidenta de la Federación Andaluza de Cooperativas de Trabajo Asociado (FAECTA), quien a duras penas puede disimular su pasión por el sector. “En las cooperativas el trabajador es también el dueño, así que siempre se buscan vías alternativas al despido, más o menos imaginativas, no tenemos las cifras económicas como único objetivo”, explica. Andalucía es la región líder en cooperativismo de toda España: el 19,5% de este tipo de empresas están radicadas allí y dan trabajo a más de 62.000 andaluces y andaluzas. Sin embargo, según denuncian las asociaciones, la Junta no hace los esfuerzos suficientes para impulsar el modelo. “En Andalucía, por ejemplo, el 90% de la ayuda a domicilio la gestiona Clece [empresa de la constructora ACS, que cotiza en el Ibex 35], que ha tenido despidos mientras que suele acaparar las licitaciones públicas. Se deberían incluir cláusulas sociales en los concursos, ya que competimos en un mercado donde sólo impera lo económico”, lamenta García. “La Junta asegura que nuestro modelo es el que hay que fomentar pero impide que las pequeñas empresas accedan a los recursos”, agrega.

No todo han sido, sin embargo, méritos para el cooperativismo. A finales de 2013 Fagor, el buque insignia del grupo cooperativista vasco Mondragón, echó el cierre. La compañía, en la que trabajaban 5.600 personas, arrastraba una deuda de 859 millones de euros. Su quiebra fue presentado desde algunos sectores y medios como el fracaso de todo un modelo, incapaz, supuestamente, de sobrevivir en tiempos de neoliberalismo, sobre todo por no poder tomar con rapidez decisiones drásticas, como los despidos masivos. Más de dos años después, el debate ha quedado cerrado por los positivos números del sector. De hecho, las cooperativas de trabajo asociado, entre ellas las del grupo Mondragón, crecían el año pasado a un ritmo del 11%.

El papel de las personas
Sin embargo, muchas de las grandes cooperativas han perdido, en cierto modo, la esencia. Así lo cree Koldo Saratxaga, una especie de gurú de este sector tras los 14 años que estuvo al frente de Irizar, una de las empresas del grupo vasco, en los que logró sacarla de los números rojos y convertirla en un ejemplo de éxito. Para él, el modelo económico de una compañía cada vez cuenta menos. “Los estilos al final tienen que ver con las personas. Una de las razones por las que dejé Irizar, teniendo mucha categoría y ganando mucho dinero, fue por el estilo de relaciones”, asegura. “He visto muchas cooperativas, he estado en el grupo más grande del mundo y me he dado cuenta de que éstas en su gran mayoría al final funcionan como una S.A., es decir, siguiendo un modelo de arriba a abajo, con su director general, etc.”, critica. Saratxaga opina que, pese a que en un principio los promotores empiezan a trabajar de forma colaborativa y horizontal, posteriormente “se va sumando gente, porque es necesario, pero nos encontramos a nivel social una deficiencia de sentido cooperativo”. Es ahí donde, para este veterano, entran en juego los valores, algo que para él es la clave: “Se aprecian los conocimientos, los estudios, los idiomas, pero no se destacan los valores necesarios para trabajar en una cooperativa”, lamenta.

En cualquier caso, Mondragón ofrece una alternativa nada desdeñable dado el estado actual del mercado laboral. El grupo engloba a más de 30.000 socios y socias de diferentes cooperativas –soberanas y democráticas, aunque con algunas reglas comunes, como la limitación de sueldos de los directivos–, que facturan 11.875 millones de euros. En 2015 realizaron inversiones de cerca de 250 millones de euros y hacen el 71% de sus ventas en el mercado internacional. Además, el grupo cooperativo actúa como un Estado en miniatura: los socios destinan el 6,5% del salario bruto a un fondo de previsión, destinado a pensiones, desempleo o asistencia sanitaria privada. Cuando llegan vacas flacas, suele buscarse cualquier alternativa antes que el despido. De hecho, en 2013 los 8.500 socios de Eroski, cooperativa integrante de Mondragón, acordaron una bajada de sueldos general. Eso sí, la decisión recayó sólo en un 21% de la plantilla, ya que la cadena de hipermercados tiene hasta 40.000 trabajadores.

