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miércoles, 20 de junio de 2018

Aquarius: gestos y refugio

"...Nadie pone a sus hijos en un barco a no ser que el agua sea más segura que la tierra.”
Wharsan Shire


Los gestos tienen un valor y acoger en Valencia a los 629 refugiados rescatados por el Aquarius de sus frágiles barcazas cuando huían de Libia, ha representado, no solo una buena iniciativa por parte del gobierno de Pedro Sánchez, sino un acto acorde a la legalidad internacional.
Un gesto que se espera marque un cambio de orientación con respecto a lo hecho y dicho por el extinto gobierno de Rajoy. Otro acto pero, en este caso, contrario a legalidad internacional, fue el del gobierno italiano de Matteo Salvini cuando, en su momento, ordenó cerrar los puertos e impedir el atraque del Aquarius.

La sucesión de acontecimientos que han propiciado la llegada del Aquarius a los puertos del Reino muestran, de la manera más palmaria, la crisis general prolongada y sin solución que vive el sistema de frontera y acogida.

Una simple comparación de las condiciones de arribo de las 629 personas refugiadas del buque Aquarius, con los 982 refugiados que iban a bordo de las 63 pateras y que cruzaron el Estrecho por sus propios medios para también terminar, este mismo fin de semana, arribando a las costas españolas, ratifica la forma en que se desarrolla dicha crisis: gestos positivos, aislados e inconexos, en medio de un mar de vulneraciones sistemáticas y organizadas de los derechos.

Para los llegados a Valencia, 200 fotógrafos y 500 periodistas; para los lo hicieron por el sur, menos de una decena. Para los primeros, 2400 personas de apoyo (traductores, médicos, abogados, sanitarios, psicólogos, acompañantes, etc.) que les permitirán encarar mejor esta nueva etapa de sus vidas. Para los segundos, las ongs denuncian escasez de medios para la acogida. Para unos, habrá 30 días que les permitirán decidir si solicitan asilo o encaran otro medio legal para quedarse en el Reino de España. Para los segundos, deportaciones exprés, centros de Internamiento y largas horas de trámites en comisaría.

La política europea y la española, muy similar a la del resto de estados de la UE, se halla marcada por el “dispositivo” visto en el Estrecho y no por el despliegue realizado en Valencia. El Aquarius, como otros picos de emergencia referidos a la cuestión del refugio (que no han sido pocos), pone de relieve un problema político que surge al dar la espalda los gobiernos a la legalidad internacional, un camino que agrava una crisis provocada por las guerras y la persecución.

Hoy, los ejes de la política europea parten de dos premisas:
1. No abordar las causas que motivan que el número de desplazados sea el mayor desde la segunda Guerra Mundial (65 millones).
Dichas razones se hallan directamente asociadas a la forma precisa (imperialista) del proceso de globalización. Es decir, un proceso en el que los sectores económicos más ricos, protegidos por unos Estados que son, a su vez, lo más poderosos de la escena internacional, trabajan para doblegar toda resistencia que impida el expolio organizado de la inmensa mayoría de la humanidad. Un saqueo que no rehúye, sino que exige, para ser efectivo, emplear todo tipo de diferencias entre pueblos y culturas.

2. No hacerse responsable de las consecuencias humanas de tales políticas que, en muchas ocasiones, sitúan a empresas europeas en su centro e implican desigualdad y guerra.
Conflictos que, a su vez, alimentan el número de desplazados, de refugiados y de solicitantes de asilo en el mundo.

En la actualidad, la UE hace convenios (ella misma) y avala que sus Estados realicen acuerdos con terceros como con Turquía, los señores de la guerra libios o Marruecos que para que éstos (como la vieja Roma imperial) controlen las fronteras fuera de su territorio.

Cuando los refugiados burlan esas trampas y se lanzan al agua o comienzan a caminar, se los hostiga por tierra, mar y aire. Se emplean barcos de guerra que los devuelven, se castiga a las ongs que intentan cumplir con la legalidad y socorrerlos, se organizan dispositivos aéreos para detectarlos o devolverlos a sus lugares de origen. Se instalan pinchos, se cavan fosos, se levantan muros y se montan concertinas destinados a impedir que esas personas puedan ejercer unos derechos que se asegura “oficialmente” defender. Finalmente, si todo ello no “sirve”, se les encierra, deporta o se abandona en un limbo legal que, de nuevo, les niega toda opción.

