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martes, 30 de enero de 2024

Los nuevos señoritos del campo. El ejemplo de Marinaleda.

 

Fuentes: Ctxt [Foto: Una jornalera trabajando en Marinaleda]


Los fondos de inversión están detrás de casi todas las operaciones de compraventa de fincas rústicas en Andalucía. El Gobierno del PP y Vox se lo está poniendo fácil. También a las grandes corporaciones energéticas.

Cuando imaginamos el tejido rural, Marinaleda es un emblema. Un municipio sevillano en el que viven 2.626 personas, según el censo de 2018, con muy escaso desempleo y en el que la población más joven quiere seguir viviendo. Los pilares de este proyecto son la planificación comunitaria, la gestión pública de la tierra y autogestión cooperativa.

La política municipal ha sido desde 1979 la herramienta política de transformación social en Marinaleda. La lucha por el acceso a la tierra, la construcción de viviendas destinadas a las jornaleras, jornaleros y sus familias, la consecución del pleno empleo… Y, en general, las políticas que han actuado como dique frente a las lógicas de explotación, de seres humanos y de la tierra, propias de lo que se llama desarrollo en los contextos capitalistas.

Un total de ocho cooperativas trabajan en las 1.200 hectáreas de El Humoso, una finca que la lucha y la desobediencia de la gente del campo consiguió arrebatar en 1992 al duque del Infantado. El pueblo y las cooperativas no son propietarios de la tierra, porque, tal y como defienden, la tierra no debe ser de nadie, y solo existe la posibilidad de trabajarla. Esas tierras son el principal sustento económico de todo el pueblo. En ellas se trabaja por turnos, compartiendo las labores y su fruto.

Ahora ese modelo está bajo amenaza. El Gobierno andaluz quiere vender la finca. La normativa que aprobó el Gobierno andaluz sobre los usufructos de la finca de El Humoso otorga al Ayuntamiento de Marinaleda una opción de compra preferente, pero los precios que se marcan son abusivos y se corre el riesgo de que solamente grandes inversores puedan comprar. En junio de 2021, la Junta de Andalucía, gobernada por PP y Vox, los partidos que más sacan pecho en la defensa de las y los agricultores, emitió una orden de desalojo que las cooperativas recurrieron. Por el momento las cooperativas resisten.

Es la lógica del capitalismo del desastre. Se intenta sacar tajada y convertir la destrucción en beneficios y nuevas oportunidades para el lucro. Estamos en una profunda crisis ecosocial y asistimos de forma cada vez más violenta a la pugna por los recursos naturales. La tierra fértil es uno de los más importantes. La pérdida de suelo fértil provoca que el terreno agrícola productivo aumente su precio en los mercados capitalistas. La inversión en tierra se convierte de este modo en un “activo rentable” para los fondos financieros especulativos y los grandes inversores. Estos, cuando llegan al campo, intentan sacarle jugo de la forma más rápida posible a través de la superintensificación productiva. Pero la conversión de la agricultura en una industria extractiva agudiza la erosión y empobrecimiento de los suelos, la pérdida de nutrientes y de biodiversidad. La aplicación masiva de agroquímicos empeora la fertilidad de los terrenos y contamina las masas de agua dulce.

Acaparamiento de tierra fértil escasa, destrucción medioambiental, degradación de los suelos y contaminación de las aguas, que provocan mayor escasez de tierra viva. Una escasez inducida que supone una oportunidad de negocio. Un círculo vicioso y nefasto que demuestra que cuanto mejor le va al capital, peor parada sale la vida en su conjunto y en particular la humana.

El agronegocio financiero, la política monetaria y los agentes especulativos En los últimos 15 años, los fondos de inversión especulativos se han lanzado a comprar fincas agrícolas y empresas del sector primario y agroindustrial en todo el mundo. El campo, como activo alternativo al tradicional ladrillo, ofrece una alta rentabilidad con relación al riesgo. Se convierte en un paraguas contra la inflación, al estar algo más alejado de los sobresaltos de los mercados financieros. Según datos de la consultora inmobiliaria CBRE, en este período se ha multiplicado por diez el número de inversores que compran terrenos agrícolas, y por 15 los que entran en empresas agroalimentarias.