Pese a las ventajas del sector cooperativo con respecto a la empresa tradicional en términos democráticos y al cuestionamiento de la maximización del beneficio por encima de todo que tiene lugar en la mayoría de ellas, no todas tienen una dimensión política o un afán superador del sistema económico actual. De hecho, desde sectores más politizados afean a las cooperativas grandes que, en sus procesos de crecimiento e internacionalización, sufran una pérdida drástica de las esencias y caigan en la lógica de la deslocalización para producir en países donde las libertades sindicales son más reducidas. Aquí es donde entran en juego entidades de la economía social y solidaria como el Mercado Social de Madrid o la Xarxa d’Economia Solidària de Catalunya (XES), redes que aspiran a unir producción, distribución y consumo al mismo tiempo que participan en el debate político y los movimientos sociales. Para Fernando Paniagua, miembro de la XES, el cooperativismo no se puede considerar un fin en sí mismo, sino que es más bien una herramienta. “Permite empezar a caminar, a montar proyectos con formas distintas de gestionar lo económico. Pensar que porque la sociedad se organice en cooperativas vamos a superar un sistema injusto y depredador como el capitalismo es ingenuo”, sentencia.

El cooperativismo parece haber cobrado nueva fuerza tras el hundimiento del bloque soviético y la posterior crisis del modelo neoliberal. “Venimos de un siglo XX con recetas finalistas de revolución que han ido fracasando, así que creo que es mucho más constructivo dotarnos de herramientas que podamos usar como laboratorios, tanto en los terrenos del consumo, como en el de la precariedad, más allá de un sistema que nos convierte en marca y emprendedores”, profundiza. El movimiento de economía social y solidaria engloba, además de a cooperativas, a asociaciones, ONG y economías informales, esto es, las que logran la satisfacción de necesidades sin intermediación monetaria. “El objetivo es acercarse a lo económico de una forma distinta a la relación capital-trabajo, poniendo en el centro de la vida una economía a la escala de las personas”, agrega.

La XES se basa en tres ejes principales: la visibilización, sobre todo mediante la Fira d’Economia Solidària de Catalunya, los encuentros de intercooperación, que trabajan en la cohesión de las diferentes iniciativas, y el balance social, que vendría a ser un “termómetro” de las distintas iniciativas que la integran. El objetivo es generar un ecosistema cada vez más independiente, aunque reconocen que no lo tienen nada fácil. “El consumo responsable tiene una gran fuerza de transformación, pero es cierto que cuando se producen alternativas serias el sistema éste reacciona de la forma más violenta posible”, concede Paniagua. Como ejemplo, pone el de Som Energia, una cooperativa eléctrica, que se ha topado de lleno con el impuesto al sol [el gravamen del autoconsumo de la energía que se produce desde paneles solares] del Gobierno de Mariano Rajoy. “Las fronteras están aquí, pero bueno, podemos a día de hoy gestionar nuestro dinero en bancas éticas como Fiare o Coop57, lo que puede suponer al menos retirar parte del dinero del movimiento especulativo”, señala. También hay otras iniciativas destacables en territorio comanche, como Som Connexió, en las telecomunicaciones, a las que se suman las ya clásicas cooperativas agroecológicas, por ejemplo. “Ahora lo que tenemos que hacer es ir detectando agujeros en nuestras cadenas económicas e ir generando nuevos proyectos, con la idea del ensayo-aprendizaje”, continúa.

Los problemas de crecer
La prueba de fuego de las iniciativas que plantean una alternativa al capitalismo clásico es cómo afrontar el crecimiento sin perder las esencias del modelo. Un negocio grande requiere otro modelo de organización que una cooperativa pequeña que agrupa a cultivadores de aceitunas, por ejemplo. Así lo expresan en la revista de ideología anarquista Todo por hacer: “Hoy Mondragón es una empresa con una división del trabajo muy particular, con trabajadores/as socios/as cooperativistas, asalariados/as comunes y equipos ejecutivos/as completamente separados del proceso productivo. Se ha dado un salto cualitativo dirigiéndose hacia la internacionalización de la corporación, con filiales en países conocidos por sus estupendas condiciones laborales como son Brasil, Polonia, India o China”.

Desde los círculos cooperativistas menos rupturistas sostienen, sin embargo, que es posible acometer ese proceso sin perder la coherencia. “Es cierto que lo local es uno de nuestros mayores valores, pero la internacionalización actual no tiene por qué llevar aparejada la desestructuración del modelo, o salirse de los cánones”, opina García, de FAECTA, y asegura que lo importante es “conservar los valores”. Aun así, reconoce que en el plano práctico “nadie es totalmente puro”. Saratxaga tiene mucha experiencia en este terreno. “He creado ocho empresas en todo el mundo, como México o Brasil, y nadie ha puesto pegas. Hacíamos asambleas, repartíamos el 30% de los beneficios… y sólo recuerdo problemas en Marruecos, donde los gestores trataban mal a los empleados. Eran unos caciques, lo veía cada vez que iba a los consejos allí, pero al final logramos cambiarlos”, recuerda. “Después hemos vivido allí asambleas maravillosas, hemos practicado una transparencia total”, agrega.