Los próximos 28 y 29 de junio, los jefes de Estado de la UE se reunirán para abordar por enésima vez el llamado problema de la inmigración ilegal. Un problema que apunta más hacia el colapso que hacia una verdadera solución. Sobre la mesa, el caso del Aquarius y el fracaso de las cuotas de reubicación tras la crisis griega e Italiana de hace ya tres años.

Nuevamente se hablará de la posible reforma del periclitado Reglamento de Dublin que regula las condiciones en las que un Estado miembro responde a las solicitudes de protección internacional que se le formulan, pero que, a la hora de la verdad, supone que, salvo que seas menor de edad, el Estado por el que arribas a la Unión es el que tiene la obligación de identificarte, tramitar tu solicitud y es el único por el puedes circular. Seguramente también se hablará de los pasadores ilegales de fronteras, de los acuerdos con terceros países y del marco Shengen.

En este escenario, el Aquarius no puede resultar un gesto más en medio de una legalidad que obvia los derechos de la personas. La acogida de ahora demuestra que no se trata de problemas administrativos, sino que su naturaleza es profunda y claramente política. Y frente a ello, o bien se refuerza el espacio europeo de la acogida, se avanza en un sistema y normas únicas europeas de asilo sobre la base de asegurar como prioridad el derecho a permanecer, circular y acceder a la Unión de las personas refugiadas a través de distintas iniciativas, entre ellas, un pasaporte europeo, o se mantiene la actual escalada que solo apunta y desgraciadamente, provocará muchas y mayores crisis.

Carlos Girbau Es activista social en Madrid y colabora con Sin Permiso.

http://www.sinpermiso.info/textos/aquarius-gestos-y-refugio

El éxito del uso de los yanyauid como policía migratoria revela el naufragio del proyecto político europeo. ¿No eran los derechos humanos y el respeto a la ley humanitaria nuestras señas de identidad?

martes, 8 de septiembre de 2015

¿Por qué los refugiados acuden a los “infieles”?

https://video-mad1-1.xx.fbcdn.net/hvideo-xfa1/v/t43.1792-2/10619329_989676824405527_765665321_n.mp4?efg=eyJybHIiOjE1MDAsInJsYSI6MTAyNH0%3D&rl=1500&vabr=650&oh=863b6fc23bb078e104d994587626f1a8&oe=55EF3D17
El pequeño Aylan Kurdi era parte del “enjambre” de Dave Cameron. Claro, le será un poco difícil a Dave sacudirse eso, porque Aylan no era negro ni café ni “manchado” por dictadores de la televisión adictos a la tecnología, sino –enfrentémoslo, porque de eso se trata– más bien como nuestros niños de tres años. Podría haber sido un Alan o un John... o un David. De haber sido arrojado a las costas de Hastings o de Bexhill, uno puede imaginar las demandas de los buenos ciudadanos de Sussex por una investigación pública.

Pero Dave Relaciones Públicas nos acababa de decir que Gran Bretaña no puede “recibir” más refugiados sirios. Lo siento, Aylan.

Sin embargo, a riesgo de contraer el cáncer del Daily Mail, existe una perspectiva un poco más amplia de la que necesitamos estar conscientes. Se supone que Europa y Occidente –lo que alguna vez llamamos la Cristiandad– son los chicos malos en Medio Oriente. Somos nosotros quienes bombardeamos, corrompemos e invadimos a los musulmanes de Medio Oriente. Nosotros, quienes apoyamos a los crueles dictadores de Medio Oriente (a menos que desobedezcan nuestros deseos). Somos nosotros quienes chupamos los tesoros fósiles de Medio Oriente, su petróleo y su gas natural. Somos los infieles, ¿o no?

Y cierto, millones de refugiados sirios se han asentado en miserables campamentos en los bordes de Líbano, Turquía y Jordania. Pero los cientos de miles de desposeídos que hoy se arremolinan deseando huir de sus torturadores no navegan en barcos con abolladuras hacia donde uno esperaría que fuesen: a la ummah, el corazón latente del islam, la tierra donde el profeta vivió y donde recibió la palabra de Dios que es conocida como el Corán. No, los destituidos de Medio Oriente no se dirigen a Arabia Saudita, a los ricos reinos del Golfo, para implorar ayuda de los constructores de las grandes mezquitas, los Guardianes de los Santos Lugares.

