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lunes, 25 de junio de 2018

La guerra de Italia contra los inmigrantes me hace temer por el futuro de mi país

Roberto Saviano
El diario/The Guardian

- Socialmente, los italianos estamos retrocediendo en medio del ascenso del nacionalismo que alienta el racismo contra los extranjeros.

El personal del buque Aquarius trata de calmar a los migrantes rescatados. KARPOV / SOS MEDITERRANEE

Nunca había sentido esta necesidad de hablar. Nunca había sentido esta necesidad de explicar por qué no podemos permitir que sobreviva este nuevo Gobierno italiano. Incluso antes de comenzar a trabajar en serio, ya ha causado daños irreparables.

El drama del barco de rescate de inmigrantes Aquarius, al que la semana pasada le negaron permiso para atracar en puertos italianos, atrajo la atención de todos. Pero parece que para algunos, indiferentes hacia el destino de 629 personas a la deriva en el mar, era una oportunidad para enseñar a Europa una lección sobre cómo lidiar con los inmigrantes. Sin embargo, para otras personas es escandaloso utilizar 629 vidas como elemento de negociación. El problema es que todos hemos perdido la perspectiva general del asunto.

En el mundo actual, la noción de "tolerancia cero" en el Mediterráneo, según la cual no se permite a ningún inmigrante llegar a Europa, es otra cosa que propaganda criminal. Matteo Salvini, ministro de Interior italiano y líder de la Liga, afirma que quiere prevenir más tragedias en el mar y rescatar a las inmigrantes víctimas de los traficantes de personas de Libia y las organizaciones criminales italianas.

Durante el fin de semana, utilizó Facebook para insistir en este argumento. "Mientras el Aquarius navega hacia España", escribió Salvini, "otros dos navíos operados por ONG han llegado a la costa de Libia para esperar sus cargamentos de personas mientras los traficantes los abandonan. Esta gente debe saber que Italia ya no quiere ser parte del negocio de la inmigración clandestina y que tendrán que buscar otros puertos hacia los que navegar".

Pero una cosa es la propaganda y otra son los hechos.

Todos los predecesores de Salvini han intentado políticas de "tolerancia cero", utilizando estrategias similares y terminando en fracasos idénticos, como arrestando inmigrantes en Libia. La única diferencia es que Salvini es más evidente en su bajeza y tiene aliados en el Gobierno que lo respaldan. Todos estos años, Italia –y Europa– ha enviado dinero a países inestables y financiado a traficantes y criminales sin lograr resolver nada. Mientras haya gente que quiera venir desde África a Europa, siempre habrá alguien dispuesto a traerlos a cambio de dinero.

Las puertas de Europa están oficialmente cerradas para los africanos. La única forma de entrar es clandestinamente, y las mafias de Libia están dispuestas a ofrecer la manera ( a casi 100.000 africanos al año). Existe una demanda que satisfacer y no hay oferta legal. Los argumentos engañosos de Salvini y su aliado de coalición, el líder del Movimiento Cinco Estrellas Luigi Di Maio, no significan nada. Ellos tienen que comprender la ley más elemental del mercado: si existe demanda, habrá oferta, ya sea de forma legal o ilegal.

¿Podemos recibir a todos los africanos que quieran emigrar a Europa? No. Pero Italia no tiene derecho a decir: "Basta, ya es suficiente". Muchas veces me preguntan cuál es la solución, como si una persona fuera capaz de resolver todo el problema. No existe una respuesta definitiva, pero sí hay pasos que se pueden dar.

1. Primero, Italia tiene que regularizar la situación de los inmigrantes ilegales que ya viven en el país. El exministro de Trabajo, Roberto Maroni, lo hizo en 2002: otorgó documentos a 700.000 inmigrantes que inmediatamente se convirtieron en 700.000 contribuyentes más para el país. Este Gobierno puede y debe hacer lo mismo.

2. Segundo, deberíamos trabajar en regular visas y dejar de financiar a las mafias de Libia para que sean carceleros a cargo de sórdidos campos de concentración. El dinero nos pesa en el bolsillo, pero sobre todo en la conciencia, aunque parece que la conciencia de muchos italianos está hibernando.

3. Tercero, debemos generar acuerdos con otros países europeos para que los permisos obtenidos en Italia sean válidos para transitar y trabajar en los otros países de la UE. Esto significa lograr realmente un avance político, en lugar de hablar sin llegar a nada.

A menos que se concreten estos pasos, es fácil predecir lo que sucederá en los próximos meses y años. Los inmigrantes a bordo del Aquarius estuvieron dos días en el mar antes de poder dirigirse hacia España. Pero los que estaban a bordo del barco de la guardia costera italiana, el Diciotti, pudieron atracar en Catania, Sicilia.