No son tan optimistas en la XES, donde continuamente tienen debates sobre su modelo. “A día de hoy es muy difícil crecer en volumen de negocio o trabajadores sin perder la potencia de transformación social que tienen. No quiere decir que no se pueda, pero de momento no hemos sido capaces”, reconoce Paniagua. Lo local y el avance sostenido, lento y sólido, es la receta de estos cooperativistas-activistas. “Salir al entorno capitalista es muy difícil, las reglas de mercado están diseñadas para destruir todo lo que trate de romperlas. El mercado es tramposo, habla de manos invisibles y es el más intervenido, juega con la evasión fiscal, bordea irregularidades… Las reglas no son las mismas para todos, así que no queda otra que construir poco a poco, desde abajo, en un movimiento de largo recorrido”, desarrolla. Otra vuelta de tuerca son las llamadas cooperativas integrales. En 2010, el llamado “Robin Hood de la banca”, Enric Duran, que logró obtener 492.000 euros en créditos de 39 entidades bancarias durante la burbuja inmobiliaria que luego dedicó a iniciativas anticapitalistas, impulsó la creación de la Cooperativa Integral Catalana (CIC), un modelo que se ha replicado en otros lugares del Estado, como Aragón, Andalucía o Castilla y León. Este concepto pretende superar las cooperativas de un único proyecto o ámbito de actuación y aunar bajo el mismo paraguas jurídico a productores, consumidores y una mezcla de ambos, a los que llaman “prosumidores”. El objetivo: independizarse lo máximo posible del sistema capitalista, mediante el contacto directo de los diferentes elementos de la cadena económica y la utilización de una moneda social.

Juanito Piquete es músico de punk y, como socio de la CIC, también trata de construir “desde la base” y desde hoy ese otro mundo que imagina en sus canciones. “Tratamos de construir una economía que no esté relacionada con el sistema, y lo hacemos mediante herramientas como la moneda social, el crédito mutuo o el trueque, que están basadas en la economía real del territorio”, explica. Pese a la radicalidad de la propuesta, el cooperativismo “no es un fin en si mismo”, advierte este socio de la CIC. “Son herramientas que nos permiten hoy tener una realidad regida por la reflexión individual y colectiva pero también por la acción, por la posibilidad de poner en práctica todo ese afán coordinador que está surgiendo en todos los lugares del mundo”, concluye. Piquete defiende que la CIC no sólo es una vía revolucionaria sino también una alternativa ante la pobreza generada en España tras el comienzo de la crisis.
Fuente:
http://www.lamarea.com/2016/09/23/cooperativas-transformar-la-economia/

Este reportaje forma parte del dossier sobre cooperativas de #LaMarea41, a la venta en quioscos y en tienda online.

sábado, 22 de agosto de 2015

Las alternativas sociales al negocio de la ropa usada. La Economía Social reclama su sitio en los servicios municipales

El Salmón Contracorriente

La recogida de ropa puede ser un negocio muy rentable económicamente como parece demostrar la última concesión firmada por el Ayuntamiento de Madrid, (También otras recogidas si se obliga a pagar por el reciclaje) que ingresará unos 600.000 euros al año. Pero, ¿es el beneficio económico el último fin que ha de regir la actuación de un Ayuntamiento en un servicio municipal basado en la solidaridad de la ciudadanía? La alternativas que propone la economía social existen desde hace mucho tiempo. Y son olvidadas.

¿Es admisible que un Ayuntamiento como el de Madrid obtenga unos beneficios de 600.000 euros anuales por un servicio como el de la recogida de ropa usada de los madrileños?

La noticia que durante estas últimas semanas mostraba esa “herencia recibida” por un Ayuntamiento como el de Madrid, hace que la nueva contrata, la empresa Ecotextil Solidarity, entregue al consistorio madrileño 600.000 euros anuales, oferta que le sirvió para obtener la adjudicación del gobierno municipal liderado por Ana Botella, quien firmó el contrato a una semana de la celebración de elecciones.

El aspecto económico representaba el 75% de la puntuación final que recibían las contratas. Así, los 3.200 euros por cada uno de los 170 que presentó la empresa son inasumibles por otro tipo de entidades, cuyo foco de atención no está en el beneficio económico y que desde hace mucho tiempo vienen reclamando la inclusión de clausulas sociales en este tipo de adjudicaciones. Veamos algunos ejemplos.