Los refugiados no arriban en tumulto a la costa de Jeddah en el Mar Rojo, demandando asilo y libertad en el reino que apoyó al talibán y del que surgió Osama bin Laden. No suplican a los guardias fronterizos sauditas que les permitan tomar el tren de Dhahran a Riad, en busca de solaz y seguridad para sus familias en brazos de un régimen cuya fe wahabita-salafista sunita ha proporcionado reclutas a pasto para el Isil. Y, podríamos añadir, esos sirios que huyen de Assad, más que de sus enemigos, tampoco se arrojan a los pies del “califato islámico” cuyos videoclips hieden a muerte y castigo, más que a piedad.

Un poco extraño, podríamos decir. Los historiadores necesitarán algún día ponderar la ironía de que, mientras cientos de miles de judíos dejaron Europa para ir a Medio Oriente, hace 70 años, cientos de miles de musulmanes escapan ahora de Medio Oriente hacia Europa. Pero de eso se trata, ¿cierto?

¿Por qué vienen acá?

No es porque crean que somos “blandengues”. No es porque quieran medrar con nuestra generosidad. Sospecho que es porque conocen lo suficiente de Europa y de nuestra historia, y de nosotros –no de nuestros políticos de hojalata o de Dave Supermercado y los ruidosos carroñeros laboristas que le gruñen a Corbyn, sino de los alemanes, franceses, italianos y suecos y, sí, los griegos e incluso los húngaros, y hasta de los británicos– para saber que somos buenas personas, gente amable. Creo que saben que, muy debajo de nuestro caparazón de cinismo y materialismo y nuestra falta de fe religiosa, la idea del humanismo está viva en Europa y que podemos ser personas decentes, buenas, consideradas y honestas.

Las implicaciones de todo esto son extraordinarias. Significa que, pese a nuestros líderes negligentes y cobardes, nuestros dementes Blairs, nuestros Daves Supermercado, nuestros tontos Milibands y nuestros deschavetados aliados de Europa oriental, somos una sociedad honorable y humana. No sólo hablo del Ángel de Alemania, sino de los voluntarios alemanes, algunos de ellos desempleados, que alimentan y reciben a los refugiados en Berlín. Me refiero a los 20 mil húngaros que marcharon en apoyo a estos afligidos extranjeros que han llegado a nuestras fronteras europeas. A los hombres y mujeres franceses que ayudan a alimentar al “enjambre” de Dave mientras se pudre en las “junglas” de Calais. Pienso en los jóvenes trabajadores de Médicos Sin Fronteras con quienes viajé a la frontera greco-macedonia, que distribuyeron agua, comida, ropa y afecto a las familias de Alepo, Idlib y Deraa –sí, y de Kandahar y Peshawar–, para quienes los refugiados eran más bien como Aylan el de tres años en su playa dorada: para esos jóvenes europeos, los refugiados eran iguales a nosotros. De hecho, “ellos” eran “nosotros”.

En la cada vez más oscura y profunda división entre la gente –los electores– de Europa y sus servilmente ambiciosos e inmorales líderes (excepto Merkel, claro), existe un desafío mucho más serio para el futuro. ¿Qué ocurre cuando nos damos cuenta de que nuestros representantes no nos representan? ¿Qué ocurre cuando recordamos que Dave Relaciones Públicas inclinó la bandera británica ante el difunto rey de Arabia Saudita? ¿Siquiera –en nuestro nombre– rendirá el mismo homenaje al pequeño Aylan?
The Independent
Fuente original:
http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2015/09/03/por-que-los-refugiados-acuden-a-los-201cinfieles201d-robert-fisk-5416.html

Crisis Migratoria: Europa cosecha lo que sembró junto a EEUU

La Unión Europea (UE) está pasando por el mayor obstáculo desde que fue creada. Y es que a la progresiva desinstalación calculada del Estado de Bienestar se le está sumando ahora con gran ahínco la crisis migratoria que, al contrario, no la supieron calcular.

Claramente los beneficiados podrían resultar los eurorealistas, ya que la presente crisis en buena parte se debe al papel cómplice y sumiso que ha tenido la UE ante los intereses geopolíticos de Estados Unidos.

Hoy los europeos deberán preguntarse del por qué de la crisis, y los más apropiados para contestar dicha pregunta podrían ser los eurorealistas.

El discurso eurorealista podría tomar un nuevo impulso dirigido a su principal objetivo: terminar con la Unión Europea, que más que un instrumento para el pueblo europeo se ha convertido en un real instrumento de los intereses de EEUU, al igual que la estructura de la OTAN.