Estos fondos especulativos se han beneficiado de la política monetaria impuesta en los últimos lustros por las supuestamente “neutras” autoridades monetarias y los bancos centrales. Tras la crisis de 2008, se pusieron en marcha “políticas monetarias no convencionales”, entre las cuales, la principal fue la denominada “flexibilización cuantitativa” (Quantitative Easing, QE). La política de QE consistió en inyectar dinero en el sector financiero con el fin de que los bancos pudiesen prestar y mantener los tipos de interés cercanos al cero (o incluso por debajo). Posteriormente, la crisis inducida y agravada por la pandemia mundial de covid empujó a los bancos centrales a ampliar sus programas de compra de activos, así como a inyectar ingentes sumas de liquidez al sistema financiero. Para autores como Chesnais, la QE es el elegante nombre que esconde la creación de moneda. Es lo que en otros tiempos se conocía como la puesta en marcha de la maquinaria de hacer billetes.

Andalucía, la tierra para quien especula Andalucía está siendo víctima de este proceso. Con la pandemia, las inversiones de capital foráneo en la agricultura andaluza aumentaron. Los fondos de capitales buscan fincas “buenas y grandes”, de 500 hectáreas o más, y con posibilidades de regadío, fundamentalmente para cultivos leñosos. Mientras una buena parte de la actividad económica estaba seriamente afectada por la pandemia, el olivar aumentó en 2021 casi 10.000 hectáreas en Andalucía. Un 2% respecto a la superficie total de este cultivo.

En 2021, según el Instituto Nacional de Estadística, Andalucía se situó a la cabeza de las comunidades autónomas españolas en la lista de compraventas de fincas rústicas, con 2.211 operaciones. Durante 2022 se alcanzaron las cotas más altas de los últimos 15 años en las compraventas de terreno rústico.

Los fondos de inversión están detrás de prácticamente todas las operaciones de mayor envergadura y de la mayor parte de las nuevas plantaciones, superintensivas o intensivas. Las entradas de estos capitales son muy fuertes también en empresas que forman parte de la cadena de valor agrícola o en la industria agroalimentaria andaluza. Es el caso de la conservera ALSUR. Los fondos de inversión Acon Southern Europe y Quarza Inversiones se han hecho con la mayoría de Sola de Antequera, empresa especializada en la fabricación de conservas vegetales, principalmente de alcachofa, judías, habitas y pimientos.

El traspaso de tierras desde quienes tradicionalmente han mantenido la agricultura a los fondos de inversión está provocando cambios drásticos en la configuración del campo. Hay menos explotaciones agrarias, cada vez más grandes y menos familiares. En Andalucía, se convierten en los “nuevos amos”.

Son tres los factores que despiertan la voracidad inversora: el agua, el despliegue de las energías renovables y la cercanía a los grandes núcleos urbanos. Esos tres factores están relacionados con tres usos distintos: el puramente agrícola, el relacionado con las nuevas megaplantas de energías renovables, y el dedicado únicamente al ocio.

Ante la escasez de agua, el Gobierno andaluz se pone al servicio del capital. Ante la demanda de los nuevos terratenientes de fincas muy grandes, bien comunicadas, con agua y cerca de vías de comunicación, la Junta de Andalucía anunció en octubre de 2022 la puesta en marcha del “Plan SOS” (de soluciones y obras frente a la sequía), que dotará 4.047 millones de euros para impulsar obras hídricas hasta el año 2027.

Respecto a las nuevas megaplantas de energías renovables, el neoliberalismo andaluz también pone las cosas fáciles a los intereses de las grandes empresas energéticas. Las grandes corporaciones del “oligopolio energético” están acaparando tierras en muchos pueblos de Andalucía para instalar megaplantas que dejarán pocos beneficios al conjunto de la economía y población local. Decenas de ayuntamientos se organizaron para presentar una Iniciativa Legislativa de los Ayuntamientos (ILA) ante el Parlamento de Andalucía para suspender temporalmente el “tsunami de megaproyectos”. La intervención pública en este ámbito da lugar a hablar de “burbuja especulativa con las cartas marcadas” pues las promotoras juegan con la declaración de utilidad pública y, en última instancia, conseguir que el Estado expropie los terrenos.