Recumadrid
Es una cooperativa de Iniciativa Social madrileña que nace en julio de 2009, e integrante del Mercado Social de Madrid desde 2015, que tiene como objetivo principal la inserción social y laboral de personas en situación y/o riesgo de exclusión social a través de la recogida, recuperación, reciclaje, y posterior venta de muebles, textil y electrodomésticos. La recogida de ropa se realizan de manera gratuita tanto a particulares como a entidades para su posterior venta en tienda.

Los ingresos de la actividad permiten sufragar los costes laborales y de funcionamiento necesarios, teniendo como fin último la creación de puestos de trabajo y la mejora medioambiental de nuestro entorno, ya que, además de favorecer su reutilización, evitan que un porcentaje elevado de este tipo de residuos vaya a los vertederos. “Todo el dinero se invierte en la cooperativa a través de la formación, inserción social de colectivos vulnerable, etc", afirma Cristina Salvador, cooperativista y gerente de Recumadrid.

Los artículos que recogen son puestos a la venta a precios muy bajos y accesibles a todo el mundo, especialmente para colectivos en riesgo de exclusión social. Así, organizaciones como Cáritas derivan a entidades como Recumadrid a personas que buscan amueblar su piso y que,debido a su precaria condición, no tienen acceso al mercado regular.

Participar en una contratación pública con las actuales queda muy lejos de una entidad como Recumadrid en primer lugar porque ”pagar un canon por contenedor es inviable económicamente e inmoral luchar contra eso desde nuestro punto de vista”, señala Cristina. “Las contrataciones públicas de cualquier Administración deberían incluir cláusulas sociales que amparen a proyectos de la Economía Social y que prime el proyecto de la recogida de ropa y lo que hay detrás de él, no solo el aspecto economíco”, culmina la cooperativista.

Deixalles
La web de la Fundación Deixalles deja claro que es un entidad sin ánimo de lucro constituida en 1986 por iniciativa de la Delegación de Acción Social del Obispado de Mallorca y de la Federación de la Pequeña y Mediana Empresa de Mallorca (PIMEM). Un 27% de los trabajadores/as de la fundación son socios/as.

Bajo los principios de equidad, trabajo, sostenibilidad ambiental, cooperación, ausencia de carácter lucrativo y compromiso con el entorno Deixalles busca que las personas desarrollen tareas ligadas a la actividad de recuperación y tratamiento de residuos con el objetivo es mejorar, recuperar o consolidar las habilidades sociales necesarias para favorecer su inclusión social.

Implantada en Palma, Soller, Félatnix, LLevant, Calvià, Inca e Ibiza, sus lineas de trabajo y algunos de sus últimos resultados de su actividad las siguientes:

Inserción sociolaboral de personas en situación o en riesgo de exclusión de las Islas Baleares. En el año 2014 un total de 348 personas participaron en los procesos de inserción sociolaboral, lo que representaba 51% menos que el año anterio, aún así, se mantuvieron los mismos puestos de trabajo. Además , un 21% de las personas que han participado de los procesos se insertaron laboralmente.

Contribuir a construir una sociedad más justa y sostenible
Fomentar la mejora ambiental, a través de actividades relacionadas, principalmente, con la gestión y recuperación de residuos.

Así, en el 2014 recogieron, trataron y gestionaron un total de 2.430 toneladas de residuos. Los que un 60% se aprovecharon a través de la reutilización y un 25% a través del reciclaje.

Traperos Murcia
Traperos Murcia, es una asociación sin ánimo de lucro, implantada en Murcia desde 1995 en su vertiente de formación e inserción social y laboral, desarrollando formas alternativas en las relaciones laborales, económicas y sociales. Pertenece al movimiento Emaus, que nace en 1945 de la mano de por iniciativa del Abate Pierre, sacerdote y diputado francés, en la París arrasada por la II Guerra Mundial como respuesta a la pobreza y falta de acceso a la vivienda.

A través del acompañamiento social y laboral a personas en situación de riesgo de exclusión Emaus busca participar en “la construcción de una sociedad más justa e igualitaria”. El proceso de acompañamiento se realiza con la recuperación de objetos y materiales de segunda mano y de desecho y acciones de apoyo y atención integral de cara a que las personas recuperen la confianza y se sientan con la capacidad para decidir y orientar libremente sus vidas.

El pasado mes de marzo, cumplían 20 años de servicio a los colectivos más desfavorecidos y lo celebraban con este vídeo que recorre su trayectoria.

Ver vídeo: https://youtu.be/q2wqr9OJYzY

Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Las-alternativas-sociales-al