La crisis migratoria debiera ser la oportunidad para que el matrimonio UE-EEUU pueda llegar a su fin; sería inoportuno ignorar que todo esto ha sido consecuencia de una UE sujeta a los intereses de EEUU. Es cosa de repasar la actitud sumisa y colaboradora que ha tenido últimamente la UE frente a EEUU respecto al asunto Ucrania, al tema de las sanciones a Rusia, el TTIP, pero principalmente el papel jugado en la desestabilización en Medio Oriente y el Magreb.

Dicha actitud está derivando a un "tiro por la culata", porque quienes pagan las crisis por lo habitual son los pueblos, y en este caso será el pueblo europeo quien pagará; visibilizando, además, las diferencias entre la Europa del oeste y la Europa del este, por la simple razón de que los países ricos (Europa del oeste) son los que principalmente han dirigido las políticas erradas de la Unión Europea, siendo Alemania la principal responsable.

Los responsables de Europa deberían hacerse cargo de la crisis migratoria y hacer su propio mea culpa, tanto sus dirigentes como los que aplaudieron de buena gana en su momento, por ejemplo, las intervenciones militares en Libia o los que guardaron silencio.

El continente europeo debería hacer memoria y recordar el drama de la migración o los refugiados en la Segunda Guerra Mundial. No hay mucho que analizar para comprender la actual crisis.

Si se colaboró junto con EEUU y la OTAN en la desestabilización de Medio Oriente y el Magreb, lo mínimo que deberían hacer es hacerse responsables y resolver la actual crisis.

Y es de esperar, por lo demás, que no se les ocurra resolver la crisis señalando que el problema le corresponde "a todos" y quieran mandar ciertas "cuotas" a países que no han tenido nada que ver con las decisiones tomadas por grandes potencias. Por ejemplo, mandar ciertas "cuotas" a América Latina. No, el problema lo deben resolver los que provocaron la actual crisis, y, que sepamos, Europa no está en guerra y goza de recursos suficientes para hacerse cargo.

Níkolas Stolpkin

Responsabilizan a EE.UU. y la UE por crisis de refugiados

El canciller de Eslovaquia expresó que con el apoyo al conflicto armado en Siria, el bloque comunitario está creando las bases para la afluencia de refugiados.

El ministro de Relaciones Exteriores de Eslovaquia, Miroslav Lajcak, responsabilizó a la Unión Europea (UE) por las muertes de refugiados que intentan entrar al llamado viejo continente desde sus países golpeados por conflictos armados y crisis humanitarias.

Tras una reunión del Gobierno de su país para abordar formas de resolver la peor crisis de refugiados y migrantes que enfrenta la región desde la Segunda Guerra Mundial, el canciller sostuvo que la UE no pensó en las posibles consecuencias de apoyar la guerra civil en Siria.

Ayudando a los rebeldes sirios los países europeos están creando con sus propias manos las bases para la afluencia de refugiados, aseguró Lajcak, quien recordó que el bloque comunitario participa activamente en los acontecimientos en la nación árabe.

De acuerdo con el titular de Exteriores, hay países que suministran armas y entrenan a los grupos armados que quieren derrocar al Gobierno de Bashar al Assad. "En cierto modo, contribuimos a la guerra civil en Siria, por culpa de la cual los inmigrantes buscan irse a Europa".

Occidente convierte el Mediterráneo en un cementerio
Para el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan Occidente ha tenido falta de sensibilidad en el tema de los refugiados y a convertido el mar Mediterráneo en "un cementerio de migrantes".

Luego de que se difundiera en medios de prensa de todo el mundo la foto de un niño sirio ahogado en una costa turca, el jefe de Estado sostuvo que los países europeos que transformaron el Mediterráneo, cuna de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, en una fosa, comparten la responsabilidad de todos y cada uno de los refugiados muertos".

"No son sólo los migrantes los que se ahogan en el Mediterráneo, sino también nuestra humanidad", expresó Erdogan en la apertura de una reunión de ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales de los países del G-20 en Ankara.

Este viernes el presidente ruso, Vladímir Putin se refirió a la crisis migratoria que azota a Europa, y responsabilizó a la administración estadounidense y a sus políticas en Oriente Medio.

“Europa sigue a ciegas esa política en el marco de sus compromisos de aliados y después carga con todo el peso”, sostuvo el titular del Kremlin durante el Foro Económico de Vladivostok.