¿Entonces ahora tenemos inmigrantes de primera y segunda clase? A bordo del Aquarius había inmigrantes rescatados por operaciones de la guardia costera italiana. La próxima vez, ningún inmigrante querrá abandonar los supuestos barcos de rescate oficiales para ser llevado a los barcos de las ONG, a los que les pueden negar acceso a los puertos europeos por no se sabe cuántas horas o días.

Mientras tanto, en Italia se está desarrollando una guerra silenciosa entre los italianos y los inmigrantes que –ya sea legal o ilegalmente– viven y trabajan en el país, a menudo por muy poco dinero o viviendo en condiciones de esclavitud. Al enfocar nuestra atención en los inmigrantes que quieren venir, perdemos de vista los derechos de los que ya están aquí, derechos que debe tener todo ser humano, al margen de si tiene o no permiso de residencia.

La ola de odio que se ha desatado contra los africanos que ni siquiera han pisado el país se descarga en los inmigrantes que ya viven aquí. Socialmente, los italianos estamos retrocediendo, en medio del ascenso del nacionalismo que alienta el racismo contra los extranjeros.

El primer comunicado oficial del nuevo ministro de la Liga para la Familia y los Discapacitados fue una declaración en contra de las familias homosexuales y en contra del aborto. Las palabras de Lorenzo Fontana cayeron como una bomba en un país que esperó décadas que se aprobaran las uniones civiles y donde la objeción de conciencia en los hospitales todavía es una traición al referéndum que decidió la legalización del aborto en 1981.

La triste verdad es que este gobierno tiene muchos seguidores y es popular porque identifica bien sus objetivos: las categorías de personas sobre quienes descargar sus frustraciones, los enemigos a quienes atacar. Así son las cosas, guste o no a los italianos. Pero la gran cantidad de italianos que sufren y están enfurecidos no mejorarán su situación movilizándose contra los inmigrantes.

Por el contrario, en los países en los que se les garantizan derechos a todos, incluidas las minorías, toda la comunidad disfruta de los beneficios. Ha llevado décadas que las comunidades se integren, pero en muy poco tiempo todo puede colapsar como un castillo de arena, destruido por el nacionalismo que convierte a todo el mundo en enemigos.

Si Europa es incapaz de cumplir su misión de recibir e integrar a los inmigrantes, aquellos líderes europeos que no están a la altura de las circunstancias deberían cerrar la boca en lugar de caer en insultos calculados. Es el deber de Italia intentar cambiar para mejor y no caer en el peor de los nacionalismos. Hay vidas humanas en peligro.

@robertosaviano

Traducido por Lucía Balducci.

Fuente:
https://www.eldiario.es/theguardian/guerra-Italia-inmigrantes-temer-futuro_0_784271979.html

miércoles, 20 de junio de 2018

Aquarius: gestos y refugio

"...Nadie pone a sus hijos en un barco a no ser que el agua sea más segura que la tierra.”
Wharsan Shire


Los gestos tienen un valor y acoger en Valencia a los 629 refugiados rescatados por el Aquarius de sus frágiles barcazas cuando huían de Libia, ha representado, no solo una buena iniciativa por parte del gobierno de Pedro Sánchez, sino un acto acorde a la legalidad internacional.
Un gesto que se espera marque un cambio de orientación con respecto a lo hecho y dicho por el extinto gobierno de Rajoy. Otro acto pero, en este caso, contrario a legalidad internacional, fue el del gobierno italiano de Matteo Salvini cuando, en su momento, ordenó cerrar los puertos e impedir el atraque del Aquarius.

La sucesión de acontecimientos que han propiciado la llegada del Aquarius a los puertos del Reino muestran, de la manera más palmaria, la crisis general prolongada y sin solución que vive el sistema de frontera y acogida.

Una simple comparación de las condiciones de arribo de las 629 personas refugiadas del buque Aquarius, con los 982 refugiados que iban a bordo de las 63 pateras y que cruzaron el Estrecho por sus propios medios para también terminar, este mismo fin de semana, arribando a las costas españolas, ratifica la forma en que se desarrolla dicha crisis: gestos positivos, aislados e inconexos, en medio de un mar de vulneraciones sistemáticas y organizadas de los derechos.