Resistir desde la política de los comunes Ante esta situación, resulta importante defender y sostener los proyectos e iniciativas consolidadas alrededor de lo común, de la economía política de los comunes o la economía social transformadora. Un común reúne a coproductores que actúan conjuntamente dándose a sí mismos reglas colectivas. La economía política de los comunes hace de la cooperación el antídoto contra la lógica capitalista. Es ahí donde se pueden enmarcar dos alternativas de economía social transformadora que a continuación se muestran, y que hacen frente a los procesos anteriormente descritos.

Por un lado se encuentra el proyecto cooperativo de Marinaleda, experiencia que ha resistido a las relaciones capitalistas de poder asimétricas que destruyen los bienes comunes. La planificación pública comunitaria del proyecto cooperativo siempre se ha guiado por las actividades productivas que permitan generar el mayor número de jornales posibles. La gestión (cooperativa) no tiene por finalidad la maximización de los beneficios o aumentar los salarios de unas determinadas personas, sino alcanzar los objetivos planificados de crear el máximo número de empleos posibles para las personas que habitan el pueblo.

Uno de los elementos fundamentales del proyecto es la consideración de la tierra como un bien común; la tierra, por la que se luchó colectivamente, no debe ser privatizada, mercantilizada. Se apuesta por la creación de una fundación que imposibilite la privatización de la tierra; que la haga indivisible, invendible, inespeculable y gestionada por las cooperativas de Marinaleda.

La oferta de compra de la tierra por parte de las cooperativas para posteriormente vincularlas a una fundación recibió como respuesta, por parte del Gobierno andaluz, una orden de desalojo. Frente a la creación de empleo y riqueza para todo un pueblo y su comarca, la intervención neoliberal prefiere vender a los fondos de inversión.

Otra experiencia valiosa de economía social transformadora que queremos mostrar es la creación de la Comunidad Energética Local de Alcalá del Valle. El proceso tiene como fin crear una cooperativa de consumo energético que permita la participación abierta y voluntaria, el control efectivo por las personas socias y la priorización absoluta de los beneficios medioambientales y socioeconómicos de la ciudadanía frente a las ganancias financieras. A partir de ahí, se están realizando los estudios técnicos y financieros para poder contar con la infraestructura necesaria para generar la energía que requiere la localidad. En este sentido, la infraestructura que generará la energía a partir del sol se considera como un bien común gestionado de modo cooperativo y con una propiedad colectiva.

Son proyectos que funcionan. En el caso de Marinaleda, la eficiencia, desde el punto de vista del bienestar de las personas del pueblo, está demostrada desde hace más de cuarenta años. Tienen valor en sí mismo y como faro para iluminar e inspirar muchos otros.

No les dejemos solos en esta lucha. Cada espacio que se abandona al capital se traduce en menos oportunidades para disfrutar de vidas buenas, ya y en el futuro.

Óscar García Jurado es economista y forma parte de Talaios Kooperatiba. Yayo Herrero es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social.

Fuente:

martes, 17 de octubre de 2017

El primer edificio de viviendas en derecho de uso echa a andar en Madrid


eldiario.es

En diciembre empezarán a construirse en el distrito de Usera 17 viviendas cuya propiedad es la cooperativa que la promueve y sus miembros pagan por usar las casas y los espacios comunes como forma de luchar contra la especulación inmobiliaria.

El edificio, que estará construido en madera y proyectado para que tenga el menor consumo energético posible, ha sido consensuado por los cooperativistas, que ya impulsan otra promoción en Vallecas.