EE.UU. también es culpable
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, también culpó a la administración de Estados Unidos (EE.UU.) y a sus políticas en Oriente Medio por la crisis de refugiados que enfrenta Europa.

Según el mandatario, Europa sigue a ciegas esa política en el marco de sus compromisos de aliados y después carga con todo el peso de sus consecuencias.

Durante el Foro Económico de Vladivostok, Putin refirió con perplejidad cómo algunos medios norteamericanos critican a Europa por lo que consideran una “excesiva crueldad hacia los inmigrantes”, cuando EE.UU. no cuenta con una política propia de recepción de refugiados provenientes desde países en guerra ubicados en Oriente Medio, África del norte y Asia central.

Mediterráneo, crisis migratoria

En contexto
En abril de este año, Turquía y Arabia Saudita anunciaron que mantenían conversaciones para crear una alianza militar e intervenir militarmente Siria con el objetivo de derrotar al Gobierno de Bashar al-Assad.

Asimismo, Estados Unidos actualmente lidera una coalición que realiza ataques aéreos contra Siria e Irak bajo el pretexto de combatir al autodenominado Estado Islámico.

Como consecuencia de la guerra, cerca de 50 por ciento de los sirios han tenido que abandonar sus hogares. A mediados de febrero pasado, el Centro Nacional de Antiterrorismo de Siria (NCTC), reveló que al menos unos 20 mil extranjeros procedentes de 90 países se unieron a las filas del EI, de los cuales unos 3 mil 400 provienen de países occidentales.

Fuente: http://www.telesurtv.net/news/Responsabilizan-a-EE.UU.-y-la-UE-por-crisis-de-refugiados-20150904-0015.html

Le travail mondialisé. Mais pourquoi émigrent-ils ?

par Saskia Sassen, novembre 2000
Alors que la mondialisation économique a profondément transformé les Etats et le système interétatique, peut-on continuer de penser l’immigration comme s’il s’agissait d’une dynamique indépendante des autres champs ; comme si son « traitement » relevait encore exclusivement d’une souveraineté nationale unilatérale ? Peut-on persister, dans la réflexion sur les migrations internationales, à faire l’économie d’une interrogation sur les transformations décisives qui ont affecté l’Etat, à la fois sur le plan domestique et dans ses relations internationales ?

L’idée prévaut, en Europe occidentale, en Amérique du Nord et au Japon, d’une crise du contrôle de l’immigration. Or cette vision interdit tout débat serein. La question importante, en effet, ce n’est pas l’efficacité du contrôle des Etats sur leurs frontières, dont on sait bien le caractère nécessairement imparfait, mais plutôt la nature de ce contrôle. Comment les politiques migratoires s’intègrent-elles au nouveau cours mondial, avec son intégration économique, ses accords internationaux sur les droits humains, avec l’extension aux immigrants résidents de divers droits sociaux et politiques, la multiplication des acteurs politiques, etc. ?

Si l’Etat-nation dispose toujours du pouvoir d’écrire le texte d’une politique de l’immigration, ses différentes obligations internationales font que sa politique de l’immigration, au sens conventionnel de cette expression, n’affecte qu’à la marge les réalités migratoires. Avant que d’évoquer une éventuelle crise du contrôle, il faut analyser les contraintes extérieures, toujours plus nombreuses, qu’ont acceptées les Etats, et qui déterminent leur politique migratoire — autant, sinon plus, que leurs actions sur les frontières et sur les individus.

Car les migrations internationales ne représentent pas des phénomènes autonomes. Parmi les acteurs majeurs, mais rarement identifiés comme tels, de ces migrations, relevons :

- certaines sociétés multinationales, qui, du fait de leur rôle dans l’internationalisation de la production, supplantent les petits producteurs locaux, ce qui limite les perspectives de survie de ces derniers dans l’économie traditionnelle et crée ainsi une main-d’œuvre mobile. De plus, l’installation de pôles de production tournés vers l’étranger contribue à l’établissement de liaisons entre pays demandeurs de capitaux et pays exportateurs de capitaux;

- des gouvernements qui, par leurs opérations militaires, provoquent des déplacements de populations et des flux de réfugiés et de migrants;

- les mesures d’austérité imposées par le Fonds monétaire international (FMI), qui obligent les pauvres à envisager l’émigration (domestique ou internationale) comme stratégie de survie ;

- enfin, les accords de libre-échange qui, renforçant les flux de capitaux, de services et d’informations transfrontaliers, impliquent la circulation transfrontalière de travailleurs spécialisés.