Para los llegados a Valencia, 200 fotógrafos y 500 periodistas; para los lo hicieron por el sur, menos de una decena. Para los primeros, 2400 personas de apoyo (traductores, médicos, abogados, sanitarios, psicólogos, acompañantes, etc.) que les permitirán encarar mejor esta nueva etapa de sus vidas. Para los segundos, las ongs denuncian escasez de medios para la acogida. Para unos, habrá 30 días que les permitirán decidir si solicitan asilo o encaran otro medio legal para quedarse en el Reino de España. Para los segundos, deportaciones exprés, centros de Internamiento y largas horas de trámites en comisaría.

La política europea y la española, muy similar a la del resto de estados de la UE, se halla marcada por el “dispositivo” visto en el Estrecho y no por el despliegue realizado en Valencia. El Aquarius, como otros picos de emergencia referidos a la cuestión del refugio (que no han sido pocos), pone de relieve un problema político que surge al dar la espalda los gobiernos a la legalidad internacional, un camino que agrava una crisis provocada por las guerras y la persecución.

Hoy, los ejes de la política europea parten de dos premisas:
1. No abordar las causas que motivan que el número de desplazados sea el mayor desde la segunda Guerra Mundial (65 millones).
Dichas razones se hallan directamente asociadas a la forma precisa (imperialista) del proceso de globalización. Es decir, un proceso en el que los sectores económicos más ricos, protegidos por unos Estados que son, a su vez, lo más poderosos de la escena internacional, trabajan para doblegar toda resistencia que impida el expolio organizado de la inmensa mayoría de la humanidad. Un saqueo que no rehúye, sino que exige, para ser efectivo, emplear todo tipo de diferencias entre pueblos y culturas.

2. No hacerse responsable de las consecuencias humanas de tales políticas que, en muchas ocasiones, sitúan a empresas europeas en su centro e implican desigualdad y guerra.
Conflictos que, a su vez, alimentan el número de desplazados, de refugiados y de solicitantes de asilo en el mundo.

En la actualidad, la UE hace convenios (ella misma) y avala que sus Estados realicen acuerdos con terceros como con Turquía, los señores de la guerra libios o Marruecos que para que éstos (como la vieja Roma imperial) controlen las fronteras fuera de su territorio.

Cuando los refugiados burlan esas trampas y se lanzan al agua o comienzan a caminar, se los hostiga por tierra, mar y aire. Se emplean barcos de guerra que los devuelven, se castiga a las ongs que intentan cumplir con la legalidad y socorrerlos, se organizan dispositivos aéreos para detectarlos o devolverlos a sus lugares de origen. Se instalan pinchos, se cavan fosos, se levantan muros y se montan concertinas destinados a impedir que esas personas puedan ejercer unos derechos que se asegura “oficialmente” defender. Finalmente, si todo ello no “sirve”, se les encierra, deporta o se abandona en un limbo legal que, de nuevo, les niega toda opción.

Los próximos 28 y 29 de junio, los jefes de Estado de la UE se reunirán para abordar por enésima vez el llamado problema de la inmigración ilegal. Un problema que apunta más hacia el colapso que hacia una verdadera solución. Sobre la mesa, el caso del Aquarius y el fracaso de las cuotas de reubicación tras la crisis griega e Italiana de hace ya tres años.

Nuevamente se hablará de la posible reforma del periclitado Reglamento de Dublin que regula las condiciones en las que un Estado miembro responde a las solicitudes de protección internacional que se le formulan, pero que, a la hora de la verdad, supone que, salvo que seas menor de edad, el Estado por el que arribas a la Unión es el que tiene la obligación de identificarte, tramitar tu solicitud y es el único por el puedes circular. Seguramente también se hablará de los pasadores ilegales de fronteras, de los acuerdos con terceros países y del marco Shengen.

En este escenario, el Aquarius no puede resultar un gesto más en medio de una legalidad que obvia los derechos de la personas. La acogida de ahora demuestra que no se trata de problemas administrativos, sino que su naturaleza es profunda y claramente política. Y frente a ello, o bien se refuerza el espacio europeo de la acogida, se avanza en un sistema y normas únicas europeas de asilo sobre la base de asegurar como prioridad el derecho a permanecer, circular y acceder a la Unión de las personas refugiadas a través de distintas iniciativas, entre ellas, un pasaporte europeo, o se mantiene la actual escalada que solo apunta y desgraciadamente, provocará muchas y mayores crisis.

Carlos Girbau Es activista social en Madrid y colabora con Sin Permiso.

http://www.sinpermiso.info/textos/aquarius-gestos-y-refugio

El éxito del uso de los yanyauid como policía migratoria revela el naufragio del proyecto político europeo. ¿No eran los derechos humanos y el respeto a la ley humanitaria nuestras señas de identidad?