Desde el pasado 4 de junio un solar del barrio de Las Carolinas en el distrito madrileño de Usera tiene un nuevo habitante que anuncia lo que ese espacio vacío será en un futuro muy cercano. El nuevo inquilino es un cartel sostenido sobre una estructura de madera que muestra el dibujo de un inmueble en el que varios niños juegan en su patio y unas letras que dicen: "Promoción Las Carolinas. Entrepatios. Cooperativa de viviendas en derecho de uso". Es el primer cartel de este tipo que aparece en Madrid porque también este edificio será el primero que se construya en la capital en el que la propiedad no serán personas individuales sino la cooperativa. Sus miembros pagarán por usar las casas y los espacios comunes. No es un una propiedad al uso, donde cada cual puede vender y alquilar su casa al precio que más le plazca. Ni tampoco es un alquiler porque sus habitantes tienen plena capacidad de decisión sobre todo lo que gira alrededor de las viviendas y todos los espacios comunes del inmueble. Es un edificio de casas en derecho de uso.

"Hemos tenido que hacer y seguimos haciendo mucha pedagogía porque es un modelo que prácticamente no existe aquí", explica Berta Iglesias Varela, de 41 años y miembro de la cooperativa Entrepatios, que nació hace cinco años pero es un proyecto en el que llevan trabajando más de una década. "Mi interés siempre ha pasado por hacer más vivible la ciudad, que se creen lazos cercanos en los barrios y en la comunidad", cuenta la cooperativista, quien subraya que su pertenencia a movimientos ecologistas le hacía plantearse un modo de vida coherente con lo que pensaba, más sostenible y construido desde el consenso y el acuerdo común.

Érika González, de 40 años, otra de las integrantes de Entrepatios, explica cómo es una de las "líneas rojas", la cuestión económica, uno de los tres pilares que definen a la cooperativa, junto con el social y medioambiental: "Yo buscaba también un modelo que cuestionara la propiedad privada y para ello era fundamental encontrar una figura que contribuyera a romper la especulación y la burbuja inmobiliaria". Y esa figura era la cesión de uso.

De la teoría a la práctica
Al grupo de amigos se añadieron arquitectos que comenzaron a poner sobre el papel cómo pasar de la teoría a la práctica para levantar en el centro de Madrid un edificio que generara la menor huella ecológica posible en su construcción y uso. La burbuja inmobiliaria y los altos precios del suelo les hicieron desistir hasta que llegó la crisis económica. "Cuando pinchó la burbuja inmobiliaria, ese pozo negro, para nosotros supuso una oportunidad", recuerda González. Los precios bajaron y al proyecto se unió Logica’eco, una consultoría especializada en cohousing, un modelo de viviendas donde sus habitantes deciden cómo y dónde vivir compartiendo espacios comunes, que les dio el impulso definitivo para empezar a buscar y decidir dónde y cómo serían sus futuras casas.

Pero la búsqueda de suelo no fue fácil. Tras casi un año de negociación, a punto estuvieron de lograr comprar un solar cerca de la estación de Atocha, pero se les escapó. Los precios empezaron a subir de nuevo y lograr el suelo deseado dentro del perímetro de la M-30 empezó a ser imposible.

Al grupo inicial de Entrepatios se fue uniendo más gente, como Javier Pérez, de 33 años, quien muchas veces había hablado con sus amigos de iniciar algo parecido, pero en la cooperativa vio que de las palabras pasaban a los hechos. O José Daniel López, de 62 años, quien con su pareja y su hijo decidieron convertirse en cooperativistas. "Durante muchos años hemos vivido en comunas y este proyecto es lo que más se acercaba a lo queríamos", explica.

Después de dos años más de búsqueda de suelo, en diciembre pasado Entrepatios compró el solar de Usera. "En este proyecto llegó un momento en que era más importante el cómo que el dónde", afirma Leo Bensadón, director de Logica’eco. Explica que en el norte de Europa este tipo de iniciativas es más habitual: " En Dinamarca, más del 10% de las viviendas se construyen bajo esta modalidad [ cohousing ] porque existe una cesión de suelo público y por tanto la incidencia en el precio final es menor pero en España el suelo supone más del 50% del coste de todo el proyecto".