Pourquoi la réflexion des responsables politiques sur les migrations internationales paraît-elle plus courte que dans les autres domaines ? Lorsqu’il faut évaluer les conséquences économiques des transformations du commerce et de la politique internationaux, les experts et les politiques pèsent les effets de chaque décision dans nombre de champs, et recherchent un certain compromis entre ces divers aspects. Mais l’immigration n’est jamais considérée comme l’un de ces domaines: on la traite isolément des autres grands champs d’action politique, comme si on pouvait la penser de manière autonome.

Cet aveuglement explique l’inadéquation des politiques mises en place à leurs objectifs — qu’on soit d’accord ou non avec ceux-ci. Tous les participants au débat sur l’immigration ne gagneraient-ils pas à reconnaître l’existence de ces interactions entre plusieurs champs politiques, et à les intégrer dans leurs réflexions et calculs ? Lorsque, en 1988, j’ai commencé à écrire sur ce sujet, ce genre d’idée n’était pas concevable, pas même comme sujet de débat.

L’économie villageoise déstabilisée

A partir de 1992, la discussion autour de l’Alena a commencé à introduire des évaluations des effets de l’immigration, particulièrement celle des Mexicains aux Etats-Unis. Dans un rapport de recherche novateur, publié en 1990 par le bureau de l’immigration du ministère américain du travail, figure l’une des premières reconnaissances formelles de l’impact des activités extérieures des Etats-Unis sur la constitution des flux migratoires. Si secondaires qu’ils puissent paraître, ces deux cas représentent toutefois une brèche importante dans le rempart d’autonomie construit autour de la politique d’immigration.

Il est assurément plus compliqué de tenir compte de cet impact que de voir dans l’émigration une simple conséquence de la pauvreté, le résultat du choix individuel des émigrants. Or il importe de rattacher les faits migratoires aux politiques susceptibles de les avoir provoqués. Tout montre que c’est à partir des choix des pays hautement développés, importateurs de main-d’œuvre, que se construisent les liens unissant pays d’émigration et pays d’immigration, et que se créent, dans ces pays et à l’étranger, les conditions qui font de l’émigration une des options de survie pour les populations.

En premier lieu, le développement de l’agrobusiness américain et la mondialisation du marché des produits agricoles poussent nombre de pays émergents à développer une agriculture à grande échelle pour l’exportation. Celle-ci réduit les possibilités de survie des petits propriétaires, qui deviennent alors salariés dans les grandes exploitations et passent fréquemment de l’une à l’autre. Une fois engagés dans des migrations régionales (éventuellement saisonnières) pour leur travail, ces ouvriers deviennent des candidats tout trouvés à l’émigration internationale.

De même, lorsque les sociétés occidentales installèrent des manufactures et des usines de montage dans les pays à bas salaires, le recrutement de travailleurs locaux contribua à déstabiliser les économies villageoises traditionnelles, où les jeunes femmes jouaient un rôle essentiel dans la production. Les hommes suivirent donc les femmes, d’abord en ville, puis, pour certains, à l’étranger. Vers quelle destination ? Le travail dans ces entreprises occidentales implique des contacts avec les pays d’où viennent les capitaux, ce qui réduit la distance subjective entre le travailleur étranger et ces pays. Autrement dit, si je peux cueillir ici les fruits pour les ménages américains, si je puis assembler ici les composants d’un appareil électroménager, je peux le faire aussi bien aux Etats-Unis !

De plus, et en particulier dans les manufactures, la direction forme les ouvriers non seulement aux compétences requises, mais aussi à un comportement « adapté » au lieu de travail. Ce faisant, la direction accoutume ces travailleurs et les prépare à travailler en Occident. Comme on l’a vu, notamment au Mexique, en Haïti et en République dominicaine, ces ouvriers-là forment pour la plupart les gros bataillons des futurs émigrés...

L’observation, sur le terrain, des causes de l’émigration tend à prouver que les flux s’inscrivent dans le temps et l’espace, et qu’ils dépendent largement des politiques menées dans d’autres sphères. De nombreuses études universitaires dans le monde entier l’attestent : il ne s’agit ni d’invasions de masse ni de mouvements spontanés de la pauvreté vers la richesse. L’histoire nous apprend qu’en Europe, en l’absence de contrôle, à des distances de voyage raisonnables et même lorsque les situations variaient beaucoup d’un pays à l’autre, peu de gens quittaient les régions plus pauvres pour gagner d’autres plus riches (1).