En España, las pocas viviendas que se han construido bajo este modelo, sobre todo dirigidas a personas mayores y jubiladas, están en pueblos, donde el coste del suelo es mucho menor. El único otro edificio en cesión de uso en un entorno urbano que se está levantando en el país está en Barcelona, donde el Ayuntamiento cedió suelo público a la cooperativa La Borda, promotora del proyecto .

Edificio de 17 viviendas
La promoción de Usera tendrá 17 viviendas, donde vivirán 33 adultos y 17 niños. Cada familia ha pagado 40.000 euros para acceder al derecho de uso de las casas, que supone en torno a un 20% del coste final. El resto será una hipoteca a 30 años a toda la cooperativa con una entidad de la banca ética. "Al ser un edificio en derecho de uso, el edificio entero es propiedad de la cooperativa por lo que no puede haber un desahucio ante impagos de una familia", señala Bensadón. Ello no quiere decir que la cooperativa no pueda defenderse ante impagos reiterados, situaciones previstas en los estatutos.

También está recogido que si pasados los años una familia, por las razones que sea, decide marcharse pueda recuperar los 40.000 euros iniciales en cuanto otros cooperativistas la sustituyan. "La devolución no es inmediata, para hacer una provisión de dinero pero si después de dos años no hay otra familia, ese dinero se devuelve de todas formas", señala el director de Logica’eco.

El importe que cada familia paga mensualmente por el uso de su casa y los espacios comunes, y que las primeras tres décadas servirán para hacer frente a la hipoteca, no se recupera lo que supone que las familias nuevas que entren aportarán tan sólo la cantidad inicial de 40.000 euros. "Uno de los pilares de Entrepatios es precisamente el económico y ello no puede suponer una barrera los nuevos que lleguen", señala Bensidón. Una vez amortizado el préstamo las cuotas mensuales se pueden ir reduciendo, según decida la asamblea. Si está previsto que si alguno de los cooperativistas fallece, sus herederos tienen prioridad para acceder a la vivienda y si no lo desean recuperan el dinero inicial que aportó su familia. Es la primera promoción que pone en marcha Entrepatios pero un segundo grupo ya busca suelo en la zona de la Vallecas y un tercero está a la espera de que se unan más familias para ponerse en marcha.

Decisiones en común
El futuro edificio de Las Carolinas está ahora a la espera de empezar a licitar las obras. Pero los meses anteriores han sido un no parar de reuniones, conversaciones y decisiones en conjunto para decidir qué tres familias se quedaban fuera, puesto que de las 20 iniciales el solar solo tiene capacidad para 17 casas, quiénes van a cada vivienda, quiénes habitan las más grandes o las que están en los bajos y qué ajustes hacer para que el presupuesto no se les dispare.

Siempre han trabajado en pequeños grupos, que luego llevan a la asamblea, pero requiere en muchas ocasiones horas de conversación. "Los conflictos los resolvemos de otra manera, con criterios decididos entre todos y al final las tres familias que se quedaron fuera de esta promoción entienden que tenían que ser ellas y no otras", señala Pérez. La antigüedad, la participación, la afinidad y tener hijos con discapacidad o mayores a su cargo fueron los cuatro criterios elegidos. "También creo que en este grupo hay gente muy generosa", añade Iglesias Varela, quien cuenta cómo a la hora de elegir qué familia viviría en cada piso -de entre 65 y 85 m2-, hubo quienes optaron por los de la planta baja de forma voluntaria.

El edificio, que estará construido en madera y proyectado para que tenga el menor gasto energético posible, está previsto que empiece a levantarse a finales de diciembre o enero y que en unos 18 meses esté listo. Contará con varios espacios comunes, como un patio interior, un local de juegos para los niños, un comedor y una terraza para el uso de todos. La cubierta está planeada como el gran espacio común de convivencia, donde está planeado un huerto y dos espacios cubiertos con placas solares para el uso que decida la cooperativa. Al echar la vista atrás y recordar los planteamientos iniciales de vivir más cerca del centro Iglesias Varela reflexiona: "Este no era nuestro sitio ideal pero lo haremos ideal".

Fuente:
http://www.eldiario.es/madrid/primer-edificio-viviendas-derecho-Madrid_0_687331732.html

sábado, 27 de mayo de 2017

_--La cooperativa Aragó Cinema de Valencia proyecta “La mano invisible”, de David Macián. Cine de la clase obrera.


_--Enric Llopis
Rebelión

La filósofa y voluntaria en las “columnas” anarquistas durante la guerra española de 1936, Simone Weil, experimentó el trabajo en las fábricas -entre ellas las de Alsthom y Renault- entre diciembre de 1934 y agosto de 1935. En el libro recopilatorio “La condición obrera” deja testimonio de lo que allí vivió. En una carta a su amiga Albertine Thévenon, escribe: “Hay dos factores en esta esclavitud: la velocidad y las órdenes (…); una docilidad de bestia de carga resignada. Me parecía que había nacido para esperar, para recibir, para ejecutar órdenes, como si nunca hubiera hecho otra cosa, como si nunca fuera a hacer otra cosa”. Es el punto de partida de la película “La mano invisible”, dirigida por David Macián (Cartagena, 1980), en la que el realizador aborda lo que considera uno de los tabú en el mundo actual: el Trabajo. El filme, de 80 minutos, proyectado el 7 de mayo en la cooperativa Aragó Cinema de Valencia, se interesa por la acción y los comportamientos de la clase trabajadora actual. Los obreros que aparecen en la película -un carnicero, un albañil, una costurera, un inmigrante que acarrea materiales, una trabajadora de la limpieza o un informático- no reaccionan (o lo hacen algunos, sólo al final) ante un descarnado conflicto en la fábrica. En general responden con la sumisión, aceptan las situaciones como les vienen dadas y acatan órdenes. “No hay una reacción colectiva desde la ira, que debería ser lo más instintivo frente a la explotación laboral”, explica el director de la película y guionista, junto a Daniel Cortázar.

“La mano invisible” está basada en una novela con el mismo título del escritor Isaac Rosa, publicada en 2011 por Seix Barral. La película se estrenó el pasado 28 de abril en las salas cinematográficas, ha recibido dos premios en el Festival Internacional Cinema de Tarragona y el reconocimiento con la selección en el Festival de Cine Europeo de Sevilla “Las nuevas Olas”. Fuera del estado español se ha proyectado en Italia y Austria. Forman parte del reparto, entre otros, Josean Bengoetxea, Edu Ferrés, Elisabet Gelabert, Christen Fallon, Marta Larralde y Esther Ortega. Se trata de actores profesionales aunque no conocidos por el gran público; además, en la búsqueda de mayor realismo, los intérpretes realizaron cursos previos en los oficios que desempeñan en la película.

La obra tiene también algo de autobiografía. Representa, en cierto modo, un conflicto laboral que el director vivió cuando leía la novela de Isaac Rosa. Las mismas condiciones de explotación, que le costaba asumir, mientras otros compañeros lo aceptaban de mejor grado. Sugiere el papel del albañil, que acaba por rebelarse, “aunque finalmente se harta e incurre en el individualismo; busca una salida desde sí mismo, y no a partir del colectivo”, explica David Macián. La costurera, en cambio, sí llama a la huelga y trata de articular una respuesta con sus compañeros: “No podemos continuar diciendo a todo que sí, quiero denunciar las condiciones laborales a las que nos tiene sometidos esta empresa”, exclama la trabajadora textil. El espectador puede presenciar otros picos dramáticos, como la prostituta a la que el camarero le ofrece un estipendio por la limpieza de los baños; o los insultos racistas del carnicero.