Le sentiment de crise ne semble donc pas justifié. Et si les Etats exercent moins leur contrôle qu’ils ne le souhaiteraient, c’est que l’immigration obéit à d’autres dynamiques. A travers le temps et sur l’ensemble de la planète, elle comporte des flux hautement déterminés, régulés et équilibrés par des mécanismes spécifiques. Ces mouvements de population ne durent qu’un temps — souvent une vingtaine d’années — avant de se tarir.

Et il y a davantage de mouvements de retour qu’on ne le pense généralement : que l’on songe aux intellectuels et ingénieurs juifs soviétiques qui revinrent d’Israël en Russie, ou aux Mexicains qui retournèrent dans leur pays à la suite des programmes de régularisation — leurs « papiers » leur permettaient enfin de circuler librement entre les deux pays.

Régimes juridiques transnationaux
Nombre d’études de terrain en témoignent: la plupart des gens ne souhaitent guère émigrer dans un pays étranger, et beaucoup de ceux qui ont dû le faire seraient plutôt des migrants circulaires que des immigrants permanents, s’ils en avaient la liberté...

Par-delà la mondialisation de l’économie, une autre transformation majeure des relations internationales contrebalance le pouvoir des Etats en matière de contrôle de l’immigration: la montée en puissance des régimes juridiques liés aux droits humains, dans le cadre des Etats ou de conventions internationales. Voilà qui transforme en sujets des «oubliés» du droit international: peuples émergents, migrants et réfugiés, femmes. Ce nouveau statut peut provoquer de nombreuses tensions entre les divers secteurs d’un même Etat. Ainsi, dans les pays hautement développés, le pouvoir judiciaire se trouve investi d’un rôle stratégique, lorsqu’il en vient à défendre les droits des immigrants, des réfugiés et des demandeurs d’asile contre les décisions du pouvoir exécutif (2).

L’expansion du droit administratif et la judiciarisation de la vie politique impliquent aussi un abandon de l’étatisme dans chaque pays. En matière d’immigration, en Europe occidentale comme aux Etats-Unis, on a de plus en plus souvent recours aux tribunaux pour contester les décisions prises par les législateurs. Le renforcement de l’autorité de la police dans la régulation de l’immigration — qui ne cadre pas facilement avec la défense des droits individuels et de la société civile, si importants dans ces pays — n’échappera donc pas à la contestation juridique. En confinant sa politique migratoire à la seule dimension policière, l’Etat voit se multiplier les contentieux plus que s’affirmer ses capacités de régulation des flux.

Ainsi la mondialisation de l’économie et le régime international des droits humains ont-ils modifié le terrain sur lequel se jouent les relations entre Etats. Ils ont contribué à la formation ou au renforcement d’un nouveau champ d’action civique, qui va du monde du business jusqu’à celui des organisations non gouvernementales (ONG) internationales. L’immigration recoupe de plus en plus ces nouveaux mondes et se trouve partiellement imbriquée avec eux, échappant ainsi à son tour — au moins partiellement — au contrôle de l’Etat souverain.

Bien entendu, l’Etat lui-même a contribué à la réalisation du nouvel ordre économique mondial. Le capitalisme mondial a imposé ses prétentions aux Etats nationaux, qui ont réagi en produisant de nouvelles formes de légalité. Il leur a fallu inventer une nouvelle géographie économique, à la fois en termes de pratiques d’intervenants collectifs et d’infrastructure indispensable, mais aussi de travail étatique pour produire ou légitimer de nouveaux régimes légaux.

Un nombre croissant de mécanismes franchissent les frontières jusqu’à devenir transnationaux, si bien que les gouvernements peinent de plus en plus à traiter des grands problèmes de manière unilatérale. Cela n’implique pas la fin des Etats nationaux, mais plutôt le fait que « l’exclusivité et la finalité de leur compétence (3) » ont changé : plus rares sont les champs dans lesquels l’autorité et la légitimité de l’Etat peuvent fonctionner d’une façon qui exclut d’autres acteurs. Parallèlement, le système interétatique, pris au sens étroit du terme, se voit dépassé par l’institutionnalisation croissante de systèmes de pouvoir qui ne sont plus centrés sur l’Etat — particulièrement pour la finance et les affaires mondiales (4).