El director procede de los de “abajo”, de la clase obrera. Mientras hacía sus primeras incursiones en el sector audiovisual, trabajó en una compañía de seguros que empleaba a unos 2.000 operarios. Y ocurría como en “La mano invisible”. Cada poco tiempo la empresa aumentaba la carga laboral, con un salario que se mantenía en las mismas condiciones o incluso peores, y una dependencia cada vez mayor del concepto “variables”. En la aseguradora no existía siquiera comité de empresa. Esta parte, autobiográfica, es uno de los añadidos de la película a la narración de Isaac Rosa, pero el “mensaje” es muy similar. La novela, de 384 páginas, ahonda en los pensamientos de los personajes y describe muy en detalle los oficios que ejercen, generalmente poco considerados y tratados en las pantallas. Estas descripciones y reflexiones no figuran en el filme, tal vez por su complicada adaptación cinematográfica.

Otra fuente de la que se nutre el filme es la película “Danzad, danzad, malditos”, realizada en 1969 por el director Sidney Pollack. Ambientada en los años de la “Gran Depresión” estadounidense, trata de un maratón de baile en el que los concursantes aspiran a salir de la pobreza. También la competitividad y los atropellos se anteponen a la solidaridad entre los trabajadores. Pero “no hay muchas películas que pongan el foco en el factor Trabajo”, lamenta el realizador y guionista. En el campo de la ensayística, la producción se apoya en textos como “Chaws: la demonización de la clase obrera” (2011), del escritor y periodista Owen Jones. Una de las tesis del libro es la satanización que se dio en Gran Bretaña, por parte de políticos y medios de comunicación, de trabajadores tachados de “incultos”, “paletos” y ninguneados por sus empleos poco cualificados. “El resto es clase media”, apunta David Macián; “si no recuperamos la solidaridad, todo será muy difícil”.

Los argumentos del filme corresponden a la ficción, pero también a la realidad. Según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, el número de contratos firmados en abril de 2017 ascendió a 1,6 millones, pero más de 1,4 millones tuvieron un carácter temporal. Además, en el primer cuatrimestre del año se realizaron más de 6,4 millones de contratos, de los que sólo fueron indefinidos 631.110. En abril de 2017 el INE publicó la Encuesta de Condiciones de Vida del año anterior. De acuerdo con el indicador Arope (medidor de la pobreza), el 27,9% de la población española se halla en riesgo de pobreza o exclusión social; y el 15,3% de los hogares manifiesta llegar a finales de mes “con muchas dificultades”. En ese contexto, subraya David Macián, “hay que empoderarse como trabajador, identificarse como clase obrera y organizarse para reclamar los derechos que nos están robando”.

En la película el director hace intervenir a empleados con diferentes rasgos. Por ejemplo, a una atildada responsable de recursos humanos que realiza las entrevistas y comunica los despidos. Ocupa un rol intermedio, entre la dirección de la empresa y la plantilla. “Se trata de una trabajadora -aclara Macián-, aunque se la observe siempre de parte de la empresa; tampoco se la ve una persona feliz...”. También se incluye una alusión a la multinacional Ford, que en 2017 espera obtener unos beneficios antes de impuestos que rondan los 9.000 millones de dólares, según informó la Agencia Efe. En 2016 alcanzó unas ganancias antes de gravámenes de 10.400 millones de dólares y en neto, de 4.600 millones. En “La mano invisible” el gigante del automóvil conecta a una trabajadora de la cadena de montaje y a otra obrera de la limpieza, las dos empleadas años atrás en grandes factorías. El realizador sugiere de este modo el declive de las moles fabriles en favor de los servicios.

David Macián lamenta las reacciones que en el mundo real -no en la ficción- se están produciendo ante la explotación laboral: “En parte la rabia de los trabajadores se traduce en votos a la extrema derecha”. ¿Y en cuanto a las organizaciones sindicales? Entre 2009 y 2015, durante los años de crisis, los sindicatos mayoritarios (Comisiones Obreras, UGT, CSIF y USO) perdieron 584.788 afiliados, según informó el diario Expansión citando datos de estas organizaciones. “Algo falla -apunta David Macián-, no están sabiendo reaccionar y se aprecia una falta de conexión con la ciudadanía; tal vez la solución deba venir más bien de los sindicatos 'alternativos', pero sobre todo -insisto- de los ciudadanos organizados: la esperanza está ahí, en los trabajadores de ‘Coca-Cola en lucha’ o las limpiadoras de los hoteles”. Aunque se dan circunstancias que conducen al pesimismo y evidencian la insolidaridad de clase, señala el realizador. Por ejemplo cuando se acepta el discurso dominante ante una huelga en la estiba, los trenes o el metro. “Entonces hay gente que se caga en todo porque llega tarde a casa o al fútbol”.

En la producción de “La mano invisible” los promotores han mantenido la coherencia ideológica. Todo ha funcionado de manera cooperativa. Pero la tarea no ha resultado fácil, dado que el coste medio para producir una película en España oscila entre un millón y 1,5 millones de euros. Ningún trabajador ha cobrado, es más, los salarios se han reinvertido en la obra. “Hemos sufrido mucho”, revela el director, tras la proyección y coloquio sobre la película, en un acto en el que también participaron la activista de la Campaña por el Cierre de los CIE, Ana Fornés; el escritor y periodista Alfons Cervera; la sindicalista de la CGT, Emilia Moreno; el portavoz de Intersindical Valenciana, Vicent Mauri, el sociólogo José Manuel Rodríguez. El producto final –desde las primeras lecturas y guiones- es fruto de cinco años de trabajo. Y la financiación, se basó en campañas para sumar un apoyo económico que podía oscilar entre cinco y 500 euros. Aunque se dio el caso de empresas cooperativas que aportaron cantidades superiores. De ese modo, se logró concluir una película que adapta una novela y trata de una representación teatral en el interior de un polígono de fábricas. Y principalmente de la explotación y antropofagia de la clase obrera.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Renacer del movimiento cooperativo en Barcelona

Nosotros, http://www.laborda.coop/

Según la Alianza Cooperativa Internacional , "una cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido de forma voluntaria para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales en común, mediante una empresa de propiedad conjunta y gestión democrática".

Nosotros, el grupo impulsor de la primera promoción cooperativa de viviendas en cesión de uso La Borda, queremos armonizar la necesidad para acceder a una vivienda de carácter social, económico y ambientalmente sostenibles, al tiempo promover el acceso a las habitaciones sin pasar por circuitos convencionales del mercado inmobiliario.

Pensamos que es imprescindible generar formas de titularidad colectiva que pongan el foco en el uso efectivo de la vivienda, y no en su valor de cambio en el mercado capitalista. Al mismo tiempo, queremos fomentar formas de convivencia más comunitarias que faciliten la interrelación entre vecinos y vecinas, y favorezcan el reparto del trabajo doméstico y de cuidados a través de espacios comunes.

«Hablaremos del derecho a la vivienda como forma de acceso a unos recursos cruciales para garantizar nuestra independencia socioeconómica y, con ella, un conjunto relevante de" certezas "que nos permitan construir trayectorias vitales realmente propias. Hablaremos del derecho a la vivienda, por lo tanto, como reapropiación de una parte determinante del espacio público, un espacio público de lo que, precisamente, estamos privados»

David Casassas en "El capitalismo se impone a la democracia: reapropiarnos de nuestras vidas" Fuente: http://sants.coop/

domingo, 9 de febrero de 2014

¿Una posible idea a imitar? Nace en París el primer supermercado colaborativo de Europa. (En España tenemos a Eroski, ¿es lo mismo, es diferente, es mejor?)


"No estábamos satisfechos de la oferta alimentaria. Así que decidimos crear nuestro propio supermercado. No una tienda pequeña sino un supermercado deslumbrante. We can do it". Así relatan sus promotores cómo surgió la idea de La Louve (La loba), el primer supermercado colaborativo de Europa que abrirá sus puertas en junio de 2015 en París. Falta bastante para el día D, y aun así, la historia de la gestación de este proyecto da para mucho y, si me apuran, para una película francesa, por supuesto. Leer más en El País.
El vídeo muestra un supermercado cooperativo que lleva tiempo funcionando con éxito en New York
Aquí Eroski.