D’un côté, tout pousse au multilatéralisme et, de l’autre, le traitement des problèmes d’immigration demeure unilatéral : cette contradiction est surmontée par la croissance de facto (plutôt que de jure) du bilatéralisme et du multilatéralisme dans la gestion de certains aspects spécifiques des migrations internationales. Il en va ainsi en Europe occidentale, où la construction de l’union économique a imposé aux gouvernements des approches supranationales dans tous les domaines. Négociations entre l’Union européenne et les pays d’Europe centrale transformés en zone-tampon pour les demandeurs d’asile (5) ; programmes d’aide à la modernisation des polices d’Europe centrale et du Maghreb pour l’interpellation des immigrants clandestins : autant de témoignages d’un recours à l’action multilatérale, quelle que soit par ailleurs l’agitation rhétorique sur l’exercice unilatéral du pouvoir régalien national.

Phénomène unique en son genre, la construction européenne illustre la difficulté à marier les différents régimes définissant, d’un côté, la circulation des capitaux et, de l’autre, celle des migrants. La définition et la réalisation d’une politique commune ont mis en évidence l’impératif que représente, pour toute politique d’immigration, la prise en compte de l’internationalisation rapide de l’économie. Une étude des étapes de cette construction permet de préciser à quel moment les Etats doivent affronter leurs contradictions — et les résoudre autant que faire se peut (6). Plus les espaces économiques transnationaux sont formalisés, plus le cadre existant de la politique d’immigration pose problème (7) — en particulier dans les pays hautement développés, où elle se heurte à la croissance de l’intégration économique mondiale.

Mais celle-ci contourne, lorsqu’il le faut, les restrictions à la liberté de circulation imposée par celle-là. Certaines composantes de la souveraineté de l’Etat-nation se voient transférées à des entités supranationales — dont les plus importantes sont l’Union européenne et l’Organisation mondiale du commerce (OMC). Une bonne partie des instruments intellectuels dont les gouvernements disposaient et qui leur permettaient de contrôler leur population et leur territoire se trouve désormais aux mains d’institutions non étatiques. En témoignent les régimes privatisés transnationaux qui régissent le commerce transfrontalier, et la prééminence croissante de la logique du marché financier mondial sur les politiques économiques nationales.

Les nouveaux régimes spéciaux pour la circulation de la main-d’œuvre de service, mis en place dans le cadre de l’Accord général sur les tarifs douaniers et le commerce (GATT) et de l’Accord de libre-échange nord-américain (Alena), ont été découplés de toute notion de migration, même si, de fait, ils encadrent des migrations de travail temporaires. L’un et l’autre entendent favoriser la mobilité, sous la tutelle d’entités supranationales indépendantes des gouvernements, telle l’OMC (8). On peut voir ici les éléments d’une privatisation de certains aspects de la régulation du travail transfrontalier.

Et, de fait, ces deux accords internationaux majeurs sanctionnent une nouvelle fois la privatisation de ce qui est gérable et profitable. Ils concernent, en effet, les seules composantes de la politique d’immigration caractérisées par:

- une forte valeur ajoutée — c’est-à-dire des personnels dotés d’un haut niveau d’éducation ou de capital;

- la flexibilité — ces personnels ont toutes les chances d’être des migrants temporaires travaillant dans les secteurs de pointe de l’économie, donc des migrants visibles, identifiables et soumis à une régulation effective ;

- les bénéfices — compte tenu de la nouvelle conception libérale des échanges et des investissements.

A la limite, les gouvernements risquent ainsi de ne garder sous leur coupe que la gestion des éléments « à problèmes » et « à faible valeur ajoutée » de l’immigration : pauvres, travailleurs non qualifiés à bas salaire, réfugiés, familles dépendantes et, dans le cas des travailleurs qualifiés, ceux qui peuvent engendrer des tensions de nature politique. Cette sélection parmi les migrants de travail aura une forte influence sur ce que l’on va désormais ranger dans la catégorie politique des « immigrants ». Et il est aisé d’imaginer les implications de cette réduction des migrations internationales à leur compartiment le plus difficile.

Saskia Sassen
Professeure de sociologie à l’université de Columbia (New-York), auteure, notamment, de Critique de l’Etat. Territoire, autorité et droits, de l’époque médiévale à nos jours, éditions Démopolis/Le Monde diplomatique, et de La Globalisation. Une sociologie, Gallimard, Paris, 2009.